No se trata de creer ingenuamente la palabra de un político, pero no deja de llamar la atención que, puesto a tener que elegir “un desafío”, el presidente del Uruguay Luis Lacalle Pou haya dicho “educación de calidad para todos los uruguayos”. Fue el domingo en una entrevista de Clarín.
Estar a favor de la educación de calidad es como estar a favor de que todos los chicos coman bien o que no haya más robos. No hay quién pueda sostener lo contrario. El asunto será después definir qué se entiende por educación de calidad y cómo se propone llegar a esa meta. Pero más allá de esas discusiones, que debieran darse, lo más relevante quizás sea que acá, en la Argentina, no se escucha a ningún dirigente político mencionar a la educación como una de sus prioridades.
No se lo escucha en la discusión cotidiana y tampoco se lo oyó mucho en las sucesivas campañas electorales, cuando hay más tiempo para el debate. Y esto preocupa porque resulta difícil creer que un dirigente uruguayo sea muy distinto a uno argentino. Más allá de los diferentes posicionamientos ideológicos (más liberales, más progresistas, más a la derecha, más a la izquierda), en ambas orillas del Río de la Plata, como en todo el mundo, los dirigentes suelen armar sus agendas según las prioridades que marcan sus sociedades.
Y en nuestro país, hace años que las encuestas señalan que para los argentinos la educación no está entre las prioridades. Por el contrario, el tema se ubica muy por debajo de la inseguridad, la inflación, los problemas económicos y, ahora, la salud.
Y no es solo una cuestión de campañas, esto después se refleja en la agenda de los gobiernos. Por ejemplo, ahora mismo: se dice que una vez encaminada la pandemia, habrá que resolver la deuda, para luego encarar el tema inflacionario, para ver si reducimos la pobreza, y luego mejoramos los niveles de seguridad, y así…. Ahora, ¿la educación? ¿Para cuándo?
Hubo una vez una generación en la Argentina, allá por fines del siglo XIX, que advirtió que el desarrollo del país estaba íntimamente vinculada a una educación pública que llegara a todos. Hoy el mundo es otro y se necesita otro tipo de formación, pero el desafío sigue siendo -en esencia- el mismo. Como entonces, los grandes problemas del país seguramente se resolverán mejor cuando la gente y sus dirigentes nos convenzamos que eso se logrará con “educación de calidad para todos los argentinos”.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-uruguaya_0_E8QXUL2aU.html
Cuando a principios de marzo se detectó al primer contagiado de coronavirus en el país, todos los argentinos compartíamos una certeza: el sistema de salud no iba a estar preparado para hacer frente a una situación similar a la que mostraban las noticias que llegaban de España o de Italia.
Certeza más imágenes fuertes, el resultado fue un consenso inédito, en el país, en torno a esas primeras medidas de aislamiento social. Nos olvidamos de todo tipo de grietas. Todos nos encuadramos, sabíamos que al sistema de salud había que darle tiempo.
Lástima que, en el apuro, no advertimos que en otras áreas de la vida social argentina, el país tampoco estaba preparado para enfrentar una pandemia de estas características. Y que esas áreas también necesitaban tiempo para adecuarse bien.
Una escuela en Shangai. Imágenes de la «nueva normalidad» educativa.
Una de ellas es la educación. Definido el aislamiento, incluso unos días antes del decreto presidencial, todo el sistema educativo pasó a una “continuidad pedagógica a distancia”. Así, de la noche a la mañana, sin tiempo para planificar. Las escuelas de todos los niveles y de todas las regiones del país debieron adaptarse a la educación sin presencia física: las públicas y las privadas, las urbanas y las rurales, las que atienden a familias más acomodadas o a las más vulnerables. Todas.
Después de tres meses de semejante experiencia colectiva, lo que queda claro es que no todas las escuelas ni los estudiantes y sus familias están preparados por igual. Quizás sí, aquellos sectores del país que combinan familias con cierto capital cultural previo, más buena conectividad para poder recibir clases a través de videoconferencias. Pero en el resto, difícil. Abundaron las fotocopias, los mensajes de WhatsApp. El esfuerzo de muchos padres que hacen lo que pueden.
Una escuela en la India. Imágenes de la «nueva normalidad» educativa.
Los ministros de Educación de todo el país están diseñando por estos días cómo será la vuelta a las aulas. Hay distintos esquemas en análisis. El Gobierno porteño avanza con el modelo israelí, de cuatro días de clases cada dos semanas. La única provincia que, por ahora, presentó una propuesta formal es Catamarca, donde no hubo ni un sólo caso de Covid-19.
