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¿Más destrucción institucional?

Blanca Heredia

Las instituciones formales fuertes nunca han sido lo nuestro. Contra viento y marea, sin embargo, a lo largo del siglo XX y, también, a principios del siglo XXI, los mexicanos fuimos capaces de construir una pequeña constelación de instituciones estatales que han contribuido decisivamente –aunque cada vez con mayores dificultades– a apuntalar la estabilidad y la gobernabilidad del país.

Destacan, entre la que fueron formalmente creadas o fortalecidas entre finales del siglo pasado y el comienzo del que corre, las siguientes: el Banco de México, el Instituto Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral), el Instituto Federal de Acceso a la Información (en la actualidad: Instituto Nacional de Acceso a la Información) y el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).

Me concentro en las citadas arriba, pues encarnan mejor que otras –tanto en su arquitectura legal e institucional, así como en el perfil de las personas seleccionadas para comandarlas en su primera etapa en el caso del IFE y del IFAI y, desde su fortalecimiento y hasta la fecha, en lo que toca a Banxico e Inegi– la voluntad política de crear instituciones dignas de tal nombre. Es decir, de armar entidades públicas en las que el comportamiento de sus integrantes estuviese constreñido por arreglos organizacionales y normas legales capaces de asegurar (o al menos maximizar) imparcialidad, objetividad y rigor técnico y , con ello, ofrecer certidumbre en el manejo de elementos clave (el dinero, los votos, la información sobre la operación del gobierno, y la información estadística y geográfica de México) para el funcionamiento económico y político de la colectividad.

Para funcionar y ser mínimamente viable, cualquier sociedad requiere de asideros que la provean de certidumbre en áreas básicas. Ello es así, especialmente en contextos en los que las fuentes de incertidumbre más allá del control de dicha sociedad se multiplican.

La creación o fortalecimiento de las instituciones mencionadas arriba se da en México justo en ese tipo de contexto. Uno marcado por el fortalecimiento y diversificación de las fuentes de incertidumbre, tanto económica como política, derivados del quiebre del modelo partido hegemónico/economía cerrada, así como del tránsito al mercado y a la competencia electoral efectiva. En un contexto así resultaba de vital importancia –para ordenar la convivencia, así como para maximizar los potenciales beneficios del giro a una economía abierta y un sistema político competitivo– proveerle al país anclas ciertas en temas nodales (el valor del peso, de los votos y la información requerida para operar y planear).

Fue en parte la convicción de actores clave dentro y fuera del gobierno, pero sobre todo la necesidad y la incapacidad de ningún grupo político para imponerse sobre el resto, lo que hizo posible que México creara o fortaleciera su andamiaje institucional. Por desgracia, de un tiempo a esta fecha, fuera de unas cuantas notables excepciones, la clase política parece empeñada en destruir lo poquito de institucionalidad generadora de certidumbre que todavía tenemos.

El caso más reciente del desinterés completo de la mayoría de nuestros gobernantes y nuestra clase política en cuidar las pocas instituciones que nos quedan es el intento por imponer a Paloma Merodio como integrante de la Junta de Gobierno del Inegi.

Como ha documentado(1) la Comisión de Población y Desarrollo del Senado –presidida por el senador Armando Ríos Peter–, así como el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (2), la ciudadana y maestra Merodio no cumple con los requisitos legales para ocupar el cargo para el cual la está postulando el Ejecutivo federal. Adicionalmente, se observan indicios de falta de ética tanto en su curriculum vitae como en los documentos –solicitados por el senador Romero Hicks– presentados por el Ejecutivo federal para acreditar la idoneidad de la candidata al cargo.

Resulta grave en extremo el que se intente imponer a una persona que no cumple con los requisitos legales para ser parte del órgano directivo de la institución cuya función es darnos certeza sobre la información estadística y geográfica del país. Triste, asimismo, el que los defensores de esa designación intenten desacreditar a los críticos acusándolos de discriminación por género y/o edad. Tanto o más preocupante el que aquellos que se han ocupado de documentar que la candidata no cumple con los requisitos legales y exigir no se le considere para el cargo hayan sido objeto de amenazas, como la experimentada por el doctor Enrique Cárdenas, director ejecutivo del CEEY y destacadísimo historiador económico, a manos del senador Carlos Puente, del Partido Verde, el miércoles pasado.(3)

No hay calendario establecido para el nombramiento. El primer turno lo tiene la Comisión de Gobernación, presidida por la senadora Cristina Díaz. ¿Patearán, sus integrantes, el balón más allá del fin de periodo ordinario? ¿Se empeñarán en designarla?

