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Música indígena: descolonizando desde la investigación sobre lo originario

MÚSICA INDÍGENA: DESCOLONIZANDO DESDE LA INVESTIGACIÓN SOBRE LO ORIGINARIO
INDIGENOUS MUSIC: DECOLONIZING FROM THE RESEARCH ON THE ORIGINAL
Recibido: 28.01.2021
Aprobado: 15.02.2021
Lisbehet Torcatty
lisbethtorcati111@hotmail.com
https://orcid.org/000-0001-7329-2671
Universidad Experimental del Magisterio “Samuel Robinson” Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Instituto Pedagógico de Caracas, Venezuela
Henry Vallejo
vallejo.henry@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2703-6305
Universidad Experimental del Magisterio “Samuel Robinson” Universidad Pedagógica Experimental Libertador – Instituto Pedagógico de Caracas, Venezuela
Resumen:
El complejo y milenario proceso de conformación patrimonial de la cultura indígena, después de 200 años de independencia como nación, sigue siendo sometido por la institucionalización del pensamiento eurocéntrico y la industria cultural del sistema de la modernidad con sus amenazantes productos para la manipulación de los gustos, ejerciendo presiones desde la globalización y con los avances tecnológicos de apoyo. De allí que nuestra intencionalidad sea la revitalización y resignificación del pensamiento propio de nuestros pueblos originarios, tomando como eje del presente artículo, el arte sonoro y su representación estética en el mundo de vida aborigen, además de transitar por el reconocimiento de los ancestrales sistemas de valores y creencias, asumiendo principalmente el basamento creador y co-creador de la etnicidad y su cosmovisión. Durante la construcción argumentativa del estudio destacamos los referentes teóricos: Navarrete (2007), Méndez y Barreto (2007), Mosonyi, (2012), Velásquez (2008), Colombres (2004), Bauman (2013) y Gadamer (1998).
Palabras clave: Música indígena, Cosmovisión, Descolonización, Patrimonio.

Fuente: https://gurrumango.com.ve/ojs/index.php/topicosdecultura/article/view/8/26

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Lisbehet Dubravska Torcatty entrevista a Cecilia Bottini

Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria, de los movimientos estudiantiles de 1960 desde la Experiencia de vida de Cecilia Bottini Marín.

Antes de iniciar ésta conversa, es importante destacar que en los años 1960 surgió toda una dinámica de lucha enfocada o en contra del poder imperante de la época, al nefasto pacto de punto fijo, que trajo como consecuencias la pobreza extrema, descontrol en el aspecto económico. En este sentido, la entrevista a la profesora Cecilia Bottini Marín nos dará otra mirada de lo acontecido en esa época. Estamos hablandos de la mirada, el sentir, las vivencias de los que nunca fueron escuchados.

Esta otra mirada nos permitirá además conocer, entender e interpretar las motivaciones que movían las acciones casi heroicas de aquellos estudiantes y comparar con las motivaciones de los estudiantes en la actualidad.

La técnica predominante a utilizar para la recolección de la información es la entrevista basada en preguntas generadoras. Es decir, se trató de focalizar en preguntas y aspectos significativos que estuvieran relacionados con la temática en cuestión y así obtener, en la medida de lo posible, un relato pronunciado en primera persona, ya que lo que se intenta rescatar son las experiencias de ese individuo.

Ahora bien, en este punto de nuestras proposiciones, nos resulta necesario aclarar lo siguiente: cuando el individuo –el sujeto seleccionado para entrevistar– se posiciona en primera persona y habla de sus experiencias, lo consideramos el personaje del relato. No importa –ya lo hemos señalado– si él dice o no absolutamente todo, ni si respeta el orden cronológico, sino los hechos que son iluminados por la selección del recuerdo y la lógica de conexión que se evidencia en el relato. Conviene reconocer, al respecto, que todo relato biográfico es focalizado, parcial, y su primer recorte está dado por el investigador mismo con base en su interés de conocimiento. (Torcatty 2011).

ENTREVISTA.

UNA RELACIÓN CARA A CARA.

En primera instancia se seleccionó el sujeto social para la entrevista y se concretó en un lugar cómodo para la misma. Es importante considerar que la primera entrevista estaba supeditada por el tiempo debido a que el lugar sería cerrado a las pocas horas, por lo que se decidió enviarla a través de un audio.

Sin embargo, la segunda entrevista en donde se realizaron dos preguntas, se realizó por skype, la cual nos permitió interactuar adecuadamente y permitió observar gestos, llantos y todo tipo de emociones.

Es relevante considerar que la persona entrevistada es una amiga personal y muchas veces hemos hablado de la temática relativa a los movimientos estudiantes de antes y durante los años 1960, las expectativas de esos estudiantes, su sentido patrio y motivaciones en el hecho de querer construir una patria nueva y diferentes que transcendiera ese pacto nefasto como lo era el Pacto de Punto Fijo que nos hacía sucumbir en esclavitud simbólica.

A continuación la entrevista:

1) Desde que momento de tu vida sentiste la necesidad de hacer una lucha por tu país?

Bueno, Dubra, voy a intentar responder tu pregunta, ¿en qué momento en tu vida sentiste la necesidad de hacer una lucha por tu país? Mi respuesta parte de que no hay un momento en la vida donde tu empiezas la lucha, y una lucha por tu país menos, esto más bien es un proceso, donde uno va reuniendo experiencias y va relacionando conexiones y se da no de un día para el otro; en mi caso particular cuando me hiciste la pregunta hace varios días  me puse a reflexionar y me di cuenta de que comenzó antes de que yo naciera, eso es como dije ,porque es un proceso que se dio desde mi familia ,cuando desde pequeña, desde que yo tenga conciencia de eso, en mi casa se habló de las persecuciones que el partido de acción democrática le hacía a mi padre, eso fue por el año 45 ,yo no había nacido, pero mi padre era un perseguido político y era un líder del partido Unión Republicana Democrática (URD), y luego en mi casa se habla de la dictadura de Pérez Jiménez, donde mi papa también es un perseguido y porque  Pedro Estrada, mano derecha de la policía política del gobierno de Pérez Jiménez, perseguía a mi papa ,cada vez que en caracas pasaba algo mi papa era perseguido, luego vienen el final de esas luchas que es cuando los estudiantes participan y mi hermano mayor José Antonio estaba en bachillerato participa en esas luchas, era perseguido fue puesto preso, luego termina el gobierno de Pérez Jiménez y viene lo que llaman la época democrática y ya yo estoy un poquito más grande y tengo 8 años y veo a mis hermanos que salen a la isla de cuba a participar en lo que se llamó allá la alfabetización del pueblo y uno de mis hermanos se fue para allá por un año y otro fue como dirigente estudiantil, bueno total que en mi casa siempre se habló de política, ya en los primeros , llamados de la democracia, los  cuarenta años que llaman la cuarta república,  mi casa era un centro de reunión ,me acuerdo de un franciscano que iba a la casa y se reunía con mis hermanos, se discutía sobre libros, sobre lo que iba a pasar, iban algunos militares, mi hermano estaba estudiando en la universidad economía seguía siendo dirigente estudiantil y bueno ya yo tenía 11 o 12 años, y oía todo eso. Uno de mis hermanos me daba a leer, a esa edad que yo tenía, 12 años, me dio a leer La madre, Los hermanos Karamazov, Así se templó el acero, esos libros que leímos todos las personas de mi época en algún momento, entonces bueno, todos esos cuentos de mi mama sobre las luchas de mi papa, luego  las luchas de mis hermanos, mis vivencias, bueno eso hace que yo me interese que siempre sea una interesada por las cosas que pasaban en mi país, veía a mis tíos que llegaban y me hablan de la época de Rómulo Betancourt, que se encerraban en el cuarto a hablar que viene un golpe he que había que tener mucho cuidado con los vecinos no hablar delante de nadie. En mi casa se forja, digo yo, que la primera guerrilla que hay en Venezuela, porque mi hermano de 15 años , Federico, participa en un asalto , no eso fue una conjura que hubo, vamos a llamarlo conjura, que los militares y civiles se llevan unos fusiles de un barcos que habían en La Guaira y se van hacia los llanos, allí va mi hermano Federico, la primera guerrilla que hubo aquí se formó en los llanos, eso duro muy poco y fue derrotado porque solo eran muchachos  y no tenían ninguna formación militar, no era más que el deseo de derrotar el gobierno de Rómulo Betancourt y hacer un cambio en el país, influenciado por la revolución cubana . En mi casa se oía a Fidel castro todas las noches, mis hermanos pasaban horas y horas oyendo a Fidel Castro, mis hermanos se sabían de memoria los discursos de Fidel Castro. Luego yo llego  a bachillerato, y estábamos, seguíamos en la lucha contra Rómulo Betancourt, ya empezando la lucha revolucionaria, la llamábamos en ese momento la lucha revolucionaria, yo participaba con apenas 13 años en el liceo José María Vargas, en las luchas estudiantiles .Si, tenía muy claro  porque lo hacía, luego nos mudamos a caracas y mi hermano José Rafael, estudia en la Escuela Técnica Industrial del Oeste y se convierte en el presidente del centro de estudiante, yo estudiaba en el liceo Andrés Eloy Blanco que quedaba al lado, y cada vez que los muchachos de la escuela técnica salían a protestar, yo salía participando con los muchachos del Liceo Andrés Eloy Blanco, hacíamos luchas conjuntas y nos íbamos por esas calles de cuartel de Catia siendo perseguidos por la guardia nacional, allì comienzo a relacionarme con los muchachos del partido comunista, yo nunca fuì miembro del partido comunista, pero bueno todos los jóvenes en ese momento, mis vecinos y mis amigos, eran políticos, de 14, 15 y 16 años, todavía no tengo conciencia de la cosa pero si mucha lectura mucha conversación en mi casa hasta que, bueno mi hermano José Rafael influye mucho en mí, éramos contemporáneos, yo lo acompañaba en todas sus luchas, el comienza a conversar mucho de lo que pasa en los barrios, trabaja haciendo trabajo comunitario en el barrio La Silsa que quedaba en Catia, nosotros vivíamos en Casalta, el barrio nos quedaba al lado. Más adelante Josè Rafael, mi hermano, pasa a estudiar en la Escuela Técnica Luis Caballero Mejías y yo a la Universidad Central y seguimos haciendo trabajo comunitario, ahora en el barrio Marín en Los Hornos de Cal, un día me comenta José Rafael que aquí cada 5 minutos se mueren no sé cuántos niños de hambre  y que nosotros tenemos que participar para acabar con eso porque mientras haya un niño que se muere de hambre en el mundo nosotros no nos podemos quedar tranquilos y eso hace como que yo tome conciencia, más claramente aun , en todo lo que debíamos participar, no únicamente en huelgas ni en marchas, si no de una manera más activa, en la Universidad Central me incorporo al (FLN) Fuerza de Liberación Nacional, porque había la Fuerza Armada de Liberación Nacional, que era la FALN ,que era la guerrilla armada en la montaña. Los que nos quedamos en los pueblos, en este caso en la ciudad , hacíamos más trabajo político, recogíamos el dinero para apoyar a las guerrillas, hacíamos trabajo de correaje, participábamos en lo que se llama los asaltos a los bancos, pero más que todo apoyando pasando los datos  de cómo se mueve aquel banco, nuestras casas servían de concha (escondite) para los guerrilleros, en ese tipo de cosas participábamos, como veras no hubo un momento en el que yo decidí incorporarme en la lucha si no que nací en una familia que donde se luchaba desde siempre creo que eso se da en muchas personas creo que eso viene de la familia esa formación política bueno.

Bueno Dubra a medida que vayas preguntando te iré echando otros cuentos, mi participación en la universidad en la lucha femenina, cuando llego a la universidad que está en efervescencia  la renovación estudiantil ,estando yo allí se da la renovación estudiantil, se dan las luchas del movimiento feminista , bueno te contare sobre eso de las visitas a las guerrillas en Falcón como fue el apoyo a las guerrillas como mi casa fue centro de concha como trasladábamos a los guerrilleros cuando bajaban eso no tiene nada que ver con la pregunta eso te lo diré más adelante

 

2) Qué te motivo que persona que conversas?

