Los niños y las corridas de toros

Marillanos Reolid Rodenas

Hace más de 10 años, en respuesta a múltiples demandas de defensores de los animales y/o de la infancia(1.848 quejas en total, de ellas 1.473 procedentes de asociaciones españolas), el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid encargó una serie de estudios a sociólogos y psicólogos con el objetivo de evaluar el impacto de la asistencia a corridas de toros (o la visión de sus retransmisiones televisivas) causaba en los menores.

El informe final[1] fue realizado por un Psicólogo Clínico de la Universidad del País Vasco, E. Echeburua. Sus tibias conclusiones difieren mucho de las expuestas por el trabajo francés que acaba de ser difundido. Entre los trabajos de campo realizados hay uno especialmente interesante realizado por Amalio Blanco y Alberto Becerra, Psicólogos Sociales de la Universidad Autónoma de Madrid. En este trabajo, mediante el análisis de contenido de 344 redacciones realizadas por niños de entre 8 y 14 años a partir de cuestiones abiertas, se intentó conocer las representaciones sociales de las corridas de toros en la infancia.

Según el estudio, los niños son tolerantes con las personas que gustan de ir a las corridas de toros, aunque a ellos no les guste; y en general, las familias no suelen tener una afición muy grande por la fiesta, aunque a veces van a la plaza o ven las retransmisiones por televisión.

Sin embargo, a mi juicio el punto más importante que destaca -también- el estudio, es la relación que establecen los niños entre muerte, sufrimiento y diversión, que a juicio del estudio:

«conforman una estructura que se repite una y otra vez en el discurso bajo un argumento muy común: no resulta lícito que haya gente a la que le gusta divertirse haciendo sufrir hasta la muerte a un animal.» (P. 234)

En las conclusiones, se enfatiza la tendencia a reflejar opiniones negativas hacia la fiesta de parte de los escolares, con argumentos como la muerte, el sufrimiento, la diversión y la sangre, de las que se derivan posturas tajantes y decididas a no apoyar la fiesta. Se critica también el hecho de que las personas lucren con la tortura de un animal, y se apoyan estas posturas con escritos muy decidores:

«He estado en una plaza de toros. Huele mal, tiene gradas muy altas, está muy sucio, no me gusta porque matan al toro» (Niña de 10 años). «Creo que no deberían verla los niños porque aprenden a maltratar a los toros y ellos no les han hecho nada». (Niño de 12 años). «Opino que es un espectáculo sangriento donde se hace sufrir a un animal tan bello como el toro para lucimiento de una persona llamada torero» (Niño, 12 años). «Las corridas de toros no me parecen divertidas porque además de matar al toro se divierten matándole» (Niña de 10 años). «Mi opinión sobre las corridas de toros es que son un atentado hacia el derecho a la vida de un animal. Hay gente que dice que gracias a las corridas de toros sobreviven los toros bravos, pero yo pienso que es irónico decir que sobreviven si nacen para ser matados. También dicen y catalogan la tauromaquia como un arte, pero yo me pregunto, ¿es un arte torturar? ¿es un arte matar?» (Niño de 14 años).

La lucidez de quienes en 1999 tenían esas edades es ejemplar. Estos niños y niñas tienen hoy entre 20 y 25 años. Todo esto nos lleva a explicar lo que muestran múltiples encuestas: las corridas han perdido todo el sentido que algún día pudieron tener en este extraño país que es España…

Si se mantienen contra viento y marea es por la voluntad de una minoría anclada en el pasado.

Entre las estrategias de esa inmensa minoría está acosar a los menores y hacerles objeto de manipulación. El negarnos a secundar esta estrategia y denunciar este acoso de que son objeto los menores y jóvenes debe ser un objetivo prioritario de la lucha antitaurina y una responsabilidad en particular de los enseñantes y educadores.

[1] (http://asanda.org/index.php?module=Pages&func=display&pageid=31)

Fuente del articulo: http://profesoresanimalistas-pda.blogspot.com/2011/04/los-ninos-y-las-corridas-de-toros.html

Fuente de la imagen: http://gq8ne3sd6ka12wvdz3ubnadf.wpengine.netdna-cdn.com/wp-content/uploads/cache/2014/02/538244_NpAdvHover.jpg

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Las raíces de la violencia y su conceptualización

Por: Marillanos Reolid Rodenas

Concepto de violencia

    El término violencia (del latín «violentia») es un tipo de interacción que indica un comportamiento deliberado, intencional, que causa daño, sufrimiento o sometimiento grave (físico, sexual, psicológico…) a personas, animales y/o ambos. Es un grave problema social y muy complejo que frecuentemente está asociado a la agresión física, aunque pueden ser daños de otros tipos que se manifiestan de diversas maneras.

En función de la sociedad, se aplican estándares distintos en cuanto a las formas de violencia que son o no son aceptadas. En el caso de los animales también. Hay personas que consideran solamente el sufrimiento cuando se trate de crueldad “gratuíta”, sin embargo, otras personas consideran también el sufrimiento infligido hacia los animales cuando se hace uso de ellos (obtención de carne e industria alimentaria, experimentación científica con animales, uso de animales para espectáculos, obtención de piel y otras partes para vestimenta, complementos…). Todo ésto tiene muchas implicaciones éticas y morales que entran en conflicto con frecuencia.

Algunos autores plantean que la violencia es el primer problema al que se enfrentará la humanidad en el siglo XXI. Es declarado como uno de los principales problemas existentes en todo el mundo (OMS, 2002) siendo una de las principales causas de muerte en la población mundial de entre 15 y 44 años, y la responsable del 14% de las defunciones en la población masculina y del 7% en la femenina, aproximadamente.