Está en juego muchísimo más que un nombramiento en esta decisión. Nos jugamos todos la defensa de una institución centralísima –de las poquitas que nos quedan–; el saber si el gobierno ha renunciado de plano a asumir la responsabilidad en la conducción de lo que es, no suyo, sino de todos, así como a respetar el derecho ciudadano para disentir y exigir el cumplimiento de la ley.

(3) http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/enrique-cardenas-sanchez/nacion/2017/03/31/amenazas-al-estilo-trump-en?platform=hootsuite

(2) http://www.ceey.org.mx/reporte/documentos-no-idoneidad-paloma-merodio

(1) http://www.senado.gob.mx/comisiones/poblacion_desarrollo/docs/PMG

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mas-destruccion-institucional.html

Fuente de la imagen:

 http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/02/28/58b5c78edb985.png

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El nuevo modelo educativo

Blanca Heredia

En este texto abordo las siguientes tres preguntas. ¿Para qué sirve contar una propuesta orientadora en materia educativa? ¿Qué elementos valiosos contiene la que presentó la SEP la semana pasada y cuáles le hacen falta? ¿Qué tan viable es el aterrizaje y la sustentabilidad en el tiempo de ese ‘nuevo modelo educativo’, a menos de dos años de que termine el gobierno que lo impulsa?

Antes de hacerlo, resulta importante precisar los alcances y límites del trabajo del equipo PIPE/CIDE que me tocó encabezar en relación al nuevo modelo educativo. Dicho trabajo se centró en el proceso de consulta pública, fue de carácter técnico y tuvo dos vertientes principales. Primero, contribuir a maximizar la transparencia y la autenticidad de la consulta pública en torno a la propuesta original presentada por la SEP en julio de 2016. Segundo, ordenar y sistematizar, con base en una metodología rigurosa y replicable, la multitud y diversidad de opiniones vertidas sobre la propuesta original durante el proceso de consulta pública del año pasado, e integrar un informe público que le facilitase a la SEP conocer las opiniones expresadas en la consulta y le permitiese a la sociedad cotejar qué tanto sus opiniones habían sido tomadas en cuenta.

Procedo a abordar la primera pregunta planteada al comienzo: ¿Sirve de algo contar con un nuevo modelo educativo, es decir, con una propuesta que defina qué tipo de persona queremos formar en el sistema educativo mexicano y cuáles los elementos clave para lograrlo?

Mi respuesta: Sí. Para empezar, porque disponer de un planteamiento capaz de ponerle nombre a lo que queremos lograr y cómo hacerlo, pareciera no sólo útil, sino indispensable tanto en lo educativo como en cualquier otro ámbito. Para seguir, pues una reforma educativa sin norte y contenido propiamente educativo –como era el caso, hasta hace poco, con la iniciada en 2013– estaba condenado a ser un proceso trunco, sin alma ni derrotero.

En cuanto a las virtudes y faltantes del nuevo modelo, destaco, de las primeras, las siguientes. Primero, una propuesta explícita y, por tanto, escrutable, opinable y exigible, frente al planteamiento fundamentalmente implícito que busca reemplazar, así como un planteamiento que recoge muchos de los comentarios y críticas expresadas durante el proceso consulta pública. Segundo, fijar como propósito último de la educación obligatoria el formar ciudadanos, es decir, sujetos activos, libres, responsables y diversos. Ello, en contraposición al viejo modelo educativo que, desde Vasconcelos, tenía como objetivo central formar mexicanos, iguales todos, e igualmente sumisos frente a la autoridad. Tercero, proponer contenidos educativos centrados en lo fundamental y no en lo enciclopédico –crucial en un contexto de abundancia de información y producción vertiginosa de nuevo conocimiento– que incluyan, además, lo socioemocional, así como pedagogías que vayan más allá de la memorización y la repetición a fin de, en efecto, formar ciudadanos capaces de aprender y decidir por sí mismos. Cuarto, transitar de directivos escolares burocráticos a directivos capaces de fungir como guías educativos en sus comunidades escolares. Quinto, pasar del modelo maestro-canal de transmisión-de una misma currícula y una misma pedagogía para todos los alumnos/as del país, a maestros con la formación requerida para motivar y acompañar el aprendizaje de alumnos/as extraordinariamente diversos.

Sexto, escuelas con mayor autonomía tanto en lo administrativo
–resupuestos propios, por primera vez, para hacer frente a necesidades inmediatas– como en lo curricular. Séptimo, centros escolares abiertos a sus comunidades y no, como en el viejo modelo, cerradas a capa y espada frente al involucramiento de padres de familia y demás integrantes del entorno escolar cercano.

