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Argentina: Las dos orillas (una nota chovinista)

Las dos orillas (una nota chovinista)

Por Aram Aharonian

 

Buenos Aires comenzó a crecer de espaldas al río de la Plata, mientras Montevideo se expandía de cara al estuario.

La culpa la tienen los gallegos, los conquistadores. El solar en el que está emplazada la Casa Rosada fue, durante toda la historia de Buenos Aires, la sede de las distintas y sucesivas autoridades políticas que gobernaron el país desde que en  1580 Juan de Garay se le dio por fundarla. O sea, la diferencia viene de la época de la colonia. Santa María del Buen Ayre comenzó viviendo del contrabando y del tráfico de esclavos.

O sea, los esclavistas y los contrabandistas eran, en aquellas épocas del miriñaque, las personas más distinguidas de la aldea, apellidos “ilustres”, algunos de los cuales llegan hasta estos pandémicos días, tras beneficiarse de todos los gobiernos oligárquicos, civiles o militares. Los del puerto impusieron su supremacía, su superioridad, gracias al puerto, claro.

Pero, dicen los historiadores, que el puerto ni siquiera tenía muelle. Cuenta Santiago Varela (no por haberlo presenciado) que era un puerto al que había que llegar en carro tirado por mulas o caballos. “Incluso Güemes en 1806 se dio el lujo de abordar una goleta inglesa, no desde otro barco, ¡sino con una carga de caballería!. Fue la primera vez que un caballo escuchó gritar ¡Al abordaje´”.

Fue Güemes, o mejor dicho el salteño Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte, héroe de la independencia,  que con muy escasos recursos libró una constante guerra de guerrilla, la Guerra Gaucha, deteniendo seis invasiones del ejército español. Decía, era Güemes, no Sandokán.

Los descendientes de los contrabandistas y esclavistas viajaban a Francia y se traían arquitectos capaces de reproducir en Buenos Aires las mansiones, con materiales, platería y mantelería europeas (además de alguna cocotte, claro). Quería ser la París del Sur, tanto que algunos años después a las alienadas autoridades de la ciudad se les dio por tirar abajo las alas del Cabildo para poder abrir avenidas y diagonales.

Palacios y petit hoteles son parte de la tradicional Buenos Aires aún hoy. La culpa de que se haya desarrollado así la tienen los orientales, los de la Banda Oriental, que se les dio por reconquistar en 1806 la ciudad del Buen Ayre, que había caído en manos de los soldados ingleses (los comerciantes y las empresas no se fueran nunca del puerto).

Y Buenos Aires comenzó a crecer de espaldas al río de la Plata, mientras Montevideo se expandía de cara al estuario: su vida siempre fue -y es- de cara a las ramblas. Ni el puerto respetó la seudo piqueta del progreso en Buenos Aires, los barcos fueron desapareciendo del puerto y aparecieron edificios de 30, 40 pisos, cuya tarea principal es tapar el río para el resto de la ciudad. Para poder mirar la costa uruguaya en una mañana despejada, hay que tener mucha plata, habitaran en uno de esos monstruos que imitan a grandes edificios de ciudades que nada tienen que ver con nuestra idiosincracia.

¿O sí? El porteño promedio jamás ve el río, el montevideano convive con él, con sus playas, con sus ramblas. Es más, en 1973 llegué a conocer una playa en la Costanera Norte llamada Saint Tropez (siempre queriendo imitar a los franceses), una verdadera olla de agua sucia frente al monumento de Lola Mora, allí donde ahora aparece el Parque Ecológico. Hoy, el gobierno neoliberal de la ciudad quiere construir edificios en los terrenos públicos al lado del río, para que sus inmobiliarias hagan sus negocios, a cinco mil dólares el metro cuadrado.

Por ahora, la gente se lo ha impedido. Algunos, en defensa de los espacios públicos, otros porque temen que algún avión no le emboque al Aeroparque Metropolitano. Pero seguramente habrá quien proponga desde los medios hegemónicos trasladar el aeropuerto a alguna localidad lejana, para que no moleste a los nuevos ricos porteños.

Pero la piqueta del progreso, que nos dejó sin el Conventillo del Medio en Montevideo, en manos del gobierno neoliberal de la ciudad de Buenos Aires acaba de asesinar al último potrero porteño, en el Parque Centenario, de cara al Hospital naval, donde a cualquier hora del día había gente jugando al fútbol y ahora amenazan con torres de apartamentos con amenities.

Lo cierto es que siempre, los que vivían al este de los ríos Uruguay y de la Plata, fueron orientales: primero cuando vivían en la Banda Oriental del virreinato del Río de la Plata y luego, cuando en 1825 los ingleses deciden que se debía declarar la independencia de ese estado tapón que habían creado, y le ponen el nombre de República Oriental del Uruguay. Orientales en la vida, y en la muerte también.

Cuenta la leyenda que en la noche del 18 de abril de 1825, Juan Antonio Lavalleja, y sus 32 hombres (conocidos luego como los 33 Orientales) embarcaron y avanzaron cuidadosamente por las islas del delta del río Paraná, evitando la vigilancia de la flota brasileña, cruzaron el río Uruguay en dos lanchas y desembarcaron en la Playa de la Agraciada, donde desplegaron la bandera de tres franjas horizontales roja, azul y blanca, colores tradicionalmente usados desde los tiempos del Pepe Artigas, con la inscripción Libertad o Muerte.

Hacía meses que los orientales preparaban el cruce para comenzar la liberación de la Banda Oriental del dominio brasileño, pero –cuenta la leyenda negra- a Lavalleja y sus hombres les gustaban las pulperías, las payadas –Juan Antonio era uno de los guitarreros que no dejaban dormir a los españoles en el Sitio de Montevideo- , las vidalas, el vino, y la invasión no fue tan planificada sino que fue apurada por el ultimátum que le dieron los hacendados argentinos que financiaban la expedición y la compra de caballos, del otro lado del río, a los hermanos Ruiz.

La broma de los uruguayos es que los 33 orientales eran 34, con el que sacó la foto (el óleo de Juan Manuel Blanes que no falta en ninguna escuela).

Pucha. Uno va a Wikipedia y se entera que Montevideo está catalogada como una ciudad global de categoría «beta». Se posiciona como la séptima urbe de Latinoamérica y la 73 del mundo. Fue la octava ciudad más visitada de América Latina por extranjeros en 2013. Ha sido calificada como la ciudad con mejor calidad de vida de dicha región en 2018, puesto que ha mantenido cada año desde 2006 (hasta la llegada de Cuquito Lacalle y su banda neoliberal al gobierno).

Y uno sabe que el Uruguay no es un río, sino un cielo azul que viaja, pintor de nubes, caminos, con sabor a mieles ruanas… como diría Aníbal Zampayo.

Montevideo pasó de mano continuamente. Cuenta la historia que el 22 de noviembre de 1723, el portugués Manuel de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevideo. El 22 de enero de 1724 los españoles de Buenos Aires, organizada por el gobernador español en esa ciudad, Bruno Mauricio de Zabala, desplazaron a los portugueses y comenzaron a poblar la zona con seis familias provenientes del otro lado del charco.

Obviamente, su importancia como principal puerto del virreinato le granjeó en varias oportunidades enfrentamientos con la capital, Buenos Aires.  Una rivalidad que comenzó hace apenas 245 años. Pero siempre los españoles fueron los que metieron la pata. El 3 de febrero de 1807 las tropas inglesas al mando del general Samuel Aychamuty ocuparon la ciudad, que fue reconquistada por las tropas enviadas por Montevido, que pasó a ser “la muy fiel y reconquistadora”. Lo que no me quedó en claro es si los señoritos porteños realmente querían librarse de los ingleses.

