Mutilación genital femenina, costumbre patriarcal de control del cuerpo

la mutilación genital femenina tiene consecuencias devastadoras en términos físicos, psicológicos.

Práctica milenaria anterior al siglo V antes de Cristo, aplicada en su mayoría -pero no únicamente- en el África subsahariana, la mutilación genital femenina implica la escisión, total o parcial, de algunos o de todos los órganos genitales femeninos externos, del clítoris y a veces de los labios mayores o menores, además del estrechamiento de la abertura vaginal, explicó la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, Helena López González de Orduña.

Es un procedimiento cuyo sentido en las sociedades patriarcales es básicamente asegurar el control sobre el cuerpo de las mujeres. Otra explicación simbólica es hacerlas sujetos de matrimonio y de intercambio, afirmó.

Se trata claramente de un hábito patriarcal que viola sus derechos fundamentales, tiene consecuencias devastadoras en términos físicos, psicológicos y es violento. La decisión de la mujer no se toma en cuenta.

Según datos de la ONU,  la mutilación genital femenina se concentra en cerca de 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como en algunos asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Pakistán), además de pequeñas comunidades de Latinoamérica. Persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda.

El organismo internacional también indica que en los últimos 25 años la prevalencia de la mutilación ha disminuido en el orbe. En la actualidad, una niña tiene un tercio menos de probabilidades de sufrirla, que hace 30 años.

En entrevista, López González de Orduña aseveró que hay avances en la erradicación de esta práctica, toda vez que en Egipto, Turquía y Burkina Faso existen leyes que la prohíben, además de que hay personajes que la denuncian. Para exterminarla, se requieren esfuerzos coordinados y sistemáticos en los que participen las comunidades sobre la concienciación de las garantías inalienables, igualdad de género, educación sexual y atención a las víctimas de la también llamada ablación.

Elogió a la médica ginecóloga y activista social nigeriana Olayinka Koso-Thomas, investida por la UNAM con el doctorado honoris causa en 2015, por su trabajo en esta materia.

 «Se le hizo esta distinción en la Universidad, porque es una gran luchadora a favor de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y las niñas en el continente africano. Hay reconocimientos como este, modificaciones legislativas, avances en el activismo; creo que hay motivos para ser optimistas», recordó.

Abundó que el control sobre el cuerpo femenino no es exclusivo de naciones que evaluamos como «más atrasadas», sino un ejercicio que sigue siendo común en el mundo, aunque en otras formas. «En nuestros países persisten problemas como los feminicidios, el aborto y los bebés sin dimorfismo sexual sobre los que se decide arbitrariamente su condición sexual». Por ello estimó que «el feminismo tiene aún mucho que pelear, para lograr que las mujeres hagan con su cuerpo lo que quieran».

En Eritrea, Etiopía, Guinea y Sudán, por ejemplo, porcentajes significativos de hombres y niños se oponen a erradicarla, indicó.

En tanto, el Fondo de Población de las Naciones Unidas calcula que en 2030 podría haber hasta dos millones más de casos de mutilación. El organismo internacional revela que una de cada cuatro niñas y mujeres víctimas -es decir, 52 millones en el mundo- fueron mutiladas por personal sanitario, lo cual significa una tendencia alarmante en la medicalización.

https://imagendelgolfo.mx/mundo/mutilacion-genital-femenina-costumbre-patriarcal-de-control/50311879

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