Por: Ferran Adell
Los estudiantes de hoy en día han estado en contacto con las tecnologías desde los primeros estadios de su niñez, son lo que se llama nativos digitales.
Los estudiantes de hoy en día han estado en contacto con las tecnologías desde los primeros estadios de su niñez, son lo que se llama nativos digitales. Tienen facilidad para la comprensión del funcionamiento básico de los dispositivos y el software, pero ello no significa que entiendan mejor el marco digital en el que se desarrolla la sociedad actual. Es más necesario que nunca reivindicar una formación humanística asociada a las nuevas tecnologías, que permita una comprensión del entorno digital y que, además, contribuya a hacer que los ciudadanos sean más críticos y estén más implicados en el devenir de la sociedad.
Una de las principales problemáticas a las que la educación contemporánea debe hacer frente es el paso de una sociedad digitalmente analfabeta, en el mejor de los casos inmigrante digital, a una en la que los usuarios son habituales de la tecnología desde los primeros estadios de su niñez. Desde muy pequeños, los nuevos ciudadanos conviven con los dispositivos digitales como elementos normales de uso para tareas diversas: son lo que hemos dado en llamar nativos digitales.
Este concepto, que Marc Prensky formalizó a principios de siglo, pretende diferenciar a los individuos que han nacido ya con la popularización de los dispositivos digitales y las redes de comunicaciones de las generaciones anteriores.¿Cómo debemos llamar a estos «nuevos» estudiantes de hoy? Algunos se refieren a ellos como la generación N (por net, red en inglés) o la generación D (por digital). Pero la designación más útil que he encontrado para ellos es la de nativos digitales. Nuestros estudiantes de hoy son todos «hablantes nativos» del lenguaje digital de las computadoras, los videojuegos e Internet.Marc Prensky
Esta diferenciación, que puede ser útil para hablar del conflicto generacional entre los nativos y los inmigrantes digitales, para plantear las diferencias propias de la convivencia diaria con los dispositivos y el software, no puede ser llevada al terreno de la habilidad informática ni, mucho menos, al de la comprensión del ecosistema digital. Prensky acuñó el término como parte del debate sobre las carencias del sistema educativo americano para hacer frente a las necesidades de los nuevos nativos digitales. Pero ya en el artículo original (Marc Prensky, «Nativos Digitales, Inmigrantes Digitales», From On the Horizon, MCB University Press, vol. 9 nº 5, octubre 2001), el autor atribuye a los nativos digitales unas capacidades de comprensión y de uso avanzado de las tecnologías digitales que estos no parecen mostrar.
Los nativos digitales tienen facilidad para la comprensión del funcionamiento básico de los dispositivos y el software, pero tienen las mismas dificultades que las generaciones anteriores para entender el funcionamiento del ecosistema social. Es necesario que alguien les facilite los recursos necesarios para entender el marco digital en el que se desarrolla la sociedad actual. Si somos capaces de hacerlo, de tal modo que los procesos de comprensión se den en un contexto apto para la creación de mapas mentales propios, lograremos, de rebote, a ciudadanos más críticos e implicados en el devenir de la sociedad.
Durante mucho tiempo hemos dejado en manos del paso del tiempo la solución a las problemáticas educativas derivadas de la adaptación al entorno digital, pensando que serían los nativos digitales, a medida que estos poblaran las aulas, quienes provocarían el cambio necesario en los mecanismos docentes. Pero, como bien describen Benett, Maton y Kervinen The ‘digital natives’ debate: A critical review of the evidence, no hay ningún estudio que demuestre que los nativos digitales son más aptos, a priori, para el uso de la tecnología: la habilidad de los individuos está relacionada con las capacidades naturales, la formación y la experiencia, no con la fecha de nacimiento. El juicio que dice que los nativos digitales tienen un sofisticado conocimiento y unas altas capacidades para las tecnologías de la información debe ser, por lo menos, relativizado.
Una muestra clara de la despreocupación para la creación de conocimiento en torno al marco en el que se desarrollan las tecnologías digitales es la no incorporación de materias relacionadas a los planes docentes escolares. Aún hoy la formación en tecnología sigue siendo muy básica, enfocada a un uso puramente práctico, y no a la comprensión de su funcionamiento. En algunos entornos hemos avanzado introduciendo pequeñas nociones sobre programación o gestión de sistemas, pero siempre con una intención puramente funcional y sin el análisis y la reflexión necesarios para generar un conocimiento sostenible del entorno digital.