La Organización Mundial de la Salud la define como:

“El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efecivo, contra uno mismo, otra persona o una comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo y privaciones”.

Origen. Las raíces de la violencia.

Las raíces podemos encontrarlas en en seno de la familia, ya que el núcleo familiar es el ámbito de socialización primario del niño, de la persona desde su nacimiento. Un entorno que debería ser el apropiado: fuente de cariño, estabilidad, educación, etc., para el óptimo desarrollo de la persona a todos los niveles.Sin embargo, las estadísticas y teorías en base a éstas, revelan que la familia constituye el lugar donde más violencia se produce por detrás de las guerras.
La violencia dentro de la familia o violencia intrafamiliar, es un grave problema social que ha existido desde siempre, pero se ha empezado a tener en cuenta como problemática a partir del último tercio del siglo XX. Es un producto cultural, de  una sociedad concreta, que afecta a los miembros de la familia que la sufren, en la dirección que sea (por ejemplo padres a hijos, hijos a padres, hombre a mujer, mujer a hombre, parejas del mismo sexo entre ellos, hijos o nietos hacia los mayores, hacia el animal de la familia…).
Las principales víctimas de la violencia intrafamiliar son los colectivos de especial riesgo de victimización: niños, mujeres, mayores, discapacitados… y por supuesto, un colectivo que se suele quedar fuera de toda consideración como víctimas de violencia, sea el ámbito que sea, son los animales. Naturalmente, también existen hombres que son maltratados en el hogar, también parejas del mismo sexo y cualquier tipo de familia que se establezca, teniendo en cuenta los nuevos modelos de familia, lejos ya de los tradicionales.     La dependencia económica, la asignación de roles, estereotipos y tradiciones sociales entre los distintos miembros de la familia, el espacio limitado en el hogar, la pertenencia obligada al núcleo familiar, entre otras muchas razones, fomentan un espacio de hostilidad, insatisfacción, apatía… que generan a veces situaciones extremas. Alguno o algunos miembros de la familia ponen en situación de riesgo a los más vulnerables, tratando de hacer valer su posición, jerarquía, dominio y poder, sometiendo bajo la autoridad familiar a quienes tienen mayor dependencia emocional, afectiva o económica. De esta forma, pueden darse múltiples formas de chantaje, abuso, deseo de control del otro, imposición de poder y autoridad… se establecen relaciones desiguales de poder, que provocan situaciones de violencia en distintos grados.

  Hace más de veinticinco años que en Estados Unidos, investigadores, profesionales de la psicología, criminología, seguridad, protección animal y otras disciplinas,  establecieron una relación entre el maltrato animal y los distintos tipos de violencia interpersonal (maltrato infantil, violencia contra la mujer, hacia los mayores…) es decir, hacia colectivos especialmente vulnerables y otras formas de violencia. Las investigaciones son muy reveladoras y el F.B.I también realizó estudios e informes, donde reconoce la vinculación existente entre violencia interpersonal (criminalidad violenta, delincuencia, asesinatos en serie…) y el maltrato animal.

Aunque se suele considerar el maltrato animal de manera aislada respecto a la violencia interpersonal, en el ámbito familiar frecuentemente son utilizados los animales de la familia para establecer ese poder y control hacia la mujer, el niño, el adulto mayor… El maltratador daña al animal para mantener el sometimiento, su autoridad, poder y control sobre sus víctimas y enseñar lo que podría pasarles a ellos; para buscar el silencio de la víctima, mantener el maltrato en secreto y así favorecer su impunidad; para castigar a la mujer por haberse ido u obligarla a volver; para eliminar una fuente de apoyo, de consuelo y que la víctima permanezca aislada, sin pedir ayuda, pretendiendo además enfocar en el maltratador, la atención y el cariño que estaba destinado al animal (celos del maltratador al animal), etc.

En el amplio campo de la violencia intrafamiliar, se suele distinguir entre violencia de género, violencia machista, violencia generacional, infantil, etc., pensando que son diferentes tipos de violencia, cuando realmente es la misma y es global. Solo cambian las características de las víctimas que la sufren, sean niños, mayores, mujeres, hombres, parejas del mismo sexo, animales, discapacitados…

Necesidades. Qué hacer contra delincuencia y criminalidad.

