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Educación y cultura frente a la tragedia ambiental

Por: Ángel Pérez.

¿Qué nos pasa a los seres humanos, que conociendo los peligros de la extinción no reaccionamos? De acuerdo con un artículo de la BBC, en el año 2018 en Brasil se deforestaron 1.347.132 hectáreas, Colombia aportó a ese daño ambiental 176.977 hectáreas.

Inhumano, pero cierto, reconocer que la consternación mundial que lograron las imágenes sobre los incendios y la destrucción de la selva amazónica serán olvidadas, en dos o tres meses. Acá al parecer están fracasando los sistemas educativos, la cultura, las ONG, los expertos, medios de comunicación y los gobiernos, que en esencia tienen la responsabilidad de incidir en la creación de un pensamiento crítico en los seres humanos, que sirva de soporte para desarrollar una mayor conciencia social  y ambiental, para que los hechos de Brasil y de otras partes del mundo, que dañan la vida en la tierra, no se repitan y hasta se incrementen cada año.

Desde la racionalidad humana y el sentido mínimo de supervivencia pregunto: ¿Cómo aceptamos y elegimos gobiernos locos como los de Trump y Bolsonaro? Ellos con una agenda populista y con apoyo de empresarios, partidos políticos y de pequeños agricultores, en campaña actuaron sin asco para hacerse elegir, anunciaron que una vez asumieran la presidencia se dedicarían desde el Estado a favorecer el desarrollo económico, a pesar que este causará daño a la conservación del medioambiente y a la preservación de la tierra.

De alguna manera con la elección de mandatarios como Trump y Bolsonaro la sociedad terminó decidiendo en favor de: talar árboles; usar energías contaminantes de manera indiscriminada; ampliar cultivos y áreas para ganadería; extraer minerales sin cuidado y sin las reparaciones respectivas; así como de otras acciones productivas o económicas que afectan los equilibrios naturales y la vida en la tierra. En su afán por promover el desarrollo económico, para estos gobiernos son un obstáculo las normas y las instituciones encargadas de preservar y proteger el medioambiente. En el documento de la BBC, antes citado, se sostiene que quienes apoyaron a Bolsonaro “creen que es muy grande el área protegida de la región del Amazonas y que el personal de medioambiente tiene demasiada influencia”.

Al analizar la forma como los medios de comunicación en Colombia informaron sobre los incendios y la destrucción de la selva amazónica se puede deducir que para la mayoría de los colombianos éste es un problema lejano, de Brasil. Un estudio, elaborado por la Cepal y Parques Nacionales, sostiene que Colombia participa con “476.000 km2 de la región amazónica, lo que representa el 6,4 % del total del bioma amazónico y el 41,8% del territorio nacional”. Además, sus habitantes son pobres, un 45,8 % de los hogares en la región presentan necesidades básicas insatisfechas, muy superior al promedio nacional (27,7 %).

Colombia hace parte de la región amazónica y también ayuda a su destrucción. Es cierto se requiere una acción universal para salvar y proteger ese pulmón del mundo. Sin embargo, el país debería tener un mayor compromiso con los habitantes de dicha región, en el territorio nacional, ellos deben ser los cuidadores naturales de la selva, se requiere mejorar sus condiciones de vida, avanzar en su formación y pagarles para que se encarguen de su conservación.

También el país debe reconocer que se requiere un cambio estructural frente a la destrucción de la tierra, tenemos que poner nuestra parte, un sistema educativo proclive en términos de Michael Sandel a crear buenos seres humanos, donde en una época muy polarizada y de engaños, se imponga una base social más dispuesta para una política del bien común, es decir de la vida humana y la naturaleza. No es una tarea fácil, los intereses económicos y políticos en este caso no coinciden.

El país requiere una nueva cancillería que defienda intereses nacionales, regionales y universales, vinculados al medioambiente, eso es nuevo y debe ser esencial para que los ciudadanos elijan, a futuro, propuestas políticas. Colombia es un Estado débil frente a los objetivos de las empresas trasnacionales, de las arbitrariedades de gobiernos vinculados a grandes intereses económicos y aún de empresarios nacionales, para no mencionar el narcotráfico, culpable de que en Colombia existan más de 200.000 hectáreas dedicadas al cultivo de coca.

No todo está perdido, un ejemplo, en el segundo encuentro cultural y educativo realizado en Honda, Tolima, denominado: La Magdalena Fest, que tiene el propósito de dar a conocer y salvar el rio Magdalena, directivos de la CAR mostraron los esfuerzos realizados para que las aguas del el rio Bogotá dejen de contaminar, proceso que terminará en 2026.

Lo que ocurre en Honda es extraordinario, autoridades, pescadores, comerciantes, cultivadores, educadores, académicos, estudiantes y gente de la cultura local y nacional discuten durante dos días alrededor de un festival sobre cómo ver, oír, saborear, sentir y sanar el río, para ello se utiliza el museo, música, imágenes, videos y se habla de la gastronomía, entre otras acciones, siempre alrededor del rio Magdalena. Educación y cultura unidos para salvar el río, allá empezaron en el 2018, ¿cuándo iniciarán acciones los departamentos y municipios ubicados en la región amazónica para salvar la selva?