Luego la segunda pregunta, me preguntas ¿qué te motivó, que persona, que conversas? Bueno, mi madre fue mi gran motivadora, mi mamá no podía ver a una persona con necesidad sin que le tendiera la mano a pesar de que nosotros no teníamos muchos recursos, nos quedamos huérfanos desde pequeños pero mi mama siempre estaba atenta a quien tuviera necesidad y una de las cosas más importantes es que ella nunca dio lo que le sobraba, ella compartía lo que tenía y a veces se quedaba ella sin comer o sin alguna cosa para dársela a quien ella considerara que lo necesitaba, eso me hacía recordar mucho una canción de ALÍ Primera dedicada a su madre que decía “ tú me enseñaste a no matar las mariposas, que no cortara las rosas que en tu jardín cultivabas, fui aprendiendo poco a poco a querer a los demás… y por qué las ayudas no se daban por caridad,” mi madre también decía que no se le da a la gente lo que le sobra si no que se da porque se siente, bueno entonces esa gran motivadora mía fue mi madre, mi madre siempre nos hablaba de mi papa de una figura importantísima porque siempre estuvo luchando por la justicia, sin embargo el modelo era ella. Luego, bueno, ver a cada uno de mis hermanos participar, leer discutir, unas discusiones muy sabrosas en mi casa donde pude ver a un cura, a esos curas Franciscanos,  de esos que usan una batola marròn, junto con un militar y un estudiante universitario, todos discutiendo acerca de política, de libros, un ambiente muy rico, ellos fueron motivadores todos, sin embargo, la figura que yo diría, aparte de mi mama, como que clave, fue José Rafael, quizás por ser nosotros contemporáneos, como ya te dije anteriormente que donde iba uno iba el otro y con el yo iba a los barrios, él era muy carismático la gente lo seguía los estudiantes, él fue  un líder estudiantil. Cuando pase hacer militante de la Fuerzas de Liberación Nacional él se puso más cauto y no quiso que yo participara con él porque decía que si me pasaba algo  mi mama se moría, o sea, si le pasaba algo a él o a mí, y además le pasaba a Federico, mi mama no iba poder aguantar tanto, entonces trataba de mantenerme al margen y solo participaba en cuestiones en los barrios, en la asociaciones de vecinos, íbamos mucho a los barrios a trabajar con la gente, a enseñarle a la gente la organización, a conversar con ellos con las asociaciones de vecinos, en ese tiempo las asociaciones de vecinos  era una manera de llegar a los barrios.  Que otra persona te puedo decir que fue básica en mi vida ¿mi hermano Orlando, por ser quien me daba los libros, cuando yo tenía 12 años. ¿Darle a un muchacho el libro de La Madre o el libro de José Ingeniero, para sentarse a discutir, bueno, como tu discutías con un muchacho?  Bueno, el me formó. ¿De qué se conversaba? Bueno, se conversaba de la necesidad que se pasaba, que pasaba la gente en los barrios, de cómo no se podía estudiar, de cómo era que tenía que trabajar políticamente, incorporarse en los trabajos tan jóvenes. Ese tipo de conversa siempre estaba, de cómo la policía desaparecía a la gente, eso muy joven porque ya luego para nosotros cuando que tengo 18 años o 20 años el tema de los desaparecidos ,la gente que tiran de los helicópteros o los llevan a  los teatros de operaciones (TO), pasa a ser una conversación en mi casa muy común, nosotros somos víctimas de los allanamientos constantes, del tener siempre una manera de estar pendiente si te persiguen o no te persiguen, de cómo entras en una casa, de que hablas, de quien hablas, como te mueves, siempre pendiente de esa cuestión ¿ Luego me preguntas si teníamos algún centro de estudio que hablara del tema? Bueno, claro, en mi casa siempre se habló del tema, pero luego, cuando ya tengo 17 años, era obligatorio tener círculos de estudios, te daban un libro que luego tu tenías que reunirte con los compañeros a conversar sobre ese libro, a reflexionar acerca de ese libro, lo hacíamos nosotros, primeros los militantes luego lo hacíamos en los barrios donde íbamos a hacer trabajo comunitario. Nos reuníamos con los muchachos en los barrios, con los dirigentes de los barrios, hacíamos círculos de estudio.  Además que el trabajo con los muchachos era que tenían que estudiar , si los aplazaban en alguna materia nosotros, quien sabia matemática le deba matemática el que sabía de química le daba química y así, siempre estábamos al rededor del estudio, era básico estar bien informado , era muy importante ser el primero de su clase, o sea, si tu querías ser militante político tu tenías que ser honesto, tenías que ser el primero en la clase, tenías que ser buen hijo de familia, responsable en tu casa, ser un buen ciudadano, aunque yo nunca milite en el partido comunista pero en ese tiempo donde el militante  revolucionario era lo máximo, tenías que ser ese modelo a seguir , nosotros no podíamos ser borrachos, ni ser groseros nada de eso era una época bien bonita de formación de formación ciudadana.

3) ¿Por qué y para qué la lucha?

Bueno, en la conversación te he dicho la lucha porque por la justicia social, por el derecho de los que menos tienen a tener lo mismo que el resto de las personas de la sociedad, a tener acceso al estudio a la salud a la familia a tener servicios una casa  eso básicamente.

 

 

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En búsqueda de un concepto de cultura

Autora: Lisbehet Dubravska Torcatty

Tesista del doctorado en Cultura y Arte.

 UPEL

Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es ni utopía ni locura, es justicia.

EL Quijote

A manera de reflexión.

La evolución del concepto de cultura, se relaciona con la conceptuación de qué es el hombre y cuál su esencia.  En la historia de la humanidad, el concepto de cultura ha tenido muchas variaciones. Según el trabajo de Espinoza y Pérez (1984), el término cultura apareció en la Roma antigua como la traducción de la palabra griega paideia, usada para significar la crianza de los niños, entendiéndose como el cuidado o cultivo que se debe tener por los niños en la adquisición de conocimientos, hábitos, costumbres, sentimientos, emociones, relaciones sociales y afectivas, gusto por las ciencias y las artes.

Por su parte, Colombre (2004) plantea que la concepción elitista de cultura  proviene del pensador latino Cicerón, quien vivió entre los años 106 y 43 antes de Cristo. Según este autor, Cicerón consideraba la cultura como un culto a la propia alma y debía enfocarse a la perfección espiritual.

El concepto de cultura como conocimiento filosófico, evolucionó hacia un concepto aristocrático que alcanzó su máxima expresión durante la Edad Media y que privilegió las artes del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y quatrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). Más adelante, con el Renacimiento, se agrega al concepto de cultura la actividad productiva. Desde esta perspectiva, se ensanchará este concepto  para designar no solo el cultivo del espíritu sino también al conjunto de obras literarias y artísticas, así como los conocimientos científicos y tecnológicos. Desde esta representación, y muy a propósito del planteamiento que ahora nos ocupa, podría ser importante estudiar los inicios del currículo como elemento que propaga la colonización, desde una  educación escolástica que ha servido como punta de lanza para borrar, blanquear la memoria histórica y favorecer la concepción occidental del mundo.

Por su parte Hernández (2007) afirma que para 1871, la cultura aún se conceptualizaba como «la actividad del espíritu, y sus cumbres son la erudición clásica, la veneración y el ejercicio de la poesía en distintos niveles, la escritura de la historia, la creación artística, la prédica moral que instrumenta la divulgación del conocimiento». Serán los románticos, en el siglo XIX, los primeros en afirmar que el único agente de la creación cultural efectiva es el pueblo y que las otras capas (burguesía y nobleza), lo único que hacen es aprovechar y refinar los esbozos de obras que éste entrega. Es decir, tomaban piezas de cantos populares, las refinaban y convertían en “académicas”, de allí surgieron óperas, sinfonías, valses. Casos representativos están las obras de Chopin y Beethoven entre otros; por ejemplo en Venezuela el aire musical folclórico “pajarillo” ha sido versionado y transformado en varias ocasiones por, entre otros compositores,  Aldemaro Romero.  Cabe mencionar que han surgido de esta sinergia entre lo popular y lo clásico, obras creativas y extraordinarias dignas de ser estudiadas e interpretadas a profundidad más adelante. En así que, lo popular y lo nacional tienen una influencia muy marcada en la música académica, especialmente en escandinavos eslavos y rusos, no obstante, cabe confirmar que la “sublimación” o elevación lírica no corresponden a ese un tránsito.

Eso que ahora llamamos música académica en occidente, se genera en la Edad Media, al interior de conventos y abadías, y tuvo sus influencias externas (populares) porque la música nace en las comunidades.  (Se trataría de un tema digno de especificar en otros estudios).

Hoy día, como lo explica Colombre,  “el centro de la gravedad es trasladado de lo individual a lo social, al verse la cultura como un patrimonio común que se enriquece y se actualiza y por creación y adopción selectiva de elementos ajenos, y también como la presencia profunda de su ser en el mundo de todo un pueblo”.

En un sentido antropológico, la cultura se define como el modo de ser, de hacer y de pensar de todo un pueblo, mientras que en la investigación sociológica, el concepto de cultura ha sido definido muchas veces como la «totalidad de lo que aprenden los individuos en tanto miembros de la sociedad; es una forma de vida, un modo de pensar, de actuar y de sentir» (Chinoy Ely, 1980).

Podría afirmarse que la “cultura de un pueblo” es un largo y complicado proceso acumulativo, que se hace y rehace de modo continuo y no a saltos, en procesos discretos.  Así que “los que aspiran a revocar de un plumazo la historia cultural de un grupo no proponen más que dogmas para llenar el vertiginoso vacío.  Para contrarrestar en esto resulta de fundamental importancia una educación para la libertad, lo que hoy implica una autentica democratización de la cultura». (Colombre 2004)

El absolutismo de la civilización occidental, puesto de manifiesto ya en los orígenes del capitalismo (siglo XVII), se ha visto potenciado en los últimos tiempos por el proceso de globalización que multiplicó la avidez de las corporaciones por los mercados periféricos. Según este autor, al concluir el siglo XIX, había triunfado en las clases dominantes y en los intelectuales la idea de uncir a América al destino de Occidente, abandonando así el proyecto de abrir camino a una civilización propia. Implicando esto, la supresión de la identidad de los países alienándolos, en lo simbólico, para alejarlos de su propia identidad, e inducirlos a aceptar un orden ajeno de sus valores.  Es posible que en ese ideal de Colombre se haya considerado el pensamiento de Simón Rodríguez y otros libertadores de la palabra, en particular cuando plantea en Sociedades Americanas (Rodríguez, 1828) “la América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales, los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos. ¿Dónde iremos a buscar modelos?”

La crisis de las sociedades modernas, debería verse, antes que nada, como un hecho cultural y si no se tomara conciencia de ello es posible que no haya una salida posible. Tendría que definirse un proyecto cultural alternativo, cuyos principios básicos regularan la vida social y las políticas económicas. En efecto,  Zygmunt Bauman, (2013), confirma que en la actualidad se vive en una sociedad de consumo en la que la cultura es vista como un conjunto bienes o experiencias concebidas para el consumo. Hoy la cultura no consiste en prohibiciones sino en ofertas. Para contrarrestar esta realidad que nos carcome la memoria, la identidad y nos deja al desnudo, sin defensas ni fortalezas, es necesario, radicalizar el discurso contra-hegemónico, oponer una cultura verdadera a la subcultura dominante.

Alejándonos de concepciones fundamentalistas y fanáticas y vislumbrar nuestras políticas culturales  como conjunto organizado de valores que sirvan para definir a los sujetos colectivos que están o entraran en el dialogo, a los verdaderos actores de un proceso que llevará a descongelar las situaciones coloniales de la cual estamos impregnados, todas las nuevas y viejas formas de opresión para poder alcanzar la libertad y la justicia, desde una ética colectiva.  El término cultura debe convertirse en sinónimo de pluralismo, de respeto a la identidad del otro, de un “no” rotundo a lo que huela a dominación.

Sin embargo, como confirma Colombre (2004):

..“No podrá haber civilización sin un proyecto civilizatorio, sin una construcción diferente a la Occidental y una voluntad explícita de alejarse de los modelos ajenos para inscribir una particularidad en el concierto universal. Porque es en el marco del proyecto civilizatorio donde adquieren sentido y se potencian las formas propias de estructurar la realidad, de acceder al conocimiento del mundo y elaborar redes simbólicas” (pág.17)

Un pueblo no alcanza civilización original, sumándose al proyecto de otro pueblo, sino tomando conciencia de su ser en el mundo y su identidad. Entendiendo que la cultura con que nos colonizaron se encuentra como un dios todopoderoso omnipresente en la palabra, en los gestos, en los medios de comunicación, en las interpretaciones del mundo; e incluso en nuestros “sueños de realizarnos como persona”. Se debe empezar a aprender a desmontar los mensajes que deforman y cubren lo real y dan paso firme a lo superfluo.

El conocimiento de la realidad social sólo es accesible, plenamente, desde el interior de una práctica social transformadora. Lo cual, ciertamente, implica una opción epistemológica y, al mismo tiempo, ética. Quien quiera adquirir un conocimiento pleno de la realidad social, tiene que dedicarse a la práctica social transformadora.  O renunciar a esa ambición de conocimiento (Quijano 1977).

