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Derechos de papel y muertos de a de veras

Por Blanca Heredia

En días pasados, se reportó en medios de comunicación nacionales que un padre de familia –Teódulo Pavía– de la comunidad de La Luz Tenexcalco, municipio de San Miguel Ahuehuetitlán, en la Mixteca oaxaqueña, había perdido la vida por exigir la apertura de la escuela de su hijo.

De acuerdo al medio local Oaxaca Político, los hechos que resultaron en la muerte del señor Pavía, padre de familia y campesino de la comunidad citada, ocurrieron el jueves 18 de agosto durante una asamblea entre padres de familia y las autoridades de la comunidad de La Luz Tenexcalco en la que se discutía y acordaba en torno al reinicio de clases el lunes 22 de agosto.

Según lo reportado por Oaxaca Político, durante la discusión en esa asamblea, había dos grupos de padres de familia. La mayoría abogando por la apertura de las escuelas, en contra de la CNTE y a favor de que maestros de la sección 59 reemplazaran a los de la sección 22 para poder abrir las escuelas. Otro grupo: a favor de los maestros de la sección 22 y en contra de abrir los planteles.

El diferendo entre ambos grupos se fue caldeando y volviendo crecientemente violento. De pronto y ya fuera de control las cosas, se escucharon algunos disparos de arma de fuego. Como resultado del enfrentamiento, Teódulo Pavía perdió la vida y otro hombre –Miguel Herrera Pérez– resultó seriamente lesionado.

Horas más tarde, se presentaron en el lugar de los hechos elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) para realizar los peritajes y el levantamiento de evidencia. Claudio Miguel Miguel, vicefiscal regional de Justicia en la Mixteca, confirmó los hechos y señaló que se llevarían a cabo las investigaciones pertinentes. Hasta el momento, no hay información pública sobre los resultados de dichas investigaciones.

¿Es aceptable el que un padre de familia pierda la vida porque quiere asegurar que su hijo pueda ir a la escuela? ¿No sería obligación y responsabilidad elemental e indeclinable de las autoridades locales y, si fuera necesario, federales, garantizar el acceso físico de los alumnos a sus planteles?

En este caso como en tantos otros, la omisión, incapacidad o negligencia de las autoridades en el cumplimiento de sus responsabilidades más básicas terminó produciendo consecuencias horrorosas. Buen signo el que más y más padres de familia exijan que el derecho a la educación de sus hijos se materialice. Pésimo signo el que, a falta de autoridades capaces o interesadas en garantizar los mínimos (por ejemplo, escuelas abiertas durante el periodo escolar o bien investigaciones policiacas y procesos judiciales que tengan algún resultado o consecuencia tangible), una confrontación entre padres de familia con posiciones divergentes termine a balazos, produzca un muerto y un herido y…la cosa se quede ahí, sin responsables, sin castigos y sin consecuencias que pudieran disuadir a otros de emprender acciones similarmente violentas.

Imagine el lector o lectora de este diario tener que arriesgar o, de plano, perder, la vida para asegurar que su hija o su hijo pudieran acceder a su escuela. Otro gallo cantara si los que leemos y escribimos en este periódico enfrentásemos situaciones semejantes. Otro muy distinto, pues imagino que nuestras voces encontrarían vías más efectivas y expeditas para ser escuchadas que las de mexicanos como el señor Teódulo Pavía.

Para los millones de pobladores de estas tierras con derechos de papel, pero sin voz y sin posibilidad de que sus agravios sean escuchados, ya no digamos, atendidos, la falta de instituciones y la incapacidad o negligencia de las autoridades para cumplir sus funciones más primarias no es tan sólo un asunto de pláticas de café o de largas sobremesas.

Para esos millones de mexicanos de carne y hueso, con preocupaciones y anhelos similares en lo fundamental a los nuestros, tan humanos y legítimos como los que nos animan a nosotros, la falta de gobierno en el sentido más fundamental puede significar y significa, lamentablemente y con frecuencia, la diferencia entre contar o no con agua, entre poder invertir en la mejora de un activo o no, y, en el extremo, entre tener que meter el cuerpo y arriesgar la vida o no en conseguir el que algún derecho fundamental se nos reconozca y se haga valer en los hechos.

