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Stefania Giannini, subdirectora de la Unesco: «El mayor riesgo de cerrar los colegios es que aumente la desigualdad»

Por: Icíar Gutiérrez.

Stefania Giannini levanta el teléfono con preocupación. Desde su confinamiento en París, lo primero que hace tras responder a la llamada es lamentar «las tristes noticias» que llegan desde España. Las mismas, dice, que las que deja la epidemia de coronavirus en su país, Italia. «Es una situación muy complicada para todos», sostiene.

Giannini está siguiendo de cerca el impacto del cierre de centros educativos en todo el mundo como medida de contención del virus. Desde mayo de 2018, es subdirectora general de educación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el mayor cargo de responsabilidad de la ONU en el ámbito de la educación. Antes fue profesora de lingüística y ministra de Educación en el Gobierno de Matteo Renzi, entre 2014 y 2016.

Se trata de una «crisis sin precedentes e inesperada», reconoce. El escenario es muy complejo, sin final a la vista. Las medidas de cierre de colegios y universidades están alterando calendarios escolares, pero el impacto trasciende lo educativo. Los países no solo tienen que aplicar modalidades de enseñanza a distancia para evitar que el aprendizaje se interrumpa. Además, deben abordar las dimensiones sociales de la crisis que afecta a los menores de muchas formas. El confinamiento obligatorio les impide ver a sus compañeros y las actividades de socialización. Muchos niños y jóvenes, especialmente los que provienen de entornos empobrecidos, dependen de las comidas escolares para una nutrición saludable, recuerda la Unesco. También han alertado de que la medida tendrá mayores efectos en las niñas.

Desde principios de marzo, la organización internacional ha estado reuniéndose con ministros, impartiendo seminarios y dando seguimiento a la clausura de escuelas, que se ha extendido a una gran velocidad por todo el mundo para hacer frente a la pandemia. Durante semanas, la lista se ha actualizado prácticamente a diario. El 4 de marzo había 300 millones de alumnos afectados en una veintena de países. En menos de un mes ya son más de 1.500 millones los estudiantes desde primaria a universitarios que están fuera de las aulas en 188 países. Son casi el 90% de la población estudiantil del mundo, según sus datos. A ellos se suman 60 millones de profesores. El mapa de las aulas vacías está casi completo.

Cuando empezaron a documentar las cifras del impacto del cierre educativo, ¿se imaginaban que íbamos a llegar a una situación de esta magnitud?

Empezamos con el primer informe hace unas semanas y nadie podía imaginarse lo que iba a pasar a los pocos días, el crecimiento hasta los 1.500 millones. La cuestión central que estamos abordando en esta crisis es la salud, pero esto también tiene un impacto en la educación. Desde el principio teníamos la impresión de que podría convertirse en una crisis enorme y sin precedentes. Y eso es lo que está sucediendo. Por eso, inmediatamente después, decidimos enfrentar estar circunstancias insólitas en la educación. Hemos tenido que tomar algunas medidas excepcionales, como lanzar una Coalición Mundial por la educación -formada por Naciones Unidas, sector privado, sociedad civil- para responder.

¿Cuál es su análisis?

Es una crisis enorme, una de las mayores de la historia. Tiene un impacto dramático no solo en la salud, sino en diferentes niveles como el económico. En la educación, tiene dos vertientes. La primera, la necesidad de una reacción inmediata, y esto está muy relacionado con los Ministerios de Educación, intentando tranquilizar a las familias y asegurarse de que gracias a la comunidad educativa, se seguirá adelante y el aprendizaje no se detiene. Las organizaciones internacionales estamos para apoyarles con nuestras herramientas. Este es el lado negativo.

Luego está el lado positivo. Antes del coronavirus, hablábamos dela necesidad de cambiar el paradigma, del uso de nuevas herramientas, de tecnología… Y ahora  tenemos que hacerlo bajo presión. Quizás, estamos ante el ‘momentum’, la oportunidad de repensar el modelo. Estamos obligados a hacerlo. Las lecciones que seguramente vamos a aprender de esta crisis nos pueden ayudar de alguna manera a potenciar mucho más nuestros sistemas educativos, a hacerlos más flexibles y más ágiles, para ver cómo la tecnología puede realmente ayudar y no reemplazar la educación en su forma más tradicional. Es un gran desafío en una situación difícil.

Si echamos un ojo a la historia, ¿hay algún momento comparable a este?

Quizás es la primera vez en que el enemigo no está entre nosotros, no es una cuestión de equilibrio geopolíticos o guerra. El algo realmente fuera de la capacidad de control humana y la consecuencia de esto es bastante singular: hay que buscar un nuevo tipo de solidaridad global. Desarrollar alianzas entre distintos sectores. Mecanismos regionales como la Unión Europea tienen que encontrar la manera de demostrar que son lugares útiles para encontrar soluciones a los problemas de los ciudadanos y no para debatir sobre cuestiones difíciles. Pasa lo mismo para las organizaciones multilaterales. Estamos tratando de hacerlo. Hace dos semanas, organizamos una reunión con más de 70 ministros para debatir cómo se puede abordar el impacto que esto va a tener en la educación. Es un momento único en este sentido. Pero por supuesto, hay similitudes con otras crisis de la historia, como la Segunda Guerra Mundial. Aunque los actores principales o las motivaciones eran totalmente diferentes. Pero después de aquel momento se vio la necesidad de que hubiera algún tipo de gobierno global y un mecanismo de solidaridad también.

El cierre de colegios y universidades ha sido de las primeras medidas que han tomado los Gobiernos contra el coronavirus. En los inicios, siempre sobrevolaba la idea de la proporcionalidad. En este caso entraba el juego el derecho a la educación. ¿Ha sido proporcional?

Es una decisión de los Gobiernos. Por supuesto, no es una decisión fácil de tomar, al revés, es muy dura. Pero en momento de paquetes de medidas tan duras y fuertes como las que vemos ahora y hace unas semanas, tiene sentido. Si queremos que haya distancia social, la escuela es un lugar de contacto entre niños y los profesores. Y es una de las únicas maneras que tenemos ahora para abordar este momento crítico.

Lo que tenemos que hacer, y hacemos, es encontrar la forma más rápida de movilizar a la comunidad internacional y apoyar a los países. ¿Cómo? Propiciando el diálogo entre los sistemas educativos, que están encontrando sus propias formas de abordar la crisis. Y es muy interesante escucharlo. Irán, Italia, China, Francia, algunos países africanos vienen y dicen las herramientas que están usando: no solo el aprendizaje virtual, también usan la radio o los canales de televisión para llegar a los niños más excluidos, por ejemplo. Lo segundo es ofrecer herramientas, plataformas y recursos educativos. Aquí hemos estado sentándonos también con el sector privado. Los proveedores de conexión a Internet y las compañías tecnológicas pueden demostrar su apoyo a los países aceptando los principios éticos de protección de datos y seguridad y prestando servicios gratuitos.

Cerrar los centros educativos y continuar con las clases con la máxima normalidad posible es un desafío enorme. ¿Cómo están respondiendo los países?

Creo que todos los países se sienten parte de una comunidad global que se ha visto profundamente tocada por esta crisis. Hay diferencias en la calidad de las soluciones que se han tomado de manera inmediata. Hay países avanzados en alta tecnología que fueron más rápidos y mejores durante los primeros días a la hora de proporcionar herramientas de aprendizaje virtual a los niños, más o menos en función del nivel del país.

Si miramos al sur, hay países que están luchando más para poder hacerlo. Es nuestra prioridad apoyar a los países en desarrollo. Vemos, por ejemplo, que hay países africanos en los que se está solucionando con radios y canales de televisión. Mientras tanto, lo que tenemos que hacer es reforzar la conectividad, que llegue a donde no está. No es la misma fotografía para todos. La comunidad internacional tiene que encontrar el equilibrio sobre cómo garantizar, al final de este proceso, la educación de calidad.

¿Qué país destacaría por su actuación en este terreno?

Es una pregunta difícil (risas). China, que fue el primer país afectado por el virus, puso en práctica de inmediato una maquinaria impresionante de aprendizaje virtual. En un par de días, casi 200 millones de niños estaban conectados en una plataforma de educación a distancia. Pero después de dos semanas, podíamos hablar ya de otros modelos, como el de Italia, que no ha apostado solo por un sistema de educación virtual, sino también por un enfoque de integración. Ahora enfrenta algunos desafíos en cuanto a equilibrar el norte y el sur y la crisis está golpeando fuerte, lamentablemente. Todo cambia muy rápido. Es un laboratorio de nuevas herramientas y prácticas. Estoy segura de que en unas semanas tendremos una fotografía completa de la situación que nos permita apoyar a los países que van algo por detrás.

Mapa de cierre de colegios elaborado por la Unesco.
Mapa de cierre de colegios elaborado por la Unesco.

¿Qué problemas se están encontrando? ¿Qué efectos colaterales se están repitiendo más?

Hay muchos desafíos comunes. Hay niños y familias que se van a ver más afectados en su derecho a la educación porque no están tan bien equipados para poder continuar con su aprendizaje con plataformas educativas digitales. Hay que encontrar soluciones, algo que estamos haciendo es recurrir a aplicaciones que se pensaron en un primer momento para la asistencia online. Si volvemos a mirar el sur del mundo, esto ocurre en algunas regiones latinoamericanas -que se están viendo cada vez más afectadas por la crisis-. Esto también es una realidad en Europa si nos fijamos en las periferias y la población más excluida.

Después está el impacto en los profesores. No debemos dar por hecho que todos los maestros del mundo están bien preparados y formados en cómo pasar de la enseñanza tradicional, en una clase, con libros y pizarra, a la virtual. Nos estamos centrando mucho en ellos, colaborando con organizaciones de la sociedad civil para que los profesores puedan involucrarse en el proceso de pensar cómo aseguramos que la educación sea de calidad. Está habiendo, además, algunos centros educativos privados que no están garantizando las condiciones salariales durante la crisis. Los sindicatos están denunciándolo y nosotros nos debemos centrar en ello también.

Otro desafío es el nuevo ambiente familiar. Todos estamos experimentando lo que es tener en un mismo apartamento la oficina, con el teletrabajo, y las clases virtuales, además de los miembros de la familia que están haciendo las tareas domésticas. Esto tiene muchas implicaciones sociales y emocionales. Tenemos que ver cómo apoyar a los padres, que ahora tienen un nuevo trabajo. Es diferente recoger a tu hijo después de clase a que te pidan, como madre o padre, estar ahí con ellos, ayudándolos. Quizás el mayor reto está en la educación primaria, porque en secundaria puede que los estudiantes ya estén más experimentados en educación virtual antes de esta crisis sin precedentes. Ahora hay que poner en marcha la enseñanza online para niños muy pequeños, de primaria. Esto tiene componentes emocionales muy importantes.

Ha mencionado la desigualdad. ¿Cómo deben asegurarse los Gobiernos de que ningún estudiante, especialmente los más pobres, se queda atrás? La nutrición, por ejemplo, es un asunto vital, o la brecha tecnológica, como decía. 

Exactamente, la nutrición es un asunto muy importante y es parte de nuestra lista de consecuencias más inmediatas del cierre de colegios. Estamos trabajando con la OMS, con el Programa Mundial de Alimentos y Unicef. Hay algunas comunidades que ya se están organizando por su cuenta para encontrar instalaciones en las que asegurar la nutrición de los estudiantes más desfavorecidos. Sobre el acceso a la tecnología, desde el comienzo de la Coalición de Educación gran parte del trabajo se está centrando en cómo podemos garantizar el traslado a las aulas virtuales desde las tradicionales aulas físicas, o que haya plataformas y recursos educativos para todos los niños. Pero el proceso acaba de empezar.

En Italia hay un debate abierto sobre la necesidad de relajar las restricciones para que los niños puedan salir a la calle a dar un paseo. En España, no pueden. Esta es una consecuencia más del cierre de colegios, la falta de socialización o de actividad física durante la cuarentena. ¿Qué piensa?

Sí, esto tiene que ver con lo que mencionaba antes sobre el componente emocional y físico, totalmente. Pienso que es crucial garantizar, tanto como sea posible en las circunstancias en las que estamos, el derecho de los niños al ejercicio físico. Es algo que desde la Unesco estamos analizando porque hay una demanda muy fuerte por parte de los países para que se analice. Por supuesto, también se puede recurrir a clases virtuales para hacer deporte y demás. Pero mi opinión personal es que es importante salir un poco de los espacios cerrados a tomar el aire. Es cuestión de encontrar el equilibrio y encontrar las medidas correctas dadas las circunstancias que tenemos.

Si miramos un poco al futuro, ¿qué debemos tener en cuenta durante la ‘vuelta al cole’?

Que estemos enfrentando la crisis en plena crisis no significa que no nos tengamos que anticipar desde ya a la fase de recuperación. Tenemos que asegurarnos de que la educación reciba atención política, compromiso y financiación. Esto es muy importante para nosotros, no queremos que la educación se quede atrás después de la crisis. Y tenemos que ver cómo será la fase de recuperación para los estudiantes y los profesores. Tenemos que observar cómo será el impacto en los niños pasados de unos meses. No sabemos cuánto tiempo tenemos por delante. Así que creo que es vital que anticipemos esta fase de recuperación.

Por otro lado, también es crucial que aprovechemos este momento para mirar más allá de la crisis y ver cómo van a ser nuestros sistemas educativos en un futuro cercano. Cómo deben diferenciarse, tal vez, del modelo tradicional. Y esto está relacionado con el futuro de la educación. Hay un debate muy interesante sobre los nuevos desafíos y las nuevas oportunidades, el cambio de paradigma del aprendizaje y la enseñanza. Pero la presión que tenemos ahora los principales actores de la comunidad educativa es aprovechar este momento. Por ejemplo, con el uso de la tecnología y los principios éticos que tienen que garantizarse.

¿Cuál es el mayor riesgo de decidir echar el cierre a las escuelas?

El riesgo es aumentar las desigualdades, pero la oportunidad es que haya un sentido de la solidaridad y la colaboración más fuerte. Es hora de la colaboración y la solidaridad. Es lo que puede compensar el riesgo de aumentar la desigualdad, que sin duda es lo más peligroso de esta situación.

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Fuente de la entrevista: https://www.eldiario.es/internacional/Stefania-Giannini-subdirectora-Unesco-desigualdad_0_1012799785.html

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España: El Gobierno está negando a los niños y niñas lo que recomienda la OMS: una hora diaria al aire libre

El Gobierno está negando a los niños y niñas lo que recomienda la OMS: una hora diaria al aire libre

Heike Freire

Socióloga y pedagoga, Heike Freire señala la necesidad de que el Gobierno permita a las niñas y niños salir de casa una hora al día para su bienestar físico y emocional, una medida que ya han implementado en otros países, entre ellos Italia, y que recomienda la OMS.

El confinamiento ha empujado hacia afuera a la socióloga y pedagoga Heike Freire. “Cada día hablo con bastante gente, periodistas, organizaciones, recientemente con el presidente del consejo escolar de Aragón…”. No en vano se ha convertido en una de las principales voces en el Estado español que piden al Gobierno que respete las necesidades básicas de los niños y niñas, y les dejen salir al aire libre en estos tiempos de reclusión. Hablamos dos días antes de que, en Italia, el lugar de Europa con más casos positivos detectados, su gobierno haya aceptado que los más pequeños salgan a la calle una vez al día por su salud. ¿Por qué aquí no?

No es fácil estar casi tres semanas entre cuatro paredes. ¿Cómo de fácil puede serlo para los niños y niñas?
Depende de muchos factores. De donde vivas, en que entorno, de que salidas al exterior tengas… No es lo mismo un niño que vive en un chalet de La Moraleja de 600 metros cuadrados y 5.000 de parcela que una niña que viva en Barakaldo, en un piso que no tiene ni balcón, o que ni le entra la luz del sol a casa.

Tampoco es lo mismo vivir con una familia que está teletrabajando y que sus padres y madres tengan que asumir la crianza y hacerse cargo de los deberes, que vivir en una familia que ha perdido su trabajo. O si tiene hermanos o no, ya que eso es un factor de mayor resiliencia.

A mí lo que más me preocupa, te lo digo sinceramente, ahora mismo es la salud. La posibilidad de que muchos niños sufran inmunodepresión, de que sus sistemas inmunes bajen. Esto tiene que ver, por ejemplo, con la vitamina D. Pueden ayudar algo los suplementos y la alimentación, pero nunca sustituirán la importancia del sol en el metabolismo del calcio y del fósforo.

En determinadas etapas, los niños pegan estirones muy grandes y necesitan muchos nutrientes y vitaminas. Obviamente no tener sol les perjudica.

También influirá el ambiente que haya en casa.
Yo trabajo sobre los recuerdos infantiles de las personas adultas. Muchas personas han vivido en familias con dificultades, han tenido muchas discusiones en casa o han estado en medio en un proceso de divorcio, etc. Algunas de esas personas cuentan que, en esos momentos difíciles, salían a un descampado, a un lugar abierto, natural, y en ese lugar encontraban la tranquilidad y la paz que no tenían en casa. Entonces, el estar en un espacio exterior, además de ayudar en el aspecto físico, también lo hace en el lado psicológico-emocional. Es evidente que muchos niños hoy están viviendo situaciones estresantes en casa, sobre todo porque las viven sus padres, su entorno directo, y ahora no tienen esa vía de escape fuera de casa.

Un ejemplo: ayer me mando una persona un comentario, porque está muy angustiada de que sus hijos se puedan contagiar. Incluso salir a el supermercado para ella es algo peligroso. Al final, sus hijos le han dicho que no quieren salir a la calle hasta que se vaya el ‘cocovirus’ ese.

El miedo también se contagia.
Este es uno de los mayores problemas. Algunas de los padres que inicialmente querían que los niños pudieran salir se han echado atrás por el miedo. Los medios de comunicación han extendido muy efectivamente el miedo.

Pero la petición no es algo desorbitado…
A los niños se les está negando lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud: media hora diaria de ejercicio al aire libre para los adultos y para los niños una hora diaria como mínimo. Todos los y las expertas y todos los gobiernos legislan sobre los niños y niñas, y lo primero que protegen es su salud y bienestar. Mira Alemania, Francia, Bélgica, Austria, Suiza, Inglaterra… Pero aquí de lo único de lo que nos hemos preocupado desde el principio es de las tareas escolares y de que no pierdan el curso.

Esto es sintomático de este país. Pensamos que la educación es puro conocimiento y obviamos todas las facetas vinculadas con el desarrollo humano. Es decir, además de tener en cuenta sus conocimientos, preocuparse por su bienestar, de su salud, del movimiento, de la luz, del juego…

En los textos alemanes se habla del juego y dicen “los niños necesitan jugar, quieren jugar y deben jugar”. ¿Como es que aquí no? Llevo casi tres semanas dándole vueltas y no acabo de entender que nos pasa.

No faltan bulos sobre este tema.
Muchos. Por ejemplo, la idea de que los niños son vectores de contagio, que son más propensos a ser afectados por el coronavirus. Esto lo hemos encontrado en algunos medios de comunicación americanos e ingleses, pero seguimos sin encontrar estudios que sostengan esa idea. Por ahora lo que hay son algunos estudios que parecen demostrar justo lo contrario, que el coronavirus no afecta a los niños de ninguna manera.

La infancia como algo incontrolable.
“Es que claro, a los perros se les lleva con una correa a la calle”. Ósea, que los padres y madres somos unos irresponsables y tenemos unos niños salvajes, bárbaros y descontrolados. Hay madres que me han dicho “pues mira, ¿dónde tengo que firmar para que pueda ponerle un arnés al niño y salir con él a la calle?”.

¿Por qué se están muriendo los abuelos y abuelas? No se mueren porque los contagien sus nietos. Se mueren porque tenemos un 230% menos de UCI que en Alemania y porque se está aplicando medicina de guerra al no haber suficientes respiradores. El miedo es algo que impide pensar y reflexionar, y ahí aparecen estas falsas ideas que te atenazan.

A falta de aire libre, siempre nos quedara la PlayStation y la televisión.
Ese es otro gran problema. Ayer hablando con una madre me comentaba que muchos padres por desconocimiento tienen a los hijos haciendo las tareas escolares unas horas y después, como premio, les dejan jugar a videojuegos y ver más tele. Con lo cual, están muchas horas enchufados a una pantalla. No hace falta recordar el carácter adictivo de las pantallas, y mucho más si además las ofrecemos como premio.

El ser humano no está pensado para estar encerrado. Es una situación que no es beneficiosa. No sé si has visto un vídeo que se hizo viral de una niña de dos años de Cádiz que le decía a su papa “a la calle, ¡a la calle!” y su padre le respondía: “¡No! Que no se puede”. Y entonces se hizo viral el hashtag #todosSomosBea. Y yo les digo: no, no todos somos Bea. Digámoslo claro, para un buen desarrollo los niños y niñas necesitan estar al aire libre, es una necesidad vital, perentoria, urgente.

No es de recibo que en un real decreto que declara el estado de alarma se mencione a los perros hasta tres veces y ni una vez a los niños

Los niños no aparecen ni nombrados en el decreto para el estado de alarma.
No es de recibo que en un real decreto que declara el estado de alarma se mencione a los perros hasta tres veces y ni una vez a los niños. Sé que en comunidades como en Madrid hay muchos más perros que niños, sé que a lo mejor da más votos, pero los perros no son el futuro de la sociedad. Esto, por supuesto, no quiere decir que no haya que legislar sobre los perros. Claro que está bien que estén incluidos.

Esto un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Por eso está situación es una oportunidad que va más allá del hecho concreto de que los niños puedan salir de casa, que, por supuesto, es fundamental, pero también es una gran oportunidad para que se reconozcan como sujetos, como personas, en un texto de ley.

Pero no se está legislando de esa manera, precisamente…
Claro. Primero imponen prohibiciones para todos y luego, después, piensan las excepciones. En vez de regular qué sería lo propio. No. Lo primero es la prohibición general. Y luego, con el paso del tiempo, han hecho dos excepciones, hasta ahora.

La primera ha sido porque las familias monoparentales protestaron porque para ir al supermercado, ¿qué iban a hacer?, ¿dejar a los niños solos en casa o atados en la puerta del súper con una correa? Ante ello, el gobierno añadió esta excepción. A mí me han llegado a decir altos cargos de Infancia que esta excepción iba a ser un balón de oxígeno para las familias. ¡Pues vaya oxigeno!

De las cuatro paredes de casa a las cuatro del supermercado.
Exactamente. Un supermercado nunca va a ser un buen entorno para un niño, y en esta situación especial menos todavía. Esto lo dicen los textos alemanes, franceses… Es pura lógica.

La segunda excepción ha venido gracias a la presión de la Asociación Española de Autismo. Consiguieron que se permita salir a la gente con autismo o similares. Pero, fíjate, entonces empiezan a salir a la calle y los “chivatos de balcón” les recriminan, presionan y hasta insultan.

Y ahí aparece el lazo azul para identificarlos.
A mí me gusta como lo ha definido César Rendueles en El Pais: “Les ponen el lacito azul como si el problema fuera la puntería de los chivatos”. ¿Estamos convirtiendo esto en un campo de concentración? ¿De verdad? No nos damos cuenta de que prohibir para todos igual y luego añadir excepciones no es el camino. Se debería buscar el bienestar de todo el mundo. Hay que legislar para todas las infancias. Es también un asunto cultural porque seguimos sin reconocer al niño como sujeto. No es una propiedad privada de sus padres, es un ser con sus propios derechos. Legislar también es educar al pueblo.

Si legislas y educas desde la prohibición, podría entenderse casi como una consecuencia “normal” increpar desde el balcón a quien supuestamente incumpla esas prohibiciones.
Estoy de acuerdo. Hay varios estudios de psicología social sobre este tema de la relación con la autoridad. No es que la gente sea “así”. No. Depende de sus condiciones sociales. Yo estoy convencida de que las prohibiciones llevan a este tipo de conductas. Hay que educar al pueblo.

