Venezuela ¿Una nueva etapa en la lucha social?

Por: Luis Bonilla-Molina[1]

  1. Introducción

El año 2023 inicia con llamados a movilización de la clase trabajadora de las empresas básicas de Guayana, el sector del proletariado industrial con mayor tradición de luchas, así como del magisterio en todos sus niveles y modalidades.  El motivo central es el problema salarial y de condiciones de trabajo, al estar el salario mínimo en unos siete dólares mensuales, y el salario de los y las trabajadores de la educación por debajo de los cincuenta dólares mensuales para las máximas categorías docentes. Esto en medio de una sostenida inflación y devaluación del bolívar, que colocan el precio de cada producto de la cesta básica por encima del que encontramos en la mayoría de países de la región.

Ciertamente, las criminales medidas coercitivas norteamericanas y de las naciones imperialistas europeas han afectado la economía nacional, pero aún en este contexto, el problema es de democratización de la riqueza. De hecho, países con producto interno bruto per cápita más bajo que Venezuela como el Salvador, gobernado por un ultraderechista, pagan salarios diez veces más altos que los de Venezuela. Cuba revolucionaria, asediada durante sesenta años por el capital trasnacional, con bloqueo y sin grandes riquezas minerales logra pagar salarios docentes cinco veces más altos que los venezolanos.

En este breve artículo trataremos de enunciar las tesis que fundamentan nuestro análisis de la coyuntura actual, los escenarios probables y los desafíos para la construcción de una organización revolucionaria que acompañe las luchas de la clase trabajadora, promoviendo la autonomía gremial y las resistencias sindicales anticapitalistas.

2. El debate pendiente sobre el ciclo

En los últimos años la izquierda venezolana se ha enfrascado en análisis sobre el chavismo, el madurismo y sus oposiciones, perdiendo la perspectiva de ciclo de crisis del capital en el país, esto impide la construcción de una fuerte posición anticapitalista y de organizaciones revolucionarias de masas.

Desde mi punto de vista, el actual ciclo de crisis sistémica del capitalismo dependiente, neocolonial y rentista venezolano se inicia en 1983 con el llamado viernes negro, periodo que sigue abierto y no ha culminado. Sus rasgos fundamentales son la incapacidad de la burguesía de sostener y/o construir un instrumento político que logre consensos de conciliación de clases y sea capaz de contener al movimiento social, especialmente a la clase trabajadora. Esta crisis ha sido una oportunidad para edificar un partido revolucionario de masas, pero la crisis de representación burguesa coincidió con la caída del muro de Berlín y las derrotas de la izquierda insurreccional lo cual llevó a la mayoría de la izquierda a la política de frentes populares con la llamada burguesía progresista, impidiendo avanzar hacia una organización con influencia de masas. El periodo chavista (1999-2012) a pesar de la recuperación de la agenda social y el protagonismo ciudadano sin precedentes, no logró desanudar el nudo Giordano de la conciliación de clases, imposibilitado en consecuencia, de resolver la crisis inaugurada en 1983.

Este cisma fue la confluencia de múltiples factores de los cuales no hemos salido aún, y tiene entre otros, estos momentos claves:

  1. El desembarco de la globalización neoliberal que supone la apertura de fronteras y el rompimiento del proteccionismo de los Estados nacionales al capital de cada país;
  2. La fuerte relación de las representaciones partidarias pro sistemas capitalista con las burguesías nacionales y el imperialismo norteamericano, como administradores de esta relación armónica que rompe la globalización neoliberal. Estos instrumentos políticos (AD, COPEI, URD) son incapaces de adaptarse al modelo posfordista y entran en contradicciones, luchas internas y decadencia. El capitalismo trasnacional se queda sin una representación partidaria sólida y con capacidad de contención del movimiento social;
  3. El Caracazo expresó en términos prácticos la perdida de auténtica capacidad de mediación de los partidos burgueses, pero también de las izquierdas que fueron observadores de un fenómeno tan crucial y no parte central del fenómeno;
  4. Los militares Bolivarianos que emergen en 1992 (4F y 27N) fueron vistos por un sector burgués y buena parte de la izquierda como una tabla de salvación, que resolviera sus incapacidades para construir representaciones con influencia de masas en la década de los noventa;
  5. El capitalismo humano de Chávez 1996-2004 era una entelequia que no resolvía la crisis sistémica, pero garantizaba la contención social. Más aún después del apoyo popular contra el golpe de Estado de 2002. El resto de la izquierda fue incapaz de construir un instrumento político con influencia de masas a la izquierda del chavismo;
  6. El golpe de Estado de 2002 genera una radicalización del proyecto bolivariano, pero al perder la alianza con la burguesía miquelenista opta por avanzar en la construcción de su propia burguesía importadora, en lo que se denominó el proyecto económico del movimiento bolivariano. La derecha refuerza su posición empresarial y anti agenda social que la consume progresivamente. El golpe de Estado de 2002, generó dos orientaciones frente populistas en el chavismo, una como lo dijimos de creación de una nueva burguesía revolucionaria y, el otro de construcción de poder popular, con la esperanza que esto construyera armonía alrededor de un nuevo frente popular de conciliación de clases. Sin embargo, lo que comenzó a ocurrir (2007-2008) fueron roces y contradicciones entre los dos procesos, que llevó en el año 2009 a la eclosión de un enfrentamiento ya no solapado entre representantes de ambos sectores, con etiquetas de ambos lados de “contrarrevolucionarios”, “infiltrados”, que tensionó de manera severa la administración pública y la propia dinámica del partido de gobierno;
  7. El chavismo asume como propia la narrativa de izquierda (2004-2012) aunque sigue nadando entre dos aguas, con un proyecto de construcción de poder popular, paralelo a la de la conformación de la nueva burguesía. La izquierda se divide entre la sumisión más tenaz y el infantilismo izquierdista rupturista;
  8. Como señalamos en el punto “f”, en el año 2009 el choque evidente de los dos proyectos paralelos que adquirieron dinámicas propias a partir de 2002, pero con orígenes teóricos en la propia Agenda Alternativa Bolivariana (1996) y la política de frente popular, generó un intento de develarlo y buscar salida desde la perspectiva del movimiento popular en el evento del Centro Internacional Miranda, que se popularizó por la crítica al hiperliderazgo. Por cierto, Chávez en 2011 reconocería como ciertas y válidas las críticas que se le hicieran en el CIM que conllevaban a la necesidad de una dirección colectiva del proceso bolivariano;
  9. La enfermedad y muerte de Chávez se convirtieron en un largo episodio de pugnas de baja intensidad de dos proyectos bolivarianos, mientras las representaciones políticas de la derecha pugnaban por la vuelta a la normalidad anterior a 1983, mostrando que no entendían el nuevo momento del capitalismo global;
  10. La muerte de Chávez y la llegada de Maduro al poder, expresa una nueva situación de hegemonía del proyecto de burguesía revolucionaria sobre el de poder popular. En el periodo 2013-2017 la nueva burguesía revolucionaria procura terminar de liquidar a la vieja burguesía y convertirse en el factor hegemónico, con narrativas antiimperialistas que abandonan el compromiso por la justicia social. El cenit de este proceso fueron los enfrentamientos callejeros y la muerte de venezolanos, como expresión de la confrontación de las dos fracciones burguesas;
  11. La derrota militar de la derecha política insurreccional y el recrudecimiento de las sanciones imperialistas, fuerza a un giro hacia la negociación y la construcción de espacios de cohabitación entre las burguesías (2018-2023) que se muestran públicamente en los llamados diálogos de México, pero que en realidad tienen lugar de enunciación en las negociaciones directas de las administraciones norteamericana y Maduro;
  12. Maduro apuesta los últimos años, a convertirse en el arquitecto o facilitador de nuevas representaciones políticas que garanticen la aplicación de programas de ajuste capitalista, con contención de masas. El problema es que, en este momento, el tema salarial opera como el gran problema a resolver para seguir avanzando en esa dirección.