Quizás sea éste el mejor momento para “parar la pelota”, levantar la vista y mirar para adelante. El desafío es enorme: porque lo que viene no es un regreso a la presencialidad que teníamos, sino más bien un paso hacia la “nueva normalidad” educativa, que nadie sabe bien cómo será.
Pero la diferencia es que ahora sí hay tiempo. La vuelta no sería antes de agosto, coinciden los ministros. Es tiempo de pensar y ver cómo esta vez se incluye a todos los argentinos.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-tiempo-parar-pelota-_0_pc5RFyjlB.html
Una cosa es Messi jugando en el Camp Nou y otra cosa en Messi jugando al FIFA en la Play. Puede que ser que en la consola sea tan bueno como en la cancha, pero muy probablemente no lo sea, porque se ponen en juego otras capacidades y habilidades. Joystick en mano, seguramente el campeón del fútbol en los torneos de “e-games” le pase el trapo a nuestro querido Lionel.
Estas diferencias entre el fútbol presencial y el virtual sirven para ilustrar las enormes diferencias que hay entre dar clases en un aula “real” y darlas en una de las tantas plataformas de educación a distancia que hoy existen.
Para ser efectivos en la enseñanza, en ambos casos los docentes tendrán que conocer bien los contenidos curriculares de sus materias. Pero las herramientas pedagógicas que deberán utilizar para transmitir los contenidos a los alumnos, en uno y otro caso, son bien diferentes.
Y no se trata de saber mucho sobre tecnología y programación, tampoco hay que ser un “nerd” del Silicon Valley. La cuestión es entender y participar de la cultura digital en la que está inserta la mayoría de los alumnos, poder soltarse con los nuevos lenguajes (como grabar clases en video, por ejemplo), tener a mano contenidos online de calidad y saber jerarquizarlos y, además, saber cómo aprovechar al máximo lo que ofrecen las nuevas plataformas, en términos del conocimiento que brindan sobre los alumnos, lo que en el mundo digital se conoce como las “métricas”.
¿Cuántas horas por día estudian? ¿En qué se detienen más y dónde tienen dificultades? ¿Puedo programar un contenido específico para cada alumno según sus fortalezas y debilidades? Esto con las clases online se puede hacer, pero con las presenciales no.
UBA XXI, un sistema de educación a distancia que tiene varias décadas y que ahora funciona en forma online.
Si bien hubo proyectos interesantes en los últimos años, lamentablemente nadie tomó este desafío como una política de estado. Y hoy nos agarra el coronavirus con experiencias parciales en diversas escuelas o provincias (algunas más avanzadas, otras menos), pero nada articulado para todo el sistema educativo.
Lo que hoy el Gobierno nacional sale a ofrecer es lo que tiene a mano en Educ.ar. No está mal, son una serie de recursos educativos. Pero quizás sería bueno aprovechar el momento para pensar en una educación digital en serio, que aproveche al máximo la potencia de las tecnologías digitales de hoy. Después de todo es lo que viene, y es lo que ya está.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-distancia_0_kTlDB4Xo.html
El presidente Alberto Fernández lo anunciará este domingo en el Parlamento y, entones sí, volverá el debate sobre la interrupción legal del embarazo. La semana pasada se sintió fuerte el “pañuelazo verde” frente al Congreso y la Iglesia preparara para el domingo 8 (Día de la Mujer) su contraataque frente a la Basílica de Luján.
Vuelve el debate, vuelven los “verdes” y los “celestes” y es bueno recordar lo que quedó en el camino -sin terminar de definirse- en el debate anterior, de hace dos años. En esos momentos, todos parecieron coincidir en que la mejor arma para combatir los embarazos no deseados -en la Argentina son 280 por día- es la educación.
Y más precisamente la educación sexual, que en nuestro país fue establecida como obligatoria para todos los estudiantes en 2006 bajo la forma de educación sexual integral (ESI), es decir, teniendo en cuenta no solo los aspectos biológicos del tema sino también los psicológicos, sociales, afectivos y éticos: contenidos como equidad y violencia de género, prevención de enfermedades de transmisión sexual, respeto por nuevas identidades de género, entre otros. Un completo paquete de conocimientos que, entre otras cosas, contribuyen a disminuir los embarazos no deseados.
Pero resulta que pasó el debate de 2017, cayó la ley de aborto legal y junto con ella todas las iniciativas para garantizar que la ESI se cumpliera. Incluso el año pasado, por presión de los celestes, perdió estado parlamentario un proyecto que, con diversas fórmulas, buscaba garantizar la ESI en todo el país. “Con mi hijo no te metas”, era la consigna contraria a esta iniciativa.