Descolonizando la conciencia

Sabemos que todo proceso  que implique cambios culturales, educativos, sociales y, en general, en los hábitos, costumbres, modos de pensar, de ser y  de actuar que están arraigados por generaciones en los seres humanos, genera resistencias, rechazos, negatividades e incluso temores, explicables por la incertidumbre que implica lo nuevo y, a veces, por el miedo al fracaso.

Tampoco debemos dejar de considerar que los  comportamientos sociales, culturales, políticos y educativos tienen bases epistemológicas, es decir, se arraigan en concepciones políticas y socio-culturales con las cuales hemos sido socializados desde la familia, la escuela, los grupos de juegos, y más recientemente desde los medios de comunicación e información.

Gadamer (1998) por su parte plantea que el individuo tiene una conciencia históricamente moldeada, esto es, que la conciencia es un efecto de la historia y que estamos insertos plenamente en la cultura e historia de nuestro tiempo y lugar y, por ello, plenamente formados por ellas. Esta autoridad, la de la tradición, se hace acción en las costumbres, las cuales se adoptan libremente y “determinan ampliamente nuestras instituciones y comportamientos”

Alberdi citado por Colombre (2004) dice: “nuestros padres nos dieron una independencia material; a nosotros nos toca la conquista de una forma de civilización propia, la conquista del genio americano” añade luego que “la inteligencia americana requiere también su Bolívar su San Martin. La filosofía americana la política el arte la sociabilidad Americana, son otros tantos mundos que debemos conquistar.”

Es tiempo entonces de estudiar la naturaleza filosófica de nuestra sociedad, de vestirla de formas americanas y originales. Depurando nuestro espíritu de todo servilismo. Yo agregaría el planteamiento muy conocido pero vigente de Ernesto “Che” Guevara: “Hay que vestirnos de negro,  de mulato, de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo”. Sería un largo recorrido sobre nuestro pensamiento latinoamericano emancipador, que nos permitiría pasearnos por el pensamiento de Artigas, Rodríguez, Martí, entre muchos otros. Libertadores de la acción y de la palabra.

En un proyecto a construir, la tradición no ha de ser vista como un obstáculo, exige recuperar y reformular las estructuras comunitarias. Donde residen las alternativas culturales.  Reunificarlo, de juntar sus pedazos dispersos y devolverles coherencia.  Eso que el mismo Colombre llama  “modernidad propia”  no se nos  vera correr detrás de los modelos dominantes, empeñados en una competencia difícil (por realizarse sobre lo ajeno, no sobre lo propio)  que nos obliga a negar y posponer nuestro proyecto.

Se requiere, en consecuencia,  de la autorreflexión crítica del sujeto colectivo que busca producir desde su matriz simbólica una alternativa al sistema dominante valiéndose para ello de una innovación creativa a partir de su acervo tradicional y de la apropiación selectiva de elementos culturales y tecnológicos ajenos. O sea, un pensarse a sí mismo, para no ser pensado por otros, y un actuar desde si para no ser  objeto de una acción ajena. Se trata de desarrollar un modelo propio para evitar ser incorporados como materia inerte a otro proyecto, a la historia de una civilización.

Es ante todo una cuestión de conciencia que evitaría que la cultura se asimile como concepto de ocio, de pasatiempo, lo que implicaría  no solo reducirla a la dimensión de las obras, olvidando otros planos vinculantes que estudia la antropología. Para cuestionar la complejidad del mundo y los misterios o milagros de la vida.

La educación en la creación de una cultura descolonizada

Es preciso combatir el divorcio que existe entre cultura y educación,  contrarrestando el positivismo que tanto favoreció los procesos de colonización por medio de lo que hoy en día es llamado  “colonización pedagógica” que, lejos de atenuarse por los vientos libertarios, se acrecienta con el modelo impuesto de la escuela moderna, calificado  como “la gestión de la ignorancia” o la pedagogía del vacío. Se trata de una pedagogía formal, que soslaya la cuestión de las materias a transmitir y la naturaleza de la mirada para fetichizar el método.

Para ser ciudadano un individuo debe conocer la historia de su pueblo, su patrimonio tangible e intangible. Sus valores culturales. Señala Colombre (2011), que la educación actual tiende a encerrar a la escuela en el sujeto y al sujeto en sí mismo, nuevo avatar de la escuela moderna entendida como un repliegue sobre el yo.

Un hombre amurallado en sí mismo, sumergido en un pensamiento subjetivo, despreocupado del mundo. Un ser así no puede ser protagonista de ninguna construcción social valiosa, por lo general estos son fáciles presas del miedo, de temores a menudo imaginarios, que los llevan a preferir la tentación totalitaria a los riesgos del cambio.

Ayudar a los educandos a tender puentes firmes con los otros, se puede decir que la escuela que no socializa, en todo caso deshumaniza, despolitiza, crea monstruos morales, mutantes, como los vemos con frecuencia para corromper el ethos social.

La humanización no puede hacerse desde una razón abstracta, desvinculante, sino desde la propia historia de la sociedad. Humanizar a un individuo es darle los instrumentos para que pueda humanizar, mediante la reflexión y la acción, a su propia comunidad.

La pedagogía de la dominación ha convertido a la enseñanza no en un esfuerzo de pensamiento crítico, sino en un conjunto amorfo de información que el alumno debe recibir sin tener para procesarla, más que las tristes categorías que impone la cultura de masas y ese pensamiento único al que Saramago llama “pensamiento cero”.

Por eso los colonizadores se han ocupado siempre de borrar las huellas del pasado, para dejar a la memoria sin respuestas suficientes. Cuando se diluye el pasado, la memoria, ya nadie sabe lo que es lo propio y que es lo ajeno. Hay entonces que desmontar la visión de los vencedores que son los que siempre cuentan la historia.

Es por lo que Quijano (2000) afirma que durante el proceso de la Conquista, se les expropiaron a las poblaciones americanas no solo sus recursos materiales, sino también el imaginario de su mundo simbólico, sus “perspectivas cognitivas, además de  los modos de producir u otorgar sentido a los resultados de la experiencia material o intersubjetiva.

Por lo que en la actualidad cuando aún estamos impregnados del proceso de colonización, en América una emergencia civilizatoria implica anclar la política en una identidad, lo que implica ahondar en la filosofía política, imbuirse en una concepción antropológica de la sociedad humana y la dialéctica de la cultura.

Se sabe hoy que la identidad es más una reconstrucción continuamente actualizada del pasado, que una fiel restitución del mismo.  En definitiva, no es más que la conciencia de una continuidad en el tiempo, más allá de los cambios, crisis rupturas que pueden registrarse. Recuperar la memoria es recuperar la conciencia.

Ha llegado el momento de pasar a la acción, de elaborar y ejecutar un proyecto propio, pues no basta con el puro acto de memoria, la cual resultaría muy doloroso quedarse varado en la conciencia de una mutilación, mirando los fragmentos de los espejos rotos.

Un proyecto con nuevos republicanos, nuevos pedagogos bien formados en lo relativo a identidad y memoria, de escritores, músicos y artistas plásticos que se sumen a ella desde un compromiso ético con lo real. Siendo intérpretes de una realidad. Se precisa en este sentido,  de intelectuales orgánicos, a fin de restablecer los nexos entre la palabra y la acción, entre el lenguaje y la realidad. Pensadores que sepan injertar lo propio en el mundo, y la diversidad del mundo en lo propio, sin soslayar los procesos de dominación ni hacerse cómplice de la recolonización neoliberal que ha desarticulado como un virus el tejido social.

En la construcción de este proyecto propio, es pertinente pensar en la hermosa reflexión  que nos deja Galeano (2009):

“ – el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor;  – la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; – nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; – los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle…” (pág 42).

Se trata entonces de  explorar desde nuestras identidades las potencialidades emancipadoras de la modernidad y no renovar con nuevas mascaras el mito racionalista y unificador que Occidente usó para someter a los pueblos, para fragmentar al hombre. Estos sueños serian posible si comenzamos a ver desde la cotidianidad la descolonización de los procesos de formación, que implicaría una  desintoxicación de los sentidos.

Construyendo  nuestros propios espirales del saber (hacia un proyecto propio)

El desarrollo del arte con características propias, no mimético, en respaldo a nuestra independencia política resulta en consecuencia inaplazable y apremiante. Si bien en la plástica hay multitud de obras que podríamos considerar genuinamente americanas, falta todavía un pensamiento  visual independiente del hegemónico y definido con la misma altura y claridad.   Se pretende el propiciar  nuevos marcos de interpretación, nuevas preguntas, nuevas respuestas y otros recorridos que propicien cuestionamiento a las visiones impuestas; el cuestionamiento radical.

La realidad que enfrentamos tiene múltiples significados. No es una realidad clara, con una significación cristalina, a la cual se le puede abordar sencillamente construyendo teorías o conceptos y muchos menos establecerlas dentro de los viejos planteamientos. Hay que hacer reposición continua de escenarios; donde resulta esencialmente importante el replanteamiento de los problemas, en su evolución temporal y contextual. No existe lo definitivo, ni una ley de verdad o norma que pueda cerrar definitivamente un estado de cosas, mucho menos un estado social.

En esta complejidad, llena de incertidumbres, nuestra invitación es pensar y actuar en una situación de incertidumbre, poder poner el pensamiento en capacidad de vibrar, de no sucumbir, de no conformarse con lo obvio. Hay que asumir riesgos y disponerse a inventar, a pensar con cierta audacia. Estamos en un momento cuando inventar -en términos Rodrigueanos-, es la condición para salir de la crisis.

Hay que arriesgarse a colocar por delante nuestra propia capacidad; plantear la posibilidad de una educación poiética  como espacio esencial de construcción de saberes creativos y actitudes estéticas frente a la vida. Se amerita despertar la potencia creativa del ser humano mirándose a sí mismo de manera estética y con el cuidado y la actitud de quien trabaja sobre una obra de arte llena de una actitud de “cuidado” e incluso de “gozo” y “deleite” en el acto creativo. Es en este escenario donde se nos permita abrir puertas hacia el asombro como espacio alternativo frente a lo repetitivo y lo mecánico; a la aridez de las relaciones y las vivencias mediadas por lo transaccional y lo instrumental, típicas del mundo moderno; penetrando la complejidad del universo y redescubrirlo a través del espacio educativo.

Se aspira, el renacimiento de nuevas miradas epistémicas que contribuyan en la construcción de diferentes caminos a los establecidos en la modernidad, por ejemplo, aquellos que consideren la complejidad de los procesos y el encuentro transdisciplinario para releer las realidades. En consecuencia, se propone una ruptura radical con los enunciados que históricamente han permeado dichas concepciones.

Aquí se trata de abrir posibilidades para la construcción colectiva de un nuevo espacio educativo en el que se active y despierte la creación intelectual y de conocimientos  con pertinencia social, se privilegie el diálogo con saberes que han sido excluidos  de la formación integral de los ciudadanos. Es desde este espacio donde se deben plantear las propuestas que conlleven otras miradas y desde donde se logre o vislumbre el afianzamiento de una cultura propia y nos conduzca a reflexionar sobre aquellos aspectos que propician una ruptura con el pensamiento social y político hegemónico.

Conviene superar la razón instrumental, lo meramente pragmático en las dinámicas. Hay que impulsar experiencias formativas que favorezcan la búsqueda de visiones integrales de la complejidad. Se trata de transcender lo positivo, lo cuantitativo, lo lineal y cronológico, para reflexionar desde lo cualitativo, lo multiforme y la temporalidad múltiple.  Todo desde una sociedad que sea capaz de crear una base endógena para la creación intelectual, artística, innovación, planificación y  diseño, desarrollando y asegurando una cultura científica, técnica y humanística vinculada a nuestras raíces, a los retos nacionales  y abierta al mundo, dirigida a la solución de los problemas concretos de nuestro pueblo; una sociedad con un ordenamiento territorial  favorable a las relaciones armoniosas entre la ciudad y el campo, entre lo urbano y lo rural, propiciando la integración interregional y el desarrollo territorial.

Este nuevo proyecto llevaría implícito  procesos de formación que han de incluir permanentemente dinámicas de autoconocimiento, interconocimiento desde las historias personales y colectivas, y la interpretación permanente de la historia de la cual somos parte.

Esta mirada incita a que constituyamos  redes formativas para el apoyo mutuo el trabajo educacional compartido, de consolidar vínculos orgánicos, a la vez que flexibles, horizontales, entre personas, organizaciones, instituciones y comunidades, a partir de las vivencias presentes, locales y más lejanas. Donde converjan políticas, ciencias, saberes ancestrales y estrategias particulares (Valdez 2013). Además de sentirnos y pensarnos como sujetos de un proceso permanente de transformación. Viendo a la historia como un campo de posibilidades abiertas, infinitas. Sustentándonos  en la pedagogía de la pregunta.

