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¿Unidad en torno a qué?

Por: Blanca Heredia

Los desplantes y el tono hostil de Trump hacia nuestro país han suscitado en México numerosos reflejos, actos y discursos a favor de la unidad nacional. No es nuevo ni extraño el que ataques o amenazas externos produzcan reacciones nacionalistas. De hecho, el apelar a la “unidad nacional” es y ha sido históricamente la respuesta más inmediata y más socorrida frente a las agresiones del exterior en muchísimos países y comunidades a lo largo de la historia.

Dos preguntas obligadas en relación a este asunto en México hoy, con todo, son ¿cuánta unidad? y ¿unidad en torno a qué?

En relación a la primera pregunta, suscribo lo argumentado por Jesús Silva Herzog Márquez en su columna del periódico Reforma la semana pasada. En suma, unidad sí, pero con límites claros. Dicho en otras palabras: bienvenida la unidad, siempre que respete y no ahogue la diversidad y la crítica.

En lo que se refiere a la segunda pregunta –¿unidad en torno a qué, a cuáles valores, a cuáles prácticas y objetivos comunes?–, me temo que, en el mejor de los casos, la discusión apenas comienza. Limitada y balbuceante aún, esa conversación resulta fundamental y tendríamos que darle máxima prioridad.

Como bien recordaba Rolando Cordera en un foro reciente sobre México frente a Trump, al fin de la guerra de 1847 vs los Estados Unidos, Mariano Otero señalaba que la derrota era el resultado de la falta de unidad entre los mexicanos y que esa misma derrota obligaba al país, si acaso quería ser un proyecto viable a futuro, preguntarse sobre los valores fundamentales que vinculaban a los mexicanos.

A casi siglo y medio de distancia, nos toca volver a identificar, discutir y acordar cuáles valores, prácticas y objetivos compartidos en concreto nos vinculan y pudiesen darle sustento a México como comunidad política independiente de cara al futuro. ¿La libertad sin responsabilidad? ¿Máximas y guías para la acción tales como “obedézcase, pero no se cumpla”? ¿Privilegios sin fin para unos cuantos y falta de los derechos y las oportunidades más elementales para los más? ¿Usufructo privado de los bienes y recursos públicos?
¿Desdén y falta de cuidado por lo que es de todos? ¿Discriminación sistemática por género, por color de piel y por condición socioeconómica?

Todo lo anterior abunda en México como práctica regular y cotidiana. Estos patrones de comportamiento y los valores que los orientan no ofrecen, evidentemente, un catálogo de rasgos distintivos de México que sea defendible o siquiera pronunciable en público. Tampoco dan, desde luego, para cimentar una comunidad de propósitos que nos permita sobrevivir y, sobre todo, prosperar en conjunto como integrantes de una misma colectividad nacional, digna de autogobernarse.

Diversos políticos han expresado en días recientes que valores tales como la igualdad y la justicia, contenidos en la Constitución mexicana, son los que nos unen y fundamentan nuestra existencia como nación.

¿De veras? Si así es, ¿cómo explicar el que nuestro sistema de justicia sea tan extremadamente precario y fragmentario, y el que México siga siendo, a pesar de la Revolución Mexicana y a un siglo de promulgada la Constitución de 1917, uno de los países más desiguales del mundo?

Si la igualdad y la justicia son los valores que más nos vinculan, ¿cómo explicar que de toda la infinidad de reformas “estructurales” que han impulsado diversos gobiernos y coaliciones en las últimas décadas, la de acceso a la justicia, sobre la que ha escrito tan insistente y lúcidamente Ana Laura Magaloni, no haya siquiera entrado en la agenda? Si tanto nos une y nos importa a todos la igualdad, por qué causó tanta oposición y tanto conflicto la propuesta de elevar el salario mínimo, mismo que, como sabemos todos, hace rato no da para acceder a ningún mínimo de nada?

Irnos, como venimos haciéndole, en particular desde la época de la Reforma, por lo puro aspiracional al momento de definir los valores que supuestamente nos unen, ha terminado, una y otra vez, reproduciendo la brecha entre el país ideal (legal) y el país real. Esa brecha ha dado para medio gobernar el país a base de excepciones, discrecionalidad y corrupción. Mantener hoy esa distancia entre aspiración y realidad como argamasa fundamental para mantenernos juntos no dará para mucho más y ni siquiera queda claro que nos alcance para enfrentar con mediano éxito las amenazas y desafíos que tenemos delante.