Hechos como los ocurridos en la Mixteca oaxaqueña el 18 de agosto de este año se repiten, tristemente, día a día a lo largo y ancho del país.

La falta de Estado o su debilidad han producido ya demasiados muertos y demasiados heridos. Sería hora de decir basta.

Twitter:@BlancaHerediaR

Fuente: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/derechos-de-papel-y-muertos-de-a-de-veras.html

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Gobernabilidad que se devora a sí misma

Por: Blanca Heredia

Este lunes dio inicio un nuevo ciclo escolar. Para muchos alumnos mexicanos, fue el regreso a la escuela; para algunos, primer día de clases en su vida, y, para otros más: la puerta de su escuela cerrada, otra vez.

escuela-cerrada-DFDías de útiles nuevos y uniformes planchados para la mayoría de los estudiantes. En algunos casos, desgano o flojera ante la perspectiva de volver a la rutina de las clases. Para los más, seguramente, emoción de reencontrarse con sus compañeros y algo de susto por lo que les implicará de desconocido el nuevo año escolar.

Para un segmento significativo de alumnos, sin embargo, el lunes no trajo regreso a clases. En Chiapas, entidad en la que la CNTE ha ganado peso recientemente a raíz del debilitamiento parcial de la Sección 22 de Oaxaca, según la SEP, 58 por ciento de escuelas cerradas este lunes como parte del boicot de esa agrupación en contra de la reforma educativa. En Oaxaca: 53 por ciento de centros escolares cerrados por las mismas razones.

Los líderes magisteriales, maestros, directivos escolares que se oponen a la reforma educativa tienen, evidentemente, todo el derecho a expresar su punto de vista y a dar la batalla para que sus inconformidades sean atendidas. En el caso de la CNTE, sin embargo, su oposición a los cambios regulatorios en materia educativa ha ocurrido al margen de los cauces institucionales y sus niveles de violencia han tenido un altísimo costo para grupos grandes de alumnos, amplios segmentos sociales, así como para el gobierno federal y diversos gobiernos estatales.

Son ya más de 3 años de cierre de escuelas, bloqueos, desplantes violentos y chantajes sin fin por parte de la CNTE. ¿Cómo explicar que sigan y sigan con lo mismo? La explicación primera y más evidente es porque pueden hacerlo y les funciona.

Pueden movilizarse una y otra vez y hacerlo violando la ley y derechos de terceros, pues tienen afiliados o simpatizantes dispuestos a ello, cuentan con los recursos y capacidad organizativa para hacerlo, y la autoridad de sus liderazgos depende, en mucho, de la movilización permanente de sus bases. Dicho proceder les funciona, por otra parte, pues les ha permitido obtener una interminable lista de concesiones materiales y laborales por parte de gobiernos estatales y autoridades federales dispuestos a negociar la aplicación de la ley en aras de intentar preservar gobernabilidad. Es decir y muy particularmente, de evitar el “contagio” de esas conductas a otros grupos de maestros y a otros sectores sociales descontentos, así como de mantener los focos de desorden y violencia vinculados con las acciones de la CNTE acotados territorialmente.

Se entiende que el gobierno le otorgue a la gobernabilidad la máxima prioridad en este y cualquier otro asunto. El problema, sin embargo, es que la dinámica perversa entre movilización/chantaje/violencia, por un lado, y concesiones gubernamentales que violentan una y otra vez el orden legal, por otra, han ido exacerbando las debilidades de origen que subyacen la respuesta del gobierno frente a la CNTE. Me explico.

El gobierno concede y negocia sin parar porque no tiene suficiente capacidad coactiva y carece, sobre todo, de la legitimidad y capacidad institucional requeridas para hacer de la aplicación de la ley un medio efectivo para pacificar conflictos. La muy seria debilidad de los aparatos de procuración de justicia y la ausencia de legitimidad e institucionalidad suficiente para hacer valer la ley o para aplicar la fuerza de forma legal y eficaz son el origen de fondo de una forma de gobernabilidad cuya operatividad descansa en la negociación discrecional de la ley y en la multiplicación de arreglos y componendas ad hoc.

