Esta es la propuesta de la campaña del CEU ‘Cibervalientes contra el acoso’, que pone el foco en la concienciación sobre el ciberacoso entre los más jóvenes
Existe una realidad indiscutible en la que hay alumnos que sufren. En ocasiones esa realidad puede ser bullying. En otras, un conflicto entre iguales. En otras puede haber un desamor. Puede haber dificultades en habilidades sociales, o situaciones en las que confluyen diferentes variables. Frente a esa realidad, tal y como advierte Raúl Adames, director adjunto área colegios CEU, «los adultos, profesores, padres o cualquier educador debemos ser valientes y actuar acogiendo el sufrimiento del menor y ayudar a ponerle nombre. Así, la persona que sufre, no está sola y le ayudamos a resolver la situación que está provocando ese sufrimiento».
Este es el punto de partida que ha seguido la institución educativa para lanzar la campaña ‘Cibervalientes contra el acoso’, que pone el foco en la concienciación sobre el ciberacoso entre los más jóvenes.
La intención, reconoce Adames, «es generar debate, mover conciencias y ayudar a prevenir este tipo de situaciones en el entorno digital».
¿Cómo cree que se debería llevar a cabo la prevención contra el acoso escolar, sea en el formato que sea, tanto desde el colegio como desde casa?
Uno de los privilegios que tenemos como padres o como educadores es la cercanía con nuestros hijos y alumnos. Esta puede estar comprometida por la hiperactividad, la velocidad con que hacemos las cosas, las jornadas laborales prolongadas… Es imprescindible generar espacios de conversación, donde, de una manera natural, expliquemos cómo nos sentimos, tanto adultos como niños. En esas conversaciones naturales podemos prestar especial atención a cómo se sienten. Esas conversaciones permiten crear un clima donde un día puedan contar que no están bien, que están sufriendo por algún motivo.
Es bueno recordarnos que los niños y adolescentes a veces muestran su malestar en forma de rabia, silencio, comiendo menos, generando conflictos entre hermanos, insomnio… Los adultos, especialmente con los adolescentes, tenemos que aprender a comprender aquello que quieren decir, pero no saben expresar.
¿Cómo lo plantean en los colegios que pertenecen al CEU?
En nuestro plan de convivencia insistimos mucho en la mirada educativa. Esta mirada contempla al alumno en su dimensión relacional teniendo en cuenta su momento evolutivo. Bajo esta perspectiva de educar la dimensión social planteamos una serie de acciones tutoriales, formaciones a familias y profesores que generan un clima en nuestros colegios de respeto entre iguales. Entendemos que fomentar el respeto potencia la posibilidad de crear vínculos de mayor profundidad como es la amistad. Eso no quiere decir que no haya conflictos que forman parte de la convivencia. Sin embargo, los pequeños conflictos ordinarios los intentamos vivir como una oportunidad educativa.
Por ejemplo, una acción sancionadora tiene el objetivo de construir o restaurar el mal ejercido. Si el alumno reconoce el mal ejercido entenderá la sanción como una respuesta justa.
La idea pasa por fomentar las amistades presenciales. ¿Qué consejos daría a los jóvenes para llevarlo a cabo en mundo donde priman los likes y las redes sociales?
No vivimos con miedo el ‘mundo virtual’, pero queremos que nuestros alumnos no pierdan algo maravilloso como son las relaciones de amistad, del tú a tú, presenciales. Aprender a ir a tomar un helado un sábado por la tarde, a estar juntos, reír… y cuidar esos momentos como algo grande que hemos vivido juntos, sin necesidad de contarlo en las redes, porque ha sido ‘nuestro’.
Hay experiencias que se pueden colgar en redes pero otras que forman parte de nuestra intimidad y que hay que custodiar. Es preciso educar a nuestros adolescentes en esa diferencia.
¿Qué pretenden lograr, cuál es el objetivo?
Es necesario concienciar sobre una realidad que existe y somos los adultos los que debemos prevenirla, así como actuar si es conveniente. Nosotros hablamos de la triada educativa: familia, alumno y colegio. Son los tres actores de la triada quienes deben actuar en la prevención y actuación para conseguir relaciones sanas entre iguales.
Esta campaña intenta fomentar una corresponsabilidad. Su objetivo es integrador fomentando la toma de conciencia de la realidad del ciberbullying y el sufrimiento que conlleva; promover la detección precoz tanto en centros escolares como en entorno familiar. El antídoto natural a estas situaciones es potenciar amistades verdaderas.
Los estudiantes de hoy en día han estado en contacto con las tecnologías desde los primeros estadios de su niñez, son lo que se llama nativos digitales.
