Por: Agencia Informativa Prensa Latina/Ernesto Montero Acuña
Sobre la educación en las montañas, Emigdia Señarís Requena, oriunda del Topes del Collantes espìrituano, explicaba que se convirtió en maestra por solicitud de las autoridades revolucionarias para enseñar en su medio montañoso, a 365 kilómetros de La Habana, donde la carencia de educadores era absoluta. Hoy es jubilada y reside en Trinidad.
Olga Julia Villa Díaz, funcionaria en 1961 de la Comisión Municipal de Alfabetización en la ciudad histórica, recuerda aún a Manuel Ascunce Domenech como el joven al que veía durante su estancia en la localidad días antes de que lo asesinaran el 26 de noviembre de 1961 junto al campesino Pedro Lantigua.
Lo describe como serio, sereno, equilibrado, joven apuesto y ajeno a la forma bárbara en que lo ahorcaron, luego de infligirle numerosas heridas físicas y morales a él y a su alumno, ambos de valor memorable.
Pero sobre la época también existen recuerdos gratos, como los de Esther Victoria Valera, quien comentó a Prensa Latina su encuentro con Fidel Castro en la escuela de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, donde ella se formaba como maestra y resultó aleccionada por el líder de la Revolución, con su trato.
Se la ubicó luego en la Escuela Formadora de Maestros Manuel Ascunce Domenech, de Topes de Collantes, donde les impartió clases, adicional a su labor habitual, a los profesores de los milicianos participantes en la Limpia del Escambray, elevada cifra de combatientes del pueblo que erradicaron aquel bandidismo político.
Coincidió allí con Osmaldo Águila, subdirector del centro, quien bajo la dirección del ya fallecido Marcos Pérez Álvarez dirigió las obras constructivas e impartió clases durante varios años en la escuela que existió en Topes de Collantes desde el 5 de enero de 1962 hasta el año 1974, para la formación de maestros necesarios al país.
En total, durante el esfuerzo educacional de entonces se produjeron diez asesinatos contra participantes en la alfabetización, según compila Etcheverri Vázquez y ratifica Campos Gallardo, la directora del Museo de la Alfabetización, en cuanto a lo acontecido en 1961, como a seguidas se relaciona:
Pedro Miguel Morejón Santana: El 21 de febrero la banda de Benito Campos Pírez lo apuñaló y lo estranguló en la finca Cayo Bonito, en Los Arabos, provincia de Matanzas, debido a que era alfabetizador popular.
Pedro Blanco Gómez: El 29 de mayo fue asesinado de un disparo en la cabeza en el Nicho, Cumanayagua, provincia de Las Villas. Era brigadista y solo tenía 13 años.
Modesto Serrano Rodríguez: El 4 de agosto lo secuestró la banda de Pedro Celestino Sánchez en la zona de Rangel, provincia de Pinar del Río, donde lo torturaron hasta provocarle la muerte.
Tomás Reinaldo Hormiga García: El 22 de septiembre fue ahorcado por la banda de Margarito Lanza Flores (alias Tondike) en Palo Prieto, Santo Domingo, provincia de Las Villas, por ser alfabetizador y colaborar con la dirección municipal de la campaña.
Delfín Sen Cedré: El 3 de octubre de 1961, contrarrevolucionarios de la misma pandilla, que operaba en Quemado de Güines, lo condujeron en la noche, mientras esperaba a compañeros suyos, rumbo a un río próximo y lo colgaron en una mata de aguacate.
José Taurino Galindo Perdigón: El 7 del propio mes fue secuestrado y posteriormente ahorcado por la misma banda en la finca La Esperanza, de la propia localidad, en represalia por haberse destacado como alfabetizador popular.
Francisco Vicente Santana Ortega: El día 26, justo un mes antes de la muerte de Manuel Ascunce, falleció en La Habana debido a la golpiza que le propinó la banda de Delio Almeida Martínez en Pedro Betancourt, provincia de Matanzas, por ser colaborador de la alfabetización y del proyecto revolucionario.
