Entrevista/14 de marzo de 2017/Autor: MDZ
Su libro «La tragedia educativa» es un clásico que todavía no se ha superado.
La primera edición de «La tragedia educativa» apareció cuando acababa el siglo XX y hoy, varios de sus diagnósticos, conservan una dolorosa actualidad. Poco ha sucedido en la mejora del sistema educativo. Y el ex rector de la UBA cuenta aquí alguna claves que pueden ayudarnos a salir de una crisis, más terminal que nunca.
«El texto original nunca ha sido modificado. Está tal cual lo escribí en 1999, así que eso habla por sí solo de nuestro presente», afirma el académico, en diálogo con el programa «Cambio de aire», por MDZ Radio.
– Esto marca el deterioro del sistema.
– Y yo creo que está peor. Las últimas cifras y estadísticas muestran una caída notable. De modo que es un poco deprimente ver eso, que pasa lo mismo o peor, al cabo de tantos años, puesto que no se ha producido un cambio importante.
– ¿Podemos salir de la conyuntura para rediscutir la educación en Argentina? ¿Los paros también frenan esta posibilidad?
– Hay un problema profundo, que pasa a la superficie todos los años, que es el comienzo de las clases y la discusión del salario docente. Evidentemente los maestros ganan muy poco y es lógico el reclamo. Eso es un signo.
– ¿De qué?
– De un desinterés social por lo que los maestros hacen, más allá que todos decimos que nos interesa muchísimo y que la escuela es importante. Hasta decimos que los maestros son los segundos padres de nuestros chicos. En realidad, lo que hacen los maestros, importa poco. Y ese importar poco se ve reflejado en el salario que ganan. Si usted le dice a un padre que su hijo se dedicará a la docencia no será una noticia bien recibida. ¿Por qué ocurre? Porque es una actividad profesional muy devaluada socialmente. Y eso es gravísimo, ya que también marca la devaluación de la escuela como institución.
– ¿Puede ser que parte del descontento generalizado en torno a la cuestión educativa, se relacione con las expectativas creadas alrededor de nuestro futuro como sociedad?
– Claro. La crisis de la educación es una crisis que está presente en todo el mundo occidental. Obviamente que entre nosotros tiene otros agravantes, pero el problema se discute en todos lados. La significación de la escuela, que en última instancia está destinada a la transmisión de conocimientos y al mismo tiempo al desarrollo de ciertas capacidades intelectuales, en una época donde el intelecto importa poco, también la escuela importa poco. Y esto es lo de fondo: la deslegitimación de la escuela. Y en general siempre se recurre a esloganes, como que la escuela es antigua y hay que modernizarla. Eso es cierto, y hay mucho por hacer, pero en el fondo lo que existe es una desconfianza de lo que la escuela hace.
– ¿Qué hace peor la escuela?
– Enseñar a leer y a escribir, entender lo que se lee y tener cierta capacidad de abstracción. Eso lo produce cada vez menos.
– ¿No es una paradoja que si estamos surcando la Sociedad del Conocimiento estemos descuidando la formación de nuevos talentos, de gente con potencial para crear, producir y fabricar cosas nuevas?
– Por supuesto. Y eso es un discurso. Nosotros pretendemos entrar a la Sociedad del Conocimiento pero parece que queremos hacerlo por la puerta de atrás. Nuestros problemas son básicos. Para que una persona sea creativa y todo lo que hoy se pretende, tiene que saber algo. En un momento hay que sentarse y adquirir esas herramientas elementales. Hasta para hacer una revolución hay que saber contra qué uno se rebela. Me parece que esta idea perdida y que se cree que se crea desde la «nada». Y no es así.
– ¿Por qué pensamos que podemos crear y educarnos desde la «nada»?
– Porque hay una resistencia al esfuerzo. Convengamos que cuando uno aprende algo eso representa un esfuerzo. Esto debe resultar también atractivo para los docentes, por supuesto. Y contar con el apoyo familiar. pero es un esfuerzo personal. Y esto es algo que hoy no se quiere hacer.
– Uno, ¿para qué estudia? ¿Para ser mejor? ¿Para lograr un lugar en la sociedad futura? ¿Para tener un buen trabajo?
– Para muchas cosas. Y para todo eso. Pero fundamentalmente para ser humano. De alguna manera a través de estudio uno incorpora las capacidades y la herencia de lo humano. Uso una definición de educación que me parece apropiada, aunque sea un poquito vieja (ríe). Tiene 2800 años. Es de Hesíodo, un poeta griego contemporáneo a Homero, que decía que educar a una persona es ayudarla a aprender a ser lo que es capaz de ser. Creo que es una definición brillante porque tiene los dos elementos centrales: educar a una persona es ayudarla y se trata de personas que ayudan a otras personas.
Fuente de la Entrevista:
http://www.mdzol.com/entrevista/722572-lo-que-hacen-los-maestros-importa-poco/