En cuanto a los faltantes, entre otros, los siguientes. Primero, la definición de la forma en la que habrán de desarrollarse las habilidades socioemocionales de los alumnos, en especial en educación básica, no es del todo clara. Segundo, insuficiente precisión en los criterios y forma concreta en la que habrán de reducirse contenidos a fin de concentrar la atención en lo fundamental. Para obtener respuestas al respecto, habrá que esperar a los nuevos planes y programas. Tercero, mayor atención a las necesidades de los alumnos migrantes que en el planteamiento original, pero aún insuficiente, en particular en lo pedagógico. Cuarto, pocas propuestas específicas sobre la forma en la que habrá de incentivarse y hacerse efectiva la participación de los padres de familia en las actividades escolares, más allá de la mención a las instancias formales contempladas para ello, mismas que, hasta el momento, no han sido muy efectivas. Quinto, falta de metas medibles en términos de avances en alcanzar aprendizajes fundamentales para todos los alumnos. Sexto, insuficiente atención a temas tales como forma en la que habrán de cubrirse plazas de subdirectores académicos y administrativos –¿por concurso?–, así como a metas en materia de información y transparencia en la operación de los centros escolares.

Séptimo, prácticamente nula atención a temas burocráticos y administrativos tales como la reforma (indispensables para hacer realidad el nuevo modelo en la práctica) de los aparatos burocráticos de las Secretarías de Educación tanto federal como estatales.

Por último: ¿Son sostenibles en el tiempo la reforma educativa y el nuevo modelo propuesto por la SEP? Dependerá, desde luego, de quién gane las elecciones de 2018. Pero dependerá mucho también de qué tanto la sociedad mexicana defienda lo alcanzado hasta ahora, exigiéndole a los(as candidatas, y luego a los gobiernos emanados de dichas elecciones, al menos posicionamientos claros al respecto.

Fuente de la noticia: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/el-nuevo-modelo-educativo.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/03/13/58c76ffd2f606.jgp

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Tres años impulsando la educación desde el PIPE/CIDE

Blanca Heredia

Napoleón decía que la educación de una persona comienza antes de su nacimiento, pues educando a los padres estás educando a las nuevas generaciones. Partiendo de esta idea, podemos decir que México se encuentra en un momento decisivo. Hoy tenemos la generación más grande de jóvenes en nuestra historia: 30.6 millones de mujeres y hombres entre los 15 y 29 años, es decir 25.7 por ciento de la población total (1). Compete al gobierno y a la sociedad toda hacer de ellos personas preparadas pero también seres humanos íntegros, libres, creativos y responsables.

Consciente de la importancia centralísima de este asunto, hace tres años el CIDE creó una unidad de investigación académica especializada en educación y política educativa. El objetivo central de esa unidad
–Programa Interdisciplinario sobre Políticas Públicas y Prácticas Educativas (PIPE)– consiste en producir conocimiento riguroso e innovador para mejorar la política educativa y para enriquecer el debate público sobre educación. Todo ello, con el propósito último de contribuir a que los niños y jóvenes mexicanos accedan a una educación que les permita ser dueños de sus proyectos de vida y participantes activos en la construcción de un país con futuro.

El PIPE está conformado por un grupo de investigadores, en su mayoría jóvenes, provenientes de distintas disciplinas y formados en universidades nacionales y extranjeras de primer nivel. Sus líneas de trabajo abarcan desde la educación temprana hasta la educación superior e incluyen temas centrales, aunque poco explorados en el país.

Destacan, entre estos últimos, los siguientes: alumnos con talento intelectual sobresaliente; la migración de retorno y su inserción/reinserción en el sistema educativo mexicano; el impacto de la cultura en la formación temprana de los estilos de aprendizaje de los niños/as; la economía política de las reformas educativas, la brecha educativa entre alumnos indígenas y no indígenas, la observación sistemática de las interacciones en aula y la educación privada.

Al igual que en el conjunto del CIDE, en el PIPE el trabajo de investigación académica se combina, cotidianamente, con esfuerzos orientados a participar e incidir activamente en elevar la calidad del debate y de la acción gubernamental. Como resultado de la solidez de la investigación que sirve de fundamento a tales acciones, el PIPE ha logrado posicionar en la agenda educativa temas nuevos o insuficientemente atendidos o explorados, tales como la necesidad de dejar de desperdiciar nuestros talentos o la urgencia de atender las necesidades educativas de los mexicanos deportados de los Estados Unidos. También ha contribuido a enriquecer y fortalecer acciones gubernamentales y privadas orientadas a mejorar los aprendizajes y el pleno desarrollo de los alumnos mexicanos.

