Redacción: El Mundo/28-11-2018
Su acto de «insumisión» pasará a engrosar estadísticas que están lejos de satisfacer a la comunidad educativa: España ha logrado reducir a la mitad la tasa de abandono en los últimos 25 años pero aún se encuentra entre los últimos de la clase con un 18,2% (casi duplica la tasa media de la UE y sólo Malta y Rumanía tienen peores resultados). Ese porcentaje habla actualmente de la realidad de 585.000 jóvenes de 18 a 24 años que han aparcado sus estudios con una titulación inferior a la Secundaria postobligatoria, es decir, sin FP de Grado Medio o Bachillerato.
EL ABANDONO ACADÉMICO SUELE IR PRECEDIDO DE UN PROCESO LARGO DISFRAZADO EN OCASIONES DE REBELDÍA
El desasosiego de esta madre que ve cómo su hija entierra los libros de texto tiene su raíz en esa consciencia de la realidad futura de la que los adolescentes aún carecen. Y que dibuja un horizonte sombrío: cursando sólo Educación Primaria tendrá más posibilidades de caer en el desempleo (cuatro de cada 10 jóvenes en paro tienen su misma formación) y, cuando trabaje, su salario estará un 35,0% por debajo de la media, según el último anuario del Ministerio de Educación, ‘Las cifras de la educación en España’.
«Es una situación crítica porque es una merma en la igualdad de oportunidades de los chavales, ¿si no están en el sistema, dónde están?», alerta la pedagoga Eulalia Alemany, directora técnica de la FAD, fundación que trabaja con las familias en la prevención del consumo de drogas pero también de otras conductas de riesgo que pueden afectar al desarrollo de los menores y a la convivencia, como es el abandono educativo.
«Pensé que lo que me enseñaban no me iba a servir para nada»
En ese limbo del que alerta Alemany se vio atrapada durante tres años Alejandra, que alcanzará el próximo año la mayoría de edad. Durante el primer trimestre de 1º de la ESO abandonó los estudios. El cambio de ciclo y el nuevo ambiente, tan «distinto al del colegio», habían hecho mella en su estado de ánimo, ya vulnerable, hasta caer en una depresión: «No me sentía motivada. Lo primero que decidí dejar fueron las clases, sin preocuparme de lo que podía pasar en el futuro, en ese momento pensé que todo lo que me enseñaban no me iba a servir para nada».
El plante académico, que suelen protagonizar más los varones y jóvenes inmigrantes, suele venir precedido de un proceso largo y gradual de desinterés y de frustración disfrazada en ocasiones de rebeldía. Problemas de falta (o exceso) de capacidad para asimilar el conocimiento, de comportamiento o la falta de motivación son los factores principales que pueden conducir a una situación de abandono educativo.
Cuando percibe que alguno de sus alumnos se encuentra en esa situación suele sacarles individualmente del aula y tratar de conectar con ellos desde su propia experiencia personal mostrando los estudios como una «forma de superación» frente a ese peligroso camino «rápido» que les ofrece ahora su barrio y que les puede hacer coquetear con la delincuencia.
LOS MENORES QUE DEJAN DE ESTUDIAR ESTÁN LANZANDO UNA LLAMADA DE ATENCIÓN CON BANDERÍN ROJO. HAY QUE PREGUNTARSE QUÉ ESTÁ PASANDO
Alejandra emprendió con decisión ese cambio de vuelta a clase como alumna de 2º de PMAR (Programas de mejora del aprendizaje y del rendimiento), equivalente a tercero de la ESO. Y su rendimiento y motivación mejoraron con nota. Compartía aula sólo con otros diez alumnos y tenía menos profesores y materias, lo que hacía «más llevadera» la jornada escolar. «Pude adaptarme perfectamente y sacar mi graduadoen Secundaria, ahora sí me siento con ilusión. Agradezco que pudiese recapacitar y sacar mis estudios», relata con la fuerza renovada de quien sabe aprovechar una segunda oportunidad.
«No vale todo para todos»
«Nos tenemos que preguntar qué está haciendo el sistema educativo. Está organizado de una manera que no atiende a las diferencias y no vale todo para todos. Hay niños que se adaptan fácilmente y otros que no lo hacen», asegura Alemany, que considera la atención a estos «insumisos didácticos» una «urgencia de país», aunque sean una minoría.