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/educacion-y-cultura-frente-a-la-tragedia-ambiental-por-angel-perez/275992

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En Colombia la educación pública no está enfocada a la calidad

Por: Ángel Pérez Martínez. 

  • El reto más importante para el futuro de la educación oficial básica y media en Colombia es mejorar la calidad, este paso es imprescindible para que el país pueda avanzar en los indicadores de equidad, ciudadanía, cultura, productividad y para reducir las brechas regionales y territoriales.

La matrícula oficial, de la educación básica y media representa el 80% del total, según DANE, 8 millones de estudiantes. A la educación oficial asisten niños y adolescentes de las familias más pobres del país, más del 90% de ellos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3. Luego, los primeros beneficiados de contar con un sistema educativo oficial de calidad serán los más pobres.

Existe evidencia de que la educación básica y media oficial en Colombia no es de buena calidad. Los actuales candidatos a gobernaciones, alcaldías y cuerpos colegiados territoriales deben tener claro que la calidad de la educación se decide en los colegios, en los entornos escolares y en las condiciones en las cuales estudiantes y maestros desarrollan el proceso educativo, por lo cual en sus programas de gobierno deben establecer compromisos pertinentes y viables para mejorar la calidad del sector educativo. El progreso de Colombia y de sus territorios está ligado a la calidad de la educación que reciban los niños y adolescentes en la educación oficial.

Las futuras administraciones territoriales disponen de cuatro años, tiempo suficiente para apoyar a los colegios oficiales y cambiar, entre todos, aquello que no funcione bien en la educación; por ejemplo, las prácticas educativas y las formas individuales y sin planeación colectiva como trabajan la mayorá de profesores. La salvación es el trabajo en equipo (con la comunidad educativa), con objetivos y metas consensuadas e instrumentos claros de medición y seguimiento (cualitativos y cuantitativos). En cada colegio oficial se requiere crear y establecer una cultura colectiva para la calidad de la educación.

Una primera condición para crear una cultura de calidad de la educación es reconocer que no puede existir un colegio que alcance una educación de calidad para sus estudiantes, si no cuenta con los recursos básicos para funcionar; además de cumplir con estándares básicos en infraestructura educativa y en las dotaciones para facilitar el proceso educativo; también, se requiere garantizar a los estudiantes las condiciones materiales para acceder y permanecer en la institución escolar (transporte, alimentación, útiles escolares y salud), componentes básicos del derecho a la educación que aún no se cumplen, especialmente  en las zonas rurales.

Una segunda condición para crear una cultura de calidad de la educación es fortalecer la actitud, el compromiso y el liderazgo de los directivos escolares para promover y gestionar los colegios hacia la calidad de la educación; así como lograr el involucramiento de los docentes, estudiantes, padres familia y de la sociedad para definir metas, evaluar, hacer seguimiento y planes de mejora. En este punto es clave incentivar a los padres de familia para que ellos motiven a los estudiantes al esfuerzo y al amor por los retos del colegio y de sus profesores.

Una tercera condición para crear una cultura de calidad de la educación es lograr que los directivos docentes y los profesores reconozcan que, aunque trabajan mucho, la mayoría con un gran esfuerzo personal, su labor no tiene gran impacto porque los resultados alcanzados por los estudiantes de los colegios oficiales, durante los últimos veinte años, no muestran mejoras significativas en la calidad de la educación de los niños y adolescentes. Es necesario innovar y cambiar las formas de trabajo con los estudiantes, en el aula y en el colegio.

La cuarta condición para crear una cultura de calidad de la educación es elaborar un diagnóstico informado de la institución escolar, en sus variables más importantes: calidad, deserción y destino de sus egresados. Recordemos que en las pruebas SABER 11, sólo el 20% de los estudiantes de los colegios oficiales se clasifican en las categorías A o A+, el resto de los estudiantes pertenecen a los grupos ubicados en B, C y D (destaco el caso de Bucaramanga donde el 52% de los estudiantes de colegios se ubican en estas dos categorías); así mismo, son conocidos los resultados que obtenemos en las pruebas internacionales como PISA, TERCE o en el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS), entre otros, donde no nos va bien como país.

La quinta condición es aceptar que medir la calidad de la educación no es fácil; sin embargo, propongo que los colegios, además de mirar los resultados en las pruebas SABER 11, elaboren su propio sistema de evaluación de la calidad. También recomiendo de manera especial, que se analicen, por cada entidad territorial, variables como desempleo y delincuencia juvenil; los colegios oficiales deben tener entre sus indicadores de calidad el seguimiento a los egresados y su vinculación a la educación superior o al trabajo. Sin olvidar resultados de contexto como la consulta anticorrupción y el referendo por la paz, ya que, de alguna manera, éstas son expresiones de ciudadanía, democracia, participación y de formación ciudadana.

