El camino que nos marca la nueva agenda internacional de desarrollo

Por: Ramón Almansa

Solo con educación no se lograrán todos los Objetivos de Desarrollo pero sin el acceso a ella difícilmente podremos alcanzar la mayoría de ellos.

Dice un proverbio congoleño que las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran. Hace dos años se celebró la Cumbre Mundial en la que se adoptó la llamada Agenda 2030 que establece los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este año, desde Entreculturas, comparecemos en el Senado como organización referente en educación, en una ponencia constituida por la Comisión de Cooperación Internacional con el fin de realizar un estudio para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta nueva agenda marca las políticas de desarrollo sostenible de los gobiernos de todo el mundo. Es una gran noticia: la humanidad se ha puesto de acuerdo en caminar juntos hacia la construcción de un mundo más justo, equitativo y sostenible.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 plantea “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todas las personas”. Pero la educación no puede quedar circunscrita a un solo objetivo. La educación es el camino que debemos transitar para conseguir el resto de objetivos que la agenda plantea.

Es importante insistir en la ampliación de concepto del derecho a la educación, no solo como acceso a la educación primaria, sino como la satisfacción de oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida, con un enfoque mucho más integral que ponga el énfasis en la equidad, en la inclusión y en la calidad de los procesos educativos.

Recordemos, como hemos hecho en nuestra campaña Escuelas en Peligro de Extinción que ya son más de 264 millones de niños, niñas y adolescentes los que no acceden a la educación. Esta cifra es brutal y por sí misma habla del calado del problema.

Somos muchos los que creemos que la educación es un catalizador inigualable de cambios sociales, funciona como habilitadora en la consecución de otros derechos, favorece la reducción de la pobreza, la inclusión social, la mejora de oportunidades profesionales, la participación democrática o la concienciación sobre las problemáticas que nos afectan a nosotros y a nuestro entorno.

Tras estas cifras hay miles, millones de personas condenadas a no tener futuro

Sin duda, no conseguiremos todos estos objetivos solo con educación, pero con toda seguridad sin el acceso a una educación de calidad, inclusiva y equitativa, difícilmente podremos conseguir la mayoría de ellos, especialmente el fomento de sociedades sostenibles más democráticas, inclusivas y pacíficas.

Pero cuando analizamos los datos de nuestra cooperación, observamos una tendencia generalizada a desplazar el sector educativo en muchos casos a un lugar marginal. Por desgracia, la evolución que ha seguido en España la Ayuda Oficial al Desarrollo para la educación ha sido muy similar a la que ha tenido la ayuda bilateral global. Ambas han caído escandalosamente. Entre 2008 y 2015 la ayuda neta española experimentó un descenso de más del 65%, pasando de 4.762 millones de euros a 1.627 millones de euros. Esta cifra apenas supone el 0,13% de la Renta Nacional Bruta, lo que sitúa a la cooperación española muy lejos de los principales países donantes y muy lejos del objetivo del 0,7%.

De hecho, nuestro país ha pasado de ocupar el puesto número seis entre los países que más ayuda aportaba al sector educativo (con 477 millones de dólares en 2008) a tener la posición 22 en 2014 (con tan solo 53 millones). El recorte en cooperación se ha cebado en la educación, que se ha reducido en más de un 90% en ese mismo periodo. Este dato es terrible y me lleva a preguntarme si la educación en estos años ha dejado de ser prioridad de la cooperación española. Cooperación al Desarrollo y educación son binomios inseparables.

Entiendo que el lector que esté leyendo este artículo pueda sentirse confundido entre tanta cifra. En definitiva, detrás de estas caídas lo que hay son más niños y niñas que quedan sin acceso a la escuela, más profesores con formaciones deficientes, más jóvenes sin la formación necesaria como para acceder a empleos dignos, más refugiados y desplazados privados de todos sus derechos,… Tras estas cifras hay miles, millones de personas condenadas a no tener futuro. Contra esto nos debemos revelar y exigir mayor compromiso político y presupuestario.

Por todo ello, creemos que se debe apostar de forma clara por acometer el acceso a la educación como un derecho fundamental básico. Así mismo, la Cooperación Española debe redoblar los esfuerzos por llegar a aquellos lugares y personas que más difícil tienen ejercer su derecho a la educación, trabajando en zonas de especial necesidad, así como subrayar el papel de esta en situaciones de emergencia (más de la mitad de los niños que no acceden a la escuela viven en países que tienen conflictos armados y los menores refugiados tienen cinco veces más probabilidades de no asistir a la escuela que los que no lo son).

Creemos en esta agenda por su ambición y porque pone rostro humano a la globalización

Es clave apostar por una educación de calidad, inclusiva, que dé oportunidades a todos y todas y que no deje a nadie atrás.

También es importante señalar que la educación precisa de procesos estables de medio y largo plazo que demandan unas características especiales para su traducción en políticas de cooperación, donde haya una profunda coordinación entre actores, una coherencia con otras políticas y una alineación absoluta con las políticas y demandas locales.

Ya han pasado los dos primeros años de la nueva Agenda 2030. No podemos perder ni un minuto más. Caminemos en alianza ciudadanía, poderes públicos, organizaciones y agentes sociales. Hagamos que nuestras huellas sean las huellas de la justicia, la igualdad y la solidaridad. Y en este camino, volvamos a confiar en el poder de la educación porque sin ella no podremos cambiar el mundo.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/10/16/planeta_futuro/1508158810_037034.html

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Ramón Almansa

Director ejecutivo de Entreculturas