Etcheverri Vázquez añade los nombres, ya citados, de Conrado Benítez, Manuel Ascunce y Pedro Lantigua (alumno), para un total de diez, aunque hubo 42 fallecidos por otras causas y 37 estudiantes, brigadistas o maestros y familiares que fueron heridos o lesionados en actos terroristas relacionados con la enseñanza.
A inicios de 1961, la prensa reflejaba cómo Fidel Castro esperó, aquel 31 de diciembre, el advenimiento del Año de la Educación en Ciudad Libertad, con miles de maestros, a quienes reiteró el propósito de erradicar el analfabetismo en el año y les pronosticó como las dos grandes tareas venideras la de la educación y la de la defensa.
Al comienzo de enero el gobierno estadounidense de Dwhigt Eisenhower, próximo a expirar su mandato, rompió relaciones diplomáticas con Cuba y los medios de su país intensificaron la campaña contra Cuba, dirigida a crear las condiciones para la invasión por Playa Girón en Bahía de Cochinos.
Más tarde, el día 23, el entonces Primer Ministro cubano anunciaba en la graduación del Segundo Contingente de Maestros Voluntarios el asesinato de Conrado Benítez, perteneciente al primer contingente de aquellos educadores.
Sobre el crimen dijo que después de muerto aquel maestro seguiría siendo maestro y convocó a proponerse, doblemente, ganar la batalla emprendida contra el analfabetismo.
Cinco días después, como homenaje al natalicio de José Martí, insistió acerca de ello durante la conversión en escuela del regimiento Leoncio Vidal, de Santa Clara, al expresar que la alfabetización era una de las más grandes batallas por la cultura que haya librado nunca ningún pueblo.
El 22 de diciembre de 1961 sentenció en su discurso de la plaza de la Revolución: Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y de gloria, como este en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados.
Proclamaba así a Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo, con lo cual consagraba un hecho inédito en la historia de la enseñanza.
Sobre el acontecimiento, el poeta Nacional Nicolás Guillén escribió en sus memorias tituladas Páginas Vueltas: Para mí la alfabetización de los cubanos es un hecho que tiene rango de epopeya, con la consecuencia inestimable de instalar en el sitio más alto de nuestra vida cívica un problema que parecía insoluble.
En fecha más reciente, el presidente Raúl Castro, en su carta por el aniversario 55 de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, escribió: Precisamente en 1961 llevamos adelante la Campaña de Alfabetización, el acontecimiento cultural más trascendente de nuestra historia.
Entonces, 34 mil 772 maestros voluntarios, 120 mil 632 alfabetizadores populares, 13 mil 16 brigadistas Patria o Muerte (obreros), 105 mil 664 estudiantes agrupados en las brigadas Conrado Benítez -de entre 10 y 18 años- y 29 mil activistas de apoyo lograron la alfabetización de 707 mil 212 compatriotas.
Las cifras ilustran acerca de la obra que erradicó el analfabetismo en Cuba, al reducir la proporción de los iletrados a solo el 3,9 por ciento, una magnitud mínima explicada por limitaciones de salud, de edad y por impedimentos inevitables.
Para perpetuar la hazaña, el coronel retirado, médico y combatiente de la lucha clandestina Ángel Fernández Vila propone, desde los años 1992-1993, que se erija un monumento o un símbolo claro destinado a sintetizar la alfabetización, el cual debería encontrarse, según él, en la región central de Cuba.
Interrogada acerca de esta iniciativa, la entrevistada Lilavatti Díaz de Villalvilla, emocionada oradora en la Plaza de la Revolución el 22 de diciembre de 1961, respondió: Creo que debe estar en el Escambray. Se lo merece por lo que allí se hizo y por los mártires que allí hubo.
Cumple el país en el 2017 los 56 años de que se mantenga la convicción esencial de Fidel Castro, enunciada al principio de la Revolución: Al pueblo no le decimos cree, le decimos lee, precepto que siempre asoció a la capacidad y a la disposición cubana de defenderse.
Ningún arma, ninguna fuerza es capaz -creyó firmemente- de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos.
Así logró transformar las conciencias con la alfabetización.