Por último, a partir del diagnóstico del colegio y la participación de la comunidad educativa será posible diseñar y poner en funcionamiento la visión, la misión, el PEI y el currículo del colegio. Estas acciones deben responder a los sueños de la comunidad educativa y a la búsqueda de una mejor calidad de la educación. Como ejemplo sobre el currículo, propongo tener en cuenta que el Informe Latinoamericano del ICCS, 2009, sobre Actitudes y conocimientos cívicos de estudiantes de secundaria en seis países de América Latina señaló que el “contenido curricular se ocupa poco de las instituciones y que ni el bienestar común, ni la cohesión social reciben mucha atención”. Recordemos que no siempre el conocimiento se traduce en nuevas habilidades y competencias para la vida; los medios, la cultura y lo fácil terminan imponiéndose.

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/en-colombia-la-educacion-publica-no-esta-enfocada-a-la-calidad-por-angel-perez-martinez/274866

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“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”

Por: Ángel Pérez. 

La educación en esencia ayuda a formar buenos seres humanos y estos deberían contribuir a cambiar al mundo, sin violencia, con el conocimiento. El sueño y la esperanza de un mundo mejor es esencial en quien educa.

La semana pasada, celebramos el día del maestro en Colombia, por fortuna, aún desde el presidente para abajo se destaca la labor de los maestros en su día. Sin embargo, el reconocimiento social y profesional a los maestros y a su difícil labor debería ser mayor, no solo en el mes de mayo. En parte las celebraciones se justifican si estas tienen el propósito de valorizar y de llenar de respetabilidad la profesión del maestro, del educador, en la sociedad. La escuela no es una guardería, es un centro de conocimientos, donde se desarrollan capacidades para pensar de manera crítica, comunicar y convivir; esta labor demanda a los docentes grandes retos en formación, manejo de emociones y sensibilidad humana.

Para los docentes de la educación básica y media en Colombia existen retos adicionales. Por ejemplo, conozco muchos docentes que tienen miedo, no saben cómo enfrentar los odios de la sociedad colombiana. Preguntémonos: en un país dividido, donde los adultos no somos ejemplo de tolerancia y de lenguajes asertivos, ¿cómo le pedimos a los docentes razonar, comunicar y reflexionar con sus estudiantes y padres de familia en torno a la convivencia, la democracia, la participación y la paz?. El profesor Michael Sandel sostiene que “vivimos en una época muy polarizada donde hay muy poca base para una política del bien común, la gente solo escucha opiniones que refuerzan lo que ya creen”.

Máxime si el maestro debe utilizar el conocimiento de manera crítica para: caracterizar el entorno en el que vive el estudiante, promover la paz contra la violencia, buscar justicia social contra la discriminación, exigir legalidad contra la corrupción, entre otras contradicciones. El magisterio en Colombia conoce que por pensar y opinar en los últimos años han sido asesinados más de 1.100 docentes y otros han sido amenazados u obligados a desplazarse de un día para otro, bajo pena de muerte.

Julián de Zubiría sostiene que: “Para comprender la complejidad del trabajo de un profesor, les pido invitar mañana a 40 niños. Luego, deben jugar, evaluarlos, descubrir talentos y debilidades, hablar con padres y enseñarles a pensar, convivir y resolver conflictos; y hacerlo todos los días”.

De acuerdo con De Zubiría, este proceso en condiciones normales es complejo, pero propongo agregar circunstancias que hoy son corrientes en el trabajo de un maestro en la educación pública: aulas con niños desplazados colombianos y/o venezolanos; maestros que deben recibir niños en cualquier época del año, porque sus padres viven en arriendo y obligan a sus hijos a ir de colegio en colegio, cada vez que se trasladan de vivienda o trabajo; y aulas con uno o más niños que sufren de algún tipo de discapacidad. Así mismo, a los maestros les pedimos que en el aula integren a los niños, que no discriminen a ninguno y que los amen, que les enseñen a trabajar en grupo, que busquen su felicidad y que se preocupen por aquellos que no aprenden al mismo ritmo de los demás.

Agreguemos, los retos que tiene un buen docente en términos de preparar su trabajo en aula, para lograr los propósitos de su curso o área del conocimiento en la que realiza su labor. Menciono algunos: contar con un proyecto pedagógico, desarrollar un currículo y un proceso didáctico innovativo, además de un sistema de evaluación para valorar y mejorar los procesos de aprendizaje de sus estudiantes.

El trabajo de un buen docente se puede complicar aún más, si incluimos discusiones como las que plantea Habermas sobre la acción comunicativa, que es una herramienta esencial al trabajo de los docentes, él sostiene que  «en la praxis comunicativa cotidiana han de imbricarse interpretaciones cognitivas, esperanzas morales, expresiones y valoraciones. Los procesos de entendimiento del mundo vital precisan de una tradición cultural en toda la amplitud de su horizonte y no solamente de las bendiciones de la ciencia y de la técnica”.

Es justo reconocer que en Colombia existen cientos de ejemplos de docentes que piensan, preparan y actúan en función de sus estudiantes, del aprendizaje de ellos y enfrentan con éxito entornos adversos a la educación. Maestros que logran consolidar y compartir en el aula una visión diferente a la condición de vida de sus estudiantes, ellos son ejemplo y logran incidir para cambiar, para que sus estudiantes sean buenos seres humanos.

