Page 7 of 17
1 5 6 7 8 9 17

Hacia un nuevo orden mundial de la cultura y la comunicación

Por: Fernando Buen Abad

Toda organización política (y, por lo tanto, toda organización) debe tener en su “agenda” la problemática histórica actual en materia de Cultura y Comunicación. No es mucho pedir y no hay escapatorias. Ya tuvimos tiempo de sobra para aprender que, entre todas las batallas que la humanidad libra hacia su emancipación, los “territorios” de la Cultura y la Comunicación han sido especialmente colonizados y mayormente plagados con derrotas muy severas.

Pero no se trata de priorizar a la Cultura y a la Comunicación en una “agenda” donde se las entienda exclusivamente como “espectáculo”, “entretenimiento” o “curiosidad”… como suele hacer cierto sector de las oligarquías y sus burocracias. No se trata de fingir, con discursos, que nos ocupa o preocupa la “diversidad” expresiva de los pueblos. No se trata de repetir la mueca clientelista que reparte becas, o subsidios, a los amigos y a los amigos de los amigos. No se trata de convencernos con sesudas disquisiciones academicistas ni convenciones internacionales plagadas con naderías en la práctica. De lo que sí se trata es de habilitar, profundizar y ensanchar el ejercicio de derechos humanos inalienables como son el Derecho a la Cultura y el Derecho a la Comunicación, no sólo en igualdad de “oportunidades” sino, principalmente, en igualdad de condiciones.

Una “agenda” de Cultura y Comunicación para nuestro tiempo, debe interesarse por la democratización de las herramientas de producción, distribución e interlocución del “sentido”. Debe interesarse por el ascenso de una corriente semántica renovada por el fragor de las luchas sociales que en todos los ámbitos (ciencias, artes, filosofías, tecnologías…) viene librando la especie humana para garantizarse un lugar digno en su propio desarrollo y no un lugar de “espectador” sometido por un sector social acaparador e históricamente opresor de las mayorías. Tal “agenda” debe interesarse, (inter, multi y transdisciplinariamente) por erradicar los medios y los modos con que los pueblos han sido infiltrados con “valores” o “antivalores” que sólo convienen el statu quo y que han inoculado núcleos de “falsa conciencia” redituables a la ignorancia funcional, al mundo de la mentira como verdad, al sometimiento de consciencias y al mercantilismo desaforado infectado de individualismo y consumismo.

De las fuerzas políticas actuales (que dicen ser emanación de la voluntad popular o de las clases trabajadoras) no podemos espera menos que un modelo comprensivo y dinámico que, en materia de Cultura y Comunicación, se disponga a corregir las asimetrías en el campo de la disputa por el sentido. Que sepa desarrollar un arsenal de herramientas para la crítica (en todos los “sentidos”) ante la hegemonía de la “Iniciativa Privada”; contra el burocratismo clientelista y contra el silenciamiento de las comunidades semánticas más variadas que, además de diversas, son mayoría abrumadora. Que, además de las herramientas para la crítica ponga al alcance de todos los cuerpos legales, las fuentes metodológicas, los espacios de formación, las herramientas de producción, las infraestructuras de transmisión, los modelos de evaluación y la dinámica de la retroalimentación. Abiertas, participativas, auto gestionadas, autónomas y de revocabilidad consensuada desde las bases. Para empezar.

No es posible aceptar políticas de Cultura y Comunicación sin consultas desde las bases y desde la historia. No es aceptable abandonarse a los caprichos del mecenazgo, no es recomendable aspirar al mundo feliz de las “industrias culturales” reproductoras de la lógica de la mercancía en el campo de las ideas y las emociones sociales. Cultura y Comunicación no son mercancías, son Derechos Humanos Fundamentales y al Estado compete su desarrollo, ensanchamiento y profundización. O será nada.

Una organización política que en su “agenda” no contenga, como prioridad de corto plazo, el desarrollo de una Política de Cultura y Comunicación, descolonizadora y transformadora, debe revisarse a fondo contrastándose con los hechos duros y crudos que han venido amenazando a las democracias en las décadas recientes, tal como lo advirtió el Informe MacBride de 1980. No es que falten casos ejemplo, autores denunciantes ni amarguras realmente existentes en el escenario actual donde la Cultura y la Comunicación han sido secuestradas por los poderes monopólicos trasnacionales. Lo que sí está faltando es la decisión política de fuerzas organizadas, con mandato de la clase trabajadora, para desplegar una experiencia nueva y renovadora atenta a las exigencias de los tiempos actuales y del futro inmediato.

“Se requieren nuevos discursos y enfoques que sirvan de referencia a las políticas culturales” ya reclamaba Irina Bokova de la UNESCO. En su reclamo, desde luego están las exigencias cualitativas y cuantitativas, están las consideraciones administrativas y de gestión gubernamental, además de estar a expectativa geopolítica acentuada en una visión Sur-Sur. Y lo que está faltando es la ordenación de las acciones que garanticen un cambio de paradigmas, a fondo, por cuanto compete a la comprensión teórica y práctica de la Cultura y la Comunicación no sólo como expresiones “reflejo”, “espejo” del pensar y el “sentir” social sino como instrumentos para la acción transformadora directa. Hay que romper con resabios y taras de las “culturas” desarrolladas por los colonialismos para contar con pueblos mansos y tributarios de la riqueza para los “amos”.

