Por: Educaweb
El análisis de las diferentes interrelaciones sociales y laborales desde un enfoque de género se ha convertido en una metodología imprescindible. Este enfoque considera las diferentes oportunidades que tienen los hombres y las mujeres, las interrelaciones existentes entre ellos y los papeles que socialmente se les asignan. Y, dado que todas estas cuestiones influyen en el logro de las metas y repercuten en el proceso de desarrollo de la sociedad, se hace ineludible la observación de cada uno de los procesos sociales que nos rodean.
Las investigaciones en docencia y género están creciendo en la comunidad académica. Entre los investigadores ya no solo hay evidencias comprobadas de que los profesores y profesoras tienen concepciones sesgadas y arraigadas de sus alumnos y alumnas. También en la evaluación del profesorado el sesgo de género se pone de manifiesto creando desigualdades a la hora de la evaluación de la calidad educativa.
Autoridad y Mujer
Las relaciones de género afectan a las responsabilidades que las culturas, en cada contexto geográfico, asignan a hombres y mujeres. Esto determina diferentes formas de acceder a los recursos materiales como el dinero, la tierra, el crédito y a valores inmateriales como el poder y la autoridad.
Sus implicaciones en la vida cotidiana son múltiples y se manifiestan, por ejemplo, en la división del trabajo doméstico y extra-doméstico, en las responsabilidades familiares, en el campo de la educación, en las oportunidades de promoción profesional, en las instancias ejecutivas, etc. Pero también en la concepción social de cuáles son las características «femeninas» y cuáles deberían ser las «masculinas».
Así, al hombre se le atribuyen y se espera de él características como la fuerza, la robustez, el poder, la potencia, el conocimiento, el ímpetu, etc. Mientras, de la mujer se espera el amor, la humildad, la simpatía, la bondad, la belleza, la generosidad, entre otros adjetivos que difieren con las características, habilidades o expectativas de muchas profesiones a las aspiran y actualmente ejercen las mujeres.
Así, históricamente, sectores profesionales como la seguridad, la conducción e incluso la política, entre otros, eran hasta hace poco y en muchos países todavía lo son, entornos puramente masculinos.
Asignando a las mujeres estas características, las profesiones «típicamente femeninas» eran aquellas en las que se necesitaba de las cualidades de la mujer: paciencia, generosidad, empatía, alegría, etc. Como, por ejemplo, los primeros años de la educación sistematizada. Mientras, a medida que avanzaba en ciclos el sistema educativo, y especialmente llegados a la universidad, lo que se demandaba del profesor/a era y es la autoridad.
La RAE define la autoridad como el «poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho». La potestad, facultad, legitimidad. El prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.
Determinismos biológicos, maternidad y estereotipos
El estereotipo de la feminidad -sensibilidad, autocontrol, elegancia, cooperación, maternidad, empatía- se reproduce a través de medios de comunicación, publicidad (sobre todo y especialmente la dirigida a niños), y a través de los juegos de socialización.
El determinismo biológico que durante años ha repetido mantras como el de la «debilidad de la mujer» se está revirtiendo poco a poco a la luz de una nueva y mejor educación sanitaria con enfoque de género y alejada de la imagen estereotipada que asocia la mujer a su rol de madre. Estos cambios impulsados desde subculturas feministas hacia otros sectores de la sociedad están contribuyendo al cambio social que ya es una realidad en muchos países, pero que por falta de una sistematización en la educación y de verdadero interés político continúa desfasado en nuestro país.
Los nuevos conceptos son ajenos en el sistema educativo tradicional y esto lo hace sensible a los recurrentes sesgos que en él se producen.
La educación sistematizada y la mujer
Desde pequeñas, a la mayoría de las niñas en la educación occidental se les enseñan los valores de sumisión y de cuidado. Se les potencian las actitudes de empatía y colaboración en la familia y en su entorno primario.
La selección de juguetes está destinada incluso para ello: muñecas, bebés, cocinitas, casitas. Todo un contexto que le dice a la niña, de una forma indirecta, cuáles serán sus expectativas y necesidades de mayor. Por otro lado, al varón se le incita a la aventura, a superar retos, a competir, a defender lo que quieren, etc. Esto construye una serie de características que, si no cambian durante la educación sistematizada en el colegio, implicarán una limitación para la mujer en el acceso al poder, mientras que a los varones les dará más herramientas de acceso al poder y a la autoridad.
A esto se suman numerosas variables como la influencia de la educación materna y paterna, la sociedad en la que esos niños se están educando, etc.
Evaluación de la calidad educativa
Frente a estos condicionantes sociales, mediáticos, familiares e históricos es ya una realidad el hallazgo de patrones de género en las respuestas de estudiantes universitarios ante los Cuestionarios de Evaluación de la Docencia.
