Redacción: Escuela Venezolana de Planificación
Resumen.-El presente trabajo es el primero de tres artículos en el cual el autor busca deconstruir la mirada neocolonial de la salud y la agroalimentación que imposibilita el diálogo de saberes entre diversas epistemes a pesar de que la Organización Mundial de la Salud lo impulsa desde el año 1978. El autor plantea que las disciplinas relacionadas a estas áreas, influenciadas por el enfoque positivista, reproduce lo que denomina dispositivos epistémicos de exclusión, con la que se niegan de forma acrítica y prejuiciosa otros enfoques de salud y alimentación que persisten en el mundo, y en particular en América Latina y el Caribe. Se trata de una revisión documental de autores críticos, con la que el autor redefine conceptos y categorías para lograr la deconstrucción del enfoque hegemónico moderno reflejado en la salud y la agroalimentación.
I.-Hacia una educación multiversa en agroalimentación y salud integral
Con el siguiente artículo procuro construir un piso teórico e histórico con el cual impulsar una educación multiversa que permita construir el diálogo de saberes necesario entre diversas epistemes que en conjunto dan respuesta a las principales problemáticas en lo que se refiere a la salud y la agroalimentación en América Latina y el Caribe, más allá de su reconocimiento por parte de estados, gremios e instituciones. Este diálogo epistémico se hace necesario, en tanto que el enfoque convencional de salud alopática y el modelo del agronegocio dominante no dan respuesta a las necesidades de los pueblos; por el contrario, desde una visión mercantil, se presentan como muy eficientes para la concentración de capitales, y la dependencia de las grandes transnacionales, cuyos mercados bloqueados, se presentan hostiles ante las necesidades de pueblos sitiados como el venezolano y el cubano. En cambio, los otros enfoques de salud de los pueblos, llamados por la OMS como medicinas tradicionales y terapias complementarias (MTTC), dan respuesta a las problemáticas desde sus propios saberes, así como con el aprovechamiento de los recursos disponibles en cada territorio. Es de resaltar que la OMS impulsa las MTTC desde el año 1978 por estos motivos. Se tratan de saberes que, por ejemplo, en el caso cubano, han sido reconocidos e incorporados en el sistema de salud público, y significó una respuesta oportuna a la situación del bloqueo aunado a la caída de la URSS que generó lo que llamaron el “período especial”. En Nicaragua, por su parte, se aprobaron leyes desde el 2011 que reconocen y promueven los otros enfoques de salud; y en el caso venezolano, la CRBV reconoce otros modelos de salud, en particular los indígenas. En China la llamada Medicina Tradicional China convive con la medicina alopática contando con miles de instituciones formales; lo propio ocurre en India con la medicina ayurveda.
Sin embargo, los profesionales de la salud y la agroalimentación, así como instituciones y organizaciones gremiales, se presentan hostiles a otras enfoques epistémicos, reproduciendo desde la educación formal y la propaganda, el enfoque neocolonial que rechaza otras formas de entender la salud y la enfermedad, así como la alimentación, lo cual, desde una mirada integral y crítica, no se pueden ver de forma separada. Es así que con el presente artículo procuro deconstruir lo que he denominado “dispositivos epistémicos de exclusión”, que se constituyen en prejuicios arraigados, no científicos, pero que están presenten con fuerza generando resistencia a la posibilidad del diálogo de saberes tan necesario e inclusive reconocido por instancias como la OMS.
II.-La necesidad de ver la educación y la investigación en agroalimentación y la salud integral desde lo histórico-crítico
Para poder comprender la agroalimentación y la salud integral en su totalidad, en el mundo contemporáneo, en particular en América Latina y el Caribe, partiré de algunos principios del pensamiento complejo (Morin, 2007) y la visión crítica latinoamericana (Bigott, 2010; Pérez, 2015). En tal sentido, en este artículo busco superar lo que algunos autores llaman la visión fragmentaria de las ciencias y la historia (Morin, 2007: 30; Lander, 2000: 15; Coronil, 2000: 123, Bautista, 2018: 308), el mecanicismo newtoniano y cartesiano (Morin, 2007: 27; Lanz, 2008: 66; Shiva, 2007: 117; Capra, 2009: 39), el cientificismo y el colonialismo científico (Varsavsky: 1969: 20), la investigación “positivizada” que separa y pone en falsa disputa lo cuantitativo y lo cualitativo (Pérez, 2015:25); logrando que se comprenda lo alimentario y la salud desde una mirada integral, considerando aspectos sociales, económicos, ambientales, psicológicos, biológicos, culturales y espirituales (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 32). El modelo convencional de la agroalimentación y la salud, hace énfasis en los aspectos biológicos y económicos, reproduciendo lo que Morin llamó la “hiper-simplificación que ciega a la complejidad de lo real” (Morin, 2007: 34). En tal sentido:
La ciencia convencional fragmenta la realidad en parcelas que son estudiadas por las diferentes disciplinas, invisibilizando las interrelaciones de la realidad desde un punto de vista integral; así la nutrición, enfoca su objeto de estudio en la dimensión fisiológica de la alimentación, minimizando los aspectos ambientales, políticos, económicos, culturales y espirituales (Instituto Nacional de Nutrición, 2015:17).