Dado que a medida que los problemas sociales aumentan, la violencia en familia también se agudiza, existen nuevos problemas que quedan sin cobertura pública, además de la necesidad de sensibilización de problemas que no se tienen en cuenta, como es la inclusión de los animales como víctimas de violencia intrafamiliar.  Por esta razón, desde distintos ámbitos se consideraba la necesidad de una organización en España que incluyese a todos los colectivos afectados como víctimas de violencia, incluyendo a los animales. Es por eso que nació la Sociedad Española contra la Violencia -SECVI- para establecer medidas coordinadas entre toda la sociedad: familia, comunidad, maestros, administraciones públicas, educadores y pedagogos, policía, abogados, jueces, fiscales, profesionales sanitarios, servicios sociales, veterinarios y organizaciones de protección animal…
Para abordar una problemática tan compleja, es necesario profundizar a través de la investigación en sus causas, consecuencias, estrategias, medios y métodos de prevención e intervención para actuar de la manera más adecuada, con rigor y eficacia. Debemos abarcar todos los campos y ámbitos en los que se relaciona la violencia, es decir, integrando a todos los colectivos sociales, de manera multidisciplinar y coordinada e implicando a toda la sociedad. Es un asunto de todos, que nos afecta a todos como sociedad, también como una cuestión de seguridad.
También resulta imprescindible realizar una labor preventiva de la criminalidad a través de programas multidisciplinares de educación social y humanitaria para centros educativos, colectivos profesionales, etc., con perspectivas fundamentales como son la criminológica, la victimológica… además de otras medidas con las que consigamos la prevención criminal del delito, como puede ser la formación de colectivos vulnerables en riesgo para evitar su victimización.
Y cuando se ha producido el hecho delictivo, debemos intervenir con distintas medidas, como la colaboración con la policía para la aplicación  de medidas punitivas a los agresores, fomentar la inclusión de políticas legislativas y sociales ajustadas a la realidad social del momento, así como la puesta en marcha de programas de justicia reparadora y medidas comunitarias, para la reeducación y reinserción de los agresores. Por supuesto, dar apoyo y reintegrar a las víctimas para su recuperación, por ejemplo a través de programas de terapias con animales, entre otras, poniendo de manifiesto los beneficios de la interacción humana-animal en la reinserción y recuperación de agresores y víctimas… Todo ello favoreciendo la colaboración y las relaciones institucionales con organizaciones similares y afines para establecer una red internacional de apoyo y trabajo conjunto.

Fuente: http://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/animales-y-violencia/item/2115-las-rac3adces-de-la-violencia-y-su-conceptualizacic3b3n

Imágen: http://2.bp.blogspot.com/_LAbeW2vWRqU/SlbLabOccOI/AAAAAAAAARw/NSoSx46wPm8/s400/1_fr_fmt.jpg

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Prevención educativa de violencia y criminalidad. Maltrato animal mediático y menores

Por: Marillanos Reolid Rodenas

 

En el año 1.999, el entonces Defensor del Menor, Javier Urra, encargó un estudio acerca de la repercusión psicológica de la exposición a las corridas de toros en los niños, ya que llegaron a la institución 1.848 quejas al respecto. En él participaron doce expertos, psiquiatras, sociólogos, psicólogos, realizando el informe final el Dr. Echeburúa.

De este informe se puede extraer por ejemplo, que ver corridas de toros puede aumentar la agresividad, la ansiedad y el impacto emocional de los niños. Si son niños menores de 13 años quienes las ven, llevará a niños y jóvenes a una insensibilización que les producirá indefensión al valorar las corridas de mayores y buscarán en ellas la violencia.

Se aprecian además, alteraciones de conducta y estrés conductual y psicosomático en los niños tras la experiencia reciente y general, con probabilidad de desarrollo de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Los niños mostraban un mayor rechazo hacia la muerte del toro, así como a que durante la corrida se realizaran actividades como la pica y las banderillas que suponen el sufrimiento del animal.

En un estudio más reciente, el psicólogo clínico francés Joel Lequesne, pone de manifiesto cuatro puntos acerca de las consecuencias negativas de las corridas de toros en el psiquismo de niños y jóvenes. Está ratificado por otro psiquiatra y médico, así como por otros profesionales.

De él podemos resumir que un niño expuesto a la tortura de un animal, le genera rechazo, apuro y miedo. Le puede provocar efectos traumáticos y una fractura psíquica; una proporción significativa de niños, desarrollará problemas posteriores, entre ellos, la desensibilización y la ocultación de deseo de compasión hacia una víctima animal.

 

Además, se debilita gravemente el sentido moral, cuando se produce el aprendizaje y justificación de la violencia, normalizándola. Se enseña al niño a que los actos de crueldad son aceptados socialmente, siendo rituales y espectáculo para disfrute y fiesta. Aprende a no conmoverse ante el castigo de una víctima, atentando contra el sentido de justicia, y de no defensa del débil, la llamada zona de “no-ley”. Contradicción educativa defendida y alentada por el modelo a seguir del niño: los padres, la familia.

Se perturba gravemente el sentido de los valores y se anula la sensibilidad, además de la capacidad de sentir empatía.

 

Incitación a la violencia.

Del informe Brisset (2002), el informe Kiregel (2002) o el informe del Inserm (2005) se extraen advertencias sobre el impacto de la violencia en los medios y la incitación a la violencia, ya que se ha encontrado una relación significativa entre comportamientos agresivos en niños y adolescentes y la exposición a escenas de violencia, lo que provoca insensibilización, habituación a la violencia, pasividad y apatía frente a actitudes y gestos violentos.

Debemos tener en cuenta que la violencia se aprende a través de los modelos socioculturales en los que se desenvuelve el niño. La familia es el núcleo primario de socialización, donde los niños realizan sus primeros aprendizajes, y tiene una especial importancia y responsabilidad en el desarrollo de niños y adolescentes.

Por eso los padres y la familia en general, tienen un peso específico en la supervisión de los contenidos televisivos y de los medios de comunicación, así como las actividades de ocio y tiempo libre a las que asisten y presencian los niños, que deben estar en todo caso, libres de violencia.

 

En contra de la educación.

La educación es un derecho recogido en el artículo 27 de la Constitución española, como también lo es el de protección a la infancia. Lo incluyen además numerosos tratados internacionales de derechos humanos, aunque figura extensamente en el artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, ratificado por la mayoría de países del mundo.

El artículo 29 de la Convención de los Derechos del Niño, establece que la educación estará encaminada a desarrollar la personalidad, las aptitudes y la capacidad mental y física del niño, inculcar el respeto de los derechos humanos, las libertades fundamentales (…) para asumir una vida responsable en una sociedad libre, con espíritu de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de los sexos y respeto del medio ambiente natural.