Hace falta sepultar a la andanada mercantilistas creadora de las “culturas” de la adicción (como el alcoholismo, la farmacodependencia y todas las adicciones autodestructivas). Hay que romper con todo lo que oprime y deprime a los pueblos, obligándolos a resignarse a una cultura de esclavo, a una moral de súbditos y a una estética colonizada que derivan siempre en beneficios comerciales para las clases opresoras. Eso le falta a las Políticas de Cultura y Comunicación que han de nacer en esta etapa y en el seno de las organizaciones políticas que quieran ser respetadas por su respeto histórico a las luchas de sus pueblos. Cultura y Comunicación para la emancipación. Nuevo orden.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=258022

Comparte este contenido:

Leer entre líneas y mirar entre ranuras

Por: Fernando Buen Abad

“…toda ciencia sería superflua si la apariencia externa y la esencia de las cosas coincidiera directamente” K. Marx

Ya que nada es (enteramente) lo que parece; ya que “las apariencias engañan”; ya que nada puede entenderse sin su contexto; ya que “el león no es como lo pintan” y que “todo es según el color del crista con que se mire”… requerimos con urgencia instrumentales de análisis y síntesis que nos ayuden a resolver todos los galimatías y las emboscadas que diariamente se nos ofrecen como parte del circo mediático financiado para la manipulación, la disputa y la usurpación simbólica. Entre otras especialidades.

Agazapada, bajo las letras o bajo las imágenes (que fabrican febrilmente los llamados “medios de comunicación”),  está la ideología de la clase dominante. Aguarda, sigilosa, el paso de nuestro interés, incluso el más sutil, para tirarle un lancetazocargado con ponzoña de mercachifles y dosis generosas de falsa conciencia neo-colonizadora. Acecha sigilosa (aparentemente inmóvil) su momento preciso. Se hace invisible e inaudible, traslucida cuando conviene y nítida cuando interviene. Parece natural, “de la casa”, propia. No es un acechanza quieta, se desplaza como una niebla multiforme que no desprecia resquicio libre. Va y viene a la espera y a la búsqueda hasta que encuentra víctimas nuevas que son las de siempre las mismas las subordinadas.

Una vez que acierta el lancetazo, la ideología de la clase dominante se adueña de todo, como la humedad de los cimientos, como la herrumbre de los barcos, como las bacterias en su caldo de cultivo. Se adueña de los significados y de los significantes, recorta la realidad, la dobla y se la guarda en el bolsillo que no es otra cosa que una “casa de los espejos” donde lo flaco es gordo, lo recto es curvo, lo falso es real, lo armónico se deforma. Y de eso han hecho un gran negocio para lo objetivo y para lo subjetivo. También entremezclados.

A la bofetada oligarca, por ejemplo, contra la vida de los pueblos centroamericanos, expulsados por desparpajo de las tiranías, le llaman “caravana”. El envilecimiento de las vidas, con saqueo minucioso y desalmado de los salarios paupérrimos se llama “crédito”. A la dictadura financiera le llaman Fondo Monetario… no es un mundo sólo “patas arriba” es una realidad deformada en la consciencia de los pueblos. Al saqueo de -y con- los patrimonios culturales, le llaman “mecenazgo”. A la represión militar y policial (frecuentemente criminales) le llaman “enfrentamientos”. Al espionaje le llaman “escuchas”, a las violaciones, “abusos”. En cambio, a quienes luchan contra todo eso les llaman “terroristas”, “inadaptados”, “resentidos”…

Así como los latifundistas van apropiándose de miles y miles de hectáreas, así la ideología de la clase dominante se adueñó de los campos semánticos, sintácticos y dialógicos. Como una especie de Hernán Cortez del “sentido”, la ideología de la clase dominante llegó a cambiarle el significado a todo, por la fuerza de las armas, de la dominación económica y de la neo-evangelización mercantil burguesa. Así, nos imponen su crisis de sobreproducción como una “oportunidad” para nosotros, como una “oferta”, como el “progreso” del crédito y del pago en abonos o cuotas. Nos obligan a “divertirnos” en sus negocios, con su estética y con su moral de esclavos. Nos obligan a creer que somos felices cuanto más nos resignamos al modelo de explotación, saqueo y humillación que nos han preparado, minuciosamente, para que lo vivamos como un paraíso que debemos heredar con orgullo a nuestra prole. Que toda desigualdad es “natural”, que la lucha de clases es un “destino” inmodificable, que agradezcamos la igualdad de oportunidades y nos olvidemos de la igualdad de condiciones. Que “así está bien”.

Nada de lo que expresa la ideología dominante puede ser visto e manera a-crítica. Nada es lo que parece. En la agenda de toda fuerza política respetable debiera estar la tarea de emancipar las culturas y las comunicaciones. Descolonizarlo todo y declarar la abolición de la esclavitud semántica. No hay revolución posible sin revolución semiótica y esto no quiere decir que tal revolución semiótica, por sí sola, resuelva lo que ha de resolverse en la emancipación económica, en la derrota del capitalismo y en la democratización profunda de la tecnología. Pero si no cambiamos las ideas, nada cambiaremos. Es una asignatura histórica pendiente que parece no ocupar -ni preocupar- a muchas de las organizaciones políticas más aventajadas en la superación de las taras del capitalismo.