La Maleta pedagógica de Univers Internet es un recurso educativo creado por el CCCB Educació y el CCCB Lab que tiene como objetivo proponer una reflaxión crítica y creativa sobre el conjunto de tecnologías vinculadas a Internet en el aula.
Que el conocimiento del ecosistema digital y su impacto cultural formen parte del imaginario popular, y de los programas educativos, son condiciones necesarias para que los nativos digitales (que no solucionarán los problemas por el hecho de haber nacido antes o después de la década de los ochenta) sean capaces de vertebrar un discurso teórico relacional adaptable a los cambios y menos vinculado a la tipología del software de uso universal. Es la parte filosófica la que más falla en la formación de las nuevas generaciones, y no una filosofía alejada de la vida de los ciudadanos, o que pretende construir teorías sistémicas insostenibles en un entorno digital fugaz, sino una filosofía que se presenta como la única vía realmente práctica para la existencia digital.
Porque, lejos de consideraciones propias de la ciencia ficción, y aunque el camino hacia la fusión hombre-máquina ya haya comenzado, la existencia digital plena es aquella que convive con el entorno informacional actual de una manera no traumática, y es capaz de usar las herramientas con la adaptabilidad suficiente para seguir siendo solvente ante su evolución. Estos ciudadanos, al mismo tiempo, deberían ser formados para poder responder ante las problemáticas éticas y filosóficas derivadas de las tecnologías digitales con el fin de mantener una sociedad éticamente activa y conocedora de las garantías necesarias para el mantenimiento de sus derechos y sus libertades.
En un entorno en el que algunas de las características propias del ser humano se ponen en entredicho ante la evolución de la biotecnología o la nanorrobótica, es más necesario que nunca reivindicar una formación humanística asociada a las nuevas tecnologías, que permita a los ciudadanos participar de forma activa en los debates generados en torno a la evolución y el cambio de la sociedad actual. Debemos dotar a los nuevos ciudadanos de las herramientas suficientes para entender el impacto social de la tecnología en aquellos valores propios del contrato social, para mantener las garantías suficientes de la reciprocidad de este contrato. El entorno en el que se desarrollan los medios digitales es dinámico y complejo: la única vía para aprehender su funcionamiento es acercarse a ellos reflexivamente y con una atención específica a los principios de los nuevos medios.
Por lo tanto, la comprensión de los conceptos principales en torno a los cuales se vertebra la cultura digital, y las relaciones que entre ellos se establecen, es tan importante para la realización de la existencia humana y de la convivencia social como lo es el uso solvente de las herramientas digitales en un entorno en el que el analfabetismo digital es cada vez más similar al analfabetismo funcional. El dinamismo intrínseco a las nuevas tecnologías no nos puede llevar a configurar una estrategia docente puramente de contenidos y competencias, en la que se enseña el uso práctico de las herramientas pero no la comprensión de su funcionamiento.
La falta de una experiencia cultural previa homologable al actual uso masivo de la tecnología ha hecho que, durante muchos años, se haya depositado la esperanza para la adaptación completa de los individuos en la sociedad digital en el cambio generacional, pensando que este provocaría una asunción ad hoc de la constitución del nuevo modelo como un ecosistema natural más. La realidad, sin embargo, no ha abonado esta ingenua predicción: el actual entorno social presenta un panorama muy heterogéneo respecto a la comprensión del entorno digital entre los nuevos ciudadanos, debido a la incompleta formación que reciben sobre la constitución de la cultura digital.
El enfoque competencial en la formación de los estudiantes parece que proyecta un entorno en el que las herramientas no cambian y son siempre accesibles con un aprendizaje progresivo, basado en el aumento del nivel de dificultad. El individuo va siendo más hábil en el uso del procesador de textos a medida que lo va utilizando, lisa y llanamente. Ahora bien, esto no quiere decir que entienda mejor cómo funciona, ni que sea capaz de mantener el mismo nivel de experiencia ante un cambio de versión en el software.
Tenemos que trabajar los fundamentos de la tecnología, aquellos que no están sometidos al cambio constante, aquellos que siguen vigentes cuando la aparición de un nuevo tipo de dispositivos, servicios o protocolos informáticos cambia radicalmente algún procedimiento. Y lo tenemos que hacer en las aulas escolares, también en los entornos pedagógicos no formales, desde los primeros estadios del proceso educativo de los niños. La inteligencia humana es universalmente capaz de llenar los vacíos de un mapa relacional con la experiencia, pero no de inventar continuamente nuevas teorías que permitan definir la estructura de las relaciones. Para desarrollar esta tarea necesitamos investigación, reflexión, debate y un proceso de creación colectiva.
Fuente de la información e imagen: https://lab.cccb.org