Mucha gente dice que “aquí no se puede regular porque la gente es muy irresponsable, que todo es jauja…”. ¿Somos más irresponsables que los franceses, que los belgas, los austriacos, los suizos…? Tenemos una imagen de nosotros mismos bastante negativa

También existe la idea de la irresponsabilidad. Mucha gente dice que “aquí no se puede regular porque la gente es muy irresponsable, que todo es jauja…”. ¿Somos más irresponsables que los franceses, que los belgas, los austriacos, los suizos…? Tenemos una imagen de nosotros mismos bastante negativa. Pero, ¿cómo se aprende la responsabilidad?

Practicándola.
Claro. ¿Cómo quieres que un niño aprenda a ser responsable? ¿Diciéndole “no hagas nada que lo hago yo todo por ti, tú quédate tranquilo ahí”? No. Se es responsable tomando responsabilidades progresivamente.

Mas allá del Gobierno español. ¿Se podría regular a nivel más local?
La ley del estado de alarma es del Gobierno central y hace falta que el Gobierno ofrezca un marco lo suficientemente amplio y claro para que luego, a nivel autonómico o local, se ofrezcan los apoyos necesarios, sobre todo pensando en las familias más desfavorecidas.

Nosotros hemos hablado con muchos ayuntamientos, y muchos están dispuestos a colaborar. Porque hay situaciones muy duras. Hay barrios donde las estanterías de alcohol de los supermercados están vacías. Al final, para no soportar esa angustia, te tiras al alcohol o a otra droga para intentar evadirte. Y con niños de por medio, ¿qué están viviendo en esas situaciones?

Hacen falta muchos apoyos. Los padres y madres que están enchufando a los niños a las pantallas todo el día lo hacen porque no tienen recursos para estar con ellos, para acompañarlos de otra manera. A lo mejor también habría que apoyarles.

¿Hay que socializar la crianza?
Tiene que ver con el fenómeno de la privatización de la infancia. Hace 40 o 50 años los niños vivían mucho más en la calle, en el espacio público y había todavía esa noción de que son de todos. Ese dicho que dice que para criar a un niño se necesita una tribu es totalmente cierto. El neoliberalismo lo está privatizando todo, y también a los hijos. Ahora, tras el cierre de las escuelas, los hijos ya son totalmente privados. El mensaje es: “Ahí te las entiendas con los tuyos”.

Incluir a los niños en el real decreto es volver a traerlos a lo común. Porque son de todos y todas, no son de los padres.

Entonces, en esta coyuntura ¿cuál sería una petición justa y realizable aquí y ahora?
Seguir el ejemplo de muchos países, por ejemplo. Pero lo primero sería reconocer en una ley a los niños como sujetos de derecho. Y lo segundo que se reconozcan sus necesidades. Por ejemplo, como en Francia, simplemente siguiendo lo que dice la OMS y permitiendo salir una hora al día a no más lejos de un kilómetro de casa y respetando las distancias de seguridad, y organizándose para que no salgan todos a la vez.

Entrevista original publicada en Argia.

Fuente de la Información: https://kaosenlared.net/heike-freire-el-gobierno-esta-negando-a-los-ninos-y-ninas-lo-que-recomienda-la-oms-una-hora-diaria-al-aire-libre/

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Ignacio Calderón Almendros: «hí adentro hay lo mismo que aquí adentro»

Ignacio Calderón Almendros

Después de una ponencia en Montevideo me hicieron una entrevista. Seguramente no sea apropiado que un profesor universitario hable de su madre en una entrevista, pero aquella comenzó recreando unas palabras de ella. Esas frases han ayudado a mucha gente a pensar, y a entender las conversaciones como negociaciones. Las interpretaciones sobre las diferencias están en lucha, y esas batallas se libran en muchos lugares, en todo momento, entre todas las personas. Mi madre, una mujer que apenas pudo aprender a leer y escribir, sigue educando. Esa resistencia, tan genuina y agitadora, merece lo inadecuado de mi intervención.
Comparto cinco minutos de aquella entrevista, que quizás inviten a la reflexión. Y a la transformación.

Entrevista realizada en el marco del Seminario para la Promoción de la Educación Inclusiva en las Américas OEA-ORITEL celebrado el 27 y 28 de Octubre de 2017 en Montevideo (Uruguay).

 

 

Profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga (España). Interesado en la experiencia de exclusión e inclusión educativa de personas situadas en los márgenes, especialmente desde la discapacidad y la desventaja sociocultural. Empeñado en que la escuela sea un lugar donde todas las personas podamos crear sentido.
Fuente: http://www.ignaciocalderon.uma.es/index.php/projects/ahi-adentro-hay-lo-mismo-que-aqui-adentro/
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Entrevista a Achille Mbembe: “La pandemia democratiza el poder de matar”

Por: Diogo Bercito

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”

 

El coronavirus está cambiando la forma en que pensamos sobre el cuerpo humano. Se convirtió en un arma, dice el filósofo camerunés Achille Mbembe. Después de salir de casa, después de todo, podremos contraer el virus o transmitirlo a otros. Ya hay más de 783.000 casos confirmados y 37.000 muertes en todo el mundo. “Ahora todos tenemos el poder de matar”, dice Mbembe. “El aislamiento es solo una forma de regular ese poder”.

Mbembe, de 62 años, acuñó el término «necropolítica» en 2003. Investiga, en su trabajo, la forma en que los gobiernos deciden quién vivirá y quién morirá, y cómo vivirán y morirán.

Enseña en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo. El pasado viernes (27 de marzo), Sudáfrica registró las primeras muertes por el coronavirus.

La necropolítica también aparece en el hecho de que el virus no afecta a todos por igual. Existe un debate acerca de priorizar el tratamiento de los jóvenes y dejar morir a las personas mayores. Todavía hay quienes, como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, insisten en que la economía no puede detenerse incluso si parte de la población necesita morir para garantizar esta productividad. “¿Van a morir algunos? Van a morir. Lo siento, así es la vida”, dijo recientemente el mandatario brasileño.

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”, explica Mbembe. “Esta lógica de sacrificio siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con la idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados «.

 

PREGUNTA: ¿Cuáles son sus primeras impresiones de esta pandemia?

ACHILLE MBEMBE – Por ahora, estoy abrumado por la magnitud de esta calamidad. El coronavirus es realmente una calamidad y nos trae una serie de preguntas incómodas. Este es un virus que afecta nuestra capacidad de respirar.

— Y obliga a los gobiernos y hospitales a decidir quién continuará respirando.

Sí. La pregunta es cómo encontrar una manera de asegurar que cada individuo pueda respirar. Esa debería ser nuestra prioridad política. También me parece que nuestro miedo al aislamiento, a la cuarentena, está relacionado con nuestro miedo a enfrentar nuestro propio fin. Este miedo tiene que ver con no poder delegar nuestra propia muerte a otros.

— ¿El aislamiento social nos da algún poder sobre la muerte?

Sí, un poder relativo. Podemos escapar de la muerte o posponerla. Contener la muerte está en el corazón de estas políticas de contención. Este es un poder. Pero no es un poder absoluto porque depende de otras personas.

— ¿Depende de otras personas aislarse también?

Sí. Otra cosa es que muchas de las personas que han muerto hasta ahora no han tenido tiempo de decir adiós. Varios de ellos fueron incinerados o enterrados inmediatamente, sin demora.

Como si fueran basura de las que debemos deshacernos lo antes posible. Esta lógica de eliminación ocurre precisamente en un momento en que necesitamos, al menos en teoría, a nuestra comunidad. Y no hay comunidad sin poder despedirse de los que se fueron, organizar funerales. La pregunta es: ¿cómo crear comunidades en tiempos de calamidad?

— ¿Qué consecuencias dejará la pandemia en la sociedad?

La pandemia cambiará la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Nuestro cuerpo se ha convertido en una amenaza para nosotros mismos. La segunda consecuencia es la transformación de la forma en que pensamos sobre el futuro, nuestra conciencia del tiempo. De repente, no sabemos cómo será el mañana.