A la educación pública le falta recuperar y consolidar, de manera actualizada, el objetivo histórico basado en desarrollar las capacidades críticas. Es una necesidad, con grado de urgencia, incrementada por las condiciones concretas en que se han perfeccionado las herramientas de la manipulación simbólica y los apremios monopólicos contra las democracias. Los golpes de estado se repiten hoy con las armas de guerra ideológica como arietes y blindajes permanentes. Nos urge el desarrollo de “talleres de critica” con instrumentales metodológicos y praxis para todas las escalas y espacios. Nos urge aprender a “leer” y “releer” el escenario mundial actual, y todas sus derivaciones territoriales, en los campos incluso del “sentido”. Un planeta dominado , también, por un puñado de monopolios mediáticos, no puede quedar imposibilitado para “leer entre líneas”, las verdaderas intenciones de todo cuanto se dice, no podemos quedar ciegos por no contar con herramientas para radiografiarlo hay detrás de las imágenes que nos exhiben apabullantemente. No podemos no saber cómo defender nuestra integridad intelectual, emocional y política ante la andanada de emboscadas que, incesantemente, se financian para esclavizarnos, también, la consciencia. Literalmente. ¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? Groucho Marx

Fuente: https://nuevarevolucion.es/leer-entre-lineas-y-mirar-entre-ranuras/

Comparte este contenido:

Los daños sociales de la desinformación

Por: Fernando Buen Abad

No se tipifican ni penalizan, con los rigores éticos o jurídicos más obvios, los daños que produce la desinformación y que son siempre muy severos contra el tejido social todo, ocurran donde ocurran. No hay atenuantes. A estas alturas de la historia la agenda temática indispensable para cualquier sociedad no es un misterio ni un enigma indescifrable. No hay territorio en el planeta que no tenga urgencia de saber qué pasa (verdaderamente) con la economía, no como la trama de negociados procaces culpables de la miseria sino como la realidad cruda y dura del paradero de las riquezas producidas por los trabajadores. Y sobre eso reina la inanición informativa. No hay territorio que no requiera saber, con nitidez escrupulosa, qué hacen los “políticos”, no por el entramado tóxico del trafico de influencias, favores u odios entre ellos, sino por la calidad y la cantidad de los problemas sociales que deben atender bajo mandato democrático. No hay palmo de planeta que pueda confiar en su estructura social sin conocer la dinámica completa del avance de sus derechos y sus responsabilidades frente a la complejidad misma de su dialéctica histórica, en las ciencias, en las artes, en la conflictividad y principalmente en la evolución de sus luchas, todas y cada una, en el espectro complejo de las conductas en comunidad. Y eso es de lo que más se silencia y tergiversa. Desfigurar los hechos es también desinformar.

Hace mucho tiempo, en los métodos y los instrumentales científicos de la producción informativa, dejó de tener valor la excusa de la ignorancia. Lo que se publica -o lo que se silencia- tiene la marca de los grupos de “inteligencia”, públicos o privados, que operan dentro y fuera de los medios de información. Ahí se cuecen los datos, su extensión, su profundidad su calidad y su cantidad. Ahí se definen los temas y se define el “canon” informativo obligatorio que una sociedad requiere para su desempeño cotidiano. Pero, bajo el capitalismo, que ha convertido la información también en mercancía, secuestrada para tribulaciones políticas o mercenarias, el “canon” (el conjunto mínimo obligatorio de información) no obedece a la producción social de conocimiento colectivo sino a la lógica de la ignorancia de mercado.

Tal “canon” y su dialéctica histórica, son hoy una referencia ineludible para medir la calidad y cantidad de la producción, la distribución y la interlocución con la información ofertada. Hay perfiles etarios, de género, de oficio, de orientaciones políticas, estéticas o científicas. Hay datos poblaciones suficientes, relevamientos geográficos, climatológicos económicos, políticos y culturales abundantes, como para proveer a las sociedades enteras con informaciones pertinentes, oportunas, amplias y críticas. Sin excusas, sin pretextos y sin omisiones. Y, sobre todo, proveer al “canon” con verdad científica, diversa, rica, consensuada y enriquecida permanentemente. Hay métodos avanzados para garantizarlo a pesar de que la niebla de mediocridad y servilismo que cubre a la mayoría de los “medios” no permita que se conozca la fuerza de la ciencia al servicio de la información social cotidiana.

Desinformar no sólo es suspender la “transmisión” de “datos”, es también sepultar un canon social informativo obligatorio. Es reducir el acto de informar al capricho convenenciero de los fabricantes de “noticias”. Es redactar corpus cercenados, al antojo de una ofensiva contra la consciencia de los interlocutores, para entregarles una visión (o noción) de la realidad deformada, desfigurada, desinformada. Es un fraude de punta a punta. No es una “omisión” más o menos interesada o tendenciosa…no es una “falla” del método; no es un accidente de la lógica narrativa; no es un incidente en la composición de la realidad; no es una “peccata minuta” del “descuido”; no es una errata del observador; no es miopía técnica ni es, desde luego, “gaje del oficio”. Es lisa y llanamente una canallada contra el conocimiento, un delito de lesa humanidad. Es como privar a los pueblos de su Derecho a la Educación.

