Por: Vicente Berenguer
¿La vida tiene sentido? ¿Cuál es el sentido de la existencia? Son preguntas que cualquier buscador de la verdad o persona con inquietudes existenciales tiene muy presente a lo largo de su vida. ¿Quién soy yo?, se sigue preguntando el filósofo que somos todos o mejor dicho, el filósofo que todos deberíamos ser.
Si hablamos sobre el sentido de la vida deberemos distinguir dos planos: el primero hace referencia al, podíamos llamar, sentido objetivo de la vida, es decir, a si la existencia tiene por sí misma sentido. Este es un debate que nos apasiona y que alimenta nuestro intelecto, y en él podremos debatir sobre cuestiones como por ejemplo si nos espera una vida futura o no, si hay algo que me trasciende y del que formo parte o no, si estoy sola o solo o si por contra estoy conectado con algo más, si hay un dios, varios dioses y qué tipo de dios o dioses puede haber. Este debate sin duda nos enriquece y le resultará necesario a todo aquel buscador que “vaya” detrás de la verdad. Este sería un primer plano que como digo nos resulta necesario a muchos. Pero junto con esta primera dimensión, en lo que concierne a la búsqueda del sentido tenemos una segunda vertiente, y esta es qué sentido le damos cada uno de nosotros a los acontecimientos que nos suceden en la vida y a la vida misma.
Debemos partir de la base, (y recordando una vez más que ahora nos encontramos en la segunda vertiente del asunto, la dimensión práctica) que somos arrojados al mundo: no se nos pregunta si deseamos venir, ni cuándo deseamos hacerlo…en definitiva “se nos” arroja a la existencia sin contar con nosotros mismos. Somos arrojados a este mundo sin saber ninguno de nosotros si hay motivos para venir o no, si es todo azar o no lo es…pero las situaciones van sucediendo. Los acontecimientos suceden en nuestras vidas, ¿y qué podemos decir en este segundo aspecto acerca del sentido de la existencia?
Lo primero que debemos decir al respecto es que aquí no existe un mundo objetivo sino propio o de cada cual. No nos estamos moviendo pues en el que hemos denominado sentido objetivo sino que ahora nos referimos a nuestro propio mundo. ¿De qué estamos hablando cuando decimos que cada uno vive en su mundo? ¿Es que acaso no estamos viviendo todos en una realidad compartida? Evidentemente que esto es muy cierto y así debe seguir siendo, pero no es menos cierto que cada uno de nosotros está permanentemente, como diría Ortega y Gasset, construyendo su mundo o sus convicciones radicales o haciendo Metafísica siendo inevitable el que esto sea así, es decir, no pudiendo escapar al hecho de estar permanentemente construyendo nuestra propia «realidad». Construimos mundo para posteriormente vivir en él y de ahí que personas que aparentemente lo poseen “todo” sean infelices y por contra otros que poseen bien poco sean dichosos. Y más aún, estamos construyendo constantemente mundo, el nuestro, para poder vivir posteriormente en él, pero ni tan siquiera solemos ser conscientes de que hemos sido nosotros mismos los constructores de la realidad en que vivimos viviendo de este modo en la completa inconsciencia.
Es inevitable hacer mundo o diseñar nuestra propia realidad, hacernos a nosotros mismos cada día, y aquí entra de manera decisiva la cuestión del sentido. Porque en nuestra permanente formación de nosotros mismos estamos, lo sepamos o no, realizando lecturas de los acontecimientos de la vida, interpretaciones de lo que nos va sucediendo pudiendo variar estas desde las más favorables para nuestro crecimiento y desarrollo humano hasta las más nefastas para nosotros mismos. Y es aquí donde entraría en juego el sentido de lo que nos sucede y el sentido de la vida misma. Y es que lo que nos va sucediendo no tiene por sí mismo sentido. Recordemos que hemos sido arrojados a este mundo sin darnos ninguna indicación, ningún mapa, ningún consejo y que aquí nos van sucediendo cosas, pero lo que nos sucede no trae consigo el sentido. Y he aquí el punto central, porque si absolutamente necesario el hacer mundo o Metafísica, el realizar lectura o interpretación de los hechos…deberemos ser cada uno de nosotros los que otorguemos un sentido a los hechos pero también y sobre todo a la vida misma. Es por tanto nuestra tarea el dar sentido a lo que nos vaya sucediendo a lo largo de nuestro camino y dar un sentido favorable para el cuidado de nuestro ser. 1
Hemos introducido aquí un elemento básico en toda esta “ecuación” y es la cuestión del ser, elemento que nos ayudará a la hora de convertirnos en buenos constructores de nosotros mismos. Y es que si es verdad que hemos sido arrojados a este mundo sin ninguna indicación, también lo es el que todos tenemos una responsabilidad para con nosotros mismos, para con nuestro ser, y esta responsabilidad es cuidar de él, “alimentarlo” de la mejor manera que nos sea posible siendo esta una tarea espiritual que no religiosa: es nuestra tarea. Y en esta cura sui o cuidado de sí mismo es absolutamente necesario convertirnos en grandes arquitectos de nosotros mismos, en grandes cuidadores de nuestro propio ser, y para ello será determinante el tipo de filosofía de vida de cada uno, es decir, si se están realizando lecturas positivas de lo que va ocurriendo (si es un buen metafísico o no) o si mismamente se está otorgando a la vida el sentido que permita evolucionar, crecer.
Y es en esta tarea de cuidar a nuestro ser donde se requiere de cierta espiritualidad –que no religiosidad– en el sentido de conectarse con uno mismo, cuidarse y reconocerse como lo que se es, alguien que por encima de todo tiene una misión: permitir y fomentar la felicidad de su ser que a la postre es la suya. Pero para ello, me reitero una vez más, debemos aprender, una vez tomada consciencia de que cada uno construye su mundo para vivir en él, aprender a conceder un significado a todo lo que nos vaya aconteciendo que no dañe nuestro interior; pero sobre todo deberemos ser capaces de dotar a nuestra existencia misma de sentido, el sentido de que a lo largo de toda nuestra vida tenemos una gran misión: cuidar de nuestro ser.
En conclusión: diremos de nuevo que venimos al mundo sin instrucciones pero con una misión que se desvela: cuidar de nuestro ser. Y en este cuidado de nosotros mismos y en la toma de conciencia de que es inevitable construir nuestra realidad o construirnos a nosotros mismos deberemos, ya que esa es nuestra responsabilidad, aprender a realidad interpretaciones positivas de lo que nos va sucediendo, es decir, situarnos en ángulos o puntos de vista favorables sobre lo que nos va pasando. Porque los hechos siempre presentan distintos puntos en los que uno se puede situar, y deberemos ir siendo capaces de “elegir” los ángulos de visión que nos beneficien. Pero sobre todo deberemos ser capaces de dotar a nuestra existencia de sentido, el sentido de proteger, cuidar y alimentar a nuestro ser que vivirá además en comunión con el ser de los demás, permitiendo así que a “él”, –y nosotros mismos junto con él– le sea posible alcanzar la felicidad.
Nota:
1 Sin duda que la inclusión del término “ser” en este artículo dota al mismo de una dimensión espiritual que bien podría suscitar rechazo en algunos lectores. Desde mi punto de vista en estos casos podría ser sustituido el término no perdiendo el texto ni un ápice de su, nunca mejor dicho, “sentido”, pero a pesar de que pueda suscitar un cierto rechazo en según qué lectores, me sigue pareciendo muy útil el término ya que permite una mirada exterior a nosotros mismos y sobre nosotros mismos.
Vicente Berenguer, asesor filosófico