Esa forma de gobernabilidad ha sido siempre parte de la fórmula básica para gobernar un país fragmentado y desigual con baja capacidad estatal. La desgracia es que, de unas décadas a la fecha, los otros soportes de la capacidad de gobierno (por ejemplo, amplias redes clientelares y corporativas administradas centralmente, tasas de crecimiento económico altas y cierta acumulación de capacidad estatal) se han debilitado enormemente. Como resultado de ello, así como y muy centralmente, de un proceso de pluralización política sin transición a un Estado de derecho, la componenda y la negociación de la ley se han ido quedando casi como único soporte de la gobernabilidad.

En el caso de la CNTE como en otros similares, el uso de esa fórmula permite ir conteniendo y medio administrando incendios. Su empleo reiterado, sin embargo, comporta el terrible inconveniente de asegurar cada vez menos gobernabilidad, al tiempo de debilitar todavía más aquellos asideros posibles de gobernabilidad distintos a la componenda y la negociación. Como una serpiente que se devora a sí misma.

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Uso legítimo del poder coactivo del Estado: ¿callejón sin salida?

Por. Blanca Heredia

En relación al uso de la fuerza coactiva del Estado, México se ubica en una situación en extremo compleja y precaria. De hecho y en muchos casos, en una situación en la que, con recurrencia excesiva, el gobierno (y la sociedad entera de corbata) termina atrapado en callejones sin salida.

Nochixtlan8Si el gobierno no usa la fuerza para detener acciones violentas o criminales: mal; si la emplea: casi peor, con demasiada frecuencia. Coacción estatal fuera de control que resulta en la merma regular del poder potencialmente ordenador de la coacción como recurso ordenador de última instancia.

Vivimos en este círculo infernal hace ya demasiado tiempo.

Policías que generan temor por las peores razones. Es decir y entre otras: porque los ciudadanos no sabemos, con certeza, a quién sirven o representan esos agentes. O bien, por falta de controles elementales y efectivamente exigibles sobre su empleo de la fuerza.

Uso abusivo y, en el mejor de los casos, torpe e ineficaz de la coacción del Estado que lejos de pacificar, incendia. Los ejemplos abundan, pero baste aquí recordar los muy recientes y lamentabilísimos hechos ocurridos el domingo 19 de junio en Nochixtlán, Oaxaca.

Imposibilidad de identificar o discernir criterios claros y predecibles en relación a las decisiones de emplear o no emplear la fuerza pública, esa que debiera servirnos y protegernos a todos. Al respecto, algunos ejemplos a modo de pregunta. ¿Por qué se monta un operativo policiaco para desbloquear una carretera y no otra, o no todas las bloqueadas? ¿Por qué en algunos desalojos los policías portan armas y las usan, y en otros no?nochixtlan3

“Investigaciones” interminables –en tiempo y número de folios– que no consiguen aportar evidencia mínimamente sólida y creíble sobre lo ocurrido en concreto (sucesión específica de hechos, móviles de los participantes, etc, etc, etc) o sobre y muy particularmente: la identidad y responsabilidad de los actores estatales involucrados –de jure o de facto– en casos de esperpento como la guardería ABC o como Iguala/Ayotzinapa por citar sólo dos de una, tristemente, larguísima lista.

Como resultado de ello: impunidad de aquellos crímenes –los perpetrados por los agentes estatales– que más le cuestan en la legitimidad al Estado mexicano y acumulación de víctimas heridas, desconsoladas y furiosas.

¿Por qué el Estado mexicano tiene tantos y tan acendrados problemas para usar con legitimidad y eficacia su fuerza coactiva? Importa preguntarlo, pues ese problema, más allá de la teoría, nos afecta a todos, todos los días. Adelanto que no he encontrado una respuesta que me convenza. Tengo, acaso, algunas hipótesis e intuiciones. Se las comparto.

En el tiempo histórico largo, me parece que la respuesta a esta pregunta tiene algo que ver con las muy limitadas capacidades coactivas del Estado –mexicano desde 1821 y español, desde 1521 a esa fecha– y con la necesidad de “estirarla” por medio de dos vías principales. Primero, delegar informalmente su empleo en aquellos actores con fuerza efectiva en determinados territorios o sectores (caciques, hombres fuertes, organizaciones no estatales criminales o no).

Segundo, usarla discrecionalmente, dado que no se podía usar la fuerza para aplicar la ley –fundamento formal del uso del uso legítimo de la coacción– uniformemente ni en todo el territorio ni en todos los casos de violación de la ley o de amenaza al orden público del mismo tipo.

El problema fue que esa solución, al permitir ir lidiando con los problemas que requerían el empleo de la fuerza puntual, cotidiana y sucesivamente, terminó perpetuándo la debilidad de origen.

Básicamente, pues limitó los incentivos para construir capacidad coactiva suficiente para prescindir de “aliados” para su ejercicio o para transitar de la selectividad discrecional al uso de la fuerza regulado por reglas generales.

La imposibilidad material de sustentar el imperio de la ley en capacidad coactiva suficiente, combinado –centralmente– con una sociedad profundamente desigual en la que tal “imperio” además de materialmente imposible, resultaba profundamente amenazante para la sucesión histórica de pequeñas élites dominantes, puede ayudar a explicar las razones profundas de nuestra precariedad presente en lo que al uso legítimo y efectivo de la coacción del Estado se refiere.

En el presente, sigue habiendo importantes déficits materiales de capacidad coactiva. Lo que más urge hoy, sin embargo, es ordenar y regular la capacidad coactiva existente. En concreto, generar corporaciones policiacas que, primero, sepamos sean, en efecto policías y, segundo, agentes del orden que operen con normas predecibles y exigibles en los hechos. En suma y, para empezar, con normas legales y procedimentales –esto último es clave– que acoten y regulen creíblemente su conducta.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/uso-legitimo-del-poder-coactivo-del-estado-callejon-sin-salida/

Imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/06/19/5766f9d164189.jpg

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La economía moral de las pequeñas cosas

Blanca Heredia

Hace algunas semanas, mientras daba un paseo en una pequeña embarcación turística cerca de La Paz, Baja California, me tocó presenciar lo siguiente. Flotaba, sola, una lancha de hule del tipo Zodiac en medio de la bahía. Era claro que sus dueños la habían perdido.

El conductor y el guía de la lancha de motor en la que yo iba la avistaron y, de inmediato, se lanzaron por ella. Tras dar un rodeo, el conductor pescó la Zodiac y la subió a la embarcación en la que viajábamos. Poco después, otro barquito se nos acercó y sus tripulantes les informaron a nuestro conductor y a nuestro guía que el yate propietario de la Zodiac ya venía de regreso por su lanchita de hule.

Llegó hasta nosotros el yate de lujo y los encargados de nuestra embarcación procedieron a entregarles, sin demasiada alegría, la Zodiac a sus propietarios. Los tripulantes del yate, un grupo de hombres de altos recursos, dieron secamente las gracias y se alejaron.

Justo entonces ocurrió lo que tanto me ha dejado pensando. Una de las jovencitas que iba entre los turistas de nuestra lancha, exclamó: “ni para un six nos dieron…”. Se trataba de una joven de clase media-media de una ciudad del interior del país. El guía y otros de los turistas de nuestra embarcación aplaudieron el comentario y se arrancaron con una larga retahíla de airados reclamos. Todas las quejas tenían que ver con lo mismo: el que los dueños de la Zodiac no hubiesen aportado alguna compensación por la devolución de esta.

¿Es justo esperar o solicitar compensación por devolverle al dueño de algo la cosa “encontrada”? ¿Merece el hecho de regresarle a su dueño, más allá de su condición social, un objeto perdido de su propiedad una “propina” o un “regalito”? A mí no me lo parece, en absoluto, pero, dentro de aquel grupo, yo estaba en una muy franca minoría.

La indignación frente a la falta de pago por devolverle a sus dueños la Zodiac me resultó profundamente chocante y, en muchos sentidos, incomprensible. ¿Desde cuál universo moral resulta legítimo exigir compensación por hacer lo correcto? ¿Qué argumentos, razones o sentimientos pueden explicar el que alguien considere merecer una recompensa por llevar a cabo un acto de urbanidad y civilidad elemental? ¿Qué tipo de normas de referencia y de condiciones sociales explican este tipo de conductas y de expectativas?

Fuera del conductor de la embarcación, el resto del grupo, incluyendo al guía (de ojos claros, licenciatura en Biología Marina y procedente de la Ciudad de México) eran personas de clase media típica. Había un par de comerciantes, dos maestras, un funcionario público medio, algunos de quienes viajaban con sus hijos o nietos adolescentes. Mexicanos comunes y corrientes de los que hay millones en el país. Esos de cuya existencia, los que hablan y escriben del “país de clase media” se sienten tan satisfechos y esperanzados.

Pudiera tratarse de casos raros; de gente común, pero atípica en su hechumbre moral. Me temo, sin embargo, que no sea este el caso. 

Parte de lo que me resultó tan chocante del incidente, tiene que ver no sólo con el hecho en sí, sino con que me recordó muchas situaciones parecidas. En suma, lo chocante del hecho mismo, amplificado por ser parte de un patrón penosamente recurrente.

Un patrón hecho de mexicanos que no se reconocen entre sí como semejantes, igualmente dignos de respeto y consideración. Una trama en la que, por lo mismo, los individuos no se sienten vinculadas ni obligadas por referentes normativos y asideros valorativos comunes. Un páramo sin orientaciones y sentidos morales compartidos en el que, fuera de las interacciones con los más cercanos, prevalece un círculo vicioso de agandalle y resentimiento sin fin.

El tejido moral roto de una sociedad rota por tanta injusticia, tanta desigualdad y tanta simulación. Y dentro de esa trama, una clase media, cuyos integrantes, lejos de ser posibilidad de una realidad social más habitable y posibilitadora, acaban, en muchos casos, siendo espejo deformado de los mirreyes de los yates de lujo que ni siquiera los ven.

Quizá hubiera bastado un gesto amable, una sonrisa, un mirar a los ojos por parte de los mirreyes del super yate. Quizá ello hubiera sido suficiente para que hacer lo correcto no derivara en reclamo por no haber recibido compensación material por ello. Quizá vernos y reconocernos como igualmente humanos y dignos serviría para empezar a reconstruirnos

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/la-economia-moral-de-las-pequenas-cosas.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main//files/crop/uploads/2016/08/02/57a15a0758a84.r_1470192156411.0-1-573-380.jpg

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Re-imaginando México: Talentum- Universidad segunda generación

Blanca Heredia

Para existir, cualquier agrupación, sea un equipo de futbol, una empresa, o un país, requiere una historia que la cohesione y la vuelva identificable. Esas historias son constitutivas e indispensables y suelen involucrar una multitud de símbolos, de pequeñas y grandes historias, así como de personajes y momentos emblemáticos.

Hay narrativas mejores y peores para sustentar y potenciar a una colectividad. Uno de los relatos nacionales más efectivos en el mundo es el del sueño americano que de tanta utilidad le ha sido a los Estados Unidos. Otro, muy poderoso también, es el francés centrado en el trinomio igualdad, libertad, fraternidad, y en los valores y referentes republicanos.

La fuerza de un relato identitario tiene que ver con su verosimilitud, tracción emocional, inclusividad, y con qué tanto es compartido por los integrantes del grupo. Cuando una de esas falla, la narrativa deja de ofrecerles a los integrantes del grupo un sustrato y un norte para identificarse y hacer posible el crecimiento de este.

Conviene apuntar que, por más fuertes que sean, no todos los relatos nacionales son igualmente posibilitadores para el conjunto de los miembros de la agrupación o similares en facilitar o impedir relaciones de cooperación con otras agrupaciones. Por ejemplo, los cuentos identitarios de Hitler, de Mussolini o de Stalin, si bien muy potentes, fueron relatos tremendamente excluyentes en lo interno y enormemente costosos y disruptivos internacionalmente.

Dado que ninguna colectividad nacional puede prescindir de alguna narrativa identitaria, la pregunta para cualquier país es qué tanto el relato nacional dominante resulta útil para hacer viable la supervivencia de esa colectividad, para apuntalar su crecimiento, y para promover el la participación activa de la mayoría de sus integrantes en los trabajos y empeños del conjunto.

En el caso mexicano, los datos disponibles indican que el sentimiento nacional sigue siendo muy fuerte. Así, lo sugiere, por ejemplo, el altísimo porcentaje (uno de los mayores del mundo) de connacionales que valoran y están orgullosos de ser mexicanos, según la Encuesta Mundial de Valores. Ese nacionalismo a prueba de balas, muertos, injusticias y exclusiones sin fin, contribuye a explicar el que, a pesar de fracturas y violencia crecientes, México siga siendo un país más o menos unido, estable y gobernable.

La narrativa nacional construida por artistas, intelectuales y políticos mexicanos al final de la revolución mexicana le ofreció al país una plataforma de despegue y crecimiento central por muchas décadas. Ese relato sigue permeando y consiguiendo mantenernos como colectividad distinta a otras, a pesar de sus flagrantes contradicciones (glorificación del pasado indígena y olvido completo de los indígenas vivos) y sus numerosas áreas de desgaste (colores y folklores, cada vez más de plástico). El cuento que nos contamos y le contamos al mundo sobre de qué va México, sin embargo, ha ido perdiendo capacidad para inspirar y hacer posible la construcción de una colectividad capaz de convocarnos y beneficiarnos a todos. Hoy y desde hace tiempo, ese relato sirve ya sólo o sobre todo, para que unos cuantos lucren con la administración operativa de esa cosa llamada “México”, a costillas de las mayorías sin derechos y sin voz.

Este 2016, Talentum-Universidad, programa de la unidad de educación del CIDE, hecho posible gracias a la SEP y Santander-Universidades, tuvo como tema: Re-imaginando México. Los 30 alumnos y 30 alumnas universitarios provenientes de 27 entidades federativas, de instituciones tanto públicas como privadas, y seleccionados a nivel nacional a través de un proceso muy riguroso y competitivo, tuvieron una agenda intensa de actividades. Conferencias, cursos y talleres, primero, en el CIDE. Luego, la semana pasada, en la ciudad de Pittsburgh en los Estados Unidos, gracias al entusiasmo y generosidad del World Affairs Council de Pittsburgh, del gobierno de esa ciudad, de la University of Pittsburgh y la Carnegie-Mellon University (el Heinz College de esta última ofreció a los egresados de Talentum becas de 50% de la colegiatura para sus maestrías).

Hoy en la clausura en el Museo Memoria y Tolerancia de la ciudad de México, se presentarán y premiarán a los finalistas del trabajo en equipo y a distancia que desarrollaron desde sus lugares de residencia estos universitarios mexicanos talentosos y comprometidos con un país más potente e incluyente. Su reto consistió en imaginar y describir el México del 2050.

60 o 120 jóvenes son, por sí solos, pocos para re-imaginar y re-armar México. El sueño de Talentum es que su unión haga la fuerza y ayude a inspirar y a contagiar a otros para que, entre todos y en los hechos, podamos construir una casa nacional más justa y más grande para todos.

 

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/re-imaginando-mexico-talentum-universidad-segunda-generacion.html

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Reforma educativa: implementación, implementación, implementación

Blanca Heredia

Elevar la calidad educativa es, sin duda, un propósito encomiable, además de indispensable para sobrevivir y prosperar como colectividad independiente. El problema es cómo hacerlo realidad. Cómo traducirlo, en suma, en decisiones puntuales y procesos política y administrativamente operables, capaces de detonar los cambios de conducta requeridos para que los niños y los jóvenes mexicanos consigan tener mejores vidas y contribuir a que todos tengamos un país más vivible y posibilitador.

El gobierno que actualmente dirige los destinos de los mexicanos fue capaz de sumar voluntades a favor de transformaciones constitucionales y legales encaminadas a lograr mejores aprendizajes para los alumnos.

A toro pasado se dice fácil, pero lograrlo requirió habilidades de negociación y convencimiento poco frecuentes. Ello, especialmente, si se toma en cuenta el costo político de desmontar la “simbiosis atípica” entre gobierno y sindicatos magisteriales que caracterizó durante largas décadas el régimen político-mexicano y el hecho de que el electorado nacional hace tiempo dejó de conceder mayorías absolutas que le permitiesen a una sola fuerza política decidir cursos de acción posibles sin negociar y ponerse de acuerdo con otros.