«TODOS PODEMOS RECUPERAR LAS GANAS DE IR A CLASE»
La realidad a día de hoy es que muchos alumnos no se sienten especialmente motivados al acudir a clase («estudiar es mi responsabilidad y cumplo con ella») y otros actúan como si la lección no fuera con ellos. Éstas son algunas pautas de los expertos para motivar a los adolescentes a estudiar (y a aprender):
- DESCUBRIR EL VERDADERO PROBLEMAUn niño que no hace los deberes nunca, que no estudia, que no atiende, que se abstrae continuamente, que habla en clase o incluso desafía al profesor y provoca su expulsión está lanzando una «llamada de atención» con «banderín rojo», advierte Alemany. Y hay que atenderle. Preguntarse qué está pasando. No son «niños problemáticos» sino niños con «circunstancias diferentes»– precisa- y hay descubrir cuáles son: el entorno familiar quizás no favorece que esté motivado para aprender, puede estar sufriendo acoso, una situación familiar complicada o que haya empezado a consumir drogas…Por ello, uno de los pasos más importantes es cambiar (temporalmente) el foco y averiguar por qué ha dejado a un lado los libros de texto. Hay que «curiosear y curiosear» para conocer el mundo interior de nuestros hijos, recomienda la directora técnica de la FAD, que cuenta con una extensa experiencia en el diseño y gestión de programas educativos en España y Latinoamérica.Declararse insumisos en el aula también puede ser una forma de rebeldía. «Y qué mejor forma de rebelarse que evitando hacer justo aquello que nuestro padres nos obligan a hacer: estudiar», explica el psicólogo mexicano Fernando Pineda, que orienta desde su canal de YouTube a los padres sobre las inquietudes en su labor de educadores . En estos casos, el rechazo a estudiar es el «síntoma no el problema». Para solucionar las dificultades en el aula debemos preguntarnos primero si es posible que exista actualmente una mala relación con nuestros hijos o que se encuentren sufriendo algún desequilibrio emocional, agravado por el desorden hormonal propio de la edad.
- ESCUCHAR Y APLAZAR LOS CONSEJOSEn los casos en los que la rebeldía se deba a que sufren problemas personales, podemos mostrarles nuestro apoyo haciendo que se sientan escuchados. Formular preguntas que nos permitan entenderles más y, sobre todo, prestarles atención libres de prejuicios, evitando menospreciar o juzgar, explica Pineda, que recomienda «ahorrarnos los consejos hasta que nos los pidan». No podemos exigir que confíen en nosotros sin haberles demostrado que «somos de fiar».Es necesario tener cuidado de cómo les hablamos y esperar a hacerlo cuando estén receptivos: «Puedes darle una charla diciéndole que su futuro está en juego y el niño no sabe ni de qué estás hablando. Conocer el universo adolescente es fundamental y más aún cuando tienes un hijo que se sale de la norma», afirma Alemany.
- AVERIGUAR SU PASIÓNLa acumulación de asignaturas suspensas (de otro curso anterior o del actual) puede atrapar al alumno en una espiral de frustración por no poder hacer frente a todas ellas con éxito. Llegados a este punto es preferible una dosis de realismo y acordar con nuestro hijo, por ejemplo, que saque adelante las asignaturas principales, no todas al mismo tiempo, para que pueda seguir avanzando académicamente. Centrarse en valorar el esfuerzo, no sólo los resultados.Podemos ayudarle a planificar las asignaturas pero también su vida: darle un motivo para seguir estudiando que nazca de sus propias inquietudes personales. Descubrir a qué desea dedicarse en el futuro puede motivarle a superar la ESO, Bachillerato o la FP como puente de acceso a sus sueños aunque las asignaturas actuales le parezcan aburridas. Desarrollar al máximo sus capacidades, respetar su identidad propia y no imponerle otra.Muchos chicos rechazan sus estudios porque «no tienen una visión clara de su futuro», concluye Pineda de su experiencia profesional. El reto del trabajo en equipo de padres e hijos es descubrir no sólo sus intereses y capacidades sino qué actividad profesional despierta en ellos pasión, porque «sólo por lo que nos apasiona nos esforzamos al máximo».
Durante tres años Alejandra se mantuvo alejada de las aulas hasta que cambió de ciudad y la forma de afrontar su vida. «Cuando volví a estudiar ya pensaba un poco mejor las cosas y quería hacerlo porque era algo esencial que me iba hacer falta. Supongo que todos en algún momento de nuestra vida nos damos cuenta de que es lo que queremos incluso viviendo muy lejos de ello».
