Educar en esperanza

Por: Mariana González Morales*

La pandemia llegó y todo se transformó. Actualmente vivimos en la duda, en el miedo, en la incertidumbre. Recuerdo los primeros días de junio del presente, en donde uno de mis profesores preguntó ¿qué es educar? A lo que un compañero y gran amigo contestó: “implica brindar herramientas para que los alumnos comprendan el mundo y a sí mismos”. Al escucharlo, estuve totalmente de acuerdo, pero esto me llevó a cuestionarme ¿nosotros como estudiantes contamos con las herramientas necesarias y/o suficientes para comprender el mundo y a nosotros como parte del mismo? ¿la escuela, los profesores de hoy aportan más allá que la simple reproducción de conocimientos y contenidos?

Sin duda tengo un posicionamiento ante lo planteado, no me atrevo a decir que todos los docentes llevan sus prácticas bajo los mismos modelos, valores, principios e intereses. Pues cada uno plasma un poco de sí en cada movimiento y en cada decisión. Pareciera que parten del mismo objetivo que es impactar en el desarrollo profesional y personal de cada uno de nosotros los estudiantes. Habrá quienes estén de acuerdo, algunos que “obvien” lo dicho y otros que difieran. Sin embargo, más allá de las posturas que cada uno pueda tener y haciendo a un lado los cuestionamientos sobre la práctica docente, también me pregunto ¿quién se preocupa por los profesionales de la educación? ¿quién vela por su desarrollo personal y profesional?

Hace algunos días, le pregunté a una académica de la Universidad Iberoamericana Puebla quien es docente de la Licenciatura en Procesos Educativos, sobre el reto o los retos más grandes a los que se enfrentan los docentes en el mundo actual. Dentro de sus respuestas, hubo una que llamó mi atención, pues comentó que los docentes no cuentan con herramientas necesarias que les permitan enfrentar los diferentes contextos. Al escucharla coincidí también en que la escuela es un espacio privilegiado para la transformación social en donde actualmente los compromisos y responsabilidades que tienen los docentes se han visto en incremento.

La sociedad actual, exige a un profesor “sabelotodo”, que enseñe a sumar, pero que también sea psicólogo, doctor y nutriólogo. Pareciera que la responsabilidad se concentra en una figura nada más, cuando no es la única dentro del proceso educativo. No es noticia decir que somos parte de un sistema lleno de jerarquías, poder y desigualdad. Que interesante es escuchar los discursos políticos o leer el Plan Nacional de Desarrollo, la Ley General de Educación, el Programa Sectorial y otros documentos que dan a conocer el interés por poner en el centro al educando, pero… ¿y los profesores? ¿ellos en dónde están ubicados? Las políticas públicas actuales propuestas por el gobierno en curso hablan de revalorizar al docente, ¿realmente esto se está llevando a cabo?

La respuesta más fácil y rápida podría ser que el sistema o específicamente “los de arriba” son quienes tienen los recursos materiales, económicos y humanos para impulsar, transformar y recuperar el papel tan importante que los docentes presentan ante el proceso de transformación de los estudiantes. Llevamos años siendo cómplices observando que esto no ha sucedido del todo. La académica que mencioné, comentó que los profesionales de la educación se ven en la urgencia de reencontrar y reconstruir su propio valor como docentes, tarea complicada ya que se debe romper con barreras sociales y estructurales.

Para ir concluyendo, retomaré las palabras del Doctor Martín López Calva, quien en gran parte de sus artículos menciona que un profesional de la educación es un profesional de la esperanza. Conociendo el panorama actual del contexto educativo mexicano, las funciones, la poca o mucha responsabilidad asumida por parte de autoridades, padres de familia; la pregunta para cerrar y reflexionar es ¿cómo generar esperanza en contextos tan complicados? ¿cómo esperanzar a los que deben de ir a esperanzar a otros?

Asumamos responsabilidades, no le huyamos a los que nos toca. Y no, no estoy romantizando a la educación, a sus procesos y actores. Sencillamente creo que la duda, la incertidumbre a la que hoy nos enfrentamos es una oportunidad para replantear nuestro quehacer educativo, en pro del bienestar integral de cada uno de nosotros, sin importar el rol que tengamos. Si eres un profesional de la esperanza y estás leyendo esto, gracias por formarnos en esperanza en un mundo tan desesperanzador.

 *Mariana González Morales, perteneciente al Consejo Estudiantil de Representantes de la Licenciatura en Procesos Educativos, de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Texto realizado en el marco del Laboratorio de Periodismo y Política Educativa 2022

Fuente de la información: https://www.educacionfutura.org

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