México / www.elfinaciero.com / 28 de Junio de 2017
La proliferación de universidades de garaje o universidades “patito” se presta al fenómeno de mercantilización de la educación, en donde las universidades ofrecen las carreras que los alumnos demanden y no las que el mercado laboral requiere.
En México, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), hay cerca de tres mil 800 universidades y miles de carreras profesionales distintas que se pueden estudiar. Sin embargo, sólo 33 por ciento de los jóvenes en edad de estudiar la universidad lo hacen, y al salir, sólo el 50 por ciento opina que pasar por la universidad haya mejorado sus posibilidades para emplearse.
El fracaso no termina ahí, más del 40 por ciento de los empleadores en México considera que no encuentra el talento necesario en los egresados. Como diría McKinsey: los alumnos culpan a las empresas, las empresas a las universidades y las universidades a los dos anteriores.
De acuerdo con la SEP, 65 por ciento de los jóvenes elige una carrera profesional por presión social, tradición familiar o imagen, y esto suma al fracaso en su empleabilidad y su sintonía con lo que el mercado laboral demanda. Adicionalmente, las empresas que sí logran encontrar talento, tienen que formarlo nuevamente al ingresar a sus filas, lo que incrementa el costo del tiempo en el que son capaces de aportar valor los nuevos empleados.
¿Dónde está el problema? Me encantaría decirles que es culpa de alguien o algo, pero la realidad es que nuestro sistema educativo está mal planteado desde su origen. Las principales causas de esta crisis de orientación vocacional a continuación:
De las 3,800 universidades en México, cerca de mil 200 son públicas y el resto privadas, de las cuales sólo 103 pertenecen a la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES) y se someten a estándares de acreditación más altos que los de la SEP. La enorme mayoría de las otras dos mil 600 son universidades de garaje o universidades “patito”.
Su proliferación se presta al fenómeno de mercantilización de la educación, en donde las universidades ofrecen las carreras que los alumnos demanden y no las que el mercado laboral requiere. La existencia de tantas universidades que no son universidades, ha comoditizado el valor de un título profesional, haciendo relativamente fácil que alguien se titule, cuando en realidad hay muchos rangos de calidades en educación superior.
El enfoque de las autoridades federales y universidades en asociar la calidad con proceso y no con resultado, distancia a los egresados de lo que demanda el mundo laboral. Se asocia calidad con asignaturas, libros y profesores y no con el resultado que producen las universidades en términos de empleabilidad y aceptación por el mundo laboral. Eso tiene a la maquinaria universitaria nacional trabajando para cumplir procedimientos y no para cumplirle al sector laboral, a los jóvenes y las familias de los mismos.
La propia edad para elegir universidad (17-18 años) contribuye a la confusión, pues el desarrollo de la corteza prefrontal, que entre otras cosas permite la toma de decisiones y el manejo de emociones, no está completo sino hasta los 23-25 años. Países con mejores sistemas educativos, por ejemplo Israel, mandan a los jóvenes a tener experiencia real antes de pasar por la universidad, lo que los hace más maduros y enfocados.
La idea de que TODOS los egresados de educación superior en México deben tener un perfil similar, omite por completo la realidad multicultural de México. No tenemos un sistema educativo como el finlandés, en gran medida porque somos muchos y muy desiguales. ellos son 5.4 millones, nosotros más de 120 millones; tenemos uno de los mayores niveles de desigualdad de entre los miembros de la OCDE, y ellos uno de los menores; somos étnicamente diversos y ellos muy similares. No podemos aspirar a que nuestros egresados sean similares, sino a que sean mejores de lo que entraron y tengan mejores oportunidades, cada uno en su propio parámetro.
Tenemos muchos retos, las universidades, la sociedad y las empresas, debemos partir por reconocer nuestra diversidad nacional y enfocar nuestros esfuerzos educativos en resultados reales de empleo y mejora en la calidad de vida y no en procesos, papeleo y dogmas académicos.
Hace 1100 años curábamos los males sangrando a los pacientes; la medicina ha avanzado mucho en este tiempo porque la relación causal entre cura y mejoría es en general rápida de observar. La educación universitaria sigue teniendo paradigmas muy similares a sus orígenes en Bologna hace 980 años, la relación causal en un cambio educativo no se observa en cuestión de días o meses, toma años; pero como bien dijo Einstein, locura es hacer lo mismo y esperar resultados distintos.
Fuente:http://www.elfinanciero.com.mx/bajio/la-crisis-en-la-educacion-superior-mexicana.html