- DAR RESPONSABILIDADES Y DEJAR QUE SE EQUIVOQUENMuchos de los adolescentes que se niegan a estudiar no valoran su educación y «creen que merecen todo sólo por existir, no saben lo que es ganarse algo con esfuerzo». Y la solución en estos casos, subraya Pineda, pasa por «poner los pies de los adolescentes en la tierra, enseñarles que todo en esta vida cuesta y brindarles responsabilidades». Y no caer en la «clásica actitud de regañar» porque de esa manera parece que nos están haciendo a nosotros «un favor» por estudiar y caemos justo en el error que les impide valorar su educación: «Los únicos beneficiarios de este derecho son ellos y tienen que darse cuenta de ello».El cerebro de un adolescente está en pleno desarrollo y de ahí que sean más impulsivos o más contestones, lo que puede llevar a situaciones de conflicto en casa o en el aula. «Se vuelven más antipáticos», lamentan muchos padres. Su forma de reafirmarse es colocarse enfrente del adulto para distinguirse de él.»Demonizamos esas situaciones y tiene una explicación fisiológica evolutiva sencilla. Y al cabo del tiempo se pasa. Tenemos que intentar que en ese proceso no se pierdan oportunidades educativas o de desarrollo», explica Alemany.
El objetivo, nada sencillo, es educar en la responsabilidad y la independencia con la suficiente firmeza y sin caer en un exceso (ni falta) de control. «La adolescencia es un momento de soltar cuerda y da vértigo pero es la única manera de aprender: procurar que se equivoquen sin poner en riesgo su salud y su vida«.
- LÍMITES Y REVISIÓN DE HÁBITOSCuando no se establecen límites, el niño se siente abandonado a nivel educativo. Para revertir el problema en clase, hay que reflexionar sobre si las normas y consecuencias en casa han sido hasta ahora lo suficientemente claras o no para que el chaval haya dejado de estudiar. Y probar a recurrir a una estrategia diferente al castigo porque con ello «sí sorprenderemos al adolescente», propone Eulalia Alemany.Revisar los hábitos de estudio, la utilización de teléfonos móviles u otros dispositivos que puedan restarle tiempo y concentración y, muy importante, controlar las horas de sueño. «El cansancio afecta directamente al rendimiento y va a haber cada vez peores notas porque los niños están durmiendo poquísimo», advierte.
- BUSCAR ORIENTACIÓN. El afecto y apoyo incondicional ayudan a que los menores se sientan mejor emocionalmente y de ahí que cumplan las normas y refuercen su capacidad de autocontrol, pero no siempre es fácil saber cómo mejorar el vínculo con nuestros hijos. La confianza es un lazo que se va tejiendo desde la infancia pero sí con 15 años no existe ese espacio para diálogo entre padres e hijos, hay que aprender a crearlo. Y si no se sabe cómo, buscar ayuda de los expertos con la máxima naturalidad [Teléfono Fad de apoyo a la familia, gratuito. De lunes a viernes, de 9 a 21h. 900 16 15 15 ].
- SACARLES DEL RINCÓN DEL AULA«El profesor tiene que poner todas sus energías en que salgan adelante esos niños que no cumplen la normalidad en el aula. Si su familia no les puede apoyar, ellos siempre tienen que encontrar otra ventana de oportunidad. No pueden quedarse en un rincón del aula», subraya la directora técnica de la FAD. Y esa ventana, a modo de comprensión, de escucha, de confianza en sus capacidades y también de imposición de límites y de disciplina, la abre a menudo su tutor u otro docente.Desde esa posición de adulto referente hay quien, como Begoña Visuerte, trata de implicar y orientar a los progenitores en la formación adecuada de los chavales: «Hay padres a los que llamas, mandas notas y no se comunican contigo por muchos ceros que tenga. Y luego están las otras familias que no saben qué hacer. Nunca podemos cuestionarles como padres, lo están haciendo lo mejor que pueden».»Todos tienen potencial pero el sistema no te permite sacarlo. Tiramos la toalla por una cuestión de recursos, si te desgastas con esos alumnos abandonas al resto que quiere salir adelante«, lamenta Begoña Visuerte. Actualmente, una de sus clases de 1º de la ESO está formada por 33 alumnos, 13 más de lo que considera apropiado para fomentar el trabajo colaborativo y conocerles más allá de su nombre y apellidos.