La pretendida descontextualización del modelo convencional positivista o, como lo plantea Pérez Luna la pedagogía “positivizada” (2015:34), aísla los fenómenos de la realidad, en particular de su contexto histórico, imposibilitando la participación de los diversos, y la búsqueda común para la emancipación; por lo que debe ser superado en los nuevos enfoques educativos y de investigación. La visión impositiva, antidialógica (Freire, 2005: 159), opresora, colonizada (Bigott, 2010: 83), procura “objetivar” la realidad, cosificarla, volverla objeto inanimado, sin historia, sin cultura o tradición, en aras de entender la realidad “tal cual y como es”; o, en su defecto, imponer una visión dogmática de la historia, desde el pensamiento único, “naturalizando” el modelo hegemónico, que hoy se presenta desde el contexto político-económico como postura neocolonial (Lander, 2000:12).
No debemos perder de vista la todavía presencia de una situación donde subsisten elementos de una sociedad neocolonial y dependiente y donde el principal ingrediente del estado de neocolonización se transparenta en un proceso de anomia, de carencia de familiaridad con nuestro pasado histórico (Bigott, 2010: 68).
El enfoque holístico y crítico que construyo en la presente investigación, siguiendo los preceptos del enfoque socio crítico, procura contextualizar el hecho agroalimentario, la salud integral, lo educativo e investigativo, en lo histórico, ya que, según Lanz, el objetivo es “que el sujeto educativo no sea en modo alguno el cogito cartesiano inscrito en un plano nebuloso y ahistórico, sino un ser-ahí colocado en su historia, una historia que no le pertenece sino en la que se encuentra inmerso” (2008; 67). En tal sentido, la agroalimentación y la salud integral están inmersos en una realidad histórica compleja, la cual hay que visibilizar, reflexionar y construir colectivamente. Así, se trata de incorporar transversalmente las categorías heurísticas del espacio y tiempo desde la visión crítica y transdisciplinaria, desde lo geohistórico, superando la abstracción del enfoque moderno, que invisibiliza su lugar y tiempo de enunciación (Castro-Gómez: 2008), tan necesarias para la construcción de procesos que revaloricen lo local y lo diverso, ante la pretendida homogeneización del pensamiento reflejado en la academia ortodoxa y en las políticas alimentarias y de salud contemporáneas neocoloniales (Instituto Nacional de Nutrición, 2015: 17), que ostentan un dominio global transnacional.
III.-La Colonia como inicio de los dispositivos de exclusión: la muerte como doble herencia para el renacimiento
He decidido revisar históricamente la agroalimentación y la salud considerando la colonia como momento trascendental, en tanto se trata de un proceso histórico de significación no sólo para Latinoamérica y el Caribe, sino para todo el planeta. El filósofo europeo Tzvetan Todorov, gran estudioso de la colonización desde una postura crítica, sobre todo desde la relación con los otros, asegura que “no hay ninguna que convenga más que marcar el comienzo de la era moderna que el año 1492, en que Colón atraviesa el océano Atlántico. Todos somos descendientes directos de Colón, con él comienza nuestra genealogía” (2008: 15).
Por su parte, el antropólogo venezolano Mario Sanoja, plantea que este origen genealógico establece una relación de subordinación de América con respecto a los países dominantes (Sanoja, 2011: 140). Por tal motivo, la tesis que propongo en la investigación, es que muchos de los dispositivos epistémicos de exclusión nacieron en la colonización europea y, aunque han mutado durante el tiempo, mantiene algunas lógicas de forma más o menos constante, en particular, en la relación con la otredad, y que perduran en una lógica de colonialidad del saber que a su vez se reflejan en la agroalimentación y la salud (Nouel, 2017).