Sería hora de invertir tiempo en pensar, colectivamente y en serio, qué nos une efectivamente y qué de eso que nos une valdría la pena mantener.

A reserva de ir construyendo alguna narrativa que pudiera ayudar a pegarnos, considero que, la coyuntura crítica que enfrentamos, tendría que llevarnos a enfocarnos en tres tareas centralísimas: construir las vías para darle a todos los mexicanos acceso a la justicia; reconocer que el sistema educativo está roto y comenzar, en los hechos, a refundarlo; y diseñar nuevos mecanismos institucionales efectivamente capaces de procesar nuestros conflictos y diferencias. En suma: empezar a armar en la realidad el piso mínimo indispensable que pudiera unirnos para poder imaginar, desde ahí y entre todos, una unidad nacional distinta a la de unos cuantos lucrando con ella a expensas del resto.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/unidad-en-torno-a-que/

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Migración de retorno, la posibilidad de ganar o de volver a perder

Blanca Heredia

La llegada de Trump a la Presidencia de Estados Unidos nos plantea una oportunidad y una responsabilidad central. Se trata de un punto de quiebre en el que tendremos que decidir si hacemos frente a la situación o si seguimos enconchados en nuestra mediocridad. La migración de retorno nos planta frente a la opción de renovarnos o perder.

Ante un alud no previsto de mexicanos o nacionales americanos (menores hijos de padres mexicanos indocumentados) que pudiesen regresar a México –como resultado tanto del endurecimiento de la política migratoria de Trump, así como del posible aumento de hostigamiento, discriminación y violencia en contra de los mexicanos que residen en Estados Unidos– resulta fundamental prepararnos.

Mónica Jacobo, experta en el tema e investigadora de la unidad especializada en educación y política educativa del CIDE, señala que debemos prestar especial atención a la interfase de este tipo de migración con el sistema educativo. Ello, básicamente, pues no abrir de par en par las escuelas del país para acoger a los migrantes de retorno, así como no generar mecanismos para validar de manera fácil y expedita sus estudios y sus competencias laborales, además de tremendamente injusto, resulta miope y absurdo.

Entre 2009 y 2015, fueron deportados a México alrededor de 2 millones de personas de forma forzada o semiforzada, la mitad de quienes se ubicaban entre los 15 y 29 años. De estos últimos, 7 de cada 10 requerían ser admitidos en alguna escuela o universidad, o bien, les hacía falta revalidar sus estudios para poder insertarse en el mercado laboral formal de manera digna y productiva.

Para la inmensa mayoría, sin embargo, la posibilidad de inscribirse a una escuela, así como de graduarse y/u obtener el certificado oficial de los estudios cursados en Estados Unidos ha significado enfrentarse a un verdadero vía crucis. Entre los requisitos –rocambolescos– solicitados por las autoridades mexicanas para ello: acta de nacimiento traducida por perito profesional y apostillada, así como certificados de estudios también apostillados y traducidos por peritos profesionales. Por su peculiar situación migratoria, muchos de ellos no contaban con esos documentos o bien con los recursos para cubrir el costo de todos esos trámites (costo aproximado entre 8 y 10 mil pesos).

El trámite se vuelve más complejo para ser admitido en una institución de educación superior mexicana o para revalidar la cursada y/o completada en Estados Unidos, pues se requiere, además de cumplir con los requisitos mencionados para básica y educación media superior, comprobar que el programa de estudios universitarios cursado en Estados Unidos sea similar al de una universidad mexicana en, al menos, 75 por ciento.

En el verano de 2015, y gracias a la labor de un grupo de organizaciones sociales y académicos, así como de la sensibilidad de la Subsecretaría de Educación Básica de la SEP, esos requisitos (absurdos y carísimos) se redujeron de forma significativa para primaria, secundaria y educación media superior.

Desafortunadamente, la buena nueva ha tardado en llegar a las escuelas y, como resultado de ello, muchos niños y jóvenes retornados siguen sin poder acceder a la educación formal y/o a certificados de estudios.

Frente a la posible exacerbación de esta problemática, el pasado 17 de enero, el presidente Peña Nieto anunció que para los estudiantes de educación básica no será necesario exhibir documentos, y sólo se requerirá presentar un escrito por parte de los interesados, de tal manera que la responsabilidad de la revalidación queda en manos de la institución que reciba al estudiante.

En cuanto a la revalidación de títulos y estudios de los migrantes de retorno, el secretario de Educación, Aurelio Nuño, dio a conocer que a partir de febrero se harán públicos nuevos lineamientos orientados a simplificar y facilitar dichos procesos.