Los estudios realizados en esta línea indican que existen sesgos de género en la evaluación tanto de profesores y profesoras a sus alumnos y alumnas, como al revés. Y esto afecta de forma diferente a las profesoras y profesores según ejerzan la docencia universitaria en los primeros años del grado o en los más altos. Así como también dependen del tipo de grado en el que trabajan: humanidades, ciencias sociales, exactas, etc.
Por ejemplo, las notas más altas de parte de las y los alumnos son para profesores hombres, principalmente en las evaluaciones realizadas por estudiantes mujeres. Éstas son a la vez más críticas con sus pares a quienes asignan características de «Autoritaria», «Mandona», «Demasiado exigente», etc., dependiendo del área de evaluación y del curso.
La demostración de poder o autoridad se evalúa en el contexto social predominante como una característica negativa para la mujer, mientras que la misma actitud se evalúa como un rasgo de carácter y poder en un hombre. «A los hombres se les evalu?a mejor en los i?tems ma?s disciplinarios, mientras que las mujeres son mejor evaluadas en los i?tems referentes a responsabilidad, pero tambie?n en aquellos que tienen que ver con disposicio?n a ensen?ar y empati?a» (Rodrigo Medel y Rodrigo Asún, 2014).
Las profesoras son evaluadas de forma más favorable en las carreras de Ciencias Sociales y en los primeros cursos de universidad y siempre que demuestren características como la empatía, el compañerismo (hacia alumnos y alumnas) o la simpatía, mientras en sus pares masculinos estas características no son demandadas o evaluadas por sus alumnos y alumnas.
Conclusión
Género se relaciona con todos los aspectos de la vida económica y social, cotidiana y privada de los individuos y determina características y funciones dependiendo del sexo o de la percepción que la sociedad tiene de él. El empoderamiento femenino, el acceso de la mujer al poder, todavía se percibe de una forma inconsciente como algo sospechoso. La mujer sigue siendo una «outsider» en muchos ámbitos en los que, a la vez, está siendo cada vez más habitual ver una mujer. Esto nos obliga a revisar todos nuestros sistemas de relaciones para comprobar que el sesgo de género no esté haciendo mella sobre la actuación de esas mujeres.
Se ha visto cómo en la educación universitaria, los hombres son en general mejor evaluados los u?ltimos an?os, y que quienes evalu?an mejor a sus profesores hombres en los u?ltimos an?os son sobre todo las alumnas mujeres. Es la reproducción del modelo social de sumisión y obediencia.El análisis de las diferentes interrelaciones sociales y laborales desde un enfoque de género se ha convertido en una metodología imprescindible. Este enfoque considera las diferentes oportunidades que tienen los hombres y las mujeres, las interrelaciones existentes entre ellos y los papeles que socialmente se les asignan. Y, dado que todas estas cuestiones influyen en el logro de las metas y repercuten en el proceso de desarrollo de la sociedad, se hace ineludible la observación de cada uno de los procesos sociales que nos rodean.
Las investigaciones en docencia y género están creciendo en la comunidad académica. Entre los investigadores ya no solo hay evidencias comprobadas de que los profesores y profesoras tienen concepciones sesgadas y arraigadas de sus alumnos y alumnas. También en la evaluación del profesorado el sesgo de género se pone de manifiesto creando desigualdades a la hora de la evaluación de la calidad educativa.
Autoridad y Mujer
Las relaciones de género afectan a las responsabilidades que las culturas, en cada contexto geográfico, asignan a hombres y mujeres. Esto determina diferentes formas de acceder a los recursos materiales como el dinero, la tierra, el crédito y a valores inmateriales como el poder y la autoridad.
Sus implicaciones en la vida cotidiana son múltiples y se manifiestan, por ejemplo, en la división del trabajo doméstico y extra-doméstico, en las responsabilidades familiares, en el campo de la educación, en las oportunidades de promoción profesional, en las instancias ejecutivas, etc. Pero también en la concepción social de cuáles son las características «femeninas» y cuáles deberían ser las «masculinas».
Así, al hombre se le atribuyen y se espera de él características como la fuerza, la robustez, el poder, la potencia, el conocimiento, el ímpetu, etc. Mientras, de la mujer se espera el amor, la humildad, la simpatía, la bondad, la belleza, la generosidad, entre otros adjetivos que difieren con las características, habilidades o expectativas de muchas profesiones a las aspiran y actualmente ejercen las mujeres.
Así, históricamente, sectores profesionales como la seguridad, la conducción e incluso la política, entre otros, eran hasta hace poco y en muchos países todavía lo son, entornos puramente masculinos.
Asignando a las mujeres estas características, las profesiones «típicamente femeninas» eran aquellas en las que se necesitaba de las cualidades de la mujer: paciencia, generosidad, empatía, alegría, etc. Como, por ejemplo, los primeros años de la educación sistematizada. Mientras, a medida que avanzaba en ciclos el sistema educativo, y especialmente llegados a la universidad, lo que se demandaba del profesor/a era y es la autoridad.