A Montevideo lo descubrieron los portugueses, dicen:  Monte vide eu, gritó el marino, dicen unos, Monte VI de este a oeste, alegan otros.  Montevideo qué lindo te veo, con tu Cerro y la fortaleza, cantaban en los carnavales de los años 50. El Cerro tiene 132 metros de altitud y es un granito que se destaca en la lisa orografía de un país cuya altura mayor es  la del Cerro de las Ánimas, oficialmente de 501 metros de altura (así puede figurar en los mapas), pero que en realidad no llega a esa altitud.

Puerto de inmigrantes que venían a América y caían en Montevideo, del que nunca habían oído hablar, a trabajar en sus frigoríficos cargando medias reses. Pero, de todas formas, una ciudad hecha de cara al mar (bueno, al río), aprovechando las playas que bordean la amplia bahía y siguen hasta que el río se convierten en Océano Atlántico, 125 kilómetros al este, justo ahí donde los porteños con plata van a veranear, Punta del Este.

Montevideo del delantal o túnica y moño para que todos los niños fueran iguales en la escuela, la de silencio-hospital, diría Mario Benedetti. No es nada raro que uno vea a un señor salir de su oficina con un portafolios o bolso, caminar unas cuadras, quitarse la ropa, quedarse en traje de baño. Ni que del bolso o portafolios aparezca un termo y un mate.

O que en cualquier estación los muchachos, los viejos, los niños, aprovechen las anchas veredas de la rambla para sentarse a tomar unos mates, alguna cerveza, comer algunos bizcochos o sándwiches de salame y queso, reunirse con amigos, con la familia, con los compañeros; mirar las gaviotas y el atardecer, mientras hablan de fútbol, de política, de los hijos, de la novia o el novio, de lo de todos los días. Alguna vez también hablaron de librarse de la dictadura.

En ese mismo puerto de Montevideo, el 25 de febrero de 1833 fueron embarcados María Micaela Guyunusa, embarazada de dos meses,  Laureano Tacuabé Martínez, el cacique Vaimaca Pirú y el chamán Senacua Senaqué, indígenas charrúas, para ser exhibidos y estudiados en un zoológico humano de París, y evaluados por los miembros de la Academia de Ciencias de Francia, por orden del primer presidente uruguayo, Fructuoso Rivera, quien ya había encabezado la matanza de indios en la batalla de Salsipuedes, vendiendo como esclavos a los sobrevivientes.

El grupo es conocido en Uruguay como “los últimos charrúas”. En el envío se incluían también un par de ñandúes, considerados  tan exóticos como los indígenas y todos fueron introducidos en Francia sin siquiera cumplir con los requisitos legales de la época. La historia de su desgracia, convertida en leyenda, marcó toda la historia del nuevo país-tapón, que un lustro antes habían “inventado” los ingleses. Hoy sólo se los recuerda en un monumento, en las riberas del arroyo Miguelete, de espaldas al Rosedal.

La revancha llegó en los primeros Juego Olímpicos de la modernidad, precisamente en París, en 1924. La primera práctica de los “salvajes” uruguayos (según la prensa parisina), fue una humorada: los jugadores, con el inolvidable José Nazazzi a la cabeza, salieron a  la cancha con plumas en la cabeza, y reventaban la pelota lo más lejos que podían. Moraleja: vencieron 7-0 a Yugoslavia, 3-0 a Estados Unidos, 5-1 a Francia, 2-1 a Holanda y 3-0 a Suiza en la final: los descendientes de Guyunusa, Tacuabé, Vaimaca y Senacua,  fueron los primeros campeones olímpicos de fútbol…

Después de casi tres siglos, uno aprende que uruguayo que triunfe en Buenos Aires pasa a ser rioplatense. Perdemos todo aquello de anarquistas-conservadores, que no nos guste que nadie nos mande…y tampoco nos gusta cambiar. En realidad los uruguayos vivimos en una continua contradicción con lo que fue el país o lo que fuimos como pueblo. Porque no fuimos uruguayos sino orientales, de la República Oriental del Uruguay (Rodelú, para los amigos).

Pero cambia, todo cambia: estamos orgullosos del puerto de Montevideo, pero héte aquí que está en manos de una trasnacional belga hasta las carnestolendas griegas, al igual que toda la ribera de los ríos entregada a las forestales-papeleras nórdicas, para que nos dejen sin agua ni vegetación. Decía Galeano que tenemos cierta tendencia a creer que nuestro país existe, pero que el mundo no se entera. Yo le contestaba que el Uruguay es sólo un estado de ánimo.

Pero, en Buenos Aires, para ver un poco de río hay que pasar por perímetros portuarios de dudosa seguridad, atravesar zonas industriales y evitar que un tren de carga o un camión de doble tracción te pise. Pero es cierto que van sacando los barcos del puerto, pero no por higiene, sino para poder construir edificios de 30 pisos que cumplan su cometido de taparle el río al resto de los ciudadanos.

Me consta que hay muchos, muchos porteños que nunca vieron el río. ¡Pobres!

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

https://estrategia.la/2021/08/28/las-dos-orillas-una-nota-chovinista/

Fuente de la Información: https://rebelion.org/las-dos-orillas-una-nota-chovinista/

 

 

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El sujeto social de la pospandemia. ¿Otra colonización cultural?

Por Aram Aharonian

Tomemos conciencia del mundo en el que nos ha tocado vivir. El derretimiento de los polos, las sequías, aumento de la temperatura, incendios y tantos otros ejemplos chocan con la ceguera de los políticos que no quieren ver o son partícipes necesarios del genocidio. El problema hoy es que se agota el tiempo. La Pandemia llegó a profundizar la crisis de carácter político, económico y de dominio hegemónico.

Nos encontramos en un momento en el que la Clase Capitalista Transnacional o Global, necesita reestructurar la economía. Las grandes empresas tecnológicas son hoy las que están experimentando enormes aumentos de ingresos durante el encierro de un tercio de la humanidad. En EEUU la elite más rica aumentó sus riquezas en 240 mil millones de dólares. Y las grandes corporaciones del sector de salud, del sector tecnológico, van a estar experimentando un boom en sus ganancias, por lo tanto, estamos frente a una mayor concentración y centralización del capital a escala global.

Vivimos una pandemia sobre todo cultural, mediados por la virtualidad, tanto en la educación, la recreación, el trabajo y hasta en la sexualidad. Claro, sin tener en cuenta la enorme brecha digital en nuestras sociedades. Y una de las pocas seguridades que tenemos, es que viviremos en un mundo que será más digital. Pero ¿quién va a controlar los nuevos sistemas de información y los sistemas de seguimiento que permiten conocer prácticamente todos los desplazamientos de una persona? ¿Quién va a controlar la digitalización masiva de la vida, las grandes empresas tecnológicas o estados autoritarios?

El coronavirus parece ser la fecha que en el futuro se usará como símbolo del cambio histórico económico y político hacia la digitalización de la economía, la financiarización, la moneda virtual, hacia la materialización de nuevas relaciones sociales. ¿Pasaremos del fetichismo de la mercancía al fetichismo de la virtualidad?.

Eso plantea nuevas cuestiones sobre la organización de la vida social y de los equilibrios de podera escala internacional. La lucha por el reparto del mundo pos covid19, ya empezó. Los grupos dominantes van a utilizar el desempleo de masas para intensificar la superexplotación de la clase obrera global, hoy muy informalizada y precarizada, e imponer mayor disciplina a los trabajadores, junto a una masa que ha sido expulsada de los circuitos de producción. ¿Sobrevivirán las pequeñas y medianas empresas? ¿Volveremos al trueque? Cuando creímos que teníamos las respuestas, nos cambiaron las preguntas.

Y entonces, ¿cuál será el sujeto social de la pospandemia? No será el proletariado, sino las clases subalternas, todos los excluidos del sistema capitalistas, aquellos que no forman parte del uno por ciento más rico del planeta. Para algunos analistas, la vanguardia será la mujer por ser quien presenta las condiciones objetivas y subjetivas de la expropiación capitalista y múltiples explotaciones (raciales, sexuales, salariales).

El feminismo ha mostrado su capacidad de construir contrahegemonía, universalizar consignas, construir programas y visibilizar el estado opresor contra las clases subalternas. El feminismo ha mostrado su capacidad de construir contrahegemonía, universalizar consignas, construir programas y visibilizar el estado opresor contra las clases subalternas. Es un movimiento que el capital pretende cooptar.

Mientras se está produciendo un cambio de paradigma a nivel global con la irrupción de la mujer en todas las actividades humanas, lo que antes hubiese sido impensable. Las nuevas generaciones, armadas de una tecnología y visión global, tienen ya la responsabilidad de enmendar los gruesos errores cometidos por las generaciones precedentes, con el deber de actuar con decisión para evitar catástrofes mayores, reformulando nuestra forma de vida.

Los recursos naturales se agotan, pero nuestros gobiernos siguen especulando con la explotación de los mismos en lugar de buscar soluciones en la digitalización de la ruralidad, por ejemplo, para garantizar la alimentación. El sector de campesinos, mucho de ellos indígenas, producen el 60% de los alimentos que comen los habitantes de las ciudades en América Latina y El Caribe. La riqueza se concentra cada vez en menos manos, y los seres humanos nos aislamos para sobrevivir.

Hay que repensar todo porque ya nada será igual. Quizá todo el conocimiento adquirido sirva para saber que no va a servir para las próximas décadas cuando, por ejemplo, haya que hacer frente al mantenimiento de la red eléctrica, una infraestructura de una gran complejidad física y operacional, la primera en fallar debido a la escasez de combustibles fósiles. Los actuales niveles de la electrónica de consumo son completamente insostenibles y en el curso del descenso energético se va a producir una simplificación enorme de la informática. Se deberá establecer una verdadera informática de guerra ante el descenso energético

Todo se manejará sobre plataformas, no habrá más relaciones cara a cara, y eso traerá nuevas percepciones, nuevas sensibilidades, incluso nuevos valores y sentimientos. Pero, sobre todo, nuevas formas de un capitalismo esclavizante, quizá como lo fuera el pasaje del feudalismo al capitalismo. Las plataformas serán los amos, y los «esclavos libres», trabajadores que pondrán sus tiempos en las plataformas que recibirán a cambio puntos (o cualquier mediación) para canjear por lo que requiere sólo para vivir, ya que no será necesario la reproducción de la fuerza de trabajo. Pero vale la pena recordar que sólo el trabajo es lo que genera valor.

Para bien o para mal, se deberá reconstruir el mundo, pero para eso ya no sirven las viejas fórmulas ni los dogmas. Nos enfrentaremos a lo desconocido, después que miles y miles de personas han muerto por la pandemia o por la falta de acceso a los servicios sanitarios. Por ahora, la polarización política se da entre una izquierda surgente y/o insurgente y fuerzas ultraderechistas, que siguen ganando adeptos en el mundo. La derecha, el capitalismo, utilizará el desempleo y el empobrecimiento masivo para imponer mayor disciplina y austeridad, para morigerar los efectos del hundimiento de la economía global, en su camino para consolidar un estado policial de vigilancia global.

Mientras, el Fondo Monetario Internacional garantiza que nuestros pueblos no salgan de la miseria. Acaba de realizar préstamos a once países de la región por 343 mil millones de dólares, pero obviamente condicionándolos a los ajustes estructurales, colaborando con el diseño del nuevo capitalismo pospadémico. Y los gobiernos de nuestros países siguen anteponiendo el pago de las deudas odiosas a las necesidades de los pueblos. En la actualidad, alrededor de 190 millones de latinoamericanos viven en situación de pobreza y 65 millones en situación de pobreza extrema; hay más de cinco millones de niños con desnutrición crónica, y la mayor parte viven en zonas rurales.

https://vientosur.info

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A 500 años de la caída de Tenochtitlán, el pensamiento colonial

Por: Aram Aharonian

Uno podría decir que todo comenzó el 13 de agosto de 1521, cuando el conquistador español Hernán Cortés consiguió la rendición de Tenochtitlán, la capital de los aztecas, en ese territorio mexica que luego se llamó México.

En las últimas décadas, la historia acentúa las diferencias culturales en nuestra América Lapobre. Tras los impulsos globalizadores que persiguen la unificación de la cultura junto a la uniformización económica y política, correspondieron pulsiones centrífugas y reivindicaciones identitarias, entre sistemas y familias, entre Estados, dentro de nuestros Estados.

Sin embargo, permanece el discurso colonial y, sobre todo, la diferencia entre la declamación y los hechos, que acentúa la brecha entre el discurso progresista de respeto a los derechos indígenas y de protección a la Madre Tierra y la expansión continua de las actividades extractivas, mientras se articulan resistencias de los pueblos indígenas y comunidades campesinas frente al despojo de sus territorios.

Cuenta la historia –o la leyenda-, que hace cientos de años repetimos con fruición que Cortés (sólo de apellido) había llegado en noviembre de 1519 y que el emperador Moctezuma lo recibió como si fuera la reencarnación del dios Quetazlcoátl.  El 30 de junio de 1520, los españoles fueron expulsados de Tenochtitlán por las fuerzas del emperador Cuitláhuac, perdieron su botín de oro y Cortés lloró por esa derrota, de lo que fue llamada la Noche Triste. Más triste para los indígenas, porque  los españoles había traído la viruela a América, que diezmó a los aztecas.

Casi un año después Cortés comenzó el asedio de 73 días sobre Tenochtitlán, tras cortar el acceso al agua, hasta la rendición de hace exactos cinco siglos. Cortés sumó a su causa a otros pueblos originarios bajo el denominador común del odio a los aztecas.

A 500 años de aquel hecho, VOX, el partido de ultraderecha de España, glorificó  la caída de Tenochtitlán: «España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas». VOX tiene vínculos con un grupo católico ultraconservador de México, El Yunque, cuya plataforma Yo Influyo le ha prestado interés y apoyo. Ambos, VOX y El Yunque, comparten una visión similar sobre el México de la conquista, como la plasmada por los ultraderechistas españoles en su tuit.

López Obrador ya tuvo un cruce con VOX en noviembre de 2019. «Apenas desembarcó en Veracruz, el conquistador Hernán Cortés y sin ningún fundamento legal, porque eso se puede probar, no había ningún fundamento legal, se autonombró alcalde, fue el primer fraude», dijo el mandatario. Por Twitter, VOX lo calificó como «mediocre con ínfulas» por su crítica al conquistador.

Mientras, comunidades indígenas y zapatistas asentadas y de visita en España organizaron un primer encuentro en Madrid denominado “No Nos Conquistaron”, con motivo de la fecha.

La reivindicaicón de AMLO

Paralelamente, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, habló sobre el aniversario y consideró:  “¿Trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España? ¿Valieron la pena tantas muertes? ¿Tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado? ¿Tantas mujeres violadas? ¿Tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés? No hay justificación alguna ante tan terrible desgracia. La respuesta es un no, categórico”.

López Obrador pidió perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de Mesoamérica, tras resaltar que la conquista fue un rotundo fracaso por la muerte de millones de personas y señalar que la acumulación de capital para los propietarios de la nueva España y la corona no fue abundante o significativa.

Agregó que la gran lección es que nada justifica imponer por la fuerza a otras naciones o culturas un modelo político, económico, social o religioso en aras del bien de los conquistados o con la excusa de la civilización, y pidió a políticos, monarcas y hombres de Estado no omitir las lecciones de aquellos hechos.

La pregunta obligada es si la matanza de miles de indígenas de Cholula, en el Templo Mayor, en la toma de Tenochtitlán y los asesinatos de Moctezuma, Cuauhtémoc y otras autoridades indígenas, trajeron civilización. La respuesta es un no categórico, añadió .

López Obrador interrogó sobre de qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la monarquía dominante no logra en tres siglos de sometimiento recuperar la población que había antes de la ocupación: en 1518 se contaba con 11 millones de habitantes, pero en 1821 quedaban sólo seis millones, dijo.

La inauguración de la maqueta monumental del Templo Mayor en la plancha del Zócalo de la capital mexicana marcó el punto culminante de las conmemoraciones por los 500 años de resistencia indígena, cuyo comienzo se marca con la caída de Tenochtitlán en manos de los conquistadores españoles y sus aliados locales. El derrumbe del imperio mexica, catalizado por la llegada de los europeos al territorio, transformó de manera absoluta e irreversible las vidas de las personas a ambos lados del Atlántico.

El último censo (de 2010) mostró que existían alrededor de 42 millones de indígenas en América Latina, el ocho por ciento de la población total. Países como México, Guatemala, Perú, y Bolivia tienen las poblaciones más grandes, con más del 80 por ciento del total de la región, es decir, 34 millones. Pero los pueblos indígenas continúan enfrentándose a barreras estructurales que limitan su inclusión social y económica.

Constituyen el 14 por ciento de los pobres y el 17 por ciento de los extremadamente pobres de América Latina y aún hoy enfrentan grandes desafíos para acceder a servicios básicos y adoptar nuevas tecnologías, ambos aspectos claves en sociedades cada vez más globalizadas. Contrario a la creencia popular, casi la mitad de la población indígena vive en zonas urbanas, pero incluso allí viven en áreas que son menos seguras, menos higiénicas y más propensas a desastres que los  no indígenas.

Han sido más de cinco siglos de negar o invisibilizar las culturas prehispánicas. Participar de la producción y de la difusión del conocimiento ha sido y es el propósito de la lucha de  muchos pueblos indígenas, desde la implementación de una educación intercultural bilingüe hasta la creación de universidades indígenas, apuntando a la reapropiación de prerrogativas usurpadas por el colonialismo.

Pensamiento crítico

Lo medular de estas demandas radica en una crítica ontológica a lo que el pensamiento crítico latinoamericano ha calificado como “colonialidad del saber”. La decolonialidad es sinónimo de «pensar y hacer» decolonialmente y cuestiona o problematiza las historias de poder que emergen de Europa, que subyacen a la lógica de la civilización occidenta; es el proceso de emancipación de diferentes fenómenos que el eurocentrismo ha dominado.

La decolonialidad es una respuesta a la relación de dominación directa, política, social y cultural establecida por los europeos, y es una lucha que se mantiene hoy, más de 530 después de la llegada de Colón, cuando “expertos” e “intelectuales” europeos insisten en eseñarnos quiénes somos, cómos omos, que nos conviene. El concepto va ligado con la colonialidad/modernidad, producto de un colonialismo político y geopolítico que se da en el “descubrimiento” de América.

Los tres siglos de dominación colonial tras la Conquista, significaron un genocidio, una catástrofe demográfica para los pueblos originarios, que fueron diezmados por las enfermedades traídas del Viejo Mundo, los vejámenes y tratos inhumanos a los que se les sometió y las jornadas de trabajo esclavo o semiesclavo que se les obligó a realizar, muechas veces en nombre del dios de ellos.

Pero no fue solo una conquista material, sino que se trataba de destruir sus identidades al imponerles las creencias religiosas, las costumbres y el modo de producción de los peninsulares.

Es más, la estructura social racista creada para mantener sojuzgados a los pueblos indígenas durante la Colonia (heredada por las clases dominantes luego de la independencia) constituye la raíz de la pobreza, la marginación y la discriminación que nuestros poueblos padecen hasta hoy, así como del desprecio que hacia ellos siente una parte de nuestras sociedades.

Los pueblos indígenas se opusieron, en general, a los intentos por aniquilar sus culturas, lo que les permitió conservar vivas sus tradiciones pese al empeño asimilador de las autoridades coloniales y eclesiásticas, primero, y del Estado burgués, después.

A los conceptos de Conquista y Colonia se opone el de Resistencia indígena, que refleja la suma de prácticas culturales, comunitarias, políticas y también armadas a través de las cuales los pueblos indígenas se negaron y se niegan a diluir su identidad en aras de un progreso mal entendido como mera acumulación de capital, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.

Hay devaneos peligrosos en boca de algunos de nuestros presidentes. En el marco de la visita a la Argentina de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, el mandatario argentino Alberto Fernández dijo, sin sonrojarse siquiera: «Escribió alguna vez Octavio Paz que los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de Europa, y así construimos nuestra sociedad”.

El recorrido mediático de la frase, que despertó protestas por todos lados,  aceleró un tuit soberbio, aunque dizque que aclaratorio, por parte de Fernández: “Se afirmó más de una vez que los argentinos descendemos de los barcos. En la primera mitad del siglo XX recibimos a más de cinco millones de inmigrantes que convivieron con nuestros pueblos originarios. Es un orgullo nuestra diversidad. A nadie quise ofender, de todas formas, quien se haya sentido ofendido o invisibilizado, desde ya mis disculpas”.

Pero vale recordar que sólo un país en la región, se ha asumido como Estado Plurinacional, y ese es Bolivia, donde el temor radica en el surgimiento de una burocracia indígena, a similitud de la desplegada por los criollos.

Pero esta lucha de los pueblos indígenas por mantener vivos sus saberes y hoy su impronta representa un acervo invaluable para encarar desafíos como la crisis climática y el urgente rediseño de varias instituciones. Sin duda, sigue siendo necesaria una reflexión sincera en torno a la condición actual de los habitantes originarios, e imprescindible que las autoridades de nuestros países tomen todas las medidas pertinentes para cerrar la inaceptable brecha de desigualdad.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y susrysurtv.

Fuentes: Rebelión – Imagen: Complejo de templos de Tenochtitlán, capital del Imperio azteca, que fue una de las ciudades más grandes del mundo antes de ser destruida por los conquistadores.

https://estrategia.la/2021/08/20/a-500-anos-de-la-caida-de-tenochtitlan-el-pensamiento-colonial/

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Pedro Castillo, EE.UU., el fujimorismo… y la izquierda

Por: Aram Aharonian

La difusión de una serie de audios, entre ellas una de Vladimiro Montesinos, sanguinario jefe de inteligencia durante el gobierno de Alberto Fujimori, confirmó al menos una de las conspiraciones para descarrilar el proceso electoral en Perú donde ganó el socialista Pedro Castillo, e imponer en la presidencia a la candidata derrotada en las urnas, Keiko Fujimori.

En el audio, Montesinos da indicaciones para sobornar a tres de los cuatro integrantes del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) con un millón de dólares a cada uno, e indica que el contacto para acceder a los jurados es Guillermo Sendón, un político simpatizante del fujimorismo. En una segunda llamada telefónica, Montesinos sugiere al mismo interlocutor, el coronel retirado Pedro Rejas Tataje, que la embajada de Estados Unidos podría ayudar a los conspiradores.

Mientras el candidato ganador, el maestro y dirigente social Pedro Castillo aseguró el viernes último en Cusco que el suyo será un gobierno “que piensa y siente como el pueblo”. “El Perú necesita que el pueblo sea escuchado. Lo primero que tenemos que agendar son los grandes problemas, las grandes brechas de desigualdad”.

Anunció que su gestión priorizará la salud y la educación, “que deben ser un derecho y no un negocio”, y también la agricultura. “Tenemos que hacer un gobierno austero. No nos verán robar un centavo a este pueblo”, ofreció.

“Cuando sales a hacer una propuesta te dicen terrorista, chavista, comunista, que le vas a quitar su plata a los inversionistas, que vas a ahuyentar la economía, que les vas a quitar su propiedad, su casa, su terreno. Todo eso es falso”, señaló, en alusión a la guerra sucia en su contra.

De todas formas, habría que ver hasta dónde llega y qué significa realmente el izquierdismo de Castillo. Hasta ahora se limita a exigir un reseteo del modelo neoliberal, con el fin de disminuir esas desigualdades. Su propuesta, incrementar al 20% del presupuesto la inversión en salud y educación, lo que conllevará un alza en la carga fiscal a las actividades mineras y de hidrocarburos

Algunas disquisiciones

En este contexto, al gobierno estadounidense de Joe Biden le tocó recibir una papa caliente y sabe que después de lo sucedido en Bolivia, lo más prudente es seguir la corriente del proceso, siempre y cuando no pierda la influencia para orientarlo, para que no se convierta en un proceso radical. Para Washington, pararlo no luce como opción ni conveniencia.

Y para eso, para contener el proceso antes que se desmadre, parece contara con la influencia del “progresismo” que encabezan los presidentes de México y Argentina, Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández.

En el contexto regional, este  “experimento” con Castillo puede darle al gobierno de Biden elementos útiles para el caso de Colombia, un país de mayor importancia para los intereses estadounidenses, inserto en una grave crisis multidimensional y un estallido social que no se detiene. La tarea en Colombia es negociar con Gustavo Petro, hoy ganador de todas las encuestas preelectorales.

Para poder iniciar cualquier diálogo con Petro, primero deben garantizarle que podrá disuadir al uribismo (las fuerzas policiales y militares del Estado más las paramilitares) de que  lo maten y, seguramente, garantizarles una presencia política (en el Congreso y gobernaciones) que les garantice la impunidad de todos sus actos, de gobierno y en contra de los derechos humanos de la población.

Y mientras la derecha presionaba buscando desconocer las elecciones en las que fue derrotada y las autoridades electorales demoran en proclamar oficialmente su triunfo electoral, Castillo recibió el sábado último un amplio respaldo de los presidentes de Argentina y Bolivia –Aberto Fernández y Luis Arce-, y de varios exmandatarios de la región como Dilma Rousseff, Evo Morales, Ernesto Samper, Fernando Lugo, Manuel Zelaya y Leonel Fernández.

También de excancilleres y dirigentes políticos y parlamentarios regionales, todos ellos encuadrados dentro del progresismo. Castillo les habló de los graves problemas económicos y sociales del Perú, del durísimo impacto de la pandemia, de la pobreza, de la grave crisis de la salud y de la educación, desfinanciados por tres décadas de neoliberalismo, y señaló que “aquí lo que se necesita es un cambio estructural”.

Reveló que le habían pedido que modifique su discurso de cambio, que se le habían acercado a proponerle ministros para seguir por el mismo rumbo neoliberal, pero aseguró que no cederá a esas presiones. “Si vamos a hacer lo mismo, estamos perdiendo el tiempo”, les señaló. O advirtió.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente: https://estrategia.la/2021/06/28/pedro-castillo-eeuu-el-fujimorismo-y-la-izquierda/

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América Latina: Cinco siglos y nuestras venas siguen abiertas

Cinco siglos y nuestras venas siguen abiertas

Aram Aharonian

Por Aram Aharonian*

Estaba en pleno encierro covidense, escuchando el tema de León Gieco, “cinco siglos igual”, lo que, obviamente, me llevó a recordar que hace medio siglo apareció un libro que recorrió primero América Lapobre y luego el mundo entero. Un texto que quizá se adelantó a su tiempo pero que nos contagió con el virus de ponernos a saber mucho más de nosotros mismos, de nuestra historia.

Para muchos de nosotros, veinteañeros, era una de las pocas veces que veíamos a Latinoamérica como si fuera con nuestros propios ojos. Eduardo Hughes Galeano tenía 27 años cuando comenzó la ardua labor de recolección de datos, de historias, de vivencias. Lo terminó cuatro años después, tras entrevistar a la gente real, a escuchar sus historias y las historias de sus padres y abuelos, de viajar por territorios no aptos para intelectuales de escritorio, y también tras tres meses de encierro para poder escribirlo.

Para muchos, ya el comienzo fue una bofetada: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”. Y nuestro Uruguay, que soñaba con la revolución, iba a empezar ese año una de sus horas más negras, la de las medidas prontas de seguridad, la injerencia de la CIA y sus manuales de tortura, la persecución y prisión de militantes, la represión. Como si el poder hubiera leído Las Venas: “El Imperio, incapaz de multiplicar los panes, hace lo posible por suprimir a los comensales”.

No era raro que la mayor publicidad del libro no llegara de los críticos literarios sino de nuestras dictaduras y dictadores, que lo prohibieron. Y si bien alguno creyó que era un libro de medicina, otros hasta dijeron que era un instrumento de corrupción de la juventud. Y Galeano se fue del país, dejando a los amigos que, dicho sea de paso, muchos de ellos se fueron yendo en los años siguientes.

Pero sería algo mezquino empezar el relato en 1970 o 1971. Vayamos hacia fines de la década de los 50 cuando un botija, un chiquilín carilindo visitaba la Casa del Pueblo y el semanario El Sol, bastiones de Partido Socialista. Cuando le preguntaron qué quería, dijo que afiliarse al partido y colaborar con el semanario.

Y despertó la curiosidad de los dirigentes como don Emilio Frugoni, Vivián Trías, Raúl Sendic, Guillermo “Yuyo” Chifflet, José Díaz, Reinaldo Gargano. Una crónica de aquellos años –El botija Gius, de Garabed Arakelián- narra que el Bebe Sendic (luego máximo dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) lo convenció de que primero se afiliara a la Juventud Socialista, y también que don Emilio “lo atendió, habló mucho con él y a menudo lo invitó a ir al cine y tomar un café”.

Eduardo se incorporó a la redacción de El Sol, colaboró con sus dibujos que firmaba como Gius (es Hughes en uruguayo, me explicó una tardecita) y sus notas; asistió a los cursos de formación con Enrique Broquen así como a las charlas y las discusiones con Vivián Trías por quien sentía cariño y respeto.

Arakelián recuerda, asimismo, las largas “sesiones” en el café de Don Alfredo, en la esquina de Soriano y Yí, con los hermanos Dubra, los hermanos Brando, Gloria Dalesandro, Carlitos Machado, los Díaz Maynard y muchos otros, en las que buscaba respuestas a las tantas interrogantes que ya se planteaba este sentipensante (vocablo que inventó Galeano). Excelentes maestros –don Emilio, Trías, el Bebe Sendic, Chifflet- para comenzar a ver Latinoamérica con ojos propios.

Cuando se le dio por empezar a garabatear Las Venas, hacía un tiempo que había dejado el periodismo. Ya no dirigía Época y sólo colaboraba en Marcha, con el viejo Quijano. Se dedicaba a viajar y escribir. Una vez le pregunté qué opinaba del mexicano Juan Rulfo, un escritor que me había sorprendido y hasta me dejó pensando.

“Rulfo fue mi maestro. Me enseñó a escribir con el hacha además de con la pluma y yo te diría que escribir para mí es una persecución, una suerte de cacería de la palabra que huye, y una vez que me parece que la atrapé, la descubro muy vestida, entonces hay que desnudarla”. Una forma de explicarme que nunca el texto original que uno escribe es el definitivo: hay que releerlo mil veces, e ir podándole todas las ramas secas, las que se desvían, las feas, las abundosas, hasta que queda el texto desnudo, para ofrecérselo a los lectores.

Tras que lo fueran de Montevideo, pasó por Argentina, donde recogió a Helena Villagra, su compañera hasta el final, para refugiarse en España. Hasta el regreso al paisito, ese que en el mapa casi no se ve.

En 1978, recuerdan sus editores, señaló que “desde la primera edición… el sistema ha multiplicado el hambre y el miedo; la riqueza continuó concentrándose y la pobreza difundiéndose. Cuando en 1970 lo escribí, el sistema toleraba más náufragos que navegantes. Hoy veo con asombro que la proporción de náufragos es mucho mayor”.

Apenas lo terminó, Galeano presentó su detallada, documentada y dramática memoria del saqueo a la Casa de las Américas, en La Habana. “Perdí. Según el jurado, el libro no era serio”, pese a que las tremendas consecuencias de las acciones de “los proxenetas de la desdicha” que denuncia en la introducción y las dos partes de Las Venas, estaban (y están) todavía vigentes: desocupación, analfabetismo, miseria, enfermedades, violencia, exclusión, colonización, explotación, dependencia, intolerables inequidades.

Quizá estos jurados se hayan suicidado colectivamente, cuando supieron que una editorial universitaria uruguaya y una trasnacional con oficinas en México, lo iban a publicar. Quizá había un prejuicio fundamentado: Galeano era conocido como periodista, no como académico ni escritor barroco. Eduardo siguió siempre muy cerca de la Casa de la Américas, a pesar de ello.

Las Venas fue el texto base que tuvimos varias generaciones para aprender historia nuestramericana. Y en él se nutrieron –dicen- Lula da Silva, Hugo Chávez, Evo Morales. Me consta lo de Chávez, que quedó tan impresionado que se lo regaló al presidente estadounidense Barack Obama. “Es de no creer: Chávez le regaló una edición pirata colombiana del libro en lugar de darle una edición en inglés”, me dijo cuando lo felicité por teléfono.

En un par de días el libro superó miles de puestos hasta instalarse en la lista de los cinco más pedidos en el mundo.

Algunos se lo tomaron como una autocrítica. Lo dijo en Brasilia, durante la Bienal del Libro y la Lectura, en 2014, creo: “No volvería a leer Las venas abiertas de América Latina, porque si lo hiciera me caería desmayado”. Otros interpretaron que releer todas esas historias le causarían daño. Y luego dijo algo en lo que seguramente tenía razón: “No tenía los suficientes conocimientos de economía ni de política cuando lo escribí”. Tenía menos de 30 años cuando lo escribió.

“Escribí Las Venas -decía- para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha?”.

Decía que su intención era divulgar ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente. “Sé que pudo resultar sacrílego que este manual de divulgación hablara de economía política en el estilo de una novela de amor o de piratas. Creo que no hay vanidad en la alegría de comprobar, al cabo del tiempo, que Las Venas no ha sido un libro mudo” .

¡Que va! Fue la verdadera biblia para aquellos que comenzábamos nuestra militancia, nuestro verdadero texto de historia americana, muy diferente a los textos que nos obligaban a leer y estudiar en el liceo y en preparatorios. Era la biblia atea –iniciática, el pasaporte para entrar definitivamente en América Lapobre- que nos prestábamos unos a otros, apurados por leerla, porque muy posiblemente la prohibirían.

Lo único que no logro asimilar hoy es que ya hayan pasado 50 años, que Las Venas haya atravesados generaciones, golpes, torturas, revoluciones, exilios, desaparecidos… No logro asimilar que Eduardo haya muerto y que ya no nos tomemos un café, una cerveza, un ron, unos vinos, en algún café céntrico montevideano, en su casa malvinera de Dalmiro Costa , en las cantinas de Buenos Aires, en Porto Alegre o en la terraza de mi apartamento de Caracas.

A Galeano le molestaba hablar siempre de Las Venas, como si el tiempo no hubiera pasado y no hubiera escrito, entre otras cosas, El libro de los abrazos.

“Me fui de Uruguay porque no me gusta estar preso y de Argentina porque no me gusta estar muerto”, decía con cara de serio. Joan Manuel Serrat, uno de sus tantos amigos, lo describe mejor: “Galeano amaba reír. Practicaba la risa como una defensa contra las miserias cotidianas”.

Eduardo se paró al borde del camino el 13 de abril de 2015, hace seis años ya. Las verdaderas venas latinoamericanas siguen aún abiertas. En el siglo 15 y siguientes los filones a arrebatar eran el azúcar, el café, la banana, el oro, la plata, el caucho. Ahora son la soja, el litio, el petróleo, el agua, las tecnologías o las mismas vacunas anti-Covid que, ya sabemos y sufrimos, no serán para todos. Cinco siglos igual.

*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente de la Información: https://www.nodal.am/2021/05/cinco-siglos-y-nuestras-venas-siguen-abiertas-por-aram-aharonian/

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Colombia: autismo político, crisis social y modelo de exterminio

Por: Aram Aharonian|

Más de dos semanas de ininterrumpidas  manifestaciones populares a lo largo y ancho de Colombia evidencian que la crisis económica, financiera, sanitaria  y social provocada por la inoperancia, torpeza y un programa de insultantes privilegios para la oligarquía del presidente Iván Duque, precipitaron el resquebrajamiento del consenso neoliberal y llevaron al baño de sangre con el que el establishment quiso sofocar el estallido social

En Colombia, imperialismo, contrainsurgencia y fascismo  han actuado siempre unidos y/o mezclados. Subsiste una alianza militar-narcomilitar, con impunidad (casi) garantizada por la Fiscalía, que deja cadáveres de cientos de dirigentes sociales, indígenas o campesinos, mientras siguen las desapariciones y los fusilamientos extrajudiciales. Siete bases estadounidenses se alojan en territorio colombiano, asesores estadounidenses e israelíes adiestran a los asesinos de su pueblo.  Se cumplió el paro nacional en Colombia, con imponentes marchas y algunos  choques con la Policía - Télam - Agencia Nacional de Noticias

Colombia es el único miembro suramericano de la OTAN, justificado por los enormes intereses neocoloniales económicos y políticos del complejo militar industrial y financiero nacional y global, además de los intereses geoestratégicos con países limítrofes “desafectos a Washington” como Nicaragua y Venezuela.

Hoy Colombia es más importante para Estados Unidos que su neocolonia de Puerto Rico en la totalidad de los intereses de Washington en la región.  Pero el dato nuevo es que el gobierno de Joe Biden, en lugar del “tradicional apoyo irrestricto al gobierno de Colombia, ha pedido el respeto por los derechos humanos y ha desautorizado los “desmanes” de la fuerza pública, que ellos financian y adiestran que, asociada con el narco paramilitarismo ha reprimido brutalmente –otra vez- y con una violencia aterradora a la actual protesta.

Algunos analistas pecan de optimismo al creer que esta posición desautoriza al expresidente Álvaro Uribe, cabeza de la derecha y del genocidio, -voz de Washington, pero sobre todo del Comando Sur- en su país desde hace dos décadas. Lo que hace el gobierno demócrata estadounidense es evaluar los daños, teniendo en cuenta que para ellos democracia es igual a elecciones (si son amañadas, mejor) y el proceso electoral colombiano ya se está jugando.

Así fue el sobrevuelo del presidente Duque en la vía al Llano -  CABLENOTICIASEsta “nueva” posición de Washington ha obligado a Duque a abandonar el cómodo Palacio de Nariño para ir, humillado y “clandestino”, en horas de la madrugada, a reunirse con sus operadores y agentes represivos, comandados por el general Eduardo Zapateiro, en la ciudad de Cali.  La preocupación del arriba nervioso es que no surge ningún candidato desde la derecha proestadounidense.

Y aquellos que crecieron bajo el ala de Uribe y el narcopoder, tienen muy pocas oportunidades de llegar a la casa presidencial, máxime cuando la encuesta realizada por la revista Semana indicaba que el izquierdista Gustavo Petro ganaría en la primera vuelta y cuando todos son conscientes de que le será muy difícil a Duque gobernar los 18 meses que le restan.

En las próximas semanas ya veremos a quien los magos de Washington tocan con su varita mágica para garantizar la continuidad del uribismo. Alberto Pinzón señala que buscan a alguien con suficiente demagogia populista, imagen de progresista, que asista a los cocteles de la embajada y, sobre todo, que prometa continuar la lucha para llevarle la democracia a Venezuela, restaurar sus antiguas instituciones y suprimir definitivamente ese peligro a la seguridad de los EEUU que declaró el presidente Obama hace seis años.

Pero no hay que quitarle méritos a Iván “el terrible”: Es el único de América Latina y del mundo a quién se le ocurrió subir los impuestos en medio de la crisis social más grande que ha vivido el planeta en un siglo y la peor que ha tenido Colombia en su historia. Duque destinó apenas un 2,8% del PIB a la pandemia (EU dedicó un 24,8%), y casi la mitad de ese 2,8% no es gasto sino un seguro de crédito para la banca privada. 

Hernando Gómez Buendía, director de Razón Pública, señala que Colombia fue víctima de tres cosas: su tradición de buen deudor y seguidor del Fondo Monetario Internacional; la Constitución de 1991, que se hizo para prohibir que el Banco de la República financie el gasto público, y la ideología o rigidez neoliberal del ex ministro de Hacienda Carrasquilla, su discípulo Duque, la Junta Directiva del Banco de la República y el equipo de gobierno en su conjunto.

En las últimas dos semanas, Duque perdió dos ministros. A la salida del impresentable ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, autor del proyecto de reforma tributaria que disparó el estallido social y al que ni Uribe quería, se sumó la renuncia de la ministra de Relaciones Exteriores, Claudia Blum, dejando en claro que se trata de una crisis política provocada por la arrogancia e insensibilidad de Duque .

La administración derechista se quedó sin proyecto ni respuestas tras fracasar en su intento de trasladar a las mayorías el costo de mantener los ofensivos privilegios de la oligarquía mediante el aumento y la creación de nuevos impuestos. Ya Duque venía en caída libre, acumulando un 70 por ciento de desaprobación.  Tratando de revertir la caída libre, Duque aseguró el 14 de mayo que “la recesión ha terminado” e indicó que por primera vez desde la pandemia Colombia muestra un crecimiento positivo en su economía, 1.1% luego de tres trimestres con cifras negativas. Tardaron muchos días en hacer cuadrar las cifras para mostrar esa mejora que no convenció a nadie.

Colombia: siguen protestas en vísperas de segundo paro nacional | Las  noticias y análisis más importantes en América Latina | DW | 27.11.2019Solo un gobierno con autismo político puede haber anunciado una reforma tributaria que afecta mayormente a las clases medias y populares, en un país que atraviesa el pico de la tercera ola de la pandemia con uno de los niveles de contagios y muertes más altos del mundo, un incremento de las personas en situación de pobreza extrema  y una caída de la economía de casi 7%, dice Ariela Ruiz Caro.

Ese rechazo popular se volcó a las calles, en un país hambriento, desangrado, y los asesores del gobierno creyeron que Duque recuperaría credibilidad llamando a un farsesco diálogo –bien promocionado pro los medios- que no incluía la rectificación de las políticas no sólo neoliberales sino también oligárquicas, que quizá significaran un enfrentamiento con Uribe, su mentor y mandante.

Asimismo, el senador Iván Cepeda, la organización Temblores y organizaciones de Derechos Humanos informaron sobre la denuncia instaurada ente la Corte Penal Internacional y las Naciones Unidas por 1.595 casos de agresiones y violaciones de derechos humanos por parte del gobierno en los primeros 16 días de Paro Nacional.  La denuncia acusa como máximos responsables de las violaciones humanitarias al presidente Iván Duque, al ministro de Defensa Diego Molano; al expresidente Álvaro Uribe Vélez; al general del Ejército Eduardo Zapateiro y al director nacional de la Policía, Jorge Luis Vargas.

Mientras, un críptico tweet en la cuenta de Uribe con una supuesta propuesta de acción política prendió la curiosidad y desató un intenso debate acerca del origen de dicha intervención. Textualmente decía:  “1) Fortalecer FFAA, debilitadas al igualarlas con terroristas, La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo; 2) Reconocer: Terrorismo más grande de lo imaginado; 3) Acelerar lo social; 4) Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”.  Uribe se refería con el último de los términos al concepto repostulado por el neonazi chileno Alexis López, acérrimo defensor del revisionismo del holocausto judío, y conferencista en reiteradas ocasiones, en la Universidad Militar Nueva Granada, donde se forman algunos de los principales cuadros militares de Colombia.

Uribe es conocedor del poder del mercadeo, del valor de la emocionalidad en la construcción de mecanismos de poder y legitimación. Con la deformación del concepto. alimenta su serie de grandes éxitos que se inician con el ‘castrochavismo’ y continúan con otras deformidades tales como aquella de la ‘ideología de género’ o la alargada sombra del Foro de São Paulo, algunos de los argumentos más difundidos para la negativa de apoyo al proceso de paz en el referéndum de 2016.

La teoría ignorante o paranoica de la “revolución molecular disipada” que puso a circular el uribismo deja de considerar que en Colombia hay una sola fuerza organizada y capaz de ocupar esos centros de poder: el Ejército. Y en el caso de Duque, antes que un golpe, tendríamos una militarización completa del país y una violencia de Estado duradera.

La estrategia no es nueva por parte de la derecha: la desinformación se nutre del anonimato en la generación del mensaje y del capital simbólico de la figura que lo difunde. Su único fin es el de crear narrativas paralelas –a través de la apelación a las emociones con la utilización sistemática de la amenaza del terrorismo- y afianzar el pánico colectivo a través de una manipulación consciente de la información falsa presentada como veraz.

Para eso cuenta con asesores colombianos, ecuatorianos, estadounidenses, venezolanos e israelíes, además de los medios hegemónicos para difundir la información falsa,  no solo colombianos sino también latinoamericanos y globales.

El senador Gustavo Petro dejó en claro que Uribe, un siniestro personaje y también su entorno –conformado por la más rancia oligarquía y por los más salvajes grupos paramilitares–recurrieron a tácticas transparentemente fascistas para auparse al poder y crear un sólido consenso social alrededor de sus intereses: desde la satanización y criminalización de cualquier forma de disidencia, hasta la invención de amenazas inexistentes para justificar formas extremas de violencia de Estado.

Ahora se habla de la realidad regional. En las regiones y ciudades intermedias, como Cali, es donde más duro se ha sentido el incendio social, descentralizando la protesta, trayendo a la escena a otros liderazgos sociopolíticos, que ponen en peligro la acumulación de capital conseguido en estos 40 años de genocidio y de despojo millonario de víctimas.

Fuente e imagen: CLAE (estrategia.la)

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Colombia: autismo político, crisis social y modelo de exterminio

Por Aram Aharonian

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Más de dos semanas de ininterrumpidas manifestaciones populares a lo largo y ancho de Colombia evidencian que la crisis económica, financiera, sanitaria y social provocada por la inoperancia, torpeza y un programa de insultantes privilegios para la oligarquía del presidente Iván Duque, precipitaron el resquebrajamiento del consenso neoliberal y llevaron al baño de sangre con el que el establishment quiso sofocar el estallido social

En Colombia, imperialismo, contrainsurgencia y fascismo han actuado siempre unidos y/o mezclados. Subsiste una alianza militar-narcomilitar, con impunidad (casi) garantizada por la Fiscalía, que deja cadáveres de cientos de dirigentes sociales, indígenas o campesinos, mientras siguen las desapariciones y los fusilamientos extrajudiciales. Siete bases estadounidenses se alojan en territorio colombiano, asesores estadounidenses e israelíes adiestran a los asesinos de su pueblo.

Colombia es el único miembro suramericano de la OTAN, justificado por los enormes intereses neocoloniales económicos y políticos del complejo militar industrial y financiero nacional y global, además de los intereses geoestratégicos con países limítrofes “desafectos a Washington” como Nicaragua y Venezuela.

Hoy Colombia es más importante para Estados Unidos que su neocolonia de Puerto Rico en la totalidad de los intereses de Washington en la región. Pero el dato nuevo es que el gobierno de Joe Biden, en lugar del “tradicional apoyo irrestricto” al gobierno de Colombia, ha pedido el respeto por los derechos humanos y ha desautorizado los “desmanes” de la fuerza pública, que ellos financian y adiestran que, asociada con el narco paramilitarismo ha reprimido brutalmente –otra vez- y con una violencia aterradora a la actual protesta.

Algunos analistas pecan de optimismo al creer que esta posición desautoriza al expresidente Álvaro Uribe, cabeza de la derecha y del genocidio, -voz de Washington, pero sobre todo del Comando Sur- en su país desde hace dos décadas. Lo que hace el gobierno demócrata estadounidense es evaluar los daños, teniendo en cuenta que para ellos democracia es igual a elecciones (si son amañadas, mejor) y el proceso electoral colombiano ya se está jugando.

Esta “nueva” posición de Washington ha obligado a Duque a abandonar el cómodo Palacio de Nariño para ir, humillado y “clandestino”, en horas de la madrugada, a reunirse con sus operadores y agentes represivos, comandados por el general Eduardo Zapateiro, en la ciudad de Cali. La preocupación del arriba nervioso es que no surge ningún candidato desde la derecha proestadounidense.

Y aquellos que crecieron bajo el ala de Uribe y el narcopoder, tienen muy pocas oportunidades de llegar a la casa presidencial, máxime cuando la encuesta realizada por la revista Semana indicaba que el izquierdista Gustavo Petro ganaría en la primera vuelta y cuando todos son conscientes de que le será muy difícil a Duque gobernar los 18 meses que le restan.

En las próximas semanas ya veremos a quien los magos de Washington tocan con su varita mágica para garantizar la continuidad del uribismo. Alberto Pinzón señala que buscan a alguien con suficiente demagogia populista, imagen de progresista, que asista a los cocteles de la embajada y, sobre todo, que prometa continuar la lucha para llevarle la democracia a Venezuela, restaurar sus antiguas instituciones y suprimir definitivamente ese peligro a la seguridad de los EEUU que declaró el presidente Obama hace seis años.

Pero no hay que quitarle méritos a Iván “el terrible”: Es el único de América Latina y del mundo a quién se le ocurrió subir los impuestos en medio de la crisis social más grande que ha vivido el planeta en un siglo y la peor que ha tenido Colombia en su historia. Duque destinó apenas un 2,8% del PIB a la pandemia (EU dedicó un 24,8%), y casi la mitad de ese 2,8% no es gasto sino un seguro de crédito para la banca privada.

Hernando Gómez Buendía, director de Razón Pública, señala que Colombia fue víctima de tres cosas: su tradición de buen deudor y seguidor del Fondo Monetario Internacional; la Constitución de 1991, que se hizo para prohibir que el Banco de la República financie el gasto público, y la ideología o rigidez neoliberal del ex ministro de Hacienda Carrasquilla, su discípulo Duque, la Junta Directiva del Banco de la República y el equipo de gobierno en su conjunto.

En las últimas dos semanas, Duque perdió dos ministros. A la salida del impresentable ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, autor del proyecto de reforma tributaria que disparó el estallido social y al que ni Uribe quería, se sumó la renuncia de la ministra de Relaciones Exteriores, Claudia Blum, dejando en claro que se trata de una crisis política provocada por la arrogancia e insensibilidad de Duque .

La administración derechista se quedó sin proyecto ni respuestas tras fracasar en su intento de trasladar a las mayorías el costo de mantener los ofensivos privilegios de la oligarquía mediante el aumento y la creación de nuevos impuestos. Ya Duque venía en caída libre, acumulando un 70 por ciento de desaprobación. Tratando de revertir la caída libre, Duque aseguró el 14 de mayo que “la recesión ha terminado” e indicó que por primera vez desde la pandemia Colombia muestra un crecimiento positivo en su economía, 1.1% luego de tres trimestres con cifras negativas. Tardaron muchos días en hacer cuadrar las cifras para mostrar esa mejora que no convenció a nadie.

Solo un gobierno con autismo político puede haber anunciado una reforma tributaria que afecta mayormente a las clases medias y populares, en un país que atraviesa el pico de la tercera ola de la pandemia con uno de los niveles de contagios y muertes más altos del mundo, un incremento de las personas en situación de pobreza extrema y una caída de la economía de casi 7%, dice Ariela Ruiz Caro.

Ese rechazo popular se volcó a las calles, en un país hambriento, desangrado, y los asesores del gobierno creyeron que Duque recuperaría credibilidad llamando a un farsesco diálogo –bien promocionado pro los medios- que no incluía la rectificación de las políticas no sólo neoliberales sino también oligárquicas, que quizá significaran un enfrentamiento con Uribe, su mentor y mandante.

Asimismo, el senador Iván Cepeda, la organización Temblores y organizaciones de Derechos Humanos informaron sobre la denuncia instaurada ente la Corte Penal Internacional y las Naciones Unidas por 1.595 casos de agresiones y violaciones de derechos humanos por parte del gobierno en los primeros 16 días de Paro Nacional. La denuncia acusa como máximos responsables de las violaciones humanitarias al presidente Iván Duque, al ministro de Defensa Diego Molano; al expresidente Álvaro Uribe Vélez; al general del Ejército Eduardo Zapateiro y al director nacional de la Policía, Jorge Luis Vargas.

Mientras, un críptico tweet en la cuenta de Uribe con una supuesta propuesta de acción política prendió la curiosidad y desató un intenso debate acerca del origen de dicha intervención. Textualmente decía: “1) Fortalecer FFAA, debilitadas al igualarlas con terroristas, La Habana y JEP. Y con narrativa para anular su accionar legítimo; 2) Reconocer: Terrorismo más grande de lo imaginado; 3) Acelerar lo social; 4) Resistir Revolución Molecular Disipada: impide normalidad, escala y copa”. Uribe se refería con el último de los términos al concepto repostulado por el neonazi chileno Alexis López, acérrimo defensor del revisionismo del holocausto judío, y conferencista en reiteradas ocasiones, en la Universidad Militar Nueva Granada, donde se forman algunos de los principales cuadros militares de Colombia.

Uribe es conocedor del poder del mercadeo, del valor de la emocionalidad en la construcción de mecanismos de poder y legitimación. Con la deformación del concepto. alimenta su serie de grandes éxitos que se inician con el ‘castrochavismo’ y continúan con otras deformidades tales como aquella de la ‘ideología de género’ o la alargada sombra del Foro de São Paulo, algunos de los argumentos más difundidos para la negativa de apoyo al proceso de paz en el referéndum de 2016.

La teoría ignorante o paranoica de la “revolución molecular disipada” que puso a circular el uribismo deja de considerar que en Colombia hay una sola fuerza organizada y capaz de ocupar esos centros de poder: el Ejército. Y en el caso de Duque, antes que un golpe, tendríamos una militarización completa del país y una violencia de Estado duradera.

La estrategia no es nueva por parte de la derecha: la desinformación se nutre del anonimato en la generación del mensaje y del capital simbólico de la figura que lo difunde. Su único fin es el de crear narrativas paralelas –a través de la apelación a las emociones con la utilización sistemática de la amenaza del terrorismo- y afianzar el pánico colectivo a través de una manipulación consciente de la información falsa presentada como veraz.

Para eso cuenta con asesores colombianos, ecuatorianos, estadounidenses, venezolanos e israelíes, además de los medios hegemónicos para difundir la información falsa, no solo colombianos sino también latinoamericanos y globales.

El senador Gustavo Petro dejó en claro que Uribe, un siniestro personaje y también su entorno –conformado por la más rancia oligarquía y por los más salvajes grupos paramilitares–recurrieron a tácticas transparentemente fascistas para auparse al poder y crear un sólido consenso social alrededor de sus intereses: desde la satanización y criminalización de cualquier forma de disidencia, hasta la invención de amenazas inexistentes para justificar formas extremas de violencia de Estado.

Ahora se habla de la realidad regional. En las regiones y ciudades intermedias, como Cali, es donde más duro se ha sentido el incendio social, descentralizando la protesta, trayendo a la escena a otros liderazgos sociopolíticos, que ponen en peligro la acumulación de capital conseguido en estos 40 años de genocidio y de despojo millonario de víctimas.

*Periodista y comunicólogo uruguayo, magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur, preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

*Fuente: https://www.nodal.am/2021/05/colombia-autismo-politico-crisis-social-y-modelo-de-exterminio-por-aram-aharonian/

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