Las medidas anunciadas constituyen una muy buena noticia. Restan, sin embargo, diversos temas centrales por atender. En primerísimo término, el que las autoridades lancen una campaña de comunicación para sensibilizar a la población sobre el valor de los migrantes de retorno, así como y en especial, para darle a conocer a todas la instituciones educativas los nuevos lineamientos para la admisión, emisión de títulos y reconocimiento de estos para los migrantes de retorno, a fin de que los cambios normativos no se queden en letra muerta.

Dos asuntos adicionales a los que las autoridades tendrían que prestar atención son los siguientes. Primero, iniciar los trabajos para simplificar los trámites generales de acreditación de identidad para los migrantes de retorno, pues este parece ser el mayor cuello de botella, también, para su inserción laboral. Segundo, empezar a pensar cómo tendríamos que acometer la tarea más compleja de ofrecerles a aquellos en edad escolar la educación y el trato que requieren para potenciar sus saberes, destrezas y actitudes distintivas en beneficio de la colectividad en su conjunto. La transformación en curso del Modelo Educativo mexicano ofrece una oportunidad privilegiada para ello.

Si no tomamos las medidas necesarias, nuestros connacionales vuelven a perder y perdemos todos debido a nuestra incapacidad como país para darles oportunidades de formación y crecimiento, así como para aprovechar sus saberes y talentos.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/migracion-de-retorno-la-posibilidad-de-ganar-o-de-volver-a-perder.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/09/28/57ec0fb85c70b.jpg

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Cambio de época, ¿qué significa?

Blanca Heredia

Vivimos un cambio de época. Muchos lo han señalado. Parece cada vez más claro: dejamos atrás un momento histórico y nos encontramos al inicio de otro distinto. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos es el signo más visible de este quiebre entre un “algo” que se cierra y otro “algo” que comienza.

Hay, con todo, muchos otros signos de lo mismo.

Pero, ¿qué significa exactamente eso de “cambio de época”, en qué consiste, por qué importa y qué implica?

Un cambio de época supone una transformación en la estructura real del mundo, pero también y sobre todo, una experiencia compartida de que la partitura básica que, hasta antes del quiebre, nos permitía organizar significados y sentidos inteligibles, resulta cada vez más inútil para entender el mundo e intentar predecirlo. Una situación análoga a como si, de pronto, las notas musicales asociadas a las teclas de un piano dejaran de emitir los sonidos previsibles desde la pauta vivida como cierta. Fa cuando pulsamos la tecla Do y Sol cuando pulsamos la negrita del Fa menor. Y eso, a veces, a ratos, y a ratos otra cosa; todo desordenado, todo patas para arriba.

Así es este cambio de época que estamos viviendo. A eso sabe, así se siente. Patrones, asumidos como inmutables, evaporándose. Dificultad in crescendo para construir narrativas, explicaciones, mediciones y predicciones que nos permitan entendernos y sentir que entendemos y controlamos el mundo que nos rodea.

El presidente del país (todavía) más poderoso del mundo insultando en público a las mujeres, a los musulmanes, a los chinos y a los discapacitados, con un lenguaje aparatosamente hostil y soez, sin que le cueste nada. Ese mismo señor asumiendo el poder, exudando (desde el cuerpo) furia y deseo de venganza, en lugar de como solía ser común y esperable, felicidad generosa por tener el honor de representar, al más alto nivel, a todos los suyos. El mismo sujeto diciendo, también en público y al día siguiente, que había habido sol en su toma de posesión, cuando, en la realidad vista y experimentada por todos, sólo había habido lluvia.

Mentiras flagrantes y grotescas emitidas por una figura dotada de enorme poder y, por su cargo, autoridad, sin consecuencias. Película de terror transcurriendo en la vida real y los habitantes de Estados Unidos desayunando más o menos como si nada la mañana del domingo.

Reitero, partitura básica rota; el sentido y significado, asumido como cierto y natural, de los actos, los gestos y los eventos volando por los aires.

Dos ejemplos, adicionales y especialmente elocuentes y concretos, de este cambio de época, entendido como quiebre de la partitura básica de regularidades y significados, son: la creciente inutilidad de las encuestas y la transformación de las líneas divisorias (cleavages) en el electorado de Estados Unidos y otros tantos países.

