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El nuevo capitalismo de plataformas y vigilancia, ¿el adiós a la esperanza?

Por Aram Aharonian

El contexto de la pandemia de la covid-19 creó las condiciones adecuadas para disponer de un marco institucional y normativo capaz de modificar las mentalidades, costumbres y valores de nuestras sociedades, impulsando nuevos deseos, hábitos y valores, pero, sobre todo, imponiendo el modo de producción de la economía digital, de plataformas.

Así, el comportamiento social se pudo regular, previsible y controlable, generando un nuevo estilo de vida, producción, consumo y de consumidores; respondiendo a intereses estratégicos del sistema capitalista. Las revoluciones tecnológicas no han sucedido por casualidad, sino que son la forma de asegurar el proceso de acumulación del beneficio capitalista en cada etapa de su desarrollo histórico.

El actual proceso está dando paso a una nueva modalidad del capitalismo basada en la economía digital, la deslocalización del trabajo y la precarización laboral, acompañada de la vigilancia y el confinamiento permanente; es una reorganización del sistema.

Este ahora llamado capitalismo de plataformas lo han bautizado con distintos nombres: inteligencia colectiva, web 2.0, capitalismo de vigilancia, feudalismo digital. No es una tecnología, ni una aplicación, sino el modelo de negocio, de la agricultura a la educación, del transporte a la administración pública, de la economía a la comunicación o la salud.

Los algoritmos procesan la información de cada individuo y la correlacionan con información estadística, científica, sociológica e histórica para generar modelos de comportamiento como herramienta de control y manipulación de masas. “Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro”, escribió ­George Orwell en 1984

El objetivo de esos algoritmos predictivos es conocernos lo suficiente para poder manipularnos y también sustituirnos, incluyendo tareas cognitivas como escribir artículos o pintar un Picasso.

Manuel Castells advertía que las revoluciones tecnológicas solo se producen si las sociedades disponen de un marco institucional y unas normas que fomenten nuevos deseos, hábitos, metas y valores, con capacidad de modificar las mentalidades y disolver las costumbres tradicionales, lo que posibilita nuevos cambios estructurales que permiten nuevas pautas que corrigen el comportamiento general de la población y así poder ejercer el control social.

Estas son las condiciones imprescindibles para penetrar y modificar todos los ámbitos de la existencia (sociales, económicos, políticos, etc.) y producir, consolidar y legitimar el cambio social total. Condiciones que se cumplieron en las tres revoluciones tecnológicas anteriores a la actual pandemia, señala la socióloga Carmen Torralbo.

Fue durante la crisis global económica y sobre todo financiera de 2008, que surgió la “economía de plataforma”, resultado del excedente de capital líquido tras el derrumbe de la burbuja de las puntocoms en un contexto de alto nivel de desempleo, que facilitó a la patronal imponer sus condiciones en el ámbito laboral y económico.

Para tener en claro: las plataformas digitales son mayoritariamente propiedad de empresas multinacionales -Glovo, Deliveroo, Uber, Rappi, Booking, Airbnb, Cabify, Amazon, entre otras-, las que proliferaron rápidamente acaparando actividades del sector servicios, resignificándolo y sustituyendo parte del comercio tradicional, utilizando nuevos dispositivos tecnológicos programados con inteligencia artificial y algoritmos que controlan y monitorizan todos los aspectos del proceso de trabajo y –sobre todo- a sus trabajadores.

Estas empresas son muy cuestionadas, sobre todo por la utilización y mercantilización de los ingentes datos que generan, fuente principal de sus beneficios. Esta nueva estrategia de acumulación capitalista ha debilitado las organizaciones laborales y “vende” como libertad, innovación y modernización lo que es una reedición modernizada del taylorismo -que intentó cronometrar el tiempo de ejecución del trabajo e ideó un sistema de remuneración que recompensaba el esfuerzo del obrero para aumentar la producción de este modo-, pero sin ninguna de sus ventajas.

Señala Shoshana Zuboff, socióloga, profesora emérita en la Harvard Business School y escritora estadounidense, que  denominó a esta forma de funcionamiento de “capitalismo de vigilancia” y el canadiense Nick Srnicek – asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez- califica de “capitalismo de plataformas”.

Los datos generados en la actualidad por los usuarios en internet constituyen una materia prima y las plataformas son quienes extraen la plusvalía de ésta. Es una forma de reorganización del capitalismo que, ante la caída paulatina de la rentabilidad de la manufactura en los últimos años,  se volcó hacia los datos como un modo de mantener el crecimiento económico y la producción.

Capitalismo de plataformas

Nick Srnicek define a las plataformas como “infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos interactúen”, un nuevo modelo de negocios que ha devenido en un nuevo y poderoso tipo de compañía, el cual se enfoca en la extracción y uso de un tipo particular de materia prima: los datos. Las actividades de los usuarios son la fuente natural de esa materia prima, la cual, al igual que el petróleo, es un recurso que se extrae, se refina y se usa de distintas maneras.

Las plataformas dependen de los “efectos de red”: mientras más usuarios tenga, más valiosa se vuelve una plataforma. En un ejemplo: mientras más personas googlean, más preciso se vuelve el algoritmo de Google y más útil nos resulta. Ello significa, para el autor, que hay una tendencia natural a la monopolización.

Si bien suelen postularse como escenarios neutrales, como “cáscaras vacías” en donde se da la interacción, las plataformas en realidad controlan las reglas de juego: Uber, por ejemplo, prevé dónde va a estar la demanda y sube los precios para una determinada zona. Esta mano invisible del algoritmo contradice el discurso que suelen tener estas empresas, en el cual se definen eufemísticamente como parte de la “economía colaborativa”

 Srnicek postula cinco tipos de infraestructuras digitales: plataformas publicitarias (Google, Facebook), que extraen información de los usuarios, la procesan y luego usan esos datos para vender espacios de publicidad; plataformas de la nube (Amazon Web Services, Salesforce), que alquilan hardware y software a otras empresas; plataformas industriales (General Electric, Siemens), que producen el hardware y software necesarios para transformar la manufactura clásica en procesos conectados por internet.

También habla de plataformas de productos (Spotify, Rolls Royce), que transforman un bien tradicional en un servicio y cobran una suscripción o un alquiler, y de plataformas austeras porque carecen de activos: Uber no tiene una flota de taxis, Airbnb no tiene departamentos y Rappi no tiene bicicletas. El único capital fijo relevante es su software. Por lo demás, operan a través de un modelo hipertercerizado y deslocalizado

Una pandemia para imponer el modelo

Aquellas medidas transitorias llegaron para quedarse y a medida que se prolongó la pandemia, los nuevos hábitos se incorporaron en la cotidianeidad, en un proceso paralelo al ritmo que las empresas privadas crean, implantan y expanden sus diversas plataformas digitales (durante el año 2020 se decaplicaron respecto a 2019).

Esta nueva situación está permitiendo registrar, recopilar, almacenar, mercantilizar y analizar las respuestas de la mayoría social. Porque con la implantación y obligación de las TIC, todos nuestros movimientos dejan una huella electrónica, datos al desarrollarse gran parte de las relaciones, transacciones y gestiones de forma telemática.

La pandemia impulsó un inédito y profundo cambio social, un gran salto cualitativo (y cuantitativo) respecto de la situación previa: se está consolidando y legitimando la cuarta revolución tecnológica (4.0), de forma silenciosa (paradójicamente) y sin resistencia social. La pregunta es quien impulsó la pandemia…

Esta nueva revolución tecnológica tenía como objetivos la transición digital y ecológica, mientras las élites económicas y políticas, nacionales e internacionales creaban una gran expectativa de que traerá innovación, modernización, progreso, recuperación económica, equidad e igualdad, como forma de  legitimar las transformaciones que ellos mismos están impulsando.

Inmersos en la “comodidad” de nuestros dispositivos digitales (en especial nuestro teléfono más inteligente que nosotros) no tomamos consciencia de lo que está sucediendo y, por lo tanto, de la acción social.

En este mundo de plataformas se producen bienes de producción y consumo digital (smartphone, móviles y ordenadores, etc.) y energéticos (vehículos eléctricos, productos de aislamientos de edificios y hogares, etc.) sin avanzar hacia condiciones de producción y relaciones laborales y de consumo más humanizadas.

Mientras, la economía verde y digital fueran solo nuevos nichos de crecimiento para la expansión de las empresas privadas, y lo mismo está sucediendo progresivamente con otros ámbitos claves: la educación y la salud, incluida la mental. Pero hay contradicciones para llevar a cabo la transición digital y la ecología porque la primera impacta en la segunda.

Dicen las estadísticas que 5.320 millones de personas de los 7.800 millones de habitantes en todo el mundo usan un teléfono móvil, lo que equivale al 67% de la población mundial total. Pero, cuidado: no todo el capitalismo es digital. Todavía hay gente que cosecha los tomates, la papa o el arroz con sus propias manos, hay quienes recogen la basura, y trabajadores manuales, que no están frente a la computadora. ¡Están a salvo?

Si bien las plataformas digitales brindan la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar, en cualquier momento y dicen que uno puede aceptar el trabajo que más les convenga, dedicarse a este tipo de labor también conlleva riesgos en relación con la situación de empleo, y el goce o no de ingresos adecuados, protección social y otros beneficios.

Pero las plataformas digitales continúan implantándose, de forma acrítica, absorbiendo todo el sector público, sustituyendo las relaciones y la prestación de servicios presenciales por las virtuales: una forma de privatización encubierta, al entregarse todo el proceso de digitalización a las grandes empresas privadas, nacionales y trasnacionales.

Carecemos en (casi) todo el mundo de soberanía digital –en un contexto de gran competencia mundial para la obtención y control de estos recursos– y haber privatizado, previamente, sus recursos estratégicos (en especial telecomunicaciones y energía), dejando al descubierto una situación de gran dependencia y vulnerabilidad respecto del ámbito privado, con trascendentes consecuencias políticas, sociales y culturales.

Una de sus principales características es la demanda de trabajo no regularizado, la falta de acceso a los derechos laborales y la transmisión a los trabajadores de costos, medios de producción y horas de inactividad. Para su consolidación, las empresas-plataforma han producido discursos de mistificación de este trabajo, bien difundido por los medios hegemónicos (en el mundo y en cada uno de nuestros países).

