Anel Guadalupe Montero Díaz
Afirmar que la problemática educativa es compleja pareciera más un lugar común, que el planteamiento de un esfuerzo serio para comenzar a construir soluciones a partir de la autocrítica de todos los actores que conforman el campo educativo, incluyendo a los maestros, quienes deben asumir con profesionalismo la parte de responsabilidad que les atañe en la debacle educativa.
Por eso, parte del embrollo es que mientras al gremio magisterial se le ha exigido utilizar el espejo , el discurso oficial ha abusado de los reflectores, etiquetando las voces críticas de la reforma educativa como “disidentes” sin ponderar las legítimas observaciones de los profesores que verdaderamente desean cumplir con su responsabilidad al servicio de los niños y los jóvenes de este país.
La reforma política en materia educativa, vendida a la opinión pública como “la más importante del sexenio”, garantiza que el ingreso, la permanencia y la promoción al servicio profesional docente sea a través de la evaluación.
Como prometer no empobrece, también se establece ahí que los docentes mejor evaluados, serán sujetos a reconocimiento oficial, mejor salario, mejores prestaciones, mejores condiciones de vida para ellos y sus familias. Suena bien. Es lo justo, pero ¿es así? La respuesta es no. Lo invito a seguir leyendo, estimado lector.
En 2006, algunos analistas afirmaron que la ex lideresa Elba Esther Gordillo fue el factor clave del triunfo de Felipe Calderón. Esgrimieron como pruebas irrefutables las posiciones de poder que el entonces presidente otorgó al SNTE: La Lotería Nacional, el ISSSTE y la subsecretaría de educación básica para el yerno de la consentida del sexenio.
Desde entonces, la opinión pública considera que el ruido (CNTE) y el silencio (SNTE) de los maestros mexicanos, está al servicio del mejor postor. Por eso no es de extrañar que la profesión docente se encuentre tan desvalorizada y gran parte del gremio magisterial, tan indignado.
Sin embargo, también es un hecho innegable que tal despliegue de poder político en el calderonato, contribuyó a que algunos maestros se vieran a sí mismos como promotores del voto, operadores gremiales o cualquier otra penosa función, excepto como profesionales de la educación al servicio de los niños y jóvenes de nuestro país.
Y como el espejo no miente, también es justo reconocer algunas aportaciones de la reforma política en materia educativa que son dignas de mencionar: Sacó al gremio magisterial de su zona de confort y logró frenar de alguna manera la inercia laboral en los salones de clase al obligar a todos los docentes, directivos y supervisores escolares a evaluarse. Hoy, lo único seguro es que todos nos vamos a morir y que a todos los profes los van a evaluar.
Sin embargo, a los denominados docentes, directivos o supervisores idóneos, a los que creyeron pie juntillas las supuestas bondades de la ley, a los primeros en reconocer la evaluación como una forma legítima de aspirar al cargo y quienes –paradójicamente- son los principales encargados de echar a andar la reforma en las escuelas, la reforma los ha dejado solos. Y eso no se vale.
Para muestra, un botón.
En las comunidades más pobres, el docente aparte de tener a su cargo más de un grupo (multigrado) o todos (unitario) también funge como director comisionado, lo que implica que aparte de la responsabilidad académica y administrativa, también debe apoyar a la comunidad realizando gestiones que serían muy difíciles de llevar a cabo sin su ayuda.
Esta gran labor, la realizan –en su mayoría- docentes de nuevo ingreso que se sienten solos, abrumados por la carga de trabajo y la responsabilidad, inexpertos en el trabajo frente a grupo, en las cuestiones administrativas y en el trato con padres de familia. Es aquí donde el trabajo del supervisor escolar es indispensable, pero esto implica que el funcionario se asuma como líder académico antes que operador político. Casi nada.
Es tarea del supervisor escolar –y parte de sus funciones-, convertirse en coach de las nuevas generaciones de maestros que ingresan al servicio profesional docente a través del examen de oposición y enseñarlos a amar la parte sagrada del oficio de enseñar: donde la mayoría ve “más trabajo”, el supervisor-tutor les muestra a los nuevos docentes una gran oportunidad de aprender y servir al tiempo que construyen relaciones de respeto y confianza entre ellos y las comunidades que atienden. En mi experiencia, es la forma más efectiva de revalorizar la imagen del Maestro (con mayúscula) ante la sociedad: Trabajo mata grilla, en donde sea.
México ya tiene docentes evaluados para ingreso, permanencia y promoción. No todos, pero la gran mayoría seguirá con estos procesos conforme a la ley, aquí la pregunta es ¿para qué? Si los idóneos no tienen seguimiento, sus voces no son escuchadas y por ende, los objetivos a lograr en las escuelas corren el riesgo de no concretarse.
A maestros que cumplen con la ley se les vendió el espejo, pero se les robó el reflector. Una mancha más al tigre oficial.
Y es que a ras del suelo, la reforma política en materia educativa queda a deber sobre todo a los supervisores idóneos: La promoción conlleva afectaciones de índole económica, amén de la carga de trabajo y el hecho de haber aceptado desempeñar la función en la zona donde hagan falta sus servicios.
¿Dónde queda, pues, el reconocimiento a los mejores maestros de México que tanto pregona el discurso oficial?
En el fondo, la reforma es injusta, porque si la promoción implica una carga tremenda de trabajo, alejarse del hogar a zonas de alta marginación e inseguridad sin la remuneración que la misma ley avala, eso significa que el reconocimiento se reduce a un nombramiento, a un documento que legitima la burla de políticos, funcionarios públicos y gobernadores que dilapidan miles de millones de pesos a costa del verdadero trabajo a favor de la educación de los niños y jóvenes de este país.
Hoy en día, un supervisor idóneo –figura clave para la implementación de eso que llaman reforma educativa-, tiene que hacer malabares para sobrevivir al tiempo que cumple con su función.
Si las autoridades competentes y la sociedad en general pasan por alto esta situación, entonces el discurso de los grupos de disidentes magisteriales se legitimará de una vez por todas: La agenda pública en materia educativa, tiene muchas prioridades, pero ninguna tiene que ver con la calidad de la educación en México.
¿Usted qué opina, estimado lector?
Fuente del Artículo:
http://www.sdpnoticias.com/nacional/2017/04/13/la-reforma-educativa-a-ras-del-suelo