- «ENGANCHAR» A LOS ALUMNOSEs normal que durante la adolescencia se produzca una reducción del rendimiento escolar. Puede decaer algo el interés por los estudios porque los chavales se abren a otros descubrimientos, el de la propia identidad y el de ese nuevo mundo exterior sin la supervisión permanente de los padres. Y el reto al que se enfrentan los profesores es cómo motivarles y sorprenderles alejándoles de esa idea de que la escuela es «un poco rollo» y de que no le aporta nada diferente («todo aquello que me cuentan lo puedo encontrar yo en la red»).»Tendemos a culpar al niño», advierte Alemany, pero se deberían «revisar otras condiciones del aula»: reforzar los recursos de los centros, introducir metodología innovadoras que les sorprenda, impulsar técnicas de participación activa en el aula y de trabajos en grupo. El nivel de atención ha bajado por el uso de la tecnología y no se les puede ya mantener sentados durante horas en el pupitre, de ahí la importancia de recurrir a estrategias nuevas.
- UN TEMARIO ADECUADO A SUS INTERESESAlejandra «descubrió que le gustaba aprender» cuando retomó las clases en el PMAR y salió de la ESO, que se le hacía «súper pesada con tanto examen». Existe un consenso general en que el currículo actual resulta «academicista, extenso y repetitivo», como advierte CCOO en su último informe sobre Fracaso Escolar [PINCHA AQUÍ PARA LEERLO ÍNTEGRO]. Y parece que en ese sentido el Gobierno se muestra dispuesto a dar pasos para modernizar el programa académico y apostar por la FP para que deje de ser vista como una «opción de segunda».Begoña Visuerte propone despertar el interés de los chavales con currículos más abiertos que tengan en cuenta sus inquietudes. «Quizás la calidad literaria de un libro que acaba de publicar un youtuber esté en entredicho, pero les puede enganchar a la lectura en un principio», sugiere esta docente, que ve cómo se insiste en » responsabilizar» al profesorado de las deficiencias del sector educativo cuando éste muchas veces «suple las carencias de la administración». Éstas, sumada a la desmotivación y frustración del alumno, termina en ocasiones en repetición de curso. España está en el grupo de países en donde más se repite en Primaria y Secundaria.
- ¿Y SI NO TIENE CAPACIDAD PARA LOS ESTUDIOS?Hay que plantearse sin temor una realidad que muchos padres prefieren ignorar: «No todos los seres humanos están hechos para la educación académica y debemos aprender a valorar a las personas por lo que son y no por lo que creemos que deberían ser», recomienda Pineda. «¿Esto significa que si mi hijo me dice que su vocación es el circo, debo sacarle del colegio y meterle en el circo? Por supuesto que no. Si ellos afirman que su pasión está fuera del ámbito académico, número 1: hay que creerles pero, número 2, que lo demuestren. Cualquiera puede decir que su pasión es la música, pero muy pocos tienen la verdadera pasión para estudiar 16 horas al día. Si la escuela no es para nuestros hijos, debemos enseñarles valores como el esfuerzo y el trabajo dirigido a aquello que es su vocación, pero siendo sumamente exigente».
En el entorno de Alejandra hay varios chavales que, como ella, un día tomaron la decisión de dar un portazo a sus estudios. La mayoría, por «problemas personales que le impiden compaginar los estudios con su vida, otros simplemente por pereza o porque se dejan llevar por vicios«. Ella les cuenta su experiencia y cómo recuperó el control sobre su presente y su futuro con la confianza de que «todos somos capaces de recuperar las ganas de ir a clase».
Begoña Visuerte recuerda con cierta emoción cómo en una de sus últimas clases consiguió «enganchar a sus alumnos» relatándoles extractos del diario donde Anna Frank, esa niña judía de 15 años, de la misma edad que ellos, descubría la ilusión del primer amor en medio del terror por la persecución nazi. Mientras hablaba logró rodearse de un (inaudito) silencio sepulcral. También de aquellos que nunca atienden.
En #MundoAdolescente le daremos en cada reportaje la voz a jóvenes como Alejandra, María, Antonio, Mateo, Javier, Ada y Carlos, todos de entre 14 y 17 años, para que nos ayuden a entender su universo, sus preocupaciones e intereses sin intermediarios ni filtros. Éstas son sus respuestas sobre su motivación a la hora de ir a clase y qué cambiarían en las aulas para disfrutar aprendiendo: