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Hambre, desocupación… y elecciones con los mismos de siempre

Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”. -Eduardo Galeano

En una fecha decisiva del calendario electoral en Argentina se confirmaron las alianzas vigentes. El panperonismo cambió de nombre -quizás una forma de disimular un fracaso-, mientras se cruzan durísimas acusaciones internas, al igual que en la coalición neoliberal Juntos por el Cambio.

Subsiste en el país una superestructura política que no termina de morir, alejada de la evolución del proceso político, mientras se calcula que la inflación anual rondará el 100 por ciento, y crecen la desocupación y la inseguridad alimentaria.

Si se anualiza la inflación de un 8,1% promedio de los dos últimos meses, la suba de precios en el año alcanzaría 155%. La tasa de interés de Banco Central, referencia para los plazos fijos, está en 155% anual.Quizás el factor que defina el escenario de los próximos meses es lo que se acuerde o no con el FMI, con la esperanza de recibir dólares frescos y poder usarlos para intervenir en el mercado cambiario.

En la provincia de Jujuy, el gobierno a cargo del dirigente radical (opositor) Gerardo Morales desató una represión salvaje sobre los trabajadores y las comunidades que protestan contra una Reforma Constitucional a todas luces reaccionaria, que pretende legalizar la persecución a movimientos sociales en nombre una paz de cementerios y mantiene desde hace casi ocho años presos políticos, como es el caso de Milagro Sala.

En la Ciudad de Buenos Aires, el poder ejecutivo que comanda el candidato a presidente de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, desalojó violentamente a las mujeres de Casa Pringles, una experiencia feminista muy interesante. ¿Estos hechos anticipan los tiempos que vendrán en la Argentina?

 Las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) se realizarán el 13 de agosto. Todos los partidos que se presenten a ellas deberán obtener el 1,5 por ciento de los votos “válidamente emitidos” para poder acceder a las elecciones nacionales del 22 de octubre, en las que se definirá quién será el nuevo presidente y se renovarán la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado.

Desde los medios se insiste en una derechización del escenario electoral, alentada y sobreanalizada desde los medios, que no logra que la población pierda de vista  un trasfondo de crisis que no terminará con las elecciones ni el 10 de diciembre, cuando un nuevo gobierno, de cualquier signo, intente aplicar nuevos planes de ajuste.

Acorralados en sus propios mundos, el neoliberal Juntos por el Cambio y el oficialista Frente de Todos sobreviven la incertidumbre, fracturas, rompimientos y cambios de nombre de cara a los comicios generales de agosto. En pleno cierre de alianzas entre los partidos que competirán en las elecciones nacionales, el oficialismo panperonista -quizá para disimular su fracaso- dejará la denominación de Frente de Todos para llamarse Unión por la Patria.

Elegir el término “Patria” para la nueva denominación y centrar la prioridad en una nueva relación con el FMI que elimine los condicionamientos a la política económica  empezaron a definir el eje programático que planteó la vicepresidenta Cristina Kirchner. Las escaramuzas para ordenar la interna panperonista eran previsibles y peligrosas para la nueva alianza que se mueve en un camino finito de crítica al gobierno (¿propio?) y de tratar al mismo tiempo de no expulsarlo y contenerlo.

Por su parte, la principal coalición opositora confirmó que sostendrá la neoliberal Juntos por el Cambio como expresión de alianza, en medio de ríspidas negociaciones y definiciones respecto a su conformación final, demostración de un cuadro perfecto de crisis del regimen político del país.

Las primeras definiciones de la flamante coalición panperonista, que en rigor tiene en su interior a las mismas fuerzas que formaron el Frente de Todos en 2019, da cuenta de uno de los objetivos del nuevo nombre: polarizar con la derecha como defensora de la dolarización, del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, y la extranjerización de los recursos estratégicos, entre otras cosas.

Los medios hegemónicos vienen repitiendo la película de una derrota peronista  lineal y previsible, pero Juntos por el Cambio, que aparecía hasta hace poco como ganador casi inevitable de la elección, también atraviesa una profunda crisis.

Sus partidos están partidos: por un lado Patricia Bullrich apoyada por el expresidente Mauricio Macri y el “Grupo Malbec” del radicalismo se enfreta a Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la capital, que junto con el radical Gerardo Morales y la Coalición Cívica, emiten comunicados seriales llamando a una mayor amplitud de alianzas.

El cambio de nombre de la alianza oficialista,  no es para nada inocente: trata de desligarse de la apática figura presidencial de Alberto Fernández, que ante la realidad debió abandonar el sueño de ir por su reelección. El peronismo no quiere cargar con el peso del fracaso.El primer comunicado de la nueva Unión por la Patria repitió fórmulas rituales como aquello del «crecimiento con inclusión social» pero, sobre todo el piso de participación de cada sector en las listas para las elecciones.

Mientras el kirchnerismo y el Frente Renovador del actual ministro de Economía Sergio Massa proponían que fuera del 40 por ciento, desde el sector del exvicepresidente Daniel Sioli y  Alberto Fernández impusieron que fuera el 25, apelando a recurrir al “partido judicial”, el mismo que proscribió a la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner,  para dirimir el tema.

En medio del cierre de las candidaturas, la vicepresidenta  habló desde la sureña provincia de Santa Cruz para dejar en claro que quiere gobernantes “con experiencia en la gestión pública». El más elogiado fue Axel Kicillof, a quien le reconoció que había advertido sobre el Fondo Monetario Internacional: “Kicillof lo advirtió y hoy estamos ahí, en el FMI, con una terrible deuda. Además, hay sobretasa de interés por la magnitud del préstamo acordado”.

“Cuando el FMI irrumpe en un país después de un préstamo de la magnitud que le dieron a Argentina, hay que decirle a la sociedad la verdad. Si tenés que firmar porque tenes la 45 en la cabeza, tenes que decirles que te hacen firmar. Porque, después de todo, ese préstamo no es responsabilidad de este gobierno. La sufre este gobierno y la sociedad argentina, pero creo que es hora de comenzar a hablarle con la verdad a la sociedad”, dijo.

Resta ver antes del 24 de junio qué candidatos se confirman y si esa unidad tendrá el formato de lista única, o si habrá un capítulo de disputa en las PASO antes de llegar todos con la misma boleta a octubre, como parece lo más probable.  La opción de un salto nacional (a la presidencia) del exministro de Economía y hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof ,volvió a cobrar fuerza.

A horas del cierre de alianzas en Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta nuevamente subieron el tono de la disputa.»Sumamos en esta nueva etapa a José Luis Espert y el GEN de Margarita Stolbizer y vamos a seguir sumando», lanzó Rodríguez Larreta y reiteró que su intención es que el gobernador cordobés Juan Schiaretti participe del armado electoral. Bullrich ratificó su plan de ajuste y salió a proteger a su potencial aliado el “libertariano” Javier Milei.

Los medios de comunicación hegemónicos son parte del desfasaje: sus coberturas políticas, dedicadas en un 99 % a reflejar y analizar las internas del peronismo, de Juntos por el Cambio y la evolución del ultraderechista Javier Milei, están a trasmano de la vida real, de los procesos políticos y de los paros, piquetes y movilizaciones de un abajo que se mueve, contra los bajos salarios, la desocupación y el hambre.

Pero la realidad que más allá del impacto mediático, a Milei no le va bien. En los procesos electorales en varias provincias hizo apuestas fuertes y le fue entre mal y peor. En el mundo politizado del periodismo e incluso de la academia se sacaron conclusiones de mínima apresuradas, en base a un solo elemento: las encuestas.

 Y, se comenzó a afirmar que la sociedad giró unilateralmente a la derecha, especialmente los jóvenes, que Milei expresaba la rabia. Pero  varios estudios de opinión cualitativos muestran cierta inconsistencia incluso entre los que dicen que votarían por Milei, pero defienden las empresas públicas, la salud y la educación pública, todos derechos que el programa libertariano quiere liquidar lisa y llanamente.

Como suele ocurrir ante las coyunturas electorales, y más en el escenario de insatisfacción y frustración frente a unas democracias que durante varias décadas solo han garantizado algunas libertades formales sin avanzar resueltamente hacia la justicia social, el tira y afloje entre las coaliciones en competencia han convertido a la Argentina mediática en un pandemonio. Terminado el Mundial de Fútbol hay que hablar de las elecciones.

Un régimen político que aparenta continuidad, aparece desfasado ya del proceso político real, desgarradas las coaliciones internamente y en crisis con sus propias bases electorales, continúan adelante a pesar de todo. Son la expresión de lo viejo que no termina de morir. Decía Antonio Gramsci: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos».

El economista Horacio Rovelli señala que el salario mínimo en EEUU es de 2.000 dólares por mes y en la Argentina de 310 dólares al tipo de cambio oficial y de 160 dólares al cambio paralelo, mientras la inflación quizá supere el 100% este año.

Algo ya parece seguro: el próximo gobierno nacerá débil y condicionado por la inmensa deuda externa, lo que adelanta nuevas crisis y convulsiones de una futura gestión que intentará continuar planes de ajuste y sumisión al FMI en la Argentina de la crisis permanente.

O del estallido que algunos agoreros vaticinan, como hace 22 años, con el entonces presidente Fernando de la Rúa huyendo en helicóptero desde la Casa Rosada. Mientras, en las plataformas se difunde el filme “Diciembre 2001”, basado en el libro «El palacio y la calle» del periodista Miguel Bonasso. Cualquier similitud no es mera coincidencia.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuente: https://estrategia.la/2023/06/19/argentina-hambre-desocupacion-y-elecciones-con-los-mismos-de-siempre/

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El dominio de la comunicación y la lucha por su democratización

Por Aram Aharonian

Lo primero que debemos recordar es que la comunicación es un derecho humano sostiene el autor y analiza desde diferentes autores cómo influyen la tecnología y la inteligencia artificial en esta etapa del capitalismo. Dice y explica que “Hoy vivimos en un feudalismo tecnodigital, lejos, muy lejos de la libertad y la equidad prometida por los mentores de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC)”.

