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El valor y sentido del bono Juancito Pinto

Por: Noel Aguirre Ledezma

Tal parece que el transcurso del tiempo, inclusive en el caso de políticas públicas de trascendencia como el caso del Bono Juancito Pinto (BJP) hace aparecer estas medidas como una rutina y se olvida su valor social-económico-comunitario y su sentido estratégico y equitativo. Para tener presente ese valor y sentido, habría que recordar que, pese a voces agoreras que anunciaron pronto fracaso, el BJP se entrega a estudiantes de unidades educativas desde 2006 hasta el presente, es decir, nada menos, desde hace 17 años.

Como lo señala el DS 28899 de 26 de octubre de 2006, el bono Juancito Pinto es un subsidio de incentivo a la matriculación, permanencia y culminación del año escolar de estudiantes de unidades educativas públicas de todo el territorio nacional, en el marco de la Política de Protección Social y Desarrollo Integral Comunitario del Plan Nacional de Desarrollo “Bolivia Digna, Soberana, Productiva y Democrática Para Vivir Bien 2006-2012”. En 2006, el programa benefició a 1.084.967 estudiantes de 1º a 5º de primaria y de centros de educación especial, con una inversión de cerca de Bs 220 millones, mientras que en la presente gestión se prevé entregar a 2.316.385 estudiantes de educación primaria, secundaria y especial con una inversión de casi Bs 470 millones para efectivizar el pago de Bs 200 a cada beneficiario. De estas cantidades fácilmente se puede deducir que, comparado con sus inicios, en la actualidad el BJP ha duplicado y más el número de beneficiarios, por tanto, en igual proporción aumentaron los recursos invertidos.

También cabe considerar otros logros y efectos positivos del BJP, señalados en distintos estudios etnográficos y cualitativos, investigaciones y análisis estadísticos realizados en distintas gestiones. Por ejemplo, el análisis de los indicadores educativos indica que “La tasa de deserción escolar en Bolivia bajó del 6,4% en 2006 al 1,6% a la fecha…” (Ministerio de Economía, 2022) “Una revisión panorámica de la información estadística de los indicadores educativos —tras la implementación del BJP— muestra una mejora en la tasa de matriculación en el sistema público del ciclo primario, tanto a nivel de género, así como considerando el ámbito rural y urbano. La tasa de abandono en general también tuvo una marcada tendencia decreciente. La tasa de promoción también paulatinamente tendió a mejorar. Asimismo, la transferencia monetaria condicionada está negativamente asociada con la tasa de reprobación y con la tasa de abandono. Al cuantificar la magnitud de la incidencia del bono Juancito Pinto se constata: a) el impacto positivo y muy significativo en la tasa de matriculación, el mismo que estaría en el orden en promedio de 1%; b) igualmente el BJP impactó de forma positiva y significativa en la permanencia escolar, en promedio en 1%; c) asimismo el BJP mejoró sustancialmente la tasa de promoción, en torno al 3,7%. En resumen, el bono Juancito Pinto cumple con los objetivos previstos en el DS 28899.” (H. Aguilar, 2014) Es más, otro estudio sostiene: “Los resultados sugieren que el BJP ha tenido un impacto positivo en la reducción de la inasistencia escolar en el ciclo primario, ha colaborado en la reducción de los niveles de indigencia además de haber mejorado la distribución del ingreso, sobre todo en el sector rural del país.” (E. Yáñez, 2012) Un resumen de estos logros puede resumirse en la contribución del BJP al ejercicio del derecho a la educación.

Otros efectos del BJP se pueden encontrar en variables económicas. En principio, los recursos entregados a estudiantes en 2006 principalmente tuvieron su origen en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, de los recursos provenientes de la nacionalización de los hidrocarburos (DS 28899-2006), mientras que en la actualidad 26 empresas estratégicas estatales aportan con recursos financieros. Un claro desmentido a supuesta ineficiencia o quiebra de empresas estatales estratégicas y una opción por políticas sociales equitativas. Pero además debemos considerar que al “inyectar” en un tiempo de solo un mes Bs 470 millones a través de las familias, claro que se incentiva la demanda interna, se dinamiza la economía y se incentiva la producción.

El bono Juancito Pinto, a 17 años de su vigencia, sigue constituyéndose en una medida estratégica que aporta a la reducción de la inequidad y desigualdad, y tiene que ser comprendido en su real valor y sentido.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://www.la-razon.com

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¿Interculturalidades?

