España / 25 de marzo de 2018 / Autor: Claudio Arturo Díaz Redondo / Fuente: La Educación de las Hadas
El pensamiento sobre la educación, por definición, debiera ser un pensamiento sujeto a debate y a análisis compartido y criticado desde la tolerancia, y la necesaria polémica, que permite el intercambio de ideas.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte estamos ante un tsunami de pensamiento único, frente al cual el ámbito educativo en lugar de ser piedra de toque crítica se ha convertido en adalid y espolón sin mayor (ni menor) dialéctica.
Por descontado, ese pensamiento único debe ser “visualizado” en sus sumisas manifestaciones y proyecciones. Entra en juego la necesidad de que los docentes “visualicemos” nuestro trabajo adaptado a la homogeneidad superestructural reinante. Si no visualizas lo que haces es como si no hicieras nada. El fenómeno del Big Data ha llegado a la educación, el dataísmo. Visualizar, visualizar datos cuando no hechos reducibles a datos, inputs, entradas de lo que fuere. Los centros educativos compiten por ver cuál “visualiza” más.
Sin embargo, a nadie se le ocurre pedir a un médico que “visualice” su trabajo o a un bombero sus intervenciones. ¿Se imaginan a un bombero al final de la escalera con el móvil “visualizando” su labor?
¿No es sospechoso ese afán “visualizador”? ¿No significa que están llegando al ámbito educativo modos de actuar y justificarse netamente propios de la profesión política?
Visualizar, visualizar, como si fuéramos incapaces de ir más allá de la imagen. Tanta penumbra, como decía Karl Kraus, un día acabará por dejarnos totalmente ciegos. Una sociedad ciega en manos de la teatralización profesional y política.
El tema de la “visualización” es vergonzante desde un punto de vista racional, ya desde el uso infantil del verbo que pone en marcha el concepto. La innovación educativa, convertida en secta educativa (ver el interesante artículo “No lo llames innovación educativa, llámalo secta” http://www.xarxatic.com/no-lo-llames-innovacion-educativa-llamalo-secta/), necesita “visualizar” sus logros. El resultado es dar una importancia ilustrativa, gráfica, visual, a actos educativos cotidianos que siempre los docentes hemos llevado a cabo; obviedades presentadas como innovación sin ningún rubor.
Por supuesto, el acto educativo debe participar, integrarse en las nuevas tecnologías. Debe estar presente en los principales medios porque éstos están presentes tanto en la vida del alumnado como del profesorado. Desde este mismo espacio, durante años hemos intentado expandir lo que realizábamos (vid. la categoría “Proyectos”): el trabajo por blogs, el análisis transaccional, el eneagrama aplicado a la educación.
Otra cosa muy distinta es creer que visualizando lo obvio vamos a parecer mejores profesionales. Porque corremos el peligro de que un día, al paso del Emperador Desnudo en el que todos “visualizan” un perfecto traje, el dedo del niño apunte, como en el cuento, y sus labios sentencien la obviedad:
“El Emperador va desnudo”.
PD: En otros tiempos inquisitoriales, más lejanos, los conversos debían no sólo abandonar sus costumbres. Debían además “visualizar” que lo habían hecho. La “visualización” entonces consistía en colgar de las puertas de sus casas un trozo de cerdo, de chorizo. De ahí que comenzara a llamárseles “chuetas” y “marranos”.
Hoy más que en las puertas, colgamos nuestra vergüenza en las pantallas digitales.
Claro que siempre nos quedará el arma de la auténtica cultura, la que se apellida irredenta y sabe poner en cuestión lo real, en tanto tengamos en cuenta la reafirmación educativa ilustrada en la que se abanderaba Jacques Lacan aún en pleno siglo XX:
“Nuestro combate son las Luces”.
Mientras queden libros, personas que los lean y los transmitan (como en Fahrenheit 451 de Truffaut), conocimiento generacional acumulable, siempre habrá un dedo lleno de lucidez que clame que el Emperador va en gayumbos. Mande quien mande y mande lo que mande. Porque la residencia de la educación no está en los ojos. Sino detrás de ellos y la batalla por la educación durará, sin remedio afortunamente, desde el principio de la Historia hasta su fin. Porque las armas de la educación transcienden cualquier fin inferior a la misma.
Fuente del Artículo:
La peste de la «visualización» de la «educative innovéision»