El mundo cambia, la tecnología avanza -hoy hablamos hasta de metaverso y discutimos si la inteligencia artificial sustituirá a los periodistas- pero parece que nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados, munidos de herramientas perimidas, mientras las corporaciones mediáticas hegemónicas desatan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos escenarios, en guerras que pasaron de ser de cuarta y quinta generación a un nuevo formato acorde a esta etapa del capitalismo de plataformas y vigilancia.

El mundo cambia, la tecnología avanza -hoy hablamos hasta de metaverso y discutimos si la inteligencia artificial sustituirá a los periodistas- pero parece que nos empujan a pelear en campos de batalla equivocados, munidos de herramientas perimidas, mientras las corporaciones mediáticas hegemónicas desatan sus estrategias, tácticas y ofensivas en nuevos escenarios, en guerras que pasaron de ser de cuarta y quinta generación a un nuevo formato acorde a esta etapa del capitalismo de plataformas y vigilancia.

Lo primero que debemos recordar es que la comunicación es un derecho humano. Y hoy pretendemos pelear por su democratización, pero no bastan arcos y flechas contra los misiles informáticos, los drones, la inteligencia artificial.

Hoy vivimos enun feudalismo tecnodigital, lejos, muy lejos de la libertad y la equidad prometida por los mentores de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). El investigador argentino Alfredo Moreno, señala que bajo el manto de una retórica de democratización y acceso a la información, progreso e innovación se esconde el más puro y antiguo sistema de dominación

Nick Srnicek en Capitalismo de Plataformas, afirma que“internet se ha transformado en una suerte de utopía neoliberal desregulada y con pocos ganadoresLas plataformas no tributan en casi ningún país y muchas veces ni tienen oficinas, lo que impide cualquier tipo de verificación y sometimiento a las normas y leyes de nuestros países.

Los datos generados en la actualidad por los usuarios en internet constituyen una materia prima y las plataformas son quienes extraen la plusvalía de ésta. Es una forma de reorganización del capitalismo que, ante la caída paulatina de la rentabilidad de la manufactura en los últimos años,  se volcó hacia los datos como un modo de mantener el crecimiento económico y la producción.

Unas semanas atrás causó  conmoción  un robot que pasó exitosamente el test de Turing al producir mensajes difícilmente diferenciables de los que emite un ser humano. Lo cierto es que mecanismos informáticos nos suplantan progresivamente; cajeros automáticos; dispositivos cibernéticos conducen autos,  aeroplanos y drones; analistas artificiales diagnostican enfermedades o interpretan documentos jurídicos con mayor precisión que nosotros los humanos, sus colegas biológicos.

Las  máquinas redactan, componen música, elaboran  gráficas e incluso compiten en ajedrez mejor que el campeón mundial del juego ciencia. Incrementan su velocidad y capacidades de manera vertiginosa y exponencial, mientras que las nuestras permanecen estáticas. Los analistas anticipan que en pocos años la informatización hará desaparecer más del 40% de los puestos de trabajo.

Las grandes tecnológicas digitales han servido para el crecimiento de la desigualdad a escala mundial. Y hoy, cada vez se hacen más necesarias las políticas públicas que cuiden y promuevan el bien común del conocimiento, la seguridad sobre los datos y el acceso de la ciudadanía, de las comunidades, a los servicios basados en software e Internet. El mito del Silicon Valley californiano cayó junto a la acumulación escandalosa de ganancias, tecnoempresarios dictadores, desigualdades sociales indecorosas, desempleo crónico, millones de pobres suplementarios y un puñado de tecnooligarcas que acumularon fortunas jamás igualadas.

Pandemia y progresismo

Las medidas transitorias llegaron para quedarse y a medida que se prolongó la pandemia, los nuevos hábitos se incorporaron en la cotidianeidad, en un proceso paralelo al ritmo que las empresas privadas crean, implantan y expanden sus diversas plataformas digitales (durante el año 2020 se decuplicaron respecto a 2019).

Esta nueva situación está permitiendo registrar, recopilar, almacenar, mercantilizar y analizar las respuestas de la mayoría social. Porque con la implantación y obligación de las TIC, todos nuestros movimientos dejan una huella electrónica, datos al desarrollarse gran parte de las relaciones, transacciones y gestiones de forma telemática.

La pandemia impulsó un inédito y profundo cambio social, un gran salto cualitativo (y cuantitativo) respecto de la situación previa: se está consolidando y legitimando la cuarta revolución tecnológica (4.0), de forma silenciosa (paradójicamente) y sin resistencia social. La pregunta es quien impulsó la pandemia…

Más allá de la pandemia, lo cierto es que los gobiernos progresistas nunca creyeron en la necesidad de una política informativa, que redundara en la información y en la formación, y en la participación ciudadana. Se recitó el estribillo de la batalla de ideas, pero siempre desde el síndrome de plaza sitiada –hay que defenderse permanentemente de un eventual ataque enemigo-, síndrome que se apropió de los espacios oficiales de comunicación y en la reacción defensiva permanente y de corto plazo de los ataques hostiles, olvidando la agenda propia del diálogo con la ciudadanía y del debate con los adversarios políticos.

Para ello colaboraron los nuevos conquistadores, que desde universidades europeas nos vinieron a vender espejitos de colores e impedir locuras como la de Telesur, que insistía en vernos con nuestros propios ojos después de cinco siglos de colonización. Algunos reviven el Informe McBride 1980 (de hace 43 años) cuando hoy  el big data permite a la información interpretarse a sí misma y adelantarse a nuestras intenciones, convirtiendo a la democracia en una dictadura de la información manejada por las grandes corporaciones. Seguimos en guerra y en ella no hay neutralidad posible.

El verso de la democracia 

Tal vez ningún término usado recurrentemente en el espacio público fue ultrajado de tal manera que no solo fue vaciado de contenido, sino que perdió todo sentido, como la voz democracia,  Hoy se exalta un concepto reduccionista de la democracia, que encierra y congela la soberanía y la participación popular en un palacio presidencial y un hemiciclo parlamentario.

En nuestros países, la forma más adecuada para garantizar la estabilidad gubernamental ha sido la democracia controlada o democracia de baja intensidad. Que consigue la estabilidad a través de la desinformación que promueven los medios de comunicación monopolizados, que se está revelando como más eficiente que las dictaduras militares.

La desinformación juega un papel relevante en el sostenimiento del orden sistémico occidental, que controla los principales medios que llegan a la población, que son los que asesinan la verdad y la democracia. Los mejores contenidos periodísticos no tienen, generalmente, ninguna consecuencia, porque el poder y los medios a su servicio los ignoran.

Es esencial que la redistribución de la riqueza esté en el tope de las prioridades de un gobierno del y para el pueblo. ¿Es esto posible sin hablar de la redistribución de la palabra? ¿O seguiremos siendo rehenes de la dictadura del discurso único de medios concentrados, meros apéndices del poder establecido? La deuda con la comunicación popular debe ser saldada con acción afirmativa valiente y no cosmética. En definitiva, con política pública que permita que la libertad de expresión no quede solo reservada a los patrones.

Se trata de crear medios propios, sin duda, pero no para competir por la opinión de las mayorías, sino para consolidar el campo popular, a los pueblos en movimiento, al abajo que se mueve y resiste. No es algo menor.

Para nuestro Sur, ese “modelo” siempre vino de la mano de la retórica de las potencias coloniales. La democracia fue asesinada en nombre de la democracia, para emplearla  como  instrumento de legitimación de las estructuras de poder, dominación y riqueza. Antes esos mismos habían asesinado la verdad usando las herramientas del terrorismo mediático de los medios corporativizados en todo el mundo.

Es evidente que la democracia no existe en los medios. Ese control casi absoluto ha conseguido algo que décadas atrás parecía imposible: erradicar el conflicto de la percepción del público. Los más brutales crímenes pueden pasar inadvertidos si los medios se empeñan en ello.

Cuando este control mediático se desborda, porque la realidad resulta demasiado evidente, ahí está la policía, el golpe de Estado permanente, para reventar las protestas, o la llamada justicia para deshacer, con el lawfare, los caminos democráticos. De nada han servido las leyes de medios, porque son carne de cañón para el aparato judicial  elitista y corrupto, aliado a los grandes intereses corporativos.

No existe algo llamado democracia, si es que alguna vez existió. Desde el momento en que las opiniones y las voluntades de las personas son moldeadas y manipuladas por gigantescas maquinarias que escapan a cualquier control que no sea el de las clases dominantes, entrar en el juego electoral parece no tener sentido ni futuro.

La derecha política y mediática regional repite eslóganes y prejuicios contra el Estado y su presencia en políticas públicas de inclusión social y cuidado en salud, mientras los gigantes del mundo digital abusan de la posición dominante de mercado y del mega flujo de datos que alimentan sus algoritmos como “armas de destrucción matemática”.

¿Inteligentes?

Creemos que portamos un teléfono personal, inteligente. Pensamos que el celular nos pertenece, pero no hay nada menos personal. El algoritmo está en nuestro querido celular, donde se esconde un tipo de sociedad, que es del conocimiento, de un sistema de poder, dicen que sostenido en una ideología algorítmica neutral.

Y uno va viendo cómo, de a poco, el celular se va apropiando de tu ser: te pide la huella digital mientras realiza sin que se lo pidas tu reconocimiento facial, lo tienes ligado a tu cuenta de correo digital, a tu tarjeta de crédito o de débito, y vas recibiendo notificaciones y noticias de instituciones y gente que ni siquiera sabías que existen. Y entonces te acuerdas que había algo que se llamaba intimidad y que lo fuiste perdiendo.

En un mundo capitalista donde el 1%  de la población posee el 50% de la riqueza, y el 10%  posee el 88%, la inmensa mayoría que no es propietaria de medios de producción y vive de la venta de su fuerza de trabajo  devendrá inútil en cuanto  las máquinas desempeñen sus labores de forma más rápida, barata y eficiente.

El capital ha esclavizado pueblos, exterminado naciones, desencadenado genocidios sin más objetivo que obtener dividendos.  ¿Qué hará con una fuerza laboral suplantada por mecanismos que no exigen salarios?, se pregunta el intelectual venezolano Luis Britto.

Hoy, bajo el manto de una retórica de democratización y acceso a la información, progreso e innovación que disparan desde las ONG europeas, se esconde el más puro y antiguo sistema de dominación

Seguimos negándonos a vernos con nuestros propios ojos. Seguimos viendo con ojos ajenos, del enemigo, copiando sus modelos, discutiendo las temáticas que agendan las ONG europeas, muy socialdemócratas ellas, olvidando a nuestras gentes en nombre de la lucha por nuestro futuro.

En Argentina, la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual materializó un marco legal propicio para avanzar en la democratización de un ámbito tan crucial para el ejercicio del poder en las sociedades actuales. En términos de balance, lo más evidente es la distancia entre ese marco legal y lo que se llegó a aplicar. De hecho, el poder de fuego y el peso económico de los “medios dominantes”, que la ley venía a regular y a limitar, hoy es mayor que entonces.

La desinformación (incluyendo el bombardeo de los fakenews) juega un papel relevante en el sostenimiento del orden sistémico occidental, que controla los principales medios que llegan a la población, que son los que siguen asesinando la verdad y la democracia. Construir abajo y a la izquierda, parece ser el único camino emancipatorio posible. Porque lo único que se construye desde arriba, es un pozo.

Aram Aharonian. Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuente: https://estrategia.la/2023/03/19/el-dominio-de-la-comunicacion-y-la-lucha-por-su-democratizac

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Chávez y la emergencia del pensamiento emancipatorio latinoamericano

Chávez y la emergencia del pensamiento emancipatorio latinoamericano

Por Aram Aharonian*

A diez años de su muerte

Hugo Chávez, la locomotora que impulsó la construcción diaria de la Patria Grande, la de los pueblos, dejó hace 10 años una nación huérfana. Simbolizó (y simboliza) la emergencia del pensamiento regional emancipatorio del cambio de época, con críticas anticapitalistas de cuño marxista, con una concepción humanista. Y rescató la idea de socialismo como horizonte utópico.

Fueron 14 años que transformaron Venezuela pero también Nuestramérica, La pobre. Primero, considerando que nuestras grandes mayorías, los invisibilizados por las elites y los medios hegemónicos, no solo eran objeto sino que se transformaron en sujetos de política. La vida digna para todos. Atreviéndose a hacer lo que muchos consideraban (o creíamos) imposibles, como enfrentarse al imperialismo, o romper con las buenas costumbres de la democracia formal y liberal, institucional y declamativa, entendiendo que había que empoderar a los pobres, dándoles acceso a la educación, vivienda, salud, para todos. Comprendiendo que había que pasar de la etapa de más de 500 años de resistencia a una etapa de construcción de naciones soberanas, de una verdadera democracia participativa, de construcción de poder popular, mediante una revolución por medios pacíficos, avanzando hacia la integración y la unidad de nuestros pueblos –y no de nuestro comercio-, mediante la complementación, la cooperación y la solidaridad, lejos de los dictados del Consenso de Washington.

Los avances económicos y sociales experimentados por el pueblo venezolano, hoy atacados con feroz salvajismo por el desenfreno estadounidense y la incapacidad (por no usar otros adjetivos) de sus lugartenientes locales, son importantes pero no son lo esencial, que radica en que Chávez produjo una revolución en las conciencias, cambió la cabeza de nuestros pueblos. La inmensa popularidad de Chávez en toda la región y en el Tercer Mundo reveló la revolución de esos cambios en el imaginario popular.

Del “ALCa-rajo” marplatense –junto a sus “socios” Néstor Kirchner y Lula da Silva- que enterró la pretensión libre comercial estadounidense, al pensamiento boliviariano que da sustento a lo que denominó Socialismo del Siglo XXI. Leyó que Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, señalaba que era necesario crearse un símbolo ideológico propio. Y Chávez lo pensó basado en un Estado eficaz, que regule, impulse, promueva, el proceso económico; la necesidad de un mercado, pero que sea sano y no monopolizado ni oligopolizado y por sobre todo el hombre, el ser humano. En su propuesta de ruptura con el capitalismo hegemónico, aparece un modelo humanista con bases marxistas y esto responde a la pretensión y necesidad de construcción de un modelo ideológico propio, de verse con ojos venezolanos y latinoamericanos. “La democracia (formal) es como un mango, si estuviese verde hubiese madurado. Pero está podrida y lo que hay que hacer es tomarlo como semilla, que tiene el germen de la vida, sembrarla y entonces abonarla para que crezca una nueva planta y una nueva situación, en una Venezuela distinta”, solía decir.

Hace 10 años murió Hugo Chávez, el hombre que cambió el rumbo de Venezuela y América Latina, a quien le bastó con pronunciar dos palabras en 1992 para entrar en la historia de su país y convertirse en un nuevo referente político. Las imágenes televisivas, de apenas un minuto y 15 segundos, transmitidas a las 10:30 del 4 de febrero de 1992 dejaron a la posteridad su reconocimiento del fracaso de la intentona revolucionaria que coprotagonizaba: “por ahora”.

Una década después -siendo presidente- sería objeto de un golpe de Estado, el 11 de abril de 2002, que culminó con su restitución –con el pueblo en la calle exigiendo el retorno de su presidente constitucional- dos días después. Sobrevivió al sabotaje petrolero y al paro patronal de 62 días. El cáncer –dicen- terminó con su vida cuando iba a comenzar un nuevo mandato, y dio inicio al mito.

Algunos aseguraron que con su muerte el “ciclo progresista” había concluido. Desde Washington hicieron todo lo posible para finiquitarlo; sanciones económicas, bloqueo, invento de un presidente títere, invasiones, intentos de magnicidio contra su sucesor, Nicolás Maduro. Y desde Europa volvieron los vendedores de espejitos de colores, disfrazados de “asesores”, para cambiar el rumbo de la Revolución Bolivariana, pacífica, camino al socialismo. Mataron a Chávez, quisieron destruir al chavismo.

Las últimas instrucciones

La misma noche de su último triunfo electoral, el 8 de octubre de 2012, anunció desde el “balcón del pueblo” (en el palacio de Miraflores) el inicio de un nuevo ciclo en la construcción del socialismo venezolano, con un llamado a la crítica y la autocrítica, a multiplicar la eficiencia, terminar con el burocratismo -una nomenclatura que acata pero no cumple- y, sobre todo, fortalecer el poder comunal. Doce días después, el 20 de octubre, en el primer consejo de ministros del nuevo ciclo, Chávez dejó sus instrucciones -”el golpe de timón” lo llamó- para el período 2013-2019, donde insiste en la necesidad de un poder popular que desarticule la trama de opresión política, la explotación del trabajo y la dominación cultural. “La autocrítica es para rectificar, no para seguirla haciendo en el vacío, o lanzándola como al vacío. Es para actuar ya, señores ministros, señoras ministras”, señaló, instándolos a dar un golpe de timón

Antes de iniciar el nuevo ciclo, Chávez señaló la necesidad del debate de fondo para afrontar una lógica de la llamada institucionalización de la revolución y sus efectos de derechización y burocratización: «Alguien debe organizar un gran foro sobre la vía al Socialismo. Allí se discutirá, por ejemplo: ¿Se puede ir al Socialismo en conchupancia con el capitalismo? ¿Se puede separar la relación económica de la formación de la conciencia del Deber Social, fundamento del socialismo? ¿Se pueden construir nuevos empresarios capitalistas sin conciencia capitalista, como proponen algunos? La ausencia de discusión nos lleva al fracaso». Chávez era consciente de que en las bases -que exigían participación y debate- había malestar por un reforzamiento de sectores, prácticas e ideologías funcionales al capital en importantes voceros políticos (ministros, diputados, gobernadores, candidatos a alcaldes, cuadros de dirección partidista), orientados a sacarle el cuerpo a la teoría y práctica del socialismo. Habló de configurar una nueva socialidad desde la cotidianidad, con nuevos modos de planificar y producir la vida material, basada en la solidaridad, pulverizar el viejo Estado burgués, inventar nuevas formas de gestión pública, e insistió en la irreversibilidad de la transición socialista. Ya el Che Guevara había denunciado los vanos intentos de «construir el socialismo con las armas melladas del capitalismo: propiedad privada, mercado, dinero, mercancías, competitividad».

Chávez, en tono de autocrítica, puso en la mesa la posibilidad de perder el rumbo de un gobierno revolucionario. «La comuna, el poder popular, no es desde Miraflores ni es desde la sede del ministerio tal o cual desde los que vamos a solucionar los problemas. No creamos que porque vamos a inaugurar la fábrica de Cemento Cerro Azul o la fábrica de fábricas en Guanare, o la fábrica de computadoras, o la fábrica de satélites, o la fábrica ésta y aquella, o porque nacionalizamos cementos, ya estamos listos, no”. ¡Cuidado!, alertó a su equipo: “Si no nos damos cuenta de esto, estamos liquidados y no sólo estamos liquidados, seríamos nosotros los liquidadores de este proyecto. Nos cabe una gran responsabilidad ante la historia a los que aquí estamos. Véanse las caras, véanse los ojos en el espejo cada vez que vayan al baño o a donde haya un espejo. Yo de primero”.

¿Hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general?, planteaba, mientras repetía que la «máxima felicidad posible» pasaba por discutir el consumo alienado y las necesidades artificiales, superación del «tener» por el «ser».

El 30 de agosto de 1992, en la cárcel de Yare -donde estaba preso tras fallar el intento revolucionario del 4 de febrero- le dijo a José Vicente Rangel:  “Soy un subversivo amoroso, contumaz e impenitente, en pos de la felicidad de mi pueblo y en la plena concreción de la patria bolivariana y socialista”. El soñador, a veces ingenuo, perdonavidas, el guerrero, el que siempre quiso ser beisbolista, que sufrió también la soledad del poder, supo combinar el pensamiento político e ideológico con lo pragmático. Y hace diez años se nos fue de repente. Su pueblo repitió en las calles: “Todos somos Chávez”. Dejó su Plan de Gobierno 2013-2019: la senda estaba trazada. Lo difícil era recorrerla.

Hace una década vivimos el dolor de la partida. Inmenso dolor de todo un pueblo desolado en las calles. ¿Quién, chavista o escuálido (antichavista), podía imaginar a Venezuela sin Chávez, a Latinoamérica sin él? Pero, como decía Alí Primera, el cantautor revolucionario venezolano, a los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos. Dejó un país huérfano, una Patria Grande huérfana. “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”, diría César Vallejo. ¿Será que la muerte de Chávez cambió el devenir de la región? Hoy se recita chavismo, bolivarianismo, cuando el mundo ha cambiado y vuelve a estar en guerra, y cada vez se hace más difícil soñar con una América (Latina y del Caribe) unida. La muerte de Chávez fue una puñalada trapera al futuro posible, que se venía diseñando.

*  Aram Aharonian. Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

 

Fuente: pressenza

 

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/chavez-y-la-emergencia-del-pensamiento-emancipatorio-latinoamericano/

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El nuevo capitalismo de plataformas y vigilancia, ¿el adiós a la esperanza?

Por Aram Aharonian

El contexto de la pandemia de la covid-19 creó las condiciones adecuadas para disponer de un marco institucional y normativo capaz de modificar las mentalidades, costumbres y valores de nuestras sociedades, impulsando nuevos deseos, hábitos y valores, pero, sobre todo, imponiendo el modo de producción de la economía digital, de plataformas.

Así, el comportamiento social se pudo regular, previsible y controlable, generando un nuevo estilo de vida, producción, consumo y de consumidores; respondiendo a intereses estratégicos del sistema capitalista. Las revoluciones tecnológicas no han sucedido por casualidad, sino que son la forma de asegurar el proceso de acumulación del beneficio capitalista en cada etapa de su desarrollo histórico.

El actual proceso está dando paso a una nueva modalidad del capitalismo basada en la economía digital, la deslocalización del trabajo y la precarización laboral, acompañada de la vigilancia y el confinamiento permanente; es una reorganización del sistema.

Este ahora llamado capitalismo de plataformas lo han bautizado con distintos nombres: inteligencia colectiva, web 2.0, capitalismo de vigilancia, feudalismo digital. No es una tecnología, ni una aplicación, sino el modelo de negocio, de la agricultura a la educación, del transporte a la administración pública, de la economía a la comunicación o la salud.

Los algoritmos procesan la información de cada individuo y la correlacionan con información estadística, científica, sociológica e histórica para generar modelos de comportamiento como herramienta de control y manipulación de masas. “Quien controla el presente controla el pasado, y quien controla el pasado controlará el futuro”, escribió ­George Orwell en 1984

El objetivo de esos algoritmos predictivos es conocernos lo suficiente para poder manipularnos y también sustituirnos, incluyendo tareas cognitivas como escribir artículos o pintar un Picasso.

Manuel Castells advertía que las revoluciones tecnológicas solo se producen si las sociedades disponen de un marco institucional y unas normas que fomenten nuevos deseos, hábitos, metas y valores, con capacidad de modificar las mentalidades y disolver las costumbres tradicionales, lo que posibilita nuevos cambios estructurales que permiten nuevas pautas que corrigen el comportamiento general de la población y así poder ejercer el control social.

Estas son las condiciones imprescindibles para penetrar y modificar todos los ámbitos de la existencia (sociales, económicos, políticos, etc.) y producir, consolidar y legitimar el cambio social total. Condiciones que se cumplieron en las tres revoluciones tecnológicas anteriores a la actual pandemia, señala la socióloga Carmen Torralbo.

Fue durante la crisis global económica y sobre todo financiera de 2008, que surgió la “economía de plataforma”, resultado del excedente de capital líquido tras el derrumbe de la burbuja de las puntocoms en un contexto de alto nivel de desempleo, que facilitó a la patronal imponer sus condiciones en el ámbito laboral y económico.

Para tener en claro: las plataformas digitales son mayoritariamente propiedad de empresas multinacionales -Glovo, Deliveroo, Uber, Rappi, Booking, Airbnb, Cabify, Amazon, entre otras-, las que proliferaron rápidamente acaparando actividades del sector servicios, resignificándolo y sustituyendo parte del comercio tradicional, utilizando nuevos dispositivos tecnológicos programados con inteligencia artificial y algoritmos que controlan y monitorizan todos los aspectos del proceso de trabajo y –sobre todo- a sus trabajadores.

Estas empresas son muy cuestionadas, sobre todo por la utilización y mercantilización de los ingentes datos que generan, fuente principal de sus beneficios. Esta nueva estrategia de acumulación capitalista ha debilitado las organizaciones laborales y “vende” como libertad, innovación y modernización lo que es una reedición modernizada del taylorismo -que intentó cronometrar el tiempo de ejecución del trabajo e ideó un sistema de remuneración que recompensaba el esfuerzo del obrero para aumentar la producción de este modo-, pero sin ninguna de sus ventajas.

Señala Shoshana Zuboff, socióloga, profesora emérita en la Harvard Business School y escritora estadounidense, que  denominó a esta forma de funcionamiento de “capitalismo de vigilancia” y el canadiense Nick Srnicek – asociado con la teoría política del aceleracionismo y una economía posterior a la escasez- califica de “capitalismo de plataformas”.

Los datos generados en la actualidad por los usuarios en internet constituyen una materia prima y las plataformas son quienes extraen la plusvalía de ésta. Es una forma de reorganización del capitalismo que, ante la caída paulatina de la rentabilidad de la manufactura en los últimos años,  se volcó hacia los datos como un modo de mantener el crecimiento económico y la producción.

Capitalismo de plataformas

Nick Srnicek define a las plataformas como “infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos interactúen”, un nuevo modelo de negocios que ha devenido en un nuevo y poderoso tipo de compañía, el cual se enfoca en la extracción y uso de un tipo particular de materia prima: los datos. Las actividades de los usuarios son la fuente natural de esa materia prima, la cual, al igual que el petróleo, es un recurso que se extrae, se refina y se usa de distintas maneras.

Las plataformas dependen de los “efectos de red”: mientras más usuarios tenga, más valiosa se vuelve una plataforma. En un ejemplo: mientras más personas googlean, más preciso se vuelve el algoritmo de Google y más útil nos resulta. Ello significa, para el autor, que hay una tendencia natural a la monopolización.

Si bien suelen postularse como escenarios neutrales, como “cáscaras vacías” en donde se da la interacción, las plataformas en realidad controlan las reglas de juego: Uber, por ejemplo, prevé dónde va a estar la demanda y sube los precios para una determinada zona. Esta mano invisible del algoritmo contradice el discurso que suelen tener estas empresas, en el cual se definen eufemísticamente como parte de la “economía colaborativa”

 Srnicek postula cinco tipos de infraestructuras digitales: plataformas publicitarias (Google, Facebook), que extraen información de los usuarios, la procesan y luego usan esos datos para vender espacios de publicidad; plataformas de la nube (Amazon Web Services, Salesforce), que alquilan hardware y software a otras empresas; plataformas industriales (General Electric, Siemens), que producen el hardware y software necesarios para transformar la manufactura clásica en procesos conectados por internet.

También habla de plataformas de productos (Spotify, Rolls Royce), que transforman un bien tradicional en un servicio y cobran una suscripción o un alquiler, y de plataformas austeras porque carecen de activos: Uber no tiene una flota de taxis, Airbnb no tiene departamentos y Rappi no tiene bicicletas. El único capital fijo relevante es su software. Por lo demás, operan a través de un modelo hipertercerizado y deslocalizado

Una pandemia para imponer el modelo

Aquellas medidas transitorias llegaron para quedarse y a medida que se prolongó la pandemia, los nuevos hábitos se incorporaron en la cotidianeidad, en un proceso paralelo al ritmo que las empresas privadas crean, implantan y expanden sus diversas plataformas digitales (durante el año 2020 se decaplicaron respecto a 2019).

Esta nueva situación está permitiendo registrar, recopilar, almacenar, mercantilizar y analizar las respuestas de la mayoría social. Porque con la implantación y obligación de las TIC, todos nuestros movimientos dejan una huella electrónica, datos al desarrollarse gran parte de las relaciones, transacciones y gestiones de forma telemática.

La pandemia impulsó un inédito y profundo cambio social, un gran salto cualitativo (y cuantitativo) respecto de la situación previa: se está consolidando y legitimando la cuarta revolución tecnológica (4.0), de forma silenciosa (paradójicamente) y sin resistencia social. La pregunta es quien impulsó la pandemia…

Esta nueva revolución tecnológica tenía como objetivos la transición digital y ecológica, mientras las élites económicas y políticas, nacionales e internacionales creaban una gran expectativa de que traerá innovación, modernización, progreso, recuperación económica, equidad e igualdad, como forma de  legitimar las transformaciones que ellos mismos están impulsando.

Inmersos en la “comodidad” de nuestros dispositivos digitales (en especial nuestro teléfono más inteligente que nosotros) no tomamos consciencia de lo que está sucediendo y, por lo tanto, de la acción social.

En este mundo de plataformas se producen bienes de producción y consumo digital (smartphone, móviles y ordenadores, etc.) y energéticos (vehículos eléctricos, productos de aislamientos de edificios y hogares, etc.) sin avanzar hacia condiciones de producción y relaciones laborales y de consumo más humanizadas.

Mientras, la economía verde y digital fueran solo nuevos nichos de crecimiento para la expansión de las empresas privadas, y lo mismo está sucediendo progresivamente con otros ámbitos claves: la educación y la salud, incluida la mental. Pero hay contradicciones para llevar a cabo la transición digital y la ecología porque la primera impacta en la segunda.

Dicen las estadísticas que 5.320 millones de personas de los 7.800 millones de habitantes en todo el mundo usan un teléfono móvil, lo que equivale al 67% de la población mundial total. Pero, cuidado: no todo el capitalismo es digital. Todavía hay gente que cosecha los tomates, la papa o el arroz con sus propias manos, hay quienes recogen la basura, y trabajadores manuales, que no están frente a la computadora. ¡Están a salvo?

Si bien las plataformas digitales brindan la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar, en cualquier momento y dicen que uno puede aceptar el trabajo que más les convenga, dedicarse a este tipo de labor también conlleva riesgos en relación con la situación de empleo, y el goce o no de ingresos adecuados, protección social y otros beneficios.

Pero las plataformas digitales continúan implantándose, de forma acrítica, absorbiendo todo el sector público, sustituyendo las relaciones y la prestación de servicios presenciales por las virtuales: una forma de privatización encubierta, al entregarse todo el proceso de digitalización a las grandes empresas privadas, nacionales y trasnacionales.

Carecemos en (casi) todo el mundo de soberanía digital –en un contexto de gran competencia mundial para la obtención y control de estos recursos– y haber privatizado, previamente, sus recursos estratégicos (en especial telecomunicaciones y energía), dejando al descubierto una situación de gran dependencia y vulnerabilidad respecto del ámbito privado, con trascendentes consecuencias políticas, sociales y culturales.

Una de sus principales características es la demanda de trabajo no regularizado, la falta de acceso a los derechos laborales y la transmisión a los trabajadores de costos, medios de producción y horas de inactividad. Para su consolidación, las empresas-plataforma han producido discursos de mistificación de este trabajo, bien difundido por los medios hegemónicos (en el mundo y en cada uno de nuestros países).

En ese contexto, por ejemplo, se trata a los trabajadores como emprendedores, la relación laboral como una asociación, la venta o el alquiler de la fuerza laboral como un reparto de recursos con finalidad social. No obstante, los movimientos de los últimos años han demostrado que los trabajadores no captan mecánicamente estos discursos y se han rebelado contra la precariedad del trabajo al que están sometidos.

Las lógicas capitalistas y competitivas se ven favorecidas por la precariedad creciente y el individualismo de quien concentrado en su pantalla busca. La normalización capitalista de la autoexplotación habla de «un yo que se explota», cuando es algo incentivado estructural y socialmente. Las nuevas versiones del capitalismo digital están en la tejido ideológico de un mundo acelerado, que incentiva la hiperproducción como motor y la deslocalización como norma.

Para la investigadora española Remedios Zafra resulta de gran ayuda la comparación entre capitalismo y patriarcado en sus formas de autoexplotación, en tanto el patriarcado se ha caracterizado justamente por convertir a las mujeres en agentes mantenedoras de su propia subordinación, proyectando imaginarios que las definen en relación a los hombres, favoreciendo su aislamiento en la esfera privada y alentando en ellas la vigilancia y control de otras mujeres, es decir reproduciendo un sistema de dominación.

Esperar… esperanza

Como reza el refrán tradicional, la esperanza es lo último que se pierde. De hecho, estaba en el fondo de la famosa caja de Pandora. La esperanza, entendida como una fe optimista en que las cosas saldrán bien, sin necesidad de apoyarse en ninguna base real, es una muestra más del enorme poder que la capacidad de fantasear nos otorga a los seres humanos. Sembrar esperanza es también una forma de manipulación: si uno no encuentra soluciones, le queda la esperanza

La palabra esperanza viene de esperar, del latín sperare (tener esperanza) y ésta de spes, esperanza. El verbo sperare nos dio esperar, desesperar y prosperar. En la Biblia, esperanza es la expectativa confiada y el anhelo de recibir las bendiciones que se han prometido a los justos (y que no han recibido), es la espera anhelosa de la vida eterna por medio de la fe en Jesucristo.

Estamos cansados de esperar, de la obligación de tener “esperanza”, que es el reconocimiento de que no hay (¿aún?) propuesta posible en este mundo. Sabemos que, en definitiva, nuestra esperanza no vendrá de las plataformas capitalistas: quizá pueda venir de los nadies, de los sin esperanza.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Fuente: https://estrategia.la/2022/11/09/el-nuevo-capitalismo-de-plataformas-y-vigilancia-el-adios-a-la-esperanza/

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China: Y cuando despertó, China todavía estaba ahí

Y cuando despertó, China todavía estaba ahí 

Aram Aharonian

Y cuando despertó, China todavía estaba ahí

Aram Aharonian*

La guerra en Ucrania ha puesto fin a la ilusión de la posguerra fría de que el peligro de otra gran guerra ya no existe. Al comienzo de la guerra en Ucrania, el presidente estadounidense Joseph Biden cometió un error al expresar sus temores –o amenazas- sobre la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, con lo que acrecentó el temor del fin de la humanidad. Y ahora provocó a China enviando a Nancy Pelosi a Taiwán

Las sanciones impuestas a Rusia por EEUU y sus repetidoras en una dividida OTAN causaron un aumento en los precios del petróleo que, paradójicamente, aumentó los ingresos de Rusia, lo que le permitió duplicar su esfuerzo de guerra. Estas preocupaciones finalmente llevaron al primer ministro francés, Emanuel Macron, a apoyar una solución diplomática inmediata e incluso sugirió evitar humillar a Rusia.

Las principales economías occidentales se están acercando a la recesión, si es que ya no lo están; y, sin embargo, las tasas de inflación continúan aumentando, alerta Michael Roberts. Las últimas encuestas de actividad empresarial, denominadas índices de gerentes de compras (PMI), muestran que tanto la zona del euro como EEUU se encuentran ahora en territorio de contracción.

A principios de junio, la subsecretaria de Asuntos Europeos y Eurasiáticos de EEUU, Karen Donfried, describió la política y los motivos de su gobierno: “Ucrania es la víctima de la agresión, Rusia el agresor. Lo que está en juego para ellos no es simplemente la independencia de Ucrania, sino también la voluntad del mundo democrático de proteger el orden internacional basado en reglas diseñadas por Estados Unidos de las garras del presidente ruso Vladimir Putin, un autoritario sin disculpas”.

El mensaje pareciera dirigido no solo a Rusia sino también a China. A medida que China asciende económica y políticamente, su disputa con Estados Unidos se vuelve más feroz. La capacidad de EEUU de confrontar a China es limitada y restringida.

A fines de julio, los presidentes Joe Biden y Xi Jinping sostuvieron una conversación telefónica de dos horas en la que el chino advirtió que Washington no debe jugar con fuego en Taiwán ante la anunciada visita a esa isla de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Poco antes, el subsecretario adjunto para Asia Oriental del Departamento de Estado, Jung Pak, acusó a Pekín de provocaciones contra rivales en el mar de China Meridional, y fue tan lejos como para sostener que, dado su comportamiento agresivo e irresponsable, es cuestión de tiempo que ocurra un incidente o un accidente grave entre las fuerzas armadas que recorren la zona.

La situación de Taiwán, independiente de facto desde 1949 y a la que Pekín considera parte indivisible de su territorio, es uno de los asuntos más espinosos en la agenda mundial: aunque Estados Unidos y sus aliados no le reconocen estatus de país independiente, Occidente mantiene unas relaciones más que cordiales con Taipéi, le proporciona constante ayuda militar y, en general, la usa para hostigar a una China que miran con recelo y animadversión, pero del cual dependen en gran medida sus economías.

La región marítima del sudeste asiático reviste una importancia estratégica clave por ser zona de tránsito de 30 por ciento de las mercancías a nivel global y es objeto de reclamaciones entre los estados que ocupan sus costas. Es difícil obviar la arbitrariedad imperialista detrás de las potencias obstinadas en patrullar con embarcaciones y aviones militares un área ubicada a decenas de miles de kilómetros de sus costas.

Si se involucrara en un conflicto militar contra China, los costos relacionados serían astronómicos. La guerra podría generar un colapso de los mercados financieros estadounidenses. Al final, a menos que haya un conflicto nuclear, Estados Unidos no podría vencer a China militarmente.

El estratega chino Huang Renwei, vicepresidente ejecutivo del Instituto de la Franja y la Ruta y Gobernanza Global de la Universidad de Fudan señala la debilidad inherente de la estructura de poder estadounidense y argumenta que, desde el 2020, China y Estados Unidos entraron en una fase de estancamiento estratégico que posiblemente continúe con altibajos por 30 años.

El concepto de “fase de enfrentamiento estratégico” fue acuñado por Mao Zedong en el texto “Sobre la guerra prolongada”. La teoría de Mao era que la guerra contra Japón consistía en tres fases: la ofensiva japonesa, el estancamiento sino-japonés estratégico y la contraofensiva china.

Sin embargo, la fase de estancamiento actual entre China y Estados Unidos es de diferente naturaleza: la competencia estratégica entre las dos potencias aún no ha entrado a un enfrentamiento militar directo y China aún no ha establecido como un objetivo estratégico la derrota militar de EEUU. En cambio, el objetivo chino es luchar por un nuevo orden mundial justo y equitativo con prosperidad para todos los países.

La razón por la que esta relación entró en un estancamiento estratégico es la llamada “dualidad” de las estructuras de poder en Estados Unidos, caracterizada por el hecho de que, por un lado, el país se encuentra en un proceso de caída económica y política, pero por el otro aún es una potencia militar relativamente fuerte. La dualidad de China es lo opuesto: se encuentra en un proceso de ascenso pero también muestra muchas debilidades. La “dualidad” evoluciona gradualmente con el tiempo.

La hegemonía del dólar estadounidense ha beneficiado enormemente, en términos históricos, a los intereses estratégicos de Estados Unidos. Sin embargo se extralimitó en el uso de este poder y su credibilidad ha sido puesta en duda.

En los próximos 30 años, China enfrentará la dura realidad de que los países occidentales, liderados por Washington, rechazarán y difamarán el rol y la participación de China en el viejo orden mundial. Para Huang Renwei, China debe tomar la iniciativa y cambiar el panorama internacional existente para crear un nuevo orden mundial. Admite que pueden pasar generaciones hasta que este nuevo sistema sea establecido.

La duración del estancamiento estratégico dependerá de la velocidad con la que cambie la correlación de fuerzas: en la década de 2030 se dará un cambio decisivo en la correlación de fuerzas global, cuando la economía de China, medida por su PIB, supere a la de Estados Unidos. Huang cree que en la década de 2040, China se pondrá a la altura de Estados Unidos en las áreas de ciencia y tecnología.