En ese contexto, por ejemplo, se trata a los trabajadores como emprendedores, la relación laboral como una asociación, la venta o el alquiler de la fuerza laboral como un reparto de recursos con finalidad social. No obstante, los movimientos de los últimos años han demostrado que los trabajadores no captan mecánicamente estos discursos y se han rebelado contra la precariedad del trabajo al que están sometidos.

Las lógicas capitalistas y competitivas se ven favorecidas por la precariedad creciente y el individualismo de quien concentrado en su pantalla busca. La normalización capitalista de la autoexplotación habla de «un yo que se explota», cuando es algo incentivado estructural y socialmente. Las nuevas versiones del capitalismo digital están en la tejido ideológico de un mundo acelerado, que incentiva la hiperproducción como motor y la deslocalización como norma.

Para la investigadora española Remedios Zafra resulta de gran ayuda la comparación entre capitalismo y patriarcado en sus formas de autoexplotación, en tanto el patriarcado se ha caracterizado justamente por convertir a las mujeres en agentes mantenedoras de su propia subordinación, proyectando imaginarios que las definen en relación a los hombres, favoreciendo su aislamiento en la esfera privada y alentando en ellas la vigilancia y control de otras mujeres, es decir reproduciendo un sistema de dominación.

Esperar… esperanza

Como reza el refrán tradicional, la esperanza es lo último que se pierde. De hecho, estaba en el fondo de la famosa caja de Pandora. La esperanza, entendida como una fe optimista en que las cosas saldrán bien, sin necesidad de apoyarse en ninguna base real, es una muestra más del enorme poder que la capacidad de fantasear nos otorga a los seres humanos. Sembrar esperanza es también una forma de manipulación: si uno no encuentra soluciones, le queda la esperanza

La palabra esperanza viene de esperar, del latín sperare (tener esperanza) y ésta de spes, esperanza. El verbo sperare nos dio esperar, desesperar y prosperar. En la Biblia, esperanza es la expectativa confiada y el anhelo de recibir las bendiciones que se han prometido a los justos (y que no han recibido), es la espera anhelosa de la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo.

Estamos cansados de esperar, de la obligación de tener “esperanza”, que es el reconocimiento de que no hay (¿aún?) propuesta posible en este mundo. Sabemos que, en definitiva, nuestra esperanza no vendrá de las plataformas capitalistas: quizá pueda venir de los nadies, de los sin esperanza.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuente: https://estrategia.la/2022/11/09/el-nuevo-capitalismo-de-plataformas-y-vigilancia-el-adios-a-la-esperanza/

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China: Y cuando despertó, China todavía estaba ahí

Y cuando despertó, China todavía estaba ahí 

Aram Aharonian

Y cuando despertó, China todavía estaba ahí

Aram Aharonian*

La guerra en Ucrania ha puesto fin a la ilusión de la posguerra fría de que el peligro de otra gran guerra ya no existe. Al comienzo de la guerra en Ucrania, el presidente estadounidense Joseph Biden cometió un error al expresar sus temores –o amenazas- sobre la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, con lo que acrecentó el temor del fin de la humanidad. Y ahora provocó a China enviando a Nancy Pelosi a Taiwán

Las sanciones impuestas a Rusia por EEUU y sus repetidoras en una dividida OTAN causaron un aumento en los precios del petróleo que, paradójicamente, aumentó los ingresos de Rusia, lo que le permitió duplicar su esfuerzo de guerra. Estas preocupaciones finalmente llevaron al primer ministro francés, Emanuel Macron, a apoyar una solución diplomática inmediata e incluso sugirió evitar humillar a Rusia.

Las principales economías occidentales se están acercando a la recesión, si es que ya no lo están; y, sin embargo, las tasas de inflación continúan aumentando, alerta Michael Roberts. Las últimas encuestas de actividad empresarial, denominadas índices de gerentes de compras (PMI), muestran que tanto la zona del euro como EEUU se encuentran ahora en territorio de contracción.

A principios de junio, la subsecretaria de Asuntos Europeos y Eurasiáticos de EEUU, Karen Donfried, describió la política y los motivos de su gobierno: “Ucrania es la víctima de la agresión, Rusia el agresor. Lo que está en juego para ellos no es simplemente la independencia de Ucrania, sino también la voluntad del mundo democrático de proteger el orden internacional basado en reglas diseñadas por Estados Unidos de las garras del presidente ruso Vladimir Putin, un autoritario sin disculpas”.

El mensaje pareciera dirigido no solo a Rusia sino también a China. A medida que China asciende económica y políticamente, su disputa con Estados Unidos se vuelve más feroz. La capacidad de EEUU de confrontar a China es limitada y restringida.

A fines de julio, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping sostuvieron una conversación telefónica de dos horas en la que el chino advirtió que Washington no debe jugar con fuego en Taiwán ante la anunciada visita a esa isla de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Poco antes, el subsecretario adjunto para Asia Oriental del Departamento de Estado, Jung Pak, acusó a Pekín de provocaciones contra rivales en el mar de China Meridional, y fue tan lejos como para sostener que, dado su comportamiento agresivo e irresponsable, es cuestión de tiempo que ocurra un incidente o un accidente grave entre las fuerzas armadas que recorren la zona.

La situación de Taiwán, independiente de facto desde 1949 y a la que Pekín considera parte indivisible de su territorio, es uno de los asuntos más espinosos en la agenda mundial: aunque Estados Unidos y sus aliados no le reconocen estatus de país independiente, Occidente mantiene unas relaciones más que cordiales con Taipéi, le proporciona constante ayuda militar y, en general, la usa para hostigar a una China que miran con recelo y animadversión, pero del cual dependen en gran medida sus economías.

La región marítima del sudeste asiático reviste una importancia estratégica clave por ser zona de tránsito de 30 por ciento de las mercancías a nivel global y es objeto de reclamaciones entre los estados que ocupan sus costas. Es difícil obviar la arbitrariedad imperialista detrás de las potencias obstinadas en patrullar con embarcaciones y aviones militares un área ubicada a decenas de miles de kilómetros de sus costas.

Si se involucrara en un conflicto militar contra China, los costos relacionados serían astronómicos. La guerra podría generar un colapso de los mercados financieros estadounidenses. Al final, a menos que haya un conflicto nuclear, Estados Unidos no podría vencer a China militarmente.

El estratega chino Huang Renwei, vicepresidente ejecutivo del Instituto de la Franja y la Ruta y Gobernanza Global de la Universidad de Fudan señala la debilidad inherente de la estructura de poder estadounidense y argumenta que, desde el 2020, China y Estados Unidos entraron en una fase de estancamiento estratégico que posiblemente continúe con altibajos por 30 años.

El concepto de “fase de enfrentamiento estratégico” fue acuñado por Mao Zedong en el texto “Sobre la guerra prolongada”. La teoría de Mao era que la guerra contra Japón consistía en tres fases: la ofensiva japonesa, el estancamiento sino-japonés estratégico y la contraofensiva china.

Sin embargo, la fase de estancamiento actual entre China y Estados Unidos es de diferente naturaleza: la competencia estratégica entre las dos potencias aún no ha entrado a un enfrentamiento militar directo y China aún no ha establecido como un objetivo estratégico la derrota militar de EEUU. En cambio, el objetivo chino es luchar por un nuevo orden mundial justo y equitativo con prosperidad para todos los países.

La razón por la que esta relación entró en un estancamiento estratégico es la llamada “dualidad” de las estructuras de poder en Estados Unidos, caracterizada por el hecho de que, por un lado, el país se encuentra en un proceso de caída económica y política, pero por el otro aún es una potencia militar relativamente fuerte. La dualidad de China es lo opuesto: se encuentra en un proceso de ascenso pero también muestra muchas debilidades. La “dualidad” evoluciona gradualmente con el tiempo.

La hegemonía del dólar estadounidense ha beneficiado enormemente, en términos históricos, a los intereses estratégicos de Estados Unidos. Sin embargo se extralimitó en el uso de este poder y su credibilidad ha sido puesta en duda.

En los próximos 30 años, China enfrentará la dura realidad de que los países occidentales, liderados por Washington, rechazarán y difamarán el rol y la participación de China en el viejo orden mundial. Para Huang Renwei, China debe tomar la iniciativa y cambiar el panorama internacional existente para crear un nuevo orden mundial. Admite que pueden pasar generaciones hasta que este nuevo sistema sea establecido.

La duración del estancamiento estratégico dependerá de la velocidad con la que cambie la correlación de fuerzas: en la década de 2030 se dará un cambio decisivo en la correlación de fuerzas global, cuando la economía de China, medida por su PIB, supere a la de Estados Unidos. Huang cree que en la década de 2040, China se pondrá a la altura de Estados Unidos en las áreas de ciencia y tecnología.

Huang considera que en esta etapa de estancamiento estratégico, Estados Unidos hará un gran uso de sus ventajas en poder blando, cuyo costo-beneficio excede ampliamente al de un enfrentamiento directo. Así, la intensidad de la competencia de poder blando entre ambas potencias tomaría el centro de la escena.

El final incierto

Serguei Lavrov, el canciller ruso, señaló que estadounidenses y británicos extienden la guerra en Ucrania porque “están lejos” y “la Unión Europea asume el 40 por ciento de los daños económicos derivados de las sanciones”. A su entender, “no cabe duda de que a los ucranianos no les permitirán seguir con las negociaciones hasta que los estadounidenses decidan que ya han hecho un alboroto y han sembrado suficiente caos y ahora se les puede dejar solos”.

El objetivo del bloque anglosajón, dijo,  es “volver a Europa contra Rusia”. Como las guerras poseen un comienzo detectable pero un final incierto, añadió que el actual alcance geográfico del operativo ruso  ya es diferente al que estaba sobre la mesa durante la ronda negociadora celebrada entre las delegaciones ucraniana y rusa en Estambul (Turquía) en marzo pasado.

“Ahora la geografía es otra. No se trata solo de la República Popular de Donetsk y de Lugansk, sino también la provincia de Jerson y de Zaporozhie y algunos otros territorios, y este proceso continúa de forma constante y persistente”, aunque lo que nos vende la televisión hegemónica es otra cosa.