Uno de los cambios que introducía a la actual ley de ESI es que pasaba a ser de “orden público” (refuerza la obligatoriedad). Además, la actual ley establece que cada escuela puede adaptar la ESI a “su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros”, y eso era suprimido. Las autoridades de las provincias debían presentar un informe semestral sobre el avance de la implementación. Y los aprendizajes de ESI serían medidos en los operativos de evaluación como Aprender.
Pero nada de esto avanzó. El resultado es que hoy tenemos una ley que se cumple a medias, y que avanza como con el freno de mano puesto. Con provincias y escuelas que la implementan y capacitan a sus docentes, y otras que ponen trabas o miran para el costado. Con equipos docentes que buscan los modos de llegar a sus alumnos y otros a los que aún les cuesta hablar de los temas más comprometidos, pero hacen el esfuerzo.
Ahora, si otra vez vamos a coincidir en que todos queremos educación sexual sería bueno que mostremos las cartas y blanqueemos con honestidad de qué lado estamos.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/esi-freno-mano_0_WMQsK-qr.html
En medio de la campaña electoral y para forzar el debate educativo, una ONG les pidió a los candidatos que presentaran sus propuestas para el área. De los seis presidenciables que competían tras las PASO, el único equipo que no lo hizo fue el de Alberto Fernández. En el debate, además, el candidato -hoy presidente- no puntualizó en ninguna idea concreta para el área de educación. Sólo habló de la necesidad de subir el presupuesto, que viene cayendo fuerte -por parte de Nación y de las provincias- desde el año 2016.
Ahora que el carro empezó a andar, no queda más que mirar cómo se acomodan los melones. Y, sobre todo basándose en las declaraciones oficiales, el panorama parece auspicioso. El nuevo gobierno pone el foco en las inequidades, en trasformar a la educación en una herramienta que logre “romper las desigualdades” de origen de los chicos argentinos.
Y para eso, los principales objetivos apuntan a universalizar la educación inicial (en el país, solo la mitad de los jardines tiene sala de 3 y tienen menos acceso justamente los chicos que más los necesitan); así como avanzar en la jornada extendida para cada vez más estudiantes: hoy llega a apenas el 14% de los alumnos de la primaria, es decir que el 86% de ellos va sólo 4 horas por día a la escuela. La ampliación del jardín y de las horas debieran ser, claro está, con criterios de calidad educativa.
El problema es que sólo para estas dos medidas (también se está avanzando en la entrega de libros y computadoras) se necesita plata. Y mucha. Y se requiere no sólo que la ponga el Gobierno nacional sino, principalmente, que abran la billetera las administraciones provinciales.
¿Cómo se va a lograr esto? Según dijo el ministro de Educación Nicolás Trotta a Clarín, se hará con “la construcción de consensos con todos los actores, incluyendo las 24 jurisdicciones, el sector de los maestros, las principales referencias pedagógicas y las universidades nacionales”. Es decir, con diálogo. Se puede entender que será con acuerdos, con decisiones compartidas.
Pero además del diálogo -tan necesario-, quizás se pueda incluir una herramienta más. Por ley, hoy tenemos que el 6% del PBI consolidado -Nación más provincias- tiene que ir a educación. Y por el impuestazo, ahora el Estado tendrá más recursos. ¿Qué tal si fijamos concretamente -sobre la base de datos objetivos de la realidad de cada distrito- cuáles serán las metas y los plazos de inversión en educación de cada uno de ellos?
Ahora que tenemos una buena dirección para el carro, estaría bueno que cada uno -y de acuerdo a sus posibilidades- tire de él en forma pareja.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-carro-compartido_0_3DAcs6cs.html
Especialistas en pedagogía y en tecnología avanzan en el desarrollo de nuevas herramientas educativas. La virtualidad al máximo, inteligencia artificial y el debate sobre la privacidad.
De un lado están los “tecnófilos”, aquellas personas que viven buscando la forma de introducir la tecnología en el aula a cualquier costo. Por el otro, los “tecnófobos”: quienes no quieren ni oír hablar sobre herramientas digitales. Mientras tanto, a mitad de camino, y lejos de cualquier discusión bizantina, distintos centros de investigación y desarrollo vienen avanzando con las nuevas tecnologías que, hoy por hoy, pueden colaborar con los aprendizajes. Algunas de ellas fueron presentadas la última semana en la Universidad Tecnológica de Monterrey, México, en el marco del Congreso Internacional de Innovación Educativa (CIIE).
