Los museos en la noche larga del patriarcado

Por: Francisco Lemus

Hace poco, en esta misma revista, leí un artículo sobre la retrospectiva de Ernesto de la Cárcova curada por Laura Malosetti Costa en el Museo Nacionalde Bellas Artes. Allí se criticaba la selección de obras contemporáneas querevisitan al artista y el dudoso gusto de un recurso, bastante extendido en losmuseos, como la gigantografía. Si bien no es de mi interés hacer una valoraciónde la exposición, y si la hiciera tampoco iría por ese camino, la omnipresencia del pintor varón en la programación del museo me llevó a preguntarme:¿cuándo tendrán lugar las mujeres? Sé que mi inquietud no es nada original, pero sí insistente, al igual que el impulso historiográfico que han tenido lacrítica e historia del arte feministas a lo largo del tiempo.
 
Según los listados del MNBA, en la distribución de muestras temporariastuvieron lugar dos exhibiciones de mujeres en los últimos diez años: MaríaHelguera (2007) y Adriana Lestido (2013). Obviamente, vale incluir unaexposición que problematizó las relaciones de género y el erotismo del sigloXIX como La seducción fatal (2014-2015), también curada por Malosetti. Eneste período, se pudo ver una excesiva cantidad de exposiciones monográficas de artistas hombres, locales y de otras regiones, entre ellas dos veces Botero ¡sí, dos! y las típicas que conservan ese tic moderno de llamar a los hombres “maestros”. A continuación, algunos ejemplos argentinos: Aurelio Macchi(2005); Ricardo Garabito (2007); Retratos y lugares. Obras de RómuloMacció (2007); Curatella Manes y Sibellino (2008); Ernesto Deira (2008);Jacques Bedel. Aproximaciones (2008-2009), Tomás Maldonado (2009); LuisFelipe Noé (2009-2010), Berni: narrativas argentinas (2010), Collivadino(2013), Enrique de Larrañaga (2013-2014); Pérez Celis (2015); Eugenio Cuttica(2015) y Roberto Plate. Buenos Aires-París-Buenos Aires (2016). Una presencia masculina que se vio alternada con muestras tesis de distintos temascomo Los primeros modernos (2007); Mirar, saber, dominar, imágenes deviajeros (2007); Real/Virtual. Arte cinético argentino en los años sesenta (2012);Memoria de la escultura. 1895-1914 (2013) y La hora americana (2014), esta última inscripta dentro de cierto revisionismo nacionalista. A esta altura ¿puedeser exhibida La chola (1924) de Alfredo Guido sin un llamado a la reflexiónque traspase los límites históricos de un programa cultural como el americanismo? Un cuerpo sexualizado bajo los códigos de la biopolíticamoderna, capturado por el ojo del pintor voyeurista, retratado desnudo y repletode atributos comestibles, casi para comérselo. Si bien esta imagen es una de las miles que circulan tanto por los museos como por los libros, mi énfasis en los primeros es porque encuentro en ellos un fuerte carácter pedagógico a escala masiva, la chance ideal para combatir el machismo. La pregunta temprana que abrieron las Guerrilla Girls, “Do women have to be naked to get into the Met Museum?”, sigue teniendo una potencia arrolladora. Nada de mujeres en el museo, salvo como modelos o integrantes minoritarias en exposiciones colectivas situación que mejoró en un ciclo interrumpido como los Bellos Jueves y ni que hablar de la falta de curadurías que intenten poner en relievelas hipótesis del feminismo para desmantelar un sistema de significación que produce hegemonía en el medio artístico resistiendo, por motivos que desconozco, indicadores históricos, políticos, económicos, geográficos, etcétera.
 