A estas alturas de la Historia y, especialmente de la historia de los “medios de comunicación”, es insustentable e insoportable cualquier escusa para informar oportuna, amplia y responsablemente. No hay derecho que justifique la acción deliberada de silenciar lo que ocurre y, en el poco probable caso de que un medio de información no se entere de los que ocurre, ese medio realmente no merece respeto alguno. La excusa de “no saber”, de “no conocer”, de “no tener información” para, por ello, no asumir la responsabilidad profesional y ética que le compete a un medio informativo… es francamente sospechosa y ridícula. ¡Renuncien! Ningún pueblo debería soportar la ineficiencia inducida de un medio, concesionado por tal sociedad, para el ejercicio profesional y obligatorio de transmitir la información que es propiedad social. Hay tecnología y metodología suficientes que invalidan toda palabrería esmerada en excusar las intenciones míseras de los que desinforman. Incluso si lo hacen mintiendo con emboscadas finamente elaboradas en laboratorios de guerra psicológica.

Artículo: 19 Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la vista de todas las canalladas inventadas por el capitalismo para violar el legítimo derecho de los pueblos a la mejor información evaluada ética y científicamente por las sociedades, bien vendría instruir una revolución jurídico-política hacia una nueva Justicia Social irreversible que tuviera como ejes prioritarios los que competen a la Cultura y a la Comunicación como inalienables. O dicho de otro modo, que nunca más la Cultura, la Comunicación ni la Información puedan ser reducidas, retaceadas ni regateadas por el interés de la clase dominante contra las necesidades de las clases oprimidas, impunemente.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=257419

Comparte este contenido:

Una apología que no es. Universidad Abierta

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Conocí a uno de los fundadores de la Universidad Abierta (en San Luis Potosí, México) hace ya varias décadas. De nuestro primer encuentro recuerdo, con frecuencia, dos preocupaciones profundamente científicas y profundamente humanistas: una ¿cómo impulsar proyectos universitarios con modelos pedagógicos y comunicacionales que, además de la “excelencia” respondan a la urgencia de “seres humanos incompletos, conscientes de su incompletud”, buscando completarse?. Y, otro recuerdo se ancla en: ¿cómo superar los fardos burocráticos que entorpecen no sólo la “administración” de la educación sino su producción misma. Es decir, devolverle a la educación su frescura, su libertad y su carácter como Derecho Humano Inalienable, humanizante y humanista. Ese compañero académico (y amigo) se llamaba Santiago Salas de León.Encontró el modo de subordinar los avances tecnológicos -que él estudiaba estratégicamente- y era capaz de valorar (como pocos) la utilidad educativa de los correos electrónicos, los “chat”, las “memorias portátiles”, la ubicuidad y la velocidad de Internet (entre otros muchos avances) para que facilitaran el proceso de la producción y distribución social del conocimiento. Y supo ponerlos a servicio del, quizá, su mayor proyecto político: ayudar a todo mundo a graduarse en una Universidad. Y sumando fuerzas con otros colegas, fundó la Universidad Abierta, proyecto de Educación a Distancia pionero en más de un sentido.

Era una convicción política y una militancia académica. Sacó de su propia biografía los sabores y sinsabores que impone el aparato educativo en México y se propuso allanar el camino de no pocas personas en la ruta de convertirse en estudiantes, docentes e investigadores de una experiencia “nueva” capaz de acercar, hasta lo inimaginable, la posibilidad de crecer profesionalmente cursando estudios diversos a pesar de las dificultades (a veces infranqueables) de acudir a una Universidad bajo los formatos convencionales de presencia e interlocución didáctico-pedagógica. Lo saben bien aquellos estudiantes de la Universidad que tuvieron, en alguna penitenciaría, no sólo becas y asesorías personalizadas sino computadoras y permisos especiales para estudiar en grupos mixtos. Una osadía y un logro enorme.

Lo saben bien aquellos que recibieron conferencias, apoyos y becas en, por ejemplo, la Biblioteca Argentina para Ciegos y un sinnúmero de organizaciones populares que en torno a una (o varias computadoras) se habilitaron para leer los textos correspondientes y redactar los trabajos obligatorios en la ruta de graduarse como universitarios. Un grupo nutrido de personas iniciándose en la “vida universitaria” y un grupo, no menos nutrido, completando estudios truncos o re-encausando carreras ya iniciadas. Cuando conocí a Santiago Salas ese proyecto estaba ya consolidado y convirtiéndose en una victoria de la lucha por democratizar la educación. No sin yerros y no sin obstáculos. Es cierto.

Y lo sabemos quines, de un modo u otro, nos sentimos ganados a una lucha que muy velozmente se ha expandido en todo el planeta para perfeccionar métodos y contenidos hacia nuevas formas de producción y multiplicación de saberes científicos con modalidades participativas, interactivas, multi y trans-disciplinarias. Los sabemos quienes sentimos de cerca la pasión con que el grupo fundador de la Universidad Abierta pensó la red de conocimientos, ejercicios, asesorías, evaluaciones y publicaciones necesarias para forjar una modalidad peculiar de enseñanza sin demerito de la calidad científica. En eso merece mención aparte el trabajo de Rita Ferrari. Una forma, pues, del humanismo en educación capaz de no despersonalizarse por la influencia de la tecnología. Facilitar el conocimiento no es sinónimo de empobrecerlo.

Pero semejante audacia, desde el momento de su creación, generó discordias en un ambiente de conservadurismo hostil propio del mercantilismo educativo. El burocratismo de Estado, incapaz de comprender la Educación a Distancia, se encargó de poner todos los “obstáculos” imaginables. Trampas “de gestión”, emboscadas “cientificistas” y todo tipo de canalladas legaloides para frustrar en lo “administrativo” los logros extraordinarios en lo académico. No han faltado calumnias, amenazas, traiciones y vejaciones de toda estirpe. Infiltrados, trepadores, arribistas y usurpadores de toda laya. Campañas de chismes y operaciones mediáticas con la complicidad voluntarista de un gobierno reaccionario y corrupto, hasta la ignominia. Dispuestos todos a aniquilar un bastión de pensamiento y acción crítica. La vieja historia.

En lugar de contribuir al desarrollo de experiencias académicas fundadas en marcos teórico-metodológicos superadores de las miserias educativas (y de todo tipo) reinantes en México (y no solamente); en lugar de facilitar el perfeccionamiento pedagógico-didáctico; de mejorar las habilidades críticas y cognitivas de los estudiantes; de ayudar a enriquecer las bibliotecas y las bibliografías; de ampliar los ejercicios intelectuales y las evaluaciones; enriquecer las interlocuciones y las producciones de tesis… todo lo contrario. Han ensuciado a la Universidad Abierta con toda impudicia e impunidad, para beneficiar al “mercado” local, a los amigos, a los compadres y a los intereses más mezquinos de burócratas y mercachifles a diestra y siniestra… la corrupción estructural del sistema carcomiendo la Educación que, en realidad, les importa muy poco.

Con la Cuarta Transformación que México impulsa hoy, la Universidad Abierta tiene una oportunidad nueva para sacudirse las agresiones y los acosos, actualmente existentes, y se dispone a cumplir y mejorar los principios y métodos con los que fue creada porque su vigencia está por encima de todas las calumnias de ayer, de hoy y de mañana. Por más ingeniosos que se crean los mentores de la degradación intelectual disfrazados de autoridades. Es una lucha abierta, en una sociedad cerrada por el conservadurismo oligarca y sus armas de guerra ideológica. Es una lucha para abrir el pensamiento de los estudiantes ante un aparato educativo ocluido por la burocracia y sus mafias. Ya sabemos cómo actúan y calumnian. Es una batalla abierta contra la estulticia de las mafias que se apoderaron de la educación. Es la hora de la educación humanista de nuevo género, crítica, propositiva con fuerzas científicas contra toda corrupción y toda impunidad. Del dicho el hecho. Universidad Abierta. De par en par.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=256792

 

Comparte este contenido:

Una apología que no es Universidad Abierta

Por: Fernando Buen Abad Dominguez

Conocí a uno de los fundadores de la Universidad Abierta (en San Luis Potosí, México) hace ya varias décadas. De nuestro primer encuentro recuerdo, con frecuencia, dos preocupaciones profundamente científicas y profundamente humanistas: una ¿cómo impulsar proyectos universitarios con modelos pedagógicos y comunicacionales que, además de la “excelencia” respondan a la urgencia de “seres humanos incompletos, conscientes de su incompletud”, buscando completarse?. Y, otro recuerdo se ancla en: ¿cómo superar los fardos burocráticos que entorpecen no sólo la “administración” de la educación sino su producción misma. Es decir, devolverle a la educación su frescura, su libertad y su carácter como Derecho Humano Inalienable, humanizante y humanista. Ese compañero académico (y amigo) se llamaba Santiago Salas de León.

Encontró el modo de subordinar los avances tecnológicos -que él estudiaba estratégicamente- y era capaz de valorar (como pocos) la utilidad educativa de los correos electrónicos, los “chat”, las “memorias portátiles”, la ubicuidad y la velocidad de Internet (entre otros muchos avances) para que facilitaran el proceso de la producción y distribución social del conocimiento. Y supo ponerlos a servicio del, quizá, su mayor proyecto político: ayudar a todo mundo a graduarse en una Universidad. Y sumando fuerzas con otros colegas, fundó la Universidad Abierta, proyecto de Educación a Distancia pionero en más de un sentido.

Era una convicción política y una militancia académica. Sacó de su propia biografía los sabores y sinsabores que impone el aparato educativo en México y se propuso allanar el camino de no pocas personas en la ruta de convertirse en estudiantes, docentes e investigadores de una experiencia “nueva” capaz de acercar, hasta lo inimaginable, la posibilidad de crecer profesionalmente cursando estudios diversos a pesar de las dificultades (a veces infranqueables) de acudir a una Universidad bajo los formatos convencionales de presencia e interlocución didáctico-pedagógica. Lo saben bien aquellos estudiantes de la Universidad que tuvieron, en alguna penitenciaría, no sólo becas y asesorías personalizadas sino computadoras y permisos especiales para estudiar en grupos mixtos. Una osadía y un logro enorme.

Lo saben bien aquellos que recibieron conferencias, apoyos y becas en, por ejemplo, la Biblioteca Argentina para Ciegos y un sinnúmero de organizaciones populares que en torno a una (o varias computadoras) se habilitaron para leer los textos correspondientes y redactar los trabajos obligatorios en la ruta de graduarse como universitarios. Un grupo nutrido de personas iniciándose en la “vida universitaria” y un grupo, no menos nutrido, completando estudios truncos o re-encausando carreras ya iniciadas. Cuando conocí a Santiago Salas ese proyecto estaba ya consolidado y convirtiéndose en una victoria de la lucha por democratizar la educación. No sin yerros y no sin obstáculos. Es cierto.