La más llamativa es la telepresencia con efecto de holograma, conocida también como “profesor avatar”. Da la posibilidad de tener un profesor bajo la forma de un holograma en distintas clases de una universidad, en forma simultánea. También están las “clases en 360 grados”, que permiten que un alumno que no está en el aula pueda participar, casi como si estuviese en vivo. Hay aplicaciones de inteligencia artificial, con algoritmos que obtienen patrones de personalidad de los estudiantes. Además, la realidad aumentada y virtual. Y hasta el uso de la tecnología Blockchain, un tipo de encriptación de datos de altísima seguridad que gana cada vez más terreno.
Parece estar presente, pero es un avatar. Así se ve a una profesora que está a distancia a través de la telepresencia con efecto de holograma.
Pero vayamos por partes. Lo del profesor “avatar” es bien sofisticado. Está pensado principalmente para universidades o grandes instituciones académicas. Para llevarlo a cabo se requiere de una sala transmisora, que cuente con las cámaras, diversos micrófonos ambientales -no son de mano ni corbateros- y la pantalla desde donde el profesor ve a los alumnos. Al mismo tiempo, en las aulas se deberá contar con la contraparte: un film holográfico -el dispositivo que representa el avatar-, más la cámara y los micrófonos que siguen a los alumnos y que son controlados desde la sala de transmisión, donde se ubica al profesor.
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“Más allá de la tecnología, lo importante es que el profesor sea bueno. Hemos hecho un análisis con la primera generación de alumnos que usó esta tecnología en el primer semestre de 2018 en la materia Física. Y los resultados académicos son casi similares al de aquellos que hicieron la misma materia en forma presencial”, dijo a Clarín Leticia Castaño, coordinadora de proyectos de innovación educativa del Tecnológico de Monterrey, donde esta tecnología empezó a implementarse en 2018. Hasta el momento, ya fue utilizada por 1.634 estudiantes y 47 profesores, en 22 materias distintas.
El dispositivo que se usa para reproduce el profe «avatar».
Para Castaño, el principal beneficio de la tecnología es poder compartir una clase de un profesor que tiene conocimientos especiales sobre una disciplina con alumnos ubicados en distintas aulas, inclusive en distintas ciudades. Y todo en forma simultánea, con preguntas y respuestas como si estuviesen todos en el mismo lugar.
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“¿No es caro todo esto?”, preguntó este diario. “Un poco, pero no tanto para una universidad. Cuesta entre 6 y 10 mil dólares para cada sala. Pero se recupera, porque se evita que los profesores viajen. Y además, se lleva la calidad y el talento del profesor a lugares donde antes no se podía, igualando así los aprendizajes” responde Castaño.
Clases 360, entre un profesor que da clases y un alumno que no pudo asistir.
Lo de las “clases 360” también es sofisticado pero, a diferencia, de la telepresencia holográfica, viene un poco retrasada. Aún está en período de prueba piloto. Este desarrollo lo que busca es que si, por algún motivo, un estudiante no puede asistir a clase, el dispositivo le permita “estar allí”, aunque físicamente esté en otro lugar.
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¿Cómo? En el aula se coloca un equipo de video en 360, esos que tienen muchas cámaras que van captando todo el entorno más un software que procesa la información de modo tal que la persona a distancia puede ir moviendo las cámaras y ver el ambiente en tiempo real, y a 360 grados.
Desde el punto de vista pedagógico, lo que se busca es que ese estudiante “virtual” participe de la clase prácticamente como si estuviera de manera presencial. El alumno puede ver en todo momento lo que pasa en el aula y las reacciones de cada uno de sus compañeros de clase, e incluso puede participar en tareas de grupos. Los compañeros simplemente se acercan a la cámara e interactúan con el estudiante que está a distancia.
Realidad aumentada aplicada a la enseñanza.
Si bien la tecnología está, aún no puede usarse en forma masiva, porque todavía no hay suficiente ancho de banda para pasar las toneladas de información de ida y vuelta que se necesita para que esto funcione con fluidez, dice Irving Hidrogo, líder del laboratorio Mostla, de la Universidad de Monterrey, que desarrollan esta tecnología.
Otra que avanza, y fuerte, es la inteligencia artificial aplicada a la educación. Lo que se desarrolló en el mismo laboratorio Mostla es lo que ellos llaman un “tablero inteligente”, que obtiene información, a todo momento, de lo que va haciendo el alumno en su vida digital estudiantil. El tablero obtiene desde tiempos de entrega de las actividades, hasta calificaciones, calidad de los trabajos entregados, y más. Con todos estos datos, y usando algoritmos, va haciendo predicciones de lo que puede pasar con ese estudiante, y de este modo ayudarlo a progresar en sus estudios.