Los estudiantes de hoy en día han estado en contacto con las tecnologías desde los primeros estadios de su niñez, son lo que se llama nativos digitales. Tienen facilidad para la comprensión del funcionamiento básico de los dispositivos y el software, pero ello no significa que entiendan mejor el marco digital en el que se desarrolla la sociedad actual. Es más necesario que nunca reivindicar una formación humanística asociada a las nuevas tecnologías, que permita una comprensión del entorno digital y que, además, contribuya a hacer que los ciudadanos sean más críticos y estén más implicados en el devenir de la sociedad.
Una de las principales problemáticas a las que la educación contemporánea debe hacer frente es el paso de una sociedad digitalmente analfabeta, en el mejor de los casos inmigrante digital, a una en la que los usuarios son habituales de la tecnología desde los primeros estadios de su niñez. Desde muy pequeños, los nuevos ciudadanos conviven con los dispositivos digitales como elementos normales de uso para tareas diversas: son lo que hemos dado en llamar nativos digitales.
Este concepto, que Marc Prensky formalizó a principios de siglo, pretende diferenciar a los individuos que han nacido ya con la popularización de los dispositivos digitales y las redes de comunicaciones de las generaciones anteriores.¿Cómo debemos llamar a estos «nuevos» estudiantes de hoy? Algunos se refieren a ellos como la generación N (por net, red en inglés) o la generación D (por digital). Pero la designación más útil que he encontrado para ellos es la de nativos digitales. Nuestros estudiantes de hoy son todos «hablantes nativos» del lenguaje digital de las computadoras, los videojuegos e Internet.Marc Prensky
Esta diferenciación, que puede ser útil para hablar del conflicto generacional entre los nativos y los inmigrantes digitales, para plantear las diferencias propias de la convivencia diaria con los dispositivos y el software, no puede ser llevada al terreno de la habilidad informática ni, mucho menos, al de la comprensión del ecosistema digital. Prensky acuñó el término como parte del debate sobre las carencias del sistema educativo americano para hacer frente a las necesidades de los nuevos nativos digitales. Pero ya en el artículo original (Marc Prensky, «Nativos Digitales, Inmigrantes Digitales», From On the Horizon, MCB University Press, vol. 9 nº 5, octubre 2001), el autor atribuye a los nativos digitales unas capacidades de comprensión y de uso avanzado de las tecnologías digitales que estos no parecen mostrar.
Los nativos digitales tienen facilidad para la comprensión del funcionamiento básico de los dispositivos y el software, pero tienen las mismas dificultades que las generaciones anteriores para entender el funcionamiento del ecosistema social. Es necesario que alguien les facilite los recursos necesarios para entender el marco digital en el que se desarrolla la sociedad actual. Si somos capaces de hacerlo, de tal modo que los procesos de comprensión se den en un contexto apto para la creación de mapas mentales propios, lograremos, de rebote, a ciudadanos más críticos e implicados en el devenir de la sociedad.
Durante mucho tiempo hemos dejado en manos del paso del tiempo la solución a las problemáticas educativas derivadas de la adaptación al entorno digital, pensando que serían los nativos digitales, a medida que estos poblaran las aulas, quienes provocarían el cambio necesario en los mecanismos docentes. Pero, como bien describen Benett, Maton y Kervinen The ‘digital natives’ debate: A critical review of the evidence, no hay ningún estudio que demuestre que los nativos digitales son más aptos, a priori, para el uso de la tecnología: la habilidad de los individuos está relacionada con las capacidades naturales, la formación y la experiencia, no con la fecha de nacimiento. El juicio que dice que los nativos digitales tienen un sofisticado conocimiento y unas altas capacidades para las tecnologías de la información debe ser, por lo menos, relativizado.
Una muestra clara de la despreocupación para la creación de conocimiento en torno al marco en el que se desarrollan las tecnologías digitales es la no incorporación de materias relacionadas a los planes docentes escolares. Aún hoy la formación en tecnología sigue siendo muy básica, enfocada a un uso puramente práctico, y no a la comprensión de su funcionamiento. En algunos entornos hemos avanzado introduciendo pequeñas nociones sobre programación o gestión de sistemas, pero siempre con una intención puramente funcional y sin el análisis y la reflexión necesarios para generar un conocimiento sostenible del entorno digital.
La Maleta pedagógica de Univers Internet es un recurso educativo creado por el CCCB Educació y el CCCB Lab que tiene como objetivo proponer una reflaxión crítica y creativa sobre el conjunto de tecnologías vinculadas a Internet en el aula.
