Por: José Sarukhán.
Mi percepción del país en que he vivido ha cambiado profundamente a lo largo de los años, para bien y para mal; pero debo aclarar que no albergo una percepción de tipo binario de lo que he presenciado: todo lo bueno está totalmente bien o todo lo malo es irrescatable.
Los aspectos buenos tienen que ver, por ejemplo, con asuntos tales como una elevación de la esperanza de vida de quienes vivimos en este país, que era de 40 años cuando nací, y es de 76-78 años en la actualidad; asimismo con una ampliación de la matrícula de educación básica que prácticamente alcanza cobertura universal, aunque en términos de calidad deja aún mucho que desear, porque a pesar de lo mucho que se menciona, la educación no es en realidad en este país una “prioridad máxima”, cuando se comparte con 14 otras “prioridades máximas”.
Ilustración: Sergio Bordón
Otro importante avance social ha sido una clara disminución de la mortalidad infantil (y también maternal) en consecuencia de partos, aunque, por otro lado, la cobertura de salud a la sociedad en general en un sentido más amplio tiene agujeros importantes en especial en las áreas más marginadas de este país.
Tenemos un país con una mucho mayor infraestructura de comunicaciones, aunque represente un alto riesgo circular en las carreteras mexicanas por la falta de mantenimiento, la inexistencia de normas de seguridad de vehículos o la falta de su aplicación, la ausencia de certificación de los conductores de todo tipo de vehículos, tanto en las carreteras como en las ciudades (¡yo poseo una licencia de manejo válida hasta que me muera!, a pesar de que mis reflejos ya no son los mismos de hace 30 años, ni mi vista sea tan aguda como antes) y el criminal estado de una gran cantidad de vehículos que carecen de verificación sobre su seguridad carretera.
En otros aspectos de la vida del país, una ampliación de las opciones de adquisición de bienes esenciales tanto domésticos como para el desarrollo industrial y comercial, resultado de una apertura comercial casi sin precedentes, ha derivado en sumergir a la sociedad que tiene recursos para hacerlo, en un pantano de consumismo indiscriminado, con el acompañamiento del hecho de que muchas empresas mexicanas se están dejando ser absorbidas y compradas por los grandes consorcios internacionales reduciendo la planta empresarial e industrial mexicana, ya de por si anémica.
Las peores situaciones que han afectado seriamente a México han resultado de varios factores nefastos: por un lado, un crecimiento poblacional, en los años 60 y 70, que abortó las intenciones de los de planes mejoría social y económica del país, lo que, aunado a una incapacidad gubernamental de reaccionar ante las circunstancias del cambio y de encontrar buenas e innovadoras alternativas, hizo que simplemente no se pudiera mantener el paso con ese crecimiento demográfico. El país no puede cejar en fortalecer el más importante factor de control natal que es la educación al mayor nivel posible, y con la mejor calidad, de las mujeres mexicanas, así como de los hombres.
Por otro, la obcecación del país en la actitud de no creer en su gente, especialmente en la gente joven; en no ofrecerles opciones para desarrollar sus capacidades innatas, con una amplia gama de ofertas de formación, desde los oficios (plomería, electricidad, carpintería, etc.) hasta las muy diversas expresiones de la creatividad cultural y científica. En la conformación de un golem consistente en la inflación criminal de una oferta de pésima calidad para la formación de la juventud mexicana, permitiendo la existencia de incontables universidades ficticias, que fuera de ayudar a las estadísticas de educación superior no sirven sino para defraudar a mujeres y hombres que piensan que se están formando en esas “instituciones”, que no solamente son de origen privado sino también las hay públicas. El peor futuro que podremos construir para nuestro país es uno en que las nuevas generaciones tengan una formación “light” y de simulación en la obtención de su capacitación profesional convirtiéndose, en el mejor de los casos, en servidores de empresas y compañías transnacionales y no en creadores de la inteligencia para construir el mejor futuro posible para su país.
Unido a esto, que me parece una prospectiva fúnebre para México, está el mantenimiento de la marginación de todos los grupos étnicos de nuestro país sin darles, de manera similar a lo que he argumentado para los jóvenes, todas las oportunidades de formación y de diseño de su futuro en lo cultural y lo social, incorporándose a la corriente central del desarrollo social y económico de nuestro país (¡que es también el suyo!), contribuyendo con sus diferentes visiones del mismo, con su capacidad creativa y su imaginación.
Fuente del artículo: https://www.nexos.com.mx/?p=35223