Entre nuestras contribuciones en política educativa, sobresalen: la simplificación de los requisitos para el acceso a la escuela y el reconocimiento de estudios previos en países extranjeros –en especial, Estados Unidos– para los migrantes de retorno, y puesta en marcha de un nuevo programa de becas de la SEP –primero en su tipo a nivel nacional– para alumnos de educación media superior para estudiantes con alto potencial de talento intelectual inspirado en el programa Talentum-Media Superior del PIPE/CIDE.

En este mismo sentido, destaca nuestra contribución a la sistematización de las opiniones –más de 300 mil– vertidas en la Consulta Nacional sobre el Nuevo Modelo Educativo propuesto para la SEP en julio de 2016. Al respecto, cabe señalar que frente al reto mayúsculo de coadyuvar a fortalecer la credibilidad de la Consulta, así como de sistematizar tal volumen de comentarios, nuestra tarea se sustentó en los siguientes ejes y principios.

Primero, privilegiar la plena transparencia del proceso, enfatizando, para ello, la conveniencia de generar registros audiovisuales de los foros de consulta organizados por la SEP, de documentar y hacer públicos todos los materiales de la Consulta, y de garantizar el acceso de los medios de comunicación a todo el proceso. Segundo, contribuir a formatos de discusión y acopio de las opiniones ciudadanas que maximizaran el carácter genuino de la Consulta, facilitando la expresión de la pluralidad de opiniones esperables en un país tan plural como el nuestro. Tercero, apuntalar el trabajo técnico de sistematización del enorme volumen de opiniones vertidas por los participantes durante la Consulta a través del uso de un software cualitativo de alta calidad (atlas.ti) y de un trabajo de análisis objetivo, riguroso y sistemático por parte del equipo técnico del PIPE.

Como resultado del interés compartido de la SEP y del PIPE/CIDE en garantizar la transparencia y autenticidad del proceso de Consulta pública sobre la propuesta original de la SEP, así como de la objetividad y rigor con la que el equipo PIPE sistematizó la multitud y diversidad de opiniones vertidas en ella, México cuenta hoy con un planteamiento ambicioso y, al mismo tiempo, concreto y ampliamente discutido sobre el rumbo a seguir para hacer de la educación de calidad para todos una palanca efectiva para impulsar el desarrollo del país.

Apenas van tres años. Nos queda mucho por hacer. Para celebrar nuestros primeros tres años, los invitamos al conversatorio Educación y Migración: Desafíos Actuales, vinculado a una de nuestras principales líneas de investigación y a un asunto nodal, si queremos que la educación en México sea palanca de futuro, a celebrarse mañana jueves 16 de marzo en el CIDE.

(1) Dato del Censo de 2015, Inegi.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/tres-anos-impulsando-la-educacion-desde-el-pipe-cide.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2015/06/04/55711f9818b9d.jp

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Nuestra voz tiene eco

Blanca Heredia

Como cada 8 de marzo, la sociedad voltea a ver a la minoría que es mayoría: las mujeres. Es increíble que aún en estos tiempos debamos dar argumentos para justificar el reclamo por igualdad de derechos y oportunidades, y demostrar que aportamos valor y diversidad –en nuestros muchos y muy variados roles– al bienestar y al desarrollo colectivo.

A diferencia de otros años, este miércoles nuestra voz es más fuerte, pues cada vez somos más las que estamos dispuestas a alzar y unir nuestras voces en defensa no sólo de nosotras sino de todos, más allá de niveles de ingreso, ideologías, credos, nacionalidades y colores de piel. Esta alianza global, en gestación, encontró en la marcha de mujeres del 21 de enero de este año en Washington DC un marcador y un estímulo importante. Esa voz que gritó en Washington tuvo eco en más de 20 países.

Pero no es la única muestra de que nuestra voz tiene eco y un eco que no sabe de fronteras, lo cual es importante porque la violencia contra las mujeres tampoco. En abril pasado, las mujeres hicieron un llamado en México para denunciar los niveles alarmantes de feminicidio, acoso y discriminación en los que vivimos. El movimiento, llamado Primavera Violeta por algunas activistas, puso el reflector sobre un tema grande, el acoso. El hashtag #MiPrimerAcoso fue tendencia en Twitter en México y también sirvió para visibilizar la historia de muchas mujeres en Latinoamérica y España quienes, desde edades muy tempranas, han vivido las consecuencias de habitar sociedades machistas en las que la mujer es vista como un objeto que se puede tocar.

