POR DIEGO J. GENIZ
- Los padres reclaman mayor atención para detectar y tratar a los niños con altas capacidades.
- Muchos acaban en fracaso escolar por la falta de diagnóstico.
«Mi hijo llegó a pedirme un cambio de sexo para intentar agradar a los demás». El hijo de Nieves Santana nunca tuvo un problema de identidad sexual. Todo lo contrario. Lo único que quería con su propuesta era «ser aceptado». Con ocho años, este menor comenzó a dar síntomas de que podía ser un niño con altas capacidades intelectuales y superdotación (ACIS), un término del que su familia rara vez había oído hablar. «En segundo ya empezó a tener mal comportamiento en el comedor, quería llamar la atención de los demás. Como este problema se originaba fuera del horario lectivo, los maestros no se hacían responsables», recuerda Santana, quien en aquel momento llegó a pensar que el «conflicto» de su hijo podía estar relacionado con el entorno familiar, pero en ningún momento sopesó que poseyera una sobredotación intelectual.
El drama de esta sevillana lo viven muchas familias con hijos dotados con altas capacidades. Son niños, en su mayoría, que se sienten incomprendidos, rechazados y que, si no se detectan a tiempo, pueden convertirse en un nuevo caso de fracaso escolar. «A menudo se confunden con menores que sufren TDAH (trastornos por déficit de atención e hiperactividad), pero no está relacionado con este problema», apunta Verónica Gil, presidenta de Adosse (Asociación para el Desarrollo y Orientación de la Alta Capacidad en Sevilla), quien reconoce que se vio obligada a llevar a su hija al psicólogo cuando tenía ocho años «a escondidas» de su marido por el extraño comportamiento que presentaba. «Sufría insomnio, a menudo me decía una frase muy común en estos niños: no puedo controlar mi cabeza», añade Gil.
Nieves Santana encontró en esta asociación una vía para lograr que su hijo se aceptara tal como es. «Intenté quitarlo del comedor, porque allí es donde se mostraba agresivo, pero no lo consintió. Al final, a través de Adosse, lo llevé a un campamento de terapia emocional que le ha propiciado un cambio muy positivo», afirma esta madre. Jeannette Buiza también acudió a esta entidad. Al entrar su hija en Primaria empezó a presentar «síntomas extraños». «Cuando acabó Infantil comenzó a aburrirse. No quería trabajar», explica Buiza, a la que los maestros le dijeron entonces que se trataba de una niña «floja».
Éste es, sin duda, uno de los principales déficits de la educación pública a la hora de diagnosticar dichos casos. «Falta una formación en el profesorado para detectar y tratar a niños con altas capacidades», asevera la presidenta de Adosse. «Lo que nos encontramos en muchas ocasiones son a profesionales de la enseñanza que tienen un concepto de niño superdotado similar al que poseemos los padres de mi generación, y ello, pese a que el 10% de la población escolar andaluza presenta estas cualidades», incide Gil, que hace hincapié en que muchos padres «nos hemos sentido obligados a formarnos para que no nos callen la boca con la típica expresión de ‘esto no es así’ cuando reclamamos una atención adecuada para nuestros hijos». Según las estimaciones que maneja esta asociación, teniendo en cuenta que en la comunidad autónoma hay 7.703 alumnos con altas capacidades (los últimos datos son del curso 2014/15), en la provincia de Sevilla existen casi mil niños con estas cualidades. En Andalucía aún falta por identificar a más de 24.500 menores que poseen estas cualidades, pero que aún no están diagnosticadas como tales. No obstante, esta comunidad autónoma se encuentra entre las primeras de España en identificar a dichos escolares, que se incluyen en el amplio grupo de estudiantes con necesidades educativas especiales.
Jeannette Buiza ha tenido suerte en este sentido. La tutora de su hija en tercero de Primaria ya contó con un alumno con ACIS, por lo que está muy concienciada con estos casos. «Le manda proyectos. No se limita a que la niña realice fichas de enriquecimiento, que de tanto repetirlas le aburren. Intenta que no se aparte del resto de la clase, sino que su información, sus conocimientos, los comparta y se los explique a sus compañeros, una actividad que le estimula».