Huang considera que en esta etapa de estancamiento estratégico, Estados Unidos hará un gran uso de sus ventajas en poder blando, cuyo costo-beneficio excede ampliamente al de un enfrentamiento directo. Así, la intensidad de la competencia de poder blando entre ambas potencias tomaría el centro de la escena.

El final incierto

Serguei Lavrov, el canciller ruso, señaló que estadounidenses y británicos extienden la guerra en Ucrania porque “están lejos” y “la Unión Europea asume el 40 por ciento de los daños económicos derivados de las sanciones”. A su entender, “no cabe duda de que a los ucranianos no les permitirán seguir con las negociaciones hasta que los estadounidenses decidan que ya han hecho un alboroto y han sembrado suficiente caos y ahora se les puede dejar solos”.

El objetivo del bloque anglosajón, dijo,  es “volver a Europa contra Rusia”. Como las guerras poseen un comienzo detectable pero un final incierto, añadió que el actual alcance geográfico del operativo ruso  ya es diferente al que estaba sobre la mesa durante la ronda negociadora celebrada entre las delegaciones ucraniana y rusa en Estambul (Turquía) en marzo pasado.

“Ahora la geografía es otra. No se trata solo de la República Popular de Donetsk y de Lugansk, sino también la provincia de Jerson y de Zaporozhie y algunos otros territorios, y este proceso continúa de forma constante y persistente”, aunque lo que nos vende la televisión hegemónica es otra cosa.

“Con ira impotente”, siguen llenando Ucrania con armas de cada vez más largo alcance: “Los objetivos geográficos se alejarán de la línea actual más allá”. Entonces, “no podemos permitir que en la parte ucraniana que va a controlar el presidente Vladímir Zelenski o alguien, quien lo releve, se esté desplegado un armamento que represente una amenaza directa para nuestro territorio y el de las repúblicas que declararon su independencia y quieren determinar su futuro”.

Mientras, sigue la campaña de terror sobre una eventual guerra entre potencias nucleares, puesta en escena por el casi octogenario Joe Biden. No es una amenaza a ningún país en particular, sino a la humanidad, ya que terminaría el ciclo de la vida –al menos humana- en la Tierra. Lavrov afirmó que que Rusia sigue comprometida con el principio de que en una guerra nuclear no puede haber un ganador y que nunca debe librarse-

El canciller precisó que los países occidentales saben en qué casos Rusia se vería obligada a emplear armas nucleares; la doctrina rusa habla de una “amenaza existencial” para usarlas. La consideración no tranquiliza, pues los adversarios que se ha ganado Rusia  incluyen, dentro de sus hipótesis, lanzar misiles sobre ese país

Pero héte aquí que los historiadores nos recuerdan que jamás se produjo una transición hegemónica sin guerra, mientras queda en claro la decadencia de Estado Unidos como hegemón y el ascenso de China, en un proceso que no será inmediato, pero que hoy parece inevitable.

Mientras hablamos de transición hegemónica, ya ni contamos los días de guerra en Ucrania ni los muertos que produce la conflagración, ni las masacres, muertes, bombardeos, exhibición obscena de armamentos bélicos, repetición de vaticinios de los seudoanalistas geopolíticos en diarios, revistas, radios y, sobre todo, en televisión y redes sociales.

El mundo ha cambiado, aunque las grandes usinaw de la información y comunicación en manos de pocas grandes empresas, nos hagan creer que no es así y hoy destaca el dominio de China de las tecnologías de la actual revolución industrial ( la inteligencia artificial, redes 5G y la computación cuántica, entre otras). Esta situación es similar al dominio por EU, un siglo atrás, de la organización científica del trabajo, la adopción de los avances tecnológicos de la época y su aplicación al arte de la guerra.

Pero esta transición será diferente a las anteriores, señala Raúl Zibechi, porque la potencia decadente depende de la ascendente (sus economías están entrelazadas), porque involucra regiones y naciones cuya población tiene diferentes colores de piel, que involucra una historia de colonialismo y racismo de Occidente contra Oriente, del Norte contra el Sur, y porque no habrá un mundo hegemonizado por China, ni por EEUU, ni por ninguna otra potencia, sino un mundo fracturado en dos grandes bloques, con varias regiones y hasta continentes oscilando entre uno y otro.

Como la transición se resolverá mediante guerras, es importante tener en cuenta que el sector de defensa de China está desarrollando nuevas armas de manera más eficiente y entre cinco y seis veces más rápido que EU, según un alto mando de la fuerza aérea. La ventaja china radica en su base industrial y la escala de su investigación, mientras las principales exportaciones de EU son commodities agrícolas y armas.

China se presenta como un miembro constructivo de la comunidad internacional: neutral, comprometido con la paz y parece estar siempre dispuesta a defender la integridad territorial y el derecho de los pueblos a la libre determinación. La integridad territorial es un capítulo importante en su política exterior, al igual que la no injerencia en los asuntos internos. Claro: China tiene su flanco frágil en los conflictos en Tibet, Xinjiang, Hong Kong y Taiwán.

La política de cerco establecida en Europa frente a Rusia guarda grandes similitudes con la que está trazando EEUU en su entorno inmediato mediante la promoción del AUKUS, la alianza estratégica militar entre Australia, el Reino Unido y EEUU;  el reflote del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), un foro estratégico informal entre EEUU, Japón, Australia e India, además del fortalecimiento de las alianzas antiChina de todo tipo en el Pacífico Occidental, entre otros.

Lo cierto es que aunque parecía distraída, la onda expansiva de la guerra en Ucrania obligó a China a una moderación activa que puede permitirle incrementar su influencia y su respetabilidad entre los países africanos, asiáticos o latinoamericanos. El conflicto la obligó a posicionarse ante dos países enfrentados con los que mantenía importantes relaciones, pero a vez dejar sentado que su principio de no injerencia no debe deteriorar más sus relaciones con Estados Unidos y sus socios del oeste europeo.

La crisis de Ucrania “no es algo que queramos ver”dijo Xi Jinping a Joe Biden en su cumbre virtual de marzo pasado. Para China, las principales economías debieran estar centradas en la recuperación pospandémica, en la recomposición de las cadenas industrial y de suministro mundiales. Hoy los principales temas de conflicto con EEUU y sus socios europeos son los temas de derechos humanos y de las minorías, el estado de vigilancia y sus dudas sobre la democracia declamativa occidental como sistema de gobierno.

Lo cierto es que Biden se ve constreñido por un margen de maniobra mucho menor de lo que admite e incluso contempló levantar algunos de los aranceles a productos chinos establecidos durante la era Trump para reducir la hasta ahora imparable inflación que genera un enorme malestar entre los estadounidense y que ya se ve como factor principal de la anticipada derrota electoral de su partido en noviembre.

En el nuevo concepto estratégico de la OTAN aprobado el pasado 29 de junio se definía a China como “un desafío” y se denunciaban sus métodos para “subvertir el orden internacional basado en las normas”, de Occidente. El documento subrayaba que China “busca el control de sectores tecnológicos e industriales clave” abusando de su ventaja económica. Estados Unidos responde, pues, al desafío chino con las amenazas de su brazo armado internacional, una OTAN con sus tentáculos expandidos a Oriente.

Al contrario que Rusia, incapaz de lastimar a EEUU pero sí a una Unión Europea empecinada en su guerra de sanciones contra Moscú, China sí puede afectar y mucho a la economía estadounidense. Como Rusia, China puede resistir una guerra económica mejor que Estados Unidos o Europa. Ya lo está ensayando con su larguísimo confinamiento.

La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, la octogenaria Nancy Pelosi, tercera en la cadena de mando civil estadounidense, fue de una clarísima provocación a Pekín. Duró menos de 24 horas, pero tendrá consecuencias profundas que se harán sentir en el mediano plazo. Es poco probable un enfrentamiento militar, pero desató la tormenta que se está gestando en el Mar de la China meridional. Para Beijing, EEUU usó el disfraz de la democracia para violar la soberanía china.

Tampoco se sabe hasta dónde puede llegar su respaldo a Taiwan, cuando EEUU y sus socios europeos realizan envíos masivos de dinero y armas a Kiev para frenar la invasión rusa. Ni se sabe hasta dónde llegaría en realidad la promesa de defender militarmente a la isla, esbozada por Biden un par de meses atrás..

Los analistas advierten, pero pocos los escuchan: cuanto más se presione a Pekín a acatar las directrices occidentales, mayor es la probabilidad de una escalada bélica y una internacionalización del diferendo ucraniano.

Augusto Monterroso, un escritor guatemalteco-mexicano, escribió el cuento más corto de la historia, de siete palabras: Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba ahí.  Cuando termine la guerra en Ucrania, China todavía estará allí.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2022/08/y-cuando-desperto-china-todavia-estaba-ahi-por-aram-aharonian/

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Si el progresismo es el futuro, hay que pensar con urgencia en el posfuturo

Por: Aram Aharonian

Fuentes: Observatorio de la Crisis

“El principal error de los gobiernos progresistas, muchos de ellos asesorados por “expertos” de la decadente izquierda europea, fue mantener el modelo de crecimiento fundado en la explotación de recursos naturales que es precisamente el fundamento material del neoliberalismo”.

Los dirigentes progresistas nos están demostrando que la única izquierda que hoy existe en América Latina y el Caribe es la del pueblo en la calle, exigiendo, presionando, por los cambios estructurales de nuestras sociedades.

Si el acuerdo con el FMI que firmó el presidente argentino Alberto Fernández y aplaudió el ex (¿y próximo) mandatario brasileño Lula da Silva es el camino del futuro, tenemos que ponernos a pensar en otro futuro, porque el “progresista” ya tiene delineado su camino de nuevas frustraciones.

Frente al desafío del acuerdo (sometimiento dirían algunos) con el FMI hay que ser claros y precisos. Se está a favor y se contribuye a su aprobación –como buenos cortesanos del poder- o se está en contra y se lucha para derrotarlo. En este sentido no caben posiciones ambiguas y mucho menos silencios.

