Asia/11 enero 2018/Fuente: El Mundo
En muchos lugares las mujeres que tienen la regla no pueden acceder a templos, tocar alimentos, comer o dormir junto a otras personas o incluso se les veta el acceso a espacios públicos. Todo, bajo la acusación de ser «impuras» por sangrar
Nikita Azad sabe que las bases de una sociedad patriarcal no se cambian de la noche a la mañana. Pero por algo se empieza. Así que un día, hace dos años, decidió convertir un proceso tan natural como la menstruación en un arma reivindicativa. Lanzó en Internet la campaña ‘Feliz por sangrar’ y su lema, convertido ya en símbolo de orgullo, corrió por las redes en las que cientos de jóvenes indias compartieron sus fotos, sus experiencias y sus deseos de sepultar el estigma que sufren en el sur de Asia las mujeres durante el periodo. Dos años después, Azad cree que hay más activismo, más conciencia, pero mucho por hacer.
La menstruación continúa siendo un instrumento para la discriminación de la mujer en India. El miedo a manchar, a las risas de los demás, a los dedos que señalan y acusan, a comentarios que hieren. Todo eso consigue que haya adolescentes que esos días eviten acudir a la escuela, ir al pueblo a comprar, salir de sus cuatro paredes o relacionarse con gente.
Y a la vergüenza se suman las prohibiciones explícitas. En muchos lugares las mujeres que tienen la regla no pueden acceder a templos, tocar alimentos, comer o dormir junto a otras personas o incluso se les veta el acceso a espacios públicos. Todo, bajo la acusación de ser «impuras» por sangrar.
«La menstruación puede ser un fenómeno biológico saludable, pero está envuelta en una cultura del silencio que afecta a las adolescentes y también da forma a las respuestas que le dan su familia y la comunidad. Se imponen restricciones y, como resultado, las mujeres carecen de libertad, movilidad y apoyo durante sus periodos«, afirma a EL MUNDO Arundati Muralidharan, una de las responsables de Water Aid en India, una organización que tiene distintos proyectos sobre higiene menstrual en el país asiático.
«Varios programas del Gobierno e intervenciones de las ONG se han centrado en aumentar la concienciación sobre la menstruación y la higiene menstrual, y han contribuido a mejorar la situación, pero los esfuerzos se deben ampliar, tanto en zonas rurales como urbanas», señala esta experta en salud pública.
Aunque Muralidharan cree que su país ha realizado «un progreso notable» en temas sanitarios, especialmente fuera de las grandes ciudades, «la cultura del silencio está tan arraigada que llevará tiempo cambiarla». Para ello, dice, hay que dirigirse a las adolescentes pero también a quienes transmiten esas ideas, generalmente los padres. Y es que, según datos de su organización, el 70% de las madres considera que la menstruación es sucia y contaminante.
Productos de higiene inseguros
La educación sexual y menstrual es esencial para paliar los problemas sanitarios que se derivan de este proceso convertido en tabú. De acuerdo a Water Aid, el 54% de las adolescentes desconocen qué es la menstruación antes de su primer periodo, sólo el 45% cree que tener la regla es algo normal y una gran mayoría observa vetos socioculturales o religiosos durante su menstruación.
Muy pocas indias utilizan compresas, ya sea por su precio o por desconocimiento. Es habitual el uso de telas, trapos, trozos de sari o papel de periódico y no es raro que, por un mal cuidado y aseo, esto derive en infecciones y problemas higiénicos. WaterAid calcula que el 88% de las indias recurren a productos de higiene menstrual «inseguros», un dato que el Estudio Nacional de Salud Familiar rebaja a un también preocupante 42% en el caso de las jóvenes entre 15 y 24 años.
El curso pasado la ONG local Sacchi Saheli visitó 70 colegios de la capital india dentro de su campaña ‘Romper el tabú ensangrentado’, con el objetivo de hablar directamente con las alumnas, compartir sus experiencias, resolver sus dudas. Charlas orientadas a que las menores tomen conciencia de que la menstruación no es ninguna enfermedad ni nada por lo que deban avergonzarse. También se dirigen a los padres para que no inculquen en sus hijas las supersticiones, el estigma y la vergüenza que rodean a la menstruación.
El objetivo siempre es hablar, hablar y hablar. Hablar para conocer, hablar para entender, hablar para normalizar. «Que una simple función corporal se haya convertido en un tabú muestra nuestra falta de comunicación. Se necesita enseñar a los niños, más que a las niñas. Así ellas podrán encontrar un sistema de apoyo a su alrededor», dijo Manish Sisodia, el número dos del Gobierno de Delhi y responsable de Educación, en el último Cónclave Nacional de Higiene Menstrual. El Ejecutivo de la capital india reparte compresas gratuitas entre más de 700.000 alumnas de colegios públicos.
Una víctima más
Esta semana, en un pueblo de Nepal, ha aparecido muerta una mujer que dormía en un chamizo separado del hogar por tener el periodo. Tenía 23 años. Se llamaba Gauri Bayak. La policía cree que falleció tras inhalar el humo de una hoguera que había encendido para soportar el frío extremo a los pies del Himalaya. Es la cuarta muerte en estas condiciones que ha salido a la luz en el último año: otras dos mujeres murieron por hipotermia y una por la mordedura de una serpiente.
El destierro temporal, solitario, a una cabaña se conoce como ‘Chhaupadi’, una tradición hindú que obliga a las mujeres que menstrúan y a las que acaban de dar a luz a vivir en un cobertizo apartado del resto de la familia. Mientras tienen la regla, no pueden compartir mesa, cama o lavabo con sus familiares y el contacto físico se reduce al mínimo. Con las personas, con los animales y con las plantas, porque existe el miedo de que se contagie su supuesta «impureza» y vengan con ella desgracias.
Es una tradición prohibida desde 2005. Además, el parlamento nepalí aprobó en agosto una ley que castiga a quienes obliguen a practicar esta costumbre, pero sigue presente en muchos pueblos, especialmente en la zona de Achham, al oeste del país. La norma entrará en vigor el verano que viene.
«El gobierno nepalí y los activistas intentan luchar contra el Chhaupadi, pero no se llega a nada por la corrupción y por la falta de recursos. Los profesores no saben cómo abordar este tema y nadie quiere hacer nada contra algo que está tan arraigado a las creencias«, afirma a este diario Clara García Cortés, fundadora de la ONG Be Artsy, que imparte educación e higiene menstrual en aldeas de Nepal a través de proyectos creativos.
En sus programas involucra a niñas, madres, profesores y padres. La activista, que se centra en el uso de copas menstruales, asegura que las niñas que participan en sus proyectos «cada vez se implican más, no se sienten sucias y no sienten el motivo para hacer Chhaupadi».
Fuente: http://www.elmundo.es/internacional/2018/01/11/5a565a29268e3eaf2e8b45d7.html