Y lo sabemos quienes, de un modo u otro, nos sentimos ganados a una lucha que muy velozmente se ha expandido en todo el planeta para perfeccionar métodos y contenidos hacia nuevas formas de producción y multiplicación de saberes científicos con modalidades participativas, interactivas, multi y trans-disciplinarias. Los sabemos quienes sentimos de cerca la pasión con que el grupo fundador de la Universidad Abierta pensó la red de conocimientos, ejercicios, asesorías, evaluaciones y publicaciones necesarias para forjar una modalidad peculiar de enseñanza sin demerito de la calidad científica. En eso merece mención aparte el trabajo de Rita Ferrari. Una forma, pues, del humanismo en educación capaz de no despersonalizarse por la influencia de la tecnología. Facilitar el conocimiento no es sinónimo de empobrecerlo.

Pero semejante audacia, desde el momento de su creación, generó discordias en un ambiente de conservadurismo hostil propio del mercantilismo educativo. El burocratismo de Estado, incapaz de comprender la Educación a Distancia, se encargó de poner todos los “obstáculos” imaginables. Trampas “de gestión”, emboscadas “cientificistas” y todo tipo de canalladas legaloides para frustrar en lo “administrativo” los logros extraordinarios en lo académico. No han faltado calumnias, amenazas, traiciones y vejaciones de toda estirpe. Infiltrados, trepadores, arribistas y usurpadores de toda laya. Campañas de chismes y operaciones mediáticas con la complicidad voluntarista de un gobierno reaccionario y corrupto, hasta la ignominia. Dispuestos todos a aniquilar un bastión de pensamiento y acción crítica. La vieja historia.

En lugar de contribuir al desarrollo de experiencias académicas fundadas en marcos teórico-metodológicos superadores de las miserias educativas (y de todo tipo) reinantes en México (y no solamente); en lugar de facilitar el perfeccionamiento pedagógico-didáctico; de mejorar las habilidades críticas y cognitivas de los estudiantes; de ayudar a enriquecer las bibliotecas y las bibliografías; de ampliar los ejercicios intelectuales y las evaluaciones; enriquecer las interlocuciones y las producciones de tesis… todo lo contrario. Han ensuciado a la Universidad Abierta con toda impudicia e impunidad, para beneficiar al “mercado” local, a los amigos, a los compadres y a los intereses más mezquinos de burócratas y mercachifles a diestra y siniestra… la corrupción estructural del sistema carcomiendo la Educación que, en realidad, les importa muy poco.

Con la Cuarta Transformación que México impulsa hoy, la Universidad Abierta tiene una oportunidad nueva para sacudirse las agresiones y los acosos, actualmente existentes, y se dispone a cumplir y mejorar los principios y métodos con los que fue creada porque su vigencia está por encima de todas las calumnias de ayer, de hoy y de mañana. Por más ingeniosos que se crean los mentores de la degradación intelectual disfrazados de autoridades. Es una lucha abierta, en una sociedad cerrada por el conservadurismo oligarca y sus armas de guerra ideológica. Es una lucha para abrir el pensamiento de los estudiantes ante un aparato educativo ocluido por la burocracia y sus mafias. Ya sabemos cómo actúan y calumnian. Es una batalla abierta contra la estulticia de las mafias que se apoderaron de la educación. Es la hora de la educación humanista de nuevo género, crítica, propositiva con fuerzas científicas contra toda corrupción y toda impunidad. Del dicho el hecho. Universidad Abierta. De par en par.

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=256792

Comparte este contenido:

Pensamiento latinoamericano: La descolonización como clave del pensar

Por: Fernando Buen Abad

Un caudal portentoso de ideas y de acciones, emancipadoras, constituye un tesoro (no exclusivo) de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Desde la caídamisma de la “Gran Tenochtitlan” (13 de agosto de 1521) hasta las luchas más recientes contra la neo-colonización económica, cultural y comunicacional… tenemos un inventario de pensadores “nuestros” que lo son no sólo por razones geográficas sino por objetivos descolonizadores en todas sus líneas. Moctezuma, Netzahualcóyotl, Cuauhtémoc… a cual más, desde las luchas de resistencia contra la invasión española hasta el presente, somos herederos y deudores de un “tesoro de pensamiento” empeñado en recuperar la tierra, las fuerzas productivas, la libertad y la identidad. Es la “Batalla de las Ideas” entendida y extendida, también, como producción y profundización de simientes nacidas con cargas geográficas relativas. Si bien el pensamiento reclama identidades, al mismo tiempo relativiza “pasaportes”. De esa “lógica”, emana un caudal vigoroso de contribuciones teóricas y prácticas, que son irreductibles al individualismo, mientras reconocen el valor del aporte personal.

Parte de esa herencia es, también, el repertorio de sus debates internos y externos. Línea por línea el temario núcleo del pensamiento latinoamericano ha sido teñido por el debate Capital-Trabajo, por la contradicción entre la supremacía del Capital sobre la especie humana…y por el desarrollo de las luchas sociales. Tal repertorio del debate recorre una gama completa que va desde desacuerdos menores hasta francas guerras irreconciliables y todos han sido fuente (voluntaria e involuntaria) de enseñanzas y aprendizajes de todo tipo. Y eso que parecería “obvio” no lo es si se toman en cuenta las condiciones concretas que la lucha de clases ha impuesto en las miles de carencias educativas a que han sido sometidos nuestros pueblos, especialmente las educativas, las culturales y las comunicacionales.

