Por: Jesús Vigorra.
Mientras que en el Congreso los próceres siguen adelante con el Pacto educativo, sin contar con los maestros, en cambio el exministro Wert o no Wert sí que ha sido invitado a participar el próximo martes (que digo yo: qué tendrá que decir el ministro peor valorado de Rajoy más allá de pedir perdón por cómo dejó la educación en este país antes de su retiro dorado y bien pagado en París), una profesora de secundaria me hace llegar su desesperación no sin falta de ironía. Explicaba la composición del soneto apoyándose en el endecasílabo de Lope de Vega, ya saben, «un soneto me manda hacer Violante», cuando tras exponer el periodo histórico y la trayectoria del escritor, un alumno le sugirió invitar al tal Lope de Vega para que viniera al colegio a dar una charla.
Tras la estupefacción por el desatino del alumno de 3º de la Eso o por la falta de atención, la profesora le respondió: no te preocupes, mañana traigo la ouija y lo invocamos, a ver cuando le viene bien venir. Me cuenta otros sucedidos en sus clases de Lengua, como leer en un examen que el Cid siempre cabalgaba con su escudero Sancho Panza o que en Fray Luis de León se apreciaba una clara influencia de Napoleón. Corregir es un suplicio, me cuenta, y descubrir que tus alumnos de tercero no son capaces de hacer un ejercicio de sinónimos y antónimos es una frustración como docente. Y junto a sus cuitas me adjunta la copia de un ejercicio para que lo vea con mis propios ojos.
En él veo que una alumna escribe como sinónimo de difunto, «sin pareja»; mientras que cómo antónimo de difunto, escribe «casado». A estas alturas de la corrección y cuando ya no sabe si reír o llorar, ella encuentra que su pupila acaba de descubrir un nuevo estado civil: «difunta», sustantivo con el que algunos divorciados aluden a la esposa ya libre de él. Tal conclusión hubiera hecho las delicias de los surrealistas. La vida nunca deja de sorprendernos, me dice tan sufrida maestra, y los adolescentes actuales más. Estos sucedidos que me describe son dignos de aquella «Antología del disparate» con la que algunos de mis maestros relajaban las clases.
Era un libro muy sobado por los clásicos, compilación de errores de todo tipo, la mayoría extraídos de exámenes, pero solían ser más ingeniosos y menos catetos que los referidos aquí y ahora. No he vuelto a oír hablar de ese librito, tal vez dejó de publicarse, no sé si porque perdió su gracia, también para reírse del patón hay que saber algo más que los patanes de mi confidente, o porque la educación en España toda ella es ya un disparate.
Fuente: http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/antologia-disparate_1134529.html
Imagen: http://www.nacion.com/archivo/Antologia-disparate_LNCIMA20111127_0089_5.jpg