Por: Selene Kareli Zepeda Pioquinto
El pasado 30 de agosto se inauguró el ciclo escolar 2021-2022, miles de niñas y niños volvieron a clases de manera presencial en México. Sin embargo, este regreso ha sido variado dependiendo la entidad. El mandatario Andrés Manuel López Obrador, señaló que, en medio de la pandemia, sería un regreso voluntario donde la decisión final recaería en los tutores de los estudiantes. A una semana de la vuelta a las aulas, varios fenómenos han acontecido; por ejemplo, las y los alumnos no asisten todos los días a clase. Se han dividido por días para no saturar los espacios escolares, dando un promedio de 4 a 8 niños por salón al día. No obstante, las y los docentes sí tienen que acudir toda la semana a cubrir sus grupos, donde ―aunque se dijo que ellos ya no darían clases virtuales ni a distancia― muchos no se han desentendido de su labor docente ni de su compromiso social ante la decisión de aquellos padres y madres de familia quienes optaron por sí inscribir al siguiente ciclo escolar a sus hijos, más no por llevarlos de manera presencial.
Por una parte, un gran número de profesores en responsabilidad con su labor procuran continuar con el cuidado y seguimiento de los estudiantes, pues ha sido evidente la deserción escolar a raíz de la propagación del Covid-19; siendo así, obligación del Estado, garantizar la cobertura y permanencia de todo aquel inscrito en la educación obligatoria. De tal manera, es deber de ese mismo Estado, velar por sus docentes. Por muchos años se ha romantizado la vocación docente, sin embargo, la dignificación magisterial ―promesa del actual gobierno― se vuelve urgente.
Se pide a las y los maestros que resuelvan todo con escasos recursos, son ellos, junto con la comunidad escolar, quienes muchas veces dan mantenimiento a los centros educativos. ¿Dónde queda la asignación presupuestaria para este rubro? Volver a clases presenciales se volvía inminente y sucedió, pero ¿la salud física y mental de los docentes es considerada en este proceso? La planeación de la vuelta a las aulas tuvo que ser concebida como un conjunto de hechos que se intersecan; pues cuando se habla de la escolarización no se refiere únicamente a un hecho aislado. Somos un tejido, que, para funcionar bien en un rubro, se deben procurar aquellos otros con los que se entrelazan, en este caso: trabajo, salud física, salud mental, educación.
Las acciones para atender las necesidades más urgentes en educación han quedado faltas de planeación ante la gran diversidad que se vive en México. Asimismo, pareciera que se pierde de vista que la pandemia no sólo agravó los problemas de salud, sino también las desigualdades sociales, así como las brechas de acceso al sistema educativo, y como se dijo anteriormente, esta problemática debe verse en conjunto y por piezas para poder atender de raíz, y no sólo dar propuestas remediales que atienden la superficie, pero no la profundidad de la problemática.