Que el conocimiento del ecosistema digital y su impacto cultural formen parte del imaginario popular, y de los programas educativos, son condiciones necesarias para que los nativos digitales (que no solucionarán los problemas por el hecho de haber nacido antes o después de la década de los ochenta) sean capaces de vertebrar un discurso teórico relacional adaptable a los cambios y menos vinculado a la tipología del software de uso universal. Es la parte filosófica la que más falla en la formación de las nuevas generaciones, y no una filosofía alejada de la vida de los ciudadanos, o que pretende construir teorías sistémicas insostenibles en un entorno digital fugaz, sino una filosofía que se presenta como la única vía realmente práctica para la existencia digital.
Porque, lejos de consideraciones propias de la ciencia ficción, y aunque el camino hacia la fusión hombre-máquina ya haya comenzado, la existencia digital plena es aquella que convive con el entorno informacional actual de una manera no traumática, y es capaz de usar las herramientas con la adaptabilidad suficiente para seguir siendo solvente ante su evolución. Estos ciudadanos, al mismo tiempo, deberían ser formados para poder responder ante las problemáticas éticas y filosóficas derivadas de las tecnologías digitales con el fin de mantener una sociedad éticamente activa y conocedora de las garantías necesarias para el mantenimiento de sus derechos y sus libertades.
En un entorno en el que algunas de las características propias del ser humano se ponen en entredicho ante la evolución de la biotecnología o la nanorrobótica, es más necesario que nunca reivindicar una formación humanística asociada a las nuevas tecnologías, que permita a los ciudadanos participar de forma activa en los debates generados en torno a la evolución y el cambio de la sociedad actual. Debemos dotar a los nuevos ciudadanos de las herramientas suficientes para entender el impacto social de la tecnología en aquellos valores propios del contrato social, para mantener las garantías suficientes de la reciprocidad de este contrato. El entorno en el que se desarrollan los medios digitales es dinámico y complejo: la única vía para aprehender su funcionamiento es acercarse a ellos reflexivamente y con una atención específica a los principios de los nuevos medios.
Por lo tanto, la comprensión de los conceptos principales en torno a los cuales se vertebra la cultura digital, y las relaciones que entre ellos se establecen, es tan importante para la realización de la existencia humana y de la convivencia social como lo es el uso solvente de las herramientas digitales en un entorno en el que el analfabetismo digital es cada vez más similar al analfabetismo funcional. El dinamismo intrínseco a las nuevas tecnologías no nos puede llevar a configurar una estrategia docente puramente de contenidos y competencias, en la que se enseña el uso práctico de las herramientas pero no la comprensión de su funcionamiento.
La falta de una experiencia cultural previa homologable al actual uso masivo de la tecnología ha hecho que, durante muchos años, se haya depositado la esperanza para la adaptación completa de los individuos en la sociedad digital en el cambio generacional, pensando que este provocaría una asunción ad hoc de la constitución del nuevo modelo como un ecosistema natural más. La realidad, sin embargo, no ha abonado esta ingenua predicción: el actual entorno social presenta un panorama muy heterogéneo respecto a la comprensión del entorno digital entre los nuevos ciudadanos, debido a la incompleta formación que reciben sobre la constitución de la cultura digital.
El enfoque competencial en la formación de los estudiantes parece que proyecta un entorno en el que las herramientas no cambian y son siempre accesibles con un aprendizaje progresivo, basado en el aumento del nivel de dificultad. El individuo va siendo más hábil en el uso del procesador de textos a medida que lo va utilizando, lisa y llanamente. Ahora bien, esto no quiere decir que entienda mejor cómo funciona, ni que sea capaz de mantener el mismo nivel de experiencia ante un cambio de versión en el software.
Tenemos que trabajar los fundamentos de la tecnología, aquellos que no están sometidos al cambio constante, aquellos que siguen vigentes cuando la aparición de un nuevo tipo de dispositivos, servicios o protocolos informáticos cambia radicalmente algún procedimiento. Y lo tenemos que hacer en las aulas escolares, también en los entornos pedagógicos no formales, desde los primeros estadios del proceso educativo de los niños. La inteligencia humana es universalmente capaz de llenar los vacíos de un mapa relacional con la experiencia, pero no de inventar continuamente nuevas teorías que permitan definir la estructura de las relaciones. Para desarrollar esta tarea necesitamos investigación, reflexión, debate y un proceso de creación colectiva.