En este contexto, sigue vigente la reflexión y el razonamiento crítico que nos propone Freire, sobre el rol de los maestros, de concebir una educación que forme seres humanos para cambiar el mundo. A pesar de que el mundo se inclina a las verdades absolutas, a quienes destruyen el medio ambiente e incentivan al odio y a la guerra. Los maestros están al lado de los estudiantes, en muchos casos, son ellos quienes más disfrutan de sus triunfos y a la vez a quienes más les duelen sus fracasos. El mundo seguirá cambiando mientras existan maestros que desarrollen capacidades en sus estudiantes, que les permitan estudiar y conocer su entorno, pensar de manera crítica y actuar para ser mejores seres humanos y para proteger la tierra. Gran honor ser maestro, enorme responsabilidad.

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/la-educacion-no-cambia-el-mundo-cambia-a-las-personas-que-van-a-cambiar-el-mundo-por-angel-perez/272192

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Bogotá y el país están en deuda con la educación tecnológica y para el empleo

Por: Ángel Pérez.

En Colombia la educación orientada al empleo, de manera especial la educación técnica y tecnológica, nunca gozó de prestigio y consideración social, como sí ocurre en países como Alemania, donde se le considera una vía fundamental para la formación de los jóvenes, que permite mejoras para la población en temas como: ingresos, calidad de vida y productividad de la economía.

En el país la ruta de vida que las familias, el entorno social y las escuelas ayudan a inculcar a los niños y los adolescentes se enlazaron sobre el ideal de lograr que los estudiantes de la educación básica y media fueran profesionales a cualquier costo, en Colombia el 60% de la educación universitaria es privada (2017, SNIES-MEN).

Este hecho, desafortunado para el desarrollo del país, en parte se explica porque el desarrollo tecnológico y la incorporación del conocimiento al empleo nunca fueron una prioridad del Estado, tampoco una exigencia y preocupación fundamental de los empresarios y menos una prioridad de las familias.

Desde la perspectiva de las empresas, con bachillerato o menos están satisfechas, estas se conformaron y funcionan con escasa productividad y bajos costos operativos. Acá no se requieren tecnólogos, menos los demanda el empleo informal y tampoco la economía ilegal o asociada al narcotráfico. Además, si el mercado ofrece profesionales mal formados y baratos pero que pueden remplazar a un técnico o un tecnólogo ¿cuál es el problema? A no ser que los empresarios se preguntaran si esos profesionales están satisfechos, si trabajan con pasión o ayudan a mejorar productividades.

La economía permite que las unidades productivas, tanto urbanas como rurales, funcionen con salario mínimo o menos, el 81% de los trabajadores en Colombia gana en promedio un salario mínimo mensual vigente, lo que se asocia a bajas productividades y mala calidad del empleo.

Luego cambiar este escenario sobre la formación de los jóvenes con estos antecedentes culturales, sociales y económicos no será fácil. Por tal motivo, hay que celebrar acciones como la elaboración del Informe de  la Educación Orientada al Empleo (EOE), en las 23 principales áreas del país, que presentó el programa Bogotá Cómo Vamos.

El informe destaca que la “EOE se ha constituido en una alternativa de formación para aquellas personas que no pueden acceder a la educación superior universitaria, por lo cual se percibe como una educación que se recibe más por necesidad que por elección”.

Y es que la educación técnica y tecnológica es la cenicienta de la educación superior; tanto así que la educación técnica está en extinción, en 2010 representaba el 6% del total de la matrícula de la educación superior y en el año 2017 esta participación disminuyó a 4%; en cambio la educación tecnológica ha mantenido su pequeña contribución, 27% de la matrícula total, durante los últimos 7 años. La formación en tecnología en esencia la cubre el SENA, 71% del total de la matrícula, 658.579 estudiantes (datos SNIES-MEN).

De acuerdo con el informe, en las 23 principales áreas del país, el 61.6% de las personas entre 25 y 64 años tienen título de bachillerato o de educación superior. En Bogotá esta proporción es del 67.8%, al discriminar por niveles de formación, el 37% son bachilleres, el 10.9% técnicos y tecnólogos y el 19.2% tienen formación universitaria o de posgrado.

Según el informe de la EOE, la distribución de los programas tecnológicos ofrecidos por áreas del conocimiento, para el año 2018, muestra que los tres más importantes son: economía administración y contaduría, con el 41%; ingeniería, arquitectura, urbanismo y afines con el 33,6%; y bellas artes con el 13%.

En 2016 se graduaron 39.484 estudiantes en educación técnica y tecnológica. Sin embargo, en 2017 se registraron 604.631 vacantes en el Servicio Público de Empleo en Bogotá, de las cuales el 29% (175.625) correspondían a demandas de técnicos y tecnólogos. En 2016, el ingreso laboral promedio de los técnicos en Bogotá fue $1.268.309, mientras que para los tecnólogos el ingreso promedio fue $1.354.853, para comparar el salario mínimo en ese año era de $689.454.

