Por: Erick Juárez Pineda*
Aunque la propuesta del nuevo Marco Curricular y Plan de Estudios 2022 procura una educación inclusiva, donde los alumnos tengan “la posibilidad de cooperar, afrontar conflictos y la capacidad de disentir a partir del ejercicio del juicio crítico” (p. 122), la discusión pública de esta reforma ha estado plagada de intolerancia, descalificaciones, cerrazón y apatía.
En el documento de trabajo se leé que “la base para la resolución de conflictos es el diálogo y la mediación, favoreciendo en todo momento la empatía, así como el intercambio crítico y la reflexión colectiva” (p. 137); incluso señala que buscan la formación de “ciudadanos libres, tolerantes y sensibles” (p. 123). Sin embargo, esto dista mucho de los hechos de las autoridades educativas.
Para lograr un robustecido debate es necesario considerar todas las opiniones, puntos de vista y posicionamientos epistemológicos, teóricos, metodológicos, políticos e ideológicos. En cambio, durante los últimos días hemos visto desencuentros lamentables en esta discusión.
Por un lado, miembros de la oposición han establecido en una serie de pronunciamientos surgidos desde el desconocimiento donde defendido las peores prácticas del Peñanietismo: acciones corporativistas, rechazo a la pluralidad de los contextos del ejercicio del derecho a la educación y modelos únicos y rígidos que minimizan el quehacer docente.
En contraparte, existe una incongruencia entre el discurso y la práctica de los funcionarios del gobierno de la 4T, pues aunque los documentos abogan por una apertura a la crítica, el diálogo y la hospitalidad; las acciones más conservadoras, autoritarias e intolerantes han llegado de quien se supone, encabeza esta iniciativa: Marx Arriaga Navarro.
El director general de Materiales Educativos de la SEP ha tachado de neoliberales, traidores, mezquinos, caraduras, clasistas y coloniales a todos aquellos que piensen diferente a él; a quienes se atreven a emitir comentarios críticos y reflexivos sobre la propuesta curricular y sus acciones frente al proyecto.
Incluso, al interior de su mismo partido surgen pleitos que parecen irreconciliables. Recientemente, Arriaga y el politólogo Gibrán Ramírez, protagonizaron una discusión emanada de las disparidades en las declaraciones del funcionario. Se llamaron mentirosos y traidores; y casi bajo el mismo estilo, llenaron sus cuentas con descalificativos y ofensas llenas de odio e intolerancia.
¿Cómo pretenden formar una propuesta educativa incluyente y plural si entre ellos mismos no hay diálogo? ¿Cómo pueden decir que buscan “una educación diferente que fomente el pensamiento crítico”, cuando la persona que encabeza este proyecto no está abierta a otras formas de mirar el mundo? Se creen dueños de la verdad y quien piensa que lo sabe todo, está equivocado.
Irónicamente, aunque dicen que combaten la intolerancia de la derecha, caen en las mismas prácticas. Los extremos se tocan.
Basta ya de autoritarismos y de posiciones extremas.
La propuesta curricular tiene algunas cosas rescatables y otras más por mejorar. El problema es que no hubo humildad para escuchar aportaciones, ni hospitalidad hacia el desacuerdo. Consideraron que quien opinaba diferente era su enemigo.
Ya lo decían los zapatistas: “El buen cazador no es el buen tirador, sino el que es buen escuchador. Porque oír, todos oyen, pero escuchar quiere decir descubrir lo que cada sonido significa.”
*Periodista especializado en educación
Para Miriam, por su hospitalidad.
Bueno y bonito