“Con ira impotente”, siguen llenando Ucrania con armas de cada vez más largo alcance: “Los objetivos geográficos se alejarán de la línea actual más allá”. Entonces, “no podemos permitir que en la parte ucraniana que va a controlar el presidente Vladímir Zelenski o alguien, quien lo releve, se esté desplegado un armamento que represente una amenaza directa para nuestro territorio y el de las repúblicas que declararon su independencia y quieren determinar su futuro”.

Mientras, sigue la campaña de terror sobre una eventual guerra entre potencias nucleares, puesta en escena por el casi octogenario Joe Biden. No es una amenaza a ningún país en particular, sino a la humanidad, ya que terminaría el ciclo de la vida –al menos humana- en la Tierra. Lavrov afirmó que que Rusia sigue comprometida con el principio de que en una guerra nuclear no puede haber un ganador y que nunca debe librarse-

El canciller precisó que los países occidentales saben en qué casos Rusia se vería obligada a emplear armas nucleares; la doctrina rusa habla de una “amenaza existencial” para usarlas. La consideración no tranquiliza, pues los adversarios que se ha ganado Rusia  incluyen, dentro de sus hipótesis, lanzar misiles sobre ese país

Pero héte aquí que los historiadores nos recuerdan que jamás se produjo una transición hegemónica sin guerra, mientras queda en claro la decadencia de Estado Unidos como hegemón y el ascenso de China, en un proceso que no será inmediato, pero que hoy parece inevitable.

Mientras hablamos de transición hegemónica, ya ni contamos los días de guerra en Ucrania ni los muertos que produce la conflagración, ni las masacres, muertes, bombardeos, exhibición obscena de armamentos bélicos, repetición de vaticinios de los seudoanalistas geopolíticos en diarios, revistas, radios y, sobre todo, en televisión y redes sociales.

El mundo ha cambiado, aunque las grandes usinaw de la información y comunicación en manos de pocas grandes empresas, nos hagan creer que no es así y hoy destaca el dominio de China de las tecnologías de la actual revolución industrial ( la inteligencia artificial, redes 5G y la computación cuántica, entre otras). Esta situación es similar al dominio por EU, un siglo atrás, de la organización científica del trabajo, la adopción de los avances tecnológicos de la época y su aplicación al arte de la guerra.

Pero esta transición será diferente a las anteriores, señala Raúl Zibechi, porque la potencia decadente depende de la ascendente (sus economías están entrelazadas), porque involucra regiones y naciones cuya población tiene diferentes colores de piel, que involucra una historia de colonialismo y racismo de Occidente contra Oriente, del Norte contra el Sur, y porque no habrá un mundo hegemonizado por China, ni por EEUU, ni por ninguna otra potencia, sino un mundo fracturado en dos grandes bloques, con varias regiones y hasta continentes oscilando entre uno y otro.

Como la transición se resolverá mediante guerras, es importante tener en cuenta que el sector de defensa de China está desarrollando nuevas armas de manera más eficiente y entre cinco y seis veces más rápido que EU, según un alto mando de la fuerza aérea. La ventaja china radica en su base industrial y la escala de su investigación, mientras las principales exportaciones de EU son commodities agrícolas y armas.

China se presenta como un miembro constructivo de la comunidad internacional: neutral, comprometido con la paz y parece estar siempre dispuesta a defender la integridad territorial y el derecho de los pueblos a la libre determinación. La integridad territorial es un capítulo importante en su política exterior, al igual que la no injerencia en los asuntos internos. Claro: China tiene su flanco frágil en los conflictos en Tibet, Xinjiang, Hong Kong y Taiwán.

La política de cerco establecida en Europa frente a Rusia guarda grandes similitudes con la que está trazando EEUU en su entorno inmediato mediante la promoción del AUKUS, la alianza estratégica militar entre Australia, el Reino Unido y EEUU;  el reflote del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), un foro estratégico informal entre EEUU, Japón, Australia e India, además del fortalecimiento de las alianzas antiChina de todo tipo en el Pacífico Occidental, entre otros.

Lo cierto es que aunque parecía distraída, la onda expansiva de la guerra en Ucrania obligó a China a una moderación activa que puede permitirle incrementar su influencia y su respetabilidad entre los países africanos, asiáticos o latinoamericanos. El conflicto la obligó a posicionarse ante dos países enfrentados con los que mantenía importantes relaciones, pero a vez dejar sentado que su principio de no injerencia no debe deteriorar más sus relaciones con Estados Unidos y sus socios del oeste europeo.

La crisis de Ucrania “no es algo que queramos ver”dijo Xi Jinping a Joe Biden en su cumbre virtual de marzo pasado. Para China, las principales economías debieran estar centradas en la recuperación pospandémica, en la recomposición de las cadenas industrial y de suministro mundiales. Hoy los principales temas de conflicto con EEUU y sus socios europeos son los temas de derechos humanos y de las minorías, el estado de vigilancia y sus dudas sobre la democracia declamativa occidental como sistema de gobierno.

Lo cierto es que Biden se ve constreñido por un margen de maniobra mucho menor de lo que admite e incluso contempló levantar algunos de los aranceles a productos chinos establecidos durante la era Trump para reducir la hasta ahora imparable inflación que genera un enorme malestar entre los estadounidense y que ya se ve como factor principal de la anticipada derrota electoral de su partido en noviembre.

En el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado el pasado 29 de junio se definía a China como “un desafío” y se denunciaban sus métodos para “subvertir el orden internacional basado en las normas”, de Occidente. El documento subrayaba que China “busca el control de sectores tecnológicos e industriales clave” abusando de su ventaja económica. Estados Unidos responde, pues, al desafío chino con las amenazas de su brazo armado internacional, una OTAN con sus tentáculos expandidos a Oriente.

Al contrario que Rusia, incapaz de lastimar a EEUU pero sí a una Unión Europea empecinada en su guerra de sanciones contra Moscú, China sí puede afectar y mucho a la economía estadounidense. Como Rusia, China puede resistir una guerra económica mejor que Estados Unidos o Europa. Ya lo está ensayando con su larguísimo confinamiento.

La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, la octogenaria Nancy Pelosi, tercera en la cadena de mando civil estadounidense, fue de una clarísima provocación a Pekín. Duró menos de 24 horas, pero tendrá consecuencias profundas que se harán sentir en el mediano plazo. Es poco probable un enfrentamiento militar, pero desató la tormenta que se está gestando en el Mar de la China meridional. Para Beijing, EEUU usó el disfraz de la democracia para violar la soberanía china.

Tampoco se sabe hasta dónde puede llegar su respaldo a Taiwan, cuando EEUU y sus socios europeos realizan envíos masivos de dinero y armas a Kiev para frenar la invasión rusa. Ni se sabe hasta dónde llegaría en realidad la promesa de defender militarmente a la isla, esbozada por Biden un par de meses atrás..

Los analistas advierten, pero pocos los escuchan: cuanto más se presione a Pekín a acatar las directrices occidentales, mayor es la probabilidad de una escalada bélica y una internacionalización del diferendo ucraniano.

Augusto Monterroso, un escritor guatemalteco-mexicano, escribió el cuento más corto de la historia, de siete palabras: Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí.  Cuando termine la guerra en Ucrania, China todavía estará allí.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2022/08/y-cuando-desperto-china-todavia-estaba-ahi-por-aram-aharonian/

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Si el progresismo es el futuro, hay que pensar con urgencia en el posfuturo

Por: Aram Aharonian

Fuentes: Observatorio de la Crisis

“El principal error de los gobiernos progresistas, muchos de ellos asesorados por “expertos” de la decadente izquierda europea, fue mantener el modelo de crecimiento fundado en la explotación de recursos naturales que es precisamente el fundamento material del neoliberalismo”.

Los dirigentes progresistas nos están demostrando que la única izquierda que hoy existe en América Latina y el Caribe es la del pueblo en la calle, exigiendo, presionando, por los cambios estructurales de nuestras sociedades.

Si el acuerdo con el FMI que firmó el presidente argentino Alberto Fernández y aplaudió el ex (¿y próximo) mandatario brasileño Lula da Silva es el camino del futuro, tenemos que ponernos a pensar en otro futuro, porque el “progresista” ya tiene delineado su camino de nuevas frustraciones.

Frente al desafío del acuerdo (sometimiento dirían algunos) con el FMI hay que ser claros y precisos. Se está a favor y se contribuye a su aprobación –como buenos cortesanos del poder- o se está en contra y se lucha para derrotarlo. En este sentido no caben posiciones ambiguas y mucho menos silencios.

La Argentina no necesita realizar un brutal ajuste fiscal y comercial. Lo hace para honrar una deuda que fue tomada a espalda del pueblo, sin cumplir con los mandatos constitucionales (autorización previa por el Congreso  y eso no pasó cuando se tomó el crédito con el FMI), incluso violentando el propio estatuto del FMI, que dice –en sus estatutos que no cumplen- que no se le puede prestar a un país en fuga de capitales.

Argentina es el único dentro de las mayores  economías de América Latina que genera superávit de su balanza de pagos corriente (+ 0,9% del PBI), en tanto los “países modelo”, a los cuales plantea  imitar el FMI, generan déficits en sus intercambios con el exterior (Brasil -0,7%, Chile: -2,4%, Perú: -2,7%, Colombia: -4,9%)

Y fue lo que hicieron. Es más, fue lo que propiciaron para endeudar a la Argentina y beneficiar a una minoría parásita y rentista como lo informó el mismo Banco Central.

Pero eso no es lo más importante: se está rediseñando la economía del país para beneficio del capital extranjero en desmedro de las riquezas naturales argentinas, de su población, de su trabajo, del presente y del futuro. Y ese nuevo diseño de un modelo extractivista , agropecuario-exportador que se impone, es para generar las divisas para pagar los servicios de la deuda externa, señala el economista Horacio Rovelli.

Al gobierno del “progresista” Alberto Fernández no se le dio siquiera en hacer propia al idea de una auditoría integral de la deuda, que transparentara todo el proceso de endeudamiento y sus derivados.  Todo quedó para discursos vacuos de ocasión, denuncias e  investigaciones paralizadas , no poniéndose al descubierto en forma puntual  responsabilidades, maniobras, ocultamientos y evasiones  cambiarias  e impositivas

 Una auditoría que elevara sus conclusiones no solo al gobierno argentino sino a los distintos organismos multilaterales del sistema de Naciones Unidas y a los organismos regionales. Incluso, solicitar al Tribunal Internacional de La Haya una opinión consultiva sobre el tema, congelando toda negociación hasta que estas cuestiones preliminares estuviesen resueltas.