Estos hitos no resuelven la crisis burguesa que se inaugura en 1983 y forman parte de las tareas por resolver para la dominación o la transformación radical de la sociedad venezolana. Nuestra tesis es qué dentro del ciclo del capitalismo, seguimos en la crisis que se inicia con el viernes negro.

3. El gobierno en la actual coyuntura

Como hemos sostenido en otros artículos, se equivocan quienes ven a Maduro como un personaje débil y pusilánime. Nicolás Maduro podrá no ser hombre culto, pero es uno de los políticos más habilidosos para sostenerse en el poder, que hemos conocido en la política venezolana de los últimos cien años. Este es un primer error que se suele cometer a la hora de realizar análisis y construir definiciones tácticas y estratégicas. Maduro ha logrado:

  1. Dividir en decenas de pedazos a la derecha, usando las bondades de un Estado rentista, que aún sancionado comercialmente puede obtener importantes ingresos fiscales;
  2. Usar el antiimperialismo como un comodín, no solo para consolidar una nueva “burguesía revolucionaria”, sino, además, a diferencia de Chávez, generar un proceso de entendimiento cada día más claro con la vieja burguesía de la cuarta República;
  3. Debilitar a todas las oposiciones de izquierda, ya sea judicializando sus representaciones partidarias y expropiando tarjetas electorales, rompiendo e interfiriendo en cualquier vínculo real entre resistencias sociales y organizaciones políticas. La represión selectiva y puntual, sobre focos de conflictividad fabril y en la estructura del gobierno han hecho imposible construir un tejido social de resistencia consistente;
  4. Mantener la unidad interna del partido de gobierno, que siempre ha sido un instrumento político “sui generis”, que opera como un correaje para instrumentalizar las políticas oficiales. La renovación generacional ha permitido marginar a cuadros históricos, algunos de ellos provenientes de experiencias de izquierda radical, dejando al mando de la organización a la burocracia que gravita alrededor del aparato del Estado. No obstante, el PSUV sigue siendo el partido político con mejor estructura nacional y capacidad de incidencia en la política;
  5. Aunque no ha podido judicializar al Partido Comunista de Venezuela (PCV), organización que rompiera en 2018 con el gobierno de Maduro, ha generado una campaña de ataques a su política, que aunado a los errores que ese partido ha cometido, ha impedido que sea un instrumento que canalice las resistencias ciudadanas ante la política de conciliación de clases que se han impuesto;
  6. Ha logrado implementar un programa de ajuste estructural, propio de las recetas neoliberales, maquillado como la única solución para sobrevivir a las medidas coercitivas unilaterales y propiciar su aflojamiento. Esto ha hecho que la importante base social que sigue apoyándole, defienda el ajuste neoliberal como el mal menor, popularizando la idea de sobrevivir a cualquier costo, incluida la capitulación al capitalismo neoliberal;
  7. Ha evitado hasta ahora un estallido social y es el único arquitecto político, con fuerza necesaria para construir una transición que no asuste a los Estados Unidos;
  8. Ha abandonado el programa socialista y el norte anticapitalista, sin mayores traumas de gobernabilidad, creando las bases para un nuevo modelo de alternancia en el poder donde el chavismo evolucione hacia una nueva forma de socialdemocracia nacional;
  9. Generó unas terribles condiciones materiales de vida para la población trabajadora, sin que se construya un polo de referencia alternativo, algo insospechado en cualquier análisis político al final del mandato de Chávez;
  10. Finalmente, ha usado el crecimiento económico de los dos últimos años para fortalecer la alianza de las burguesías, mediante la generación de unas condiciones materiales de vida para ella (restaurantes, centros comerciales, concesionarios de carros de lujo, conciertos, etc.), que hace posible unificarse y plantearse modelos de alternancia u otras fórmulas, que se sostienen sobre terribles condiciones para la clase trabajadora.