La iniciativa #MiPrimerAcoso puso de nuevo sobre la mesa y a la vista de todos lo que ya sabemos y hemos repetido en más de una ocasión: el problema no está en la víctima sino en el agresor. Ni la manera de vestir, ni si fuma o toma, ninguna de estas es una invitación, ni permiso o justificación para ser acosada. No hay argumento para defender ese trato, no hay justificación para vivir los niveles de violencia que tenemos contra las mujeres: siete mujeres son asesinadas a diario en México.

La alianza entre nosotras es la clave para dejar de ser esa minoría que es mayoría. Como sabiamente me dijo alguna vez Patricia Mercado: no es necesario ser amigas para ser aliadas, no hace falta ser ‘íntimas’ para crear una red en la que nos apoyemos unas a las otras. Este año, la conmemoración del Día de la Mujer, con su llamado a parar labores el día de hoy, tiene sabor a protesta y a ganas de dejar de callar frente a esa discriminación y violencia pertinaz de la que somos objeto las mujeres, pero que nos denigra y empobrece a todos.

Este llamado a hacernos visibles parando labores está inspirado en la huelga de mujeres que tuvo lugar en Islandia, el 25 de octubre de 1975, cuando 90 por ciento de las mujeres se declararon en huelga –tanto en el hogar como en el trabajo– haciendo sentir así la importancia de su labor en ambos ámbitos y su importancia para la sociedad en su conjunto. Momento aquel que marcó a la sociedad islandesa y que en los últimos años ha permitido avances que sitúan a Islandia a la cabeza en el Índice Global de la Brecha de Género del Foro Económico Mundial, es decir, como el país donde existe más igualdad entre hombres y mujeres.

Hasta la fecha no hay ningún país que haya logrado eliminar la desigualdad de género. Es un trabajo que requiere ser desarrollado día a día y en cada uno de los niveles y ámbitos de nuestra vida, tanto mujeres como hombres debemos construir las oportunidades y coyunturas que permitan el desarrollo pleno a todas las personas. En este sentido, como dijo Malala al recibir el Premio Nobel de Paz, la educación es un poder para las mujeres; sin embargo, aún hay niñas y mujeres que no pueden acceder a este derecho básico y universal.

Será que como dice Gloria Anzaldúa, una mujer que escribe tiene poder y una mujer con poder es temida.

Es momento de refutar las muy socorridas y, por desgracia, extendidas nociones según las cuales defender los derechos de las mujeres y promover su desarrollo significa buscar el poder por encima de los varones y/o dejar de lado la dignidad y los derechos de grupos articulados en torno a otras identidades.

La de las mujeres es una lucha por la igualdad y la justicia, las cuales merecemos por el simple hecho de ser personas, y no es para situarnos por arriba de los varones, sino para hacer grandes a todos. Es momento de hacer una alianza a favor de nuestra humanidad compartida, una alianza incluyente y feliz que nos permita desplegar y hacer efectivas todas nuestras potencialidades.

[1] Anzaldúa, Gloria, Speaking in Tongues: A Letter to Third World Women Writers.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/nuestra-voz-tiene-eco.html

Fuente de la imagen: http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2014/02/06/52f385f524e21.jp

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México rasgado

Blanca Heredia

Recién celebramos el Día de la Bandera, uno de los símbolos nacionales que nos quedan. En la ceremonia de ese día, presidida por el presidente Peña Nieto, la bandera nacional se rasgó. Esa imagen me llevó a pensar en el libro más reciente de Claudio Lomnitz, La nación desdibujada, y en la situación que enfrenta la idea de México en el momento presente.

Hoy cuesta decir y saber quiénes somos. Cuesta, sobre todo, encontrar canales y espacios de representación capaces de expresar y darle algún armazón común a nuestras diferencias. Marchas convocadas desde la intención de hacer presente lo que nos une que terminan evidenciando y amplificando nuestras divisiones.

Corrupción fuera de control, cuya exhibición pública no consigue producir castigos ni consecuencias. Violencia que no cesa, inseguridad que no termina, feminicidios que siguen ocurriendo sin que se vislumbre justicia, salida u horizonte de resolución posible. Mexicanos divididos tanto en lo material como en lo simbólico; somos habitantes de un mismo territorio que no encuentran cabida en nada compartido, nada que suene deseable o, incluso, presentable.

Como bien señala Lomnitz, la idea de México, al igual que el relato nacional de muchos países periféricos –en especial en América Latina–, ha estado tensado, desde su origen, por el riesgo siempre presente del desdibujamiento. La fragilidad de los relatos nacionales en países como México tiene muchísimo que ver con la dificultad para lograr reconciliar tradición con la posibilidad del futuro –eje argumental clave del constructo ‘nación’ en general– en contextos económicos, sociales, políticos y culturales que no terminan de poder armar futuros/modernidades viables para la mayoría de sus habitantes. Al viejo patrón de impulsos transformadores –que acaban produciendo modernidad trunca, excluyente y deforme–, se han sumado procesos adicionales que han contribuido al deshilvanamiento acelerado de la idea de México dentro del cual nos encontramos actualmente inmersos.