La teoría de lo posible

A quienes desde la supuesta izquierda critican el acuerdo con el FMI, se los acusa de estar haciéndole el juego a la derecha, quizá olvidando que si el Congreso aprueba el convenio ya no será el “acuerdo y préstamo a Macri” sino el “acuerdo y préstamo al gobierno peronista de Alberto Fernández”, un nuevo progresista. Es cuando muchos, para justificar el acuerdo, hablan nuevamente de coyuntura mundial, geopolítica y se encaraman en la teoría de lo posible.

Lula, el probable próximo Presidente de Brasil, felicitó a Alberto Fernández por su acuerdo con el FMI,en momentos en que parecía que –después de dos décadas- había un reverdecer del progresismo y/o el izquierdismo, con el triunfo de Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile y las perspectivas de Gustavo Petro en Colombia. ¿Una nueva etapa progresista en la región, junto a los por gobiernos de tinte bolivariano, como los de Venezuela y Bolivia?

La emergencia de los gobiernos progresistas alimentó esperanzas de una mejor vida para los pueblos de la región. Sin embargo, las políticas adoptadas por sus gobernantes, más allá de diferencias nacionales, no lograron responder a las demandas de una ciudadanía que había sido duramente golpeada por el neoliberalismo. El progresismo no fue capaz de impulsar un proyecto de transformaciones y abrió camino a la derecha.

El principal error de los gobiernos progresistas, muchos de ellos asesorados por “expertos” de la decadente izquierda europea, fue mantener el modelo de crecimiento fundado en la explotación de recursos naturales que es precisamente el fundamento material del neoliberalismo. El progresismo renunció a la industrialización, obnubilado por los altos precios de las materias primas, y sobre todo porque aceptó la idea impuesta por el neoliberalismo dominante, que crecimiento y desarrollo son la misma cosa.

A diferencia de las izquierdas de los años sesenta, aceptó que nuestras economías fuesen proveedoras de materias primas y alimentos para la industrialización y urbanización china, manteniendo intocado el modelo productivo, inhibiendo la diversificación económica, lo que favoreció empleos precarios y bajos salarios.

Fue ese modelo productivo el que generó una particular alianza entre los gobiernos progresistas y las corporaciones transnacionales dedicadas a los agronegocios y al extractivismo, la que impidió que se realizaran reformas reales en los sistemas tributarios, fundamento indispensable para el mejoramiento en la distribución del ingreso, recuerda Roberto Pizarro.

Vale recordar que el triunfo de los gobiernos progresistas tuvo gran apoyo de los movimientos indígenas, ecologistas y feministas, los que mostraron su presencia militante en los primeros años. Pero, con el correr del tiempo se desataron fuertes conflictos. Los gobiernos progresistas se caracterizaron por prácticas personalistas, clientelares, y en varios casos corruptas, generando el rechazó de vastos sectores de la sociedad, lo que fue capitalizado por la derecha.

Pocos lo dicen: las confusiones y desatinos de los gobernantes progresistas abrieron las puertas para el restablecimiento de las peores políticas neoliberales que, en definitiva, pagaron nuestros pueblos: hoy más de la mitad de los jóvenes latinoamericanos y caribeños viven en hogares donde reina la pobreza…

Al progresismo de hoy no le gusta la calle, no se siente cómodo. Para ellos son más confortables las negociaciones secretas, los conciliábulos elitescos, las negociaciones diplocomerciales de los chinos, las mediaciones de “amigos” como el papa Francisco, algún premio Nobel de Economía, y/o una serie de funcionarios del gobierno demócrata de Estados Unidos.

Y son estos funcionarios –ahora diz que progresistas- que festejan el acuerdo como hinchas del FMI, no de la Argentina y menos aún del futuro del país. Y lanzan su artillería mediática hablando de “consignas berretas propias de un infantilismo simplista” y olvidan cuatro décadas de connivencia y convivencia con una vida democrática formal, cuando cada uno de los gobiernos fueron “pagadores seriales”, al decir de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Por qué si la deuda pública de Estados Unidos en 2021 equivalía al 133 % de su PIB, la de Japón al 257 % y la de Argentina al 102.8 % el FMI no envía misiones trimestrales para auditar y corregir el desmanejo financiero de Washington y Tokio? , se pregunta Atilio Borón.

Numerosas misiones del FMI seguirán cayendo sobre la Argentina en los próximos meses, desentrañando la verdadera misión que el Fondo desempeña como instrumento de la política exterior de Estados Unidos. La deuda argentina –como muchas otras- es hija de un planteo estratégico que obvió discutir el carácter fraudulento del préstamo concedido, en abierta violación de sus propias normativas y del carácter supuestamente multilateral de la institución.

O sea, Donald Trump dio la orden para ayudar a la reelección del neoliberal Mauricio Macri, y fue obedientemente ejecutada por el Directorio del FMI, que o podía contradecir el mandato de su principal socio (o patrón).

El verso de  los opinadores-repetidores de las derechas –no me atrevo a decir pensadores, que debe haberlos-  es que el FMI es una institución “multilateral” y que representa a la “comunidad internacional” y por ello lo sensato es seguir los lineamientos y condicionamientos que dicte.

Al hablar sobre las alianzas internacionales de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski señaló que “debe incluirse como parte del sistema estadounidense la red global de organizaciones especializadas, particularmente las instituciones financieras «internacionales». En realidad, son instituciones dominadas por EEUU surgidas de una propuesta de Washington en la célebre conferencia de Bretton Woods de 1944, cuyas consecuencias aún padecemos.

El sociólogo y economista Jorge Elbaum recuerda que los condicionamientos externos coinciden con la extorsión judicial planteada desde adentro del país. El endeudamiento externo de la Argentina con el FMI fue promovido por los mismos sectores que se beneficiaron. Los amigos, socios y simpatizantes del macrismo le pidieron al expresidente que consiga los dólares para coronar la especulación financiera que habían llevado a cabo desde el 10 de septiembre de 2015.

El negocio les salió redondo: los grandes empresarios se quedaron con los dólares otorgados por le FMI y el pueblo argentino se quedó con la deuda. Y para que eso haya sido posible fue necesaria la complicidad de una Corte Suprema de Justicia instaurada para defender solo a los grupos más opulentos de la sociedad argentina.

Un sector del oficialista Frente de Todos creyó ingenuamente que el triunfo Joe Biden,  un presidente opuesto a Donald Trump, iba a motivar concesiones a la Argentina, una ilusión basada en el desconocimiento de la lógica estructural del capitalismo neoliberal global y en los informes de los cortesanos argentinos ante Washington.

Altos funcionarios y embajadores, son  cómplices de que Argentina no logre despegar industrialmente y que sus fuerzas productivas –los trabajadores– no se asocien a un Estado activo capaz de dinamizar el desarrollo con formato inclusivo. Y se suman a las presiones para que no se diversifiquen los vínculos geopolíticos (con Rusia, China) y para que América Latina no se integre, dándole la espalda a quienes buscan un camino independiente del tutelaje de Washington y sus satélites.

Más allá del acuerdo, todos son conscientes de que este modelo es inviable, pero desde el poder advierten de la gravedad de salirse del sistema, como si lo que se debiera mantener es esa enorme desigualdad social que sigue creciendo día a día, a la vera de un modelo que multiplicó varias veces no solo la pobreza y el hambre, sino también la deuda.

La presidencia argentina sabe que con este acuerdo se seguirán pagando todos los fraudes, las viejas y las nuevas, santificadas y legalizadas tras el acuerdo firmado por el gobierno de Alberto Fernández que, como anteriores gobiernos, apuesta al extractivismo y a consguir dólares como fuera,  dándole de comer a la deuda que engorda fondos especulativos, en desmedro de cualquier “estado de bienestar” que favorezca a las grandes mayorías.
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Si el extractivismo es una lápida para los gobiernos progresistas, sus políticas respecto a a poner todo el énfasis en “exportar para pagar” complementan sus debilidades estructurales e ideológicas. Es una de las expresiones más directas del modo de inserción que tenemos en el sistema capitalista mundial, señala Roberto Perdía. Esa reproducción de la sociedad de consumo introduce valores que atentan contra la autonomía, soberanía nacional y organización popular, añade.

Obviamente, por estos caminos se hace muy difícil poner en marcha procesos de liberación nacional y emancipación social, banderas que pareciera que el progresismo –al menos el argentino- abandonaron hace rato, sepultando la voluntad, la lucha y la mística revolucionarias de los 1970, cuando el pueblo fue el protagonista.

Hay quienes afirman que el ciclo del progresismo está terminado. Quizá no sea así: lo que debe terminar es la política de enunciación superficial de consignas o críticas sin propuestas desde la oposición, y de “real politik” de resignación y frustración cuando se llega al gobierno.

 Sin iniciativas de transformación productiva ni políticas sociales universales, ha puesto en evidencia que no cuenta con un proyecto propio. Más grave aún es que ha operado políticamente en las cúpulas, distanciándose de los movimientos sociales y de las bases.

Más allá de lo que decida el gobierno de Alberto Fernández, la sociedad argentina está llamada a defender sus condiciones de vida contra ajustes regresivos , pero también en relación a los argumentos  “progresistas” que  justifican, confunden y desmoralizan.

Y, cuando no existe un proyecto propio, con arraigo social efectivo, se termina durmiendo con el enemigo o en la corrupción. Por eso los invito a comenzar a pensar en el posfuturo. En la calle, codo a codo, somos muchos más que dos, diría don Mario Benedetti, que no se refería a los ministros argentinos actuales, pero es igual:

«Ustedes, duros con nuestra gente, ¿por qué con otros son tan serviles?
¡Cómo traicionan el patrimonio, mientras el gringo nos cobra el triple!
Cómo traicionan, usted y los otros, los adulones y los serviles.
Por eso digo, señor ministro, ¿De qué se ríe? ¿De qué se ríe?»

Fuente original: Si el progresismo es el futuro, hay que pensar con urgencia en el posfuturo (observatoriocrisis.com)

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Uruguay: Depresión y soledad, la pandemia de la pandemia

Depresión y soledad, la pandemia de la pandemia

 Aram Aharonian 

En estos tiempos de la covid-19, donde la incertidumbre parece ser la única certeza y el futuro había pasado a llamarse “nueva normalidad” sin que quede muy claro qué significará eso, apareció una nueva variante del coronavirus, bautizada como Omicron y detectada en Sudáfrica , que prendió todas las luces de alarma en el mundo, estremeció los mercados bursátiles y derrumbó los precios de las materias primas industriales.