— Nuestro cuerpo también es una amenaza para los demás si no nos quedamos en casa…

Sí. Ahora todos tenemos el poder de matar. El poder de matar ha sido completamente democratizado. El aislamiento es precisamente una forma de regular ese poder.

— Otro debate que evoca la necropolítica es la pregunta sobre cuál debería ser la prioridad política en este punto, salvar la economía o salvar a la población. El gobierno brasileño ha estado haciendo señas para que se priorice el ahorro de la economía.

Esta es la lógica del sacrificio que siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con un aparato de cálculo. La idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados. La pregunta es qué hacer con aquellos que hemos decidido que no valen nada. Esta pregunta, por supuesto, siempre afecta a las mismas razas, las mismas clases sociales y los mismos géneros.

— Como en la epidemia del VIH, en la que los gobiernos se demoraron en actuar porque las víctimas estaban al margen: ¿negros, homosexuales, consumidores de drogas?

En teoría, el coronavirus puede matar a todos. Todos están amenazados. Pero una cosa es estar confinado en un suburbio, en una segunda residencia en una zona rural. Otra cosa es estar en primera línea. Trabajar en un centro de salud sin máscara. Hay una escala en cómo se distribuyen los riesgos hoy.

— Varios presidentes se han referido a la lucha contra el coronavirus como una guerra. ¿Importa la elección de palabras en este momento? Usted escribió en su trabajo que la guerra es un ejercicio claro en necropolítica.

Es difícil dar un nombre a lo que está sucediendo en el mundo. No es solo un virus. No saber lo que está por venir es lo que hace que los estados de todo el mundo reanuden las viejas terminologías utilizadas en las guerras. Además, las personas se están retirando dentro de las fronteras de sus estados nacionales.

— ¿Hay un mayor nacionalismo durante esta pandemia?

Sí. La gente está volviendo a «chez-soi», como dicen en francés. A su hogar. Como si morir fuera de casa fuera lo peor que podía pasar en la vida de una persona. Las fronteras se están cerrando. No estoy diciendo que deberían estar abiertas. Pero los gobiernos responden a esta pandemia con gestos nacionalistas, con esta imagen de la frontera, del muro.

— Después de esta crisis, ¿volveremos a ser como antes?

La próxima vez, seremos golpeados aún más fuerte que durante esta pandemia. La humanidad está en juego. Lo que revela esta pandemia, si lo tomamos en serio, es que nuestra historia aquí en la tierra no está garantizada.

No hay garantía de que estaremos aquí para siempre. El hecho de que sea plausible que la vida continúe sin nosotros es el tema clave de este siglo.

Fuente: https://lavoragine.net/la-pandemia-democratiza-poder-de-matar/

Artículo original publicado en Gauchazh 

Imagen: https://www.eldiario.es/interferencias/Achille-Mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_6_527807255.html

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Yayo Herrero: «Estamos educando a los niños y las niñas en contra de su propia supervivencia»

Diario de la Educación

Empieza la tercera semana de confinamiento, con medidas más restrictivas en este sentido, que intenta aliviar la presión sobre el sistema sanitario. Un sistema que se ha visto desbordado de mil maneras. Todo el país, todo el sistema, se encuentra en una situación similar. Hasta el 9 de abril solo podrán salir a trabajar aquellas personas que lo hagan en sectores estratégicos.

Yayo Herrero cree que es necesario plantear unas nuevas políticas sociales y económicas más cercanas a lo sociocomunitario, que permitan, entre otras cosas, una redistribución de la riqueza (para evitar que las capas sociales menos favorecidas no sean quienes paguen el pato de la crisis económica derivada del coronavirus). Para ella, entre otras cosas, la situación actual ha puesto de manifiesto cómo los trabajos de cuidados, invisibilizados y poco valorados habitualmente, se han tornado esenciales para sostener el confinamiento. Intentamos sacar algunas conclusiones sobre qué hacer para que no salgamos de la crisis actual como lo hicimos de la de 2008.

Parece que la crisis sanitaria está rompiendo ciertas costuras del sistema. ¿Cómo ves la situación?

La crisis sanitaria, del COVID-19, ocurre en un marco fuertemente tensionado. En 2008 se desencadenó la crisis anterior y la salida se basó en políticas de “austericidio”, en políticas de recortes de servicios públicos, del rescate y el mantenimiento de las estructuras financieras. En muchos casos, a costa de una precarización de la mayor parte de la gente.

Por un lado, el importante desmantelamiento de la red de servicios públicos: sanidad, educación, dependencia; y por otro lado, la fragilización del trabajo, es decir, que las condiciones laborales que ya eran frágiles, se deterioraron mucho más. Antes de las crisis del COVID-19 éramos un país con altas tasas de desempleo, con gran cantidad de empleo de baja calidad (ya sea por la temporalidad o por la parcialidad), personas que tienen trabajo pero son pobres, fuerte crisis habitacional con la generación de la burbuja, ahora, alrededor de los alquileres y un modelo económico que, estructuralmente, es tremendamente dependiente. Dependiente de energía del exterior, de materiales, también en clave alimentaria y basado en el monocultivo como el turismo que es tremendamente frágil.

La crisis llega en ese marco estructural. Por delante, nos encontramos que las emergencias no son solo las sanitarias. Hemos declarado la emergencia climática, todas las proyecciones del IPCC dicen que nuestras economías se van a resentir por la influencia del cambio climático. Y esa crisis económica que venía siendo anunciada ya desde hace tiempo.

Esto es importante tenerlo en cuenta para analizar y tratar de presionar para ver qué tipo de políticas públicas se ponen en marcha para afrontar esta crisis sanitaria del virus. Si la salida es parecida a la de 2008, pero partiendo de un punto más precario, mucho más frágil, lo que podemos encontrarnos cuando todo esto termine es una situación de empobrecimiento generalizado y precarización aún mucho mayor. Y, sobre todo, cuando los discursos de corte ultra derechista, o neofascistas van calando en algunos sectores de la población que cada vez tiene más miedo, o que pretende blindar de alguna manera su propia situación identificando un enemigo que es el otro, el que está fuera, ante el que se tiene que defender.

¿No crees que habremos aprendido algo con respecto a 2008?

Ahora mismo no lo parece. Desde la UE se han hecho discursos grandilocuentes sobre cuántos millones de euros se iban a invertir en medidas sociales. Pero, en cuanto rascas un poco, ves que buena parte de esas medidas son más bien de impulso y sostén del sistema financiero. Dar dinero a los bancos para que tengan liquidez para prestar a la gente para salir por la vía del endeudamiento.

No da la impresión, a nivel Europeo, que 2008 haya dejado un aprendizaje interesante, al menos, desde el punto de vista de las condiciones de vida de las personas. Quizá desde otros puntos de vista, desde los intereses de los grandes capitales, sí; no les salió tan mal y por eso pretenden reeditarlo.

¿Y en el ámbito más local?

Si miras dentro de nuestros propio Gobierno, lo que va trasluciendo son también tensiones importantes. Una parte que quiere mantener un poco el pacto de estabilidad, el déficit, la dinámica un poco más neoliberal de fortalecimiento financiero; y otra parte del Gobierno que presiona para intentar sacar adelante medidas como la mejora de las condiciones de los ERTE, o la prohibición del despido a partir de ahora por causa del coronavirus. O algunas medidas que esperamos como la suspensión de alquileres, aunque sea con una pequeña protección a los propietarios que tengan alquilada la casa y sea su único ingreso.

Sin estar satisfecha y siendo bastante crítica, desde luego me planteo qué pasaría en esta circunstancia si tuviéramos un gobierno digamos completamente neoliberal.

A pesar de las tensiones, ¿dirías que la sociedad está viendo que los servicios públicos se han convertido en algo esencial?

