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La reforma educativa: lo negociable y lo no negociable

Por Blanca Heredia.

El proceso de transformación del sistema educativo mexicano iniciado en el año 2013 presenta particularidades muy importantes. Ese proceso comparte, sin embargo, muchos de los desafíos que enfrentan transformaciones encaminadas a elevar la calidad educativa y no sólo a ampliar el acceso a los servicios educativos.

Profesores excelentes 2En términos políticos, la diferencia más importante entre ambas es que las segundas generan ganadores de forma más o menos inmediata y automática, lo cual tiende a hacerlas infinitamente más fáciles de instrumentar que las primeras. La ampliación del acceso a los servicios educativos beneficia, evidentemente, a aquella parte de la población que antes no contaba con estos, pero también beneficia centralmente al magisterio y sus organizaciones. A los beneficiarios anteriores, habría que añadir, a la burocracia educativa misma (más cobertura = a más cargos burocráticos), así como a la multitud de contratistas y gestores involucrados en la provisión de los bienes y servicios asociados a la ampliación de la cobertura escolar (entre muchos otros: edificios, pizarrones, materiales educativos).

Las reformas orientadas a elevar la calidad educativa son harina de un costal totalmente distinto. En contraste con las de acceso, tienden a producir, en el corto plazo, muchos perdedores (con frecuencia, muy poderosos) y muy pocos ganadores. Su éxito, encima, depende de la capacidad de sus impulsores para sostener el impulso transformador durante un periodo considerable de tiempo, de aterrizar los cambios pasando por una multitud de “aduanas” políticas y burocráticas, así como y en última instancia, de modificar las conductas de grandes números de personas (alumnos, maestros, líderes sindicales, funcionarios gubernamentales, padres de familia).

La transformación institucional en el ámbito educativo iniciada en 2013 en México corresponde al de las reformas orientadas a elevar la calidad educativa y no al de aquellas cuyo objetivo central es el de ampliar la cobertura escolar o el acceso a otros bienes con fines educativos (tecnología, por ejemplo). En términos históricos, esta es la principal diferencia de la reforma iniciada en 2013 vis a vis prácticamente todas las iniciativas de transformación en el plano educativo desde la creación del sistema educativo mexicano.

La reforma del 2013 empezó por donde había que empezar, es decir, por desmontar el entramado institucional que había sustentado la connivencia entre autoridades y cúpulas sindicales en perjuicio de los aprendizajes de los alumnos. Haber empezado por cambiar planes y programas de estudio o por modificar el modelo de formación inicial y continua de los maestros hubiera sido mucho más fácil, pero también absolutamente inocuo (como tantas de las reformas de la currícula de las últimas décadas).

La transformación de fondo impulsada por esta reforma ha sido la transición de un régimen clientelar basado en la lealtad personal a un sistema basado en criterios objetivos, transparentes e iguales para todos en lo que hace al acceso, promoción y permanencia en los cargos docentes. El cambio ha sido desafiante, pues ha tocado la estructura de poder profunda del sistema educativo mexicano y del muy considerable porcentaje del gasto público total dedicado a este. Ha sido muy costoso, además, pues los perdedores más inmediatos de ese cambio son actores con enorme peso político y electoral: los líderes de los gremios magisteriales, así como el conjunto de funcionarios y políticos que dependen de o aspiran a obtener su apoyo para ganar elecciones.

sep-evaluacionPuede y debe discutirse si los instrumentos y procesos concretos para evaluar el ingreso, la promoción y la permanencia en los cargos docentes impulsados por la reforma en curso son los mejores posibles.

Si queremos un país que sea patrimonio de todos y no sólo de unos cuantos, resultaría vital, sin embargo, no tirar por la borda el cambio de paradigma que supone transitar de las lealtades y subordinaciones personalísimas a un orden de cosas en las que prevalezcan reglas parejas para todos para acceder y conservar un cargo docente.

Hoy que la reforma del 2013 enfrenta uno de sus momentos más desafiantes, hay que preguntarse qué no negociar y que sí para hacerla sustentable. No puede negociarse el cambio de fondo mencionado. Lo que tendría que estar abierto a negociación son los tiempos, los instrumentos y las formas concretas en las que transitamos de la servidumbre personal y el desierto de oportunidades para la mayor parte de los niños y jóvenes mexicanos a la posibilidad de operar en un entorno de reglas que, tomando en cuenta las diferencias contextuales, sea parejo para los maestros y permita que los alumnos de México sean capaces de formular proyectos de vida y hacerlos realidad.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-reforma-educativa-lo-negociable-y-lo-no-negociable/

Imagen: http://www.mipuntodevista.com.mx/wp-content/uploads/2016/06/reforma-educativa.jpg

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Domingo sangriento en Oaxaca: Lo que sabemos y lo que no

Blanca Heredia

De los terribles hechos ocurridos el domingo pasado en el estado de Oaxaca sabemos, con certeza, poca cosa.

Sabemos que desde el inicio de la semana pasada y en protesta por la detención de sus líderes más importantes, integrantes de la Sección 22 (CNTE) iniciaron un conjunto de acciones y movilizaciones de carácter violento. Entre estas: bloqueos en 10 puntos del estado de Oaxaca, uno de ellos en el crucero de la Hacienda Blanca que obstaculizaba las entradas y salidas de vehículos de carga a la carretera federal México-Oaxaca.

Sabemos que el bloqueo del crucero de la Hacienda Blanca resultaba especialmente sensible, pues limitaba la circulación de pipas cargadas con gas propileno de la refinería Ing. Antonio Dovalí Jaime. Ello, pues el personal de la refinería había venido alertando a las autoridades estatales que la instalación estaba al límite de su capacidad de almacenamiento y requería con urgencia descargar gas a fin de evitar que el muy considerable volumen de material inflamable acumulado en la refinería pudiese provocar un accidente de proporciones mayores.

Sabemos que las exhortaciones del gobernador Cué a los elementos de la CNTE a levantar sus bloqueos no tuvieron mayor efecto y que las mesas de diálogo entre representantes de la Coordinadora y funcionarios del IEEPO (Secretaría de Educación de Oaxaca) no habían conseguido ningún avance. Así, las autoridades toman la decisión de desplegar un operativo con policías estatales y federales el domingo pasado para dispersar a los manifestantes y liberar las vías bloqueadas por estos.

Sabemos que el operativo deriva en un largo conjunto de enfrentamientos entre integrantes y simpatizantes de la CNTE, por un lado, y fuerzas de seguridad, por el otro. A partir de un cierto momento, esos enfrentamientos se tornaron crecientemente violentos y según consta en fotografías y microdatos asociados, algunos elementos policiacos, quienes portaban armas, comenzaron a dispararlas.

Sabemos, finalmente, que muy tristemente en esos enfrentamientos perdieron la vida ocho personas, todas civiles y ninguna de ellas maestro/a en activo, y que resultaron heridos alrededor de 50 policías y más de 100 civiles.

Poco más o menos, eso es lo que sabemos con algún grado de certeza. Para entender y explicar lo ocurrido, carecemos, hasta el momento, de información clara y confiable sobre aspectos clave de lo ocurrido.

No sabemos, por ejemplo, si participaron activamente o incluso provocaron la escalada de violencia en los enfrentamientos del domingo pasado grupos ajenos a la CNTE, ‘infiltrados’ entre sus filas y vinculados directa o directamente con organizaciones guerrilleras o con otros grupos violentos. Básicamente, pues a pesar de menciones en medios, no contamos aún con evidencia cierta con respecto a su presencia, identidad y, en su caso, grado y nivel de participación.

No sabemos tampoco qué o quién provocó, en concreto, el tránsito del uso de gases lacrimógenos por parte de la policía al empleo de armas de fuego por parte de un grupo de ésta. No hay, además, claridad ninguna sobre cuántos y cuáles elementos policiacos dispararon, ni sobre quién se los ordenó.

No sabemos qué tanto de lo ocurrido el domingo pasado en Oaxaca fue producto de una terrible concatenación de hechos que se salieron de control o bien el resultado de actos deliberados provocados por sujetos o grupos interesados en escalar el conflicto y tensar la situación al máximo.

En suma, fuera del tiempo y espacio en el que ocurrieron los hechos, carecemos de respuestas mínimamente satisfactorias con respecto a aspectos claves de lo ocurrido, tales como: identidad de todos los actores relevantes involucrados; sucesión y concatenación específica de hechos; motivación de los actores; y modo específico de accionar de estos.

La escasez de información confiable y la confusión reinante, producto (en muchísimo) de la falta de una estrategia de comunicación gubernamental profesional y responsable, pero también de las notorias limitaciones de la mayoría de nuestros medios de comunicación para informarnos con oportunidad y con base en evidencia, ha contribuido a la feria de dimes y diretes de siempre.

En breve, fuera de unas pocas y muy valiosas interpretaciones útiles para ayudar a entender lo poquito que sabemos a ciencia cierta de lo ocurrido en Oaxaca el domingo pasado, el grueso de lo mucho dicho hasta ahora al respecto no ha ayudado a esclarecer nada. Ha servido sólo y sobre todo para reiterar creencias, prejuicios, filias y fobias preexistentes.

Sin una investigación a fondo y en serio por parte del gobierno federal, pero también de los que viven de informarnos, nos quedaremos igual que siempre. Es decir, con muertos y heridos a granel que terminarán siendo usados por actores políticos y sociales para avanzar sus propias agendas.

Fuente del articulo: http://www.mexicanosprimero.org/index.php/educacion-en-mexico/enterate/noticias-de-hoy/1571-domingo-sangriento-en-oaxaca-lo-que-sabemos-y-lo-que-no-opinion

Fuente de la imagen: http://media.imparcialoaxaca.mx/imagenes/large/576a91ffa20541a41dffb3ab.jpg

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¿Sirve para algo la escuela?

Blanca Heredia

Pocos (de los que van) saben ya, bien a bien, para qué sirve ir a la escuela. 

Básicamente, porque, para la inmensa mayoría, la escuela no sirve para obtener los saberes y habilidades para “hacerla” en la vida. Además, lo que es, representa y ofrece tampoco parece servir ya para adquirir una identidad que sea reconocible o valiosa socialmente. 

Los indicadores más obvios del desastre educativo actual en el caso mexicano son los puntajes en pruebas estandarizadas de logro escolar. 

Los indicios más importantes son, con todo, las altas tasas de deserción de secundaria en adelante y de subempleo de los egresados de media superior y superior, así como lo magro del ingreso mensual promedio que percibe el grueso de dichos egresados en el mercado laboral. 

Destacan, como condicionantes de estos resultados desalentadores los siguientes. Padres de familia con poco tiempo y energía para atender a sus hijos y ocuparse de su desempeño escolar, dadas las largas horas que les consume el poder cubrir el costo básico de vivienda y alimentación. Maestros, en su mayoría, motivados y responsables, pero dotados con bajos niveles de formación y muy escasos recursos para impulsar el desarrollo de sus alumnos. Funcionarios encargados de gestionar la administración y llegada de los servicios educativos a los niños y los jóvenes de México, para quienes la tarea de hacerlo adecuadamente es casi imposible dada su formación promedio y las circunstancias materiales, institucionales y políticas que enfrentan. Y, finalmente, números importantes de alumnos obligados por sus padres a ir a la escuela, quienes, a partir de principios o mediados de la secundaria, o dejan de asistir o se limitan a hacer acto de presencia en las aulas. Básicamente, porque la escuela no les dice ni les da nada.

Todas las anteriores son condicionantes próximas del lamentable estado que guarda la educación en el país. Las causas de fondo de esta situación, sin embargo, son, fundamentalmente cuatro. Primero, una sociedad cada vez más fuerte y rígidamente estratificada en la que el mérito y el esfuerzo no valen para (casi) nada. Segundo, una economía que no produce empleos dignos y formales en cantidad suficiente para hacer frente a la demanda de estos. Tercero, un modelo educativo que no corresponde ya ni con las realidades de México ni con las del mundo. Y, cuarto, la falta de interés de la sociedad y el gobierno de México para construir una visión capaz de reemplazar (en sus arrastres y efectos) la visión de Vasconcelos. En breve, la ausencia de una visión y ambición capaz de inyectarle frescura y fuerza al objetivo nacional de educar. 

Vasconcelos lo tenía claro. Quería alfabetizar (en castellano) y enseñarles historia patria a los niños y jóvenes del país llamado “México” para hacer de ellos “mexicanos”. De ese objetivo central y de la lucidez de hacerse cargo de la realidad realmente existente se derivaba todo lo demás. Es decir: un sistema educativo entendido como fábrica productora de sujetos homogéneos y orientado a construir aparato y presencia estatal en todos los rincones del territorio del país; un proyecto dominado y organizado desde el centro; una visión que asumía como restricción, pero también como horizonte de deseo maestros con autonomía prácticamente nula. Maestros, esto es, que, al tiempo de ser líderes autorizados y reconocidos en sus comunidades, requerían prescripciones rígidas y puntales para enseñar lo que se aspiraba a enseñar. 

Aquél primer proyecto educativo nacional fue exitoso en conseguir lo que se proponía y su perdurabilidad en el tiempo no encuentra parangón en ninguna otra esfera de la acción del Estado mexicano. Dicho esto, resulta claro, hace ya mucho, que ese proyecto se agotó.

Para hacer de la educación soporte de un desarrollo incluyente y dinámico, tendríamos que haber cambiado el modelo vasconceliano por ahí de los 1970s. No lo hicimos, en buena medida por razones políticas, pero también, y, sobre todo, porque lo poquito de movilidad social ascendente que generó la gigantesca ampliación de la cobertura y la escolaridad promedio durante los años del “milagro mexicano” se vio prácticamente suspendida a partir de los años 1980s. 

Desde entonces, el privilegio terminó por devorarse lo poquito de mérito que había y que estaba anclado en la escuela. Hoy se habla desde el poder y en los medios como nunca antes del valor de la educación. El problema es que todo eso suena hueco ahí donde el origen es, casi sin excepción, destino, donde las aulas están cada vez más lejos de la realidad, y donde la escuela y los que la hacen posible carecen de las condiciones mínimas indispensables para educar, en el sentido de formar y abrir horizontes.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/sirve-para-algo-la-escuela.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/06/14/5760b86cef327.jpg

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Un llamado a atrevernos a volver a ser humanos

Blanca Heredia

En esta ocasión quiero utilizar este espacio para compartirles un relato doloroso y un texto que obliga a mirar y a sentir lo que ya no queremos ver ni sentir, que me compartió mi querido amigo Antonio Cervantes.

En Toluca, el miércoles 17 de febrero unos sujetos entraron a robar en la casa de Elena Mireles, de 42 años, y terminaron matándola a ella, a su hermana y a su madre. Aquí el texto que Antonio escribió y circuló en redes sociales la madrugada del día siguiente.

Hoy la tragedia me ha tocado cerca. A una cuadra de la casa en la que crecí, en la colonia Américas, en Toluca, Estado de México. Hoy dejó de existir Elenita, una niña hermosa que fue mi compañera en la Secundaria 7. Siempre sonreía.

Siempre. A veces caminábamos juntos a la escuela, porque era amiga de mi hermana mayor. Alguna vez su papá me regañó en plena calle porque me cachó tocando los timbres de los vecinos y echándome a correr antes de que abrieran.

Hoy robaron y mataron, en su casa, a Elenita, a su hermana y a su mamá. A su papá, el señor que me regañó, simplemente lo tiraron al piso porque hace tiempo está inmóvil por un ataque cerebral.