Estaríamos invitados a indagar o investigar constantemente sobre  aquellas aspectos que tendemos a sentir que están sin historia. Esto incluiría aspectos elementos de la vida cotidiana. Una genealogía que no solo  busque el origen de las cosas,  derribando así la noción de que la historia progresa en un orden lineal, sino que muestre  ese pasado plural y a veces contradictorio que revela las huellas de la influencia que ha tenido el poder sobre la verdad. Una  genealogía que nos ayude a deconstruir la verdad, argumentando que ésta es, en la mayoría de los casos, descubierta por casualidad, respaldada por la operación del poder o la consideración de interés. Vislumbrando el hecho de que todas las verdades son cuestionables (Foucault 1982)

Hay que costruir la historia desde las realidades diarias que nos constituyen y que reconfiguramos, pero también desde nuestros sueños, esperanzas y utopías encarnadas. Criticando constantemente, de ser necesario, estos quehaceres y esos soñares, por cuanto pueden estar teñidos de las ideologías que sustentan el sistema capitalista  dominante, y crear condiciones para crear propuestas que conlleven procesos de libertad, plenitud y creación. En definitiva, construir nuestros propios espirales del saber. Ello pasaría por reconocer nuestro lenguaje, nuestros códigos culturales, nuestros proyectos de vida y  partir de allí incorporar otros conocimientos y otras referencias en una espiral virtuosa (Valdez 2013)

Esto será posible mediante un continuo y sistemático proceso de intercambio de experiencias, ideas, propuestas acompañadas de intensos procesos de registros, sistematización e investigación de los procesos comunitarios que nos permitan crear un verdadero dialogo de saberes que impulse avanzar hacia la auténtica soberanía cognitiva. De este modo hablamos de un proceso de creación, de leer, interpretar, transformar realidades sociales, a través de una acción dialéctica con el saber cotidiano, con la vida real. Construcciones diarias de  espacios de formación,  nos confrontaríamos  constantemente, para reconocernos en lo que somos, y aun en lo que podemos hacer.

Esta nueva mirada incita a “ver” con la posibilidad de compartir nuevas miradas críticas de la realidad (sobretodo la cotidiana) y también sobre nuestros anhelos y esperanzas. Propiciar  propuestas  formativas  la dedicación de ciertas horas de la semana  reunirse en algún lugar para dialogar e intercambiar ideas, saberes y aprendizajes.

Y por último…

Quiero hacer una reflexión que más que mía es del escritor argentino Walter Kohan, quien dice que “hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de cómo se piensa y percibir distinto de como se ve es indispensable para seguir contemplando y reflexionando.” El autor continua diciendo “Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles donde está su verdad y como encontrarla, o cuando se sitúa con fuerza para instruirles procesos con positividad genuina; pero es su derecho explorar lo que en su propio pensamiento puede ser cambiado mediante el ejercicio de un saber que le es extraño”. Estos planteamientos sugerentes invitan a generar cambios y transformaciones en las posturas  de nuestras instituciones, sobre todo a las educativas.

Adentrarnos en un ejercicio  de pensamiento, que permita transformar lo que somos, que nos permita extranjerizarnos del juego de verdad en el que estamos cómodamente instalados (La búsqueda que cada quien entabla consigo mismo para transformarse es también la posibilidad de que el mundo sea diferente de lo que es). Desplazarse del saber de lo que se sabe, para poder saber otras cosas; en un moverse del poder que se ocupa para que otras fuerzas y otra potencia puedan ser afirmadas entre quien aprende.

Disponerse a inventar, desarrollar la capacidad heurística, en la que la educación sea vista como espacio formativo esencial para la construcción de saberes, donde se despierte la potencia creativa, que podamos abrirnos puertas para el asombro, frente a lo repetitivo y lo mecánico.

 

 

REFERENCIAS

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Colombre A. (2004) América como civilización emergente. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

Colombre A. (2011). Nuevo Manual del Promotor Cultural. Ediciones Colihue. Buenos Aires.

Espinoza I. y Pérez C. «Cultura, Cultura en México y su impacto en las empresas» en     Revista Gestión y Estrategia. Núm. 6, julio-diciembre de 1994.

Foucault, Michel (1980). Language, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews (en inglés). Ithaca, NY: Cornell University Press. p. 139. ISBN 0-8014-9204-1.

Freire, P. (1974). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI.

Freire, P. (1990). La naturaleza política de la educación. Cultura, poder y liberación. Barcelona: Paidós.

Gadamer, H-G.  (1998). El giro hermenéutico. España, Cátedra.

Galeano E (2009) Patas Arriba – La Escuela Del Mundo Del Revés. Ediciones del Chanchito. Buenos Aires.

Habermas, J.  (2000). La lógica de las ciencias sociales. Madrid, Tecnos.

Morin, E. (1999). El método: El conocimiento del conocimiento. España, Cátedra.

Valdéz, J. (2012) Movimientos Sociales en Venezuela: una Propuesta Transformadora. Fundación Editorial El perro y la rana- Ministerio de la Cultura

Quijano, A. (1977) Dependencia, urbanización  y cambio social en América Latina, Lima, Mosca Azul

Quijano, A. (2000) “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina,” Lima, Mosca Azul

Valdéz, J. (2012) Transformación en la universidad venezolana. Un posible mapa de ruta. Publicado por su autor.  blogs.monografias.com/…/transformación-curricular/ Consultado el 03/01/2015.

Vargas Hernández, J.G.: (2007) La Culturocracia organizacional en México, Edición electrónica gratuita. Texto completo en www.eumed.net/libros/2007b/ 301

Simón Rodríguez, Sociedades Americanas 1828. Edición: Biblioteca Ayacucho. Caracas Venezuela. 1990

Walter Kohan.  (2011).  Educación Y Filosofía. Editorial Laertes S.A. Buenos Aires.

Zygmunt Bauman (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,

Fuente: La Autora publica para el Portal Otras Voces en Educación

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Un recorrido por el Cine Latinoamericano

 “De vez en cuando y de tiempo en tiempo,

aparece una clase de hombre que por sus cualidades esenciales y

por la época puntual que le corresponde vivir,

se convierte en un sujeto de distinción,

en un personaje”.

Aldo Francia

Hablar del Cine Latinoamericano requiere en primer lugar considerar su
historia, tanto desde el punto de vista de lo conceptual narrativo, hasta lo relativo a los elementos técnicos.

En América Latina y el Caribe a pesar de las limitaciones  en cuanto a la aplicación de maquinarias, instrumentos y procesos cinematográficos, se han producido joyas ya clásicas en este arte.

Cuarterolo en su artículo denominado: Investigar sobre el cine saliente en Latinoamérica (2013) plantea que “En gran parte de Latinoamérica, el estudio del cine” es todavía en muchos sentidos una asignatura pendiente. La mayor parte   de nuestras   historias   del   cine   repiten   los   viejos   modelos de   la historiografía norteamericana o europea tradicional y abordan el tema desde la falsa presunción de que estas experiencias cinematográficas pioneras forman arte de un período primitivo o preparatorio de un arte cinematográfico todavía en camino de alcanzar su madurez”.

En consecuencia, trataremos en este ensayo de abarcar algunos
elementos que fueron transcendentales y marcaron el cine latinoamericano.

No se pretende ser exhaustivo en tan extenso tema, puesto que tocaría a los estudiosos del cine profundizar en lo que para algunos especialistas es una materia pendiente. 

Algunos elementos históricos del cine latinoamericano.

La historia del cine en Latinoamericano comienza muy temprano, desde
finales del siglo XIX se podría decir, con experimentos incipientes realizados por adelantados de este arte, sin embargo, muy pronto se puede  encontrar al cine de la Región dividido entre las vertientes que también se manifestaron en todo el mundo: (1) Las industriales culturales, y (2) la creación de obras artísticas con un alto contenido estético, con frecuencia críticas a situaciones sociales, que llegaron a ser en muchos casos clásicos del cine.

  1. Las industriales culturales

“Las industrias culturales conforman realidades híbridas, con un
componente económico y otro cultural, es decir, con dos lógicas que a
menudo entran en tensión. La cultura penetra a través del mercado, del
encuentro entre cultura y economía, a través de los bienes culturales
como bienes económicos” (Garretón, 2003, pp. 170-171).

Partiendo de esta concepción, desde la industria cultural se logra permear la conciencia del receptor, sus maneras de ver, pensar, hacer y sentir la realidad que lo predisponen en una situación de vulnerabilidad ante la manipulación del aparato de poder, es lo que algunos denominan alineación. Es la creación artística como mercancía y al mismo tiempo comunicadora de valores, con frecuencia alejados de la idiosincrasia de los pueblos receptores de la mercancía-mensaje.

A partir de los años treinta, comienza a organizarse en los países latinoamericanos un sistema más o menos autónomo de producción cultural. En algunos países con mayor población y potencia económica, gracias a una política de protección a la industria nacional, el desarrollo de la industria del cine recibió un empuje determinante. Un ejemplo de ese caso es México y en algunos puntos Argentina y también Brasil. Estas iniciativas tuvieron su origen y al mismo tiempo su abono en las capas medias educadas y socialmente críticas surgidas en México a
partir de la revolución, las que acceden a la expresión política con
el radicalismo argentino, o en procesos sociales semejantes en Brasil
y Chile, que constituyen un mercado cultural con dinámica propia
(Canclini,1990).

De este modo en estos países se va generando una industria de la cultura con redes de comercialización en los centros urbanos, pero que al mismo tiempo también dio cabida al cine de vuelos artísticos de alta calidad conceptual. Particularmente en México gracias a las leyes proteccionistas, se fijaba para las salas la obligación de exhibir una cuota de películas nacionales que se tenía que respetar. Esto favoreció la producción cinematográfica pero también al convertir la cinematografía en industria cultural determinó una cierta masificación no siempre acompañada de calidad. Lo mismo sucedió con la cinematografía brasileña y con la argentina. En todo caso sobre este piso de una producción cinematográfica abundante facturada como industria cultural hubo la oportunidad de que un conjunto de grandes guionistas directores y actores hicieran algunas películas de primera categoría.

 

  1. La creación de obras de obras artísticas con un alto contenido estético.

Un poco del cine de México. Amor, revolución, sabor y cantos.

Esta potenciación de la industria cinematográfica, en efecto, mejoró las condiciones para el cine como arte puro, más alejado de la mercancía de consumo masivo, aunque en ciertos casos, ambas visiones se conjugaron. El ejemplo más evidente de este aspecto fue México, en donde directores y camarógrafos de la talla del Indio Fernández crearon verdaderas joyas de la cinematografía. Incluso directores extranjeros de fuste crearon obras maestras ambientadas en dicho país: Sergio Eisenstein rodó Viva México, obra maestra que quedó inconclusa y que ha sido luego presentada con varios montajes que no están a la altura del material original, y Luis Buñuel (mexicano – español) filmó Los Olvidados, Ensayo de un Crimen, El Ángel Exterminador, Escalera al Cielo y El Tranvía Perdido. También el estadounidense Elia Kazán filmó Viva Zapata, una notable película sobre el héroe homónimo.
Otros directores que han alcanzado renombre internacional son: Guillermo del Toro, González Iñarritu, Alfonso Quarón, Alfonso Arau, Arturo Ripstein, Chano Urueta, Ismael Rodríguez, Julio Bracho, entre otros destacados.

Es así como la industria cultural habilitó y sustentó una cantidad de
grandes actores que actuaban para el público grueso, pero también a
veces se desempeñaban muy bien en las grandes obras cinematográficas. Entre éstas notables están Dolores del Rio, que también fue actriz destacada en Estados Unidos, en Hollywood, María Félix, Miroslava.

Entre los hombres está el propio Indio Fernández, asimismo un gran actor, Pedro Armendáriz, destacado intérprete de carácter, Pedro Infante y Jorge Negrete, brillantes cantantes y versátiles actores, Ignacio López Tarso. Y en el género de la comedia actores como Mario Moreno quien desarrolló el personaje Cantinflas de extraordinaria penetración en el público y carácter icónico del cine de humor crítico; Germán Valdés, quien personifica otro icónico personaje de la picaresca social mexicana: Tin Tan; Adalbero Martínez, Clavillazo, también en la misma línea del anterior pero menos logrado, además de numerosos otros actores del país o de otras regiones de Latinoamérica y España que consiguieron espacio para su actuación en los escenarios mexicanos.

El país azteca creó las condiciones para una producción sumamente variada. La Revolución Mexicana, al plantearse la necesidad de la protección de las artes para fortalecer la conciencia nacional tuvo un rol determinante en esto. La narrativa cinematográfica se centró en sus comienzos en una temática nacional o nacionalista cuyos personajes fueron los charros, los hombres de a caballo, sus amores siempre contrariados por el destino y sus reyertas personales o políticas.