En 1980, la UNESCO, máxima autoridad mundial en materia de cultura, emitió su opinión al respecto: “La tauromaquia es el malhadado y venal arte de torturar y matar animales en público y según unas reglas. Traumatiza a los niños y a los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación, la ciencia y la cultura”.

 

Protección a los menores.

Según la Organización Mundial de la Salud, el maltrato infantil “se define como los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil”.

El maltrato infantil es una problemática compleja y está condicionada por definiciones, conceptualizaciones, así como factores culturales y otras variables. En cualquier caso, es responsabilidad y obligación de padres o tutores, además del resto de la sociedad (incluídos los medios de comunicación), conocer causas y circunstancias que pueden poner en peligro la salud, el bienestar y la protección de los niños.

Además debemos establecer un control parental, supervisando su educación, su desarrollo en los diferentes aspectos y etapas, enfatizando la educación en valores y la promoción de la no violencia.

La Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas en su artículo 19, establece la protección del niño contra todo perjuicio o abuso físico o mental.

Dada la revisión de los estudios anteriores, la emisión de corridas de toros a través de los medios de comunicación, así como la asistencia de los niños menores a la plaza, contraviene los preceptos establecidos en la Convención, ya que ocasiona daños psicológicos en los niños. Además de vulnerar los derechos de los menores, amenaza su salud mental.

El neurobiólogo Jean Decety, explica que la percepción del dolor de otro activa los mismos mecanismos neurológicos, que está en el origen del dolor propio, por lo que podemos decir que el dolor de otros, es nuestro dolor. Activamos mecanismos neurológicos a través de la empatía, de sufrir con el otro. Cuando obviamos ésto y afirmamos que la víctima “solo es un animal” para justificar su tortura y minimizar sus implicaciones, estamos ignorando que el niño lo considera un igual. No podemos olvidar que el niño está sufriendo cuando sufre el otro. La especie es irrelevante.

 

Maltrato animal.

El maltrato animal es el tratamiento que causa sufrimiento o daño a los animales. Comprende una amplia variedad de comportamientos crueles y violentos que provocan dolor innecesario, sufrimiento o estrés al animal, que van desde la negligencia en los cuidados básicos hasta la tortura o el asesinato intencional. La crueldad hacia los animales es absolutamente reprobable desde toda perspectiva.

La Declaración Universal de los Derechos de los Animales, aprobada por la Unesco y la ONU en 1.978, establece en su artículo 3 que ningún animal será sometido a malos tratos ni actos de crueldad.

Legalmente, el maltrato animal está tipificado en el Código Penal español; como delito en el artículo 337, y como falta en los artículos 631 y 632, aunque existen graves lagunas legislativas y su cumplimiento en España deja mucho que desear. Además, no existe una ley marco a nivel nacional, sino que las competencias están atribuídas a nivel autonómico y local, con grandes diferencias entre Comunidades.

Respecto al trato que se da a los animales en las corridas de toros, durante la lidia se pica al toro con una lanza, provocando heridas profundas y graves lesiones internas en músculos, vasos sanguíneos y nervios para que se desangre y pierda fuerza; se clavan banderillas, con arpones que desgarran la carne del animal; se atraviesa con una espada para provocarle la muerte, lo que le ocasiona graves hemorragias.

Si no muere tras la agonía, después es descabellado, profundizando un arma corto-punzante en la nuca del animal para seccionarle la médula espinal. Previo a ésto, el animal ha sido torturado con otros métodos como sacos de arena en los riñones, mutilación de sus astas, golpes, etc.

Con todo ésto, podemos afirmar, que en sentido estricto, lógico y moral, el trato dado al animal antes y durante una corrida de toros se debe considerar grave maltrato animal. El sufrimiento al que se le somete es absolutamente innecesario e injustificado, y no debe producirse por ninguna razón. Además, debe ser circunstancia de obligada inclusión como maltrato animal en el Código Penal.

 

Relación entre el maltrato animal y la violencia.

No podemos olvidar hacer una breve referencia a la vinculación que existe entre el maltrato animal, la delincuencia y la criminalidad.

Estudiada desde los años 70 por el F.B.I estadounidense, el maltrato animal se presenta como un indicador o factor de riesgo del desorden de conducta o trastorno disocial en la infancia que puede derivar en trastorno antisocial de la personalidad (TAP) en la edad adulta.

El comportamiento antisocial y criminal, está vinculado a la existencia de trastornos de la personalidad, como la psicopatía, incluídos en el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM IV-TR) de la American Psychiatric Association y en la International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems (ICD), en español CIE-10, de la World Health Organization.

El maltrato animal, dado que está relacionado con las conductas propias de las personalidades violentas, se puede producir en la infancia y ser antecedente delictivo de asesinos en serie y psicópatas, agresores sexuales, maltratadores en la violencia familiar, así como en otros ámbitos en los que la violencia y la delincuencia están presentes.

En algunos ejércitos se incluye la tortura y asesinato de animales en el entrenamiento previo para fomentar la desensibilización.

La violencia audiovisual, así como la aprobación cultural y social de la violencia, también son variables socioambientales que figuran como factores de riesgo relevantes a tener en cuenta en el comienzo de la conducta delictiva.

Debemos recordar además, que algunos trastornos de conducta, se caracterizan por una ausencia total de empatía y sentimiento de culpa o remordimiento, siendo frecuente la justificación de la violencia por parte del agresor o asesino.