Es de resaltar que la colonización basó su accionar en cuatro conceptos centrales: “el colonialismo global, el eurocentrismo, el capitalismo y la modernidad” (Sanoja, 2011: 141). Es así que en este contexto neocolonial, la historiografía oficial minimizó y sigue minimizando las culturas de los pueblos indígenas, africanos, asiáticos y árabes, definiéndolas como primitivos y retrasados frente a la occidental, invisibilizando en gran medida el aporte de estos pueblos a la humanidad, planteando que la identidad latinoamericana y, en particular la venezolana, nacen a partir de la colonización española (Sanoja 2011: 23, 31,40); justificando a su vez, en términos civilizatorios, uno de los más terribles etnocidios y genocidios de la historia (Mosonyi, 2008: 55) y la perpetuación de las relaciones desiguales y de dependencia de los otros hasta el presente. Se trata de una postura etno-eurocéntrica con respecto a los otros, en el marco de un sistema-mundo capitalista, que constituye parte del sentido común de la academia occidental moderna, que incluyen también la guerra, la invasión y el autoritarismo político y epistémico.
Más allá de esta realidad compleja, me sumo a la propuesta de Morin (1999) en sus “Siete saberes para la educación del futuro”, en la que plantea una herencia contradictoria: la muerte derivada de la barbarie que trae el propio progreso y la hegemonía del enfoque empírico-analítico desde la mirada moderna occidental, “de una racionalización que no conoce más que el cálculo e ignora a los individuos, sus cuerpos, sus sentimientos, sus almas y multiplica las potencias de muerte y de esclavización técnico-industriales”, reflejada en la colonización y las guerras del siglo XX –y hoy agrego las del siglo XXI-, pero también, la de los preceptos modernos que sustentan tal barbarie ilustrada (Morin, 1999: 37).
IV.-Dispositivos de exclusión
IV.1.-La mixofobia
El primer dispositivo epistémico de exclusión que describo le he denominado la mixofobia, utilizando el término de Bauman (2008). La incomprensión de la otredad ha tenido consecuencias devastadoras a lo largo de la historia, como ha sido la guerra entre el mundo cristiano y el musulmán, la ideología nazi-fascista y sus campos de concentración, las persecuciones de carácter ideológicas de las dictaduras de América Latina durante el siglo XX, los excesos de la guerra contra el terrorismo después del 11 de septiembre del 2001 (estos dos últimos eventos también han contado con sus modernos campos de concentración), entre otros. En la actualidad persiste esta fragmentación con respecto a la alteridad, lo que trae importantes consecuencias que imposibilitan la aceptación de la diversidad y la consolidación de la democracia real, y se constituyen en lo que Zygmunt Bauman denomina mixofobia:
es una reacción –muy extendida y altamente previsible- ante la escalofriante, inconcebible y perturbadora variedad de tipos humanos y costumbre en las calles de las ciudades contemporáneas (…) A medida que crece el multilingüismo y la diversidad cultural del entorno urbano de la era de la globalización –que, con el paso del tiempo, tiene más probabilidades de intensificarse que de atenuarse-, las tensiones derivadas de la molesta/perturbadora/irritante extrañeza de la situación seguramente seguirán favoreciendo los impulsos segregacionistas (Bauman, 2008: 123-124).
Esta realidad en nuestro continente “multiétnico y pluricutural”, aunque matizada y con diferencias importante con respecto al mundo de las sociedades posindustriales que describe Bauman, tiene raíces profundas en los procesos coloniales, por lo tanto, se constituye en esencia del mundo moderno, sus contradicciones y sus mitos, influyendo no sólo la vida del ciudadano en general, sino con un particular énfasis en la academia y la democracia. Una de las consecuencias de esto es lo que Bauman llama “capital del miedo”, y se traduce en el abandono del espacio público por el terror a los otros; la segregación política y económica; una industria de seguridad en expansión; así como la justificación de la guerra e invasiones a países periféricos; e inclusive la pérdida de derechos sociales y libertades individuales como el de la intimidad, producto de que la ciudadanía y los estamentos políticos consideren que se deben proteger del peligro que representan los otros.