La cuestión, sin embargo, es que una cosa es conseguir acuerdos cupulares entre las principales fuerzas políticas del país en torno a un asunto políticamente rentable para todas ellas y otra, muy distinta, arremangarse, como gobierno, y hacer dichos acuerdos operables en la realidad concreta de burocracias mastodónticas y de intereses privados y de grupo, además muy poderosos, profundamente resistentes a los cambios acordados en la cima.

Para cambiar la forma en la que las escuelas de un país enseñan (qué enseñan, cómo lo hacen y qué tan efectivamente lo hacen) no bastan los acuerdos entre las elites políticas. Esos acuerdos resultan indispensables, pero no son suficientes para transformar el sistema educativo de un país. Para que los cambios ocurran en los hechos, hace falta que las miles de personas que integran ese sistema se comporten de forma distinta. Resulta clave para ello, en concreto, que a los burócratas educativos les importe y les vaya la vida en que los alumnos aprendan bien cosas significativas y distintas a las que han sido, históricamente, la norma; que a los maestros y directivos escolares les interese y los motive que sus estudiantes se empoderen; y que para los padres de familia tenga sentido involucrarse en lo que los ocurre a sus hijos en la escuela más allá de los diplomas conseguidos al final de un determinado ciclo escolar.

En el caso de la reforma educativa iniciada en México en el 2013 hay muchas cosas celebrables. Destaca, entre ellas, la intención clara y centralísima de re-alinear la estructura de incentivos que vincula la profesión docente con la tarea de ofrecer una educación de calidad para un país democrático en un mundo globalizado (hacer del mérito y no de la lealtad sindical el eje del acceso, la promoción y la permanencia en un cargo docente). El nudo gordiano, el problema clave no resuelto hasta el momento, ha sido la manera de traducir esa intención acertada en decisiones, procesos y rutinas capaces de aterrizar ese propósito en resultados concretos y sostenibles en el tiempo.

Destacan entre las fallas de instrumentación de esa reforma las siguientes.

En primerísimo lugar, la ausencia de una visión con la fuerza para darle contenido, forma, sentido y tracción emocional a la reforma. De una propuesta, en suma, capaz de sustituir la visión de Vasconcelos- útil por muchas décadas, pero hoy obsoleta- de mexicanos idénticos unos a los otros y sumisos frente a sus mandamases.

Segundo y absolutamente clave, la falta de un horizonte de crecimiento profesional concreto para los docentes mexicanos. De una trayectoria, esto es, distinta a la mera incertidumbre de la evaluación recurrente -frente a las viejas certezas de la lealtad, la herencia o la compra- y a la improvisación en materia de formación continua que es, hasta la fecha, lo que la reforma ha implicado para los maestros. Lo que se requiere, en concreto, son oportunidades de formación serias, en particular para maestros de educación básica y seguridad de mejores compensaciones salariales permanentes por buen desempeño en la función docente.

Tercero, las deficiencias en la comunicación relativas a la reforma, así como en los incentivos asociados con su instrumentación efectiva de parte de las autoridades federales a las autoridades educativas estatales. Los cambios han sido muchos, muy grandes y demasiado frecuentes y abultados. Si se quiere avanzar de veras, haría falta menos prisa, menos iniciativas al vapor, más tiempo y recursos para lograr que la reforma educativa cuaje.

 

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/reforma-educativa-implementacion-implementacion-implementacion.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2014/02/07/52f4ab3444e69.jpg

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Comunidades de aprendizaje, respuesta posible a muchos de nuestros retos educativos

Blanca Heredia

Participé en una conferencia sobre temas educativos organizada por Club EPE, Suma por la Educación y el Centro OCDE en México. El público era grande y estaba constituido, fundamentalmente, por maestros en servicio de básica y, sobre todo, de educación media superior.

A mí me tocó integrar y moderar un panel en el que participaron el doctor Gabriel Cámara, quien habló sobre Comunidades de Aprendizaje; la doctora Margarita Tarragona, experta en el desarrollo de habilidades socioemocionales, y la doctora Ana Razo, especialista en observación de interacciones en aula. Al finalizar las presentaciones, varios de los maestros que asistieron al evento hicieron preguntas muy reveladoras sobre el tipo de retos que enfrentan, día a día, en sus aulas.