Estableciendo un paralelismo con las corridas de toros, la tortura y muerte del animal también se intenta justificar por motivos socioculturales, de ocio, arte, espectáculo o tradición. Proponer al niño este modelo educativo de disfrute con el sufrimiento a un ser vivo, fomenta la adquisición de valores psicopáticos que pueden tener graves consecuencias en la edad adulta.

Según lo expuesto, recordemos que debemos trabajar por una sociedad más justa, igualitaria, educada en valores y en la no violencia, promoviendo la relación positiva entre los niños y los animales, en coherencia con las sociedades avanzadas.

Las familias, la comunidad, los colectivos profesionales de todos los ámbitos de la sociedad, las organizaciones, así como los medios de comunicación, tenemos una tremenda responsabilidad en el desarrollo integral y la educación de los niños que debemos ejercer de manera coordinada. Estamos obligados a velar por los derechos de los niños, de los animales, de la seguridad general, y la prevención de la violencia, la delincuencia y la criminalidad.

Asímismo, realizamos un llamamiento a toda la sociedad, a las Administraciones, padres, maestros, educadores, servicios sociales, juristas, policías, criminólogos, como de cualquier otro ámbito profesional, a tener en cuenta estos planteamientos. A decidir con pensamiento crítico y ejercer de manera activa la responsabilidad de evitar la exposición de los niños y jóvenes a la violencia.

Publicación original: http://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/animales-y-violencia/item/2885-prevencion-educativa-de-violencia-y-criminalidad-maltrato-animal-mediatico-y-menores

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Criminalidad juvenil y victimología animal: prevención de la victimización

Por: Marillanos Reolid Rodenas

RESUMEN: El abuso de niños y jóvenes hacia colectivos vulnerables merece toda nuestra atención, por ello incidimos en que los animales son un colectivo vulnerable de primer orden. La violencia interpersonal está relacionada con el maltrato animal. Cuando el maltrato animal solía ser trivializado por la gente diciendo: «Es sólo un perro» o «los chicos son chicos», los investigadores y expertos reconocen ahora que la crueldad, maltrato o negligencia en cualquier forma deben tomarse en serio. El maltrato animal es a menudo «la punta del iceberg» y la primera señal de advertencia de un individuo o familia en problemas. Reconociendo el vínculo entre el maltrato animal y otras formas de violencia en la familia, se proporciona a los profesionales en todos los campos una herramienta más para prevenir la violencia en nuestra sociedad. Al trabajar juntos y compartir esta información con los demás, la conciencia pública se elevará y a su vez, aumentará la intervención y la eficacia en la prevención de la violencia y el maltrato familiar en todas sus formas.

PALABRAS CLAVE: Criminalidad, Victimología, Educación, Vínculo, Prevención.

ABSTRACT: The abuse of children and young people towards vulnerable groups deserves our full attention, so we stress that animals are a vulnerable group of first order. Interpersonal violence is related to animal abuse. When animal abuse used to be trivialized by people saying: «It’s only a dog» or «boys will be boys», researchers and experts now recognize that cruelty, abuse or neglect to be taken seriously. Animal abuse is often «tip of the iceberg» and the first warning sign of an individual or family problems. Recognizing the link between animal abuse and other forms of violence in the family, it provides professionals in all fields a tool to prevent violence in our society. By working together and sharing this information with others, it will raise public awareness and in turn, increase the involvement and effectiveness in preventing family violence and abuse in all its forms.

KEY WORDS: Crime, Victimology, Education, Link, Prevention.

INTRODUCCIÓN

La violencia juvenil afecta a todas las comunidades, a todos los miembros de la sociedad. Por supuesto entre los miembros de esa comunidad incluimos a los animales como colectivo vulnerable y necesitado de protección especial.

La violencia juvenil es una causa principal de muerte en los adolescentes y adultos jóvenes. Mientras que la violencia juvenil es un problema importante en nuestra sociedad, hay esperanza. Podemos mejorar la salud y seguridad de nuestros jóvenes y nuestras comunidades mediante la prevención.

La violencia juvenil incluye varios comportamientos, tales como peleas, la intimidación, la violencia relacionada con las pandillas, y el homicidio. Estos comportamientos incluyen el uso intencional de la fuerza física o el poder por una persona joven para amenazar o dañar a otros. Estos comportamientos nocivos pueden comenzar temprano y continuar en la edad adulta. El joven puede ser una víctima, un delincuente o un testigo de la violencia.

La violencia se define como «el uso deliberado de la fuerza física o el poder, amenaza o de hecho, contra otra persona, animales o un grupo, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones” (Dahlberg, 2002). La investigación y los programas que abordan la violencia juvenil incluyen típicamente las personas entre las edades de 10 y 24 años, aunque los patrones de la violencia juvenil pueden comenzar en la primera infancia.

Dado que el abuso de niños y jóvenes hacia colectivos vulnerables merece toda nuestra atención, incidimos de nuevo en que los animales son un colectivo vulnerable de primer orden. La violencia interpersonal está relacionada con el maltrato animal.  Cuando el maltrato animal solía ser trivializado por la gente diciendo: «Es sólo un perro» o «los chicos son chicos», los investigadores y expertos reconocen ahora que la crueldad, maltrato o negligencia en cualquier forma deben tomarse en serio. El maltrato animal es a menudo «la punta del iceberg» y la primera señal de advertencia de un individuo o familia en problemas.

