Por: Karina Batthyány
Recordemos a modo de contexto general que los países de nuestra región tienen un panorama económico más que complejo. Al menor crecimiento económico, se suman en nuestros países las presiones inflacionarias, el bajo dinamismo de la creación del empleo, las caídas de la inversión y crecientes demandas sociales que vuelven a observarse en las calles de América Latina y el Caribe.
Esta situación se traduce en desafíos muy importantes por supuesto para la política macroeconómica que tiene que conciliar políticas que impulsen la reactivación económica, pero también con políticas dirigidas a controlar la inflación y a dar sostenibilidad a las cuentas y finanzas públicas.
Al escenario complejo desde el punto de vista interno de nuestra región, tenemos que agregar el escenario internacional, donde un elemento central es la guerra entre la Federación de Rusia y Ucrania, que ocasiona crecientes tensiones desde el punto de vista geopolítico, pero también un menor dinamismo del crecimiento económico global: una menor disponibilidad en materia de alimentos –nada más ni nada menos– y aumentos en el precio de la energía que incrementan esas presiones inflacionarias que ya venían dándose como resultado de la post pandemia del COVID-19.
Recordemos también que la CEPAL está proyectando para este 2022 que América del Sur crecerá solo un 2.6% (el año pasado creció un 7%), que Centroamérica y México van a crecer un 2.5% (el año pasado lo hicieron en el entorno del 6%) y que el Caribe va a ser la única sub región de nuestra región que va a crecer casi un 5% (en comparación con el 4% que creció en el año anterior).
Además, hay un aumento de la pobreza por sexto año consecutivo y la desigualdad también sigue aumentando, quebrando esa tendencia a la baja que se había iniciado en el entorno de 2002 hasta el 2014 de manera ininterrumpida. También tenemos que sumarle la crisis en la educación en términos de los problemas de continuidad, las brechas de aprendizaje, el aumento del abandono, que son un tema realmente complejo para nuestra región.
En este panorama, la situación laboral de América Latina y el Caribe, dio algunas muestras de recuperación parcial –muy parcial– durante 2021 tras la crisis causada por la pandemia, los distanciamientos y las cuarentenas en 2020. La tasa de participación laboral y el empleo registraron leves mejoras, pero algunos de los grupos más afectados por el impacto de la pandemia, como las mujeres y las personas mayoritariamente mujeres que trabajan en el servicio doméstico, siguen presentando grandes rezagos en comparación con la situación previa a la pandemia.
La recuperación parcial de la demanda local y la influencia del entorno internacional en los costos de producción, inciden en el aumento de la inflación regional, y esto afecta a los salarios mínimos y los salarios reales. Dicho de manera más sencilla: estamos observando una caída en materia salarial y en materia de salarios reales en la región.
Los salarios reales se encuentran más rezagados que la reactivación del empleo, es decir, la recuperación salarial no acompaña a la recuperación del empleo que se observa en la región, siempre comparando con los niveles anteriores a la pandemia. Y allí algunos grupos particularmente afectados como son las mujeres, los y las jóvenes y los y las trabajadoras menos calificadas, donde también observamos además un fuerte conjunto de trabajadores migrantes que están padeciendo esta crisis con mayor intensidad.
Si miramos la primera de estas dimensiones, la de género, que afecta a las mujeres, la pandemia ocasionó una salida muy importante de las mujeres del mercado de trabajo (una salida total o parcial), con una importante pérdida de ingresos y un aumento de la sobrecarga de cuidados durante las situaciones de pandemia. Mientras que la tasa de desocupación masculina pasó del 10% a fines del segundo trimestre de 2020 a 7% a fines del primer trimestre de 2022 (con una reducción mayor a los 3 puntos porcentuales), la tasa de desocupación femenina registró una disminución solamente de 2 puntos porcentuales en el mismo periodo, es decir, pasó de 12% a 10% del segundo trimestre de 2020 al primer trimestre de 2022.
También a fines del primer trimestre de este año, la tasa de participación laboral femenina se ubicaba en 51% frente a la masculina que es del 74%. Allí observamos una brecha de 23 puntos, y esto tiene que ver con el rezago de la reincorporación de las mujeres en el mercado de trabajo que está condicionado por el atraso en la recuperación de los sectores económicos que concentran el empleo femenino y también, una vez más, por el aumento de la necesidad de cuidados que se manifestó con mucha fuerza tras el inicio de la pandemia.
Además, dicho empleo femenino, tomando los datos de un informe de la CEPAL, se habla de un retroceso de más 18 años en los niveles de la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo, es decir, hemos retrocedido más de 18 años a causa de los efectos de la pandemia.