Las cuarentenas y el distanciamiento social se presentaron desde hace más de año y medio como la mejor arma para enfrentar el virus. Y así, la depresión y la soledad, ya en niveles muy preocupantes, se han disparado con la misma rapidez que el virus.

Durante la primera ola de la pandemia sucedió la activación del “todos juntos” para salir de la peste; después, cuando parecía que se había superado llegó la segunda ola y el impacto psicológico fue importante, por la sensación de que todo lo que se había hecho no había servido de nada. Sin duda, el efecto acumulativo tras más de año y medio, es un peligro, ya que se han disparado mucho los trastornos en personas que no los sufrían y se han agravado los trastornos obsesivos.

Y en esta evolución, el factor económico es “clave”, porque aumentó el desempleo, cayó la seguridad social, el cierre de negocios dejó sin ingreso a familias enteras, crecen las colas de hambre y las ollas populares solidarias. Los sicólogos dicen que son repercusiones que se están empezando a ver ahora, que no aparecen de forma inmediata.

La pandemia no terminó y ya entramos en la cuarta variante. Somos conscientes de que continuará hasta que todos los países accedan a la vacunación masiva, la que impiden las grandes empresas farmacéuticas transnacionales que sólo piensan en la lógica capitalista del lucro. Ahora  emergió una nueva cepa que pone en riesgo el avance logrado hasta ahora en el mundo.

También nos avisa del riesgo de jugar con el miedo con cada variante. La consecuencia es que puede pasar como ocurre en el cuento de Pedro y el lobo y que, de tanto que se diga que una variante es más peligrosa, cuando realmente llegue ya nadie se lo crea.

La nueva variante es efecto del acopio de vacunas de los países ricos y amenaza a Occidente a las puertas del fin de año. Aún se conocen muy pocos datos y habrá que esperar varias semanas para analizarlos y tener conclusiones. Pero de lo que se preocupan los medios hegemónicos es sólo de las caídas bursátiles y de los precios del petróleo. ¿La vida no vale nada, querido Pablo Milanés?

Si bien la variante Delta monopoliza el paisaje internacional de infecciones, una nueva variante, denominada Omicron (B.1.1529), enciende las alarmas de la comunidad científica. Reportada por primera vez el 11 de noviembre en Botsuana, ya fue identificada en Sudáfrica y en países de otros continentes como Hong Kong, Israel y Bélgica. Tiene más de 30 mutaciones en su proteína Spike (S) y se propaga con velocidad en África. Según la OMS, es una variante de preocupación

Macondo II

Miles de personas alrededor del mundo han descubierto durante la crisis del coronavirus que la peste del olvido que castigó a Macondo, el pueblo ficcional de Gabriel García Márquez, es también el relato presente de sus vidas.

Álvaro Santana señalaba en The New York Times que en estos tiempos, cuando parece que vivimos en un Macondo global, muchos acuden a Cien años de soledad como si fuese un libro de profecías para comprender el mundo en el que vivimos y sobre todo en el que viviremos tras la pandemia. Rodrigo García, hijo del escritor, contó en una carta a su padre que no pasa un solo día sin cruzarse con una referencia a la peste del insomnio o alguna de sus variantes.

El confinamiento físico es también para millones una cuarentena emocional. Un doble encierro que a muchos nos ha arrojado a esa soledad que aquejaba a los habitantes de Macondo. Pero ni en los momentos más fatales de la peste, los habitantes de Macondo se quedaron solos. Se reunían. Se contaban historias. Se hacían compañía. Ayudaban a su comunidad. Pero en la peste de Macondo no murió nadie.

Tan antiguas como las pestes son sus efectos sociales. El temor, el miedo que roza y se disfraza de pánico, la desinformación sobre lo que pasa en realidad –tarea de las trasnacionales del terror mediático-, la discriminación hacia los enfermos y quienes los cuidan, la incompetencia de las autoridades para contener la enfermedad, las diversas teorías de la conspiración sobre el origen y la naturaleza de la pandemia…

Pero lo único cierto es que la incertidumbre colectiva crece con el paso de los días, junto al brusco aumento de la pobreza y el hambre aquí y acullá también.

Los expertos advirtieron ya en 2020 sobre el carácter acumulativo de los efectos psicológicos de la pandemia. También sobre la forma en que la salud mental y el estado anímico influyen sobre el sistema inmunológico y sus respuestas. No hay dudas acerca de la relación entre aislamiento social y empobrecimiento de la salud mental

La revista Time se preguntaba si la covid-19 estaba empeorando aún más la epidemia de soledad que ya afectaba a Estados Unidos. Antes de la pandemia, un 60% de los estadounidenses decía experimentar algún grado de soledad: sus consecuencias sobre la salud se han asimilado al efecto de fumar 15 cigarrillos por día.

En pandemia, un trabajo de Social Pro determinó que un tercio de los estadounidenses, en todos los grupos etarios, se sentía más solo que antes de la llegada del coronavirus. Entre los más afectados figuraba el segmento de 24 a 39 años: el 34% decía padecer esta sensación siempre o frecuentemente, mientras que un 47% lo hacía algunas veces.

Ministerio de la Soledad

El aislamiento y su agudización por el Covid-19 tienen en alerta a varios países, entre ellos Reino Unido y Japón que  han puesto en marcha dos dependencias gubernamentales para atender lo que pronostican será la próxima pandemia a enfrentar en el mundo: la soledad. Es que en pleno confinamiento para evitar contagios de Covid-19, aumentó la tasa de suicidios, principalmente en mujeres solas.

Para los adultos mayores, ser considerados como grupo de riesgo durante la pandemia tuvo un gran impacto: debieron adaptar sus rutinas, limitar sus contactos, dejar trabajos y ocupaciones y, en muchos casos, someterse al aislamiento.

El Ministerio de la Soledad no es un invento japonés: el Reino Unido ya creó esta cartera en el 2018, bajo el gobierno de Theresa May. Fue una forma de reconocer que el aislamiento social de las personas se estaba convirtiendo en un grave problema de salud pública.

Fue en febrero de 2021 que Japón creó su primer Ministerio para la Soledad, con la encomienda de atender de manera urgente una situación que, de acuerdo con sus datos, provocó que 21 mil personas se quitaran la vida en 2020. Japón es punta de lanza de diversos procesos sociales, como la desazón provocada por el capitalismo (acentuada por la pandemia que se vive) y que la obra del pintor Tetsuya Ishida describió en toda su crudeza.

Ishida nació en junio de 1973 y murió a los 32 años, en 2005, en un accidente de tren que posiblemente fue un suicidio. Durante una década, el joven artista pintó lo que consideraba escenas de la vida cotidiana: un Japón atrapado en la desolación de la vida moderna y las exigencias del capitalismo salvaje.

Estos tiempos de pandemia nos invitan a superar el humanismo construido sobre la deshumanización de la mayoría y la explotación de la naturaleza. El mundo será diferente, tras la pandemia. ¿Comenzará otra colonización cultural? Los estados, tras el parate, carecerán de recursos y deberán decidir entre pagar deudas o alimentar a sus ciudadanos. El presente –y sobre todo el futuro próximo- será de desempleo masivo y hambre, de depresión y soledad.

Hoy la desesperanza, el temor, la soledad,  se han mudado también a los murales de América Lapobre, donde se describe en colores el sentir de nuestros pueblos.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/depresion-y-soledad-la-pandemia-de-la-pandemia/

 

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En defensa de los humanos sin derechos

Por Aram Aharonian

Se calculaba el año pasado que unos 281 millones de personas, aproximadamente el 3,6 por ciento de la población mundial, residen actualmente fuera de sus países de origen.

Hoy la cifra debe ser bastante mayor, pero no se trata de reducir una situación inhumana a meras cifras. Un número cada vez mayor de migrantes se ven obligados a abandonar sus hogares debido a una compleja combinación de factores, pero sobre todo por modelos capitalistas que los expulsan de sus países.

Son seres humanos a quienes se les conculca sus derechos… Muchos de ellos ni siquiera saben que tienen derechos.

La verdad es que los seres humanos siempre se han desplazado y mezclado, como lo demuestra el análisis del genoma de restos óseos hallados en los yacimientos arqueológicos,  explica Eva Maria Geigl, directora del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia. En 2012, en la cueva de Denisova en los montes Altai, en Rusia, se hallaron los restos de una joven que vivió allí hace unos 50.000 años. El análisis del genoma de una de sus falanges permitió demostrar la existencia de una población que coexistió con los neandertales.

Esa población que vivía en Asia se desplazó y sus miembros se aparearon con los primeros Homo sapiens procedentes de África. Hasta ese momento los paleoantropólogos no sospechaban de la existencia de ese grupo humano, de esos primeros migrantes.

“Todos somos de origen africano. El Homo sapiens evolucionó en África y abandonó el continente en oleadas sucesivas. La última de esas migraciones fue la de nuestros antepasados directos. Todos migrantes, porque la historia de la humanidad está tejida por una sucesión de migraciones. Desde siempre, los grupos de población se desplazan y se mezclan, lo que a veces se traduce en la sustitución de las poblaciones autóctonas, aunque no siempre es así”, añadió.

Globalmente, el número estimado de migrantes internacionales ha aumentado en las últimas cinco décadas. El total estimado de 281 millones de personas que vivían en un país distinto de su país natal en 2020 supera en 128 millones a la cifra de 1990 y triplica con creces la de 1970.

Entre las violaciones de derechos humanos que padecen los migrantes figuran la denegación de derechos civiles y políticos, en forma de detención arbitraria, tortura o ausencia del debido proceso judicial, así como la vulneración de derechos económicos, sociales y culturales, tales como los derechos a la salud, la vivienda o la educación. La denegación de derechos a los migrantes suele estar estrechamente vinculada a leyes discriminatorias y prejuicios y actitudes xenófobas muy arraigados.

Según cifras de Naciones Unidas de 2020, Europa y Asia acogían a alrededor de 87 millones y 86 millones de migrantes internacionales, respectivamente, sumando el 61% de la población mundial total de migrantes internacionales. Les seguían América del Norte, con casi 59 millones de migrantes internacionales, equivalentes al 21%, África, con el 9%, América Latina y el Caribe, con el 5%, y Oceanía, con el 3% de la población mundial de migrantes.