PATOLOGÍA PSIQUIÁTRICA (TRASTORNO ANTISOCIAL Y DE CONDUCTA) Y PSICOPATÍA EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

En la cuarta edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM–IV) define el trastorno de conducta como «un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que los derechos básicos de los demás o principales normas o reglas sociales apropiadas para su edad son violados» y requiere que al menos 3 de los 15 síntomas diferentes estén presentes en el último año para el diagnóstico (American Psychiatric Association, 1994: 90). Entre los síntomas de la lista están las clasificadas bajo «engaño o robo», «destrucción de la propiedad» (que engloba piromanía y vandalismo), y «la agresión a personas y animales» (que incluye la crueldad hacia las personas o los animales, el robo con la confrontación de la víctima, y la actividad sexual forzada). Existe una vinculación entre los síntomas del trastorno de conducta y comportamientos utilizados para caracterizar a graves delincuentes juveniles violentos (ver Loeber, Farrington y Waschbusch, 1998: 14-15).

En la quinta y actual edición del Manual, (DSM-5), añade características descriptivas al especificador para el diagnóstico de trastorno de conducta para personas que cumplan con todos los criterios para el trastorno y que también se presentan con limitadas emociones prosociales, tales como la empatía y la culpa limitada.

El trastorno de conducta se caracteriza por un comportamiento que viola cualquiera de los derechos de los demás o principales normas de la sociedad. Al menos 3 síntomas deben estar presentes en los últimos 12 meses con uno de los síntomas después de haber estado presente en los últimos 6 meses. El trastorno se diagnostica generalmente antes de la edad adulta. En el DSM-5, los criterios para el trastorno de conducta son similares al del DSM-IV, pero el especificador de limitadas emociones prosociales, falta de empatía, culpa limitada y poca preocupación por los sentimientos, deseos, y el bienestar de los demás es nuevo en el DSM-5, lo que sería también la crueldad con los animales.

Estos jóvenes, con rasgos antisociales suelen puntuar alto en Psicopatía, medida en cuestionarios como el PCL-R de Hare. La definición de Trastorno de Personalidad Antisocial o Disocial viene a definir los parámetros de la psicopatía en términos conductuales. Podemos resumir este matiz importante de esta precisa diferencia diagnóstica concluyendo que «la mayoría de los individuos con trastornos antisocial no son psicópatas, sino que tienen rasgos psicopáticos» (Hare y Hart, 1995).

Hay evidencia sustancial para valorar la evaluación de la crueldad con los animales como un síntoma específico de desorden de conducta y como correlato de otras formas de conducta antisocial en la niñez, juventud y la edad adulta. (Arluke et al. 1999).

FACTORES DE RIESGO EN CRUELDAD ANIMAL VINCULADOS A VIOLENCIA INTERPERSONAL

El abuso animal puede variar en la frecuencia, la gravedad y la cronicidad; obviamente cuanta más prevalencia exista en el maltrato hacia los animales peor pronóstico tendremos a la hora de evaluar al niño o al joven y más difícil será intervenir con él.

La violencia por parte de menores hacia los seres humanos o animales puede tomar la forma de abuso o negligencia física, sexual o emocional. Aunque la mayoría de las investigaciones de crueldad animal implican negligencia, muchas veces se descubre negligencia y el abuso intencional.

Los abusadores juveniles a menudo se jactan de la crueldad hacia los animales que han perpetrado, en numerosas ocasiones a través de las redes sociales, ya que no perciben el maltrato animal como un delito grave. A menudo admiten el maltrato animal, pero no otras formas de violencia, que puede ser un punto de partida que hay que tener muy en cuenta para investigaciones y procesos penales.

El Dr. Randall Lockwood, vicepresidente senior de Ciencias Forenses y Proyectos Anti-Crueldad de la ASPCA y un experto reconocido internacionalmente en la conexión entre crueldad animal y la violencia humana, ha identificado una serie de factores de riesgo para evaluar un nivel de peligrosidad en un abusador de animales que puede estar en riesgo de cometer violencia contra personas en el futuro. Estos factores se pueden aplicar en las evaluaciones de riesgos y de letalidad en la revisión de historias clínicas.

Los factores determinantes incluyen:

  • El número de víctimas, la gravedad de la lesión, y las lesiones repetidas en las víctimas. Varios animales muertos o heridos en la misma instancia o infligir heridas múltiples sugieren un mayor potencial de violencia incontrolada.
  • Vulnerabilidad de la víctima: la violencia contra los animales en particular los pequeños o no amenazantes, indica que los autores obtienen una sensación de poder y control a través de la violencia contra los más vulnerables.
  • Premeditación del acto: superación de los obstáculos para iniciar o completar el abuso; la víctima fue obligada o no incapacitada físicamente.
  • La planificación a largo plazo de los actos violentos sugieren la posibilidad de procesos de pensamiento psicopáticos. El abuso que incluye la representación de un animal incapaz de escapar es sugestivo de un mayor grado de violencia premeditada intencional.
  • El abuso que implica el contacto directo o restricción física y la oportunidad obvia para presenciar la respuesta de la víctima (por ejemplo, golpear, estrangular, aplastar) puede ser un indicador más grave que las acciones que son más remotas (por ejemplo, el tiro, el envenenamiento, el atropellamiento intencionado), etc..
  • La ausencia de un motivo económico sugiere que el acto en sí era lo suficientemente gratificante para el autor.
  • La víctima animal fue agredida sexualmente o mutilada, o el autor indica la excitación sexual como consecuencia de los abusos.
  • Muchos violadores en serie y los autores de homicidios sexuales reportan la excitación sexual a través de la dominación violenta de los animales. La violencia erótica hacia los animales debe ser considerada como una señal de advertencia para la violencia más generalizada.
  • El autor documentó el incidente a través de fotos, videos, o un diario de notas; el autor volvió a la escena del abuso de revivir la experiencia.
  • La documentación de la crueldad indica que los actos de violencia son una fuente continua de placer para el autor y pueden indicar la probabilidad de la repetición o la escalada de la violencia para alcanzar el mismo estado emocional gratificante.