Quien descubrió la terrible escena, manos amarradas, bolsas en la cabeza, etcétera, fue Emanuel. El hijo de nueve años de Elenita que venía llegando de la escuela y que corrió a buscar a su mamá. Como pudo les quitó las bolsas de la cara y trató de reanimarlas. Nada pudo hacer.

Acabo de colgar con mi madre, quien me contó esta historia y sabe todo esto porque cuando vio todas las patrullas y el alboroto se acercó a ver qué pasaba en casa de nuestros vecinos. Y pasado un rato, vio y abrazó a Emanuel y se lo llevó a su casa para consolarlo y ofrecerle algo de comer.

Dice que el niño lloraba mucho y le preguntaba que ahora quién lo iba a cuidar, que quién lo iba a atender si se enfermaba. Y al mismo tiempo se lamentaba por haber ido a la escuela hoy, “porque soy bien bueno para esconderme y me hubiera escondido y cuando se fueran los malos yo hubiera salido a quitarles las bolsas y ellas estarían vivas”, eso le decía a mi mamá.

Antes de irse con su papá, Emanuel le pidió a mi jefa que ella fuera a hablar con su maestra a la escuela, porque él no iba a saber explicar lo que pasó. “¿Qué les voy a decir en la escuela? ¿Que mi mamá ya no viene porque se murió? ¿Porque la mataron ayer?”.

También le preguntó si sabía jugar al trompo, o que le dijera quién sabe, porque su mamá le había regalado uno y quería aprender a echarlo.

Emanuel significa ‘Dios con nosotros’, ¿no? Pero yo creo que Dios no está con nosotros.

Sólo nosotros estamos con nosotros y tenemos que empezar a cuidarnos.

No hay político, Papa o superhéroe que vaya a venir a salvarnos.

En honor a Elenita escribo esto con lágrimas de rabia que se me escurren y con el deseo profundo de lograr mover alguna o algunas conciencias por esta vía, para que nos veamos como personas unos a otros y nos tratemos bien todos los días, especialmente a los niños, y que nos ayudemos y procuremos, y siempre que veamos a alguien en problemas le tendamos la mano como podamos.

Atrevámonos a volver a ser humanos.

Ante la impresionante respuesta en Facebook a su texto, Antonio convocó a una ceremonia en honor de las muertas y en solidaridad con el pequeño Emanuel el domingo pasado. Acudieron decenas de personas al evento. En su mensaje, Antonio se preguntaba: ¿cómo pasamos de temer, hace 30 años, que se accidentaran nuestros hijos, a temer que entren a nuestra casa y nos maten? Invitó a los asistentes a empezar por cuidar a los niños –los propios y los ajenos–, a tratarlos y enseñarlos a tratar a otros como seres humanos. Un llamado que convierte el dolor punzante en posibilidad de esperanza; un llamado a atrevernos a volver a ser humanos, indispensable y urgente.

Los asistentes al evento del domingo en Toluca están convocando a una marcha ciudadana en esa ciudad el domingo 20 de marzo a las 4 de la tarde para protestar contra la violencia creciente en Toluca y para exigirle a las autoridades terminar con el cerco informativo que ha invisibilizado esta situación terrible.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/un-llamado-a-atrevernos-a-volver-a-ser-humanos.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2014/03/04/53160c6b498b5.jpg

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Más sobre el blindaje de la reforma educativa

Por: Blanca Heredia

En mi artículo de la semana pasada me preguntaba sobre si sería importante blindar la reforma educativa y, tras señalar que la idea de defenderla y buscar mecanismos para sostenerla sólo interesa si pensamos que esa reforma tiene elementos que vale la pena sostener, me concentré en las (muy importantes) amenazas externas que dicha reforma enfrenta de cara a las elecciones y el cambio de gobierno del 2018.

Para discutir en serio este asunto, conviene, sin embargo, reparar en el hecho de que la perdurabilidad de la reforma no sólo depende de amenazas externas, sino también de qué tan fuerte o débil es la reforma internamente para enfrentarlas. Dicho de otra manera, el grado de amenaza al que se ve sometida la sustentabilidad la reforma educativa depende tanto de factores externos (presencia y fuerza de factores o actores interesados en echarla abajo o de no prestarle la atención suficiente para que persista) como de factores internos (diseño e implementación) a la propia reforma.

Me explico:

Frente a una tormenta, por ejemplo, no da igual para la capacidad de respuesta y del nivel de daño, la calidad de la construcción del inmueble afectado. Tampoco da lo mismo si existen o no sistemas de alerta temprana, o la naturaleza y operatividad efectiva de los arreglos (formales o informales) que definen responsabilidades y formas de coordinación de los agentes a cargo de la gestión del inmueble o de la respuesta colectiva en caso de emergencias. En suma, un inmueble mal construido y una comunidad poco organizada serán más vulnerables frente a una disrupción exógena (no controlable) que una edificación más sólida y un grupo de personas mejor organizadas para lidiar con la ocurrencia de un desastre.

En el caso de la reforma educativa, detecto dos debilidades críticas de carácter interno que pudieran dificultar su perdurabilidad en el tiempo.

Ello, básicamente, pues exacerban su vulnerabilidad frente a posibles amenazas externas. Primero, el asunto relativo a la gobernanza y conducción tanto del propio proceso de reforma como del nuevo sistema educativo que busca producir esta. Segundo, los problemas y fallas en la implementación de las transformaciones concretas que, en conjunto, integran la reforma.

En materia de gobernanza, tanto sobre la transformación mandatada por la reforma como sobre el nuevo sistema que aspira a construir esta, identifico dos áreas de vulnerabilidad principales: la tensión y falta de claridad suficiente en lo tocante a la distribución de responsabilidades entre la SEP y el INEE, por un lado, y, por otro: confusión, falta de precisión, déficits en exigibilidad (enforcement) y jaloneos en lo que se refiere a los ámbitos de responsabilidad y capacidades concretas, respectivamente, del gobierno federal y los gobiernos subnacionales.

El gran demonio de cualquier cambio o iniciativa de política pública es la instrumentación. En el caso mexicano, ese demonio ha sido, una y otra vez, el enterrador más frecuente de muchos intentos –más o menos certeros– de impulsar transformaciones en muy diversos ámbitos de la vida nacional a través de nuevas acciones de gobierno y/o de modificaciones a normas o instituciones.

Los retos planteados para la instrumentación de una reforma educativa como la iniciada en 2013 son de sí enormes. Ello, por la multitud y diversidad de actores involucrados en hacerla realidad, por los importantes márgenes de discrecionalidad de los que disponen y requieren para ello dichos actores, así como por el tiempo (considerable) y el esfuerzo sostenido requeridos para hacer realidad los cambios propuestos.

A esa complejidad mayúscula de base, sin embargo, hay que sumarle ingredientes adicionales sobre cuya presencia o magnitud han tenido mayor control sus arquitectos. Entre otros: las fallas o lagunas en algunos aspectos de su diseño, mismas que dificultan su aplicación en términos técnicos; la sobrecarga burocrática producida por el alud acumulativo de iniciativas y programas en un muy breve espacio de tiempo; las tensiones e inconsistencias en el tiempo entre su aplicación strictu sensu y la necesidad de hacer pausas o excepciones para administrar presiones políticas; y la incapacidad de la reforma para generar ganadores claros y suficientes como para contrapesar a sus muchos perdedores.

De todo ello, lo que resulta es una reforma educativa que se asemeja a un edificio frágil. Frágil, no sólo por el largo trecho por recorrer para terminar su construcción, sino frágil, también, por los diversos huecos y vulnerabilidades (evitables y, quizá, todavía, remediables) frente a los posibles vendavales del 2018.

 

Tomado de:

Más sobre el blindaje de la reforma educativa

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¿Habría que blindar la reforma educativa?

