Madrid, memoria de la escuela pública 1898-1938

Fundación Ángel Llorca

La memoria de la escuela del primer tercio del siglo XX es, todavía, un deuda que muchas administraciones tienen con su educación. La exposición celebrada en Madrid el año pasado supuso un oasis en la desmemoria de lo ocurrido en aquellos años. Recuperarla puede ayudar a la mejora de la valoración de la escuela pública.

Esta iniciativa forma parte de las políticas de memoria del anterior gobierno municipal de Madrid; hecho que supone un avance importante, ya que por primera vez el Ayuntamiento de esta ciudad fija su mirada en la escuela pública. La exposición forma parte de un proyecto más amplio que, en el ámbito educativo, se concreta en tres actuaciones: La primera, la inclusión en el callejero de la ciudad de los nombres de dos maestras y un maestro de la escuela pública (Justa Freire, María Sánchez Arbós y Ángel Llorca) que son así homenajeados por sus méritos y logros como docentes y no en función de su ideología, creencias o posicionamiento tras el golpe militar de 1936; otra de esas actuaciones, ha consistido en la colocación de placas conmemorativas en los colegios actuales que fueron inaugurados en este período, potenciando así el recuerdo y la puesta en valor de la memoria de las escuelas públicas
graduadas, a través de los que se denominaban grupos escolares; y por último, la exposición ya mencionada.

Según palabras de Txema Urkijo, responsable municipal de la Oficina de Derechos Humanos y Memoria: “Las políticas de memoria son importantes siempre, pero especialmente en sociedades que han vivido un período de violencia política que genera trauma. Por ello, es un derecho de la ciudadanía que obliga a las administraciones a preservar el legado inmaterial que significa la memoria”.

Es por todo esto que, desde la Fundación Ángel Llorca, con el apoyo de Acción Educativa, iniciamos un camino para recuperar la memoria que está en la base de nuestra propia identidad: reconstruir la memoria de la escuela pública madrileña ayuda a dotar a la actual de una identidad enraizada en la tradición creada por la educación republicana. Por otra parte, estamos hablando de un tema solo conocido por unos pocos investigadores y que, ahora mismo, sabemos que despierta mucho interés en otras ciudades y territorios del Estado. Divulgar y recuperar la memoria histórica de la educación pública madrileña para que las generaciones actuales y futuras conozcan el papel que esta jugó en la modernización de Madrid y en su reconocimiento como ciudad educadora en la etapa republicana. Desde finales del siglo XIX, los denominados «palacios escolares» se convirtieron en el emblema y símbolo del progreso de las capitales europeas y americanas, ocupando un espacio fundamental en el paisaje urbano de las ciudades. Madrid no fue una excepción, y comenzó a construir grandes escuelas públicas –conocidas como grupos escolares– desde 1902. Algunas de ellas tuvieron el carácter de «escuelas de ensayo y reforma», es decir, se convirtieron en escuelas modelo en las que se experimentaban nuevos métodos pedagógicos y fueron visitadas por maestras y maestros de
toda España y del extranjero. Es importante reconstruir este legado pedagógico para ayudar a la escuela pública madrileña actual a construir una identidad, basada en una tradición histórica común y a crear una conciencia de comunidad en el pueblo de Madrid, fundamentada en un pasado compartido.

En la reconstrucción de ese pasado colectivo, trabajamos, desde la Fundación Ángel Llorca, a partir del planteamiento inicial de las ideas que fraguó María del Mar del Pozo. Sus propias palabras nos explican dónde está el origen de este recorrido: “Durante el primer tercio del siglo XX se desarrolló en Madrid un espíritu de renovación pedagógica muy ligado a la graduación escolar, con influencias internacionales recogidas del movimiento de la Escuela Nueva y de otras corrientes paidológicas e higienistas, y que al mismo tiempo aunó planteamientos economicistas, como la preocupación por formar obreros cualificados que pudieran incrementar la riqueza nacional. Poco a poco se configuró un modelo de actuación didáctica indisolublemente unido a la organización graduada y potenciado por los estamentos oficiales”. Así lo describe María del Mar del Pozo Andrés en el artículo “Desde las escuelas para pobres hasta la ciudad educadora: la enseñanza pública en Madrid (1850-1939)”, publicado en Madrid. Atlas Histórico de la Ciudad. 1850-1939, dirigido por Virgilio Pinto Crespo (Madrid: Lunwerg, 2001), 340.

El Ayuntamiento de Madrid, con este proyecto, ha contribuido a dar a conocer una parte de su propia historia, de la que la ciudadanía madrileña debería conocer y sentirse orgullosa. En un momento del siglo XX, Madrid fue capital de la renovación pedagógica española, así como un referente internacional, y ese momento merece ser recordado por todos.