Destacan, entre los apuntados por Lomnitz, los siguientes: Primero, la creciente desconexión entre una economía globalizada y un espacio político estructurado en torno a lo nacional/territorial. Esta es una tendencia que México comparte con muchos otros países desde hace ya varias décadas y que ayuda a explicar el debilitamiento de los Estados nacionales para conducir la evolución de sus respectivas economías y sociedades, así como la creciente incapacidad de los sistemas políticos nacionales para representar y procesar la diversidad de los conglomerados que les toca organizar. En el caso mexicano, la naturaleza especialmente asimétrica de la globalización y de la integración con Estados Unidos, tanto en lo geográfico como en lo relativo a las fuertes diferencias en la movilidad internacional entre capital y trabajo, han contribuido a una crisis de representación política especialmente aguda.

Un segundo proceso que ha incidido en el desdibujamiento de la idea de México en años recientes tiene que ver con la profunda erosión de las figuras simbólicas centrales en nuestro relato identitario heredado, así como de sus correlatos institucionales y organizacionales concretos, en particular la familia y el Estado.

La erosión de estas figuras centrales es resultado, en parte, de la desconexión progresivamente mayor entre la estructura económica y la política, pero también y muy centralmente de las particularidades desinstitucionalizantes y fuertemente corruptoras de nuestra transición a la competencia electoral plena (carretonadas de dinero a los partidos junto con descentralización sin rendición de cuentas), así como de los desgarramientos sociales, culturales y morales, y la espiral de violencia provocados por la guerra contra el narcotráfico iniciada durante la administración de Felipe Calderón. Desdibujados, familia y Estado parecen irreconocibles en su operación cotidiana y en su capacidad de interpelarnos y articularnos simbólicamente.

¿Qué es el Estado mexicano hoy? ¿Cuál alianza sustenta esa cosa, después de lo evidenciado por Ayotzinapa? ¿El Estado incluía al alcalde de Iguala, a su mujer y a sus cuñados en septiembre de 2014? ¿Dónde termina el Estado y empieza lo ‘otro’ (los grupos criminales, los grupos de interés que se valen de él, las camarillas políticas)? ¿Quiénes integran y representan hoy al Estado mexicano en Tamaulipas, en Michoacán, en Oaxaca y en todo el país? Preguntas que no tienen una respuesta clara en la práctica.

Para lidiar con los retos asociados al giro a una economía globalizada y a la competencia político-electoral plena, las élites mexicanas decidieron parchar lo existente en lugar de refundarlo. Recurrieron, esto es, a formas de complicidad cada vez más excluyentes y ofensivas socialmente; a la coacción pura, desentendida de la ley y de cualquier relato que abarcase a todos los mexicanos; y al uso de los retazos que iban quedando de la idea y la realidad de Estado para su propio beneficio como medio para asegurar una gobernabilidad crecientemente precaria y desprovista de narrativas legitimadoras mínimamente creíbles.

La imagen de la bandera rasgada simboliza a la nación rasgada. A una comunidad dentro de la cual a muy pocos nos queda claro qué pudiera entrañar la expresión ‘México’ hoy y su defensa frente a los embates de Trump. Tocaría imaginar y darle tracción, vía hechos y cambios reales animados por la indignación frente a la injusticia y un deseo compartido de futuro incluyente, a un nuevo relato sobre lo que somos. Sin cambios en serio capaces de sustentar un nuevo relato nacional, sólo se vislumbran más y más rasgaduras.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mexico-rasgado.html

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Frente a la migración de retorno no bastan las buenas intenciones

Blanca Heredia

El discurso antiinmigrante de Donald Trump ha puesto un reflector sobre la problemática que enfrentan niños y jóvenes migrantes de retorno en relación al sistema educativo mexicano. Constituye una buena noticia que el gobierno federal está interesado en el asunto y esté proponiendo reformas legales para hacer efectivo el derecho a la educación de este sector de la población. Los cambios propuestos revelan, sin embargo, que no bastan las buenas intenciones para resolver el problema.