Por: Noel Aguirre Ledezma

Fidel Tubino, Catherine Walsh y otros destacados investigadores de temas como cultura, colonialismo y otras de carácter societal, advierten que referirse e inclusive desarrollar acciones en el campo de la interculturalidad no siempre es inclusivo ni liberador, tampoco es garantía para solucionar la problemática que trae consigo. Señalan que existen un interculturalismo funcional y otro interculturalismo crítico claramente diferenciados en sus conceptos, enfoques, formas de llevar a la práctica y efectos. A propósito de ello, Tubino afirma: “Las diferencias entre el interculturalismo funcional y el interculturalismo crítico son sustantivas. El primero busca promover el diálogo intercultural sin tocar las causas de la injusticia cultural, mientras el segundo trata de suprimirlas… La asimetría social y la discriminación cultural hacen inviable el diálogo intercultural auténtico. No se la relaciona con asuntos socioeconómicos, de derechos o de ciudadanía”.

Para referirse a interculturalidad no basta definirse como pluriculturales y reconocer la diversidad cultural, menos que se considere un asunto únicamente vinculado a las lenguas, folklore y vestimenta. En términos teóricos, muchas veces, interculturalidad se reduce a “diálogo de diversos”, así se considera que solamente son necesarios mecanismos y arreglos políticos que posibiliten el entendimiento mutuo entre culturas y la gestión de esta diversidad; este concepto es claramente funcional, favorece a culturas que tienen predominio, niega que la diversidad expresa a su vez desigualdad y, fundamentalmente, desconoce la cosmovisión y concepción de vida que tienen los pueblos y/o naciones. Algo de eso ocurrió en el periodo neoliberal, cuando en julio de 1994 se promulgó la Ley 1565 de Reforma Educativa y que en su capítulo de bases y fines definió que la educación “es intercultural y bilingüe, porque asume la heterogeneidad socio cultural del país en un ambiente de respeto entre todos los bolivianos, hombres y mujeres”. A propósito de ello, al evaluar la aplicación de “esa interculturalidad y bilingüismo”, testimonios de pueblos indígenas señalaban: “a los aymaras nomás nos han enseñado aymara y a los de la ciudad nada”, “a título de textos bilingües solo han traducido los libros a nuestro idioma, de nuestra cosmovisión y cultura nada han respetado”, “cuando se refieren a interculturalidad solo se preocupan de la vestimenta y algunos bailes…”

Al haberse convertido interculturalidad en un término cada vez más común y hasta familiar, muchos “estudiosos” de la temática olvidan que su comprensión e interpretación varían desde los referentes que se tiene sobre la sociedad e historia. Es más, en muchas ocasiones, generalmente por razones políticas, estas múltiples comprensiones de interculturalidad fueron ignoradas de manera intencionada.

Desde una lectura crítica e indignada de la realidad, interculturalidad supone una disputa de cuál es la cosmovisión y cómo se concibe la vida y la relación ser humano- comunidad-madre tierra-cosmos entre un patrón civilizatorio occidental, capitalista, patriarcal y colonial en crisis y posiciones alternativas y antisistema, como es el caso del Vivir Bien, Buen Vivir y Vivir Sabroso. Asumiendo que en lo cultural somos diversos a la vez que desiguales, sin intraculturalidad no existe interculturalidad crítica, es necesario valorar nuestras culturas en sus concepciones, formas de vida, prácticas, saberes y conocimientos.

En esas circunstancias, intraculturalidad e interculturalidad, desde una mirada decolonial, también deben ser entendidas como un proyecto político, social, epistémico y ético de transformación estructural y sociohistórica que se inscriben en una lucha contra los poderes dominantes, en la valoración de lo nuestro y las relaciones equitativas entre lo propio y lo diferente.

En cuanto a la intraculturalidad e interculturalidad en el campo de la educación, entre otros aspectos, exige la creación de educaciones propias a nuestro contexto e historia para desde ahí desarrollar un proceso de diálogo con lo que se construye en el mundo; una formación integral que rebase la educación racionalista y cognitivista; el diseño y desarrollo de una educación para la vida que preserva todo ser vivo; la educación a lo largo y ancho de la vida; la complementariedad entre saber “científico e universal” con el “local, popular y comunitario” y la revalorización del territorio.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://www.la-razon.com

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‘Nuestro mundo está en riesgo, no podemos seguir así’

Por: Noel Aguirre Ledezma

El texto del título de la presente columna corresponde al discurso del secretario general de la ONU, António Guterres, en la 77ª Asamblea General de las Naciones Unidas, realizada la semana anterior. Es más, señaló: “Estamos estancados en una disfunción global colosal. La comunidad internacional no está preparada ni dispuesta a afrontar los desafíos enormes y dramáticos de nuestra era. Estas crisis amenazan el futuro mismo de la humanidad y el destino de nuestro planeta”. Un resumen de las preocupaciones de Guterres se encuentran en sus declaraciones de días previos al cónclave mundial: “Nuestro mundo está asolado por la guerra, golpeado por el caos climático, marcado por el odio y avergonzado por la pobreza, el hambre y la desigualdad. Los conflictos y los disturbios siguen haciendo estragos. La guerra en Ucrania está devastando un país y arrastrando la economía mundial”.

Caos climático; pobreza, hambre y desigualdad; conflictos y disturbios; y una comunidad internacional que no responde a los desafíos de nuestra era configuran las preocupaciones del líder de las NNUU y eso no es poco. Terminó la Asamblea General de la ONU, declaraciones van y vienen, pero no se visualizan decisiones y estrategias para enfrentar este panorama. ¡No podemos seguir así!

Detrás del caos climático están los modelos de desarrollo que se concentran únicamente en el crecimiento económico, en la creencia que la posesión de bienes materiales es todo y en el incentivo al consumo y desecho a título de “estar mejor”, con una característica común: La explotación de la naturaleza y los trabajadores. Caos climático que se sostiene en el supuesto que el progreso es infinito como son los recursos naturales del planeta. Pero la realidad, aquella que nos negamos a reconocer, muestra que no es así. Caos climático y modelos de desarrollo hacen decir a Guterres (2022): “Hay que exigir responsabilidades a las empresas de combustibles fósiles y a quienes promueven sus intereses: bancos, fondos de capital privado, gestores de activos y otras instituciones financieras que siguen invirtiendo y avalando la contaminación por carbono”. Es tiempo de reconstruir la economía y proponer otras formas de desarrollo, por ejemplo, tenemos que crear Sistemas de energías limpias para el acceso de toda la población, Desarrollos urbanos inteligentes con ciudades inclusivas y sostenibles; Agricultura sostenible que promueva la seguridad alimentaria mundial y la gestión sostenible de la tierra, agua y recursos naturales; Gestión inteligente del agua para democratizar su acceso; y Economía circular orientada al uso sostenible de materias primas y gestión de residuos.

En cuanto a pobreza, hambre y desigualdad, en tiempos de sindemia que no solo afectó a la salud y existencia de la humanidad sino su situación social, económica y emocional, no es posible admitirlas, tampoco existen condiciones de vivir en convivencia cuando, en promedio, una persona del 10% superior de la distribución mundial del ingreso gana $us 122.100 por año, mientras que una persona de la mitad más pobre de la distribución mundial del ingreso gana $us 3.920 por año (31 veces más). Las desigualdades mundiales de riqueza son más pronunciadas que las desigualdades de ingresos. La mitad más pobre de la población mundial apenas posee el 2% del total de la riqueza. En contraste, el 10% más rico de la población mundial posee el 76% de toda la riqueza (Informe sobre la desigualdad global, Word Inequiality Lab, 2022). No solo es una vergüenza que persista esta situación, sino que existe la necesidad de generar y poner en ejecución políticas de redistribución equitativa de la riqueza, ingresos y oportunidades.

Y… ¿qué decir de guerras y conflictos? Retomo las palabras de Paulo Freire (1986): “De gente anónima, gente sufrida, gente explotada, aprendí sobre todo que la paz es fundamental, indispensable, pero que la paz implica luchar por ella. La paz, se crea, se construye en y por la superación de las realidades sociales perversas…, en la construcción incesante de la justicia social…” La paz será “producto de la esperanza en la búsqueda y construcción de un orden nuevo, del nuevo hombre y de la nueva mujer en búsqueda de su liberación” (P. Freire, 2005).

Finalmente, vuelvo a citar a Guterres, “necesitamos unidad, necesitamos cooperación, necesitamos diálogo, y las actuales divisiones geopolíticas no lo permiten. Tenemos que cambiar el rumbo.” ¡No podemos seguir así!

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://insurgenciamagisterial.com

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¡Crisis educativa en Latinoamérica!

Con base en estudios e informes de distintas organizaciones internacionales, entre ellas Unesco, Unicef, Banco Mundial y Diálogo Interamericano a propósito de las consecuencias del cierre de las clases presenciales más prolongado, que en América Latina afectó a cerca de 170 millones de estudiantes, Dora Villanueva, periodista mexicana, en distintos medios de comunicación de la región, a principios del presente mes, difundió una información que debería, al menos, llamarnos la atención. Villanueva señala: “América Latina vive una crisis educativa sin precedente. A dos años de los cierres de escuelas por el inicio de la pandemia, no todos los niños, niñas y adolescentes han vuelto, y quienes lo han hecho muestran un rezago de entre 12 y 20 meses en el aprendizaje, advirtieron organizaciones internacionales…”

El análisis de los informes de organizaciones internacionales y las “evidencias empíricas” que uno encuentra en el diario vivir —que seguramente los lectores hallarán si reflexionan con cuidado lo que está pasando con los estudiantes—, nos muestran que la pandemia —por sus efectos sindemia— evidenció y/o profundizó grandes problemas del sector educativo. Brechas sociales y educativas expresadas en el desigual acceso y uso a los medios tecnológicos (internet, dispositivos, plataformas, programas, etc.), abandono escolar por motivos socioeconómicos y de salud, y falta de apoyo a los estudiantes en sus actividades educativas por parte de sus familiares o por personal especializado; rezago en los aprendizajes y contenidos de formación por un tiempo equivalente a dos años; y retorno a la educación tradicional que da prioridad a la continuidad de clases antes que a la calidad y pertinencia de la educación, currículo por contenidos cuya prioridad es la cantidad de “materias avanzadas”, visión de corto plazo y trabajo parcelado de los distintos actores de la educación; son parte de la crisis de la educación en la América Latina del tiempo actual. Es más, estos aspectos podrían resumirse en una significativa disminución de la calidad de la educación.

Con sentido proactivo, con la convicción del valor de la educación para las transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales, no tiene utilidad lamentar, tampoco ignorar la crisis educativa; para la sociedad y principalmente para quienes somos actores del sector educativo es un reto para plantear, crear y aplicar alternativas de solución.

Es tiempo de constituir una educación en, de y para la vida, una educación que preserve la vida del conjunto de los “seres vivientes”, la armonía y equilibrio con la naturaleza, con la comunidad y consigo mismo. ¿Cómo se podría afirmar que la educación es de calidad si no contribuye a cultivar la vida de todos los seres que habitan el planeta? En lo concreto, es necesario replantear la pedagogía y el currículo del sistema educativo, principalmente de aquellos aspectos relacionados con la formación integral, la complementariedad de la tecnología con las clases presenciales, el vínculo de la educación con la producción y el trabajo desde una perspectiva territorial, las capacidades socioemocionales y convivencia en comunidad, la construcción de proyectos de vida, el sentido crítico, la creatividad, las artes, entre otros. En todo caso, estos ajustes deben contribuir a mejorar la calidad de los aprendizajes de las y los estudiantes.

Corresponde plantear políticas públicas para cerrar brechas sociales-educativas, así como eliminar el rezago en educación mediante la implementación de programas gratuitos de acceso a medios tecnológicos para estudiantes y maestros, programas de reducción del abandono escolar mediante el apoyo a las familias en situación de vulnerabilidad y programas de nivelación de aprendizajes previo procesos de diagnóstico sistemáticos y organización de equipos de apoyo a la formación de estudiantes.

También es necesario restablecer las comunidades de producción y transformación educativa, los proyectos sociocomunitarios productivos y el desarrollo de procesos de investigación, sistematización y producción de saberes y conocimientos en las unidades y centros educativos. Aspectos relacionados con ajustes en el rol y formación de los maestros, así como valoración del desempeño de los maestros.

Los retos están planteados, es tiempo de iniciar el debate y fundamentalmente la construcción de propuestas.

Fuente: https://www.la-razon.com/voces/2022/06/24/crisis-educativa-en-latinoamerica/

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Foro Social Mundial

Por: Noel Aguirre Ledezma

 

“Otro mundo es posible”, es el eslogan que identifica al Foro Social Mundial (FSM) que desde 2001 es el mayor encuentro de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones a los problemas de nuestro tiempo. Es social porque su principal preocupación es la situación de la gran mayoría de la población mundial, de sus derechos sociales, en contraposición a la imposición de la supuesta única verdad de los mercados, la economía de corte capitalista y neoliberal. El FSM es una permanente lucha contra los determinismos del pensamiento único, es la reivindicación del pensamiento crítico, alternativo y alterativo y la esperanza.

El FSM es un espacio de debate democrático de ideas, para intercambiar experiencias y estudios, profundizar reflexiones y formular propuestas a partir de la articulación de movimientos “altermundistas”, entre ellos: movimientos sociales, redes, campañas, alianzas, etc., “que se oponen al neoliberalismo, al dominio del mundo por el capital y cualquier forma de imperialismo”; en cada una de sus versiones reúne a miles de participantes en cientos de actividades sobre diversos temas (desarrollo social, economía solidaria, medio ambiente, derechos humanos, educación, salud, democratización, arte y cultura, comunicación…) para contribuir a la transformación del sistema hegemónico actual. Según su Carta de Principios, el FSM se caracteriza por la pluralidad y diversidad; es un espacio abierto, participativo y articulador; se identifica como un proceso global y continuo en el que se propone un mundo alternativo. Desde la perspectiva educativa, el foro promueve una praxis liberadora para romper la estructura opresor-oprimido, a través de la corresponsabilidad y la autogestión.

En el presente año, ratificando el eslogan “Otro mundo es posible”, convencidos por la necesidad del “Reencuentro Mundial hacia la articulación de los Movimientos Sociales”, el Foro Social Mundial, en su 14ª edición, se realizó en la ciudad de México entre el 1 y el 6 de mayo de 2022. Además de la problemática identificada desde el primer encuentro, el FSM 2022 parte de la constatación que el mundo está en un momento crucial y definitivo profundizado en sus consecuencias por la crisis civilizatoria de carácter occidental y capitalista, la pandemia del coronavirus que por sus efectos sociales en realidad es una sindemia y la arremetida del “capitalismo cognitivo” de las empresas transnacionales de telecomunicaciones y tecnología a título de cuarta revolución industrial, además de la preocupación por la construcción de paz, la creciente migración y un contexto de guerras. Al Foro 2022 concurren más de “3 mil participantes de movimientos autónomos de mujeres y feministas, jóvenes, integrantes de diversas sexualidades, sindicalistas, comunidades de pueblos originarios, de la iglesia social, ambientalistas, antirracistas, del movimiento urbano, del campo, de organizaciones de migrantes, y de muchos otros ámbitos sociales; de más de 30 países de cuatro continentes en 789 talleres y asambleas realizados en 15 recintos del Centro Histórico de la Ciudad de México y de organizaciones sociales con más de 50 salas, patios y auditorios… Los temas incluyeron el clima, la agricultura en respeto con la tierra, la economía sostenible, los derechos humanos, el feminismo, las minorías, la educación, los derechos de los trabajadores y trabajadoras, la cultura, la comunicación, la autodeterminación de los pueblos…” (sic)

En ese marco, los movimientos sociales tienen el reto histórico de crear propuestas alternativas frente a la explotación irracional de recursos naturales y de los trabajadores, la aceleración del “cambio climático, los flujos migratorios, los desplazamientos de población y con ellos la desestructuración de nuestras sociedades. Esta violencia económica, social y cultural es una forma de guerra permanente a la que está sometida la humanidad, que solo puede detenerse con un cambio radical del sistema” (Declaración final del FSM 2022). Como dice Gustavo Codas, representante de la Central Única de Trabajadores de Brasil: “Ya no basta con emprender la crítica del capitalismo neoliberal, hay que afirmar una contrapropuesta y organizar una fuerza política mayoritaria sobre la base de ese programa” en el que las acciones colectivas deben ponerse “en marcha sin demora”. Construir “Otro mundo posible”, además de ser un asunto ideológico y político, es cuestión de supervivencia y dignidad humana.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://www.la-razon.com
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Evaluación de la calidad de la educación