Así mismo, en la ciudad la tasa de ocupación para personas con formación técnica y tecnológica es superior al 85,5%, 7,8 puntos por encima de la tasa para las personas con bachillerato (77,7%). El informe sobre la formación en EOE señala que en 2017 el porcentaje de quienes no estudian ni participan en el mercado laboral (los NINI), en las 23 principales ciudades y áreas del país fue 23,8%; en Bogotá la cifra de los NINI es más baja, 19,5%, cerca de 350.000 jóvenes entre 18 y 24 años, las mujeres representan alrededor del 65% del total de los NINI.

Las cifras anteriores sustentan la necesidad en Bogotá y en el resto del país de elaborar una política pública para fortalecer la EOE. No hay duda de que en la Ciudad existe espacio para incrementar la formación técnica y tecnológica. El problema es que esta debe ser pertinente a las necesidades e intereses de cada ciudad, ¿qué es lo que las empresas están necesitando? y ¿qué quieren estudiar los jóvenes?; en este sentido debe ser claro que programas en tecnología vinculados a áreas como economía, administración y contaduría están saturados. Así mismo, la EOE debe ser de buena calidad y se requiere el compromiso de los empresarios para promover y ayudar a las instituciones que ofrecen los programas de EOE.

Por último, Bogotá y las demás secretarías de educación deben exigir al Sena mejorar la calidad de sus programas. Además, deben realizar ajustes a la educación media, el rendimiento académico y la orientación escolar son medulares al ingreso de los estudiantes a los programas de educación superior, el 42% de los bachilleres de Bogotá en el año 2018 tenían menos de 17 años. ¡Futuros alcaldes no se puede desaprovechar esta oportunidad, hay que hacerlo bien!

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/bogota-y-el-pais-estan-en-deuda-con-la-educacion-tecnologica-y-para-el-empleo-por-angel-perez/271663
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Hechos sociales que inciden en la calidad de la educación pública

Por Angel Perez

En Colombia existen condiciones sociales, económicas y políticas con las que conviven los niños y adolescentes de las familias con menores ingresos, las cuales afectan su desarrollo y son un obstáculo para mejorar los resultados en permanencia y calidad de la educación pública del país.

Para empezar, las brechas sociales vinculadas a la pobreza son enormes y más graves entre los sectores rural y urbano. Por ejemplo, los datos del Dane señalan que para 2018, las personas en situación de pobreza multidimensional en la zona rural eran 2,9 veces de aquellas en las zonas urbanas; en efecto, el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensional en Colombia fue 19,6%, en la zona urbana 13,8 % y en la zona rural de 39,9 %. Los niños pobres del sector rural solo pueden asistir a la educación pública. El país conoce que para personas mayores de 15 años el promedio de años de educación en zonas rurales es cercano a 6 años y en zonas urbanas a 10 años. La tasa de inasistencia en 2014 para el sector rural era del 57,8 % y para el urbano del 47,2 %. El tema es muy grave porque no existe un plan serio (con recursos) en educación para revertir esta situación y gobierno tras gobierno repetimos el ciclo de pobreza, violencia, ilegalidad y subdesarrollo en las zonas rurales.

Además, de acuerdo con el Dane, en 2018, a nivel nacional la pobreza monetaria alcanzó el 27 % de la población, en situación de pobreza monetaria extrema se encontraban 3.508.000 personas y la distribución del ingreso en el total nacional era de 0,517.

Lo peor es que este Gini de 52 % creció en el último año. Según el Dane, “la desigualdad matemáticamente tuvo una desmejora gracias a que el ingreso real per cápita de la población más rica del país se incrementó 3,3 % y el de la población más pobre disminuyó 0,9 %”. Lo anterior significa que las familias con mayores ingresos cada vez pueden destinar más recursos a la educación privada de sus hijos. Recordemos que, en 2018, en ciudades como Bogotá la educación básica y media privada alcanza el 42 % del total y que a nivel nacional la matrícula privada en educación superior representa el 50 % del total. Estos datos pueden explicar por qué se frenó el incremento de la matrícula de la educación superior en Colombia, durante los dos últimos años, los pobres tienen menos recursos para financiar la educación superior de sus hijos.

Diversos estudios han demostrado que los estudiantes menos pobres son los que al final terminan educación media. Por ejemplo, Un estudio de Sánchez y otros  encontró que mientras más del 70 % de los estudiantes en estrato 2, 3 o más llega a undécimo grado, solo el 56 % de los estudiantes en estrato 1 logra dicha meta; así mismo pertenecer a un hogar estrato 1 está asociado a 0,86 años menos de logro esperado y un estudiante que viva en un hogar estrato 1 está asociado significativamente a una mayor probabilidad de repitencia en la secundaria.

Además de las enormes brechas entre la zonas urbanas y rurales, convivimos con más de 8 millones de desplazados y el 35 % de los hogares tienen jefatura femenina.  Respecto a la participación y acompañamiento de los padres de familia un grupo de profesores de Cartagena manifiesta que a las reuniones en donde citan a los padres de familia, solo asiste el 60 %, el resto sostiene que no tienen tiempo, no les dan permiso en sus trabajos y un día que no trabajen, según ellos, es un día que dejan de llevar el sustento a su familia. Las familias más pobres no colaboran, ni les importan la calidad de la educación, ese es un problema del maestro.