Maduro pasó de ser el Fuché de la política nacional (1992-2012), a ser el terminator del programa socialista (2013-2017) y el arquitecto de la instauración de un capitalismo neoliberal renovado (2018-2023). Hoy, salvo que ocurra un evento que cambie la actual correlación de fuerzas, es el hombre fuerte de la política venezolana y es imposible construir una política alternativa que no coloque los pies sobre la tierra en esta materia.

4. El antiimperialismo en el juego de máscaras

La inmensa mayoría de la izquierda venezolana está atrapada en el discurso de las contradicciones inter capitalistas, fundamentada en la inminencia de una confrontación entre EEUU-China, EEUU-Rusia, EEUU versus China-Rusia. Este problema teórico-ideológico resulta funcional al juego de máscaras, que desde el gobierno se impone, para desmantelar la idea socialista y poner en marcha un nuevo modelo de acumulación capitalista en Venezuela.

Ciertamente, la globalización neoliberal al fomentar la preeminencia del capital trasnacional sobre el capital nacional, elevó las tensiones entre el capital financiero e industrial internacional norteamericano, Chino y Ruso. Pero Rusia ha desarrollado un modelo capitalista feroz, de alta competitividad, mientras que el milagro chino es el de su alineación con la Organización Mundial de Comercio (OMC), el desarrollo de un modelo de sobre explotación laboral para garantizar el crecimiento del PIB y de sociedad autoritaria.

Las draconianas reformas laborales europeas no son otra cosa que el efecto Pigmalión del modelo chino sobre el mundo del trabajo europeo y el capitalismo occidental.

El sistema mundo capitalista mundial tiene hoy cinco grandes pilares: EEUU, China, Rusia, la Unión Europea y los BRICs, qué por supuesto tienen fricciones como cualquier bloque de mercaderes, pero a diferencia de otro momento histórico las tensiones se resuelven por la vía de acuerdos mínimos y no por la vía militar.

Estas tensiones, propias de un maridaje en construcción, lejos de modelar un mundo multipolar, promueven una nueva forma de gobierno mundial del capital, donde co-habiten como regentes EEUU, China y Rusia, intentando conjurar una muy poco probable confrontación militar-atómica entre ellas. La convergencia China-Rusa-Norteamericana pasa por el abandono del ideario de libertades democráticas y la constitución progresiva de modelos de “democracia autoritaria”. La democracia burguesa liberal está en su fase de ocaso y la incomprensión de este fenómeno impide que una parte importante de la izquierda entienda el resurgimiento de la ultraderecha y el neo fascismo, no como un fenómeno aislado, sino como algo que llega con la intención de quedarse.

La Organización Mundial de Comercio (OMC), creada en plena década neoliberal, ha sido la encargada no solo de la ingeniería genética del embrión del nuevo imperio capitalista tricéfalo, sino que además es la partera de ese engendro. Por ello, el presidente de China dice en el Foro Mundial de Davos (2022) que para esa nación asiática lo principal es fortalecer a la OMC y garantizar que nadie se descarrile de la globalización. En ese contexto debemos valorar y entender los enfrentamientos armados localizados de las últimas décadas.

La guerra de Ucrania ha significado ganancias económicas importantes para EEUU, China y Rusia, así como la destrucción del potencial geopolítico de la Unión Europea, un paso necesario para cualquier entendimiento estratégico entre las tres cabezas principales del capitalismo del siglo XXI (EEUU, China y Rusia). Sin embargo, la izquierda venezolana sigue ridículamente atrapada en el “campismo”.

En este escenario de acuerdos en construcción, Latinoamérica sigue siendo la zona natural de influencia de los EEUU. Por ello, acercarse a los rusos o chinos procurando protección contra los Estados Unidos resulta por lo menos infantil. Los rusos y chinos alimentan esa ilusión para contar con “barajas” con las cuales ofrecer intermediación, a la hora de avanzar en negociaciones estratégicas con sus pares gringos.

En realidad, esgrimir antiimperialismo norteamericano y acercarse a los imperios ruso y chino, ha sido una forma de garantizar la consolidación de la nueva “burguesía revolucionaria” importadora y parasitaria, facilitando formas novedosas de negocios en el mercado internacional que le hagan competitiva a la hora de volver a la “normalidad internacional”. Por otra parte, el énfasis en los negocios con China y Rusia, y no en lo ideológico de parte de la burguesía revolucionaria, construye tranquilidad en los norteamericanos sobre las verdaderas motivaciones (económicas) del “antiimperialismo” del gobierno venezolano.

Un auténtico antiimperialismo, en el marco de la globalización neoliberal, tiene en el anticapitalismo un punto infranqueable. Es fundamental el papel de los y las revolucionarias en educar al pueblo respecto al carácter capitalista de Rusia y China y la auténtica naturaleza de sus tensiones, así como la tendencia al acuerdo más que a la confrontación entre ellos como signo de los nuevos tiempos.  Sin esta distinción, resulta muy difuso para el trabajador común entender cómo hay que aliarse con un gobierno que persigue a los sindicatos y líderes obreros (China y Rusia), contra otra nación colonialista.

5. La oposición de derechas

Las derechas en Venezuela son como barcos solitarios navegando en medio de una tormenta, sin darse cuenta que su casco está perforado y la nave hace aguas. Apuestan por un gobierno de emprendedores –algo en lo cual el gobierno de Maduro les ha tomado la delantera- y donde cada quien gestione su propia seguridad social.