En 1989 se estrena una extraordinaria obra la escritora y cineasta Laura Esquivel, Como agua para Chocolate donde se narran: “Los secretos de la vida y del amor a través de la cocina». Toda la trama inmersa en momentos narrados en la pasión amorosa, las tradiciones familiares, la rebeldía, el desamor y los guisos mágicos.  En esta historia, la comida juega un papel preponderante, cabe mencionar las bellas palabras de la escritora cuando habla de la importancia de la cocina:

“Los primeros años de mi vida los pasé junto al juego de la cocina de
mi madre y abuela, viendo como estas sabias mujeres, al entrar al
recinto sagrado de la cocina, se convertían en sacerdotisas, en grandes alquimistas que jugaban con el agua, el fuego, la tierra, los cuatro elementos que conforman la razón del ser del universo”.

La historia de Agua para Chocolate está ambientada en Piedras Negras,
Coahuila, México. Situada en la época de la Revolución mexicana (Pueblo
oprimido) representación ambiental de los personajes: Tita y Pedro: Oprimidos; Mamá Elena y Rosaura: Opresores; Gertrudis: Revolución (cambio – libertad).

Podemos ver desde la propia historia de la escritora que se entrecruzan experiencias que le sirven de inspiración y proyecta hermosamente en su narrativa.

En cuanto a Brasil.

En Brasil, la cinematografía comienza como una industria cultural, con películas frívolas y estrellas provenientes del mundo de la música. Pero a partir de esas incipientes infraestructuras técnicas aparecen películas verdaderamente extraordinarias. Lima Barreto dirige Cangaceiros, una película sobre cierto bandolerismo o guerrilla insurgente del sertón. El director concluye otra obra maestra: El pagador de promesas.

Entre estos directores volcados sobre la realidad de su país y con firmes sentido estético destaca la figura de Glauber Rocha con películas verdaderamente geniales como Dios y el Diablo en la tierra del sol, una adaptación brasileña muy libre de El Diablo y el Buen Dios, de Jean Paul Sartre, pieza teatral muy extensa sobre la guerra campesina en Alemania, que relata historias de sublevaciones campesinas y reprimendas por ejércitos provocados por terratenientes.

En Brasil se ambienta la película en la célebre insurrección de los Canudos, grupo de campesinos bajos la dirección de “Antonio Conselheiro”. Ellos con su consejo se fueron al interior y formaron una ciudad que no reconocían al gobierno en la que resistieron a tres investidas del gobierno. Es una obra de gran envergadura digna de hacer un exhaustivo estudio hermenéutico-interpretativo. En sí, una verdadera obra maestra la cinematografía. Pero Glauber Rocha en su breve existencia rodó muchas otras películas audaces que califican como excepcionales. Así, La Historia de Brasil, documental ilustrado con escenas representadas de la Conquista, la esclavitud, las rebeliones campesinas. Der Leon have sept cabecas, título en varios idiomas de un film que narra la multiplicidad del colonialismo Antonio Das Mortes, continuación de Dios y el Diablo en la Tierra del Sol.

Cáncer, un arriesgado experimento de improvisación actoral filmado apenas en dos días, para aprovechar un retraso en el rodaje de otro proyecto cinematográfico. Terra em Transe, sobre un poeta que se involucra en las luchas entre progresistas y conservadores en un país latinoamericano imaginario. Con metáforas visuales audaces, Rocha transmite la realidad de nuestro continente.

El cine brasileño, al tener un público muy numeroso, ha arribado a la posibilidad de sufragar los costos de producción de obras enteramente comerciales, como de grandes obras maestras, ya que cuenta con grandes libretistas, competentes equipos de producción y numerosos directores y actores.

Entre los numerosísimos directores se destacan: Anselmo Duarte 1920, Carlos Manga 1928, Luiz Carlos Barreto, 1928, Nelson Pereira dos Santos 1928, Antunes Filho, 1929, Ruy Guerra, Antonio Abujamra, 1932, Herval Rossano, 1933, Eduardo Coutinho, 1933, Walter Avancini, 1935, Bruno Barreto, Walter, 1956, Jayme Monjardim  y muchos otros destacados. Añadamos, como dato curioso, que a principios de los años cuarenta del siglo pasado Orson Welles, aprovechando la política del “Buen Vecino” lanzada por Estados Unidos, filmó en Brasil La Balsa, una extraordinaria película semidocumental sobre la vida cotidiana de una comunidad de pescadores que decide navegar hasta Río de Janeiro para presentar sus peticiones al presidente. La película permaneció olvidada durante casi medio siglo, hasta que fue localizada, restaurada y exhibida para el público latinoamericano en el Festival de Cine de La Habana.

Con un sentir argentino.

El cine argentino también empezó a desarrollarse como industria cultural, buscando complacer al público con melodramas sentimentales, explotando el prestigio de las grandes figuras de la canción sureña.

Lo animó mucho ciertas políticas proteccionistas del Estado, gracias a las cuales se crearon estudios cinematográficos y pudo vivir de su trabajo gran cantidad de actores, que eventualmente contribuyeron a la producción de verdaderas obras importantes dentro de la cinematografía, e incluso de directores que, en algunos casos, han salido después al exilio y desarrollaron su actividad en otros espacios, que han dado piezas sumamente logradas. Son muchos los directores desde muy temprano en la historia argentina: Harry D’Abbadie D’Arrast 1897-1968, Mario Soffici 1900-1977, Luis César Amadori 1903-1977, Luis Saslavsky 1903-1995, Leopoldo Torre Nilsson 1924-1978, hasta el más recientemente galardonado Adolfo Aristarain, uno de los grandes directores modernos, director de Un lugar en el Mundo, sobre la disyuntiva de los desarraigados que intentan regresar
a su país natal.

Cabe igualmente mencionar la destacada guionista y directora argentina Lucrecia Martel, quien participa en el Festival Internacional de Cine de Portland (PIFF). La misma afirma que para crear sus personajes se apoya en «pinceladas de sensaciones y situaciones personales vividas» que enriquecen la historia, y el haber vivido en un país en una clase media que, debido a la dictadura y por valorar más lo material que lo humano, «aprendió a callar lo que sabía». En este sentido, es de destacar su obra denominada La Niña Santa, en donde la propia Lucrecia explica que «La niña santa cuenta la vida de dos chicas adolescentes en una etapa mística, entre el llamado de Dios y las tentaciones del demonio. Hay un punto de tensión entre la voluptuosidad del cuerpo y la moral de la Iglesia que me interesaba capturar. Aunque la película tiene una trama falsa, no habla de lo que se trata». (Tania Cidoncha 2019).

La directora se considera desde hace tiempo una «atea militante», pero el ambiente religioso de su infancia permanece como el aroma de un perfume a su alrededor. Vale ver e interpretar la película para dar cuenta de momentos de suspenso que se manifiestan en escenas silenciosas y sugerentes, donde existe el sexo, la sensualidad, pero de forma insinuante, no manifiesta. Igualmente, se expresan escenas no concluidas que sugieren diversas interpretaciones del espectador.

Se pudiera decir que la temática del cine argentino se centró en un principio en la nostalgia, en el recuerdo de un supuesto esplendor de principios del siglo XX, en historias pasionales frustradas dentro de un tono dominante de tristeza y desencanto.

A partir de mediados del pasado siglo abordó temas de dura crítica social y política, como La Historia Oficial.  Sin embrago, es difícil generalizar sobre las etapas del cine argentino pues su género es y ha sido diverso a lo largo del tiempo.

Por eso se puede hablar de cinematografías sumamente importantes en México, en Brasil, Argentina los tres países más poblados de Latinoamérica.  Sin embargo, en países con menor extensión y menos población se puede desarrollar una gran cinematografía con apoyo del Estado durante un proceso llamado de avanzada, como ocurre en el caso cubano que veremos a continuación

Al son cubano.

En Cuba se han filmado obras maestras como Memorias del Subdesarrollo, La Muerte de un burócrata, El hombre de Maisinicu y La última cena, de Tomás Gutiérrez Alea, o La primera carga al Machete, de Miguel Octavio Gómez.

Hay asimismo películas semidocumentales, como Lucía, de Humberto Solas, sobre los cambios culturales del proceso que surge a partir de 1959 en Cuba.

Se desarrolló también en este país una gran escuela de documentalismo,
entre otras grandes obras está la documental explosión a bordo, la verdadera historia del vuelo 455 de Juan Carlos Rodríguez sobre la explosión del avión con los deportistas cubanos. El director firmó por primera vez, un testimonio muy fresco sobre la primera vez que los niños del campo veían cine. Asimismo, hay extraordinarios documentales sobre la alfabetización.  Cuba no sólo desarrolló una gran cinematografía ante la imposibilidad de disponer de divisas para importar films; fundó el ICAIC, un instituto para la protección y la promoción del cine cubano, y una Academia del Cine en San Juan de los Baños, para formar directores y técnicos de la isla y del resto de América Latina. Así se ha desarrollado una cinematografía de gran calidad que apenas ha podido transcender el bloqueo que se le ha impuesto, vemos sus películas extraordinarias a veces en cinematecas, en festivales, en ciclos especiales, pero difícilmente entran en los circuitos de distribución comercial. Entre otras obras notables de crítica social podemos destacar Plaff, comedia sobre los excesos del burocratismo, Fresa y Chocolate, sobre la homofobia, y Papá Hemingway, sobre una joven con aspiraciones de escritora que primero busca la tutela del propio Ernest Hemingway pero luego decido seguir un camino propio.

En este apartado cabe mencionar una obra denominada: Juan de los muertos dirigida por Alejandro Brugués, galardonada con el  Premio a la Mejor película extranjera de habla hispana en los Premios Goya 2013. La historia toma prestado el lugar común cinematográfico estadounidense de los zombies que deambulan sin pensar, sin sentir y sin otro propósito que comerse unos con otros, imitando asimismo las más baratas truculencias del género.

Otro poco del cine Boliviano.

En este orden de ideas, muchos otros países latinoamericanos han producido obras
extraordinarias venciendo enormes dificultades. Por ejemplo, en Bolivia está el caso de Jorge Sanjinés, director de clásicos como Yawuar Mallku, sobre una comunidad indígena esterilizada por una misión yanqui, o El coraje del Pueblo, sobre las luchas sindicales de los mineros, películas hechas literalmente con las uñas.

Durante su estadía en Venezuela en tiempos del espectáculo Imagen de Caracas, cuenta Sanjinés que ellos para montar las películas ni siquiera tenían moviolas, porque eso era un lujo, montaban las películas viendo las tiras de cintas filmadas contra un bombillo y así empataban o cortaban, y de todos modos hacían películas extraordinarias. Pero el cine boliviano no se limita a narrar gestas obreras o campesinas. El director Juan Carlos Valdivia filmó Zona Sur, una extraordinaria narrativa sobre la decadencia de una familia oligarca desde el punto de vista del más pequeño de sus hijos. Es una cinta extraordinaria, llena de matices y de poesía, con una mirada crítica y risueña seguramente la cinematografía boliviana ha culminado otras obras notables que los débiles circuitos de distribución impiden conocer.

Incluso en países con condiciones todavía más difíciles se filman grandes películas. En Paraguay, por ejemplo, el director Lucas de Mare rodó una versión de la novela Hijo de Hombre, del novelista de Augusto Roa Bastos, sobre el conflicto boliviano paraguayo durante la Guerra del Chaco, que narra la historia de aguateros que van a socorrer a una guarnición sedienta.

Conociendo el cine de Colombia.

Por otra parte, existe una cinematografía colombiana bien interesante. Colombia tiene cincuenta millones de habitantes, entre los cuales hay un público capaz de sustentar una cinematografía de calidad. La vecina república ha desarrollado una gran industria de la radionovela y la telenovela, y ésta ha facilitado la profesionalización de gran cantidad de directores, actores, escenaristas y libretistas, muchos de los cuales han participado en grandes películas, algunas de ellas tratamientos muy crudos de la realidad del país, otros que desarrollan la sicología y los caracteres de los personajes.  Así Víctor Gavidia dirige Rodrigo D, un film sobre la falta de perspectivas de la juventud marginal en Medellín.

También, Joshua Marston Dirige María Llena Eres de Gracia, sobre una muchacha
que hace de mula del narco tráfico. Son películas de denuncia sobre realidades atroces, pero asimismo extraordinarias en todos los aspectos: el trabajo psicológico, la actuación y el guion.

 Yo nací en estas riveras. En cuanto a Venezuela.

En Venezuela se desarrolló con gran esfuerzo y grandes sacrificios desde las primeras décadas del siglo XX una producción que tuvo gran relevancia.

En este sentido, Rómulo Gallegos realizó esfuerzos pioneros al rodar en la década de los años cuarenta partes de su guion sobre Juan de la Calle, una historia de la marginalidad urbana. En los años cincuenta se rodaron algunas películas de tono criollo, o criollista como por ejemplo la Balandra Isabel llego esta tarde, de 1950 que es una adaptación del cuento homónimo de Guillermo Meneses, dirigida por Carlos Hugo Christensen de gran belleza plástica y con acertadas actuaciones.