El reflejo de la mixofobia en la salud
Desde la mixofobia, por ejemplo, médicos y nutricionistas advierten induciendo temor a los paciente, de los peligros del uso de plantas medicinales o el tratamiento a través de alimentos de medicinas alternativas y tradicionales, el uso de alimentos desconocidos por el mercado dominante, o los peligros subyacentes de otras formas de sanar, sin conocer realmente estos sistemas; simultáneamente, invisibilizan los efectos iatrogénicos de su propio sistema alopático así como de los terribles efectos a la salud de los alimentos ultraprocesados que dominan hoy el mercado y que vienen de la mano con una falsa publicidad de ser alimentos saludables.
IV.2.-La homogeneización. La convivencia conflictiva entre mixofilia y mixofobia
La mixofobia como dispositivo epistémico de exclusión de la modernidad, representa una especie de paranoia en contra de la diversidad, por lo que se obsesiona por la homogeneización, la cual planteo como otro dispositivo de exclusión.
Homogeneizar la ciudad, la cultura, la educación, los sistemas de salud, los alimentos procesados homegeneizados, los campos a través de los monocultivos; para la modernidad mixofóbica lo diverso, lo heterogéneo, lo irregular, es angustioso, por lo que se debe hacer todo lo posible “racionalmente”, para uniformar la realidad diversa, mixta, mezclada, desordenada, salvaje. La escuela convencional “uniforma” a sus estudiantes, con la esperanza de eliminar la diversidad, de que todos sean iguales; detrás de la idea de la educación igual para todos, parasita una idea homogeneizadora; no solo se trata de garantizar la igualdad de derechos, ya que para lograr ese loable objetivo se tiene que pagar el precio de eliminar la diversidad. Es el mismo principio civilizatorio del progreso que intelectuales como Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Prieti (Martín, 2005) y Mario Vargas Llosa, esgrimieron y que se refleja en la idea de que nuestros otros deben dejar “sus harapos” para permitir que nuestras naciones se monten en el tren del progreso (Velásquez, 2008: 13), lo que incluye las otras formas de sanar y alimentar.
El reflejo de la homogeneización en la alimentación
En la industria alimentaria, los alimentos ultraprocesados vienen en paquetes que procuran que cada producto tenga exactamente el mismo gusto que otra unidad de su propia marca, y que respondan a la tabla nutricional de manera exacta. Se acabó el placer de saborear lo diverso, de deleitarse en los mercados campesinos, indígenas y populares con la variedad de frutos y vegetales de temporadas, de deleitarse con la diversidad culinaria. Todo debe provenir de industrias homogeneizadoras, de monocultivos que acaban con la biodiversidad de la naturaleza, en aras de maximizar la productividad. En cada ciudad debe haber McDonalds, que algunos se atreven a igualarlo con progreso, paz y civilización; cada restaurante de comida rápida del mundo ofrece lo mismo pero con pequeñas variantes, respondiendo a la lógica de la homogenezación detrás de una ilusión de abundancia y diversidad. Por lo antes planteado, el sociólogo norteamericano George Ritzer acuñó el término “la Mcdonalización de la sociedad” (Ritzer, 2010).
La Mcdonalización no es más que la variación de un tema: el clásico tema del universalismo y sus formas actuales de modernización y la expansión planetaria de las relaciones capitalistas. Ese difusionismo, en virtud del cual, la difusión cultural emana desde un solo centro (por ejemplo, Egipto), ha sido una forma general de esta línea de pensamiento. Desde los años 60, las corporaciones multinacionales han sido consideradas como precursoras de la modernización americana. En La América Latina de los años 70, este efecto se conoció como Coca-colonización. (…) La modernización y la americanización son las últimas versiones de la occidentalización. Si el colonialismo implicó europeización, el neocolonialismo bajo la hegemonía de los EE.UU. implica americanización (334).
El reflejo de la homogeneización en la salud
En la medicina, el sistema alopático homogeniza los enfermos al basarse en nociones nosológicas que igualan a todos los paciente, por más diversas que sean sus culturas y los múltiples factores involucrados en el proceso salud-enfermedad. Al reducir este proceso a factores fisiológicos, los médicos modernos minimizan lo social, lo ambiental, lo emocional y espiritual, por lo que muchas veces llegan a “conclusiones erróneas” (Pollak-Eltz, 2001: 15). En la formación académica de profesionales de la salud se les enseña a los estudiantes que el único que “cura” es el médico, los demás son curanderos, hechiceros, pseudocientíficos, por lo que son peligrosos y hay que eliminarlos (Senluy y Nouel, 2012), negando la diversidad. Este hecho inclusive cuenta con el aval de los gremios y sus organizaciones, así como leyes que castiga a los otros procurando su exterminio, lo que relaciona los dispositivos de exclusión de la mixofobia y la homogeneización.