Las imágenes, dentro y fuera de una organización específica propia de lahistoria del arte, son símbolos del poder, maximizan la vida. Su opacidad dependiendo del dispositivo en el que estén inmersas es un contrapunto que puede devenir aplanador o, todo lo contrario, emancipador. Es decir, asumen elcarácter ilustrativo de los saberes de una comunidad de sentido y al mismo tiempo los contradicen, nos revelan las claves para ponerlos en discusión y demostrarnos que toda representación es de antemano una traición. Claro quesiempre se necesitan palabras para acompañar este proceso. Sin adentrarnos completamente en la vida de las instituciones, podemos sostener que un relatocuratorial, una pintura, incluso los planteos de un movimiento artístico, también funcionan como tecnologías del género. Como bien nos enseñó Teresa deLauretis estas tecnologías son prácticas que trabajan sobre la cultura dominante para nombrar, definir y representar el género, asignan significado (identidad,valor, prestigio, jerarquía social, etcétera.) y al mismo tiempo que lo hacen,también lo crean. La programación de un museo tiene la capacidad de actuarcomo interferencia en este desarrollo o, como podemos ver, lo puede naturalizary volver a fijar. Algo similar sucede en las exposiciones de Pablo Picasso y Antonio Berni en el Museo de Arte Moderno, donde Cristina Pérez Cochrane  véase en esta revista su artículo “Muestras de verano de cerdos machistas”  publicado el 14 de diciembre de 2016  localiza un gesto retrógrado que evadela reescritura crítica de la historia y contribuye a la objetualización sexual de lamujer, gesto que se vuelve más conservador si pensamos en un Berni auratizado hasta en su papel higiénico. Una vez colgada la nota de Pérez Cochrane,Facebook se llenó de comentarios reaccionarios y de miradas que tienden arelativizar el peso de las formas históricas que tomó la sociedad patriarcal, en lacual, como dijo la historiadora del arte Joan Kelly a finales de los años setenta,el sistema sexo-género y las relaciones productivas trabajan en simultáneo.
 En un contexto como el nuestro, violento y empoderador, las agendas de los museos, en especial la del MNBA, no han hecho demasiado el Malba pareciera llevar la posta en sus curadurías, programas públicos y adquisiciones.Resulta llamativo pensar por qué no se articularon líneas de trabajo conjuntoque pongan en relieve las distintas investigaciones en arte de los últimos años.Ahí encontramos tesis, papers, ensayos y proyectos de trabajo colectivo, portodo el país, que proponen un conjunto de miradas alternativas a los relatos quesiempre protagonizan los hombres blancos, heterosexuales y metropolitanos.(Las actuales muestras de Norberto Gómez y Gyula Kosice, más la mencionadaretrospectiva sobre de la Cárcova y las próximas de Xul Solar, Luis Felipe Noéy Joan Miró me llevan a pensar que nada ha cambiado con la actual gestión delMNBA, que no mantiene tampoco una coherencia historiográfica como laanterior.) Desde ya, no se trata de reconstruir un panteón de artistas mujeres bajo las mismas coordenadas consagratorias que involucraron a los artistas delsiglo XIX y las primeras décadas del XX, tampoco de recrear biografías románticas que exalten nuestros sentimentalismos, sino de agrietar los relatos totalizantes, señalar y activar sus marcas sexo-genéricas y recuperar aquellastrayectorias invisibilizadas que por supuesto también incluyen a muchos hombres. Para esto, es necesario desmarcar las escrituras del arte de categoríasque fetichizan los nombres propios y los artefactos culturales únicos, regular lamanía por la representatividad nacional que vuelve escarapela hasta lo marginaly también desandar los modos de construcción del saber enciclopédico que, si bien genera efectos sorprendentes cuando es divulgado, poco hace por el pensamiento crítico. Otra línea de salida, entre las varias que podemos seguir mencionando, es comenzar a torcer el historicismo desde proyectos artísticos y políticos que nada han tenido que ver con el imperativo modernista de la innovación trazado por los hombres en un tiempo teleológico y por sobre todo repensar algunas prácticas artísticas por fuera de las narrativas canónicas deléxito.
Fuente: https://www.academia.edu/31357837/Los_museos_en_la_noche_larga_del_patriarcado
Imagen: https://es.wikipedia.org/wiki/Escultura_del_Museo_del_Prado
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