El jefe del Ejecutivo federal envió en días pasados al Senado de la República una iniciativa preferente para reformar y adicionar diversas disposiciones de la Ley General de Educación (LGE). La iniciativa tiene dos objetivos principales. Primero, evitar que la falta de documentos académicos o de identidad impida el acceso de niños y jóvenes al sistema educativo, ofreciéndoles, para ello, opciones más flexibles para contar con dichos documentos. Segundo, simplificar la revalidación de estudios realizados en el extranjero y facilitar el acceso de los migrantes de retorno a las universidades del país. Esto último, entre otros, a través de: autorización a las universidades privadas a otorgar revalidaciones parciales de estudios de licenciatura; emisión por parte de la SEP de normas para la revalidación de estudios en el extranjero; y permiso a las autoridades educativas para autorizar a las instituciones de educación superior que cuenten reconocimiento de validez oficial de estudios para otorgar revalidaciones parciales de estudios de licenciatura.

La propuesta de reforma de la LGE revela interés en el tema por parte del gobierno federal y apunta, en lo general, en la dirección correcta.

Pero, como dice el dicho: el diablo está en los detalles. Y, los detalles contenidos en las modificaciones propuestas a los acuerdos 286, 328 y 379 –todos ellos referidos a acceso escolar por parte de alumnos con estudios previos en otro país y/o carentes de documentos académicos o de identidad, así como a la revalidación de estudios en el extranjero y actualmente en revisión en Cofemer– presentan, desafortunadamente, importantes insuficiencias.

Los ajustes planteados a dichos Acuerdos incluyen avances, en especial, para el caso de la educación superior, nivel para el cual la tramitología relevante sigue siendo rocambolesca en extremo.

Destacan: la eliminación del requisito de la apostilla y de la traducción al español por perito profesional de documentos académicos y de identidad para acceder a la universidad y para la revalidación parcial de estudios, así como la autorización a las instituciones educativas mexicanas en las que el alumno quiera matricularse a emitir opiniones técnicas sobre estudios previos y a verificarlos electrónicamente para agilizar procesos de ingreso y revalidación.

En las modificaciones propuestas, sin embargo, se siguen incluyendo trabas y trámites complejos cuya racionalidad y razón de ser resulta difícil entender. Por ejemplo, para el reconocimiento de validez oficial de estudios el requisito de “contenido programático equiparable” con programas nacionales se reduce del 75 al 60%. (¿Por qué ese requisito y ese porcentaje? ¿A cuántos más beneficiará esta medida?) Se autoriza -cosa que no ocurría antes- la revalidación completa de estudios superiores en el extranjero sin mayor trámite, pero sólo para estudios realizados en universidades -distintos a los de las áreas jurídicas y salud- con las que el Conacyt tenga convenios de movilidad.

(¿Por qué sólo para esas universidades? Excluir a Derecho se entiende, pero, ¿por qué retener tanta traba para estudios en el área de salud?) Un último ejemplo: se elimina el requisito de revalidación de licenciatura en el extranjero -excepto para educación normal- para admisión a estudios de posgrado en México, pero se mantiene si la persona quiere ejercer profesionalmente en el país. (Bien por la eliminación tramites ingreso a posgrados en universidades mexicanas, pero, ¿por qué se exceptúa de esta nueva regla a la educación normal?
y ¿por qué no simplificar y flexibilizar los requisitos para que profesionales formados fuera del país puedan ejercer y aportar sus conocimientos y experiencia laboral en beneficio de la economía mexicana?).

La persistencia de obstáculos y trámites costosos y engorrosos en las revisiones propuestas para las reglas aplicables para para poder cursar estudios en el país, obtener los títulos correspondientes y/o revalidar estudios en el extranjero revela inercias e intereses burocráticos profundos. Si acaso queremos hacernos cargo del problema y aprovechar los activos con los que han retornado ya millones de mexicanos y pudieran, regresar –en la mayoría de los casos sin desearlo– millones de más, sería hora de sacudir en serio esas inercias y ese entramado de intereses que sólo benefician a unos cuantos.

Para ello, habría que empezar por formar un grupo técnico que se integre, formalmente y a la brevedad, a la discusión y revisión de las propuestas de modificación presentadas por el gobierno federal a los diversos ordenamientos que regulan este asunto. Ello, a fin de aprovechar el conocimiento experto en la materia externo al gobierno, ampliar la pluralidad de las voces legítimamente autorizadas para construir una respuesta oportuna e inteligente, así como limitar el peso de las inercias y los intereses corporativos que tienen atrapada en la cerrazón a la educación nacional y, muy en especial, a nuestra educación superior.

Fuente de la noticia: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/frente-a-la-migracion-de-retorno-no-bastan-las-buenas-intenciones.html

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¿El estado de la República?

Blanca Heredia

Malo, triste y a la deriva. No andamos bien, no va bien la República, nada bien. Las cosas individuales de cada quien podrán ir peor o mejor, pero las cosas de todos (res publica) van de tumbo en tumbo y, en muchos sentidos, de mal en peor.