Como resultado de la pobreza y la violencia, el triángulo norte de América Central se enfrenta a un número creciente de personas en movimiento. Desde 2014, se estima que 265.000 migrantes en tránsito, provenientes de El Salvador, Guatemala y Honduras, se han ido (o tratado de ir) a Estados Unidos cada año. Un número creciente de ellos son mujeres y niños no acompañados.

Según las estimaciones, solo uno de cada cinco tiene éxito.  El otro 80% es detenido por las autoridades mexicanas o estadounidenses. Un número creciente de migrantes varados también genera tensiones en las comunidades locales. Y entre ellos destacan no sólo los centroamericanos, sino miles de haitianos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, expulsados de sus países, en busca del sueño de una vida mejor, que generalmente se convierte en pesadilla.

Por su parte, la Unión Europea viola los derechos de los refugiados que llegan a Europa desde África y el Medio Oriente, incumpliendo la Convención de Ginebra, dice el español Javier de Lucas, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia y uno de los mayores expertos en migraciones en Europa. Para de Lucas la Unión Europea y Naciones Unidas estigmatizan a los inmigrantes, al tratarlos desde una lógica de mercado.

 “Hay una mirada de sospecha sobre los inmigrantes: ellos no son un ejército de reserva para la delincuencia ni una amenaza a las fuentes de trabajo. Al derecho formal estatalista se le escapa el pluralismo jurídico. El Derecho construyó un concepto restrictivo que fomenta la estigmatización del inmigrante”, afirma.

Con la emergencia sanitaria por la pandemia del Covid19, y bajo el uso político del argumento sanitario del extranjero sin papeles como agente de contagio – para contener poblaciones irregularizadas-, las agresiones y la represión recrudecieron particularmente con los migrantes del Triángulo Norte de Centroamérica y de los haitianos. Y en el norte de Chile contra los migrantes venezolanos.

Demás está decir que estos migrantes sufren múltiples agresiones y violaciones a sus derechos humanos en los países de tránsito y destino, por parte de diferentes actores sociales, grupos delictivos e instituciones oficiales y privadas. Lo peor es que diferentes Estados nacionales generan dinámicas de irregularización de estas poblaciones del Triángulo Norte Centroamericano y Haití, y están “ilegalizando” a los migrantes, y presentándolos como transgresores de la ley (criminalizándolos), sólo por el hecho de carecer de documentación migratoria.

Me detengo en algunos titulares de la prensa internacional.

-Uno dice que fuerzas polacas dispararon chorros de agua y gas lacrimógeno en el puesto de control de Kuznica –cerrado desde hace diez días– a migrantes que de nuevo intentaron cruzar la frontera desde suelo bielorruso, mientras Polonia acusó a Bielorrusia de darles granadas de humo y armas. Unos  cuatro mil migrantes, en su mayoría procedentes de Irak y Afganistán, viven en campamentos improvisados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia en condiciones cada vez más extremas y con temperaturas bajo cero.

-Cerca de 19.000 niños atravesaron en lo que va del 2021, a pie y algunos solos, la peligrosa selva del Darién, entre Colombia y Panamá, para llegar a Estados Unidos, advirtió es el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una cifra que marcó un «máximo histórico» de menores migrantes, pese a ser uno de los lugares más peligrosos.  La cifra es casi tres veces más que el número registrado en los cinco años anteriores juntos, afirmó Unicef. La mitad son menores de cinco años.

 El Darién se convirtió en corredor para los migrantes irregulares que tratan de cruzar América Central y México, hacia Estados Unidos… o la muerte.

– La policía francesa desalojó al menos a mil 500 migrantes de un campamento improvisado cerca de Dunquerque, donde esperaban una oportunidad de cruzar el Canal de La Mancha hasta Reino Unido.

-La guardia costera turca rescató a 45 migrantes cuando trataban de alcanzar costas europeas tras ser devueltos por Grecia a aguas territoriales turcas. El barco de rescate Geo Barents fletado por Médicos sin Fronteras subió a bordo a 62 migrantes, a los que rescató en las costas de Libia en condiciones precarias.

Un mes atrás, nos horrorizamos con las fotos de la policía estadounidense de fronteras “cazando” y “arreando” a caballo a refugiados haitianos, incluidos niños.

Los países de tránsito y destino tienden a ver a los migrantes como una carga. Sin embargo, la experiencia internacional muestra que los inmigrantes, incluidos los refugiados, también contribuyen al desarrollo de sus países de acogida. Pero aprovechar el potencial de desarrollo de la migración requiere que las autoridades públicas promuevan la integración socioeconómica y la cohesión social de los migrantes.

Desde la antigüedad el ser humano ha estado en constante tránsito. Algunas personas se desplazan en busca de trabajo, aventura o de nuevas oportunidades económicas, para reunirse con sus familiares o para estudiar. Nuestros indígenas recorrieron en canoas desde el Amazonas hasta el Orinoco, para llegar a  las Antillas. Desde 1492 los europeos vienen “haciéndose la América”, escapando de los conflictos propios, en busca de las riquezas del Nuevo Mundo, con una cruz y un garrote en la mano.

Otros se van de sus tierras para escapar de conflictos, persecuciones, del terrorismo o de violaciones o abusos de los derechos humanos. Incluso, algunos lo hacen debido a los efectos adversos del cambio climático, desastres naturales u otros factores ambientales. Muchos de nosotros descendemos de los barcos, de esos migrantes expulsados de sus tierras, masacrados en genocidios alentados por potencias.

El presidente estadounidense Joe Biden se comprometió a regularizar la situación de 11 millones de migrantes, y su par  mexicano Andrés Manuel López Obrador anunció que dará a conocer los nombres de los legisladores estadunidenses que no apoyen la iniciativa de regularización migratoria,

En una votación de 220-213, los diputados estadounidenses aprobaron el viernes 19 de noviembre un extenso paquete migratorio, aunque más reducido que el propuesto por Biden. Si la disposición pasa en el Senado, permitirá a las personas que llegaron sin documentos antes de 2011 obtener hasta 10 años de autorización de trabajo, pero sin abrirles el camino hacia la ciudadanía. La iniciativa se avaló unas horas después de que concluyera la cumbre trilateral de los socios del T-MEC (EEUU, México y Canadá).

 Hay millones de mexicanos que viven, trabajan desde hace años en Estados Unidos, que han aportado mucho al desarrollo, al engrandecimiento de esa nación, y (que) merecen ser tratados con justicia”, señaló el mandatario mexicano. Por otra parte, contrastó la influencia política que ejercen los lobbies cubano-estadounidenses en el bloqueo a la iniciativa de Biden.

Mientras los tres presidentes norteamericanos se reunían, unos dos mil migrantes, la mayoría procedentes de Centroamérica y Haití, partieron de la chiapateca Tapachula, al sur de México, llevando sus pertenencias en mochilas o en paquetes sobre sus cabezas. Niños pequeños iban sobre los hombros de sus padres o en cochecitos.

Las caravanas comenzaron hace varios años como una manera de que los migrantes que no cuentan con dinero para pagar a traficantes de personas se sientan más seguros al viajar en grupo hacia la frontera con Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades de Guatemala y México las han disuelto de forma sistemática. Hoy, la Guardia Nacional de Texas blindó la frontera entre las ciudades de Eagle Pass y Piedras Negras con contenedores de carga ante la posible llegada de la nueva caravana

Algunos analistas hasta hablan de algo llamado necropolítica, esa capacidad para administrar a través del poder quién vive o quién muere. Y, al final, quienes mueren son las personas más empobrecidas, lógicamente. Valgan estas palabras en defensa de estos humanos sin derechos.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) 

https://estrategia.la/2021/11/21/en-defensa-de-los-humanos-sin-derechos-todos-somos-migrantes/

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Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: Lo que vendrá

El coronavirus, en lugar de volverse un factor de cohesión para luchar contra un enemigo común, resultó lo contrario, a causa de ambiciones absurdas dentro del modelo neoliberal, que no sólo ha perdido legitimidad, sino que constituye una de las mayores amenazas tanto para la humanidad como para el planeta.

por Aram Aharonian

La pandemia puso en tela de juicio muchas de las certezas políticas que parecían haberse consolidado en las últimas cuatro décadas, sobre todo en el mundo occidental, esas que constituían (constituyen) el orden neoliberal.

Estas certezas eran el triunfo final del capitalismo sobre el socialismo soviético; la prioridad de los mercados en la regulación de la vida económica y social (con la privatización y desregulación de la economía y las políticas sociales y la reducción del papel del Estado); la globalización de la economía basada en ventajas comparativas en la producción y la distribución; la brutal flexibilización de las relaciones laborales como condición para aumentar el empleo y el crecimiento económico.

Esas certezas fueron aniquiladas por la realidad, y la coronacrisis demostró ante todo que es el Estado (no los mercados) quien puede proteger la vida de los ciudadanos.

También demostró que la globalización sólo beneficia a las trasnacionales y puede poner en peligro la supervivencia de los ciudadanos si cada país no produce bienes esenciales; que los trabajadores en empleos precarios son los más afectados por carecer de fuente de ingresos o protección social, una experiencia que en el Sur conocemos y padecemos desde hace mucho tiempo.

Y el acoso al sur no se detiene. Hace 20 años, según las agencias de inteligencia, la mayor amenaza terrorista contra Estados Unidos provenía de musulmanes ultraderechistas al otro lado del mundo –en Afganistán, Pakistán y Medio Oriente–, y hoy proviene del interior, de estadounidenses cristianos ultraderechistas y sus aliados, que se han expresado con actos violentos, incluso homicidios, en varias partes del país, y llegaron a intentar un golpe de Estado el 6 de enero al invadir el Capitolio para anular el proceso electoral nacional.

Ahora, la Casa Blanca y el Pentágono difundieron una serie de documentos en los que establecen que el cambio climático se yergue como una poderosa amenaza a su seguridad nacional, y alertan que tomarán medidas para prevenir sus consecuencias.