Esta recuperación que estamos observando en el mercado laboral de América Latina, es desigual, es desigual desde el punto de vista género y es desigual también en relación a los sectores formales o informales y al desempleo. Veamos entonces la región de América Latina y el Caribe, que reanudó su crecimiento económico, pero con una reactivación de los mercados laborales limitados, porque en gran medida se basó en el trabajo informal esa recuperación. Y, por lo tanto, no tuvo una consecuencia directa sobre el desempleo. El desempleo llegó a superar el 10% durante la pandemia, se prevé que va a disminuir al 9% en 2022 y al 8.8% en 2023 de acuerdo a los estudios de la OIT (Organización Internacional del Trabajo). Recordemos que antes de la pandemia nuestra región se ubicaba a niveles de desempleo menores al 8% (7.8% para ser más exacta).
Además, en 10 de los 14 países que brindan estos datos, la tasa de ocupación en este primer trimestre de 2022 no había registrado todavía los niveles del 2019. Y solo en 3 de los 14 países que presentaron los datos para el primer trimestre del 2022, la tasa de participación económica había recuperado los niveles del primer trimestre de 2019.
Además, entre 50% y 80% de las ocupaciones generadas en el proceso de recuperación, han sido en condiciones de informalidad, en una región donde ya sabemos que los niveles de informalidad en el empleo rondan el 50%. Y donde ya sabemos también que estos trabajadores y estas trabajadoras en situación informal, no tienen ningún tipo de acceso a protección social y seguridad social, lo que implicó graves niveles de inseguridad durante la pandemia.
Y, por último, el tema de los jóvenes. Sabemos muy bien que la inserción laboral en la juventud siempre es un tema relevante y desafiante. Allí volvemos a encontrar el empleo juvenil como uno de los más afectados como consecuencia de la pandemia y además donde también se producen brechas de género al interior de este sector de la población entre los y las jóvenes. La brecha de género persiste en los indicadores de empleo juvenil. Tanto la tasa de actividad juvenil como la tasa de empleo, tiene una diferencia de 25 puntos porcentuales menor en el caso de las mujeres en comparación con los varones. Y la brecha en la tasa en el desempleo juvenil, alcanza en promedio los 6 puntos porcentuales, siendo el doble de la que se observa para el total de los trabajadores de la economía. Es decir, vemos cómo estos fenómenos de género también se acentúan en un sector difícil desde el punto de vista de la inserción laboral.
Los problemas justamente de inserción laboral son generalizados entre la población juvenil, aunque se manifiestan por supuesto de manera diferencial de acuerdo a los logros educativos y a la zona de residencia de estos jóvenes. Evidentemente los jóvenes con niveles educativos medio o superior tienen menores dificultades que aquellos que no han completado los niveles medios o que tienen niveles muy básicos de ocupación. Las dificultades de inserción entre los jóvenes disminuyen en estos sectores de mayor nivel educativo o de nivel educativo medio. Los problemas también de calidad de empleo afectan a los jóvenes, y es particularmente importante el nivel de informalidad entre la población joven en el momento de la inserción laboral. La informalidad realmente es mayor que en la población en general. La inserción laboral de la población juvenil, en términos de la calidad del empleo, realmente es bastante deficitaria en comparación con los empleos que obtienen los adultos. Y eso se traduce una vez más también en términos de carencias de protección y de seguridad social.
Entonces, frente a esta situación y estos datos que estamos empezando a conocer de lo que es el desempeño de 2022, marcado por los problemas de nuestra región, pero también por esta coyuntura internacional que se prolonga e implica altos niveles de inflación, encarecimiento de los alimentos, de la energía y de servicios básicos, miremos qué está pasando a nivel del mercado de trabajo y cómo volvemos a colocar una vez más esta discusión sobre la necesidad de discutir nuevas bases para el contrato social, en este caso nuevas bases para los contratos en término sociales desde el punto de vista laboral. Y cómo una vez más, necesitamos fortalecer la participación estatal, las distintas instituciones y particularmente las vinculadas a los sistemas de protección social, para que efectivamente sean universales, sostenibles, integrales, porque si no, si lo miramos desde el punto de vista del mercado de trabajo, la mitad de la población latinoamericana nos está quedando por fuera de esta protección social. Entonces, coloquemos una vez más estos nudos estructurales en el centro de la discusión.
-Me quedé con un dato que me llamó mucho la atención que tiene que ver con el efecto después de la pandemia más dura y restrictiva de 2021, con crecimiento del 7% en América del Sur y al día de hoy las previsiones del 2.6%. Es un cambio enorme, se trató de un cierto efecto rebote después de la pandemia en cuanto a la parálisis total de la economía de la subida muy grande y después regulación… ¿Qué pasó ahí?
-Exacto. Es justamente el efecto rebote que estaba previsto que así fuera. Lo que no estaba previsto es que después de esos niveles de crecimiento, que una parte se explicaban por el rebote, la disminución fuera tan grande en este 2022. Por eso comencé explicando el contexto tanto de las dificultades regionales como las dificultades internacionales, particularmente este conflicto de la guerra de Rusia y Ucrania y el alza en determinadas materias como los alimentos, la energía y la inflación que es la que afecta directamente todo lo expuesto.
https://www.clacso.org/la-mitad-de-la-poblacion-latinoamericana-esta-quedando-por-fuera-de-la-proteccion-social/