El abuso es a menudo cíclico e intergeneracional. Cuantos más casos de abuso humano y animal se informen y denuncien y cuanto antes los profesionales puedan intervenir para romper los ciclos de violencia, mayor será la tasa de éxito.

¿POR QUÉ LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES SON CRUELES CON LOS ANIMALES?

Las respuestas son complejas y multifactoriales, tanto como saber por qué se produce la violencia.

Kellert y Felthous (1985: 1122-1124) entrevistaron a los abusadores y descubrieron una serie de motivaciones que pueden caracterizar a los adultos en cuanto a la crueldad con los animales, algunos de los cuales también pueden ser aplicables a maltrato animal perpetrado por menores:

  • Para controlar a un animal (es decir, el maltrato animal como disciplina o «entrenamiento»).
  • Para tomar represalias contra un animal.
  • Para satisfacer un prejuicio contra una especie o raza (por ejemplo, el odio hacia los gatos).
  • Para expresar la agresión a través de un animal de manera instrumental.
  • Para mejorar la propia agresividad (por ejemplo, el uso de una víctima animal para prácticas de tiro).
  • Para impresionar a la gente por diversión.
  • Para tomar represalias contra otras personas (por herir a sus mascotas o abusar de los animales en su presencia).
  • Para desplazar la hostilidad de una persona hacia un animal (es decir, atacando a un animal vulnerable cuando atacar al objetivo humano es demasiado arriesgado).
  • Para experimentar el sadismo no específico (es decir, disfrutando del sufrimiento experimentado por la víctima animal, en sí mismo).

Informes de casos y un estudio realizado por Ascione, Thompson y Black (1997) sugieren una serie de motivaciones de desarrollo relacionadas:

  • Curiosidad o exploración.
  • La presión de grupo (por ejemplo, los compañeros pueden alentar el maltrato animal o exigir como parte de un rito de iniciación).
  • Mejora del estado de ánimo (por ejemplo, el maltrato de animales se utiliza para aliviar el aburrimiento o la depresión).
  • Gratificación sexual (es decir, el bestialismo).
  • Abuso forzado (es decir, el niño está obligado a maltratar un animal por un individuo más potente).
  • El apego a un animal (por ejemplo, el niño mata a un animal para evitar su tortura a manos de otra persona).
  • Fobias animales (que causan un ataque preventivo contra un animal temido).
  • La identificación del niño con el abusador (por ejemplo, un niño víctima puede tratar de recuperar un sentido de poder al victimizar a un animal más vulnerable).
  • Juego postraumático (es decir, recreando episodios violentos con una víctima animal).
  • Imitación.
  • La autolesión (es decir, el uso de un animal al infligir lesiones en el propio cuerpo del niño).
  • Ensayo para la violencia interpersonal (es decir, la “práctica” de la violencia con los animales callejeros o mascotas antes de participar en actos violentos contra otras personas).
  • Vehículo para el abuso emocional (por ejemplo, hiriendo a la mascota de un hermano para asustar a los hermanos).

Ascione, FR y Arkow, P., eds. 1999. Maltrato Infantil, Violencia Doméstica y Abuso Animal: Vinculación de los Círculos de Compasión para la Prevención e Intervención. West Lafayette, IN: Purdue University Press.

CRIMINALIDAD JUVENIL Y MALTRATO ANIMAL

A menudo se piensa que cuando los niños son crueles con los animales es una fase exploratoria del desarrollo. Esto puede ser cierto en parte, pero la intensidad, la frecuencia y la motivación de sus actos deben ser considerados y tenidos en cuenta. Cuando un niño crece en un ambiente lleno de violencia – como testigo, víctima o perpetrador – puede haber muchos factores detrás de su motivación para dañar a los animales.

Los expertos e investigadores del abuso animal y la violencia interpersonal, han conectado los actos de maltrato animal con la intimidación, el castigo corporal, tiroteos en las escuelas, los abusos sexuales y las conductas psicopáticas en el desarrollo de los niños. Los niños a menudo se sienten impotentes cuando son abusados por adultos y pueden encontrar sus propias víctimas para ejercer el control y obtener una sensación de poder. Ellos pueden abusar de la mascota de un hermano o compañero como venganza o maltrato emocional. El abuso animal también puede ser parte de un ritual de iniciación para convertirse en un miembro de una pandilla. Los adolescentes han grabado en vídeo la tortura de animales para reproducirlo más tarde, cuando se sienten aburridos.

Todas las situaciones de abuso de los animales deben ser tomadas en serio. Entender por qué los niños pueden abusar de los animales es la clave para poner en marcha las estrategias de intervención adecuadas.

El abuso animal puede ser un indicador y un predictor de otros actos violentos. Esto ha sido bien documentado en numerosos estudios de investigación y ha llevado al maltrato animal a estar catalogado como uno de los criterios para el diagnóstico de los trastornos de conducta en la infancia, como sabemos. Los niños impresionables que son testigos de abuso, se vuelven insensibles a la violencia y la capacidad de sentir empatía con la víctima. Es bien conocido que el abuso es a menudo cíclico y que la única manera de detener el ciclo de violencia es la intervención temprana; cuanto antes se intervenga mayor será la tasa de éxito.