En la misma década, Cesar Enríquez, Dirigió La Escalinata que es sobre la formación de la marginalidad urbana en Venezuela.  En la misma época se filmaron largometrajes documentales, como Séptimo Paralelo, de José Natalio Estrada sobre el llano venezolano, extraordinaria película documentalista pero que termina escenificando una masacre de indios como si fuera una hazaña muy encomiable. En esa tendencia documentalista se inscribe Araya, de Margot Benacerraf, de extraordinaria calidad testimonial y estética, ganadora de una Palma de Oro en el Festival de Cannes, que ha señalado caminos para nuestro cine.

En Venezuela, por su parte, una de las primeras historias filmadas fue un curioso ensayo estético que representaba una perla surgiendo de las aguas, y en el cual una muchacha hacia el papel de la perla con una concha de utilería: se concebía al cine como un arte decorativo. Entre esos primeros filmes hubo también uno que se llamó “Especialista extrayendo muelas”, de corte documental, y otro referido a una intriga policiaca del cual nos han quedado algunos fotogramas.

En nuestro país la cinematografía tomó un gran impulso a partir de los años sesenta, no porque hubiera una protección al cine nacional, sino porque éste insurgió por iniciativas individuales como un cine de protesta, de rebelión, ideológico, ideologizado que narraba en algunos casos las miserias de la vida marginal, las hazañas de las guerrillas o la destrucción de éstas.

Dentro de esta tendencia destaca Imagen de Caracas, rodada en 1967 bajo la dirección del artista plástico Jacobo Borges para conmemorar los cuatrocientos años de la fundación de dicha ciudad. Se trata de un desmesurado y audaz experimento que intenta narrar en episodios aislados algunos de los momentos culminantes de la Historia metropolitana, y que para su presentación recurrió a técnicas de proyectores múltiples, superficies tridimensionales convertidas en pantallas móviles, proyecciones simultáneas que a veces coinciden en una gran panorámica envolvente y otras innovaciones atrevidas. Destacan por su belleza plástica los episodios de la Conquista, en las cuales las corazas de los invasores son asimiladas plásticamente a los blindajes de tanques de guerra contemporáneos, los de la Guerra a Muerte, inspirados en Los Desastres de la Guerra, de Goya.

Entre las cintas centradas en la violencia política destacan Cuando quiero llorar no lloro, de Mauricio Wallerstein, basada en la novela homónima de Miguel Otero Silva, y Compañero Augusto, de Enver Cordido, que narra la decadencia moral de un ex guerrillero que luego se vende a la industria publicitaria.  Todo otro grupo de películas   se refería a la marginalidad social, tema de las obras de Román Chalbaud, como el Pez que Fuma, Cuchillos de fuego y Carmen la que contaba dieciséis años.

En los últimos años del siglo pasado se desarrolló otra temática, la del cine histórico, dentro de la cual se han logrado cintas notables, como Jericó, de Luis Alberto Lamata Jericó es una verdadera obra maestra de la cinematografía, que conjuga la denuncia de las atrocidades de la Conquista con la evolución interior de un misionero que comienza legitimándola para luego unirse a los indígenas. Lamata ha desarrollado con igual talento obras como Azú, sobre la rebelión de los esclavos; Taita Boves, sobre el gran caudillo realista, y Desnudo con naranjas, sobre las atrocidades de la Guerra de Independencia. Ya en el siglo XXI, Román Chalbaud ha culminado también películas de tema histórico notables, como Zamora,
Tierra y Hombres Libres, o La Planta Insolente.

Recientemente, el cine venezolano ha vuelto al tema de la marginalidad, pero con gran belleza visual y profundo tratamiento sicológico, como ocurre con Eduardo Rasquín en la película Hermano, una cinta prodigiosamente hecha ambientada en un barrio marginal de Venezuela y que narra las luchas de los marginales por intentar salir de esa condición a través del deporte, en ese caso el futbol, película que obtuvo varios galardones internacionales.

La mayoría de las cintas citadas se rodaron gracias a esfuerzos de directores muy meritorios que han hecho películas con enormes dificultades, porque durante el siglo pasado no había una verdadera ley proteccionista para el cine venezolano. Hubo años en los cuales no se exhibió una sola cinta nacional: según algunos cineastas, todos los consorcios distribuidores, que eran escasos, hicieron una oposición cerrada y brutal al desarrollo de nuestro cine, al extremo que hubo una época en los años setenta en cual decidieron no exhibir ni una sola película venezolana, porque decían que si las exhibían, se iba a demostrar que si existe un cine nacional y vendrían leyes proteccionistas. Decidieron matar el cine venezolano en embrión, lo cual no resultó, porque se produjeron grandes películas aún durante esa época, que sólo pudieron ser presentadas posteriormente.

En el presente siglo cabe reconocer el trabajo realizado por la Villa del Cine en cuanto a una gran función de promoción y producción del cine nacional, uno de los aspectos más destacados fue hacer posible una serie de películas de tema histórico, patriótico para llenar un poco las deficiencias de la formación cívica de los venezolanos que en muchos casos desconocían casi totalmente la historia de Venezuela.

Pero también ha promovido, apoyado, financiado películas de la más diversa índole, de aventura, sentimentales, de actualidad política. Se ha desarrollado asimismo una destacada producción documental, en la cual descuella Puente Llaguno: claves de una masacre, cinta que detalla y analiza minuto a minuto los controvertidos acontecimientos del 11 de abril de 2002.

Finalmente,

Se puede decir que en casi todos nuestros países hay cinematografía, algunas incipientes, otras maduras y desarrolladas, pero todas castigadas por la falta de mercado y en gran parte limitadas a los públicos locales, porque los monopolios de Estados Unidos han impuesto la producción de Hollywood en todo el mundo, al extremo de que en Europa aproximadamente de cada tres películas que se exhiben dos son de producción estadounidense. Si eso sucede en una región tan avanzada como Europa que tiene verdaderas tradiciones cinematográficas prodigiosas, se puede entender lo que ocurre en América Latina y el Caribe. Poco a poco nuestras salas de exhibición han sido tomadas por la producción estadounidense, literalmente casi no vemos otro cine que el de ese país hace unas tres o cuatro décadas en Caracas se exhibía regularmente cine europeo de gran calidad, producciones francesas, italianas. Pero hace muchísimo tiempo que es sumamente raro ver una película europea, asiática o africana en los circuitos de las salas de cine venezolanas, salvo en las cinematecas.

Hemos consignado apenas algunas anotaciones sobre el tema, porque requeriría un trabajo mucho más extenso profundo elaborar una panorámica general sobre la historia del cine latinoamericano. Somos más de una treintena de países de América Latina, cada uno tiene su propia historia cinematográfica, pero se pueden resumir así: en la mayor parte los casos han sido historias de gran sacrificio para producción de una pequeña cantidad de cintas, algunas con un gran mérito estético, pero que no han llegado a los grandes públicos, porque no hay leyes proteccionistas ni públicos numerosos, salvo en el caso de México. Y en este último país esas leyes proteccionistas también empezaron a declinar al extremo de que su producción cinematográfica, que en una época lanzaba verdaderas obras maestras a cada momento, ha degenerado en lo que se llama coloquialmente “porno chanchadas”, ha sufrido una abrupta baja de calidad, sin grandes logros en el plano estético o artístico.

En resumen, el de la cinematografía de más de la mitad de un continente es un panorama sumamente amplio en el cual ya elegir un solo país da un panorama tan complejo que resulta difícil de abarcar. Destacan grandes países como promotores de una cinematografía muy importante, como México, Brasil, Argentina, Cuba. Esta posición prominente parece tener relación con la existencia de grandes públicos, con las leyes proteccionistas de la producción nacional y con el desarrollo de industrias culturales de gran magnitud. Los acompañan otra serie de países en los cuales ha habido grandes genios cinematográficos trabajando con enormes dificultades como el caso de, Bolivia con Sanjinés, ha habido casos extremos de films rodados en Nicaragua, un país sumamente pequeño en el cual se han rodado películas bastante meritorias. Las condiciones más difíciles se dan en países con pequeños públicos potenciales, sin leyes proteccionistas y sin industrias culturales remarcables o institutos públicos que suplan las funciones de éstas. Sin duda que hemos incurrido en numerosas e inevitables omisiones, sin embargo, apenas hemos intentado ofrecer una panorámica muy general y limitada de un tema que es en sí mismo inagotable.

 

Referencias bibliográficas

Britto García, L. (2011). EL Imperio contracultural, del Rock a la Postmodernidad. Fondo editorial Fundarte. Caracas Venezuela.

Cidoncha, T. (2019). Lucrecia Martel: «Lo que sé de cine lo aprendí del cine de terror» agencia EFE. Edición América, cultura. EE. UU.

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Deleuze, G (1987). Estudios sobre cine-la imagen del tiempo. Editorial Paidos

Esquivel L. (2007). Intimas Suculencias. Tratado filosófico de cocina. Debolsillo. Publicado en Argentina.

García Canclini, N. (1989). Culturas Hibridas, estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. México

Garretón, M.A.(Coord.) (2003). El espacio cultural latinoamericano. Santiago: Fondo de cultura económica-Convenio Andrés Bello.

Schumann Peter B, historiador de cine (2019). “El cine latinoamericano perdió el rumbo”. Revista de cine Marbuse. Chile.

Pereira, V. y Aray E. (1986). Cine venezolano. Departamento de cine. Cinemateca ULA. Mérida. Venezuela

 

Fuente: La autora escribe para el Portal Otras Voces en Educación

Lisbehet Dubravska Torcatty.

     Tesista del doctorado en cultura y Arte latinoamericano y Caribeño.

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Categorías de las luchas de resistencia desde el siglo XVIII al XIX en Venezuela. (La otra cara de la moneda).

 

“Los hijos de nadie, los dueños de nada, los ningunos, que no son aunque sean. Los que no hablan idiomas,  sino dialectos, que no profesan religiones sino supersticiones. Que no practican arte, sino artesanía. Los que no practican cultura, sino folklore. Que no tienen nombre sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadie que cuestan menos que la bala que los mata”.

(Galeano. Ventanas 2012)

Hacer un recuento de la historia sobre la resistencia de los pueblos y establecer categorías sobre este hecho es a todas luces difícil puesto que implica encaminarse por las fuentes históricas escritas por los vencedores, es decir, a contrapelo de los vencidos, puesto que no siempre quienes resistieron, vencieron.

En el caso venezolano, este camino se inicia con la resistencia indígena y se continúa con los movimientos que surgieron por parte de los nuevos habitantes de esta América: los africanos esclavizados, los criollos oprimidos económica y políticamente por la Metrópolis, los peninsulares haciendo su nueva vida en Las Indias descontentos por los monopolios y los criollos libertarios. Lógicamente estos movimientos de resistencia tienen otros matices  que difieren de los indígenas, los habitantes originarios americanos sensu stricto. Desde esta perspectiva, las luchas tienen otras modalidades, existe otro contexto en donde está instalada una sociedad colonial y, en este sentido,  las luchas son relacionadas con el sistema colonial ya instaurado con todos sus vicios y sistemas de exclusión

En consecuencia, esta nueva perspectiva debe partir de los movimientos indígenas, pasando por los hitos que significaron  el negro Miguel, el zambo Chirinos, Gual y España. Esto es narrar la historia de las cimarroneras y rebeliones negras, y los  movimientos de los comuneros, pocos conocidos, que se extendieron por toda Hispanoamérica. De allí a los movimientos que dieron luz al proceso de independencia. Posteriormente, revisar las insurrecciones ocurridas después de 1830, en este caso en Venezuela, pero que no dejaron de darse en todo el subcontinente, que tuvieron como motivación la traición generalizada a las banderas esgrimidas durante la cruenta lucha de independencia. Quizás el más importante, los movimientos campesinos que dieron origen finalmente a la Guerra Federal, también traicionada políticamente pero también ocultada y tergiversada por los historiadores de la clase dominante.

La resistencia e insurrecciones en Venezuela.

“Sequemos con el fuego sagrado de nuestra conciencia, sequemos pues las lágrimas del África, también las lágrimas de América Latina,… para que juntos… el llanto de nuestros siglos regrese hecho lluvia para comenzar la siembra  del Siglo XXI.

Hugo Chávez Frías (2006)  Cumbre de Banjul

La resistencia indígena

Como resultado del despojo territorial colonial, las comunidades indígenas redefinieron las formas como se articulaba su identidad con sus nuevos territorios, a la vez que reorganizaron los símbolos comunitarios para lograr dar coherencia, cohesión y legitimidad a sus formas de organización política, y usarlos como armas de resistencia cultural ante las modificaciones introducidas.