Las consecuencias de la homogeneización
Pero la negación a la diversidad trae sus consecuencias: en la convivencia ciudadana genera angustia ante la inevitable proximidad de la alteridad; en la alimentación los alimentos ultraprocesados y de comida rápida están vinculados a las principales causas de mortalidad y morbilidad del mundo contemporáneo; el cultivo agroquímico en monocultivos deja terribles impactos ambientales, culturales, económicos y epidemiológicos; el sistema alopático de salud está cada vez más colapsado y en cuestionamiento por gran parte de la ciudadanía, que, siguiendo el sistema convencional, se encuentra dependiente de sistemas públicos colapsados y clínicas privadas cada vez más costosas e inaccesibles, así como a merced de los efectos iatrogénicos, muchas veces “peores que las propias enfermedades”.
IV.3.-Convivir entre la mixofilia y la mixofobia
No todo es tan malo en la modernidad. Según Bauman, también hay una modernidad mixofílica, que, por el contrario, desea y goza por vivenciar en lo diverso, y que considera dicha convivencia necesaria para la relación pacífica y democrática entre lo inevitablemente diverso e híbrido, donde se respeten los Derechos Humanos. “La mixofobia y la mixofilia coexisten en todas las ciudades, pero también se hallan en el interior de cada uno de sus habitantes” (Bauman, 2008: 128). Por lo tanto, puedo decir que también coexisten en la academia.
Para la educación multiversa que planteamos se debe trabajar “terapéuticamente” en el desarrollo y fortalecimiento de las tendencias mixofílicas de las y los educandos y facilitadores, con el fin de aceptar, sin prejuicios malsanos y excluyentes, el diálogo entre el nos-otros, y permitir la emergencia de la epistemología pluralista (Prada, 2014). Se trata de una relación terapéutica porque aceptar el otro es también un proceso de sanación desde el perdón.
Bauman coloca la esperanza del lado de la mixofilia:
no sólo por convertir la vida urbana – un tipo de vida que exige convivencia e interacción con una variedad enorme, tal vez infinita, de desconocidos- en preocupante y más fácil de practicar; sino también la esperanza de atenuar las tensiones que tienen su origen, por causas análogas, a escala planetaria (Bauman, 2008: 131).
La modernidad mixofílica pretende beber de sus otros, quiere saber cómo los otros se curan, se alimentan, se educan, para aprender de sus experiencias históricas, e incorporarlas en una nueva coexistencia global-positiva, que Morin denominó Tierra Patria. Así, la OMS (2013) reconoce la existencia de otras formas de sanar e instan a sus estados miembros que promuevan la investigación y formación en las medicinas tradicionales, ya que los sistemas alopáticos no se dan abasto y muchas veces son incompatibles con las culturas locales, son costosas y dependientes de las grandes industrias (¿ineficientes?). Así mismo, la FAO reconoce a organizaciones “de base” como Vía Campesina quienes exigen el respeto a las diversas formas de agricultura locales, viendo en ellas, las posibilidades de salir de los sistemas altamente concentrados en grandes transnacionales. La Unesco, por su parte, reconoce y promueve la diversidad cultural, construyendo la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural (Unesco, 2004); así mismo, promueve el diálogo intercultural (Unesco, 2010). Para edificar una educación multiversa, hace falta deconstruir la mirada mixofóbica y homogeneizadora y fortalecer las tendencias mixofílicas de la modernidad. En Cuba se incorporó en el período especial la medicina natural en los estudios universitarios, así como en el sistema de salud público, con grandes resultados. En Nicaragua se aprobaron a partir del 2011 dos leyes que reconocen y promueven las medicinas tradicionales. En China la Medicina Tradicional China convive con la medicina alopática y es llevada a todo el planeta, en particular a países postindustriales; lo propio ocurre con la Ayurveda en India. La pregunta lógica sería: ¿qué estamos haciendo en Venezuela al respecto?
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