La mayoría de las familias no tienen casa propia. En  2017, según el Dane el 45,2 % de los hogares colombianos habitaba en vivienda propia, mientras que en arriendo o subarriendo se encontraba el 34,5 % de la población, de nuevo, los más afectados por el tipo y propiedad de la vivienda son los más pobres.

A la mayoría de los colegios oficiales llegan las familias pobres, desplazadas, sin vivienda propia y sin empleo formal; estas familias carecen de arraigo barrial o veredal y; en estas condiciones es muy difícil que directivos y maestros exijan desde la educación oficial a la familia del estudiante que tenga algún sentido de pertenencia y de compromiso con el colegio.

La escuela pública y sus docentes deben subsistir en el aula con familias y niños que durante un año se pueden trasladar de vivienda más de una vez; cada desplazamiento o traslado de la familia significa un niño que se va de un colegio oficial y que en el mejor de los casos se le envía a otro colegio, si la familia no le consigue colegio perderá el año escolar, en el siguiente curso será un niño con extra edad, es decir, a punto de abandonar de manera definitiva el aula escolar.

Imaginemos las dificultades que ocasiona para el trabajo de un docente en el aula, explicar por qué se fue un niño o darle la bienvenida a otro a mitad del curso e involucrarlo al nuevo proceso pedagógico y curricular, en un entorno hostil. Sin olvidar, los temas emocionales y de frustración que le produce a un niño o adolescente tener que, de manera abrupta, abandonar su entorno barrial o veredal, su colegio y, sobre todo, a sus compañeros y profesores, a los que amaba.

La historia se repite, cuando el desplazamiento interno disminuyó, ahora llegan niños venezolanos, ellos pertenecen a familias pobres, desplazadas, sin vivienda propia y sin arraigo. Pregunto: ¿qué acciones se están desarrollando para atenuar los efectos en permanencia y calidad de la educación pública que tiene el desplazamiento masivo de familias venezolanas con sus niños y adolescentes? Duro construir educación pública de buena calidad con niños vulnerados y hasta maltratados y sin política pública para atenuar estas circunstancias.

Fuente: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/hechos-sociales-que-inciden-en-la-calidad-de-la-educacion-publica-por-angel-perez/270500

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La calidad de la educación pública y la jornada única

Alcanzar una meta de jornada única para más del 90% de los estudiantes es un proceso que puede tardar 30 años, o más.

Angel Perez

La propuesta del gobierno de avanzar en la educación oficial de la media jornada escolar a la jornada única sólo tiene sentido si se desarrolla como una extraordinaria oportunidad para mejorar la calidad de la educación de los estudiantes de las familias más pobres.

Además, la jornada única debe permitir avanzar en el bienestar de los estudiantes, con más tiempo para aprender, compartir y disfrutar la escuela (artes, deportes, bilingüismo y otros proyectos especiales); facilitar las condiciones de trabajo de los docentes y; fortalecer la gestión y la imagen de los colegios públicos.

En el Plan Nacional de Desarrollo, PND, del presidente Duque (2018-2022) se propone como meta duplicar el número de estudiantes oficiales en jornada única, pasar de 900.000 (12%) a 1.800.000 estudiantes (24% del total de estudiantes de colegios oficiales). Además, se estimó una inversión de $3,8 billones para suplir el déficit de 25.000 aulas y la implementación de la jornada única. Esta meta, comparada con la del gobierno Santos, es más realista, aunque difícil de alcanzar.

Recordemos que el gobierno Santos se propuso en el PND (2014-2018) pasar de  11,2% a 30% de estudiantes con jornada única y el reto de construir 30.680 aulas escolares, según el CONPES  3831 de 2015. Un informe de la Contraloría sustentó que sólo se construyeron 1.310 aulas (que incluyeron tanto nuevas como mejoradas y especializadas), 4.3% del total proyectado.

Sobre las virtudes o defectos de la jornada única existe una amplia discusión entre expertos. Sin embargo, frente a un entorno barrial o veredal poco predispuesto para los niños y adolescentes a la educación y la cultura, la política educativa del país debería incrementar el efecto de la escuela sobre el desarrollo y formación de los estudiantes. En general, los maestros de los colegios públicos se quejan del escaso acompañamiento de los padres de familia y de los efectos negativos en el proceso educativo que ejerce el entorno sobre los estudiantes.

La jornada única debe ayudar a disminuir el impacto negativo que sobre la escuela tiene la inequidad y las amplias brechas sociales y culturales entre los niños de Colombia, así como la condición social de las familias más pobres de alguna manera afectadas por el desplazamiento, la violencia e ilegalidad con la que viven niños y adolescentes.

Destaco, a partir de diversos documentos, que existe evidencia para sustentar que la jornada única, si se hace bien, puede producir mejoras en la calidad de la educación, en la medida que se proponga como una oportunidad para concentrar esfuerzos pedagógicos de los docentes y la comunidad educativa; disminuye la repitencia y la deserción escolar; en Chile ayudó a reducir el embarazo, el consumo de drogas y de alcohol, entre adolescentes, en familias pobres.  También, la jornada única puede ayudar a mejorar la protección de los adolescentes y su proceso de socialización dedicado al aprendizaje, debido a un mayor tiempo de exposición con sus compañeros y docentes en ambientes de aprendizaje, y hasta decrece la probabilidad de ser detenido antes de los 25 años.