La forma de ver el mundo desde una cosmovisión que incluye sus  creencias, saberes y valores, se expresa una sabiduría  a partir de la experiencia y su mundo de vida. Una visión de carácter colectivo que se manifiesta en los mitos, rituales y creencias, que ha contribuido a que se fortalezca su identidad, el arraigo a sus creencias, convirtiéndose estos en factores importantes para la resistencia que hasta hoy día en mayor o menor grado se mantiene.

En este sentido, David Vela afirma que  “el indígena se siente y actúa dentro de su tradición, con una conciencia comunal, con una cosmovisión con idénticas motivaciones de sus antepasados”.

En este sentido, el profesor Ronny Velásquez, en comunicación personal, sugirió posibles categorías relacionadas con la resistencia indígena:

  1. Sustancia de la etnicidad. Eso implica respeto por su cultura, la cual ha sido un baluarte para la lucha y resistencia de sus culturas.
  2. Cantidad de pueblos indígenas que se resistieron a cambiar de vida social aunque adquieran algunas ofertas de cultura dominante
  3. Virtudes que siguen conservando para vivir en armonía con su medio ecológico
  4. El idioma y su religión auténtica, curas shamánicas.
  5. Relaciones entre ellos. Los pueblos indígenas han estado siempre interconectados a pesar que en algunos casos han tenido conflictos entre ellos.
  6. Han defendido el espacio hasta con su vida. Significa mucho para ellos dentro de su concepción cosmogónica.
  7. Su manera de vivir el tiempo es completamente diferente a las culturas dominantes y las dominadas a la vez por los moldes europeos, como calendarios, días, semanas y años. Ellos poseen otras formas de percibir el tiempo.

Valores como integración, cooperación, organización, solidaridad entre ellos les permitió mantenerse unidos y estar fortalecidos frente a la conquista. En este sentido, la espiritualidad ha sido un instrumento de redención, en donde la religiosidad es el todo y las partes.

Son estos aspectos que forman parte del patrimonio tangible e intangible de los aborígenes que incitan y promueven una resistencia que hasta hoy les ha permitido tener –en muchos casos- su cultura intacta.

Por otra parte, esa resistencia ha sido también una resistencia que los ha llevado a  defender con armas y con algunas tácticas que fueron implementando a los largo del tiempo demostrando que eran aguerridos y valientes.

En este sentido, en el libro “Invasión europea y resistencia ante el sistema colonial”, se afirma que:

“Ante la invasión y conquista indígena, estos sacaron a relucir sus virtudes. Conocedores de sus terrenos, dominaban a plenitud las alturas y los farallones. La habilidad con las flechas, y sus gritos intimidantes hacían retroceder a los expedicionarios. Conformaban  grandes alianzas para repeler a los europeos tanto de las costas como de las islas”.

Igualmente Federman se refiere a  los caquetíos, de la siguiente manera:

“como podíamos apreciar, no nos tenían miedo, pues como he dicho estaban conscientes de su fuerza”. “creo que estos 23 pueblos podrían reunirse fácilmente en medio día, treinta mil indios guerreros que se dedican a la guerra y se ejercitan en ella  (…) tienen y poseen además poblaciones bien fortificadas que no podrían ser tan fácilmente asaltados como las que habíamos conocido antes”.

Queda claro que lo que se encontraron los conquistadores -en muchos casos-, fue el carácter temerario combativo y guerrero de los indígenas. Las armas principales de los indígenas eran la cerbatana, las lanzas, el arco y la flecha.

Su estrategia de combate era la guerra de guerrillas, aprovechando su conocimiento del terreno, lo intrincado de la vegetación y su minusvalía ante las armas de los españoles. Utilizaban mayormente la emboscada y el ataque sorpresivo, aunque al rodear al enemigo entraban en el combate cuerpo a cuerpo.

Estos grupos protagonizaron numerosos levantamientos y sublevaciones y guerra de guerrillas durante la colonia. Ciento treinta rebeliones y motines fueron develados en Cumaná, Angostura, en Guárico, Apure y Barinas, y en diversas otras regiones. (Vargas 2003)

En ese proceso, las clases sometidas reinventaron y potenciaron sus tradiciones culturales ancestrales, incluyendo las formas de solidaridad y reciprocidad que les eran características. En efecto, a pesar de que la colonia supuso la transformación traumática de las comunidades indígenas originarias, no logró borrar en la sociedad mestiza la impronta histórica de milenios de vida social. Al respecto Vargas (2007), expresa que dentro de la población indígena se mantuvieron la valores como solidaridad, la reciprocidad y la cooperación a nivel comunitario, formas de relación social que todavía persisten en nuestros días entre los sectores populares urbanos.

Por otra parte, Acosta (2012), sostiene que

“Los siglos XV y XVI en Venezuela, fueron una compleja red de acontecimientos bélicos de conquista y represión; también un tiempo y un espacio renovados, de estructuras nuevas y con frecuencia inéditas. Fueron siglos de inesperados y mutuos encuentros, en los cuales se entrelazaron múltiples relaciones de toda índole, que permitieron surgir un mundo nuevo donde son descifrables interrupciones y continuidades. A través de ellas, vislumbramos el tejido de la sociedad indohispana, cuya herencia aún es perceptible en los momentos que vivimos”.

En la relación dominado-dominador, las clases sometidas usaron sus legítimos resentimientos para enfrentar sus situaciones de carencias y subordinación, ubicando la culpa en sus opresores, lo que propició sostenidos mecanismos de resistencia, que abarcaron también luchas abiertas, entre las cuales destacan las de los negros cimarrones y las de éstos aliados con los indígenas, sobre todo con los caribes.

Pero las luchas de los  indígenas venezolanos, no quedaron allí, años más tarde los ubicamos participando activamente en las luchas de independencia como soldados, como baquianos, como expertos en diversos aspectos de la logística alimenticia de los ejércitos, y aportaron sus conocimientos de etnomedicina; participaron como marineros de los bongos y flecheras que constituían la flota fluvial de la República, todos estos aspectos fundamentales para el mantenimiento de la capacidad combativa de los soldados que derrotaron al imperio español y nos hicieron libres (Vargas, 2007: 211-212).

Vale resignificar como símbolos de resistencia y lucha indígena  el coraje, la audacia y valentía de líderes como Guaicaipuro, Tiuna, Chacao, Paramaconi, Tamanaco, Sorocaima, Terepaima, Sorocaima, Maracay y los miles de bravos combatientes.

Cimarroneras refugios secretos de resistencia y libertad.

Otro aspecto de gran relevancia para categorizar la resistencia en Venezuela y que es digno de estudio, son las cimarroneras y las rebeliones de negros, lo cual eran llamados refugios secretos para la libertad. Estos espacios  estaban constituidos no solo por esclavizados negros escapados sino que también contaban con la presencia de indios, pardos y hasta blancos pobres. Existían en estos espacios dinámicas sociales y económicas de autogestión. Recrearon en estos espacios la vida que les había sido arrancada al ser vendidos como semovientes.

En el libro “Invasión europea y resistencia ante el sistema colonial”, se dice que:

“Estas expresiones de resistencia se dieron bajo diversas circunstancias, pero en el fondo guardaban la misma esencia: la libertad. Bien sea el yugo de la esclavitud o la amenaza ante la violación de una esposa o hija”.

La idea era librarse de la esclavitud, desarrollar una agricultura de subsistencia y mantener sus prácticas religiosas sin temor a ser castigados. No siempre fueron espacios para la resistencia armada, también eran espacios para la convivencia, hecho que también se convertía en una categoría para la resistencia en sí misma.

Por ello es necesario comprender estos espacios  como una   experiencia social,  que involucra lazos que unen a una familia o comunidad con otras, de experiencias de lucha, pero también de cooperación. Acosta Saignes (1967), que hizo un extraordinario en su libro: vida de los esclavos negros en Venezuela, dice que los  quilombos o cumbes «en los siglos XVII y XVIII eran partidas de negros y mulatos libres, incluso indígenas y españoles que se encontraban arrochelados y causando desórdenes cerca de las haciendas de Caucagua, Tacarigua, Mamporal, Río Chico, Guapo, Capaya y Curiepe». En el mencionado estudio Acosta Saignes estudia sobre la convivencia que resurgía en estos espacios, en donde para poder resistir era necesaria la unión, la convivencia y la cooperación, características que propias de los pueblos libertarios y en cierto modo, descolonizados o enrumbados hacia ese proceso.

Emergió de estos espacios la insurrección del Negro Miguel en 1553, en las minas de Burí de Yaracuy. El Negro  Miguel, con mucha sabiduría y simbolismo había constituido un reinado independiente en las montañas conformado por negros e indígenas. Así,  instauró  una  corte, donde él era el rey y su mujer Guiomar, su reina. Construyó una iglesia y eligió de entre sus combatientes a un obispo disidente para luchar en favor de la libertad de los esclavos. Extendió su lucha hasta 1555. (Véase, Carpentier, Alejo, 2005. Visión de América. Pp.183, Brito Figueroa y Marcial Ramos Guédez, también hacen alusión a estos hechos)

A finales del siglo XVIII y principios del XIX de la historia venezolana parecen algunos movimientos que, aunque no llegan a su objetivo final, se constituyen a un gran paso hacia la independencia.

El pueblo empieza a tomar conciencia de sus derechos y se despierta el espíritu de libertad en los venezolanos que abrazan la causa de la independencia. Durante esta época se ponen de manifiesto las nuevas doctrinas filosóficas y las repercusiones de la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Independencia de Haití, hechos que reforzaron la conciencia rebelde del pueblo que venía marcado por un injusto régimen colonial español.

Tenemos por ejemplo las insurrecciones del zambo José Leonardo Chirino, que movido por la condición en que se encontraban los negros -la gran mayoría de ellos esclavizados, junto con grupos indígenas en diversas formas de opresión servil- despertaron sus ideales de libertad y de insurrección

El movimiento encabezado por Chirino y José Caridad González, de hondas raíces sociales, llamó la atención de las autoridades coloniales sobre las diferencias existentes y las injusticias, particularmente en lo tocante al cobro de impuestos a las clases humildes.

Tenía entre sus objetivos el justo reclamo al solicitar una serie de consideraciones ante  los esclavistas: liberar la República, eliminar la esclavitud, poseer igualdad de clases sociales, supresión de los privilegios de los llamados “blancos”, eliminar los impuestos de alcabala, entre otras reivindicaciones.

Esta insurrección, que estuvo seguida de la más atroz represión, con numerosas muertes de los implicados; sin embargo, no fue estéril. Impactó política, social y económicamente a la sociedad colonial venezolana. Este movimiento se considera – según algunos estudiosos- como la génesis de la Independencia americana.

Hay un hecho simbólico digno de nombrar que fue la creación de una escarapela cuatricolor (blanco, azul, amarillo y rojo) en representación de las 4 etnias de blancos, pardos, indios y negros. Por otra parte, el movimiento contaba con un conjunto de documentos teóricos e instrucciones de carácter organizativo práctico. Se previeron incluso cantos revolucionarios como la Carmañola americana, inspirada en su homónima francesa, y una Canción americana surgida de la propia entraña del medio social, aunque con ecos de La Marsellesa.

En este sentido, afirma Irazábal (1980) que el ingeniero Lartigue de Condé se ofreció para componer su música, se imprimieron  numerosísimos ejemplares de la Canción americana (8.000, al parecer) y más de 2.000 del folleto titulado Derechos del hombre y del ciudadano, con varias máximas republicanas y un discurso preliminar dirigido a los americanos, con el pie de imprenta apócrifo «Madrid, en la imprenta de la Verdad, 1797».

Sigue Irazábal (1980) afirmando que:

“El movimiento encabezado por Chirino y José Caridad González, fue una insurrección que impactó política, social y económicamente a la sociedad colonial venezolana. El legado de Chirino y de otros afrodescendientes, como José Joaquín Veroes, Gerónimo Guacamaya, José Tomás León, Leonardo Infante, Francisca Paula Aguado, Hipólita Bolívar, Marta Cumbale, José Ascensión Farreras, Inés María Páez; Matea Bolívar y Pedro Camejo en diferentes tiempos contribuyeron con la independencia, consolidación de la libertad y soberanía en Venezuela”.

Esclavizados que nunca se doblegaron por voluntad ante sus esclavistas, sino,  que mantuvieron con altivez su legado, su fuerza, su acervo tradicional y una añoranza infinita por volver a su lugar de origen con esa fuerza del extrañamiento. Nada fue más difícil para los esclavos africanos que liberarse de unas cadenas que  los oprimían ante unos esclavistas devoradores de la esencia, de la sustancia, de la condición de ser humano o de cualquier otra persona que no fuera similar a ellos tanto en color de piel, como en idioma, o en características físicas o religiosas egoístas, porque siempre consideraron que ellos -los castellanos-  eran hijos de Dios y los demás, sólo eran hechuras de los demonios y muy especialmente, los africanos, que según la visión castellana, no tenían ni reyes, ni reinas, ni dioses. Por tanto,  si no tuvieron Paraíso, la consecuencia lógica para su interpretación es que ellos no habían sido  redimidos por Dios ni mucho menos por Cristo, sencillamente porque no formaron parte de ningún  Edén.

