África/24 Septiembre 2020/elpais.com
Una de cada tres usuarias del la Red en el continente han experimentado alguna forma de violencia de género en línea
El sueño de un Internet que sirva para que las mujeres africanas ganen protagonismo y luchen contra la desigualdad se va esfumando a medida que ganan terreno los trolls, las amenazas y un enorme abanico de formas de violencia en línea. “La tecnología ha abierto espacios para que las mujeres hablen abiertamente donde antes no podían hacerlo. Así que, cuanto más intentamos entrar en este espacio, más violencia recibimos de algunos hombres”, advertía una de las participantes sudafricanas en una investigación sobre la violencia de género en Internet en África. Este estudio, titulado Realidades alternativas, Internet alternativa. La investigación feminista africana para un Internet feminista, revela que casi una de cada tres entrevistadas (28,2%) “informó haber experimentado alguna forma de violencia en línea” y que “estos incidentes se manifestaron como acoso sexual (36%) o como proposiciones sexuales no deseadas, como insultos (33.2%) y como hostigamiento (26.7%) ya sea a través de contactos repetidos o de doxxing” (la publicación de información privada o personal para acosar, intimidar u ofender).
Más de tres mil usuarias de Internet de cinco países africanos, Etiopía, Kenia, Uganda, Senegal y Sudáfrica, han participado en esta investigación que pretendía elaborar una radiografía de la experiencia femenina en el entorno digital. Las investigadoras se ha encontrado con una dura realidad: los patrones de violencia de género y de discriminación de la vida cotidiana que se intentaban exorcizar de la red están cada vez más presentes y hacen que el mundo digital sea cada vez más hostil para las mujeres. El resultado es que las usuarias africanas se autocensuran o abandonan algunos de los espacios de Internet y se frustran las esperanzas de construir escenarios más igualitarios y en los que esas mismas mujeres pudiesen desplegar su potencial.
Además de la cantidad de usuarias que ha vivido experiencias de violencia, esa hostilidad en la red condiciona la manera en la que la usan o, más bien, dejan de usarla. El informe recuerda que la brecha digital de género es mayor en los países africanos. La diferencia del 12% entre hombres y mujeres que usan Internet en todo el mundo, se ensancha hasta el 32,9% en los países del sur global. El clima de hostigamiento y violencia no ayuda a superarla. “Mientras que algunas mujeres responden a la violencia en línea bloqueando a los autores, otras optan por abandonar totalmente los espacios en línea (y los espacios fuera de línea). Algunas que habrían sido nuevas usuarias deciden no acceder a Internet por temor”, advierte el estudio
Las cifras son todavía más evidentes. El 66% de las usuarias africanas entrevistadas reconocieron haber bloqueado a los autores de alguna forma de violencia; pero el 14,5% confesó haber borrado o desactivado alguna de sus cuentas y el 12,2%, haber dejado de usar algún servicio digital después de experiencias de violencia. “Esto no es solo otra forma de autocensura y restricciones a la libertad de expresión de las mujeres, sino el borrado completo de sus identidades y presencia digitales. Una sola experiencia negativa, o repetidas interacciones adversas, en los espacios en línea pueden afectar gravemente a su participación en las plataformas digitales y a su retirada total”, alerta el informe.
Neema Iyer es una de las responsables de la investigación, junto a Bonnita Nyamwire y Sandra Nabulega. Dirige Pollicy, la organización ugandesa que se ha encargado del estudio apoyado por el proyecto Feminist Internet Research Network, de la Association for Progressive Communications, el International Development Research Centre y la cooperación canadiense. Iyer, que es una experta investigadora en tecnología y género, lamenta las pérdidas que esta violencia online provoca: “El impacto más importante de esta violencia es la pérdida de las voces vibrantes de diversas mujeres de diferentes orígenes debido a la autocensura y el miedo. Existe una brecha digital de género muy real y las aportaciones que podrían hacer las mujeres para crear un Internet más inclusivo, más participativo y más hermoso se ven afectadas negativamente porque las opresiones de los espacios fuera de línea se están reproduciendo en los espacios digitales”.