La Argentina no necesita realizar un brutal ajuste fiscal y comercial. Lo hace para honrar una deuda que fue tomada a espalda del pueblo, sin cumplir con los mandatos constitucionales (autorización previa por el Congreso  y eso no pasó cuando se tomó el crédito con el FMI), incluso violentando el propio estatuto del FMI, que dice –en sus estatutos que no cumplen- que no se le puede prestar a un país en fuga de capitales.

Argentina es el único dentro de las mayores  economías de América Latina que genera superávit de su balanza de pagos corriente (+ 0,9% del PBI), en tanto los “países modelo”, a los cuales plantea  imitar el FMI, generan déficits en sus intercambios con el exterior (Brasil -0,7%, Chile: -2,4%, Perú: -2,7%, Colombia: -4,9%)

Y fue lo que hicieron. Es más, fue lo que propiciaron para endeudar a la Argentina y beneficiar a una minoría parásita y rentista como lo informó el mismo Banco Central.

Pero eso no es lo más importante: se está rediseñando la economía del país para beneficio del capital extranjero en desmedro de las riquezas naturales argentinas, de su población, de su trabajo, del presente y del futuro. Y ese nuevo diseño de un modelo extractivista , agropecuario-exportador que se impone, es para generar las divisas para pagar los servicios de la deuda externa, señala el economista Horacio Rovelli.

Al gobierno del “progresista” Alberto Fernández no se le dio siquiera en hacer propia al idea de una auditoría integral de la deuda, que transparentara todo el proceso de endeudamiento y sus derivados.  Todo quedó para discursos vacuos de ocasión, denuncias e  investigaciones paralizadas , no poniéndose al descubierto en forma puntual  responsabilidades, maniobras, ocultamientos y evasiones  cambiarias  e impositivas

 Una auditoría que elevara sus conclusiones no solo al gobierno argentino sino a los distintos organismos multilaterales del sistema de Naciones Unidas y a los organismos regionales. Incluso, solicitar al Tribunal Internacional de La Haya una opinión consultiva sobre el tema, congelando toda negociación hasta que estas cuestiones preliminares estuviesen resueltas.

La teoría de lo posible

A quienes desde la supuesta izquierda critican el acuerdo con el FMI, se los acusa de estar haciéndole el juego a la derecha, quizá olvidando que si el Congreso aprueba el convenio ya no será el “acuerdo y préstamo a Macri” sino el “acuerdo y préstamo al gobierno peronista de Alberto Fernández”, un nuevo progresista. Es cuando muchos, para justificar el acuerdo, hablan nuevamente de coyuntura mundial, geopolítica y se encaraman en la teoría de lo posible.

Lula, el probable próximo Presidente de Brasil, felicitó a Alberto Fernández por su acuerdo con el FMI,en momentos en que parecía que –después de dos décadas- había un reverdecer del progresismo y/o el izquierdismo, con el triunfo de Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile y las perspectivas de Gustavo Petro en Colombia. ¿Una nueva etapa progresista en la región, junto a los por gobiernos de tinte bolivariano, como los de Venezuela y Bolivia?

La emergencia de los gobiernos progresistas alimentó esperanzas de una mejor vida para los pueblos de la región. Sin embargo, las políticas adoptadas por sus gobernantes, más allá de diferencias nacionales, no lograron responder a las demandas de una ciudadanía que había sido duramente golpeada por el neoliberalismo. El progresismo no fue capaz de impulsar un proyecto de transformaciones y abrió camino a la derecha.

El principal error de los gobiernos progresistas, muchos de ellos asesorados por “expertos” de la decadente izquierda europea, fue mantener el modelo de crecimiento fundado en la explotación de recursos naturales que es precisamente el fundamento material del neoliberalismo. El progresismo renunció a la industrialización, obnubilado por los altos precios de las materias primas, y sobre todo porque aceptó la idea impuesta por el neoliberalismo dominante, que crecimiento y desarrollo son la misma cosa.

A diferencia de las izquierdas de los años sesenta, aceptó que nuestras economías fuesen proveedoras de materias primas y alimentos para la industrialización y urbanización china, manteniendo intocado el modelo productivo, inhibiendo la diversificación económica, lo que favoreció empleos precarios y bajos salarios.

Fue ese modelo productivo el que generó una particular alianza entre los gobiernos progresistas y las corporaciones transnacionales dedicadas a los agronegocios y al extractivismo, la que impidió que se realizaran reformas reales en los sistemas tributarios, fundamento indispensable para el mejoramiento en la distribución del ingreso, recuerda Roberto Pizarro.

Vale recordar que el triunfo de los gobiernos progresistas tuvo gran apoyo de los movimientos indígenas, ecologistas y feministas, los que mostraron su presencia militante en los primeros años. Pero, con el correr del tiempo se desataron fuertes conflictos. Los gobiernos progresistas se caracterizaron por prácticas personalistas, clientelares, y en varios casos corruptas, generando el rechazó de vastos sectores de la sociedad, lo que fue capitalizado por la derecha.

Pocos lo dicen: las confusiones y desatinos de los gobernantes progresistas abrieron las puertas para el restablecimiento de las peores políticas neoliberales que, en definitiva, pagaron nuestros pueblos: hoy más de la mitad de los jóvenes latinoamericanos y caribeños viven en hogares donde reina la pobreza…

Al progresismo de hoy no le gusta la calle, no se siente cómodo. Para ellos son más confortables las negociaciones secretas, los conciliábulos elitescos, las negociaciones diplocomerciales de los chinos, las mediaciones de “amigos” como el papa Francisco, algún premio Nobel de Economía, y/o una serie de funcionarios del gobierno demócrata de Estados Unidos.

Y son estos funcionarios –ahora diz que progresistas- que festejan el acuerdo como hinchas del FMI, no de la Argentina y menos aún del futuro del país. Y lanzan su artillería mediática hablando de “consignas berretas propias de un infantilismo simplista” y olvidan cuatro décadas de connivencia y convivencia con una vida democrática formal, cuando cada uno de los gobiernos fueron “pagadores seriales”, al decir de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Por qué si la deuda pública de Estados Unidos en 2021 equivalía al 133 % de su PIB, la de Japón al 257 % y la de Argentina al 102.8 % el FMI no envía misiones trimestrales para auditar y corregir el desmanejo financiero de Washington y Tokio? , se pregunta Atilio Borón.

Numerosas misiones del FMI seguirán cayendo sobre la Argentina en los próximos meses, desentrañando la verdadera misión que el Fondo desempeña como instrumento de la política exterior de Estados Unidos. La deuda argentina –como muchas otras- es hija de un planteo estratégico que obvió discutir el carácter fraudulento del préstamo concedido, en abierta violación de sus propias normativas y del carácter supuestamente multilateral de la institución.

O sea, Donald Trump dio la orden para ayudar a la reelección del neoliberal Mauricio Macri, y fue obedientemente ejecutada por el Directorio del FMI, que o podía contradecir el mandato de su principal socio (o patrón).

El verso de  los opinadores-repetidores de las derechas –no me atrevo a decir pensadores, que debe haberlos-  es que el FMI es una institución “multilateral” y que representa a la “comunidad internacional” y por ello lo sensato es seguir los lineamientos y condicionamientos que dicte.

Al hablar sobre las alianzas internacionales de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski señaló que “debe incluirse como parte del sistema estadounidense la red global de organizaciones especializadas, particularmente las instituciones financieras «internacionales». En realidad, son instituciones dominadas por EEUU surgidas de una propuesta de Washington en la célebre conferencia de Bretton Woods de 1944, cuyas consecuencias aún padecemos.

El sociólogo y economista Jorge Elbaum recuerda que los condicionamientos externos coinciden con la extorsión judicial planteada desde adentro del país. El endeudamiento externo de la Argentina con el FMI fue promovido por los mismos sectores que se beneficiaron. Los amigos, socios y simpatizantes del macrismo le pidieron al expresidente que consiga los dólares para coronar la especulación financiera que habían llevado a cabo desde el 10 de septiembre de 2015.

El negocio les salió redondo: los grandes empresarios se quedaron con los dólares otorgados por le FMI y el pueblo argentino se quedó con la deuda. Y para que eso haya sido posible fue necesaria la complicidad de una Corte Suprema de Justicia instaurada para defender solo a los grupos más opulentos de la sociedad argentina.

Un sector del oficialista Frente de Todos creyó ingenuamente que el triunfo Joe Biden,  un presidente opuesto a Donald Trump, iba a motivar concesiones a la Argentina, una ilusión basada en el desconocimiento de la lógica estructural del capitalismo neoliberal global y en los informes de los cortesanos argentinos ante Washington.

Altos funcionarios y embajadores, son  cómplices de que Argentina no logre despegar industrialmente y que sus fuerzas productivas –los trabajadores– no se asocien a un Estado activo capaz de dinamizar el desarrollo con formato inclusivo. Y se suman a las presiones para que no se diversifiquen los vínculos geopolíticos (con Rusia, China) y para que América Latina no se integre, dándole la espalda a quienes buscan un camino independiente del tutelaje de Washington y sus satélites.

Más allá del acuerdo, todos son conscientes de que este modelo es inviable, pero desde el poder advierten de la gravedad de salirse del sistema, como si lo que se debiera mantener es esa enorme desigualdad social que sigue creciendo día a día, a la vera de un modelo que multiplicó varias veces no solo la pobreza y el hambre, sino también la deuda.

La presidencia argentina sabe que con este acuerdo se seguirán pagando todos los fraudes, las viejas y las nuevas, santificadas y legalizadas tras el acuerdo firmado por el gobierno de Alberto Fernández que, como anteriores gobiernos, apuesta al extractivismo y a consguir dólares como fuera,  dándole de comer a la deuda que engorda fondos especulativos, en desmedro de cualquier “estado de bienestar” que favorezca a las grandes mayorías.
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Si el extractivismo es una lápida para los gobiernos progresistas, sus políticas respecto a a poner todo el énfasis en “exportar para pagar” complementan sus debilidades estructurales e ideológicas. Es una de las expresiones más directas del modo de inserción que tenemos en el sistema capitalista mundial, señala Roberto Perdía. Esa reproducción de la sociedad de consumo introduce valores que atentan contra la autonomía, soberanía nacional y organización popular, añade.