Una de cada tres usuarias del la Red en el continente han experimentado alguna forma de violencia de género en línea
El sueño de un Internet que sirva para que las mujeres africanas ganen protagonismo y luchen contra la desigualdad se va esfumando a medida que ganan terreno los trolls, las amenazas y un enorme abanico de formas de violencia en línea. “La tecnología ha abierto espacios para que las mujeres hablen abiertamente donde antes no podían hacerlo. Así que, cuanto más intentamos entrar en este espacio, más violencia recibimos de algunos hombres”, advertía una de las participantes sudafricanas en una investigación sobre la violencia de género en Internet en África. Este estudio, titulado Realidades alternativas, Internet alternativa. La investigación feminista africana para un Internet feminista, revela que casi una de cada tres entrevistadas (28,2%) “informó haber experimentado alguna forma de violencia en línea” y que “estos incidentes se manifestaron como acoso sexual (36%) o como proposiciones sexuales no deseadas, como insultos (33.2%) y como hostigamiento (26.7%) ya sea a través de contactos repetidos o de doxxing” (la publicación de información privada o personal para acosar, intimidar u ofender).
Más de tres mil usuarias de Internet de cinco países africanos, Etiopía, Kenia, Uganda, Senegal y Sudáfrica, han participado en esta investigación que pretendía elaborar una radiografía de la experiencia femenina en el entorno digital. Las investigadoras se ha encontrado con una dura realidad: los patrones de violencia de género y de discriminación de la vida cotidiana que se intentaban exorcizar de la red están cada vez más presentes y hacen que el mundo digital sea cada vez más hostil para las mujeres. El resultado es que las usuarias africanas se autocensuran o abandonan algunos de los espacios de Internet y se frustran las esperanzas de construir escenarios más igualitarios y en los que esas mismas mujeres pudiesen desplegar su potencial.
Además de la cantidad de usuarias que ha vivido experiencias de violencia, esa hostilidad en la red condiciona la manera en la que la usan o, más bien, dejan de usarla. El informe recuerda que la brecha digital de género es mayor en los países africanos. La diferencia del 12% entre hombres y mujeres que usan Internet en todo el mundo, se ensancha hasta el 32,9% en los países del sur global. El clima de hostigamiento y violencia no ayuda a superarla. “Mientras que algunas mujeres responden a la violencia en línea bloqueando a los autores, otras optan por abandonar totalmente los espacios en línea (y los espacios fuera de línea). Algunas que habrían sido nuevas usuarias deciden no acceder a Internet por temor”, advierte el estudio
Las cifras son todavía más evidentes. El 66% de las usuarias africanas entrevistadas reconocieron haber bloqueado a los autores de alguna forma de violencia; pero el 14,5% confesó haber borrado o desactivado alguna de sus cuentas y el 12,2%, haber dejado de usar algún servicio digital después de experiencias de violencia. “Esto no es solo otra forma de autocensura y restricciones a la libertad de expresión de las mujeres, sino el borrado completo de sus identidades y presencia digitales. Una sola experiencia negativa, o repetidas interacciones adversas, en los espacios en línea pueden afectar gravemente a su participación en las plataformas digitales y a su retirada total”, alerta el informe.
Neema Iyer es una de las responsables de la investigación, junto a Bonnita Nyamwire y Sandra Nabulega. Dirige Pollicy, la organización ugandesa que se ha encargado del estudio apoyado por el proyecto Feminist Internet Research Network, de la Association for Progressive Communications, el International Development Research Centre y la cooperación canadiense. Iyer, que es una experta investigadora en tecnología y género, lamenta las pérdidas que esta violencia online provoca: “El impacto más importante de esta violencia es la pérdida de las voces vibrantes de diversas mujeres de diferentes orígenes debido a la autocensura y el miedo. Existe una brecha digital de género muy real y las aportaciones que podrían hacer las mujeres para crear un Internet más inclusivo, más participativo y más hermoso se ven afectadas negativamente porque las opresiones de los espacios fuera de línea se están reproduciendo en los espacios digitales”.
Esa es la principal llamada de alerta, Internet estaba llamado a ser una herramienta de empoderamiento para las africanas y corre el riesgo de convertirse en otro entorno de discriminación. “Nuestra sociedad está profundamente marcada por una perspectiva cultural y religiosa que desplaza y discriminan a las mujeres. Esto es lo que vemos en los espacios online. Hemos visto la reacción a las que los movimientos feministas se enfrentan en el entorno digital. No hay ninguna crítica constructiva. Se trata de avergonzar a la mujer, manchar su imagen y criticar su cuerpo. A pesar de que el movimiento está creciendo y defendiéndose, generando solidaridad, a veces es muy cansado”, señalaba una de las participantes en la investigación desde Etiopía.
En algunos casos, incluso, el entorno digital ha otorgado nuevas herramientas a quienes las discriminan y atacan. La investigación recuerda algunas de esas formas de violencia que en ocasiones pasan desapercibidas: acoso, pirateo para conseguir información sensible o personal, suplantación de personalidad, vigilancia, distribución sin autorización de contenidos personales… Y aunque parezca mentira, las redactoras del informe recuerdan que en algunos países las víctimas del robo de imágenes personales han sido acusadas de distribución de pornografía, cuando esos contenidos se han difundido en el conocido como porno de venganza.