Durante muchas décadas, las encuestas proveyeron a gobiernos, políticos, empresas y ciudadanos instrumentos de medición centrales para conocer las preferencias de las personas y para estimar las decisiones probables de votantes y consumidores en el futuro. Ese poder de las encuestas ha venido a la baja y está haciendo agua, fundamentalmente, porque los supuestos (la partitura básica) en los que se fincaban se corresponden cada vez menos con la realidad. Los ejemplos de ello abundan, entre otros: Brexit, Colombia, elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las empresas grandes hace tiempo tomaron nota y han venido desarrollando nuevas formas (fundamentalmente, cualitativas) para conocer los hábitos de sus consumidores. Gobiernos, políticos y público en general estamos rezagados y crecientemente desnudos de guías y referencias.

Ha venido ocurriendo algo similar en relación a los perfiles de los votantes y los clivajes electorales. Hasta hace poco en Estados Unidos, por ejemplo, la probabilidad de que una persona con altos ingresos votara republicano tendía a ser alta. En la elección presidencial de 2016, sin embargo, un número creciente de ricos votaron demócrata.

En sentido similar y siguiendo con Estados Unidos, solía ocurrir –en particular, desde Reagan y hasta antes de Trump– que una persona contraria al aborto tendiese a estar a favor del libre comercio y a votar republicano.

En la última elección presidencial de ese país, sin embargo, una proporción muy importante del voto por el candidato presidencial republicano provino de votantes que estaban, al mismo tiempo, en contra del aborto y en contra del libre comercio.

Otra vez: la vieja partitura que nos hacía comprensible el mundo, rota.

En un momento histórico marcado por la inoperancia de las viejas certezas y por el aumento exponencial de la imprevisibilidad y la incertidumbre, encuentro que tenemos como individuos y como país tres sopas posibles. Primero, aferrarnos a la partitura rota y seguir haciendo encuestas y/o construyendo escenarios “probables” a partir de ella. Segundo, dejarnos avasallar por la incertidumbre y el miedo, y quedarnos pasmados. Tercero, asumir de lleno, que, frente al quiebre de las regularidades, significados y certezas conocidas, como dijera Abraham Lincoln (en su propio cambio de época); “La mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. Es decir y a pesar de sus muy incómodos riesgos, jugárnosla y construirnos futuro. ¿Por cuál votan?

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/cambio-de-epoca-que-significa/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2017/01/588785a065c1d.pn

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La pregunta: ¿cómo hacer relevante la escuela?

por: Blanca Heredia

Hoy, en México y en el mundo, muchos se preguntan cómo lograr que las escuelas puedan ofrecerles más y mejores conocimientos, habilidades y oportunidades de desarrollo a todos alumnos. Un grupo muy vocal e influyente argumenta que la clave está en elevar la calidad de sus maestros. Otros abogan por factores adicionales y muy diversos que van desde atajar la desintegración familiar hasta mejorar la infraestructura escolar, diseñar planes de estudio, estrategias, y materiales pedagógicos más pertinentes para la empleabilidad, pasando por reducir número de alumnos por maestros, mejorar las relaciones al interior del aula, y/o incorporar más tecnología y uso más apropiado de esta, entre otros.

A pesar de su gran diversidad, la mayoría de las propuestas disponibles para mejorar la calidad de la escuela comparten dos elementos centrales. Primero, la premisa según la cual ésta sigue teniendo un lugar central en nuestras sociedades y, sobre todo, una función y un significado social claro, inteligible y, más o menos compartido, para los diversos actores que participan en ella. Segundo y basado en lo anterior, un énfasis común en lo instrumental. Es decir, en las acciones requeridas para mejorar la capacidad de los centros escolares –entendidos como centrales y dotadas de una función social clara para todos– para producir mejores aprendizajes.

Se entiende que si uno ya sabe en qué radica la importancia de la escuela y para qué sirve esta, no tenga sentido preguntárselo y sea lógico concentrarse en los “cómos”. El problema es que estamos ante una situación en la que las respuestas heredadas y conocidas frente a las preguntas de ¿por qué y para qué la escuela? están haciendo agua por todas partes.