Ese es de los grandes aprendizajes de las últimas semanas. Tengo la sensación de que una parte importantísima de la sociedad, diría mayoritaria, de repente es consciente de lo importante que es tener un sistema sólido de salud pública que hace que cualquier persona, venga de donde venga y tenga lo que tenga, tenga el derecho y la posibilidad de ser dignamente atendida en un hospital. Independientemente de que en este momento, la lógica de recortes haga que esté teniendo que hacerse en unas condiciones tremendamente precarias. Hay una explosión de reconocimiento, de agradecimiento hacia todas las personas que trabajan en el ámbito de la sanidad pública, y no solamente: cuidadoras, empleadas domésticas, reponedoras, carretilleras, transportistas… de repende, nos damos cuenta de que una buena parte de los trabajos, que por cierto, están mayoritariamente feminizados y que han sido absolutamente precarios, despreciados, mal vistos, desprotegidos, cuando llega el momento de afrontar una cosa de estas, son los que no pueden dejar de funcionar.

¿Miraremos a esos trabajos de otra manera a partir de ahora?

Creo que mucha gente probablemente sí. Para mucha gente lo que haya después va a ser distinto a lo que había antes y el ver, de repente, este frenazo, muestra una fragilidad de todo el sistema económico tremenda y cómo nuestras vidas, al final, dependen de un cúmulo de relaciones poco sólidas, precarias, muy basadas en la lejanía. Que cuando caen o se desploman nos llevan a todos por delante.

Es muy interesante también, creo, en sociedades tan atomizadas como las nuestras, sobre todo en los ámbitos urbanos, ver cómo precisamente, la orden de aislarnos, de tener que encerrarnos y mantener la distancia social, ha sido el desencadenante de que mucha gente empiece a mirar por las ventanas, por los balcones, empiece a nombrar a sus vecinos, a preocuparse un poco por otras personas que están en el exterior de sus casa. Teniendo la conciencia de que preocuparte de otras personas va a hacer también que otros se preocupen por ti. Es como un reconocimiento de la interdependencia muy fuerte.

Esta situación parece haber dejado claro que la interdependencia es mucho mayor de lo que parecía antes…
Absolutamente. Son sociedades que están hiperconectadas por arriba, totalmente hiperconectadas en lo económico, en lo político y, sin embargo, en los últimos años se han venido atomizando mucho por abajo. Estamos en un momento de convulsión en el que muchas personas, de forma intuitiva, se ven obligadas a reconectarse rápidamente por pura súperviviencia, material y emocional también.

Vemos cómo el frenazo tan brutal de la economía se lleva por delante los empleos, la normalidad tal cual la conocíamos y, a la vez, paradójicamente, hace que la atmósfera sea respirable, que el agua esté más clara, que se reduzcan las emisiones. Y desvela, yo creo, el gran problema civilizatorio que tenemos, el de tener una economía que, cuando crece, destruye las posibilidades de seguir vivos de una forma digna, y cuando decrece, como ahora, con la lógica de poder que hay, decrece violentamente sobre las personas más pobres y vulnerables. Y creo que esa doble tensión, también puede hacer que muchas personas sean más conscientes de que salir de aquí requiere cambios profundos en nuestras formas de organizar la economía, la política y la vida.

Parece que la crisis sanitaria tiene que ver con la ingesta de animales salvajes, en este caso, el pangolín. ¿Hay relación entre esto y un sistema económico que empuja a las personas a buscar estas formas de alimentación?

Hay que ser cauta. Tenemos que leer bastantes más estudios antes de sacar conclusiones apresuradas. Dicho esto, lo que sí me parece absolutamente clave es el hecho de que la cadena alimentaria, y digamos, las atrocidades que se cometen en ella, son un factor de riesgo en la salud importantes.

Sabemos ya mucho sobre la presencia de pesticidas, de productos contaminantes, alteradores hormonales y endocrinos en algunos productos alimentarios, otros de consumo cosmético o cotidiano. Ahora, por ejemplo, todo lo que sale con el pangolín. Pero acordémonos de la encefalitis esponjiforme que la transmitían las vacas. Hablábamos de vacas que habían sido alimentadas con restos de proteína animal.

Obviamente el saltarse y el alterar ciclos y dinámicas naturales en muy poco tiempo (aunque estos no sean estáticos y cambien con el tiempo) genera distorsiones y consecuencias que no sabemos ni por dónde nos vienen.

Me parece interesante, según he ido viendo, varios artículos en diversas publicaciones europeas sobre la incidencia que tiene la pérdida de biodiversidad en la transmisión más acelerada del virus y en la llegada de esos virus a las cadenas más altas de las redes tróficas, es decir, que la desaparición de la biodiversidad hace que cada vez haya menos especies interpuestas entre los virus y mamíferos. Eso sí acrecienta la expansión de los virus y pandemias.

También otros elemento que salían estos días y que habrá que comprobar, que hablan de que la expansión del virus ha sido más dura en los lugares que previamente tenían un nivel de contaminación más fuerte. Algunos de los investigadores a los que he preguntado me han dicho que tienen que hacer estudios, experimentación. Pero obviamente, si tienes un virus que afecta en mayor medida a personas que tienen patologías previas o afecciones cardiorespiratorias; y vivimos en ciudades en donde la gente respira durante años aire sucio y los científicos nos han dicho que esto hace a las personas más vulnerables a las enfermedades caradiorespiratorias, obviamente, generar condiciones de vida, ya sea en los sistemas alimentarios, en el aire que respiramos o en el agua que bebemos que fragilicen y hagan más vulnerables los propios órganos y organismos en los que vivimos, acelera y nos coloca en una situación de mayor riesgo ante virus y pandemias. Que además, van a aumentar a causa del cambio climático.

¿Qué crees que deberíamos aprender de esta crisis socialmente?

Lo plantearé de forma general aunque esto tiene su traducción a políticas públicas, de corte sociocomunitario. Cero que si asumimos y tenemos clara la conciencia de que esta situación de emergencia no es una cosa coyuntural sino que es una nueva normalidad, que es lo que nos está diciendo la comunidad científica queramos o no queramos escucharlo, necesitaríamos actuar en tres ejes distintos: apostar de forma clara por un principio de suficiencia.

Aprender a vivir con lo suficiente. Cuando hablamos de esto, quiere decir para todas las personas. Eso supone un cambio en los modelos productivos, en los estilos de vida y de consumo absolutamente radical. El segundo sería la cultura del reparto. Para que personas que están en situaciones tremendamente vulnerables, empobrecidas y precarias puedan vivir con lo suficiente, es necesario abordar la redistribución de la riqueza, y también de los tiempos y trabajos que hacen falta para mantener nuestra especie. Fíjate tú la cantidad de trabajo de cuidados que se ha desvelado como necesario a partir de esta crisis. Y, por último, y acompañando a los otros dos, una política pública basada en la precaución, en la cautela y el cuidado. Parece fácil pero es radicalmente incompatible con la lógica que defiende que hay que correr cualquier riesgo o sacrificar cualquier cosa con tal de que la economía crezca. Ese principio del cuidado, desde la lógica del reparto y la justicia para que todo el mundo tenga lo suficiente, supone una manera de abordar la política pública y la economía que está en las antípodas de las que tenemos en el momento actual.

Igual que el sistema sanitario se ha visto tensionado, el educativo también… ¿Qué respuesta puede dar el sistema?

Igual que una parte importante del coronavirus está siendo asumido por una parte importante de las familias, es decir, más allá del sistema público de sanidad donde van las personas que están más enfermas, una parte de las personas que tienen síntomas como consecuencia de la situación de confinamiento, son mayoritariamente familias, que bregan con ello como pueden. Tengo la sensación de que por la premura y la rapidez con la que ha sucedido todo esto, parte de lo que está sucediendo ha caído directamente sobre el profesorado, que está asumiendo la situación como puede. Estoy viendo un compromiso brutal del conjunto del profesorado para intentar atender, hacerse cargo de una situación que se ha caído a plomo. Por mucho que quieras adaptarlo todo rápidamente, cae de sopetón. Cualquier persona que haya trabajado en educación sabe que es completamente distinto tener una educación presencial y que te sirvas de instrumentos informáticos como herramientas, a que todo esté en los instrumentos informáticos. Es una forma de enseñar y trabajar que ni se parece. La gente está haciendo todo lo que puede por asumir esa situación. Y luego, están las familias. Se dice que el virus afecta igual a todo el mundo y que no conoce ni clases ni nada. El virus probablemente no, pero sus consecuencias son marcadamente diferentes en función de tu posición de clase, de dónde se venga, de si eres gitana o paya, de la edad que tengas.