Precisamente, las personas con un perfil más público están especialmente expuestas a esta violencia, que a menudo aparece como una manera de silenciar a la que son preeminentes. “Cuando las periodistas publican o escriben historias que incomodan, son acosadas e insultadas. Reciben insultos por debajo de la cintura, lo que obviamente es acoso sexual. Para humillar a una mujer, atacan por ahí. Para las periodistas y políticas es terrible. En muchos casos optan por no participar en los medios sociales. Al menos en Kenia. Incluyéndome a mí, es por eso que opté por salir de Facebook”, confesaba una participante desde el país de África Oriental.
Paralelamente a las encuestas, la investigación ha hecho un estudio exhaustivo de la legislación en los cinco países que evidencia que las leyes no están defendiendo a las mujeres. Las normas aprobadas para controlar el contenido online, no incorporan un enfoque de género y mucho menos se han preocupado de ser una herramienta para luchar contra esta forma de violencia. De hecho, el informe destaca el ejemplo de Uganda donde la “falta de claridad hace que la ley se convierta efectivamente en un dispositivo para reprimir las voces disidentes y en un instrumento de censura en lugar de un mecanismo para proteger a las mujeres”.
Más allá de la necesidad de que las plataformas digitales ejerzan su responsabilidad de una manera más decidida o de que las leyes estén pensadas realmente para enfrentarse a la violencia basada en el género, las promotoras de la investigación arrojan luz sobre un problema que evidencia la necesidad de repensar Internet. “Este momento”, concluye el informe, “presenta una oportunidad para repensar todo Internet en lugar de tratar de reparar los sistemas rotos. Para muchas mujeres de toda África, los medios sociales son Internet. Y, tal vez los medios sociales han sido un experimento fallido. Teniendo esto en cuenta, podemos seguir pensando críticamente en cómo podemos cocrear un Internet que celebre, aliente y proporcione espacios seguros a un amplio espectro de identidades”.
A la luz de los resultados de su investigación, Neema Iyer recuerda que el reto es “enfrentarse a los sistemas patriarcales que permiten la discriminación y la dominación basándose en el género, la etnia, la orientación sexual, etcétera”. Esta tecnóloga lanza un llamamiento directo: “Necesitamos desmantelar estos sistemas para crear un terreno de juego nivelado donde todas las personas puedan florecer y mostrar su potencial, y a su vez, crear espacios digitales donde el odio y la injusticia no sean la norma”. Reconoce que la apuesta es ambiciosa, pero apela a valores fundamentales como “respeto básico, empatía y cuidado de los demás”. “Tenemos que llevar los espacios digitales a las aulas y a otras instituciones de enseñanza (que la covid-19 ya ha acelerado) y empezar a enseñar empatía, inclusión y comportamientos éticos a una edad temprana”, sentencia.
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/15/planeta_futuro/1600154387_961604.html
José Luis del Pozo Rodríguez, del departamento de marketing de la Universidad de Nebrija (Madrid), ofrece su punto de vista sobre la formación que precisan los docentes en plena era digital.
La sociedad actual se encuentra inmersa en una profunda revolución digital desde hace unos años. El desarrollo tecnológico ha provocado unos profundos cambios estructurales que afectan a todos los estamentos de la vida, desde nuestra forma de relacionarnos hasta nuestra manera de viajar, trabajar o consumir. El diverso abanico de opciones que nos ofrecen las herramientas digitales ha generado una demanda de nuevos perfiles profesionales, más especializados, completos y multidisciplinares. Por lo tanto, si vivimos, nos relacionamos y consumimos de otro modo, también tendremos que aprender de otra manera.
El sector educativo es un ámbito vital para el correcto funcionamiento de la sociedad. La transferencia de conocimiento a las nuevas generaciones lleva intrínseca una responsabilidad: dotar a las futuras bases de la sociedad de las herramientas y los conocimientos necesarios para seguir avanzando. Por ello, en un paradigma tan cambiante como en el que vivimos, es necesario que la educación, desde el profesorado hasta el propio proceso de aprendizaje, se adapte al nuevo entorno digital.
Un nuevo proceso educativo
Los cambios en este entorno han influenciado en el proceso educativo, incluidos los propios estudiantes, que disponen de la misma información que el profesor y están más habituados al uso de plataformas digitales. La educación ya no es solo enseñar contenidos, sino también educar en la gestión de esos contenidos. Los centros educativos se encuentran ante el desafío de una transformación digital global y para ello se necesitan profesionales capaces de liderarla.
