29 de marzo de 2017 / Fuente: http://www.excelsior.com.mx
Por: Carlos Ornelas
La contienda entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y quienes se oponen a la Reforma Educativa se da en varios planos. En el Legislativo, el presidente —entonces en alianza con el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática— ganó una batalla importantísima: enmiendas a la Constitución y dos nuevas leyes. Institucionalizó lo más importante, el servicio profesional docente.
En el plano de la lucha política, el gobierno fue enrevesado. Por una parte, como diría Maquiavelo, el Presidente actuó como zorro. Puso en prisión a Elba Esther Gordillo y apaciguó —sin dejarlos gozosos, por supuesto— a sus vicarios. En sentido contrario, EPN operó de manera embrollada para bregar con los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Les ofreció prebendas y propició su crecimiento.
En la parte programática, el gobierno avanzó con propuestas concretas derivadas del ambiente internacional, planteadas en el Programa Sectorial de Educación 2013-2018. Por ejemplo, Escuela al centro, Autonomía de gestión escolar, Normalidad mínima, que el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, popularizó con su actividad mediática.
En el trozo de la ejecución, aun contra la oposición férrea de la CNTE y la desconfianza de docentes de base, la Secretaría de Educación Pública y el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación realizaron concursos para el ingreso a la profesión y la primera evaluación del desempeño docente. No obstante, la rivalidad, aunque exangüe, continúa y puede renacer en alguna coyuntura.
En el plano institucional, el gobierno implantó nuevas dependencias como la Coordinación Nacional del Servicio Profesional Docente y el Sistema de Información y Gestión Educativa; también recentralizó el pago de la nómina y eliminó la participación del SNTE en el sistema de incentivos a los maestros.
Sin embargo, en la pugna por la opinión pública que, en una de las acepciones que propone Jürgen Habermas, es la medida de la legitimidad, el gobierno sólo levanta cabeza cuando promueve alguna acción trascendente u organiza una ceremonia ostentosa para hacer un anuncio.
Por ejemplo, la firma del Pacto por México; el acto del 10 de diciembre de 2012, cuando el Presidente avisó que al día siguiente enviaría al Congreso la iniciativa de reforma constitucional; la gala del 25 de febrero de 2013 en el Palacio Nacional, para firmar el decreto de que la reforma era ley vigente; la captura de la señora Gordillo al día siguiente y el mensaje en cadena nacional de EPN para proclamar que nadie estaba por encima de la ley.
Empero, en términos generales, los opositores parecían llevar ventaja. Pusieron en la discusión pública, con éxito inusitado, que la reforma era laboral, no educativa —hasta el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Enrique Graue, redimió esa idea— y por lapsos tomaron la iniciativa, salvo cuando la Policía Federal desalojó a militantes de la CNTE que habían bloqueado la Autopista del Sol; también cuando los expulsó del Zócalo.
La tendencia en la opinión pública era que la reforma no tocaría las partes sustantivas de la educación: pedagogía, currículo y formación de docentes.
A juzgar por la única encuesta que se ha publicado (ver el artículo de Ulises Beltrán y Alejandro Cruz, en Excélsior, 20 de marzo), el gobierno de Peña Nieto y la SEP recuperan terreno. Con todo y que nada más 41% de los entrevistados declaró conocer el Modelo, la mayoría (61%) expuso su acuerdo con él. En suma, generó expectativas optimistas.
La ceremonia del 13 de marzo en Palacio Nacional para presentar el Modelo Educativo de la Educación Obligatoria rindió frutos. La prensa y los medios —las redes sociales también— todavía se ocuparon del asunto. Los reporteros entrevistaron a expertos, docentes y padres de familia; decenas de editorialistas la comentaron. La emisión del Modelo era una deuda del gobierno con la sociedad; hoy trata de solventarla.
Si las nociones habermasianas son correctas, este hecho otorga credibilidad a la acción gubernamental. Pero no es permanente, la opinión pública es veleidosa y da giros bruscos. Si bien la propaganda intensa por radio y televisión que patrocina la SEP ocasiona que la gente sepa que hay un nuevo Modelo, no implica que todos lo crean.
Una legitimidad consistente sólo provendrá de la coherencia entre los planteamientos y los hechos. ¿Qué tanto podrá hacer este gobierno en menos de dos años? ¿Calará el modelo?
Fuente artículo: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2017/03/22/1153398
Foto: http://news.radiocentro.com/files/2015-07/Noticia_EdoOax_20150721_CarlosOrnelas.jpg