La RAE define la autoridad como el «poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho». La potestad, facultad, legitimidad. El prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia.
Determinismos biológicos, maternidad y estereotipos
El estereotipo de la feminidad -sensibilidad, autocontrol, elegancia, cooperación, maternidad, empatía- se reproduce a través de medios de comunicación, publicidad (sobre todo y especialmente la dirigida a niños), y a través de los juegos de socialización.
El determinismo biológico que durante años ha repetido mantras como el de la «debilidad de la mujer» se está revirtiendo poco a poco a la luz de una nueva y mejor educación sanitaria con enfoque de género y alejada de la imagen estereotipada que asocia la mujer a su rol de madre. Estos cambios impulsados desde subculturas feministas hacia otros sectores de la sociedad están contribuyendo al cambio social que ya es una realidad en muchos países, pero que por falta de una sistematización en la educación y de verdadero interés político continúa desfasado en nuestro país.
Los nuevos conceptos son ajenos en el sistema educativo tradicional y esto lo hace sensible a los recurrentes sesgos que en él se producen.
La educación sistematizada y la mujer
Desde pequeñas, a la mayoría de las niñas en la educación occidental se les enseñan los valores de sumisión y de cuidado. Se les potencian las actitudes de empatía y colaboración en la familia y en su entorno primario.
La selección de juguetes está destinada incluso para ello: muñecas, bebés, cocinitas, casitas. Todo un contexto que le dice a la niña, de una forma indirecta, cuáles serán sus expectativas y necesidades de mayor. Por otro lado, al varón se le incita a la aventura, a superar retos, a competir, a defender lo que quieren, etc. Esto construye una serie de características que, si no cambian durante la educación sistematizada en el colegio, implicarán una limitación para la mujer en el acceso al poder, mientras que a los varones les dará más herramientas de acceso al poder y a la autoridad.
A esto se suman numerosas variables como la influencia de la educación materna y paterna, la sociedad en la que esos niños se están educando, etc.
Evaluación de la calidad educativa
Frente a estos condicionantes sociales, mediáticos, familiares e históricos es ya una realidad el hallazgo de patrones de género en las respuestas de estudiantes universitarios ante los Cuestionarios de Evaluación de la Docencia.
Los estudios realizados en esta línea indican que existen sesgos de género en la evaluación tanto de profesores y profesoras a sus alumnos y alumnas, como al revés. Y esto afecta de forma diferente a las profesoras y profesores según ejerzan la docencia universitaria en los primeros años del grado o en los más altos. Así como también dependen del tipo de grado en el que trabajan: humanidades, ciencias sociales, exactas, etc.
Por ejemplo, las notas más altas de parte de las y los alumnos son para profesores hombres, principalmente en las evaluaciones realizadas por estudiantes mujeres. Éstas son a la vez más críticas con sus pares a quienes asignan características de «Autoritaria», «Mandona», «Demasiado exigente», etc., dependiendo del área de evaluación y del curso.
La demostración de poder o autoridad se evalúa en el contexto social predominante como una característica negativa para la mujer, mientras que la misma actitud se evalúa como un rasgo de carácter y poder en un hombre. «A los hombres se les evalu?a mejor en los i?tems ma?s disciplinarios, mientras que las mujeres son mejor evaluadas en los i?tems referentes a responsabilidad, pero tambie?n en aquellos que tienen que ver con disposicio?n a ensen?ar y empati?a» (Rodrigo Medel y Rodrigo Asún, 2014).
Las profesoras son evaluadas de forma más favorable en las carreras de Ciencias Sociales y en los primeros cursos de universidad y siempre que demuestren características como la empatía, el compañerismo (hacia alumnos y alumnas) o la simpatía, mientras en sus pares masculinos estas características no son demandadas o evaluadas por sus alumnos y alumnas.
Conclusión
Género se relaciona con todos los aspectos de la vida económica y social, cotidiana y privada de los individuos y determina características y funciones dependiendo del sexo o de la percepción que la sociedad tiene de él. El empoderamiento femenino, el acceso de la mujer al poder, todavía se percibe de una forma inconsciente como algo sospechoso. La mujer sigue siendo una «outsider» en muchos ámbitos en los que, a la vez, está siendo cada vez más habitual ver una mujer. Esto nos obliga a revisar todos nuestros sistemas de relaciones para comprobar que el sesgo de género no esté haciendo mella sobre la actuación de esas mujeres.
Se ha visto cómo en la educación universitaria, los hombres son en general mejor evaluados los u?ltimos an?os, y que quienes evalu?an mejor a sus profesores hombres en los u?ltimos an?os son sobre todo las alumnas mujeres. Es la reproducción del modelo social de sumisión y obediencia.
Fuente: http://www.educaweb.com/noticia/2016/10/13/sesgo-genero-evaluacion-calidad-academica-10567/