Obviamente, por estos caminos se hace muy difícil poner en marcha procesos de liberación nacional y emancipación social, banderas que pareciera que el progresismo –al menos el argentino- abandonaron hace rato, sepultando la voluntad, la lucha y la mística revolucionarias de los 1970, cuando el pueblo fue el protagonista.

Hay quienes afirman que el ciclo del progresismo está terminado. Quizá no sea así: lo que debe terminar es la política de enunciación superficial de consignas o críticas sin propuestas desde la oposición, y de “real politik” de resignación y frustración cuando se llega al gobierno.

 Sin iniciativas de transformación productiva ni políticas sociales universales, ha puesto en evidencia que no cuenta con un proyecto propio. Más grave aún es que ha operado políticamente en las cúpulas, distanciándose de los movimientos sociales y de las bases.

Más allá de lo que decida el gobierno de Alberto Fernández, la sociedad argentina está llamada a defender sus condiciones de vida contra ajustes regresivos , pero también en relación a los argumentos  “progresistas” que  justifican, confunden y desmoralizan.

Y, cuando no existe un proyecto propio, con arraigo social efectivo, se termina durmiendo con el enemigo o en la corrupción. Por eso los invito a comenzar a pensar en el posfuturo. En la calle, codo a codo, somos muchos más que dos, diría don Mario Benedetti, que no se refería a los ministros argentinos actuales, pero es igual:

«Ustedes, duros con nuestra gente, ¿por qué con otros son tan serviles?
¡Cómo traicionan el patrimonio, mientras el gringo nos cobra el triple!
Cómo traicionan, usted y los otros, los adulones y los serviles.
Por eso digo, señor ministro, ¿De qué se ríe? ¿De qué se ríe?»

Fuente original: Si el progresismo es el futuro, hay que pensar con urgencia en el posfuturo (observatoriocrisis.com)

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Uruguay: Depresión y soledad, la pandemia de la pandemia

Depresión y soledad, la pandemia de la pandemia

 Aram Aharonian 

En estos tiempos de la covid-19, donde la incertidumbre parece ser la única certeza y el futuro había pasado a llamarse “nueva normalidad” sin que quede muy claro qué significará eso, apareció una nueva variante del coronavirus, bautizada como Omicron y detectada en Sudáfrica , que prendió todas las luces de alarma en el mundo, estremeció los mercados bursátiles y derrumbó los precios de las materias primas industriales.

Las cuarentenas y el distanciamiento social se presentaron desde hace más de año y medio como la mejor arma para enfrentar el virus. Y así, la depresión y la soledad, ya en niveles muy preocupantes, se han disparado con la misma rapidez que el virus.

Durante la primera ola de la pandemia sucedió la activación del “todos juntos” para salir de la peste; después, cuando parecía que se había superado llegó la segunda ola y el impacto psicológico fue importante, por la sensación de que todo lo que se había hecho no había servido de nada. Sin duda, el efecto acumulativo tras más de año y medio, es un peligro, ya que se han disparado mucho los trastornos en personas que no los sufrían y se han agravado los trastornos obsesivos.

Y en esta evolución, el factor económico es “clave”, porque aumentó el desempleo, cayó la seguridad social, el cierre de negocios dejó sin ingreso a familias enteras, crecen las colas de hambre y las ollas populares solidarias. Los sicólogos dicen que son repercusiones que se están empezando a ver ahora, que no aparecen de forma inmediata.

La pandemia no terminó y ya entramos en la cuarta variante. Somos conscientes de que continuará hasta que todos los países accedan a la vacunación masiva, la que impiden las grandes empresas farmacéuticas transnacionales que sólo piensan en la lógica capitalista del lucro. Ahora  emergió una nueva cepa que pone en riesgo el avance logrado hasta ahora en el mundo.

También nos avisa del riesgo de jugar con el miedo con cada variante. La consecuencia es que puede pasar como ocurre en el cuento de Pedro y el lobo y que, de tanto que se diga que una variante es más peligrosa, cuando realmente llegue ya nadie se lo crea.

La nueva variante es efecto del acopio de vacunas de los países ricos y amenaza a Occidente a las puertas del fin de año. Aún se conocen muy pocos datos y habrá que esperar varias semanas para analizarlos y tener conclusiones. Pero de lo que se preocupan los medios hegemónicos es sólo de las caídas bursátiles y de los precios del petróleo. ¿La vida no vale nada, querido Pablo Milanés?

Si bien la variante Delta monopoliza el paisaje internacional de infecciones, una nueva variante, denominada Omicron (B.1.1529), enciende las alarmas de la comunidad científica. Reportada por primera vez el 11 de noviembre en Botsuana, ya fue identificada en Sudáfrica y en países de otros continentes como Hong Kong, Israel y Bélgica. Tiene más de 30 mutaciones en su proteína Spike (S) y se propaga con velocidad en África. Según la OMS, es una variante de preocupación

Macondo II

Miles de personas alrededor del mundo han descubierto durante la crisis del coronavirus que la peste del olvido que castigó a Macondo, el pueblo ficcional de Gabriel García Márquez, es también el relato presente de sus vidas.

Álvaro Santana señalaba en The New York Times que en estos tiempos, cuando parece que vivimos en un Macondo global, muchos acuden a Cien años de soledad como si fuese un libro de profecías para comprender el mundo en el que vivimos y sobre todo en el que viviremos tras la pandemia. Rodrigo García, hijo del escritor, contó en una carta a su padre que no pasa un solo día sin cruzarse con una referencia a la peste del insomnio o alguna de sus variantes.

El confinamiento físico es también para millones una cuarentena emocional. Un doble encierro que a muchos nos ha arrojado a esa soledad que aquejaba a los habitantes de Macondo. Pero ni en los momentos más fatales de la peste, los habitantes de Macondo se quedaron solos. Se reunían. Se contaban historias. Se hacían compañía. Ayudaban a su comunidad. Pero en la peste de Macondo no murió nadie.

Tan antiguas como las pestes son sus efectos sociales. El temor, el miedo que roza y se disfraza de pánico, la desinformación sobre lo que pasa en realidad –tarea de las trasnacionales del terror mediático-, la discriminación hacia los enfermos y quienes los cuidan, la incompetencia de las autoridades para contener la enfermedad, las diversas teorías de la conspiración sobre el origen y la naturaleza de la pandemia…

Pero lo único cierto es que la incertidumbre colectiva crece con el paso de los días, junto al brusco aumento de la pobreza y el hambre aquí y acullá también.

Los expertos advirtieron ya en 2020 sobre el carácter acumulativo de los efectos psicológicos de la pandemia. También sobre la forma en que la salud mental y el estado anímico influyen sobre el sistema inmunológico y sus respuestas. No hay dudas acerca de la relación entre aislamiento social y empobrecimiento de la salud mental

La revista Time se preguntaba si la covid-19 estaba empeorando aún más la epidemia de soledad que ya afectaba a Estados Unidos. Antes de la pandemia, un 60% de los estadounidenses decía experimentar algún grado de soledad: sus consecuencias sobre la salud se han asimilado al efecto de fumar 15 cigarrillos por día.

En pandemia, un trabajo de Social Pro determinó que un tercio de los estadounidenses, en todos los grupos etarios, se sentía más solo que antes de la llegada del coronavirus. Entre los más afectados figuraba el segmento de 24 a 39 años: el 34% decía padecer esta sensación siempre o frecuentemente, mientras que un 47% lo hacía algunas veces.

Ministerio de la Soledad

El aislamiento y su agudización por el Covid-19 tienen en alerta a varios países, entre ellos Reino Unido y Japón que  han puesto en marcha dos dependencias gubernamentales para atender lo que pronostican será la próxima pandemia a enfrentar en el mundo: la soledad. Es que en pleno confinamiento para evitar contagios de Covid-19, aumentó la tasa de suicidios, principalmente en mujeres solas.

Para los adultos mayores, ser considerados como grupo de riesgo durante la pandemia tuvo un gran impacto: debieron adaptar sus rutinas, limitar sus contactos, dejar trabajos y ocupaciones y, en muchos casos, someterse al aislamiento.

El Ministerio de la Soledad no es un invento japonés: el Reino Unido ya creó esta cartera en el 2018, bajo el gobierno de Theresa May. Fue una forma de reconocer que el aislamiento social de las personas se estaba convirtiendo en un grave problema de salud pública.

Fue en febrero de 2021 que Japón creó su primer Ministerio para la Soledad, con la encomienda de atender de manera urgente una situación que, de acuerdo con sus datos, provocó que 21 mil personas se quitaran la vida en 2020. Japón es punta de lanza de diversos procesos sociales, como la desazón provocada por el capitalismo (acentuada por la pandemia que se vive) y que la obra del pintor Tetsuya Ishida describió en toda su crudeza.

Ishida nació en junio de 1973 y murió a los 32 años, en 2005, en un accidente de tren que posiblemente fue un suicidio. Durante una década, el joven artista pintó lo que consideraba escenas de la vida cotidiana: un Japón atrapado en la desolación de la vida moderna y las exigencias del capitalismo salvaje.

Estos tiempos de pandemia nos invitan a superar el humanismo construido sobre la deshumanización de la mayoría y la explotación de la naturaleza. El mundo será diferente, tras la pandemia. ¿Comenzará otra colonización cultural? Los estados, tras el parate, carecerán de recursos y deberán decidir entre pagar deudas o alimentar a sus ciudadanos. El presente –y sobre todo el futuro próximo- será de desempleo masivo y hambre, de depresión y soledad.

Hoy la desesperanza, el temor, la soledad,  se han mudado también a los murales de América Lapobre, donde se describe en colores el sentir de nuestros pueblos.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE) 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/depresion-y-soledad-la-pandemia-de-la-pandemia/

 

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