Se han puesto en debate las tradiciones filosóficas y sus ejes metodológicos. Se han debatido hermenéuticas y propedéuticas, físicas y metafísicas, lógicas y estéticas, morales y éticas… debatió Sor Juana con Carlos de Sigüenza y Góngora; debatió Borges con Sábato; debatió Paz con Arreola… y casi no existe aporte al pensamiento latinoamericano que no haya saldado su -o sus- debates necesarios. Insistamos. Pero más allá de los debates inter-personales, tenemos la huella continental amplísima marcada por los debates históricos de un pensamiento que no sólo abarca un territorio sino que abarcan las claves emancipadoras para la especie humana en su totalidad, es decir, el debate Capital-Trabajo… el debate clase opresora vs clases oprimidas. Insistamos. Pensamiento con fuerzas internas que luchan, con todos los medios disponibles, por la libertad y contra la alienación neocolonial ante las condiciones históricas de opresión. Y en especial durante el siglo XX.

Lucha por la libertad está inmersa en el ser de los pueblos, rompiendo esclavitudes y creando bases para una comunidad humana finalmente organizada para su emancipación y cuyo resultado debería ser una sola y gran patria de la humanidad, donde nadie sería “débil” y nadie será el más “fuerte”. Esta línea de ideas no sólo es componente identitario sino que se desarrolla como una de las más altas realizaciones teóricas del pensamiento latinoamericano hasta nuestros días. En eso cabe Frantz Fanon como caben Ricardo Flores Magón, Juan Carlos Mariátegui, José Vasconcelos, Eli de Gortari, Leopoldo Zea, Arturo Jauretche… por sólo mencionar algunos y corriendo a sabiendas el peligro de la omisión por espacio escaso. Una multitud de problemas abordados, a veces, hacia sus soluciones que son expresión de una multitud de culturas. Culturas, que por cierto, van hacia una universalidad que es la Cultura necesaria en un comunidad organizada para sí, bajo el rigor de sus necesidades históricas y su desarrollo. Universalidad de la comunidad de hombres y pueblos unidos por metas emancipadoras semejantes.

Tal filosofía, hacia una comunidad organizada -y organizadora- para su planificación material y simbólica, ha reflejado siempre los problemas que se le han presentado a la humanidad que se organiza localmente para resolver sus problemas en las etapas más críticas de su historia, en épocas de crisis económica, moral y social. Épocas en las que es necesario alcanzar una nueva moral social, un pensamiento que ha sido alterado e hibridado por diversas circunstancias. Época, también, de crítica multiplicada. Nuestro pensamiento plantea no pocos problemas que aún no han sido resueltos. Y por eso es también un pensamiento cuyo núcleo sigue siendo el de la crisis del racionalismo, del empirismo, del criticismo, del nacionalismo… que algunos autores vieron como una reacción anticolonial. Han corrido “ríos de tinta” académica y de todo género, al respecto.

Pero nuestro Pensamiento, ha hablado de libertad y dignidad, de soberanía, de los derechos humanos y del respeto inalienable al trabajo como valores hacia la universalización de su vigencia para ampliar las posibilidades de la humanidad -y de la naturaleza- Espíritu presente en el pensar sobre las relaciones que mantienen los “pueblos originarios” y sus herederos con los pueblos que, se han transformado en naciones nuevas. Espíritu en el pensar que afirma la igualdad de las identidades descolonizadas y se suma a la universalización de la Cultura: universalización nunca vista. Pensamiento que es universalización de las rebeldías que refleja, en la filosofía… en el espíritu que recorre nuestro tiempo.

Nuestras tareas hoy deben atender la organización dialéctica en las luchas de los pueblos que han hecho vigente la lucha por la identidad emancipada en la realidad y en su desarrollo. La capacidad de la organización para convertirse en lucha y la lucha en organización para crear condiciones que permitan su ampliación. Está en juego la sobrevivencia no sólo de nuestros pueblos sino de la humanidad y para eso es necesaria la comunidad organizada para sí, en una serie de tareas -que ya son comunes- (comunitarias) a todos los seres humanos. Derrotar todo exclusivismo, haciendo a un lado la discriminatorio racial, económica, política, religiosa o social. Hacia un humanismo que ahora trasciende las fronteras en la América Latina, y sus pensadores o filósofos: El desarrollo de las capacidades críticas para la organización de la comunidad de iguales que es, hoy por hoy, una asignatura pendiente.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Pensamiento-latinoamericano-La-descolonizacion-como-clave-del-pensar-20180822-0002.html

Comparte este contenido:

¿Crisis de dirección o Crisis de dirigentes?

Por: Fernando Buen Abad

Con el surgimiento de la Revolución Bolchevique, y la Unión Soviética, el mundo experimentó (también) una transformación cultural y comunicacional que sacudió todos los cimentos históricos. Por negarlas o combatirlas, por valorarlas y seguirlas… en todos los ámbitos de la teoría o de la práctica, se dejó sentir un viento “nuevo” que conmocionó las formas de pensar y hacer política –en su sentido más amplio- y de transformar al mundo. Un pueblo organizado de mil maneras (obreros y campesinos) decidió no seguir siendo oprimido… y una clase opresora no pudo seguir oprimiendo. Cambió el rumbo, cambió la dirección y cambiaron los dirigentes. ¿Qué falló?

Había que remover instituciones y costumbres, preconceptos y definiciones, instauradas por la ideología de la clase dominante como ejes rectores de la vida y del papel de cada persona en su relación con la riqueza toda y especialmente con la riqueza producida por el trabajo. Había que sacudir escombros y telarañas, momias y creencias tan hondas como la parálisis fatalista y de resignación que se generaba en pueblos acosados por una guerra económica de saqueo y privación escoltadas con armas y represión permanente. Incluso armas ideológicas. Había que construir un imaginario social “nuevo” (o dicho de otro modo actualizar la historia de las luchas emancipadoras) con seres humanos dispuestos a rehacer en su cabeza, su corazón y su panza un modo distinto de relacionarse para producir lo que necesitamos todos y distribuirlo para el bien de todos. Cambiar la dirección de todos los beneficios.