Así mismo, en las bases del PND del presidente Duque se menciona que la jornada única tiene resultados más significativos en estudiantes que asisten a establecimientos educativos con menores condiciones socioeconómicas y los resultados en las pruebas SABER 11 en Bogotá muestran que los estudiantes de colegios oficiales con jornada única o completa obtienen resultados más altos que sus pares que solo asisten a media jornada escolar.

Uno de los factores adversos a la jornada única es el desánimo que produce en los docentes, tema sensible en Colombia. La mayoría de ellos tiene organizada su vida laboral, familiar y social en torno a la media jornada escolar, por ello acá es clave la gradualidad para su implementación.

En primer lugar, el Gobierno nacional debe promover y cimentar un acuerdo con FECODE y las demás organizaciones del magisterio, en educación casi nada se puede hacer si no existe el compromiso de los docentes. En principio, existe una ventaja, el MEN y FECODE parecen estar de acuerdo con la necesidad de implementar la jornada única como una posibilidad de mejorar la educación oficial y de empezar a cerrar brechas a favor de los niños más pobres.

Un segundo punto que facilitará su desarrollo es convencer a los docentes que no se requiere imponer de un día para otro la jornada única. Alcanzar una meta de jornada única para más del 90% de los estudiantes es un proceso que puede tardar 30 años, o más. Los problemas de nueva infraestructura educativa y la reconstrucción de la actual son muy graves, de manera especial en el sector rural. Además, se debe tener en cuenta el caso chileno que lleva más de 22 años implementando la jornada única y aún no termina.

Un tercer punto es aceptar que la jornada única debe garantizar tiempo a directivos y a los docentes para la reflexión y la discusión pedagógica. En Colombia existe autonomía escolar, cada colegio tiene su propio proyecto educativo y debe desarrollar el currículo y el proceso didáctico para su desarrollo, pero en la escuela pública no existe el tiempo para llevar a cabo esta tarea, que no es fácil, porque demanda trabajo en equipo y una apuesta en común que responda al para qué de la educación, el cómo, el cuándo y las circunstancias e incidencias del entorno social sobre las condiciones de aprendizaje de los estudiantes.

Para empezar, se puede establecer que, en la jornada laboral de los docentes, los colegios oficiales dediquen por lo menos 3 horas durante un día a la semana para la reflexión pedagógica, así como a realizar los ajustes al proceso educativo y, sobre todo, a pensar cómo fortalecer el aprendizaje de los niños con problemas o atraso por circunstancias ajenas a la escuela.

Por último, la jornada única es más costosa (incremento del 25% por estudiante), razón por la que su desarrollo se puede sujetar a los nuevos recursos para la educación que deberán ser previstos en la reforma al Sistema General de Participaciones. Reforma constitucional que se presentará al Congreso Nacional para su discusión, según el acuerdo entre FECODE y el actual gobierno.

Fuente: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/la-calidad-de-la-educacion-publica-y-la-jornada-unica-por-angel-perez/270121

Imagen tomada de: https://www.elespectador.com/noticias/educacion/gobierno-lanza-jornada-unica-escolar-articulo-542323

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¿Por qué la calidad de la educación en Colombia no es buena?

Por: Ángel Pérez.

 

Las autoridades educativas y la sociedad deben reconocer que las pruebas PISA, SABER y otras de ese tipo, miden una parte de la calidad del sistema educativo, pero no evalúan todos los componentes que inciden en la calidad.

¿La calidad de la educación para cuándo? Esta pregunta que el gobierno nacional, la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode) y en general la sociedad no han discutido a fondo, nos compromete a todos, si aceptamos que la educación es un proceso integral donde participan escuela, gobierno, padres de familia y sociedad.

Para empezar a discutir sobre la calidad de la educación deberíamos reconocer que tenemos un pésimo sistema educativo, las pruebas PISAseñalan que nuestros mejores estudiantes, quienes pertenecen a los colegios privados (donde estudian los hijos de las élites del país), no alcanzan a los escolares con más bajos resultados de otros países.

Igual ocurre con las pruebas SABER, conocemos de antemano el balance: los estudiantes de colegios privados obtienen mejores resultados que los de colegios oficiales, de manera especial aquellas instituciones que cobran a las familias más de $1.5 millones mes, por pensión, y, además, tienen un proyecto educativo, con un currículo definido en el que un grupo de docentes y personal de apoyo trabajan a fondo para cumplir sus objetivos. Para comparar y reflexionar sobre la calidad de la educación, les recuerdo que en la educación oficial se invierte apenas $350.000 mes, por estudiante.

Las autoridades educativas y la sociedad deben reconocer que las pruebas PISA, SABER y otras de ese tipo, miden una parte de la calidad del sistema educativo, pero no evalúan todos los componentes que inciden en la calidad; su principal utilidad es que permiten comparar entre instituciones escolares y entre regiones los logros o competencias de los estudiantes. Un buen ejemplo lo constituye el caso de Colombia, donde la política educativa se concentró en los resultados en dichas pruebas, pero la calidad de la educación no avanza.