Otras conspiraciones en Venezuela.

Entre las conspiraciones dignas de mencionar que se dieron en el país, emerge la conspiración de Gual y España, que aunque no lograron consolidar sus ideales de libertad, emanaron  de este movimiento revolucionario ideales plasmados en textos que tuvieron considerable influencia en el movimiento emancipador de Hispanoamérica. El conjunto de textos emanados de la conspiración de Gual y España convierte esta conjura en la de mayor contenido teórico, la más orgánica y completa, con perfecta definición de ideario y fines, de todos los movimientos precursores de la independencia de América meridional.

Sin embargo, es de hacer notar que aunque estos levantamientos tuvieron quizás influencia en los procesos independentistas, con frecuencia respondían a motivaciones localistas. Al respecto, la profesora Bohórquez  afirma:

“En general los levantamientos y rebeliones que se habían dado en América tuvieron casi siempre un objetivo específico: hacer derogar un impuesto excesivo, protestar contra el abuso de un funcionario real, oponerse al monopolio comercial por parte de las compañías como la Guipuzcoana o, como también sucedió, establecer un enclave autárquico que sirviera de refugio a los esclavos que lograban burlan la vigilancia de sus amos”.

Concluye Vladimir Acosta diciendo:

“El siglo XVIII hispanoamericano es un siglo lleno de conflictos, de rebeliones de indígenas y esclavos negros, de protestas de la élite criolla, y de amenazas internas. Esto no resulta demasiado sorpresivo porque, de hecho, como ocurre en cualquier régimen colonial. Las protestas y rebeliones suelen ser frecuentes. Y en nuestro caso la hubo a todo lo largo de la colonia, desde el siglo XVI, e incluso en el supuestamente apacible siglo XVII. Pero esas conspiraciones, protestas y rebeliones se aceleraron en la segunda mitad del siglo XVIII en todas partes”.

Todo esto estaba conformando las bases de quizás el proyecto más ambicioso de Venezuela y América Latina que se estaba conformando en la mente de un poderoso visionario de nuestra América: Francisco de Miranda, extraordinario erudito en política, cultura, viajero incansable y primer pensador con visión internacionalista e integracionista de la América española.

Bohórquez cita la síntesis programática de Miranda:

“América del Sur se librará del yugo imperial y se constituyera en una sola nación, una nación que dadas las extraordinarias riquezas naturales alberga un inmenso territorio, estaba llamada a convertirse en una de las más preponderantes de la tierra y en un bloque de poder político, que ayudaría a mantener el equilibrio internacional y mantener la paz en el mundo”.

Este pensamiento permeó las bases políticas del Libertador quien posteriormente asume la titánica tarea de ponerlas en ejecución con mayor éxito que El Precursor. Aunque Miranda fue vituperado y perseguido por sus ideales en su tiempo, y su muerte en 1816 pareciera no haber conmovido a las masas, el espíritu de este noble genio se encuentra omnipresente en Nuestra América hasta nuestros días, retumbando en la conciencia de los oprimidos, activando la resistencia de los pueblos.

Con Miranda se inicia el devenir histórico de la lucha independentista de Venezuela prodigiosa en numerosos hitos en los que ya Bolívar aparece con todo su fuerza, incipiente en los primeros movimientos de 1809 – 1810 – 1811, este último, de la firma del Acta de la Independencia, pero cada vez con mayor protagonismo. Los fracaso y éxitos marcados por la pérdida de la Primera República, la Campaña Admirable, en 1814 la rebelión popular de Boves y la pérdida de la segunda República, la liberación de Guayana y la creación de Colombia, la Batalla de Boyacá que libera a Nueva Granada y abre las puertas para la liberación definitiva de Venezuela en 1821 con la Batalla de Carabobo, son seguidos por el inicio de la epopeya de liberación del resto de la América del Sur que culmina con la gloriosa Batalla de Ayacucho. Se cierra este ciclo histórico en 1830 con la muerte física del Libertador y de su posible sucesor, el Mariscal Sucre, y se abre el de las nuevas Repúblicas con sus grandezas y miserias.

Otras luchas de resistencia se inician entonces. Muchas de ellas como consecuencia de las traiciones a las conquistas sociales, políticas y económicas que con tanta sangre y sacrificio se habían logrado. Con frecuencia el pueblo en contra de los antiguos héroes independentistas y sus nuevos aliados, con notoriedad, Páez quien ejerció gran poder e influencia en la actividad política y militar de Venezuela por muchos años.

Se desatan los movimientos de rebelión campesina, entre ellos el liderado por el indio Francisco Rangel, luego aliado de Ezequiel Zamora desde los años 40 del siglo XIX, que forman la base de la Guerra Federal, exitosa militarmente y en enraizamiento con el pueblo pobre y oprimido, pero, de nuevo, traicionada por las nuevas y viejas oligarquías.

Veamos la condición en el contexto en donde se produce la guerra federal en palabras del Gil Fortoul:

“¿La libertad política? Había sido privilegio del ciudadano rico, del amo, del doctor, del hacendado. ¿La Patria? Idea confusa, casi tanto como la de los llaneros de Páez en la época de emancipación; en todo caso, la idea de patria apenas se distinguía del hecho de poseer tierra. Propietario y oligarca eran casi sinónimos para el peón. De todas las teorías políticas, leídas por algunos en periódicos, oídas por los más, en rápidas conversaciones, la única que podía penetrar en la masa anónima era la de igualdad o igualación de clases. Este debía ser el credo de los pobres, de los oprimidos, de los eternos miserables, de los despreciados por el color de su piel. ¡Por fin el negro igual del blanco, el liberto igual del amo, el pobre igual del rico, el pobre rico!”.

La consigna tierras y hombres libres que venían de ser enarbolada por Rangel y Zamora en la guerra campesina, se constituyen el

 

Dicen Sanoja y Vargas (2003)  al respecto:

“A partir de entonces, el pueblo pasó a formar una masa irredenta, que ha buscado reiteradamente salir de esa condición, siguiendo a líderes como Zamora, a mediados del siglo XIX, quien logró galvanizar la voluntad de los campesinos irredentos en su lucha contra el latifundio y por la democratización de la tierra. La segunda parte del siglo XIX culminó con una serie de confrontaciones armadas entre los diferentes sectores sociales, para lograr y conservar el poder central”.

Al igual que en 1814 (se refiere a la muerte de Boves – NA), la muerte del líder que guiaba el movimiento revolucionario de las masas, Ezequiel Zamora, dejó inconclusas las aspiraciones del campesinado. La Federación bajo la conducción de Falcón y Guzmán Blanco terminó siendo una caricatura de lo que originalmente había delineado Zamora.

La Guerra Federal, aunque traicionada, dejó en el interior del pueblo venezolano los valores de la igualdad, de la horizontalidad, que a veces roza la altivez, tan lejos de comportamientos que rayan en lo servil en ciertas capas sociales de otras culturas de nuestra América. Tuvo una amplia significación para la sociedad venezolana, pues no fue solamente un modelo político para la organización de la República, sino que se convirtió en sinónimo de libertad para los sectores desposeídos.

En palabras de Pérez Arcay (1977) la Revolución Federal tuvo como una de sus principales consecuencias el consolidar las bases del igualitarismo social que caracteriza a la sociedad venezolana actual.

Esto tiene que ver con el hecho de que la Guerra Federal se puede decir que fue un movimiento popular surgido de las entrañas de esas capas sociales oprimidas, sometidas al servilismo y a la explotación inmisericorde de propietarios de tierras y prestamistas. De allí las expresiones en la música marcial, guerrera, descarnada y profundamente clasista. El músico Ignacio Barreto, refiriéndose al Himno de la Guerra Federal, dice que es un canto hecho bajo el espíritu emocionado y efervescente de un pueblo en victoria, no de un gobierno”. Frases como “El cielo encapotado anuncia tempestad” o “Marchemos liberales en recia multitud a romper las cadenas de vil esclavitud” fueron algunos de los versos que agrupados formaron la canción de Oligarcas, temblad, canción exenta de florituras académicas pero con un alto contenido social, político y combativo. Esto lo refleja modernamente la voz de la vieja ex guerrillera que Rengifo llamó Brusca la loca: “¡Salgan para afuera… nalgas sucias… vengan a pelear…! ¡Hay que seguir peleando..!”

Carlos Irazábal (1974) resume así las consecuencias de la guerra federal:

“El conservatismo quedó herido de muerte,  la preeminencia de la oligarquía conservadora implicaba lógicamente que fuese suya la ideología dominante y, como es sabido, estaba saturada de La Federación, al violentar los prejuicios aristocráticos y étnicos de las clases dominantes, democratizó las relaciones familiares, las añejas costumbres, los exclusivismos nobiliarios heredados de la Colonia”.

Supuestos de categorías de resistencia

Los motivos  por lo que resurgen las luchas populares, los movimientos de resistencias en América Latina, tienen variables comunes, y quizás se pueda hacer una analogía con los mismos motivos con que resurgen los movimientos sociales, la cual han sido desde siempre, el mismo sector excluido. Los oprimidos que habla Freire y se hace referencia Rengifo, y materializa en su obra Eduardo Galeano.

Sin embargo, en cada periodo de lucha y resistencia tienen variables diferentes que se relacionan con el contexto histórico de cada momento y las injusticas, que tienen la misma cara pero con nombres diferentes.

Los procesos de resistencia de los aborígenes en las que se unen su cosmovisión, su identidad y valoración a su religión, territorio, y forma de vida en general, se difiere a las formas de luchas que resurgen ya desde una sociedad colonial que se transforma en capitalista, rentista.

Cabe mencionar acá las palabras de Carlos Monsiváis en 1987, cuando le preguntaron sobre el tema:

¿Cómo surge una rebelión y un movimiento social? Desde fuera parece un accidente de la voluntad, la generación espontánea de efectos cuyo vigor minimiza cualquier vaguedad o la precariedad de la vida cotidiana. Desde dentro, la impresión es diferente: en el momento justo cristalizan experiencias y necesidades de años, y un sector excluido decide no delegar ya pasivamente su representación, y condensa el golpe de exigencias y maneras de ser”.

Igualmente Brito García enumera algunas categorías de los movimientos sociales, en las cuales identifica de la siguiente manera:

  1. El surgimiento de vastas movilizaciones sociales que tiende a reunir grupos, organizaciones y sectores diversos, sin buscar encuadrarlos en una estructura organizativa predeterminada ni subordinarlos a ellos.
  2. El nucleamiento en torno a un problema específico tal como la tierra, las aguas la ecología, los derechos humano, la igualdad étnica para constituir plataformas reivindicativas.
  3. No se plantean como meta primaria la constitución de un partido
  4. El empleo de una variedad de forma de luchas que incorporan las redes de solidaridad social, las cooperativas el uso de medios alternativos.
  5. La tendencia a colaborar entre movimientos surgidos de causas eswpecificas y de naturales y estructuras diferentes.

En resumen se pueden identificar cinco categorías de las luchas de resistencia del pueblo en Venezuela:

  1. La resistencia indígena a la conquista de los españoles que se inicia en 1492 cuando se encuentran las dos civilizaciones y continuó hasta bien entrado el siglo XVIII, incluso contra la invasión de sus espacios y culturas propias por parte de los nuevos dominantes criollos.
  2. Las luchas de resistencia de los afrodescendientes esclavizados y sectores indígenas sometidos a la servidumbre por españoles y criollos terratenientes.
  3. Las luchas de resistencia de grupos sociales criollos ante la opresión por motivaciones locales tales como imposición de impuestos, monopolios, autoridades abusivas, etc.
  4. Los movimientos independentistas desde Gual y España, Miranda y la gesta de Bolívar.
  5. Las rebeliones campesinas y la Guerra Federal.

En este recorrido histórico, se encuentran categorías especificas presentes en cada movimiento de insurrección tales como la colaboración, la unión, la organización, la comunión, la sublevación, emancipación, rebeldía, el despertar de conciencia, ideales de libertad y manifestaciones artísticas para la lucha como el canto, la poesía, desde una mirada descolonizada e insurrecta.

Cada una de estas categorías puede abrir el telón para otros estudios que las conceptualice y profundice.  En donde se abran jornadas con los siguientes episodios: el teatro como elemento de emancipación en las luchas independentistas, los cantos e himnos de resistencia en Venezuela y América latina, el arte pictórico y gráfico como elemento de resistencia, es una materia pendiente que queda abierta para otras escenas de investigación.

 

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Fuente: La autora escribe para el Portal Otras Voces en Educación

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