POR: NOEL AGUIRRE LEDEZMA

Las más de las veces, la cotidianidad genera experiencias que motivan análisis y aprendizajes, así como contribuye a la construcción de teorías y propuestas, un ejemplo de ello se presenta en el blog de la Editorial Vicens Vives (2021), que como introducción a una entrevista a Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), coordinador del informe PISA (Programme for International Student Assessment) de la OCDE, textual dice lo siguiente: “Andreas Schleicher también conocido en Alemania como Mr. Pisa, contó en una entrevista a Deutschlandfunk que su maestro de primaria de la escuela estatal lo calificó como ‘No apto’ para estudiar secundaria. Su padre, profesor de pedagogía, no estuvo de acuerdo con el juicio, y decidió apuntar a su hijo a una escuela Waldorf. La decisión se mostró acertada: Schleicher no solo consiguió los mejores resultados en la escuela, sino que ganó un premio especial en el prestigioso concurso nacional ‘Jugend forscht’ (‘La juventud investiga’) por el desarrollo, junto a su primo, de un programa de reconocimiento de voz. Esta experiencia le mostró a Andreas Schleicher la importancia de no cerrar las puertas de la escuela a ningún estudiante, porque nadie puede saber con exactitud todo el potencial que se esconde en cada uno de ellos” (sic).

Este relato motiva a plantearse varios interrogantes. Entre otros, ¿qué explica que, al cambiarse de una escuela a otra, Schleicher no solo consiguió mejores resultados sino que ganó un premio especial?, ¿qué hubiese pasado con Schleicher si las evaluaciones fueran homogéneas?, ¿qué podría haber ocurrido si no hubiese acudido a otras alternativas?, ¿qué se puede deducir de esta experiencia para entender los procesos de evaluación en educación?, ¿el propósito de la evaluación es establecer rankings o para calificar a unos de buenos y a otros de malos? La evaluación, más de un sistema educativo, tiene distintas comprensiones, metodologías, alcances e implicancias; responde a un sinfín de experiencias institucionales y cotidianas que requieren análisis y debates en sus múltiples dimensiones. Es una invitación a dejar de hacer “opinática” y profundizar el estudio, debate y construcción de propuestas, mucho más de quienes en automático piden “PISA, PISA,…”

Eso explica por qué la evaluación de la educación en el último tiempo sufre un constante acoso de tendencias que son contrarias a postulados de educación liberadora y transformadora, corrientes favorables a la mercantilización y visión empresarial de la educación que al amparo de un supuesto criterio de mayor eficiencia del sistema deriva en evaluaciones que incorporan conceptos como privatización y competitividad; rendimiento académico, desempeño y competencias; estándares e indicadores como una manera solapada de imponer una lógica y concepción de educación. De esta manera, aparecen temas que pretenden convertirse en una moda antes que en una discusión de fondo sobre educación, como las evaluaciones internacionales con una visión homogénea o como las de calidad educativa que, en el marco del enfoque de capital humano, se concentran en la calidad del aprendizaje cognitivo de lo que ocurre únicamente en el ámbito de la escuela y aula reduciendo la concepción de educación a escuela, para colmo de carácter tradicional (Vega, 2014). Es tal la arremetida de estas corrientes que en tiempos previos a la emisión de resultados de las evaluaciones internacionales se comienza a buscar la “nota” de la evaluación para señalarlos en público: “éstos son los países, departamentos, instituciones educativas y estudiantes malos y éstos son los buenos”. Estas miradas sobre calidad educativa y evaluación en el sector educativo distorsionan el carácter de política pública y la constitución de una sociedad democrática, además que hacen olvidar la naturaleza de la educación.