Basten, al respecto, unos cuantos indicios de hasta qué punto el lugar social de la escuela, durante muchísimo tiempo asumido colectivamente como claro, central y permanente, está en entredicho en la actualidad.

o Crisis de todas las figuras y referentes de autoridad en una gran cantidad de sociedades. Esta tendencia global ha venido erosionando las relaciones tradicionalmente jerárquicas al interior de las escuelas y las familias y, al mismo tiempo, está haciendo difícil la posibilidad de generar nuevas formas de autoridad entre generaciones y personas con diferentes roles. Como resultado de ello, se observan dificultades crecientes para construir relaciones entre alumnos y maestros, entre maestros y directivos, así como entre padres de familia, docentes y autoridades escolares mínimamente funcionales para hacer posible la convivencia ordenada y civilizada, así como procesos de enseñanza–aprendizaje efectivos al interior de los centros escolares.

o Niños y jóvenes que pasan hoy más tiempo conectados al internet que en el salón de clases. En México, según el Estudio sobre los Hábitos de los Usuarios de Internet en México, 2016, 7 horas con 14 minutos diarios en promedio para el conjunto de los internautas mexicanos (59% de la población total), más de la mitad de quienes se ubicaban entre los 13 y 34 años en 2015. En muchos otros países situación similar: alumnos más horas en el internet que en la escuela… y creciendo.

o Estudiantes, en México y muchos otros países, para quienes acumular años de escolaridad no se traduce necesariamente en un empleo seguro o en un mejor salario. Ello, en parte por carencias de las escuelas, pero también y sobre todo, porque, debido a la internacionalización económica y la automatización de un número creciente de empleos, no se están produciendo –en buena parte del mundo– la cantidad y calidad de puestos de trabajo requeridos para incorporar productivamente al mercado laboral a los jóvenes que egresan de los distintos niveles de la educación formal.

¿Resultados de todo lo anterior? Más y más alumnos “desengachados” de lo que ocurre en sus aulas, creciente abandono escolar, más embarazos adolescentes, más violencia en los lugares históricamente diseñados para producir civilidad, y “aprendizajes” no sólo deficientes, sino carentes de un significado compartido y un valor reconocible.
Para atender los desafíos que enfrenta en la actualidad la enseñanza escolarizada resulta de la máxima prioridad hacernos cargo de que la pregunta central no es cómo mejorar la escuela (suponiendo que ya sabemos para qué sirve), sino cómo hacerla relevante, especialmente para los que la viven y la construyen cotidianamente, juntos.

Esa pregunta puede hacerla cada maestro y cada directivo. Como lleva haciéndolo, con enorme creatividad, pasión e inteligencia, Lila Pinto, directora de la escuela Maguen David en la Ciudad de México, como condición de posibilidad, de una transformación educativa integral y de fondo. En concreto, preguntándole a los alumnos y a los docentes de su escuela qué los mueve, qué los inquieta como seres humanos más allá de la escuela, pues sólo desde ahí es posible reimaginar una escuela que tenga sentido para aquellos que la habitan.

En México y en el mundo hay muchos directores y maestros como Lila, pero todavía son insuficientes. Necesitamos muchos más de ellos para que las escuelas, en lugar de seguirse desfondando, sean espacios privilegiados para humanizarnos, reconocernos y aprender a convivir unos con otros, y para darnos los saberes y las destrezas para construir vidas que valgan la pena y tengan sentido tanto en lo individual como en lo colectivo.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-pregunta-como-hacer-relevante-la-escuela/

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México en PISA 2015: sobre la urgencia de transformar la educación nacional

Por Blanca Heredia

Ayer se hicieron públicos los resultados de la 6ª edición de la prueba PISA de la OCDE (2015) en la que participaron 72 países y economías distintas. Si bien se evaluaron, como en todas las ediciones de esa evaluación, los niveles de dominio de alumnos de 15 años en tres competencias –lectura, matemáticas y ciencias–, el énfasis en 2015 estuvo en el área de ciencias.

Como en ocasiones anteriores, los puntajes obtenidos por los alumnos mexicanos fueron muy deficientes, cosa que sigue revelando carencias y vicios muy importantes en el sistema educativo en su conjunto. Las medias para México fueron: 416 para ciencias, 423 para lectura y 408 para matemáticas. Ello nos ubicó en el último lugar de los países de la OCDE y a los estudiantes mexicanos aproximadamente dos grados escolares por debajo del promedio OCDE en las tres áreas.

En relación al puntaje promedio de los 72 de participantes en PISA 2015 (muchos ellos con PIB per cápita muy inferiores al nuestro), México tampoco salió bien librado. Tales promedios fueron: 466 en ciencias y 462 tanto en lectura como en matemáticas, lo cual indica que los alumnos mexicanos presentan niveles de aprendizaje en ciencias, lectura y matemáticas de poco más de un grado escolar menos que el promedio de los estudiantes en todos los participantes en la prueba en 2015.

Por otra parte, si miramos la evolución de los puntajes promedio de México a lo largo del tiempo, observamos pocas variaciones. Aumento en matemáticas de 2000 (1ª edición de la prueba) a 2015 y prácticamente ningún cambio en lectura y en ciencias. En suma, a pesar de evaluaciones y más evaluaciones, los niveles de aprendizaje de los niños y jóvenes mexicanos, se han movido muy poco.