Había un programa y un partido con un marco (digamos provisionalmente filosófico) que organizaba democráticamente todos los esfuerzos con rumbo a una sociedad sin clases sociales. Sin opresores y sin oprimidos, donde además de modificar el modo de producción, tendría que cambiar las relaciones de producción en manos de personas dispuestas a ser felices -con toda la dificultad que ello implicaba- en una realidad sometida históricamente a todas las infelicidades. O, dicho resumidamente, tomar una dirección nueva –realmente nueva- para la humanidad y para el planeta. Claro que no sería fácil y claro que no sería “rápido”.

La sola idea de tomar una dirección distinta para los seres humanos y todos sus hábitat, que a muchos parecía imposible, utópico, mesiánico o loco…y a otros parecía esperanzador, deseable, posible y realizable; exigió claridad meridiana en el qué hacer y en el cómo hacerlo. Exigió -y exige- mucha precisión en el orden de las prioridades y los plazos, en la profundidad y en la amplitud de las transformaciones. Exigió y exige un cambio de raíz en la mentalidad y una disposición proactiva a toda prueba. Exigió y exige desarrollar instrumentos capaces de movernos hacia delante en la ciencia, en las artes, en la teoría y en la praxis. Era imposible transitar hacia la nueva dirección con un mapa del pasado a menos que tal mapa sirviera, críticamente, para recordar a dónde no debería irse. En ese campo de exigencias nuevas se tensó fuertemente la relación entre la dirección y los dirigentes. Y el problema nos dura hasta la fecha.

En algunos lugares (y frentes ideológicos) el concepto “dirección” se entiende como un genérico que incluye, necesariamente, a los dirigentes. Pero la práctica ha demostrado que, entre el proceso que implica la creación de una sociedad donde lo más importante sea el bienestar de la sociedad misma y la integridad ético-política de los dirigentes; entre lo que se dice y lo que se hace… es decir “del dicho al hecho”, hay un “trecho” plagado con problemas de orden muy diverso, incluyendo el de identificar con minucia los verdaderos intereses y compromisos de los dirigentes para alcanzar los objetivos marcados por la dirección del programa revolucionario. Muchas desviaciones, muchas traiciones, muchas limitaciones -de todo tipo- han demorado y frustrado el avance del trayecto.

Se cuentan a raudales los reformismos, los conciliadores, los disfraces, las revolturas ideológicas y las guerras mediático-psicológicas diseñadas principalmente para demorar, abortar, deformar y asesinar todo aquello que implique pasos (así sean pequeños) en la dirección emancipadora. Algunos dirigentes descarrilaron el viaje y quemaron el mapa de lo nuevo. Lo viejo no superado y lo nuevo que no termina de nacer. En esa disputa (explicada así muy apretadamente) nos hemos visto inmersos muchas décadas y eso nos ha costado vidas y recursos incalculables expresados en daños severos a la naturaleza misma y a la especie humana en su totalidad. Los enemigos de la nueva dirección, en sus delirios propagandísticos han dado por muerto todo lo que suene a transformación y, así, dan por muerto el marco filosófico, sus logros incipientes, sus beneficios y aportes…han llegado a dar por muerta la historia misma.

Pero lo esencial del rumbo nuevo no pueden borrarlo. Está en vivo en la revolución permanente que el pueblo trabajador despliega en cada una de sus rebeldías y revoluciones (grandes o pequeñas) que no resienten más el sometimiento a una clase que nos depreda y nos deprime, que nos expolia y nos humilla. De esa revolución permanente que ocurre en miles de ámbitos distintos, más visibles o menos, de esa lucha pertinaz e incesante esperamos el nacimiento de los dirigentes de nuevo tipo, de los que no traicionen y de los que hagan, de la dirección marcada por el pueblo trabajador, un arte nuevo de la dirigencia. Que manden obedeciendo, que no quepa en su cabeza, ni en su corazón, otra premisa que seguir el rumbo que se mandata desde las bases. Que sean vasos comunicantes para la creación de una cultura y una comunicación de lo común, de lo comunitario, de las comunas como fase superior de la felicidad humana.

No se trata de un simple “conflicto de intereses” porque está en juego la degradación, la desmoralización y la ruina de los pueblos. Es una situación de vida o muerte para la clase que representa el único futuro viable de la Humanidad. La contradicción entre dirigentes y dirección comprende peligros inaceptables que no pueden ser resueltos con simples “concesiones” ni espejismos de “unidad” de coyuntura. Si los dirigentes no responden a la dirección marcada por las bases, y no se producen cambios, el pueblo trabajador queda expuesto a peligros históricos cada vez mayores, como el neo-fascismo. Un antídoto necesario es que la dirección transformadora, mandatada por la comunidad de las bases, sea la cultura y la comunicación que profesen los dirigentes permanentemente. No aceptemos otro camino.

Fuente: https://www.telesurtv.net/bloggers/Crisis-de-direccion-o-Crisis-de-dirigentes-20190102-0003.html

Comparte este contenido:
Page 7 of 17
1 5 6 7 8 9 17