Al son del estribillo: ¡lo que no se mide no existe! La política pública educativa en Colombia dio el salto de garrocha (nos saltamos los procesos pedagógicos y la gestión educativa), y nos concentramos en el resultado final: las pruebas tipo SABER, ellas sirven para todo, evalúan, establecen la clasificación de los colegios y determinan, sin mayores razones, quiénes son los buenos y los malos, en términos de calidad.

Todos los años el MEN anuncia que mejoramos en las pruebas SABER y cada tres años el gobierno de turno sostiene que somos el país que más avanza en las pruebas PISA. Sin embargo, además de los deficientes resultados en estas pruebas, no disminuimos los hechos violentos, ni las tasas de criminalidad; la lucha política se construye sobre la mentira y el odio; la corrupción, la ilegalidad y la politiquería tienen escasa sanción social; la injusticia social y la inequidad siguen siendo un grave problema que parece no tocar a la sociedad colombiana; muy pocas acciones nos reconcilian como país y como ciudadanos en ejercicio para una mejor humanidad. La economía del país se construye con mano de obra barata y escasa calificación, el conocimiento no importa.

La evidencia indica que durante este siglo, la calidad de la educación y las metas de calidad en los planes de desarrollo nacionales y territoriales se determinaron a través de los resultados a obtener en las pruebas SABER 11. Insisto en los planes de desarrollo territorial el proceso pedagógico y educativo no existen.

Las pruebas tienen valor social, lo que explica que, en la mayoría de las instituciones escolares, los docentes y los directivos se concentren en ellas con desespero. Para los colegios el resultado en SABER 11 es la calidad y según el puntaje de sus estudiantes refuerza o desaprueba la imagen institucional, frente a los padres y la sociedad.

Quizás sin proponérselo, las pruebas, tipo SABER, terminaron presionando el sistema educativo, a los colegios y a los docentes para que estandarizaran sus prácticas educativas. Acá no importa el proceso educativo, menos lo pedagógico y lo curricular, del Proyecto Educativo Institucional ni hablar. En este escenario se impone el resultado del ICFES, ya no importa una educación que tenga como propósito fundamental formar buenos seres humanos. A los padres de familia, a las instituciones y a los técnicos y académicos les interesa el resultado de la prueba y la ubicación del colegio en las clasificaciones de calidad, igual a los gobiernos.

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Lo anterior explica porque los colegios cada año exhortan a sus estudiantes a prepararse para la prueba SABER11. Además, contratan expertos para que les ayuden a los estudiantes a mejorar en las pruebas, para ello convocan a los escolares de los grados décimo y once durante meses, a jornadas extras en las tardes o los fines de semana. También, los colegios convocan a los padres de familia y les explican la importancia de SABER 11 y la necesidad de pagar los cursos extras o las jornadas adicionales en el propósito de mejorar los resultados en dicha prueba.

Este punto explica por qué para la política educativa, en los planes de desarrollo no aparecen programas o proyectos que potencien la calidad de la educación con otras metas, por ejemplo, una educación que desarrolle capacidades para pensar de manera crítica, donde se reflexione y se analice la vida humana y el entorno social en el cual existimos; tampoco interesa cómo formar para tener comunicaciones asertivas y basadas en razones; y, menos en cómo educar para convivir en paz, sin violencia, actuando dentro del marco de la legalidad y con un sentido ético de la vida humana y del medio ambiente. La calidad de la educación, gran ausente en el Plan de Desarrollo, sostiene Julián de Zubiría.

¿Qué hacer para avanzar en la calidad de la educación? Además de las pruebas SABER o PISA, el país requiere discutir y acordar, con los actores del sector, estrategias para fortalecer los procesos pedagógicos y de gestión educativa, así como las metas a lograr y el sistema para evaluar resultados.

También se requiere establecer procesos y metas como número de: facultades de educación fortalecidas;  profesores de las facultades de educación financiados para realizar estudios en el exterior (en países con mejor sistema educativo);  normales con apoyo de universidades acreditadas para avanzar en su calidad; bibliotecas construidas y dotadas en los colegios rurales;  aulas especiales construidas y dotadas en los colegios rurales para idiomas, artes, educación inicial, laboratorios y desarrollo de las TIC; estudiantes de colegios oficiales del grado once que pasan al año siguiente a la educación superior y nuevos cupos escolares para los grados de transición y jardín, entre otras.

Pero sobre todo el Gobierno debe aceptar que los recursos son importantes para alcanzar una educación de calidad, la Unesco sostiene que “el éxito de la enseñanza y el aprendizaje probablemente se encuentre influenciado fuertemente por los recursos disponibles para apoyar el proceso, y la forma directa en que estos recursos se administran. Obviamente, las escuelas y maestros, sin libros ni materiales de aprendizaje, no podrán hacer su trabajo”.

Fuente del artículo:  https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/por-que-la-calidad-de-la-educacion-en-colombia-no-es-buena-por-angel-perez-martinez/268998

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