Llama la atención, con todo, el que, visto a lo largo del tiempo, resulte que el comportamiento de México no sea tan atípico. Sorprende, de hecho, que los puntajes promedio de los estudiantes de los países de la OCDE se hayan mantenido, en promedio, constantes para lectura de 2000 a 2015, y hayan experimentado, también en promedio, los decrementos siguientes: -5 puntos en ciencias entre 2006 (edición en el que ciencias fue también el foco de la evaluación) y 2015, y -8 puntos en matemáticas entre 2003 (1ª edición en la que el énfasis recayó en esa área) y 2015.

Conviene subrayar, por otra parte, que estos promedios para el conjunto de la OCDE, si bien sorprendentes, esconden diferencias muy importantes entre países en lo que hace a pérdidas/ganancias en relación a ediciones anteriores de PISA.

En el caso de lectura, constatamos así que, mientras Chile, Letonia y Portugal registraron aumentos de 49, 30 y 28 puntos entre 2000 y 2015, Finlandia, Australia e Islandia vieron caer sus puntajes en lectura en el mismo período en 20, 25 y 25 puntos, respectivamente. En el área de matemáticas ocurre algo similar: aumentos significativos en Portugal (+26), Italia (+24) y México (+23) entre 2003 y 2015, lado a lado de decrementos importantes en Nueva Zelandia (-28), Australia (-30) y Finlandia (-33) durante el mismo período. Finalmente, en lo que hace a ciencias, observamos una situación parecida: incrementos, entre 2006 y 2015, en los puntajes promedio de los alumnos de Portugal (+27), Israel (+13) y Noruega (+12) y caídas considerables en Hungría (-27), República Eslovaca (-28) y, de nuevo, Finlandia (-33), país OCDE con el decremento más importante en ese período en ciencias.

Tanto las nulas ganancias registradas para el conjunto de los países OCDE, en promedio y a lo largo del tiempo, como las muy notorias diferencias entre esos países a este respecto merecen y exigen un análisis detallado que excede los límites de este texto. Por su importancia, sin embargo, conviene, por ahora, al menos, mencionarlas.

Si bien una primera conclusión que puede extraerse de PISA 2015 es que el no-avance de México no está necesariamente suponiendo un retroceso en relación, al menos, al resto de los países OCDE en términos relativos, dado que estos tampoco parecen estar mejorando mucho en promedio, resultaría clave no bajar la guardia. Básicamente, pues los resultados mexicanos siguen siendo enormemente deficientes y lo que ello implica, en concreto, es que el sistema educativo mexicano debe emprender una transformación de fondo a fin de que los niños y jóvenes del país cuenten con los saberes, destrezas y actitudes requeridos para enfrentar un mundo cada vez más complicado. En breve, el principal mensaje de PISA 2015 para México es que urge una transformación que les permita a los alumnos ser dueños de su futuro y coconstructores de un país y un mundo vivibles, en un escenario global crecientemente complejo, competitivo y, en muchos sentidos, adverso a los valores que subyacen la posibilidad de combinar la democracia, la prosperidad, la decencia y la diferencia entre lo cierto y lo opinable.

Twitter:@BlancaHerediaR

 

Fuente: http://www.educacionfutura.org/mexico-en-pisa-2015-sobre-la-urgencia-de-transformar-la-educacion-nacional/

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Trump o la impredecibilidad como estrategia

Blanca Heredia

El 9 de noviembre en un foro de discusión sobre la post-elección en la Brookings Institution, el moderador de la mesa abrió diciendo, algo así como: “hay que empezar por reconocer abiertamente que no sabemos qué nos espera con Donald Trump como presidente.” Afirmación entendible, sin duda, si tomamos en cuenta que se trataba del día siguiente de la elección. Comprensible, sobre todo, considerando que la victoria de alguien como Trump resultó muy sorpresiva y colocó a Estados Unidos, incluyendo a sus analistas políticos más avezados, frente a una situación inédita en muchos sentidos.

Un empresario de bienes raíces obsesionado con las letras de su nombre en doradito, un conductor de un reality show con un ego descomunal y cero experiencia política a punto de convertirse en presidente. Ningún precedente.

