Julio C Valdez/ Venezuela
La Andragogía, si bien aún no construye una auténtica teoría del aprendizaje, cuenta con un conjunto sistemático de elementos relevantes. Estos pueden resumirse en dos ejes profundamente imbricados entre sí: un proceso de pleno desarrollo personal en un proceso mayor de creación de comunidades de aprendizaje.
Como proceso de desarrollo personal, el aprendizaje tiene su centro en la experiencia. Esta se asume como acciones conscientes, proyectadas intencionalmente desde los intereses/necesidades particulares hacia metas de crecimiento personal y desempeño social (Adam, 1977). Las experiencias se van concatenando y, mediante un análisis crítico permanente, se cargan de sentido, resignificando el curso de los procesos vitales (Adam y Álvarez, 1987).
Así, cada quien es responsable de sus acciones, y de los efectos de éstas en los demás. Hablamos de autodirección y autorregulación (Pereira González, 2005). Así, el aprendizaje andragógico aporta conceptos, principios y ambientes adecuados para propiciar el autoconocimiento, la autodirección y el autocontrol (Knowles en Alcalá, 1998), planeando y desarrollando actividades que estén de acuerdo con sus formas de sentir y de pensar (Knowless, 1972).
La Andragogía, por tanto, no suprime ni minimiza la elaboración teórica, ni las reflexiones filosóficas, sino que las internaliza en la corriente de la vida cotidiana y de la construcción de proyectos vitales. El conocimiento no sólo guarda consistencia interna, o pertinencia científica, sino que es evaluado según sus aportes en la construcción de sentido desde lo cotidiano. Luego, la teoría, desde los procesos andragógicos, necesariamente tenderá a integrar diversas disciplinas (carácter inter y transdisciplinario).
Así, la educación es el camino privilegiado para viabilizar el crecimiento pleno del ser humano, que ha de vivir siendo fiel a sí mismo, en tanto realiza proyectos que incluyen a otros. El adulto, en el enfoque andragógico, es sujeto de su propia vida, y ello incluye los contenidos y los modos de aprendizaje (Adam, 1977). Esto quiebra la tradicional relación docente/discente, y convierte la experiencia educativa en una permanente relación entre pares. Quien por razones institucionales tenga a su cargo un rol de educador, deberá desempeñarse como un mediador, como un creador de ambientes que favorezcan el crecimiento de las personas en lo cognoscitivo, psicológico, emocional y axiológico (Gutiérrez y Román, 2005). En este sentido, se produce un cambio de polo magnético en el mundo educativo: no son los educandos los que han de adaptarse a las instituciones educativas, sino éstas las han de girar en torno a los intereses y necesidades de las personas.
No obstante, la autonomía y la autorregulación, lejos de conducir a una propuesta de corte individualista, favorece el aprendizaje compartido, la construcción de comunidades de aprendizaje, cuyo tamaño debe favorecer la tendencia a buscar consensos.
Podríamos intentar caracterizar el aprendizaje andragógico así:
1. Las acciones interpersonales de formación no sólo propician en las personas movilizaciones y reorganizaciones internas (esquemas de pensamiento, patrones afectivos, procesos valorativos), sino también tienen incidencia directa en el entorno, e inevitablemente tienden a transformarlo. De aquí que los procesos de formación, aún en una forma que pueda parecer muy privada, no pueden ser individuales y excluyentes, sino que pasan a ser un asunto social, compartido con otros.
2. Los procesos de aprendizaje, en la Andragogía, son parte de los procesos de vida de las personas. Ello implica que han de partir de las necesidades e intereses vitales de los adultos, y han de tomar en cuenta los espacios, lugares, momentos y estilos, así como las diferencias personales y culturales, en el camino de crear medios y condiciones para vivir esa vida con mayor plenitud. Lo anterior lleva a dar la mayor relevancia posible a la experiencia humana. La experiencia, como acción presente y pertinente, implica un reinterpretar, un reapropiarse de lo vivido. En síntesis, las pautas y las estrategias de formación han de corresponderse con la apertura permanente a la vida, en toda su complejidad e incertidumbre.
3. La Andragogía tiene como uno de sus conceptos cardinales el autoaprendizaje. El ser humano adulto, en relación con los otros, es capaz de plantearse tanto sus objetivos de aprendizaje como los medios más convenientes para desarrollarlos. El autoaprendizaje implica el principio de autorregulación del ser humano, en el sentido de que éste es capaz de asumir sus responsabilidades hacia los demás, y para sí mismo, según sus propios valores y convicciones, por encima de las directrices y los condicionantes de estructuras externas.