El surgimiento del “gobierno interino” de Guaidó ha servido para demostrar que la derecha lo que en realidad busca es apropiarse de la renta petrolera, ya sea a través de la intermediación con la fracción de la burguesía venezolana que la sustenta o de la apropiación a través de la corrupción.

El gobierno no persigue ni encarcela a Guaidó, como forma de demostrar que se puede entender con la otra fracción burguesa, incluso a niveles de impunidad. Los norteamericanos lo entienden y por eso en las mesas de negociación de México proponen liberar recursos que sean co-administrados por ambas fracciones de la burguesía.

A estas alturas lo que más le preocupa al Pentágono, como se desprende entre líneas de la declaración reciente de Ned Price, su vocero, es la posibilidad de una rebelión nacional popular, porque ello, quieren apurar el acuerdo gobierno-oposición antes de 2024.

La derecha venezolana hoy es alternativa solo para un segmento de la población altamente ideologizado contra el socialismo, los progresismos y la agenda social. Para el común de la población la derecha convive con el gobierno y forma parte de intereses económicos de enriquecimiento, barnizado con discursos ideológicos.

Construir una alternativa electoral de la derecha, pasa por acordar la forma como “venderán” a sus bases y electores, la idea de una alternancia en el gobierno con el madurismo, como intento de estabilización política y de nueva gobernabilidad.

No la tienen fácil, porque todo parece indicar que cada una de las fracciones de derecha tiene una “puerta trasera” de entendimiento con el gobierno, que a su vez tensiona para impedir un acuerdo que no coloque como su arquitecto y árbitro al madurismo.

6. La izquierda radical en su laberinto

Sin negar o desestimar la injerencia del poder contra las organizaciones políticas, debemos decir, que la izquierda revolucionaria fue absolutamente incompetente para aprovechar la correlación de fuerzas generada entre 1989-2012 en función de construir un partido revolucionario de masas. Sectores importantes fueron absorbidos por el Movimiento Quinta República y otros con la creación del PSUV. El llamado de Chávez, en la tradición soviética, de construir un partido único encontró oposiciones en partidos como el PPT[2], Tupamaros o PCV[3], que siguieron siendo partidos de cuadros o propaganda, sin llegar a convertirse en organizaciones de masas. El Gran Polo Patriótico (GPP), creado posteriormente, operó más a la cola del PSUV que como factor capaz de generar alternativas de gran alcance.

Por ello, la disidencia al proceso de restauración neoliberal (2013-2023) fue tan lento. Mientras el PPT y Tupamaros fueron judicializados sin mayores resistencias de masas, el PCV[4], con mayor tradición y con una estructura sólida ha podido superar el trauma de la separación del gobierno sin desprendimientos importantes ni coaptación gubernamental.

No obstante, los intentos por construir una plataforma unitaria de lucha y electoral bajo la figura de Alternativa Popular Revolucionaria (APR) han tenido la limitante del viejo paradigma del partido de vanguardia que lidera a los frentes de masa, sin entender que hoy la ecuación tiene que ser distinta para construir una correlación de fuerzas que frene la restauración plena del capitalismo.

El trotskismo quedó atrapado en las disputas internacionales sobre la caracterización de la situación, sin poder avanzar en una plataforma unitaria, abierta y sensible a las nuevas agendas ciudadanas.

El resto de iniciativas quedaron más como opciones declarativas y de principios, que como aparatos políticos con influencia de masas.

Esto está muy vinculado a nuevas exigencias ciudadanas para el pensamiento socialista que la izquierda no quiere leer y hacer suyas, impidiendo con ello construir un instrumento político importante.  Algunas de estas incidencias ciudadanas son:

  1. Las nuevas generaciones no comparten la tradición de liderazgos de izquierda sempiternos. No comparten que un líder permanezca al frente hasta que se muera y apuestan por modelo de dirección más de rotación de cargos. Desde esa perspectiva, un buen liderazgo de izquierda es aquel que construye su relevo en el corto plazo (5-8 años) y es capaz de seguir militando desde la base.  Esto pasa por recrear la cultura del liderazgo desde las organizaciones de base, gremios, sindicatos, entre otros.
  2. El manejo de lo público va más allá de lo ideológico, por lo cual se requiere que quienes estén en cargos públicos cuenten con dilatada experiencia en la gestión no gubernamental (cooperativas, clubes, etc), hayan hecho carrera en las instituciones públicas y sepan del trabajo al cual van a ser designados. Es falso que con solo lo ideológico basta.
  3. Urge una cultura de la transparencia en la gestión de los fondos y recursos públicos, algo que solo construye hegemonía si viene de las practicas partidarias y del movimiento social;
  4. Se necesita más perspectiva crítica para valorar los desempeños en cada uno de los cargos que ocupen militantes, cuidando la alternancia entre cargos y tareas en el movimiento social para contribuir a conjurar la burocratización:
  5. Se necesitan organizaciones más flexibles, alegres y dinámicas
  6. Urge recuperar la confianza, respecto a que la izquierda siempre está del lado de quienes luchan, nunca al lado de un gobierno, incluso aliado, contra el movimiento social.

Las elecciones de 2024 son una prueba de fuego para la izquierda radical, para ver si logra superar los obstáculos para construir instrumento político unitario con influencia de masas.

7. El movimiento social en el centro de la construcción de correlaciones de fuerzas

El lugar de enunciación de la política suele moverse conforme se desplazan los ejes de la lucha de clases y se construyen correlaciones de fuerzas. Voltaire solía decir que todo reordenamiento parte de un centro, y el arte de la ciencia política es precisar ese centro en cada momento histórico y sobre todo como se mueve con relación a los instrumentos partidarios de la burguesía y la clase trabajadora.

