Guasón, una lectura cercana

Reseña: Santos Y Pecadores

En 2019 se estrenó «Joker» o, traducida, «Guasón»; el film dirigido por Todd Phillips y protagonizado por Joaquín Phoenix y Robert De Niro ha sido merecedor de varios premios internacionales, entre ellos, el Óscar al mejor actor (Phoenix).

Pero más allá de los créditos, la recaudación y las circunstancias que debió afrontar la película, se hace necesario reflexionar brevemente sobre su mensaje ya que, lejos de haber quedado relegado, permanece y nos interpela hasta nuestros días.

En medio de la basura sólo se puede producir basura. Y aún así, la certeza de que lo que falla es lo que se construye con odio.
Ciudad Gótica bien puede ser Nueva York, Madrid o Buenos Aires.
Lugares donde los ricos tienen que «caer», parafraseando al estadista de tinglado y ex presidente de la Argentina, Mauricio Macri, en el metro, o en las avenidas donde los olvidados y caídos del mapa también habitan.
Pero el odio no sólo es vertical y viene de arriba, a través de la falta de asistencia social a enfermos, o del recorte presupuestario para instituciones vitales, o de políticas neoliberales que dejan más personas afuera que adentro.
El odio también viene de abajo, cuando los individuos se mimetizan con las bolsas de basura apiladas en toda la ciudad y caminan como ratas hasta que alguien les da una mano o los mata. Muchos se cobran lo que el mundo les arrebata: posibilidades.
Guasón es cruda por la particular historia de vida del personaje.
Una construcción que no sólo produce brutalidad sino también, una especie de vindicador impensado.
Afuera en la calle hay quienes están dispuestos a burlarse de cualquiera que no encaje en el sistema.
Y no sólo a burlarse sino también a golpear, ningunear o estigmatizar.
Desde las familias, pasando por los mandatos, la escuela, los entornos, todos colaboran en la construcción del molde. Y sino, castigo.
Arthur, el nombre del personaje, recibe cuando niño el mandato maternal de «hacer reír a los demás y ser feliz», pero ese decreto no es inocente. Y los que vean la cinta lo entenderán.
El hombre golpea puertas buscando en vano un reconocimiento como cualquiera lo necesita. Busca trabajos de comediante en tugurios y de acompañante terapéutico de niños enfermos.
Pero él sabe que no se puede ser feliz en un mundo de infelices que caminan entre la bosta. Y así como se cruza con personas que se creen superiores y puestas en el mundo blanco de la comodidad y el confort, se cruza con semejantes, con víctimas que también lo golpean, creyéndose a salvo del caos que el sistema produce.
Algo así como apoyar un golpe de Estado en nombre de la libertad.
Guasón debe verse porque conmueve, paraliza, rebela, y cuestiona brutalmente el orden de las cosas. Además de estar realizada al mejor estilo de los trabajos de Scorsese o Coppola, con una estética setentista alejada de los pochoclos.
Es un llamado a la razón desde la locura.
Y también es una denuncia porque frente a millones de espectadores, en un programa donde el conductor encarnado por Robert De Niro, lo invita para reírse de él, Guasón dice: «hoy ya nadie se pone en los zapatos del otro» y el desenlace de la escena es desgarrador.
Lo que Guasón logra en ciudad Gótica, sin buscarlo, pero con sugerencias de haberlo deseado, es que desde abajo hacia arriba los «nadies» se hagan oír y arrasen con todo.
Desde todas las lecturas posibles, con una música y creación de climas memorables, Guasón es el producto de un tiempo infame, desigual, que se traduce, por ejemplo, en derechas envalentonadas, xenofobia, ajuste y represión.
Un relato que emociona porque en ningún sitio está escrito que tengamos que vivir entre la basura, rodeados de personas que odian y producen gobiernos de odio.
Conclusión: hay que verla allí donde la encuentres.
El actor Joaquín Phoenix, memorable.
Fuente e imagen: https://www.tercerainformacion.es/blog/04/02/2021/guason-una-lectura-cercana/
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