Según los documentos, EEUU debe prever que problemas ya existentes se agudizarán y surgirán otro nuevos, de los que sus tradicionales rivales, Rusia y China, podrán sacar provecho para su propio beneficio en detrimento de sus intereses. Uno de los aspectos que les preocupa especialmente es el de las migraciones, porque entienden que se incrementarán debido a las catástrofes provocadas por la furia de la naturaleza cada vez más descontrolada.

El fallecido historiador Howard Zinn señalaba que el establishment estadounidense depende mucho de la amnesia histórica, del hecho de que en ese país la gente no conoce esta historia. “No sólo no conoce lo que ocurrió a fines del siglo XIX o principios del XX; desconoce la historia de los 15 o 20 años atrás. Eso facilita que el gobierno diga al pueblo cosas que son inmediatamente aceptadas”, imponer imaginarios colectivos. Hoy, la memoria es clave para un futuro diferente.

Hasta el Papa Francisco se dio cuenta: aseguró que no se puede salir de la actual crisis por la pandemia “sin evolucionar hacia las periferias”, y tras exigir a los países más poderosos que reconozcan las asimetrías del mundo llamó a “abrirse y mirar hacia el futuro, sobre todo en este final de la pandemia (que) tiene que ser de una manera creativa. De una crisis no se sale igual, sino que se sale mejor o peor. Y ese final de pandemia tiene que ser hacia lo mejor. De lo contrario vamos a ir hacia atrás», dijo.

«En el imaginario colectivo existe una idea de que se puede recomenzar con una reconstrucción de las cosas como eran hasta ahora, pero eso no va. La pandemia es un desafío al cambio, es una crisis que nos lleva a cambiar. Si no, salimos peor, aunque no lo sintamos», añadió. Amén.

La humanidad ha perdido el control sobre el gigantesco experimento que ella misma desencadenó y que la conduce irremediablemente a una catástrofe. Contra lo que supone la inmensa mayoría, estamos en la hora de las definiciones y de las decisiones que habrán de determinar el destino de buena parte de la humanidad y sus creaciones, piensa el mexicano Víctor Toledo.

El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos señala que las alternativas socialdemócratas y socialistas han vuelto a la imaginación de muchos, no solo porque la destrucción ecológica provocada por la expansión infinita del capitalismo ha llegado a límites extremos, sino porque, después de todo, los países que no han privatizado ni descapitalizado sus laboratorios parecen ser los más eficaces en la producción y más justos en la distribución de vacunas (Rusia y China).

Chau neoliberalismo

El presidente ruso, Vladimir Putin –al que difícilmente se lo pueda calificar de comunista- dijo que el modelo actual de capitalismo se ha agotado y que dentro de ese sistema es imposible salir del nudo de contradicciones cada vez más complejas que afectan a todos en ámbitos que van desde la crisis de la ecología, la degradación del medio ambiente, la injusta distribución de los bienes materiales, hasta la escasez de agua, la falta de energía eléctrica o las dificultades para recibir asistencia médica adecuada.

Lejos de Moscú, el expresidente de Bolivia, Evo Morales, señaló en su visita a México la incongruencia de los defensores del neoliberalismo, quienes antes de la pandemia clamaban por más mercado, mercado, mercado, pero ante la emergencia sanitaria y económica exigen todas las soluciones al mismo Estado al que tanto debilitaron y achicaron.

Indicó que las sociedades enfrentan dos alternativas: controlar los recursos naturales a través de la administración del Estado o cederlos a las transnacionales que actúan bajo la consigna del saqueo. A partir de esta alternativa, Evo criticó a los partidos que llegan al poder bajo las siglas del socialismo, pero una vez en el gobierno mantienen intacta la estructura de privatizaciones; una traición que comparó con el sistema político estadounidense, donde demócratas y republicanos se alternan sin cambios sustanciales.

Todos sabemos en que en nuestros sistemas capitalistas, las empresas y los empresarios son más importantes que el pueblo y las instituciones. Como ejemplo de la última semana, la multinacional energética española Iberdrola condicionó detener la incesante alza de precios de la electricidad –que alcanzó al 500%- a que el gobierno del presidente Pedro Sánchez se abstenga de cobrar impuestos que calificó de lesivos.

El alza de precios de la energía en España, país europeo, capitalista y con un presidente socialista de partido, puso en jaque a la industria y llevó a las familias a situaciones absurdas como lavar ropa o pasar la aspiradora de madrugada para evitar las cuotas de horas pico, y que ha empujado a las personas a buscar el auxilio de los bancos de alimentos porque ya no pueden permitirse el gasto de cocinar en casa.

Es otro ejemplo de que cuando se le da el control de un sector estratégico como el de la energía, la iniciativa privada lo convierte en arma para chantajear, extorsionar al Estado y la sociedad española a la puertas del invierno europeo, cuando el uso de la calefacción eléctrica o por gas (también en manos de empresas privadas) se convierte en asunto de vida o muerte en una amplia franja de la población.

Un editorial del diario mexicano La Jornada señala que cuando hemos llegado al extremo de que el consejo de administración de una trasnacional amenaza de manera directa a millones de personas y pone a un Estado en la disyuntiva entre cobrar impuestos o encarar un estallido de descontento social, está claro que el modelo neoliberal se ha vuelto en todo punto indefendible, y que emprender su desmantelamiento es una cuestión de supervivencia para las grandes mayorías.

El neoliberalismo también hace agua por este sur. La declaración de los estados de excepción en Chile y Ecuador es la mejor muestra del fracaso de las mal llamadas democracias liberales. En Ecuador sucede luego de que los Papeles de Pandora revelaron que el presidente Guillermo Lasso tiene cuentas ocultas en paraísos fiscales y blinda a militares y policías de cualquier juicio por sus actuaciones.

En Chile, el presidente Sebastián Piñera envía soldados, tanques y helicópteros de guerra a territorio mapuche, para frenar la recuperación de tierras del movimiento. Este hecho se produce mientras la Convención Constituyente sesiona para redactar un texto que supere la carta heredada del régimen de Pinochet.

Las cosas que se resuelven entre gallos y medianoches suelen ser poco democráticas. Las decisiones que afectan a las comunidades son producto de pactos o de imposiciones. Si el acuerdo es amplio, decimos que se trata de una disposición democrática. Por el contrario, cuando la decisión se toma entre pocos que pueden imponerla, hablamos de autocracia, dictadura, tiranía o plutocracia.

Las plutocracias establecen el predominio de la clase más rica de un país. El capitalismo, por lo tanto, ¿es un sistema esencialmente plutocrático? Si capitalismo y democracia se consideran una misma cosa, simplemente la vida no será digna (ni posible) para vastos sectores y la “inseguridad social” será la tónica de la convivencia: la calle, el estallido social parece ser la ¿única? respuesta de los muchos.

El mundo está en crisis. O mejor dicho, el modelo capitalista de mundo es el que lo está. A pesar de sus políticas distraccionistas como la mal llamada “revolución verde”, puerta de escape para la reconversión de un sistema capitalista estancado y de propiedad ultraconcentrada para seguir como modelo dominante, con las amenazas ambientales, climáticas y de guerra nuclear, poniendo en peligro la existencia de la humanidad.

Hay algo que está claro: nuestras sociedades latinoamericanocaribeñas ya no serán las mismas de antes de la pandemia. Y entonces habrá que “inventar” un pensamiento adecuado a la nueva realidad social. Habrá millones más de desempleados, mucha más hambre, paralelos a una impagable y odiosa deuda externa y a las políticas de ajuste que exige el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Uno de los principales desafíos que enfrenta el pensamiento crítico latinoamericano radica en plantear la crítica de los discursos legitimadores del orden colonial y la visión de “otro” inferior, o sea analizar la decolonialidad del saber y la necesidad de un saber situado, o sea la geopolítica del conocimiento.

Como dijera el gaucho Martín Fierro -poema considerado ejemplar del género gauchesco, escrito por el poeta argentino José Hernández en 1872-: Vengan santos milagrosos, vengan todos en mi ayuda, que la lengua se me añuda y se me turba la mente…

Coronacrisis, neoliberalismo, democracia: lo que vendrá

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Argentina: Las dos orillas (una nota chovinista)

Las dos orillas (una nota chovinista)

Por Aram Aharonian

 

Buenos Aires comenzó a crecer de espaldas al río de la Plata, mientras Montevideo se expandía de cara al estuario.

La culpa la tienen los gallegos, los conquistadores. El solar en el que está emplazada la Casa Rosada fue, durante toda la historia de Buenos Aires, la sede de las distintas y sucesivas autoridades políticas que gobernaron el país desde que en  1580 Juan de Garay se le dio por fundarla. O sea, la diferencia viene de la época de la colonia. Santa María del Buen Ayre comenzó viviendo del contrabando y del tráfico de esclavos.

O sea, los esclavistas y los contrabandistas eran, en aquellas épocas del miriñaque, las personas más distinguidas de la aldea, apellidos “ilustres”, algunos de los cuales llegan hasta estos pandémicos días, tras beneficiarse de todos los gobiernos oligárquicos, civiles o militares. Los del puerto impusieron su supremacía, su superioridad, gracias al puerto, claro.

Pero, dicen los historiadores, que el puerto ni siquiera tenía muelle. Cuenta Santiago Varela (no por haberlo presenciado) que era un puerto al que había que llegar en carro tirado por mulas o caballos. “Incluso Güemes en 1806 se dio el lujo de abordar una goleta inglesa, no desde otro barco, ¡sino con una carga de caballería!. Fue la primera vez que un caballo escuchó gritar ¡Al abordaje´”.

Fue Güemes, o mejor dicho el salteño Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte, héroe de la independencia,  que con muy escasos recursos libró una constante guerra de guerrilla, la Guerra Gaucha, deteniendo seis invasiones del ejército español. Decía, era Güemes, no Sandokán.

Los descendientes de los contrabandistas y esclavistas viajaban a Francia y se traían arquitectos capaces de reproducir en Buenos Aires las mansiones, con materiales, platería y mantelería europeas (además de alguna cocotte, claro). Quería ser la París del Sur, tanto que algunos años después a las alienadas autoridades de la ciudad se les dio por tirar abajo las alas del Cabildo para poder abrir avenidas y diagonales.

Palacios y petit hoteles son parte de la tradicional Buenos Aires aún hoy. La culpa de que se haya desarrollado así la tienen los orientales, los de la Banda Oriental, que se les dio por reconquistar en 1806 la ciudad del Buen Ayre, que había caído en manos de los soldados ingleses (los comerciantes y las empresas no se fueran nunca del puerto).