Muchos niños, especialmente los varones, cometen algún tipo de acto cruel contra un animal, en algún momento de su infancia y algunos de éstos se convierten en un peligro para la sociedad. En el caso de los jóvenes, existe un ejemplo muy bien documentado, el caso de Luke Woodham, que asesinó a su madre y a sus dos compañeros de escuela y torturó y asesinó a su propio perro con anterioridad (Ascione, 1999).

Las investigaciones muestran que los tiradores de colegio (school shooters) a menudo tenían algunos casos de crueldad animal previos. Pero nadie pensó mucho en ello, sino que pensaban que eran cosas de niños. Sin embargo, estos niños crecieron hasta ser hombres violentos. (Arkow, 2001).

Las entrevistas con más de 100 asesinos en serie y de masas mostraron  que la mayoría tenía un historial de algún tipo de maltrato animal en sus infancias. (Wright, J., & Hensley, C. , 2003). De entre los asesinos en serie y en masa son estudiados los antecedentes de crueldad hacia animales en los casos de Eric Harris y Dylan Klebold, Kip Kinkel, Mitchell Johnson y Andrew Golden, Michael Carneal, Luke Woodham, Brenda Spencer, Lee Boyd Malvo, Jeffrey Lionel Damher, Arthur Shawcross, Ted Bundy, Edmund Emil Kemper III, Carroll Edward Cole, Albert de Salvo, Peter Kurten, Richard Trenton Chase, David Berkowitz, Patrick Sherrill, etc..

CONCLUSIONES

La atención de la familia y los contextos sociales de la comunidad en la vida de los niños es fundamental para la comprensión de la conducta violenta. Esto es válido para el caso especial del  maltrato animal. Como Widom (1989) y tantísimos investigadores han demostrado, una historia de abuso y negligencia infantil coloca a los individuos en riesgo de ser infractores penales al llegar a la edad adulta, y de ser potenciales criminales violentos.

La crueldad hacia los animales es muy a menudo una parte del paisaje de la violencia en la que los jóvenes participan y para los que están expuestos. El número de animales que son víctimas de esos abusos es, en la actualidad, difícil de estimar.

Los padres, maestros, educadores y los propios jóvenes deben ser informados de que el maltrato animal puede ser una señal significativa de una tendencia a la violencia y perturbación psicológica y que no debe ser ignorado.

También, ser testigo de maltrato de animales es una forma de exposición a la violencia que debe ser evaluado de forma rutinaria, ya que puede tener efectos significativos en los jóvenes (Boat, 1999). A menudo los niños están profundamente apegados a sus mascotas y observando el abuso violento o muerte de una mascota a manos de otros pueden ser emocionalmente devastador.

Como parte de la búsqueda de programas efectivos de prevención e intervención de la violencia juvenil, las organizaciones de protección animal y profesionales de la criminología y otras disciplinas educativas como la educación social y humanitaria, han estado desarrollando esfuerzos educativos y terapéuticos que incorporan el contacto con animales a través de terapias asistidas por animales (Duel, 2000). El tema de fondo de muchos de estos programas es que enseñan a los jóvenes a entrenar, cuidar, e interactuar con animales, de modo que reducirá cualquier tendencia que puedan tener para la agresión y la violencia.

Estos programas suponen que los niños son más propensos a cometer maltrato animal cuando su capacidad de empatía se ha visto socavada o comprometida (Bavolek, 2000). Desarrollar un sentido de empatía por los animales es un puente hacia una mayor empatía por los demás seres humanos, por lo que la violencia hacia ellos será menos probable.

Los programas educativos, tanto a nivel pre-profesionales y profesionales, deben dar mayor énfasis a la capacitación sobre el maltrato animal y su superposición con otras formas de violencia en la familia y la comunidad. Estos deben ir dirigidos jueces, fiscales, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, veterinarios, maestros y profesores, educadores sociales y profesionales del Trabajo Social, médicos, abogados… además de a las escuelas y la sociedad en general. Por ello, además de los profesionales expertos en violencia interpersonal y maltrato animal que lo llevan haciendo años atrás y algunas organizaciones de protección animal, la Sociedad Española contra la Violencia -SECVI- ha puesto en marcha el proyecto Prevent Link Project, que va destinado a profesionales de todas las disciplinas, a colegios y a la sociedad en general para prevenir la violencia hacia humanos y animales.

A través de la programación educativa en las escuelas y la conciencia pública sobre el bienestar animal y la forma en que está vinculada a la violencia humana, podemos tratar de intervenir antes de que la violencia se inicie o se intensifique. Un componente clave de la educación social y humanitaria es el desarrollo de la empatía, lo que ayuda a los niños a transferir la empatía hacia los seres humanos.

Reconociendo el vínculo entre el maltrato animal y otras formas de violencia en la familia, se proporciona a los profesionales en todos los campos una herramienta más para prevenir la violencia en nuestra sociedad. Al trabajar juntos y compartir esta información con los demás, la conciencia pública se elevará y a su vez, aumentará la intervención y la eficacia en la prevención de la violencia y el maltrato familiar en todas sus formas.

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Artículo Publicado Originalmente en: http://cj-worldnews.com/spain/index.php/es/criminologia-30/animales-y-violencia/item/2930-criminalidad-juvenil-y-victimologia-animal-prevencion-de-la-victimizacion

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