Queda mucho por reflexionar, debatir, analizar y proponer. Es tiempo de “…evaluar la evaluación educativa” (Gentili, 2014), fortalecer la cultura de participación y evaluación de políticas públicas e impedir que la euforia evaluadora que “perjudica a nuestros hijos y empobrece nuestras aulas” se consolide. No olvidemos que “La evaluación se comprende como un medio: el acento está puesto en los fines formativos y pedagógicos” (OREALC/ UNESCO Santiago, 2020). En el tema hay mucho que decir, seguiremos debatiendo en próximos artículos.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://insurgenciamagisterial.com

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Educación de, en y para la vida

POR: NOEL AGUIRRE LEDEZMA

Boaventura de Sousa Santos, sociólogo portugués, afirma que la “pandemia ha creado tal incertidumbre que los gobiernos, ciudadanos, sociólogos y epidemiólogos no saben qué va a pasar…”, además que los efectos que produce el virus son “una marca muy fuerte en toda la sociabilidad de este siglo”. Señala además que “este tiempo es una gran oportunidad de pensar de otra manera: otro modelo civilizatorio, distinto del que viene desde el siglo XVII y que se profundizó en los últimos 40 años con el neoliberalismo (…) Hace mucho tiempo que este modelo está totalmente roto, desde un punto de vista social, ético y político. No tiene futuro. Es un cambio social, de conocimientos, político y cultural.”

Es más, los efectos del coronavirus profundizan las múltiples crisis surgidas en décadas pasadas y tienen impactos directos en la existencia de los seres vivientes. La pandemia ha puesto de manifiesto que la vida está en peligro y en un momento crucial que, de no tomarse medidas radicales en las formas de concebir la pervivencia y relaciones de y entre seres humanos, animales, plantas y toda forma de ser viviente, la humanidad hasta está en peligro de desaparecer. Esta mirada puede ser entendida como fatalista pero también como una oportunidad de forjar otro modelo civilizatorio con profundos y múltiples cambios a partir de la centralidad de toda expresión de vida. Ahora más que nunca, la vida tiene que ser el centro del quehacer cotidiano del conjunto de la población, de toda forma de desarrollo, de toda política pública y, por supuesto, de la praxis educativa. En este contexto, la educación tiene que ser de la vida, en la vida y para vivir.

Educación de la vida. La educación tiene que desarrollar la capacidad de leer la realidad con sentido ético. Esta lectura de la realidad, como dice Paolo Freire, educador popular brasileño, no se queda solo en los libros, es la lectura del mundo. Asumiendo que “el mundo de la vida es un mundo permanentemente inacabado, en movimiento” como parte de un proceso de liberación, la lectura del mundo precede a la lectura de las palabras. “Muchos siglos antes de saber leer y escribir los hombres y las mujeres han estado ‘inteligiendo’ el mundo, captándolo, comprendiéndolo, leyéndolo” donde la curiosidad es el motor de la construcción del conocimiento. Las y los humanos somos los únicos seres “que podemos asumir una opción ética (…) El mundo se salva si todos, en términos políticos, peleamos para salvarlo.”

Educación en la vida. No más teorización, menos simulacros o ensayos de laboratorio, la educación tiene que desarrollarse en la vida. Aprendamos de la Escuela Ayllu de Warisata donde la escuela y el aula no eran una entidad separada del taller o de la siembra; es más, vinculaba estas formas de trabajo en un determinado territorio, en la vida misma de la comunidad. El “aprender haciendo” tiene que ponerse en plena vigencia. La educación tiene que integrarse y realizarse en el centro de producción, en la siembra, donde se crea arte y cultura, en las organizaciones sociales y comunitarias. Lo productivo dejará de ser solo un momento de carácter metodológico o un aprendizaje cuya base solo es la racionalidad y se convertirá en un real proceso de creación material e intelectual; se aprenderá mientras se crea, mientras se produce, se convertirá en el generador de valores como la construcción del bien común, responsabilidad, solidaridad y reciprocidad, y contribuirá a la formación integral. Así lo educativo, en realidad los aprendizajes, también tendrá pertinencia y relevancia con lo cultural, social y político del contexto y la territorialidad.

Educación para la vida. La educación no es preparación para la vida, es la vida misma. De esta manera el dilema sigue vigente, ¿se educa para transformar la realidad o para adecuarse al estado de cosas? En un contexto donde se tiene que plantear otro modelo civilizatorio y la existencia de los seres vivientes está en peligro, no tiene sentido una educación que contemple, es más mantenga posiciones conservadoras de injusticia, desigualdad o discriminación. La educación tiene que ser para la formación integral de las personas y para contribuir a la transformación de la comunidad, país, región y el mundo, siendo la vida de las y los seres vivientes el centro de nuestras acciones y propuestas.

Como dice Freire: “La educación nunca es neutra”, los retos siguen y las decisiones son nuestras.

Fuente de la información e imagen: https://www.la-razon.com

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