Los llamados ‘maestros del cambio’ serán los encargados de liderar la revolución digital de la educación desde sus aulas, enseñando a sus estudiantes a desenvolverse con soltura y a utilizar de manera correcta y eficiente las plataformas. Para dar respuesta a esta demanda social, el profesorado va a tener que formarse en materias como digitalización, ‘e-learning’, gamificación o ‘analytics’, además de modificar su manera de dar las clases, motivando a unos estudiantes cada vez más alejados de los libros y atraídos por las pantallas.
La transformación digital de la educación no se limita a los contenidos, sino que también aborda la manera de impartir ese temario. Los avances propios de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han propiciado la aparición de nuevas y mejores plataformas de enseñanza online. Estos avances no se centran solo en la enseñanza a distancia, sino en el acceso a contenidos o recursos compartidos en la nube y en la mejora de la comunicación profesor-alumno, fomentando a través de este contacto más directo una enseñanza más personalizada.Para ello, la oferta de másteres del área de Educación de laUniversidad Nebrija está cada vez más enfocada al mundo digital, a los idiomas y a la gestión emocional de las aulas, aspectos clave en la formación de los futuros maestros del cambio. La revolución digital ya ha llegado al sector educativo y no va a detenerse. Los profesores del mañana empiezan a formarse hoy.
Fuente de la reseña: https://www.educaciontrespuntocero.com/noticias/que-habilidades-necesita-un-docente/107831.html
Hace unos siete años la Academia Americana de Pediatría (AAP) recomendaba “cero tiempo” frente a las pantallas digitales para bebés de dos años o menos de edad. En octubre de 2016 la AAP modificó su posición, no tanto porque ahora piense que el uso de los artilugios electrónicos sea sano, sino porque la realidad es que los niños del siglo XXI crecen en un entorno digital. Dada esa realidad, ¿qué es lo recomendable? Según la AAP “los pequeños menores de dos años aprenden y crecen mejor cuando interactúan y juegan con sus padres, hermanos, cuidadores y otros niños y adultos”.
De ahí se deriva que es mejor, si hay opción, no usar los artilugios. Si de plano se utilizan los artilugios, en ese rango de edad, el uso “debería ser muy limitado y solamente cuando un adulto está cerca para co-ver, hablar y enseñar”. Para bebés entre 18 y 24 meses de edad, y dado que los papás “quieran introducir los medios digitales” debe seleccionarse programación de alta calidad y usar los medios junto con los padres; nunca solos.
Finalmente, la AAP sugiere para pequeños entre dos y cinco años, no más de una hora por día de exposición con medios interactivos, no violentos, educacionales y prosociales, y siempre que los papás encuentren otras actividades para sus pequeños. La AAP está en lo correcto. De manera creciente surgen noticias que listan a ejecutivos y desarrolladores de programas y videojuegos que son más estrictos que la AAP y de plano prohíben el uso de los teléfonos para sus pequeños. El NYT publicó, en octubre pasado, una columna con un fuerte título: “Un consenso oscuro acerca de las pantallas y los niños empieza a surgir en Silicon Valley”. ¿Qué sucede? ¿Por qué algo tan revolucionario, como el iPhone (y artilugios similares) está tan cuestionado por las ciencias del aprendizaje y de las emociones?
La oposición no es contra los artilugios per se. La oposición se finca en su uso. ¿Cómo y cuánto tiempo se usa? ¿Qué otras actividades se dejan de hacer por el uso de los artilugios? Son las preguntas adecuadas. Hoy sabemos gracias a dichas ciencias que los niños aprenden mejor, el mismo contenido, cuando es enseñado por un ser humano presencial que por una pantalla. Sabemos que los niños han dejado de realizar actividades esenciales para su desarrollo mental y físico por estar más tiempo pegados a la pantalla. Ahora juegan, exploran e interactúan menos con otros seres humanos. Entre menos jugamos, exploramos e interactuamos, menos permitimos el crecimiento de redes neuronales intrínsecas que nos harán más estables emocionalmente, más sociales, más lectores y más creativos.
El tiempo que los niños, y sobre todo los jóvenes, dedican a las pantallas es mucho mayor que el que duermen. Además, debemos recordar que los artilugios y sus programas están diseñados para explotar la ansiedad de todos nosotros –porque cada notificación del teléfono equivale a un ruido extraño en la selva–. El cerebro automáticamente responde a la distracción y deja de concentrarse en la actividad profunda que implica la lectura, el estudio, el pensamiento crítico o la creatividad.