Nuestra perspectiva es que hoy lo partidario, de derechas, gobierno e izquierdas, ha perdido su capacidad de encanto para la mayoría ciudadana, convirtiendo al movimiento social en el epicentro de la construcción de narrativas e imaginarios políticos. Esto es algo de lo cual parecieran no haber tomado nota las dirigencias partidarias.

En consecuencia, la movilización social comienza a ser auto convocada, algo que no se veía en Venezuela desde finales de los ochenta y la década de los noventa del siglo XX. Esta autogestión del descontento, a diferencia de momentos precedentes, no está mediado por el ataque insurreccional contra el gobierno ni por su defensa a ultranza, sin negar que esta turbulencia tenga algún nivel bajo de presencia en el movimiento. Lo novedoso es colocar lo reivindicativo en el centro, dejando a un lado la disputa por el poder político. Esto se expresa en la convergencia de simpatizantes y opositores al gobierno en las movilizaciones, causando una franca factura a la polarización que caracterizó el periodo 1996-2021.

Esto no oculta que la derecha intenta convertir el despertar de la movilización en un “hasta que Maduro se vaya” y el gobierno en un “está en marcha un golpe contra el gobierno de Maduro inspirado desde el Pentágono”. Ambos sectores son incapaces de entender lo que ocurre e intentar continuar subalternizando al movimiento social. Lo que ocurre desde las movilizaciones de junio-agosto de 2022, es que las bases magisteriales y de la clase trabajadora chiflan e impiden hablar a cualquier dirigente partidario, de derechas o del gobierno, mostrando una nueva reconfiguración política.

Hoy le reivindicativo constituye el eje del centro político del movimiento social, que de no ser atendido oportunamente puede evolucionar hacia perspectivas mucho más anti sistémicas. Mirar lo que ocurre en Venezuela desde lo partidario y las lógicas del poder, equivale a mirar la realidad a través de unos lentes con vidrios fragmentados.

8. La clase trabajadora: ¿despolitización o repolitización?

El descalabro del proyecto bolivariano socialista, acompañado de una precarización salarial, de condiciones de trabajo, vida y servicios públicos, sin precedentes en la historia nacional, ha producido un cambio significativo.

Por una parte, la sobrevivencia que algunos casos ha fomentado experiencias de ayuda mutua, en su mayoría ha roto el tejido solidario construido en el periodo Chávez, haciendo de la competencia el gran paradigma popular.

Desde 2013 la población venezolana vive las consecuencias de la caída de los precios del petróleo y el quiebre de los modelos rentistas cuarto y quinto republicanos, el recrudecimiento de la conspiración imperialista en especial a partir de las medidas coercitivas unilaterales,  la resolución de las contradicciones del proceso bolivariano entre burguesía revolucionaria y poder popular a favor de la primera, la instauración de un programa de ajuste estructural de corte neoliberal que coloca sobre la clase trabajadora el peso de la crisis, el acercamiento y construcción de acuerdos entre la vieja y nueva burguesía, y la terrible situación salarial por debajo de los cincuenta dólares mensuales, en un país cuyo costo de los productos de la cesta básica es superior a los que se conocen en México, panamá, Colombia o Argentina.

Además, resulta terriblemente decepcionante la ostentación de la burguesía revolucionaria y la nueva clase política del gobierno y oposición. Mientras la clase trabajadora tiene que hacer milagros para llevar arroz a su mesa, los restaurantes de lujo se llenan de personajes de la política, mientras docentes y empleados públicos van a sus labores con zapatos rotos la nueva clase política derrocha lujo con Ferrari y Lamborghini de diseño exclusivo. Esto convierte a las sanciones imperialistas en significantes vacíos, que lesionan el salario y condiciones de vida para quienes viven del trabajo, pero hacen cada vez más ricos a quienes se apropian de la menguada renta petrolera e ingresos fiscales.

Con salarios de apenas treinta dólares mensuales, teniendo que pagar tres dólares diarios de pasaje, la mayoría de funcionarios públicos subsidian al Estado, mostrando un compromiso nacional sin precedentes que es utilizado para condenarlos a la insalvable miseria.

La clase trabajadora está dispuesta a soportar cualquier situación de sacrificio, si se democratiza esta situación, no si su entrega solo recibe como burla la ostentación y el despilfarro de unos pocos en medio de la miseria de las mayorías.

Esta situación se agrava con el papel de los dos grandes sindicales, la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores (CBST) vinculada al gobierno y la raquítica Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) que mantienen una lógica de justificación de la actual situación, que se han convertido en esquiroles de las luchas de base de la clase trabajadora.

Esta realidad generó inmovilidad, luego rabia, pasando por el cuestionamiento a la burocracia sindical hasta llegar a la auto organización de base y la construcción de incipientes redes solidarias de apoyo mutuo de la clase.

Las victorias del proletariado industrial (abril 2022) y del magisterio (mayo-agosto 2022), en las cuales el gobierno tuvo que honrar compromisos contractuales y establecer nuevas escalas salariales, crearon una situación novedosa en la política venezolana. Por primera vez en muchos años, un movimiento social despolarizado que lucha por condiciones salariales y de trabajo, irrumpe con influencia de masas.

Esto marcó una ruptura cualitativa con la influencia de la burocracia de la CBST[5] y la vieja CTV[6], demostrando, además:

  1. Que era falso que no había dinero para honrar compromisos salariales y elevar los salarios;
  2. Que es posible derrotar a la burocracia cuando se enarbolan banderas unitarias a favor de la clase trabajadora;
  3. La forma de avanzar en las luchas sociales es aislando a los rancios liderazgos de derecha opositora y gubernamental, sosteniendo autonomía gremial y resistencias sindicales.