Hombre sagaz, amante del riesgo, sin principios distintos al de su propio engrandecimiento, que había ofendido brutalmente a minorías étnicas, mujeres y discapacitados durante su campaña a cargo del gobierno del país más poderoso del mundo. Inédito. Manipulador consumado, mentiroso descarado, sujeto dispuesto y capaz de saltarse todas las trancas (incluyendo las de la decencia más básica), bully completo a unas semanas de convertirse en el jefe del ejecutivo de Estados Unidos de América. Nunca visto.

El perfil de Trump ayuda a explicar el comentario inicial del moderador de aquella mesa de discusión en la Brookings al día siguiente de la elección. También echa luz sobre ese “no sabemos que nos espera” reiterado una y otra vez en los medios, en los análisis y en las charlas de café desde aquel 8 de noviembre.

A la percepción generalizada de incertidumbre generada por la realidad Trump-presidente-electo han contribuido elementos adicionales. Entre otros: sus retracciones a medias, expresadas en lenguaje profundamente ambiguo, en relación a algunas de sus promesas de campaña (cambio climático, por citar uno); la forma en que dio su única retracción clara hasta el momento, es decir su decisión de no procesar judicialmente a Hillary (en partes, como en una novela de suspenso); su manejo, primero aparentemente caótico y, más tarde, directamente, teatral o, mejor dicho, televisivo de la conformación de su equipo de gobierno; y su personalísimo estilo en materia de comunicación (ninguna conferencia de prensa, acceso limitado de la fuente noticiosa a su entorno, y, de vez en vez, ráfagas de comunicación directa a través de su cuenta de Twitter).

¿Es esta incertidumbre viscosa resultado simplemente de la llegada al poder de un personaje rocambolesco y temperamentalmente inestable?

¿Es tan sólo el producto previsible de esa su personalidad inflada y atípica en combinación con su falta completa de experiencia en el gobierno? Pudiera ser.

La impredecibilidad que produce Donald Trump pudiera ser, sin embargo, otra cosa. No un efecto colateral de su personalidad descontrolada y de su inexperiencia en las artes del gobierno, sino un resultado intencional y deliberado.

En suma, no una consecuencia natural y no intencionada de las peculiaridades del personaje, sino una estrategia explícitamente pensada para mantener a todos en ascuas y para mandar, con ello, el mensaje, una y otra vez, de que el único en control de las cosas es Trump-el-dueño-del-circo.

Como bien señala Pete Wehner, quien escribía discursos para George W. Bush, citado en un artículo de opinión reciente en el Financial Times: “El Sr. Trump vive y goza de crear suspenso e impredecibilidad. Ve al mundo como su escenario y a sí mismo como la estrella principal”.

Producir suspenso, sorprender y mantener a su público en la incertidumbre con respecto a lo siguiente que va a hacer o decir es lo suyo. Es parte central de lo que explica su éxito en televisión, su notable capacidad para comunicar y entretener, así como su enorme habilidad para vender y venderse.

Donald Trump es un tejedor de historias, en particular, de historias de suspenso. Además de captar la atención del público, ese suspenso le ha servido y le sirve, también, para hacerse del control del tablero.

Básicamente, pues le permite vulnerabilizar a los otros manteniéndolos en la duda y en la expectativa, al tiempo que le ofrece la ocasión para presentarse como el que controla los hilos de los que el resto penden.

Si, en efecto, Trump está utilizando las estrategias que tan buenos resultados le dieron en el mundo del entrenamiento y en la propia campaña presidencial como arma en el ejercicio del poder presidencial, las certezas que muchos esperan después de que asuma su cargo, serán mucho menos ciertas de lo esperado. Más bien, si su manera de operar como presidente es la de provocar impredecibilidad deliberadamente, es posible que lo que tengamos enfrente sean años interminables de incertidumbre y más incertidumbre.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/trump-o-la-impredecibilidad-como-estrategia/

Fuente de la imagen:http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2016/11/5839b8e074b64.jpg

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¿Qué hacer frente a Trump? Más allá de la estrategia avestruz

Blanca Heredia

Enterrar la cabeza en el suelo cuando la realidad no nos gusta tiene, sin duda, ventajas. Te permite desentenderte de la realidad y seguir con tu vida como si nada. Frente a una amenaza como la que representa Trump para México, la “estrategia avestruz” del gobierno de México constituye, sin embargo, una irresponsabilidad mayúscula.

Pero, más que lamentarnos, conviene tomar nota y actuar en consecuencia. Como me decía una amiga muy sabia el otro día: “para hacernos cargo de lo que significa Trump para los mexicanos, el modelo a seguir es el terremoto de 1985”. Tiene razón.