El perfil de un estudiante, de acuerdo a lo que obtiene una plataforma de inteligencia artificial sobre la base de la historia digital del alumno.
La inteligencia artificial también toma datos de la participación de los estudiantes en las redes sociales, y la usa para obtener el perfil de la “personalidad” de cada alumno. Con eso, el profesor puede planificar la metodología de enseñanza que más se adapta. José Antonio Martínez, de Mostla, aclara que esto se hace tomando en cuenta la protección de los datos personales de los alumnos. Y que solo trabajan con aquellos que acepten los términos y condiciones.
También hay aplicaciones educativas de realidad aumentada y virtual. Las de realidad aumentada descargan al celular o tableta algunos contenidos que periten reforzar, de una manera más vívida, el contenido que se está viendo en clase. Por ejemplo, se puede manipular la estructura de un átomo como si uno lo tuviera en la mano.
Realidad virtual aplicado a la enseñanza.
En cuanto a la realidad virtual hay todo tipo de aplicaciones con fines académicos que se puede usar. Como siempre, lo más importante es que los profesores hagan una buena “curación” del contenido que ya viene elaborado.
La tecnología Blockchain, en tanto, está siendo cada vez más usada para certificar títulos a nivel global, de una manera fácil, segura y que les permita a terceros tener confianza que esos títulos son reales.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/sociedad/educacion-futuro-profesores-avatar-clases-360-grados_0_pkttyZW_.html
A pesar de contar con más recursos por coparticipación, los gobiernos provinciales cada vez invierten menos en educación. ¿Llegó el momento de la solidaridad?
Entre las leyes sobre educación que no se cumplen en el país -y que seguramente contribuyen a los malos resultados en las pruebas internacionales- está la Ley de Financiamiento Educativo. Ya fue dicho y repetido muchas veces: es el mismo Estado el que hoy no está cumpliendo con esa norma -del año 2006- que establecía que desde 2010 el gasto consolidado en educación de todo el país debe llegar al 6% del PBI. Sólo en un año (el 2015) se llegó a esa cifra. Desde entonces el financiamiento educativo -que a grandes rasgos venía subiendo- empezó a bajar. Hoy está en 5,1%.
La primera reacción de cualquier ciudadano suele ser la indignación. ¿Cómo es que no cuidamos la educación? ¿Cómo pensamos proyectarnos hacia el futuro, sobre todo en esta era del conocimiento?
Pero la cosa se pone más espesa cuando se trata de encontrar a los responsables.
Desde los noventa son las provincias quienes administran las escuelas y, por lo tanto, las encargadas de financiar salarios docentes e infraestructura, el grueso de la inversión educativa. Un trabajo del especialista Agustín Claus, de septiembre, mostraba que 3 de cada 4 pesos que van a las aulas argentinas hoy parten de los gobiernos provinciales.
Y allí se sumaba un dato inquietante: que si bien desde 2016 esos gobiernos disponen de más recursos a raíz de una ampliación en la coparticipación federal de impuestos, en realidad están invirtiendo cada vez menos en educación -en porcentaje del PBI- que antes: del 4,5% al que llegaron en 2015 bajaron a 3,8% en 2018.
Ahora, un nuevo informe -elaborado por el Observatorio Argentinos por la Educación- suma nuevos datos a esta situación insólita, deprovincias cada vez más financiadas pero desinteresadas por la educación.
Muestra que, entre 2015 y 2018, los gobiernos provinciales recibieron 10 puntos porcentuales más en la proporción de fondos tributarios disponibles; sin embargo, ajustaron en 15,6% el gasto educativo. No todas las provincias por igual, claro, y eso está reflejado en el informe. Pero en el conjunto, esta fue la actitud de las provincias hacia la educación. De ajuste.
Pero, a juzgar por los títulos de las nuevas leyes, es de esperar que haya buenas noticias pronto. Ahora que la ley de “solidaridad social” salió como por un tubo y el impuestazo empieza a sumar pesos al Estado; y ahora que la suspensión del pacto fiscal les dará más recursos a los gobernadores, ahora sí tendremos garantizados el 6% del PBI en educación para todos los alumnos del país. ¿O no?
Fuente del articulo: https://www.clarin.com/opinion/ahora-educacion-_0_NGqdADwQ.html
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