A comienzos de 2023, nuevamente los trabajadores de Guayana y el magisterio, plantean luchas reivindicativas, especialmente en materia salarial (aumento), anti burocráticas (eliminación de las instrucciones ONAPRE) y por unas relaciones con el Estado que tiendan a la justicia social, democracia sindical y participación autónoma.

El magisterio que tenía desde el 2001-2002 sin realizar paralizaciones, irrumpe en el 2022 con movilizaciones en casi todas las ciudades del país y su victoria marca un hito en la recomposición de la capacidad movilizadora de la clase trabajadora. Por ello, el llamado a paro y movilizaciones de comienzos de 2023 lo hacen con una nueva confianza en su capacidad con consignas muy concretas:

  1.  eliminación de las odiadas instrucciones ONAPRE que eliminaron primas y sobresueldos conquistados en luchas e incluidos en la contratación colectiva;
  2. Indexación salarial estimada en dólares para quebrar los efectos de la inflación y devaluación del Bolívar en la economía familiar del magisterio;
  3. Contratación colectiva discutida desde la base y no por la burocracia de las federaciones sindicales;
  4. Recuperación del sistema de salud pública, seguros de hospitalización, cirugía y maternidad, para la atención urgente de los y las trabajadoras y sus familias;
  5. Pago del 280% de salario adeudado;

Lo significativo de este paro es su carácter anti burocrático y auto convocado, que expresa a la vez nuevas formas de organización de la clase, que trascienden los formalismos del sindicalismo reconocido en la lógica fordista de pactos con el gobierno.

Los maestros parten con simpatías de las familias, pero con una increíble confluencia en su contra, por parte de la dirigencia burocráticas de la CBST y la CTV; hecho que de paso muestra la identidad de intereses de la vieja y nueva burguesía. Si el magisterio se sostiene en las calles y alcanza una nueva victoria, como todo apunta a suponer, estaremos iniciando una nueva etapa de la lucha social en Venezuela, que presionará nuevamente para una resolución de la crisis de largo ciclo iniciada en 1983, a favor de la clase trabajadora.

En realidad, la inmensa mayoría de la burocracia sindical está al margen de la legalidad pues no ha hecho elecciones democráticas de bases durante años. En consecuencia, carece de legitimidad efectiva y de origen, a lo que se suma incapacidad e ineficacia en el cumplimiento de su tarea de defensa de la clase trabajadora. Esto es un problema que se puede convertir en estratégico para la gobernabilidad en el corto plazo.

El debate sobre despolitización o repolitización se hace importante, por el criterio más extendido en las bases en luchas, respecto a que la prioridad es defender sus derechos básicos y que es el gobierno y las organizaciones quienes deben situarse, en uno u otro sentido respecto a este reclamo.  Es decir, se rompe la polarización por abajo y comienza un sentido de unidad de la clase que no habíamos visto desde la década de los noventa del siglo pasado.

Las referencias de izquierda y derecha comienzan a ser significantes vacíos para las bases de los y las trabajadoras en lucha, adquiriendo relevancia conforme se colocan o no al lado de sus intereses básicos (salario, condiciones de trabajo., derechos adquiridos, contratación colectiva, fuero gremial, estabilidad laboral).

Por ello, es de esperar una fuerte ofensiva de la patronal y sus sindicatos burocráticos de derechas y gubernamentales, para frenar el protagonismo de los maestros y maestras. Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos durante estas dos semanas.

 

9. El retorno del humor como mecanismo de resistencia

Históricamente la población de venezolana ha construido a través del humor, la burla cínica y la parodia, formas de resistencia a las adversidades y situaciones de poder. Ha hecho del humor una forma contundente de resistencia. Eso lo veíamos en programas televisivos e la cuarta República, pero también en la calle.

El chavismo resultó muy sensible a estas formas populares de críticas, convirtiendo a las resistencias a la burocratización en algo “demasiado serio”. Lo que hemos visto en el último año es un resurgir del humor y la burla cínica como herramientas comunicacionales desde abajo, para quienes no disponen de acceso a los grandes medios de comunicación.

Las redes sociales se han convertido en comunidad terapéutica donde se muestra toda la angustia y desesperación popular, la iracundia contra la restauración neoliberal, pero también caminos alternativos para superar juntos la actual situación.

La teoría política actual debería tener mayor capacidad de análisis del humor venezolano y la narrativa en las redes sociales, si quiere comenzar a comprender lo que realmente ocurre.

 

10. Lo peor en política es cuando se acaban los argumentos

Son lastimosos los intentos de argumentación de la burocracia sindical y los altos funcionarios, respecto al resurgir de la movilización social. El argumento más recurrente es el de la conspiración en marcha y del golpe de Estado en ciernes, que resultan increíble para una población que escucha a diario discursos de recuperación, diálogo con las derechas y la administración norteamericana, encuentros del presidente Maduro con enviados de la CIA, el regalo del petróleo venezolano (sin impuestos ni regalías) a Chevron, el nombramiento de ciudadanos norteamericanos en altos puestos ejecutivos de la estatal petrolera.

Domingo Alberto Rangel decía que llega un momento en las relaciones de poder, en la cual los altos funcionarios se convierten solo en “petardistas”. Los “petardistas” eran quienes lanzaban pólvora, petardos por donde iba a pasar Juan Vicente Gómez, el dictador venezolano de comienzos del siglo XX. Hoy muchos altos funcionarios son solo petardistas, que no sugieren nada alternativo al presidente de la República, muy por el contrario, alaban las medidas que impactan sobre la clase trabajadora, a pesar que en privado muestran su preocupación por el curso de los acontecimientos.

