Por Armando Ahued
La ciencia ha demostrado que las relaciones sexuales son naturales, normales y necesarias.
Muy pocas personas hablan de sexo con sus familias. La mayoría de la población desestima la importancia de la sexualidad como eje educativo, particularmente para reducir riesgos asociados a la salud sexual y reproductiva de los hijos o de la pareja.
Conozco muchos padres de familia arrepentidos por no haber hablado de sexo dentro del hogar. Abundan las historias de familias donde se ha debido enfrentar la carga de embarazos adolescentes, divorcios motivados por insatisfacción sexual e incluso de enfermedades de transmisión sexual.
Si el sexo es una parte fundamental de nuestro desarrollo, ¿por qué nos resistimos a llevar el tema a las conversaciones familiares? Con frecuencia esto sucede porque sentimos vergüenza o porque sabemos muy poco o casi nada del tema.
La ciencia ha demostrado que las relaciones sexuales son naturales, normales y necesarias. Están inscritas en nuestros genes y constituyen no sólo una fuente de placer, sino que representan el eje de nuestra supervivencia como especie.
Es en este sentido que la educación sexual resulta indispensable. Pero hay que hacerlo con información certera, sin castigos de por medio ni tampoco miedos o mentiras. Debe quedar claro que ofrecer información científica no determina el comportamiento, pero que sí contribuye a tomar decisiones acertadas en el propósito de cuidar la salud.
Gran parte de la violencia asociada a la sexualidad puede explicarse por esta ausencia de educación, que es estructural e histórica. No hemos sido capaces de incluir, sostener y enriquecer la información científica sobre la sexualidad en los sistemas educativos, como tampoco en los medios de información y entretenimiento.
Nuestros hijos deben aprender desde pequeños cómo funcionan los órganos genitales, cuáles son las prácticas sexuales seguras para evitar un embarazo o infecciones de transmisión sexual, cuál es la utilidad de usar anticonceptivos y condones, así como otros recursos disponibles, así como aprender a protegerse de abusos, trata o violencia sexual. También necesitan aprender a respetar las diversas expresiones de la sexualidad.
Créame usted que la educación sexual previene mucho más de lo que podría imaginarse a primera vista. No puede ser de otra manera porque la sexualidad, además de ser uno de los elementos que definen la naturaleza humana, es también fuente inagotable de expresiones artísticas. Cuando hay salud sexual y reproductiva, en consecuencia, hay más libertad, más energía, más compromiso con la vida misma.
Y dado que el sexo es inherente a todas las personas, no existe otra opción que educarnos respecto a cómo orientarlo para poderlo integrar a la vida cotidiana.
La disyuntiva, debo aclarar, es si nos educamos con base en principios de seguridad, protección y cuidado sustentado en evidencia científica, o lo hacemos desde la vergüenza, el temor, mediante restricciones y castigos. Esa es la diferencia, porque de cualquier manera la sexualidad se va a manifestar.
El crecimiento de una persona, no lo dude ni tantito, estará siempre asociado a diferentes factores y uno definitivo es la formación recibida en torno de su sexualidad. Si se crece con dudas, si se crece con prejuicios, si se crece creyendo que el sexo es algo malo, le aseguro que difícilmente se podrán construir referentes eróticos.
Por el contrario, crecer con educación biológica, con referentes documentados en la ciencia y con el conocimiento mínimo para asumir la conciencia del ejercicio libre y seguro de la sexualidad, construye condiciones que permiten gozar de nuestro cuerpo.
No se crea, sin embargo, que sólo nuestros hijos necesitan educarse en estos temas. También nos hace falta a nosotros saber más del sexo. Si hemos dicho que la falta de información en esta materia ha sido un reto a lo largo de la conformación de nuestra cultura, pues entonces es muy claro que los adultos necesitamos también información.
No puede haber sociedades sustentables que se desarrollen y cultiven si la gente vive su sexualidad a ciegas, con preguntas abiertas que nadie responde, acechada por hijos no planeados ni deseados, con infecciones o sometidas a redes de explotación y violencia.
Vamos entendiéndonos y unamos esfuerzos para impulsar la necesaria, pero también urgente educación sexual.
Fuente del Artículo:
http://www.excelsior.com.mx/opinion/armando-ahued/2017/05/21/1164801