Esperar que el gobierno nos proteja frente al tsunami que se nos viene encima resulta, sobre la base de la experiencia acumulada, ingenuo.

Ojalá el gobierno reaccione. Lo más sensato sería asumir, con todo, que el gobierno seguirá pasmado y que nos toca a los ciudadanos actuar y organizarnos. Si los responsables del poder político se avispan tanto mejor; si no, al menos, habremos construido algunas líneas de defensa.

A los convencidos de que Trump se moderará, de que las instituciones de la democracia norteamericana le impedirán cumplir sus promesas de campaña, o de que los propios republicanos lo frenarán les recomiendo leer el discurso que pronunció Trump en Gettysburg en septiembre pasado sobre sus prioridades para sus primeros 100 días en caso de ser presidente y contrastar este, en particular en lo relativo a México, con su entrevista en el programa 60 minutos el domingo 13 de noviembre ya como presidente electo. Les sugiero también tomar en cuenta que, de acuerdo a los muchos estudios académicos al respecto, los presidentes de Estados Unidos, de 1968 a la fecha, han cumplido con cerca del 70 por ciento de sus promesas de campaña.

A continuación algunas primeras ideas sobre qué hacer frente a la muy seria amenaza que Trump representa para México.

En el plano interno:

1.- Exigirle al gobierno federal una respuesta inteligente, digna, templada y oportuna, pero evitar confiarnos en que logrará articularla.

2.- Construir coaliciones amplias y diversas en términos sociales, ideológicos y partidistas para identificar riesgos y vulnerabilidades críticas, así como para construir propuestas y estrategias operables. En concreto: hacer a un lado –por el momento– nuestras profundas diferencias, olvidar (aunque sea un rato) la obsesión con respecto a quién ganará el 2018, tender puentes, escucharnos recíprocamente y trabajar juntos para cuidar el país de todos.

3.- Desarrollar estrategias para recibir y aprovechar los activos de los que disponen los migrantes de retorno, tanto los que deportó Obama y que no hemos sido capaces de integrar al país como los que pudiese deportar Trump. Entre otros, exentar, de entrada, de requisitos tales como actas de nacimiento, CURP, certificados de estudio y demás a los migrantes de retorno en edad escolar para ingresar a las escuelas y las universidades mexicanas; ampliar los programas de repatriación para académicos mexicanos que residen actualmente en Estados Unidos; generar o fortalecer programas para recibir a científicos y académicos estadounidenses de alto nivel. En el ámbito laboral: simplificar al máximo los trámites y requisitos para que los migrantes de retorno puedan incorporarse al mercado laboral formal e impulsar iniciativas para que las empresas los recluten proactivamente; generar programas intensivos de capacitación para la enseñanza del inglés a fin de permitir que los migrantes de retorno que dominen esa lengua puedan convertirse en maestros de inglés; y diseñar mecanismos para identificar los perfiles y habilidades profesionales de los migrantes de retorno adultos y empatarlos con programas de desarrollo productivo a nivel regional.

4.- De cara a la caída de la inversión y a la posible abrogación del TLCAN: mirar al mercado interno y darle prioridad máxima a la generación de empleo.

En relación al vecino del Norte:

5.- Entorpecer y retardar lo más posible, (a través de acciones legales, por ejemplo), la concreción de aquellas decisiones y medidas del gobierno de Trump con mayores costos para México (migración, comercio e inversión, principalmente).

6.- Identificar aliados en distintos sectores y regiones de Estados Unidos, y generar alianzas con ellos en relación a temas migratorios, comerciales, medioambientales y culturales, entre otros.

7.- Emplear la amenaza de suspender la guerra contra las drogas por parte del gobierno en México como carta de negociación con el gobierno de Trump en temas distintos al de la seguridad.

8.- Desarrollar un sistema de monitoreo que permita a la autoridades mexicanas alertar a los viajeros y estudiantes mexicanos sobre incidentes de discriminación, acoso y violencia contra los mexicanos en Estados Unidos.

9.- Impulsar acciones que faciliten la emigración de los baby-boomers estadounidenses a México.

En relación al resto del mundo:

10.- Promover acercamientos y alianzas con el gobierno, el sector privado, las OSCs y la academia de Canadá.

11.- Identificar países y organizaciones aliados a nivel internacional para enfrentar los riesgos que implica Trump, y fortalecer vínculos y acciones con ellos tanto a nivel bilateral como multilateral.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/que-hacer-frente-a-trump-mas-alla-de-la-estrategia-avestruz.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/11/21/583386cfab03d.jpg

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