Cuando los petardistas se apoderan de la política, el oficio de vacía de argumentos y se concentra en presentar a poder como víctima del mismo pueblo que lo eligió y confió en ellos.  Solo si el gobierno abre espacio al pensamiento crítico, desplazando a los petardistas de oficio, podrá encontrar claves para resolver los entuertos en los que se ha metido por su decisión de conciliar los intereses de clase a favor de la burguesía.

El problema es que, para ello, debe terminar de definirse, a favor del capital o del mundo del trabajo, porque el discurso en dos aguas, está produciendo el efecto del rey desnudo.

 

11. No se puede hacer política pensando desde el hígado

Un grave problema político en Venezuela, que involucra a la dirigencia y de la militancia de las organizaciones políticas de gobierno, derechas e izquierda radical, pero también al movimiento social, es la rabia como sustento de la formulación táctica.

Se puede entender la terrible situación de la clase trabajadora y pueblo en general, viviendo en condiciones materiales infrahumanas, producto de la incapacidad de conseguir un salario que cubra lo necesario para el sustento básico, teniendo que inventarse dos o tres labores adicionales que solo le permiten la sobrevivencia, mientras la clase política ostenta otro estilo de vida y cuenta cuentos sobre la necesidad de resistir juntos, pero la rabia es mala consejera, incluso para producir un cambio político en favor de las mayorías.

Es urgente re-construir la cultura política desde la tolerancia y el respeto, sin que ello implique perder la memoria histórica de los errores de la cuarta y quinta república, pero pensando el país de cara al futuro.

El oficio del político revolucionario en el presente, es convertir el resentimiento en potencial creativo, crítico, constructivo, alegre, propositivo, que se alimente con las pequeñas y significativas victorias reivindicativas y salariales, que sea capaz de retomar la senda de la justicia social. No se trata de un ejercicio político bobalicón ni una narrativa de auto ayuda, sino retomar la potencialidad de los poderes creadores del pueblo.

Se necesita despersonalizar el ejercicio de la crítica política, allí donde sea posible, para entender los problemas estructurales y coyunturales del presente y abonar a una táctica que reencuentre el mundo de la política y los movimientos sociales.

Sin este salto cualitativo, difícilmente saldremos del actual atolladero, ni mucho menos seremos capaces de construir una nueva organización revolucionaria con influencia de masas.

 

12. La migración forzada como la mayor frustración colectiva

Buena parte del conflicto social actual está atravesado por la desgracia de la migración forzada que toca a todas las familias trabajadoras venezolanas. Pasar las fiestas de fin de año con los hijos(as), padres y madres, abuelos(as), tíos(as), hermanos(as) lejos, asediados por la incertidumbre permanente, entre la xenofobia, el trabajo desregulado, el machismo, la homofobia, el racismo y el desafecto, se convierte en una bomba de tiempo social, que puede estallar en cualquier momento.

La sub economía de las remesas es un escupitajo en la cara de cada venezolano, que se sabe nacido en un país petrolero, con inmensas riquezas minerales y de todo tipo. El discurso de las sanciones comienza a agotarse como justificación, a pesar de que son reales, porque la mayoría de la población comienza a pensar que, si la política es arte de hacer posible lo imposible, les corresponde a los políticos buscar alternativas prontas y oportunas a esa situación.

El abandono de buena parte de la izquierda latinoamericana y mundial, a la migración venezolana, catalogándola como contra revolucionaria y no como clase trabajadora que huye buscando sobrevivencia, será un mal que tendremos que pagar por décadas, como abono al pensamiento conservador y ultraderechista.

Cualquier proyecto político sostenible en el tiempo, tiene que plantearse en el corto plazo, la creación de las condiciones materiales, espirituales, políticas y económicas para que vuelvan al suelo patrio quienes han partido.

 

13. Conclusiones

Desde mi punto de vista estamos en una nueva etapa de la lucha social en Venezuela, que ocurre en el marco de la crisis del sistema de acumulación capitalista iniciada en 1983, que obligará a las representaciones políticas de la vieja y nueva burguesía a desarrollar una estrategia de contención y anulación de la combatividad.  Ello avizora también, una crisis de las izquierdas, cuyos militantes participan en las protestas, pero sus direcciones no han logrado empalmar con el movimiento desigual y combinado de resistencia al neoliberalismo seudo socialista.  Ello plantea varios escenarios posibles:

Escenario Uno: profundización de la auto convocatoria, aislamiento de la burocracia sindical, masificación de la protesta.

Si el liderazgo de Maduro conserva sus reflejos sindicales, este escenario conduciría a la creación de condiciones para aumento sostenido de salarios, que puede ser un monto mínimo mensual en dólares (entre 150-300 $) y la eliminación de las instrucciones ONAPRE, así como la solicitud gubernamental que los conflictos se canalicen a través de las federaciones sindicales burocráticas. Si por el contrario prevalece la deriva autoritaria que hemos visto los últimos años, este conflicto puede generar represión selectiva a dirigentes de las movilizaciones hasta disolución de concentraciones a través de intervenciones policiales o de la guardia nacional. Una solución intermedia no detendría la espiral de conflictividad que se ha iniciado.

Escenario dos: la burocracia de las federaciones sindicales logra cabalgar el conflicto y colocarse a frente de él, quebrando la auto convocatoria gremial.

El final de este escenario dependerá en buena medida, de cuánto conserva el instinto de clase esta dirigencia. Si rápidamente traiciona los intereses de la lucha, puede generarse un vacío absoluto de representaciones sindicales en el país, algo que en el actual marco de crisis sistémica puede ser preludio de un escalamiento sin precedentes de la conflictividad social. En este sentido, la burocracia magisterial intentó instaurar el discurso que el llamado a paro del 9 de enero era ilegal porque no venía precedido de un pliego conflictivo, algo que solo pueden introducir las organizaciones burocráticas del sindicalismo. Esta torpeza para encarar la situación es un mal precedente, que coloca a una parte importante de la dirigencia gremial en el rol de esquiroles.

