Por: Manuel Martínez Morales.
¿Qué es el universo? Y tú me lo preguntas. En tanto, impasible, contemplo la invasión de cucarachas y la danza de los cazadores del rinoceronte blanco luciendo en sus cabezas cuernos de la noble bestia. Estúpidos creyentes en que su perenne docilidad los resguardará del acechante colapso que se avecina para acabar con la última mandarina sobre la tierra.
Dicen que las cucarachas, sobreviven a casi todo. Los hombres y mujeres pobladores de este planeta, no siendo cucarachas, musitamos de cuando en cuando una plegaria de amor esperando conjurar la cercana catástrofe. Sin embargo todavía es posible contar la historia de un solitario átomo de carbono, que viajando de aquí para allá, contribuye a la fotosíntesis y su maravilloso devenir caótico, a punto de ser interrumpido por los bárbaros.
No los perdones Señor, porque bien saben lo que hacen. Carbono eres, ¿y en carbono te convertirás? No me respondas ahora. Hazlo cuando las cucarachas invadan tu ciudad y el inocente rinoceronte blanco no aparezca más en el horizonte.
El colapso está próximo pero, vencidos por la ceguera inducida por la sociedad de consumo, no lo advertimos. Aun cuando estudiosos serios, como David Korowicz, sostienen que el carácter interconectado de la economía global, las comunicaciones instantáneas y el flujo de finanzas, junto con grados extremos de especialización económica y tecnológica, han multiplicado las posibilidades de un fallo masivo del sistema, a lo que habría que agregar las secuelas de la deuda financiera y de la sucesión de burbujas correspondientes.
Así pues, los sistemas complejos se hallan relacionados entre sí, de tal suerte que un fallo en uno de ellos tiene un efecto caótico sobre los demás, circunstancia particularmente relevante en una economía globalizada como la del momento presente. Ya que cuando las cantidades disponibles de recursos y de energía no permiten mantener los niveles de complejidad, la civilización empieza a consumirse, a tomar prestado del futuro y a nutrirse del pasado, preparando el camino a una eventual implosión planetaria. (Carlos Taibo: Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo. Los libros de la catarata. 2016)
Baby you don’t know, baby you don’t know my mind…when you see me laughing, laughing just to keep from crying.
Entonces será el tiempo de los buitres que no tendrán más alimento que el cadáver de Wall Street, y los restos financieros consecuencia del cambio climático; será el tiempo del chirriar de dientes de los amos del mundo que ni siquiera construyeron un bunker para resguardarse, creyendo que los recursos planetarios eran infinitos y siempre a su disposición. Sin imaginar el inmenso ejército de desposeídos y hambrientos que alcanzará los billones, para entonces declarados en rebeldía pues ahora sí, literalmente, el alimento ya no alcanzará para todos.
Las fábricas paradas, las ciudades convertidas en inmensos y oscuros estacionamientos pues también la energía será objeto de disputa, por su escasez. Millones de seres migrando, ya por la imposibilidad de defenderse del frío o por las sequías o inundaciones que les harán imposible vivir en el lugar que siempre habitaron. Hordas en busca de refugio y de un mendrugo de pan.
Será entonces el tiempo de la última carcajada de la cumbancha.
Espero vivir para contarlo. ¿A quién?
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
Fotografía: creepypastas
Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/el-cercano-colapso/