Dos temas, si bien no desconocidos, me llamaron la atención por el tono casi angustioso con el que fueron planteados por los maestros. El primero tiene que ver con los desafíos que, para los maestros, supone la presencia de fuertes problemas de desintegración familiar en muchos de los hogares de sus alumnos.

Al respecto, una maestra de educación media superior del Estado de México comentó que una proporción importante de sus alumnos vive en condiciones de abandono, de hecho, por parte de sus padres; es decir, solos y sin supervisión u apoyo cotidiano de éstos. A fin de generar condiciones mínimamente viables para los procesos de enseñanza-aprendizaje, esa maestra nos contó que ella se daba personalmente a la tarea de prepararles un desayuno caliente a la semana. Otro docente, éste de básica, hizo una pregunta que aludía al mismo tema: ¿doctores, cómo le hacemos para ser padres, además de maestros?

La segunda problemática que se hizo poderosamente presente a través de los comentarios y preguntas de los asistentes se refiere a los retos (mayúsculos) planteados por los, con frecuencia, radicalmente distintos niveles de preparación de sus alumnos. En relación a este asunto, un profesor de química de media superior de la Ciudad de México nos refería que en su clase había muchos alumnos que no tenían claros los conceptos de multiplicación y/o de división, mientras que, en el otro extremo, algunos otros dominaban los fundamentos requeridos para cursar esa asignatura. Tal diversidad, nos explicaba, le suponía retos formidables a la hora de dar sus clases.

Para fortuna nuestra, recién había hablado el doctor Cámara y todos teníamos muy fresco lo poderoso que es y puede ser, para enfrentar estas y otras muchas problemáticas, el método pedagógico Comunidades de Aprendizaje, desarrollado e instrumentado por el doctor Cámara durante ya muchos años, en muchas partes del país.

En un apretadísimo resumen, dicho método se basa en un supuesto fuerte (sin vínculo personal-afectivo no hay aprendizaje) y en un formato pedagógico clave: hacer de los alumnos participantes activos en el proceso de enseñanza-aprendizaje a través de dinámicas que promuevan el que los estudiantes se enseñen entre sí. Por ejemplo: la alumna que sabe más de matemáticas le enseña a el/la que tiene rezagos en esa materia: el que domina las conjugaciones verbales apoya a compañeros/as con deficiencias en esa área y así. En el camino, los alumnos se vuelven actores de su propio aprendizaje, refuerzan lo que ya saben (nada mejor para aprender bien algo que tenerlo que enseñar), generan vínculos personales fuertes, fortalecen su autoestima, su motivación y su sentido de pertenencia.

En este modelo pedagógico, el/la maestro/a retiene un papel centralísimo, pero uno distinto al tradicional. En el contexto de una Comunidad de Aprendizaje, el maestro deja de ser el único que sabe y el que tiene todas las respuestas, para convertirse en una suerte de director/a de orquesta que propicia, facilita y orienta la construcción colectiva de aprendizaje. El tránsito del rol tradicional de impartidor de una verdad única al de facilitador que detona y estructura el aprendizaje recíproco y compartido no es fácil. No lo es, pues le supone al docente, entre otras cosas, redefinir el basamento de la autoridad del docente frente a sus alumnos, al tiempo que le exige desarrollar o fortalecer a este habilidades como la escucha, la observación, la empatía y la capacidad de argumentación.

Si bien plantea dificultades, la verdad es que hay pocos otros modelos de enseñanza-aprendizaje que ofrezcan tantos beneficios y tantas herramientas valiosas para enfrentar las muy difíciles condiciones que enfrenta una alta proporción de los docentes mexicanos. Por eso vale la pena conocerlo a detalle y promover el que nuestros maestros pudiesen usarlo para lidiar con las duras realidades que muchos de ellos enfrentan cotidianamente.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/comunidades-de-aprendizaje-respuesta-posible-a-muchos-de-nuestros-retos-educativos.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/02/08/56b907f074aa0.jpg

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