Esa es la principal llamada de alerta, Internet estaba llamado a ser una herramienta de empoderamiento para las africanas y corre el riesgo de convertirse en otro entorno de discriminación. “Nuestra sociedad está profundamente marcada por una perspectiva cultural y religiosa que desplaza y discriminan a las mujeres. Esto es lo que vemos en los espacios online. Hemos visto la reacción a las que los movimientos feministas se enfrentan en el entorno digital. No hay ninguna crítica constructiva. Se trata de avergonzar a la mujer, manchar su imagen y criticar su cuerpo. A pesar de que el movimiento está creciendo y defendiéndose, generando solidaridad, a veces es muy cansado”, señalaba una de las participantes en la investigación desde Etiopía.
En algunos casos, incluso, el entorno digital ha otorgado nuevas herramientas a quienes las discriminan y atacan. La investigación recuerda algunas de esas formas de violencia que en ocasiones pasan desapercibidas: acoso, pirateo para conseguir información sensible o personal, suplantación de personalidad, vigilancia, distribución sin autorización de contenidos personales… Y aunque parezca mentira, las redactoras del informe recuerdan que en algunos países las víctimas del robo de imágenes personales han sido acusadas de distribución de pornografía, cuando esos contenidos se han difundido en el conocido como porno de venganza.
Precisamente, las personas con un perfil más público están especialmente expuestas a esta violencia, que a menudo aparece como una manera de silenciar a la que son preeminentes. “Cuando las periodistas publican o escriben historias que incomodan, son acosadas e insultadas. Reciben insultos por debajo de la cintura, lo que obviamente es acoso sexual. Para humillar a una mujer, atacan por ahí. Para las periodistas y políticas es terrible. En muchos casos optan por no participar en los medios sociales. Al menos en Kenia. Incluyéndome a mí, es por eso que opté por salir de Facebook”, confesaba una participante desde el país de África Oriental.
Paralelamente a las encuestas, la investigación ha hecho un estudio exhaustivo de la legislación en los cinco países que evidencia que las leyes no están defendiendo a las mujeres. Las normas aprobadas para controlar el contenido online, no incorporan un enfoque de género y mucho menos se han preocupado de ser una herramienta para luchar contra esta forma de violencia. De hecho, el informe destaca el ejemplo de Uganda donde la “falta de claridad hace que la ley se convierta efectivamente en un dispositivo para reprimir las voces disidentes y en un instrumento de censura en lugar de un mecanismo para proteger a las mujeres”.
Más allá de la necesidad de que las plataformas digitales ejerzan su responsabilidad de una manera más decidida o de que las leyes estén pensadas realmente para enfrentarse a la violencia basada en el género, las promotoras de la investigación arrojan luz sobre un problema que evidencia la necesidad de repensar Internet. “Este momento”, concluye el informe, “presenta una oportunidad para repensar todo Internet en lugar de tratar de reparar los sistemas rotos. Para muchas mujeres de toda África, los medios sociales son Internet. Y, tal vez los medios sociales han sido un experimento fallido. Teniendo esto en cuenta, podemos seguir pensando críticamente en cómo podemos cocrear un Internet que celebre, aliente y proporcione espacios seguros a un amplio espectro de identidades”.
A la luz de los resultados de su investigación, Neema Iyer recuerda que el reto es “enfrentarse a los sistemas patriarcales que permiten la discriminación y la dominación basándose en el género, la etnia, la orientación sexual, etcétera”. Esta tecnóloga lanza un llamamiento directo: “Necesitamos desmantelar estos sistemas para crear un terreno de juego nivelado donde todas las personas puedan florecer y mostrar su potencial, y a su vez, crear espacios digitales donde el odio y la injusticia no sean la norma”. Reconoce que la apuesta es ambiciosa, pero apela a valores fundamentales como “respeto básico, empatía y cuidado de los demás”. “Tenemos que llevar los espacios digitales a las aulas y a otras instituciones de enseñanza (que la covid-19 ya ha acelerado) y empezar a enseñar empatía, inclusión y comportamientos éticos a una edad temprana”, sentencia.
Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/15/planeta_futuro/1600154387_961604.html