Si, por el contrario, la burocracia por instinto de sobrevivencia se enfrenta coyunturalmente al gobierno, para mediar y disminuir al mínimo la beligerancia, estaríamos en presencia del resurgir de una nueva casta sindical burocrática. No obstante, los sectores en la calle comienzan a plantear que sean los comités locales y regionales de conflicto quienes lideren la lucha, lo cual también puede ser táctico o dar paso a nueva forma de organización sindical. Contra esta última posibilidad se acordarían la derecha y el gobierno, porque ello pondría en riesgo el diálogo tripartito y los acuerdos de acercamiento entre las dos burguesías

Escenario tres: la convocatoria y movilización magisterial se desinfla sin lograr sus propósitos

Paradójicamente, este escenario sería un duro revés político para el gobierno, al no contar con una válvula de escape los sectores, que han llevado sobre sus hombros durante los últimos diez años, los efectos de la crisis política y económica. Este sería el caldo de cultivo para una tercera opción despolarizada, que lamentablemente tiene más posibilidades de surgir desde la derecha fascista que desde el campo progresista.

Escenario 4: el gobierno hace yudo político en función del escenario electoral 2024.

El gobierno, incluso en su ruta neoliberal, puede producir un cambio de situación si asume como propia la lógica fordista socialdemócrata, dejando a un lado a los enfoques monetaristas que ayudan a concentrar la riqueza en manos de unos pocos. El problema central de la coyuntura (no estructural) es la democratización del capital, por lo tanto, el gobierno podría tomar la decisión de cabalgar la crisis y usarla a su favor. Ello implicaría subir los salarios entre 150 y 300 dólares mensuales como referencia para el pago en bolívares y decretar un proceso general de elecciones democráticas de base de los gremios docentes y de empleados públicos, como parte de una restructuración integral de los mecanismos de representación y mediación política de la clase trabajadora. Este escenario es altamente improbable, debido a la relación histórica del presidente de la República con la casta burocrática de la CBST.

La mejor opción para el gobierno es canalizar esta energía y presentarla como un retorno al programa inicial de compromiso con la clase trabajadora y la agenda social. ¿Podrá hacerlo? ¿O ya ha transitado demasiado el camino de la restauración? La desesperación en las calles expresa un nuevo momento político.

En los próximos días nos dedicaremos a hacer seguimiento y análisis a las luchas que se inician desde enero de este año, como un esfuerzo por comprender el curso de los acontecimientos políticos en este año preelectoral.


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas. Postdoctorado en Pedagogías Críticas. Miembro del Comité Directivo de CLACSO, socio de la Campaña Latinoamericana por el derecho a la Educación (CLADE), integrante de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Director de Investigaciones del Centro Internacional de Investigación Otras Voces en educación (CII-OVE), secretario del Segundo Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo.

[2] Patria Para Todos

[3] Partido Comunista de Venezuela

[4] Esto hay que verlo en un contexto de un distendido proceso que inicia con el incumplimiento del Acuerdo Unitario Marco suscrito entre las direcciones políticas del PSUV y el PCV el 26 de febrero del 2018 en el que se condicionaba el apoyo del PCV a la candidatura presidencial de NM a las 18 clausulas establecidas de común acuerdo y que NM, Jorge Rodríguez y Aristóbulo Istúriz suscribieron en un acto público en la sede el CC ubicada en el Edificio Cantaclaro. El incumplimiento por parte del PSUV y si gobierno al asumir una línea de ajuste económico de contenido u orientándome liberal y neoliberal burgués y contrario al interés nacional y popular, hace que progresivamente el PCV vaya asumiendo una línea de mayor Confrontación y Deslinde con el gobierno y su política, la cual es ratificada en sucesivos plenos del Comité Central y en la 15ta Conferencia Nacional (30 de al 15 de Abril – Mayo del 2021) y finalmente adopta la línea de ruptura con base a la nueva Línea Política aprobada por el 16to Congreso del PCV realizado el 5,6 y 7 de noviembre del año pasado 2022.

[5] Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, pro gubernamental

[6] Confederación de Trabajadores de Venezuela, aparto sindical de la cuarta república, que sigue influyendo en los sectores laborales de la oposición.

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Luis Bonilla-Molina

Actualmente es el Coordinador Internacional de la RED GLOBAL/GLOCAL POR LA CALIDAD EDUCATIVA. Miembro fundador e integrante de la Directiva de la Sociedad Iberoamericana de Educación Comparada (SIBEC). Investigador miembro del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), como Presidente de Centro Miembro. Profesor universitario. Investigador perteneciente al Programa de Estimulo al Investigador y al Innovador (PEII). Investigador miembro de Latin American Studies Association (LASA). Es el primer venezolano en integrar el International Task Force on Teachers for Education for All de UNESCO. Además es Presidente del Consejo del IESALC (UNESCO). Así mismo, Director y Coordinador del Programa de entrevistas para redes sociales e investigadores sobre calidad de la educación y otros temas de ciencias sociales: La otra mirada. Es el Presidente fundador de la Sociedad Venezolana de Educación Comparada (SVEC), Organización miembro del World Council of Comparative Education Societies. Usuario y colaborador permanente de la lista internacional especializada EDU-COMP. Coordinador General de la Maestría en educación Comparada del ALBA. Director - editor de la Revista COMUNA. Integrante del Autor de diecisiete publicaciones sobre educación y política; su más reciente trabajo publicado se titula: Calidad de la Educación: ideas para seguir transformando la educación.