Las escuelas históricas constituyen una parte importante del patrimonio cultural de las ciudades y, por lo tanto, es necesario darles visibilidad ante la comunidad. El recuperarlas, estudiarlas y conservar su patrimonio educativo contribuye a crear sentimientos de pertenencia, de identidad entre los miembros de una comunidad. Las escuelas forman un elemento importante para reconstruir la memoria de una ciudad, porque la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas pasaron en ellas gran parte de su infancia; por lo tanto, preservar las escuelas históricas contribuye a la recuperación de la memoria colectiva de las generaciones presentes; y también a crear sentimientos de cohesión y de identidad en las generaciones futuras. Además, ayuda a tender puentes y crear espacios comunes de diálogo entre las diferentes generaciones que conviven en un mismo momento. Este proyecto se enmarca en una serie de iniciativas novedosas que, en el plano internacional, han ido surgiendo en la última década y que tienen como objetivo estudiar las escuelas históricas de las grandes ciudades. El estudio de las «Historical Schools» está muy desarrollado en Estados Unidos, país en el que muchos de sus estados, condados, y sobre todo ciudades, han financiado proyectos de investigación específicos para identificar, localizar y preservar la memoria de las escuelas públicas históricas del siglo XX. Destacan sobre todo los de Massachussets, Pennsylvania, Chicago y Washington. En Europa, las directrices europeas sobre investigación ligadas al Programa Horizonte 2020 han señalado como uno de sus objetivos prioritarios el estudio y la conservación del patrimonio cultural material e inmaterial de los pueblos, con acciones que incluirían la preservación de las escuelas históricas. Algunas ciudades han desarrollado proyectos modélicos en esta línea, como Nápoles, una de las pocas localidades europeas que ha conseguido crear una red de escuelas históricas y que ha logrado financiación europea para conservar su patrimonio histórico–educativo.

En España, son los Institutos Históricos de Enseñanza Secundaria los que han demostrado una sensibilidad especial por conservar su patrimonio y su memoria histórica. Casi todos ellos están agrupados en la Asociación Nacional para la Defensa del Patrimonio de los Institutos Históricos, creada en 2010 y que realiza congresos y encuentros anuales; algunos de ellos han recibido premios y financiación de la UNESCO. En Madrid, se desarrolló un proyecto específico desde 2008, el CEIMES  (Ciencia y Educación en los Institutos Madrileños de Enseñanza Secundaria), que ha contribuido a visibilizar la labor de los seis Institutos madrileños más antiguos.

Sin embargo, son escasas las iniciativas existentes en el campo de la enseñanza primaria y, más concretamente, en el de la escuela pública. En los últimos años se ha creado la Red de Escuelas Históricas de Barcelona, impulsada por el
ICE de la Universidad de Barcelona, que está compuesta por siete centros educativos de educación infantil y primaria, cuatro de secundaria y cuatro instituciones supraescolares.

Todos ellos tienen como característica común que fueron creados antes de 1939. Esta Red tiene entre sus objetivos: “La utilización del patrimonio educativo como una herramienta para crear una identidad común en la comunidad escolar”. Por otra parte, el alumnado de estas escuelas, especialmente los del Baixeras y La Farigola, manejan y trabajan el patrimonio que se ha conservado en ellas, realizando actividades que les ayudan a construir su propio conocimiento.

En Madrid, jamás se había realizado una acción colectiva de carácter institucional o estimulada por el gobierno municipal para preservar la memoria de las escuelas públicas. En los años 2006-2008 se produjo un movimiento conmemorativo, impulsado por los propios centros, para celebrar el 75 aniversario de la creación de muchos de ellos durante la etapa republicana, pero ese movimiento se quedó en celebraciones privadas individuales, ya que no se consolidó en un proyecto colectivo.

Con la exposición hemos visibilizado y dado a conocer la memoria escolar madrileña que ha salido de años de olvido y ha puesto en valor que en Madrid se construyeron varias decenas de grupos escolares durante el primer tercio del siglo XX, y la mayoría de estas escuelas públicas desarrollaron proyectos educativos innovadores, especialmente en los años de la II República.

La exposición ha recuperado la memoria de estos centros desde una mirada fundamentalmente pedagógica, es decir, reconstruyendo las prácticas escolares y la vida cotidiana de los maestros y maestras, y de los alumnos y alumnas de este período. A través del relato de la exposición se ha creado conciencia de la importancia que tuvo la escuela pública en Madrid antes de 1939. La exposición termina con las propias escuelas convertidas en Residencias Infantiles durante los primeros días de la Guerra Civil, para proteger a los niños y niñas de los bombardeos fascistas.

A nuestro juicio este trabajo debería continuar con, al menos, tres acciones: por un lado, un ensayo de educación patrimonial que supondría descubrir e identificar los objetos históricos que se conservan en las escuelas (mobiliario, material, libros, fotografías, cuadernos escolares…); por otro lado, plantear formas de conservación y de exhibición dentro de las propias escuelas, y por último, extender esta experiencia desarrollada en Madrid a otras ciudades de España, de modo que se pudiese recoger y reconocer la memoria educativa pública y lo que significó para la modernización de todo el Estado.

También podría ensayarse la experiencia de implicar a todos los miembros de la comunidad escolar en la recuperación del patrimonio disperso entre las familias del barrio, hallando así formas de concentrar todo ese patrimonio dentro de la institución escolar.

Por lo tanto, consideramos necesario llevar a cabo acciones para dar visibilidad a las escuelas históricas a nivel local, nacional e internacional.

Próximamente dispondremos de la exposición virtual que podrá realizarse en la página web de la Fundación Ángel Llorca y que, junto a otras acciones previstas, harán perdurar la memoria de la Escuela Pública madrileña como referente aún no superado de la renovación pedagógica.

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