Cuando tú vives en una casa de 120 metros, tienes una buena conexión de wifi, una familia que te puede resolver una duda o te puede ayudar a organizar el cuadrante de tareas, estás en muchas mejores condiciones que si vives en una casa de 40 metros, no tienes conexión o es muy precaria y, además, tu familia no te puede echar un cable. La vuelta de tuerca la tienes cuando tienes profesorado que se encuentra confinado en su casa y a su vez tiene hijos e hijas; y que brega con esto como puede.

Las administraciones parecen no darse mucha cuenta de esta situación de dificultad y se ha dado por hecho que todo esto iba a funcionar…

Completamente. Creo que, además, se da por hecho que tú un lunes, has ido por la mañana al cole y el miércoles ya no vas y todo va a fluir y la gente va a seguir aprendiendo… A parte de la situación de los niños y las niñas, que no pueden salir a la calle, una necesidad básica como la de socializarse. De repente se ven separados de su entorno de compañeros de clase… es todo bastante marciano.

Decía la ministra que aspira a que por los menos los últimos 15 días puedan ir al cole y hacer alguna actividad de repaso. Pero, claro, me parecía poco para saber qué es lo que quieren que pase con el curso escolar y cómo se va afrontar esto. De hecho, en lo único en lo que hay un poco más de certeza es con la EVAU.

Desde Ecologistas en Acción habéis hecho crítica por la escasa aparición de la enseñanza sobre la emergencia climática en la LOMLOE. No sé si creéis que la situación actual pueda cambiar esto

Según la revisión que hicimos de la LOMLOE efectivamente nos parecía que se quedaba muy corta, sobre todo, por la declaración de emergencia climática que hizo el Estado. Es verdad que se introducía una asignatura obligatoria, pero en la que se quieren dar temas sobre sostenibilidad, coeducación y la perspectiva de género, junto a temas de educación para la paz… Nos daba la sensación de que se hacía un mix, con cuestiones todas ellas centrales, pero insuficiente. También observamos que la sostenibilidad, que se desarrollaba en esta asignatura específica, no estaba considerada como elemento que debía estar transversalizado en todo el currículo, desde infantil a bachillerato. Nos preocupaba. Aunque hubiese una asignatura solamente de educación para la sostenibilidad, que sería estupendo, esta tendría que ocuparse de desmentir o pugnar con muchas de las cosas que se estudian en las otras asignaturas.
Lo necesario, básicamente, es pensar en el conjunto del currículum desde la perspectiva de aquellos conocimientos, aptitudes, competencias, valores que las personas que se educan han de adquirir para poder desenvolverse en un futuro y sean capaces de entender las cosas que están sucediendo y de actuar frente a ellas. En ese sentido nos parecía insuficiente.

Ese trabajo hemos tenido ocasión de compartirlo con la ministra Teresa Ribera, que lo recibió de forma abierta, y sabemos que la ministra (Isabel) Celaá se mostraba abierta a hacer modificaciones durante la tramitación. Esperemos a ver, cuando se retome la actividad normal, si somos capaces de mejorarla un poco y vamos poniendo las bases para que el decreto de enseñanzas mínimas incorpore estas cosas con fuerzas.

Entonces ¿debería haber un cambio de valores en todo el currículo? ¿Tener más peso estos temas que hoy son subsidiarios, pero parecen más necesarias?

Absolutamente. Muchos llevamos trabajando desde hace años, también desde la FUHEM sobre el currículo ecosocial y la transversalización. No es que necesitemos solo ser conscientes, que es imprescindible, de que somos ecodependientes e interdependientes, sino que necesitamos una forma de aprender la economía, la física, las matemáticas, la filosofía, la tecnología que también sea consciente de esa ecodependencia e interdependencia. El problema es que cuando revisas, muchas veces, los contenidos básicos de ciertas asignaturas, estos adolecen de no ser conscientes de la situación de crisis civilizatoria que atravesamos. Ni siquiera son conscientes de hasta qué punto algunas de estas convicciones y conocimientos están en el corazón del problema y necesitan ser revisados desde otra perspectiva, simplemente para que chicas y chicos que están aprendiendo no sean educados en contra de su propia supervivencia. Es un poco bestia decirlo, pero es que es así. Estamos educando a los niños y las niñas en contra de su propia supervivencia y eso es terrible.

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Israel y Palestina: ¿en manos de Trump? Entrevista a Yehuda Shaul

Por: Daniel Koop

La política de Donald Trump en relación al conflicto israelí-palestino ataca los antiguos acuerdos de paz y diluye la posibilidad de los dos Estados. Yehuda Shaul, ex comandante y sargento en las Fuerzas de Defensa de Israel y fundador de la organización Rompiendo el silencio, explica lo que implican los planes de Trump en Israel en esta entrevista.

A principios de febrero, el gobierno de Estados Unidos lanzó el llamado «Acuerdo del siglo» (Deal of the Century), su visión para resolver el conflicto israelí-palestino. Uno de los arquitectos del plan, el yerno de Donald Trump, Jared Kushner, ha declarado que no mira el mundo como era en 1967, sino como es en 2020, lo que sugiere que el plan abandona los acuerdos de paz negociados previamente y el derecho internacional. Entonces, ¿qué propone este en su lugar?

Debemos distinguir entre lo que propone y lo que hace. Tenemos 52 años de ocupación. Israel gobierna a palestinos sin derechos ni dignidad. Israel ha fragmentado el espacio palestino al construir asentamientos e imponer restricciones a la movilidad para evitar el surgimiento de un Estado palestino.

Lo que dice Kushner es que esto se acepta sin más. Y en lugar de calificarlo como un problema que es necesario tratar y resolver, llamemos solución a la realidad actual y llamemos a esto paz. Ese es exactamente el plan de Trump. Se trata de hacer permanente lo que se supone que es temporal y lo que es un problema que debe resolverse mediante negociaciones, sobre la base de parámetros acordados internacionalmente, el derecho internacional y los principios de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

¿Se trata entonces de normalizar la realidad actual?

Incluso algo peor. Porque lo llamaremos solución. Lo llamaremos paz. Porque eso significa que ya no es ocupación, es anexión, y esta es aceptada. Es como dar un certificado kosher al gobierno permanente sobre los palestinos sin igualdad de derechos.

Se pueden observar todas las cuestiones relativas al estatuto definitivo que durante décadas creímos que debían negociarse: fronteras, seguridad, refugiados, Jerusalén. Ahora Israel se hace de aproximadamente 30% de Cisjordania. El llamado Estado Palestino será entonces un grupo de territorios desconectados y rodeados a 360 grados por Israel. Esos fragmentos de tierra estarán conectados por puentes y túneles que actualmente están bajo control israelí. Las dos rutas que unen con Jordania estarán bajo control israelí permanente. Y nosotros, los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), decidiremos quién puede moverse en el llamado Estado Palestino, tal como decidimos hoy quién puede hacerlo en Cisjordania, o entre Cisjordania y Gaza. ¿Qué clase de tratado de paz es ese?

Parece que a los palestinos se les quedaría una contradicción en términos: ¿un Estado sin soberanía plena?

Así es, tomemos el caso de Jerusalén. Ambos lados de la Línea Verde –Este y Oeste– van a Israel. Los palestinos obtienen algunos territorios, aislados entre sí, fuera de la barrera de separación, incluyendo Abu Dis, Kafr Aqab y el campo de refugiados de Shuafat. Y en cierto modo, esa analogía revela la trama completa de este plan. Una capital del futuro Estado Palestino se encuentra en un campo de refugiados. Eso es lo que quiere Trump. Y luego lo llama paz.

El objetivo es destruir todos los principios internacionales acordados, basados en el derecho internacional y en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Destruirá el paradigma de los dos Estados y consolidará una realidad de un único Estado donde los palestinos no tendrán los mismos derechos.

