Autora española de más de una treintena de libros para público infantil y reconocida promotora de la lectura, habla de la importancia de las palabras y la compleja relación entre los niños y la tecnología. Es la primera entrega sobre infancia de la escritora chilena María José Ferrada para EL PAÍS.
lectores. ¿Por qué?
Respuesta. El primer poema que guardo lo escribí a los 10 años. Estuve en un hospital por varios días y cuando mi madre tuvo que volver a sus quehaceres, la poesía vino a hacerme compañía. Era un poema que hablaba la soledad y que buscaba consolarme. Si la poesía pudo hacer eso por mí, creo que lo puede hacer por todos los niños.
P. En sus visitas a escuelas, ¿ve esa soledad de la que hablaba en el poema?
R. Hay soledad, pero también hay vida y alegría. Tal vez por eso los niños conectan inmediatamente con la poesía. Una niña de 11 años después de una lectura me dijo: “He llorado y me he reído al mismo tiempo”. Creo que eso es lo que la poesía puede hacer por nosotros y especialmente por los niños: acompañarnos en el canto y la celebración de la vida, pero también ayudarnos a tomar el dolor y transformarlo en belleza. Se lo explico a los niños y ellos, independiente de la edad que tengan, lo entienden perfectamente.
P. ¿Cómo ve la relación de los niños con los adultos?
R. Veo que hay una relación productivista. Esperamos que los niños demuestren resultados correctos en cuanto a lo que deben sentir, hacer y aprender. Y de pronto ese niño escucha un poema y se pone a llorar, emocionado, porque encuentra ahí un espacio para conectar su experiencia con la de otros. La función poética es importante justamente porque ofrece un mundo simbólico habitable.
La escritora Mar Benegas.
La escritora Mar Benegas.
FERNANDA REQUENA
P. En su charla en Puerto de Ideas habló acerca de cómo la exposición a lo digital afecta la forma en que niños y adultos nos comunicamos…
R. Esa charla nació de una anécdota concreta, en un taller que trabajé durante la pandemia. Hacíamos un poema que comenzaba diciendo “Vino el virus …” y los niños lo completaban, diciendo desde cosas que los habían afectado de manera concreta –”nos dejó sin paseo de fin de curso”– a cosas más profundas, que capturaban de manera muy exacta la desesperanza que todos estábamos viviendo. Recuerdo, por ejemplo, a una niña que completó el verso diciendo: “Lo llenó todo de muertos”. La idea era que el mismo poema planteara una salida a esa oscuridad, un espacio de posibilidad. Entonces la propuesta consistía en cerrar el poema con un deseo. Y entonces un niño dijo que quería ser una pantalla, para que su madre lo mirara.
P. ¿Cree que las pantallas se están interponiendo entre los niños y sus padres? ¿Es tan así?
R. Entre los niños y el mundo. Porque están reemplazando la narración que el niño necesita para comprender de qué se trata la vida. No sirve que esa narración llegue a través de una voz que sale de una lata. Lo que él necesita es la voz que asocia con un cuerpo que lo mira a la cara, lo toca, juega con él y le canta. Le estamos entregando la narración a las tablet y los teléfonos. Son esos aparatos los que están calmando a los niños y no la voz y el contacto humano, que hasta el momento habían tenido ese papel. Hoy ves a niños en coche, que van pendientes de un aparato electrónico. Van tranquilos, no lloran, pero tampoco escuchan a la madre ni mira el cielo.
P. ¿La narración debería recordarle que el cielo está ahí para él?
R. Durante los primeros tres años el adulto nombra el mundo para el niño y es en esos primeros años cuando la poesía sucede. Aún no hay desarrollo de pensamiento, no hay recuerdos y vamos ofreciendo un lenguaje poético, que se sostiene en el ritmo, para ayudar al niño a introducirse en el mundo. Le cantamos los cinco lobitos –un canto tradicional– por ejemplo, y lo que hacemos es enseñarle una mano. Y el niño, siguiendo el movimiento, repara en que también él tiene una mano y por extensión, un cuerpo. Luego de los tres años ese niño necesita situarse en el tiempo. Entra en el juego simbólico y entonces le ofrecemos la narración: un inicio, un nudo y un desenlace que le cuenta de qué se trata la vida y le ayuda a situarse en ella.
P. ¿Por qué cree que los adultos recurren a las pantallas para calmar o entretener a los niños?
R. Creo que hay un problema sistémico. Adultos que trabajan muchas horas y que llegan a sus casas destruidos. En ese escenario lo más fácil es recurrir a estos aparatos. Y sucede como con la alimentación: las personas que menos recursos tienen son las que peor se alimentan. A la pobreza material se suma la pobreza simbólica. En Sillicon Valley, el centro mundial de quienes producen y venden tecnología, cada vez hay más colegios que prohíben el uso de tabletas y computadores. En otras palabras, quienes mejor entienden los posibles efectos de todo esto, han decidido dejarlos fuera del alcance de los niños.
P. ¿Cree que existe algún antídoto?
R. Palabras, cantos, juegos, lectura. Porque ese niño crecerá y no podrás pedirle que sea un buen lector si no le diste la oportunidad de experimentar, desde el principio, todo lo que las palabras pueden hacer por él.
P. Más de un tercio de los chilenos que hoy viven en la pobreza son menores de edad. ¿Cree que las palabras y la poesía puedan hacer algo por esos niños?
R. No solo pueden hacer algo, sino mucho. En palabras de Gianni Rodari: “Todos los usos de las palabras para todos. No para que todos seamos artistas sino para que nadie sea esclavo”.
María José Ferrada es periodista y escritora chilena. Sus libros han sido traducidos a una veintena de idiomas. Colabora con entrevistas sobre infancia, lectura y educación
https://elpais.com/chile/2023-11-18/mar-benegas-las-pantallas-estan-reemplazando-la-narracion-que-el-nino-necesita-para-comprender-la-vida.html