Blanca Heredia

Sólo tiene sentido blindar algo cuando se considera valioso y se estima pudiera correr peligro. Evidentemente, todos los que se oponen a la reforma educativa en su conjunto, no tendrán ningún interés en evitar el que se revierta. Su interés estará, más bien, en aprovechar cualquier oportunidad para echarla abajo. En ese campo se ubican, los liderazgos de la CNTE y un número decreciente, pero significativo de sus bases.

Conviene no olvidar, sin embargo, que estos grupos cuentan con aliados potenciales latentes nada despreciables tanto dentro del magisterio como entre los políticos opuestos al gobierno actual.

En contraste, para todos los que pensamos que con limitaciones y todo, la transformación institucional en materia educativa apunta en la dirección correcta y debe ser continuada en sus aspectos centrales, el asunto de blindarlo de cara al 2018, resulta de vital importancia.

Crucialmente importante por varias razones, entre ellas, el que la reforma educativa requiera mucho más de dos años para consolidarse; el que las leyes no sean blindaje suficiente, y el hecho de que vivamos una situación política potencialmente muy amenazante para la continuación de esa reforma.

El tema de la temporalidad es bastante obvio. Un cambio educativo de fondo requiere tiempo, continuidad y persistencia para madurar y arrojar mejoras efectivas en calidad y equidad. Lo mismo para el caso de las leyes: en México, no son obstáculo para nada (excepto si eres pobre y no conoces a ningún poderoso). Lo tercero, si bien menos evidente, es clave. Enlisto a continuación, los principales riesgos y amenazas que enfrenta la supervivencia de la reforma educativa frente al cambio de gobierno del 2018.

Primero, los elementos nodales –fin al reparto discrecional por parte de líderes gremiales de plazas, promociones y canonjías para el personal docente y directivo– de la reforma del 2013 amenazan privilegios y hábitos de larga data de actores sociales con enorme poder electoral y político (en concreto: el magisterio organizado). Dado que, desafortunadamente, no hay todavía una masa crítica dentro de ese grupo comprometida (es decir, que le vaya la identidad y el salario en ello) con la reforma, la posibilidad de que pudieran apoyar su reversión es grande.

Segundo, la mayor parte de la sociedad mexicana no parece valorar mucho la calidad educativa ni interesarle especialmente el tema. Dado que, además y hasta el momento, la reforma no le ha aportado beneficios tangibles, no puede contarse con ella para defender su continuación.

Tercero, uno de los punteros, según las encuestas, para las presidenciales del 2018 –Andrés Manuel López Obrador– ha hecho público su apoyo a los opositores más recalcitrantes de la reforma educativa y de resultar electo, las probabilidades de que eche por la borda lo alcanzado hasta el momento en la materia es alto.

Cuarto, otra puntera –Margarita Zavala– para presidenta en el 2018, esposa de Felipe Calderón, durante cuyo mandato el poder discrecional y arbitrario del magisterio organizado alcanzó su punto culminante. Con base en ello y la incapacidad de su partido, cuando ha gobernado, para hacer algo distinto que exacerbar lo peor de la “gobernabilidad a la mexicana”, lo único esperable es que actúe desde la debilidad, o sea: termine echando la reforma a la basura.

Quinto, existen nulos indicios de que el puntero del PRI –Osorio Chong– mantenga el ímpetu actual a favor de la reforma educativa. Véase, por ejemplo, la centralidad y el comportamiento del subsecretario Miranda frente a la CNTE previo al cambio de titularidad en la SEP el año pasado.

Sexto, el “mal humor” de la sociedad mexicana provocado por tantos hechos abominables no aclarados por el actual gobierno, muy probablemente resultará en la generación de una alianza –formal o informal– antigobierno, dentro de la cual los opositores más directos a la reforma educativa tendrán enorme peso.

Séptimo, los apoyadores de la reforma son pocos y están muy divididos. Separados por ideología, pertenencia institucional, y aspectos que valoran y no de la reforma.