También sabemos que los jóvenes que están menos tiempo frente a las pantallas reportan ser más felices. Dichas ciencias, junto con la de los hábitos (lo que hacemos con frecuencia se incrusta en el cerebro como patrón o red neuronal), cambiarán, por completo, las formas en las que criamos y educamos a los niños, en las que resolvemos los problemas de depresión, soledad, angustia, rencor y tristeza y las formas en la que enseñamos valores y formamos a los líderes del mañana. Una manera de resolver el dilema entre la marcha tecnológica y el aprendizaje es que los medios y artilugios digitales deben ser vistos como complemento a la interacción humana real, presencial, de carne y hueso, pero nunca como sustituto.
Hace pocos días, me sorprendió ver en la prensa que fue radicada en el Congreso de la República una iniciativa que busca prohibir el uso de celulares en los colegios del país; cuyos autores son los representantes a la Cámara, liberales, por cierto, Rodrigo Rojas y Julio Carrasquilla, el Proyecto de Ley 99 de 2018 Cámara pretende por un lado prohibir el ingreso de dispositivos de celulares a los colegios hasta el grado noveno y adicionalmente restringir su uso en las aulas de clase por parte de alumnos y profesores de preescolar, educación básica y media.
razón que presentan los autores de la iniciativa, es que hay un gran porcentaje de menores en Colombia que tienen celular y generando en ellos un alto grado de dependencia a estos dispositivos.
Argumentan que con esta prohibición se logrará: (i) reducir el tiempo de exposición de los menores a estos aparatos; (ii) fomentar que su uso se realice bajo la supervisión de sus progenitores; (iii) garantizar que estos dispositivos no interfieran en la enseñanza dentro de las aulas, con el ejemplo de los profesores y (iv) que sean los establecimientos educativos los que tengan el control de los aparatos tecnológicos que usan los alumnos hasta noveno grado, de tal forma que sean estos quienes orienten su uso durante el tiempo en que los menores permanecen en estos .
El experto en educación y pedagogía, Mark Prensky, habló por primera vez del término “Nativo Digital” en el año 2001 en su famoso artículo “On the Horizon”, donde cuenta cómo los estudiantes de hoy nacieron y se han desarrollado rodeados de tecnología, la cual se convirtió en su lenguaje principal y cotidiano.
Gracias al entorno digital, los niños y niñas de los colegios en todo el mundo, hoy tienen una estructura mental diferente a la de su anterior generación, los Migrantes Digitales. Por el contrario, estos últimos aprendieron el lenguaje de la tecnología como una segunda lengua.
Es un hecho que los estudiantes de hoy piensan, razonan y procesan la información de manera diferente. Por ejemplo, usualmente no leen de izquierda a derecha, de arriba a abajo como lo solíamos hacer, sino que van escaneando la información tomando rápidamente los elementos que les interesan y lo que para ellos es relevante. Varios expertos y científicos que han estudiado el tema indican que incluso la estructura física de su cerebro se ha modificado.
Está soportado y es cierto que uno de los efectos que se le atribuyen al entorno digital en nuestras mentes es la pérdida de la capacidad de atención. Hoy sin duda alguna, a todos nos cuesta mucho más trabajo quedarnos leyendo un libro de principio a fin con atención en largos periodos de tiempo continuados. También es cierto que, a su vez, estar conectados nos ha permitido desarrollar unas capacidades diferentes como por ejemplo…
Esta nueva realidad digital nos impone retos muy importantes que debemos enfrentar como sociedad, desde el estado y las instituciones educativas donde los los educadores y por supuesto, los padres de familia jugamos un rol fundamental. No podemos cerrar los ojos ante hechos evidentes y circunstancias que no van a desaparecer. La tecnología llegó para quedarse y hay que asumirla con sus inmensas virtudes pero también con sus complejidades y riesgos.
Lo primero que debemos hacer es enfrentar y ponerle la cara a estos debates como sociedad. No podemos escondernos debajo de la mesa para evitar hablar y discutir sobre estos temas y en eso los representantes Rojas y Carrasquilla, creo yo, han acertado pues con su iniciativa legislativa han puesto el dedo sobre la llaga. Igual lo están haciendo los medios de comunicación al tratar este tema y abrir el debate poniéndonos a opinar.
El estado, en este caso el Ministerio de Tecnologías de la información y las Comunicaciones también ha venido trabajando este tipo de problemáticas con políticas públicas serias y estructuradas. Por ejemplo, dicha cartera ha venido implementando una completa estrategia de apropiación de tecnologías a través del programa en TIC Confío, el cual busca acompañar a la sociedad, especialmente a niños y niñas, en el relacionamiento responsable con las herramientas tecnológicas, las redes sociales y el uso de Internet.