El aburrimiento constituye el principal problema que induce al fracaso escolar. «Es muy perjudicial que a un niño que puede dar más en clase se le frene. Esta limitación repercute en sus hábitos y aprendizajes. A muchos menores se les calla seis horas al día en el colegio por querer saber más», refiere Gil, que apuesta por cambiar «el sentido del aprendizaje». «No nos podemos quedar anclados en fijar unos objetivos mínimos para cada trimestre del curso. No conviene que a un alumno se le diga ‘esto no entra ahora’ o ‘ya se verá más adelante’ porque así sólo genera frustración en su interés por resolver las dudas», incide la presidenta de Adosse.
La falta de atención a estos alumnos provoca que el desapego que sienten por la educación siga sin resolverse al pasar a la Secundaria. Al llegar a esta etapa, ya se habrán generado consecuencias difíciles de paliar. Es lo que le ha pasado a Teresa Camacho con su hijo, que ya en tercero de Primaria comenzó a tener dificultades para «adaptarse al grupo de clase». «Desde entonces comenzamos una batalla en el colegio para que se le diera un tratamiento adecuado por los síntomas que presentaba. En pocos cursos pasó de sacar un 10 en Matemáticas a un 4. Sufría pérdidas de atención. No quería ir al colegio. Se sentía excluido, sin motivación», relata Camacho. No fue hasta sexto cuando la orientadora del colegio le realizó un test para valorar los talentos del menor. En ese momento se detectó su alta capacidad. Sin embargo, Camacho teme que el resultado llegue demasiado tarde: «Mi hijo, al pasar a la ESO, sigue sin motivación, sin ilusión. Consecuencia de tres años en los que le han frenado su interés».
Testimonios que conducen a una de las mayores carencias que padece la enseñanza andaluza: la atención a la diversidad. «Estos niños son infelices si no se les presta un trato adecuado», insiste Camacho. Para Buiza, el «verdadero problema» que sufren las escuelas es la falta de maestros de apoyo «tanto para atender a los alumnos que se encuentran por debajo de la media, como para los que lo están por encima, pues ambos casos conducen al fracaso educativo al no recibir una atención especializada».
«Muchas veces nos sentimos incomprendidas por otras familias, que piensan que buscamos recursos privilegiados para nuestros hijos porque son superdotados. Nada más lejos de la realidad. Deseamos que nuestros hijos se encuentren como los suyos, con el tratamiento debido, pero integrados en el aula, sin que se conviertan en rebeldes, problemáticos y fuera del sistema de enseñanza», mantiene Camacho. Los padres que integran Adosse insisten en que, pese a la alta capacidad intelectual de la que disponen sus hijos, muchos de ellos presentan problemas en la organización de sus estudios y en la adquisición de conocimientos, fruto del desapego hacia la escuela, como así reconoce Buiza que le ha pasado con su hija.
A ello se añade otro problema, el que se vive en los hogares. «Muchos padres, por la formación recibida, no podemos atender las necesidades de conocimiento que requieren estos niños, lo que provoca en nosotros también una gran frustración», insiste Nieves Santana, que exige que «sea la escuela la que supla esta carencia». Una situación que se sufre en muchas familias, con independencia de la zona en la que se resida. «Tenemos constatado que en las Tres Mil existen bastantes niños con altas capacidades, a los que sus padres ni se les pasa por la cabeza que posean esta dotación intelectual. La frustración que en los menores genera la falta de atención en la escuela y en la familia puede constituir un grave problema si no se soluciona antes de la adolescencia», explica Verónica Gil.
Los padres exigen que se cumpla lo que establece la ley: formación docente para detectar y tratar adecuadamente los casos de ACIS, personal suficiente para atender a este alumnado y abreviar el proceso burocrático desde que se detectan los primeros síntomas hasta el diagnóstico final. De lo contrario, como afirma Teresa Camacho, «se puede perder mucho talento en el camino».
El Plan de Actuación de la Junta de Andalucía para la atención educativa al alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo por presentar altas capacidades intelectuales diferencia tres conceptos en función de diversos perfiles:
Hace referencia a las caraterísticas personales de un alumno que dispone de un nivel elevado (por encima del percentil 75) de recursos de capacidades cognitivas y aptitudes intelectuales como razonamiento lógico, gestión perceptual, gestión de memoria, razonamiento verbal, razonamiento matemático y aptitud espacial. Además, se requiere que este perfil aptitudinal vaya acompañado de una alta creatividad, igualmente por encima del percentil 75.
Hace referencia a aquel alumno con una elevada aptitud o competencia en el ámbito específico (por encima del percentil 95), como, por ejemplo, el verbal, matemático, lógico o creativo, entre otros.
Se trata del alumno que presenta una combinación de varias aptitudes (percentil superior a 80 en, al menos, tres capacidades).