Políticos y autoridades que no convocan a la ciudadanía a nada que no sea la sorna, la indignación y/o la descalificación. Organizaciones civiles cuya desconfianza recíproca sólo consigue que sus acciones, lejos de sumar, terminen profundizando sospechas y diferencias. Ciudadanos que no se respetan unos a otros y que no se reconocen como parte de nada que le dé sentido o rumbo a sus afanes individuales o de grupo.

La sucesión de balbuceos –desconectados, improvisados y carentes de foco– para hacerle frente colectivamente a las agresiones de Trump es, en alguna medida, atribuible a lo sorpresivo y virulento de dichas agresiones. También pudiera ser el resultado de que, hasta el momento, esos ataques han tendido a circunscribirse al ámbito discursivo y a que aquellos mexicanos con intereses gordos y concretos en mantener una relación cercana y funcional a sus intereses con el vecino del norte, seguramente, estén negociando en privado arreglos particulares con sus socios y contrapartes allende el Bravo.

La pobreza de las respuestas públicas, tanto gubernamentales como sociales, frente a los muy considerables riesgos que entraña la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de un hombre para quien atacar a México y a los mexicanos constituye una pieza clave para conectar con los votantes que lo llevaron al poder habla también, sin embargo, de una sociedad que más que diversa pareciera rota.

Concuerdo con las voces en México que nos advierten sobre los peligros de los llamados a la “unidad nacional” en un país que se dice y se quiere democrático, marcado por tantas y tan profundas diferencias a nivel tanto material como ideológico. El problema, leído en clave país que quisiera seguir siendo país, es que una cosa es la diversidad y otra, muy distinta, es la fragmentación carente de referentes compartidos.

Dicho de otra manera, una cosa es diferir en, digamos, un mismo idioma y otra, diferentísima, es la cacofonía que produce la emisión en simultáneo de voces hablando cada una su propia lengua. Lo primero puede construir, para el colectivo, algo distinto a lo existente. Lo segundo es una pura superposición de monólogos sin posibilidad de generar nuevos acuerdos colectivos.

No es privativa de México la división social y cultural profunda que hoy se manifiesta entre nosotros de tantas formas (en particular, violencia e imposibilidad de acción concertada). Los abismos crecientes entre integrantes de una misma comunidad nacional parecieran ser uno de los signos más distintivos y conspicuos de los tiempos que vivimos. Ahí están, entre otros: Estados Unidos, Israel, Hungría, Gran Bretaña, Austria, Polonia… Estadounidenses, israelíes, polacos, etcétera a quienes les resulta casi imposible reconocer a los otros estadounidenses (los que votaron por Hillary vs los que votaron por Trump), israelíes (los que quieren seguir “conquistando” los territorios más allá de la línea verde vs los que todavía creen en la solución de dos estados) o polacos (los que quieren ser europeos vs los que piensan que lo primero es defender y fortalecer a Polonia en contra de Rusia, los inmigrantes y todo lo extranjero) como parte de un mismo colectivo nacional.

Entre los países altamente desarrollados o desarrollados de occidente, las diferencias políticas ancladas sobre intereses e identidades de clase van a la baja y el clivaje dominante emergente, como bien señalaba un editorial reciente de la revista The Economist, es entre nacionalistas y globalizadores. En México, todavía está por verse cuál será el clivaje dominante que habrá de organizar las preferencias políticas y las relaciones de poder en los próximos años. El protagonismo incontinente de Trump y su animadversión contra México pudieran inclinar la balanza hacia la oposición cosmopolitanismo vs nacionalismo, pero, aún no es del todo claro.

La idea y la concreción material de la República Mexicana que heredamos de los que la imaginaron tras la Revolución Mexicana están, evidentemente, en crisis. Ya nadie cree en los viejos arreglos y narrativas para darle sentido a “México”. Ya no jalan. Trump y, en particular, la manera en la que el gobierno mexicano maneje las amenazas que nos plantea ese sujeto y lo que representa ofrecen una ocasión para refundarnos como comunidad distinta a otras, pero también como comunidad que se asume como parte activa del mundo.

No está fácil, pero si acaso queremos seguir siendo un país digno de ser vivido por propios y extraños, habría que intentarlo.

Intentarlo, esto es, poniendo por delante las cosas que nos unen o pudieran unirnos para bien de todos. Resultaría fundamental, para ello, construir alianzas entre clases, con todo y los sacrificios indispensables por parte de las élites y de los liderazgos que lucran con la miseria, y reconstruir, juntos, algún sentido de lo público (lo de todos) capaz de interpelarnos e incluirnos a todos.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/el-estado-de-la-republica.html

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