Por: Jaume Carbonell
Este educador soviético es sin duda el pedagogo comunista más representativo e influyente de todos los tiempos. En dos de sus obras noveladas, «Poema pedagógico» y «Banderas en las torres», cuenta su labor al frente de las colectividades infantiles y juveniles.
Antón Semiónovich Makarenko (Bielopolie,Ucrania, 1888- Moscú, 1939) fue maestro en escuelas primarias ferroviarias durante diez años. También ejerció de director e inspector, y se graduó en el Instituto Pedagógico de formación de profesores de secundaria, adquiriendo un sólido bagaje intelectual y experiencial. Siempre reivindicó de manera coherente esta relación entre teoría y práctica, denunciando a las autoridades educativas por su verbalismo teorista, anclado en el individualismo burgués y en la tradición occidental, y por su desconocimiento de la realidad: por encerrarse en el “Olimpo pedagógico”. En este sentido, cabe decir que sus teorías y prácticas educativas están en las antípodas del naturalismo roussoniano.
La forja del “hombre nuevo” a través de la educación
Desde muy pronto sintió una especial devoción por Gorki, con quien mantuvo una estrecha relación a lo largo de su trayectoria educativa y literaria: “Para mí y para mi vida, Gorki fue el creador de la visión marxista del mundo… Él nos llenó de odio y de pasión”. Makarenko lee a Marx y Engels y desde sus inicios se compromete con la revolución socialista, participando activamente en la reorganización educativa de su distrito. Sostiene que toda tarea educativa ha de estar encaminada a este propósito: la formación de un “hombre nuevo”, dotado de los conocimientos, valores, aptitudes y actitudes históricamente imprescindibles para construir y defender la sociedad soviética.
Este educador soviético, a pesar de sus discrepancias con la pedagogía oficial, se alinea claramente con la ortodoxia política de Lenin y, posteriormente, de Stalin y, en sus últimos años, cuando se dedica más de lleno a escribir y divulgar su obra, sus ideas son consideradas como “la auténtica revolución soviética”. Pero su pensamiento, de una gran sabiduría y fuerza creativa, trasciende este etiquetaje oficial, convirtiéndose en un faro para prácticas pedagógicas transformadoras de diverso signo -no sólo específicamente comunistas-, en el ámbito teórico, en el de la intervención educativa social y, en menor medida, en el escolar. Su obra es de obligado estudio en las Escuelas Normales y en las Facultades de Educación; y sus libros han sido editados y continuamente reeditados en numerosas lenguas.
Las dos colonias para la reinserción de delincuentes
Si Makarenko ocupa un lugar destacado en la historia de la educación es sin duda por su labor al frente de las colectividades o colonias destinadas a la reeducación y reinserción de incipientes o consumados adolescentes y jóvenes delincuentes. “Para nosotros, no bastaba ‘corregir’ a una persona. Era preciso educarla de un modo nuevo, no sólo para hacer de ella un miembro inofensivo y seguro de la sociedad, sino para convertirla en un elemento activo de la nueva época”. La revolución y la guerra civil han creado miles y miles de huérfanos, niños vagabundos y un creciente problema de marginación social y delincuencia juvenil. En marzo de 1920 se le encarga dirigir uno de estos centros -la colonia Gorki- cerca de Moltava, donde residen entre cien y doscientos educandos. Lo deja siete años después por discrepancias con las autoridades educativas, pero enseguida se le asigna la dirección de otra colectividad: la Comuna Dzerzkinski o Colonia “Primero de Mayo” (1927-1935).
El relato de la primera experiencia lo cuenta en Poema Pedagógico y el de la segunda en Banderas en las torres. Estas novelas, literariamente bien construidas y trufadas de continuos diálogos muy vivos y de gran plasticidad -y de cantidad de detalles y matices que tienen su relevancia- cuentan los avatares de la vida cotidiana: dificultades iniciales, tareas productivas, aprendizajes, rituales, actividades artísticas y recreativas, relaciones entre los miembros de la comunidad, vínculos estrechos y poderosos con el director -el alter ego del autor-, el conocimiento profundo que este va adquiriendo de los distintos colonos, conflictos -incluidas fuertes peleas, robos, abandonos y reingresos a la colonia-, discusiones y desavenencia con las autoridades del Ministerio de Instrucción, frustraciones y logros progresivos en el proceso de reinserción que fueron numerosos y significativos.
Se lee como una novela pero incluye continuas dosis de reflexión pedagógica de enorme calado. En ambas obras Makarenko subraya tres elementos centrales: a) El liderazgo. El suyo como director, basado en una autoridad a prueba de bomba -que hay quien la percibe excesivamente severa en otros contextos. ¿También en este?-. “Ni que decir tiene que el educador que carezca de autoridad no puede ser educador”. Y el liderazgo de los diversos grupos o destacamentos. b) La formación de la personalidad. Al pedagogo ucraniano ni le ocupan ni le preocupan las cuestiones técnicas relacionadas con la didáctica sino, sobre todo, la formación de seres humanos capaces de vivir en colectividad, en sintonía con los valores de la nueva sociedad socialista. Él siempre confió en sus muchachos -confianza que le fue correspondida- y por esto quiso hacer abstracción de sus historias estigmatizadas: “Yo consideraba que el método fundamental de reeducación de los delincuentes se basaba en la ignorancia completa de su pasado y tanto más de los antiguos delitos”. Y c) El fortalecimiento y la cohesión de la colectividad.