Y Buenos Aires comenzó a crecer de espaldas al río de la Plata, mientras Montevideo se expandía de cara al estuario: su vida siempre fue -y es- de cara a las ramblas. Ni el puerto respetó la seudo piqueta del progreso en Buenos Aires, los barcos fueron desapareciendo del puerto y aparecieron edificios de 30, 40 pisos, cuya tarea principal es tapar el río para el resto de la ciudad. Para poder mirar la costa uruguaya en una mañana despejada, hay que tener mucha plata, habitaran en uno de esos monstruos que imitan a grandes edificios de ciudades que nada tienen que ver con nuestra idiosincracia.

¿O sí? El porteño promedio jamás ve el río, el montevideano convive con él, con sus playas, con sus ramblas. Es más, en 1973 llegué a conocer una playa en la Costanera Norte llamada Saint Tropez (siempre queriendo imitar a los franceses), una verdadera olla de agua sucia frente al monumento de Lola Mora, allí donde ahora aparece el Parque Ecológico. Hoy, el gobierno neoliberal de la ciudad quiere construir edificios en los terrenos públicos al lado del río, para que sus inmobiliarias hagan sus negocios, a cinco mil dólares el metro cuadrado.

Por ahora, la gente se lo ha impedido. Algunos, en defensa de los espacios públicos, otros porque temen que algún avión no le emboque al Aeroparque Metropolitano. Pero seguramente habrá quien proponga desde los medios hegemónicos trasladar el aeropuerto a alguna localidad lejana, para que no moleste a los nuevos ricos porteños.

Pero la piqueta del progreso, que nos dejó sin el Conventillo del Medio en Montevideo, en manos del gobierno neoliberal de la ciudad de Buenos Aires acaba de asesinar al último potrero porteño, en el Parque Centenario, de cara al Hospital naval, donde a cualquier hora del día había gente jugando al fútbol y ahora amenazan con torres de apartamentos con amenities.

Lo cierto es que siempre, los que vivían al este de los ríos Uruguay y de la Plata, fueron orientales: primero cuando vivían en la Banda Oriental del virreinato del Río de la Plata y luego, cuando en 1825 los ingleses deciden que se debía declarar la independencia de ese estado tapón que habían creado, y le ponen el nombre de República Oriental del Uruguay. Orientales en la vida, y en la muerte también.

Cuenta la leyenda que en la noche del 18 de abril de 1825, Juan Antonio Lavalleja, y sus 32 hombres (conocidos luego como los 33 Orientales) embarcaron y avanzaron cuidadosamente por las islas del delta del río Paraná, evitando la vigilancia de la flota brasileña, cruzaron el río Uruguay en dos lanchas y desembarcaron en la Playa de la Agraciada, donde desplegaron la bandera de tres franjas horizontales roja, azul y blanca, colores tradicionalmente usados desde los tiempos del Pepe Artigas, con la inscripción Libertad o Muerte.

Hacía meses que los orientales preparaban el cruce para comenzar la liberación de la Banda Oriental del dominio brasileño, pero –cuenta la leyenda negra- a Lavalleja y sus hombres les gustaban las pulperías, las payadas –Juan Antonio era uno de los guitarreros que no dejaban dormir a los españoles en el Sitio de Montevideo- , las vidalas, el vino, y la invasión no fue tan planificada sino que fue apurada por el ultimátum que le dieron los hacendados argentinos que financiaban la expedición y la compra de caballos, del otro lado del río, a los hermanos Ruiz.

La broma de los uruguayos es que los 33 orientales eran 34, con el que sacó la foto (el óleo de Juan Manuel Blanes que no falta en ninguna escuela).

Pucha. Uno va a Wikipedia y se entera que Montevideo está catalogada como una ciudad global de categoría «beta». Se posiciona como la séptima urbe de Latinoamérica y la 73 del mundo. Fue la octava ciudad más visitada de América Latina por extranjeros en 2013. Ha sido calificada como la ciudad con mejor calidad de vida de dicha región en 2018, puesto que ha mantenido cada año desde 2006 (hasta la llegada de Cuquito Lacalle y su banda neoliberal al gobierno).

Y uno sabe que el Uruguay no es un río, sino un cielo azul que viaja, pintor de nubes, caminos, con sabor a mieles ruanas… como diría Aníbal Zampayo.

Montevideo pasó de mano continuamente. Cuenta la historia que el 22 de noviembre de 1723, el portugués Manuel de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevideo. El 22 de enero de 1724 los españoles de Buenos Aires, organizada por el gobernador español en esa ciudad, Bruno Mauricio de Zabala, desplazaron a los portugueses y comenzaron a poblar la zona con seis familias provenientes del otro lado del charco.

Obviamente, su importancia como principal puerto del virreinato le granjeó en varias oportunidades enfrentamientos con la capital, Buenos Aires.  Una rivalidad que comenzó hace apenas 245 años. Pero siempre los españoles fueron los que metieron la pata. El 3 de febrero de 1807 las tropas inglesas al mando del general Samuel Aychamuty ocuparon la ciudad, que fue reconquistada por las tropas enviadas por Montevido, que pasó a ser “la muy fiel y reconquistadora”. Lo que no me quedó en claro es si los señoritos porteños realmente querían librarse de los ingleses.

A Montevideo lo descubrieron los portugueses, dicen:  Monte vide eu, gritó el marino, dicen unos, Monte VI de este a oeste, alegan otros.  Montevideo qué lindo te veo, con tu Cerro y la fortaleza, cantaban en los carnavales de los años 50. El Cerro tiene 132 metros de altitud y es un granito que se destaca en la lisa orografía de un país cuya altura mayor es  la del Cerro de las Ánimas, oficialmente de 501 metros de altura (así puede figurar en los mapas), pero que en realidad no llega a esa altitud.

Puerto de inmigrantes que venían a América y caían en Montevideo, del que nunca habían oído hablar, a trabajar en sus frigoríficos cargando medias reses. Pero, de todas formas, una ciudad hecha de cara al mar (bueno, al río), aprovechando las playas que bordean la amplia bahía y siguen hasta que el río se convierten en Océano Atlántico, 125 kilómetros al este, justo ahí donde los porteños con plata van a veranear, Punta del Este.

Montevideo del delantal o túnica y moño para que todos los niños fueran iguales en la escuela, la de silencio-hospital, diría Mario Benedetti. No es nada raro que uno vea a un señor salir de su oficina con un portafolios o bolso, caminar unas cuadras, quitarse la ropa, quedarse en traje de baño. Ni que del bolso o portafolios aparezca un termo y un mate.

O que en cualquier estación los muchachos, los viejos, los niños, aprovechen las anchas veredas de la rambla para sentarse a tomar unos mates, alguna cerveza, comer algunos bizcochos o sándwiches de salame y queso, reunirse con amigos, con la familia, con los compañeros; mirar las gaviotas y el atardecer, mientras hablan de fútbol, de política, de los hijos, de la novia o el novio, de lo de todos los días. Alguna vez también hablaron de librarse de la dictadura.

En ese mismo puerto de Montevideo, el 25 de febrero de 1833 fueron embarcados María Micaela Guyunusa, embarazada de dos meses,  Laureano Tacuabé Martínez, el cacique Vaimaca Pirú y el chamán Senacua Senaqué, indígenas charrúas, para ser exhibidos y estudiados en un zoológico humano de París, y evaluados por los miembros de la Academia de Ciencias de Francia, por orden del primer presidente uruguayo, Fructuoso Rivera, quien ya había encabezado la matanza de indios en la batalla de Salsipuedes, vendiendo como esclavos a los sobrevivientes.

El grupo es conocido en Uruguay como “los últimos charrúas”. En el envío se incluían también un par de ñandúes, considerados  tan exóticos como los indígenas y todos fueron introducidos en Francia sin siquiera cumplir con los requisitos legales de la época. La historia de su desgracia, convertida en leyenda, marcó toda la historia del nuevo país-tapón, que un lustro antes habían “inventado” los ingleses. Hoy sólo se los recuerda en un monumento, en las riberas del arroyo Miguelete, de espaldas al Rosedal.

La revancha llegó en los primeros Juego Olímpicos de la modernidad, precisamente en París, en 1924. La primera práctica de los “salvajes” uruguayos (según la prensa parisina), fue una humorada: los jugadores, con el inolvidable José Nazazzi a la cabeza, salieron a  la cancha con plumas en la cabeza, y reventaban la pelota lo más lejos que podían. Moraleja: vencieron 7-0 a Yugoslavia, 3-0 a Estados Unidos, 5-1 a Francia, 2-1 a Holanda y 3-0 a Suiza en la final: los descendientes de Guyunusa, Tacuabé, Vaimaca y Senacua,  fueron los primeros campeones olímpicos de fútbol…

Después de casi tres siglos, uno aprende que uruguayo que triunfe en Buenos Aires pasa a ser rioplatense. Perdemos todo aquello de anarquistas-conservadores, que no nos guste que nadie nos mande…y tampoco nos gusta cambiar. En realidad los uruguayos vivimos en una continua contradicción con lo que fue el país o lo que fuimos como pueblo. Porque no fuimos uruguayos sino orientales, de la República Oriental del Uruguay (Rodelú, para los amigos).

Pero cambia, todo cambia: estamos orgullosos del puerto de Montevideo, pero héte aquí que está en manos de una trasnacional belga hasta las carnestolendas griegas, al igual que toda la ribera de los ríos entregada a las forestales-papeleras nórdicas, para que nos dejen sin agua ni vegetación. Decía Galeano que tenemos cierta tendencia a creer que nuestro país existe, pero que el mundo no se entera. Yo le contestaba que el Uruguay es sólo un estado de ánimo.

Pero, en Buenos Aires, para ver un poco de río hay que pasar por perímetros portuarios de dudosa seguridad, atravesar zonas industriales y evitar que un tren de carga o un camión de doble tracción te pise. Pero es cierto que van sacando los barcos del puerto, pero no por higiene, sino para poder construir edificios de 30 pisos que cumplan su cometido de taparle el río al resto de los ciudadanos.

Me consta que hay muchos, muchos porteños que nunca vieron el río. ¡Pobres!

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

https://estrategia.la/2021/08/28/las-dos-orillas-una-nota-chovinista/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/las-dos-orillas-una-nota-chovinista/

 

 

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