4. Los principios de libertad, respeto, autonomía y solidaridad, no son sólo fines de la formación andragógica, sino presencias vivas durante todo el proceso. Ellos estarán en el proceso de construcción colectiva de un ambiente de libertad, responsabilidad, democracia, afectividad positiva y transparencia, donde los grupos de adultos conciban sus propósitos y sus modos de desarrollar procesos compartidos y personales de aprendizaje. El ejercicio constante de la argumentación, la resolución de problemas, la toma de decisiones, los proyectos personales y compartidos, son modos específicos del proceso andragógico.
5. La experiencia andragógica requiere de la creación colectiva de un ambiente con dos cualidades fundamentales: una, que permita la construcción, entre todos, de normas claras y explícitas, donde cada cual se sienta bien y tenga claridad de las reglas de juego en que transcurrirá la experiencia de aprendizaje; otra cualidad es que se permita la libre expresión de afectos e ideas, en una reflexión permanente en torno a las historias personales y colectivas, con el fin de favorecer la autonomía y la autoconciencia, de cara a la búsqueda del crecimiento humano en todos los sentidos posibles.
6. La Andragogía favorece el conocimiento profundo de sí mismo, de las propias fortalezas, debilidades y potencialidades (autoconcepto) Desde esa exploración se va construyendo el proyecto de vida. Sólo es efectivo un proceso de construcción de aprendizajes, en la medida que las personas se conocen bien a sí mismas e intentan conocer a las demás.
7. La ejercitación permanente (que no repetición) de esquemas de acción, reflexión, formas afectivas y valoración, propicias para el crecimiento armónico del ser humano, favorece ciertas conexiones entre redes neuronales (sinapsis). Estas tienden a fortalecerse, propiciando la aparición de patrones psíquicos en el sistema nervioso. Tales patrones propician la generación de representaciones del mundo, según nuestras motivaciones y compromisos. Ello ocurre sin tener que ajustarnos a programas fijos, o rígidos. Así, en la estrategia andragógica, los procesos formativos implican acciones sistemáticas, desde la vida, y hacia la vida.
8. No obstante, conviene tener en cuenta la existencia de un doble procesamiento cognitivo y emocional: uno consciente, vinculado a la corteza cerebral, y otro inconsciente, automático, que depende del sistema límbico; éste parece validar la teoría del inconsciente. Es decir, una buena parte de lo que pensamos y sentimos no es consciente; sin embargo, se manifiesta en nuestra vida cotidiana, muchas veces sin que nos demos cuenta. De aquí la necesidad de abordar sistemáticamente la lectura de este mundo inconsciente, mediante recursos tales como las paradojas, el arte, las metáforas, las asociaciones libres, e incluso los mitos y los ritos.
9. Es importante, desde el punto de vista de la Andragogía, considerar que la experiencia psíquica es integral, holística, y no atomizada, fragmentaria. Una teoría científica señala que las redes neuronales y los microcircuitos cerebrales forman estructuras eléctricas de interferencia, con reverberaciones de tendencia holográfica. Ello nos hace pensar en la posibilidad de concebir el aprendizaje como una totalidad, que abarca integralmente al ser humano. Se trata de una experiencia única, aunque con implicaciones en las distintas esferas del ser humano: cognitivas, emocionales, prácticas. Si nuestro sistema nervioso es capaz de “leer “en sí mismo el universo como una totalidad, ello implica la máxima apertura posible de los sentidos y las emociones, un estar alerta a los efectos limitantes de nuestros esquemas mentales, un ejercicio permanente y gradual de codificación-decodificación de lo que percibimos y pensamos, y una búsqueda constante de relaciones totalizantes de las cosas.
10. La Andragogía se centra en el aprendizaje, no en la enseñanza. Más que un proceso de “recorrer” una serie de pautas y unidades curriculares, la Andragogía tiene que flexibilizar los modos de llevar a cabo un proceso de formación, de generar situaciones que favorezcan al máximo el aprendizaje entre las personas. El sentido que tenga el aprendizaje para las personas es más importante que la acumulación de unidades crédito. Ello implica que la formación ha de ser un proceso permanentemente creativo, significativo y vital, y las instituciones educativas tienen que transformarse para que eso sea posible.
11. La relación entre Andragogía y Pedagogía es una relación de continuidad, de complementariedad. Existen particularidades en cuanto al sujeto de formación de ambas, y a las diferencias de roles sociales existentes. No obstante, ambas disciplinas tratan de la educación del ser humano, y comparten los principios de la búsqueda del bienestar, de la importancia de la participación activa de la persona para alcanzar su desarrollo pleno, de la importancia de la socialización para su realización como ser humano.
Fragmento del Libro publicado por la editorial El Perro y la Rana en Caracas, Venezuela, en 2011. ANDRAGOGIA: UNA LECTURA PROSPECTIVA. Autor. Julio C Valdez] [