Disciplina al servicio de la colectividad
La colectividad es, al propio tiempo, el medio y el fin fundamental de la educación, donde todo confluye y se vertebra. Por eso se precisan comunidades únicas, fuertes e influyentes que garanticen que los intereses colectivos estén por encima de los personales, aunque en las colonias se intenten armonizar ambos intereses. Algo que se logra mediante la educación de hábitos, actitudes, responsabilidades, y un nuevo estilo de vida y trabajo comunitario que va conformando al “hombre nuevo” soviético.
La estructura primaria de la colonia reside en los destacamentos, formados por una docena de colonos con sus correspondientes jefes que conforman el “consejo de jefes” de la comuna. Makarenko critica la primacía casi exclusiva que la Escuela Nueva atribuye a la clase como colectividad primaria, olvidándose prácticamente de la colectividad global, y también aquí trata de evitar esta dinámica organizativa. “La educación colectiva no puede realizarse solamente a través de la colectividad primaria, pues en ella los niños están unificados por una constante comunidad de vida, se ven durante todo el día, aparece el compadrazgo y surge un género de educación al que no puede llamarse plenamente educación soviética. Solo mediante una colectividad grande, cuyos intereses no dimanan del simple trato, sino de una síntesis social más honda, es posible el paso a la vasta educación política en la que, como colectividad, se sobreentienda toda la sociedad soviética”. También se dio cuenta que era interesante mezclar en los destacamentos colonos de distintas edades, en la medida que ayudaban a ampliar el horizonte cognitivo, social y moral.
En las comunas los rituales adquieren especial relevancia como elemento de cohesión social: formativos, militaristas -los justificaba por la tradición- artísticos, estéticos o relativos a la vestimenta. De ahí que fuera partidario del uniforme, también por razones de igualdad social: “Estimo que los niños deben vestir con tal gusto y elegancia que despierten admiración. En siglos pasados eran las tropas las que vestían las mejores galas. Era un lujo de las clases privilegiadas. En nuestro país, la capa privilegiada de la sociedad, que tiene derecho a vestir mejor que nadie, son los niños. Yo no me detendría ante nada con tal de que cada escuela fuese vestida con un magnífico uniforme. Esto cohesiona estupendamente a la colectividad…”.
El otro factor de cohesión social es la disciplina: exigente y sin concesiones. “No es un medio educativo, sino el resultado de la educación…. La disciplina es la suma de la influencia educadora, incluidos también los procesos de instrucción, formación política, organización del carácter, choques, conflictos y su solución en la colectividad, (del proceso de amistad y confianza)”. Makarenko rechaza la concepción autoritaria y represiva, los dogmas de la ética y la moral religiosa, los reglamentos excesivamente normativos y las tesis paidologistas de la Escuela Nueva sobre la libertad y espontaneidad infantil. Y sostiene que las sanciones u otras medidas disciplinarias no son aceptables o condenables en abstracto y por principio, sino que, en aplicación del método marxista, todo depende de las circunstancias de cada situación concreta.
Trabajo productivo al margen de la instrucción
La formación del carácter y los vínculos de la colectividad se materializan, también, a través del trabajo, concebido como una actividad productiva eficiente y socialmente útil, con un marcado sello stajanovista, de acuerdo con las exigencias del crecimiento y la planificación socialista. Al principio, la comuna recibía ayuda oficial para su funcionamiento pero con el paso del tiempo se autofinancia y se obtienen ganancias que revierten al Estado. Los colonos, aparte de hacerse cargo de todos los servicios de la comuna, dedican cuatro horas diarias al trabajo productivo y cinco a la instrucción, ámbitos totalmente autónomos y sin ninguna relación, a diferencia de otras propuestas socialistas que se comentaban en mi texto anterior. El pedagogo soviético recibe fuertes críticas por no relacionar los contenidos escolares con las tareas productivas, algo que veía un tanto artificioso y demasiado complicado. Asimismo, mantiene una fuerte disputa en torno a la conveniencia o no de remunerar el trabajo juvenil. Es partidario de no adaptar el sistema salarial por razones pedagógicas pero, al final, tiene que ceder a las presiones de los dirigentes, que estiman que el salario aumentaría la intensidad del trabajo y el interés de los educandos en su labor.
Releer Makarenko es un inmenso placer intelectual porque descubres la modernidad de su pensamiento, a través de un relato donde se visualiza de forma diáfana la proximidad e intensidad de su intervención educativa, junto a su finura analítica. Algunos de sus posicionamientos son ciertamente muy polémicos -más aún si no hacemos el esfuerzo de situamos en su tiempo y contexto- pero desafían la indiferencia y provocan la duda. Que no es poco. Buena lectura crítica.
PARA SABER MÁS
-Caivano,F; Carbonell, J (1981). Antón Makarenko: una antología. Madrid: Nuestra Cultura.
– Makarenko, A.S. (1977). Poema pedagógico. Barcelona: Planeta. Nota: Hay una versión más reciente en Akal (¿??). Se pujede incluir o no.
-Makarenko, A.S. (1977). Banderas en las torres. Barcelona: Planeta. Nota: Hay una edición más reciente en Traficante de sueños (¿?? Se puede incluir o no).
-Trilla, J. A.S.Makarenko. En “Pedagogías del siglo XX” (2000). Barcelona, Cuadernos de Pedagogía.
Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2017/10/18/en-el-cincuenta-aniversario-de-la-revolucion-rusa-y-2-s-makarenko-el-poder-de-la-colectividad/