Se trata de intentar dar legitimidad internacional a una realidad en la que los palestinos no tendrán derechos ni dignidad. Esa realidad matará a la democracia israelí. Israel ya no será una democracia si esto se vuelve permanente. Y es por eso que el mundo debe rechazarlo, para asegurarse de que no se convierta en la línea de referencia para futuras negociaciones. Porque la única forma de que el conflicto israelí-palestino finalice es que ambas partes salgan de la sala de negociación con derechos y dignidad.

Quiero volver a algo que usted dijo: que el plan de Trump parece romper con el pasado. Usted dice que todo lo discutido en los últimos 40 años quedó básicamente excluido. Pero en su reciente artículo publicado en Foreign Policy, usted argumenta que el plan de Trump no es nada nuevo, que es un plan «plagiado». ¿Puede explicar eso?

Al menos Ariel Sharon, cuando a fines de los años 70 y principios de los 80 se embarcó en un plan para dividir el espacio palestino –con el fin de construir asentamientos entre pueblos y ciudades palestinas–, tuvo la decencia de admitir que era un plan para evitar el surgimiento de un Estado palestino.

La idea de que cualquier espacio palestino debe estar fragmentado ha sido el principio conductor de la política de Israel durante décadas. Y eso es para nosotros un problema, porque impide la aparición de un Estado palestino junto a Israel. Ahora Kushner dice que esa es la solución. Aceptemos todo.

Kushner habla de reconocer la realidad, pero la palabra «ocupación» no aparece ni una sola vez en todo este plan. ¿Qué fue lo que hice durante dos años en Cisjordania, si no ocuparla? ¿Qué es lo que hice las 24 horas, los siete días de la semana, durante dos años como soldado en los territorios ocupados? ¿Qué es lo que hemos estado haciendo como ejército durante 52 años en los territorios ocupados, si no una ocupación?

Una de las cosas que solíamos hacer como soldados en los territorios ocupados era lo que llamamos hacer sentir nuestra presencia. La idea es simple: si los palestinos tienen la sensación de que el ejército israelí está todo el tiempo allí, tendrán miedo de atacar. Entonces, ¿qué se hace para que sientan eso?

En Hebrón, por ejemplo, usted tiene tres patrullas caminando por las calles de la ciudad vieja. Entra en una casa palestina al azar, sin haberle hecho inteligencia previa. Luego despierta a la familia y revisa el lugar. Puede imaginar lo que sucede cuando una unidad militar ingresa a su casa a las tres de la mañana.

Una vez que ha terminado de revisar la casa, sale a la calle, golpea otras puertas, corre hacia la otra esquina de la calle, invade otra casa al azar, despierta a la próxima familia, registra el lugar. Así es básicamente como pasa un soldado su turno de ocho horas, las 24 horas del día, los siete días de la semana, desde septiembre de 2000 –cuando comenzó la segunda intifada– hasta hoy.

Porque la única forma de gobernar a un pueblo en contra de su voluntad para siempre, sin darle derechos, es hacer que le teman a uno. En cierto modo, la misión política es la rendición palestina. Y eso es exactamente lo que Trump está haciendo con este plan: intenta obtener la rendición palestina.

Supongamos que el plan se implementa realmente. Según su experiencia como soldado, ¿qué significaría eso en el territorio, tanto para los soldados como para los palestinos? ¿Cómo podemos imaginarlo?

En primer lugar, quiero decir que el plan se implementa incluso sin que se lo implemente. Porque lo más importante, lo que el plan quiere, es cambiar el paradigma. Está dirigido a darnos un paradigma de legitimación de un Estado discriminatorio, donde algunas personas tienen derechos y otras no.

Si esto se convierte en el punto de referencia, entonces no es una receta para la paz sino para un conflicto permanente y sin fin. La idea de que los palestinos aceptarán vivir para siempre sin derechos no va a funcionar. Otra vez: la única forma de evitar esto es que ambas partes salgan de la mesa de negociación con derechos y dignidad.

Lo segundo es la anexión. Si se lleva a cabo la anexión, es un cambio radical. La piedra angular del orden internacional basado en normas es la no adquisición de territorio por la fuerza. ¿No es eso lo que aprendimos de nuestra historia?

Ahora está el comité que se formó hace unos días. Israelíes y estadounidenses se sentarán juntos y decidirán cómo rebanar el territorio palestino y apoderarse de él.

Solo daré un pequeño ejemplo. ¿Qué pasa si mañana usted aplica la ley israelí en el valle del Jordán? En Israel, hay una ley llamada Ley de Propiedad de Ausentes. Esta norma dice que cualquiera que posea una propiedad en el Estado de Israel pero viva en un país enemigo –y hay una lista de países enemigos– o dentro del territorio de Israel que no es parte del Estado de Israel, o sea, porciones no anexadas de Cisjordania o Gaza, pierde sus tierras en Israel automáticamente. Y el Estado se apodera de esas tierras. Todos los palestinos que están en las áreas no anexadas pero que poseen tierras en las áreas anexadas pierden todo derecho sobre ellas. Esto significa que si Israel se anexiona el Valle del Jordán, los palestinos que viven en las áreas A o B pero que tienen terrenos agrícolas o familiares en la parte anexada del valle pierden automáticamente todo derecho sobre esos terrenos en virtud de la Ley de Propiedad de Ausentes.

En Jerusalén Este, que fue anexada a Israel, los fiscales generales y los abogados generales militares decidieron al comienzo de la ocupación no aplicar esta ley a Jerusalén Este. Pero el actual fiscal general, en el actual clima político israelí, la aplica. Esto significa que, si hay una anexión del Valle del Jordán o cuando la haya, es probable que también se aplique allí la Ley de Propiedad de Ausentes.

Kushner evitó que Netanyahu anexara territorio inmediatamente después del lanzamiento del plan Trump y aparentemente le dijo que esperara hasta después de las elecciones. ¿Por qué?

Para ser sincero, si fuera Kushner, estaría en contra de la anexión inmediata. Porque lo más importante que puede hacer el plan es destruir el paradigma de los dos Estados. La anexión inmediata dañará esa capacidad porque el mundo también podría reaccionar en forma más negativa.

Dar legitimidad al plan de Trump es peor que la anexión. Esto se debe a que el plan de Trump es un cambio total de paradigma para la región y, simultáneamente, le da legitimidad a la anexión. Por eso es tan peligroso. Es importante que no caigamos en la trampa de las negociaciones. Lo sé, aquí en Europa suena bien: ambas partes deben sentarse a dialogar y negociar para resolver el problema, no hacerlo a través de la violencia. Sin duda, en última instancia, a fin de cuentas, israelíes y palestinos tendrán que sentarse a una mesa y negociar el final de la violencia.

El problema es ¿cuáles son las premisas de estas negociaciones? ¿Se trata de una solución real tangible, que puede otorgar derechos y dignidad a ambas partes? ¿Es una solución que se basa en el derecho internacional? ¿O se trata de un intento de consolidar una realidad de un único Estado sin igualdad de derechos?

¿Entonces usted está diciendo que los políticos europeos deberían lisa y llanamente rechazar el plan?

Sí, claramente. No deben cooperar con un plan que no cumple con los principios del derecho internacional y el paradigma de los dos Estados. Y este plan no se enmarca en ellos.

Ya tenemos los principios No hay por qué reescribirlos. Fueron durante décadas una política declarada. Solo tenemos que aplicarlos.

La idea de hostigar a los palestinos para que se sometan no va a funcionar. A corto plazo, esto envalentonaría a Hamas. Porque, a fin de cuentas, ¿qué hacen los líderes palestinos como Abbas, cuando este le dice a la gente que no debemos recurrir a la violencia? Ya no tiene nada más que decir. Y a la larga, será una catástrofe para Israel. Este es el principio del fin de Israel.

¿De Israel como democracia?

Si no somos una democracia, ¿qué nos queda? Esa es la visión de Israel que teníamos. ¿Un régimen brutal que pisa las gargantas de millones de personas para siempre? Este no es el Israel que quiero.

Traducción: Carlos Díaz Rocca

Fuentes e imagen: International Politics and Society

   https://nuso.org/articulo/israel-y-palestina-en-manos-de-trump/

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