Con el programa Computadores Para Educar se logró mejorar el índice de repitencia, de deserción escolar y de acceso a la educación superior incorporando tecnologías al proceso educativo de estudiantes en instituciones educativas públicas del país.
Las instituciones educativas sin duda alguna, creo yo, tienen una importante tarea por hacer. Lo primero es lograr que sus modelos educativos sean adaptados a esa nueva realidad tecnológica. Los profesores tienen que ser capacitados y entender el entorno digital en todas sus expresiones y elementos. Los estudiantes de hoy no son las mismas personas para las que se creó el sistema educativo y los colegios deben reaccionar. De lo contrario, va a ser un monólogo pues los estudiantes no entienden el lenguaje de los profesores ni los maestros el de los primeros.
Los padres igual, debemos capacitarnos para entender el universo digital. Cuando yo era niño y quería salir de mi casa a comprar un helado, mis padres me daban unas recomendaciones basados en sus conocimientos. No vayas a salir de noche… no vayas a coger por esa calle que es peligrosa y no vayas a recibirle nada a nadie, ni hables con extraños en el camino. Siempre debes ir acompañado de un adulto, me decían. Eso mismo debemos hacer los padres en el mundo digital en el que hoy viven nuestros hijos. Debemos acompañarlos en el relacionamiento con la tecnología, y debemos darles recomendaciones para que puedan evitar los riesgos que hay en este nuevo entorno.
Que los niños y niñas de hoy sean Nativos Digitales no significa que hayan nacido aprendidos. Y para poder tener éxito en esa tarea, padres, profesores e instituciones educativas debemos conocer en detalle y con rigor el entorno digital, los riesgos, las nuevas tecnologías y las herramientas que utilizan los jóvenes en su día a día. De lo contrario no vamos a poder hacerles recomendaciones efectivas.
Esa es una vía. La otra, que la han tomado algunos pocos países, es la prohibición. En Francia, modelo en el que se basa el proyecto de ley colombiano, se prohibió el uso de estos dispositivos en horas de clase a través de una ley en el año 2010. Ahora en septiembre entró en vigencia una nueva ley en ese país la cual prohíbe el uso de la totalidad de dispositivos móviles en colegios hasta los 15 años, y de 15 en adelante es optativo por parte de las entidades estudiantiles a través de sus manuales internos.
Con lo anterior solo queda en evidencia que el objetivo de la ley de 2010 no tuvo efecto alguno y que los estudiantes de los colegios franceses siguen teniendo y usando sus dispositivos dentro y fuera de las instituciones educativas. Se creyó que con eliminar el generador de un mal hábito en las aulas de clase (el celular), se iba a solucionar el problema y no fue así.
Estudios realizados en el Reino Unido, indican que más del 43% de los estudiantes que asisten a escuelas en donde el celular está prohibido, lo siguen utilizando para aprender a pesar de la prohibición. También encontraron que el 74% de los estudiantes que los usan en escuelas que lo permiten, lo usan para ayudar en el proceso de aprendizaje. Por razones como estas, la ley recientemente aprobada en Francia ha sido calificada de «inútil» por los grupos de la sociedad y por agremiaciones de maestros a nivel nacional.
Yo definitivamente no soy amigo del paternalismo ni de la prohibición. Creo en la capacidad de los seres humanos, y más de los niños, de aprender, de entender y con base en ello, poder tomar decisiones en beneficio propio y de los demás. Las tecnologías traen inmensos beneficios en el entorno escolar. No solo sirven para acceder a la información, investigar, aprender, compartir y además divertir. Es el uso que se les dé, lo que va a sumar o restar en el proceso de aprendizaje. La alfabetización ya no es cuestión de saber leer y escribir, sino también es cuestión de saber utilizar la tecnología, no podemos bajarnos de ese tren porque sería un retroceso con respecto a cómo funciona el mundo.
Los problemas de adicción a la tecnología, la nomophobia (miedo a no poder usar el celular), la ciberdependencia (miedo y ansiedad por no estar conectado) y las cifras que a diario se presentan son reales, pero poner en una ley que se acaban los celulares en los colegios es un retroceso, es paternalismo puro y además es poco realista.
Los adultos somos responsables de preparar en las aulas de clase y fuera de ellas, a los líderes y a los profesionales del futuro y el futuro implica obligatoriamente estar en permanente relacionamiento con la tecnología y aprender a utilizarla. Representantes Rojas y Carrasquilla muchas gracias por el debate, pero por favor, no vendamos el sofá con una medida simplista y cortoplacista. La solución no es prohibir, es capacitar y educar, aunque ello traiga unos retos mucho más complejos y superiores.
Fuente del artículo: https://www.google.com/amp/caracol.com.co/radio/2018/09/04/tecnologia/1536077778_667881.amp.html
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