En suma, un panorama repleto de amenazas para que los alumnos mexicanos puedan adquirir y desarrollar los conocimientos y las habilidades para ser dueños de sus vidas y para contribuir a armar un país más justo y más próspero. Importa por ello y mucho, preguntarse sobre qué y cómo blindar la reforma educativa en curso. Interesa, pues de ello depende minimizar la probabilidad de que el que o la que llegue a la Presidencia de México en 2018 nos regrese a un país en que sea normal heredar plazas y no ocuparse de que los alumnos aprendan lo requerido para sobrevivir en el siglo XXI.

Fuente del articulo:http://www.educacionfutura.org/habria-que-blindar-la-reforma-educativa/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/03/morena-s22-300×160.jpg

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Escuela y sociedad

Por Blanca Heredia Blanca

Los sistemas educativos tienden a reflejar y a reproducir a las sociedades de las que son parte. Hay momentos, sin embargo, en los que la “concordancia” entre escuela y sociedad se vuelve problemática.

Durante muchas décadas, el sistema educativo mexicano presentaba afinidades electivas fuertes con la sociedad y la economía del país. Por el lado de la escuela, estas afinidades tenían algo que ver con los contenidos curriculares, pero anclaban fundamentalmente en prácticas cotidianas y recurrentes dentro y fuera del aula. Las escuelas mexicanas tenían como cometidos básicos: “fabricar mexicanos”; aportarle a los educandos los conocimientos y destrezas básicos requeridos para realizar actividades repetitivas (memorizar, repetir); y socializarlos en las peculiares maneras de sobrevivir un entorno marcado por múltiples esquizofrenias y fracturas.

Una función absolutamente central del sistema educativo consistía, así, en entrenar a niños y jóvenes para navegar con éxito una realidad en la que resultaba crucial, por ejemplo, priorizar la subordinación a la autoridad —de corte básicamente personal— por sobre casi cualquier otra cosa (entre otros, la información llegada a través de los sentidos), así como aprender a lidiar con la brecha pertinaz y gelatinosa, entre las reglas formales (por ejemplo, llegar a tiempo) y las reglas informales (la “puntualidad” depende de quien se trate) a través de las cuales se organizaba la convivencia efectiva entre desiguales profundos.

Durante mucho tiempo, los resultados educativos resultaron funcionales para una sociedad desigual, para una economía que crecía y que requería trabajo repetitivo, y para un sistema político en el que la materialización concreta de la “participación ciudadana” pasaba por la pertenencia—indispensable—en alguna corporación y/o en alguna red clientelar que exigía voto, asistencia a marchas y demás, a cambio de beneficios particulares, así como por el respeto a los repartos de poder vigentes.

La progresiva modernización social y económica del país, fue erosionando la funcionalidad del sistema educativo para el desarrollo del país. La liberalización económica, la descentralización política y la alternancia, terminaron por ampliar la brecha entre escuela y sociedad. Una economía integrada al mundo y un sistema político más plural y competitivo, parecían requerir otro tipo de escuela: una escuela productora de sujetos pensantes, críticos, creativos y autónomos.

El problema es que, como tantas otras veces, la apuesta mexicana por la modernidad de los 80 y 90, terminó siendo parcial y produciendo una exacerbación de las diferencias. El Mexiquito moderno y global, por un lado, y el Mexicote atrapado en las viejas formas y en los patrones de siempre. En lo educativo, la tensión se resolvió, también, separando: educación privada para los modernos o los que aspiran a ello, y educación pública para los atrapados sin salida, en un presente sin muchas ventanas. Solución muy imperfecta, pero funcional para la reproducción del status quo.

Imaginar otra escuela posible, una en la que la reproducción de la colectividad importe, pero en la que también importe darle alas a los niños y a los jóvenes mexicanos para que se hagan de sus propias vidas no pasa, prioritariamente, por pruebas estandarizadas o por despedir más o menos maestros. Pasa, primero que nada, por imaginar el país que queremos, y hacer de la escuela un vehículo central para darle viabilidad a ese proyecto colectivo.

bherediar@yahoo.com

Fuente del artículo: http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=207102

Imagen de uso libre tomada de :https://i.ytimg.com/vi/UjnshZ38GnQ/maxresdefault.jpg

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