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Intercambian en Cuba sobre pedagogías críticas latinoamericanas

Intercambian en Cuba sobre pedagogías críticas latinoamericanas

El II Seminario de Profundización sobre Pedagogías Críticas sesionó en el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr., de la capital cubana.

Sobre la tradición pedagógica cubana, “sustento de la nacionalidad y la educación cívica” de la ciudadanía en la isla, versó la tercera y última jornada del II Seminario de Profundización sobre Pedagogías Críticas, celebrado en el Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. (CMLK), de esta capital.

Del 5 al 7 de septiembre, el encuentro se enfocó en el análisis de la concepción ética, política y pedagógica de la educación popular, con la participación de formadoras y formadores del centro habanero y sus redes, personas aliadas e invitadas, informó la entidad en Facebook.

Además, el seminario contó con la intervención y asesoría del educador popular Camilo Álvarez, del Centro Martin Luther King, de Uruguay.

Según destacó un post, esa institución y su homóloga en Cuba se articulan “en ámbitos como la formación y el acompañamiento territorial para el fortalecimiento de la organización comunitaria y el poder popular desde abajo”.

Entre otros objetivos, el seminario se centró en identificar características de la pedagogía crítica, ahondar en su metodología, las diversas escuelas y corrientes que conforman el conjunto de pedagogías críticas latinoamericanas, a la vez que contribuyó a profundizar en algunas de ellas en diálogo con la propuesta pedagógica del CMLK.

Aportaciones para dialogar

La segunda jornada del seminario en La Habana, reseñó un post de Gabriel López,  propuso un recorrido histórico, político, metodológico y sociológico a algunas experiencias de escuelas de pedagogía en diversas regiones.

“Supuso, además, un interdiálogo con nuestras experiencias, comprensiones e imaginarios acerca de las formas de enseñanza-vida; al tiempo que colocó algunos aportes de personas que han sido referencia desde y en lo educacional”.

Una de las propuestas presentadas durante el seminario se basó en el Modelo Ayllu, resultado de la reforma educativa en Bolivia y del tratamiento de la intra- y la interculturalidad en la formación pedagógica para dar respuesta a demandas de pueblos indígenas originarios.

Se hizo énfasis en el enfoque integral de ese modelo pedagógico, que abarca áreas como el estudio, el trabajo, la producción y la vida campesina.

Asimismo, destacaron ponentes, rompe con estructuras colonizadoras de categorías rígidas, inserta una diversidad de códigos artísticos desde la cultura y la cosmovisión originarias y propicia la inclusión lingüística, etaria y sexual. Sus metas se orientan al bien común, la espiritualidad, la solidaridad, en aras de potenciar la autonomía local.

Experiencias cubanas

Durante el cierre del seminario se resaltaron algunas experiencias pedagógicas cubanas como la educación mambisa, la Universidad Popular José Martí, la Universidad del Aire, la Campaña de alfabetización hasta la universalización más reciente y el destacado papel de las mujeres.

La última sesión grupal devino “un ejercicio para reafirmar nuestra cubanía y puso al descubierto muchas experiencias invisibilizadas y que constituyen, dentro de las pedagogías críticas, prácticas y experiencias de educación popular”, aseguraron Marilín Peña y Juan Francisco Santos en Facebook.

Este encuentro forma parte de las iniciativas de capacitación que desarrolla la sede en Cuba del CMLK desde febrero de 2018, cuando sesionó el primer Seminario de Reflexión y Profundización sobre formación política, educación popular y trabajo de base, con la participación del educador popular brasileño Ranulfo Peloso.

Luego, en junio de ese año, tuvo lugar otro seminario en La Habana, con el acompañamiento de Rosa Elva Zúñiga, entonces Secretaria General del Consejo de Educación de Adultos para América Latina. Las y los participantes compartieron estrategias metodológicas, prácticas, inquietudes y visiones sobre los desafíos de la educación popular en los espacios comunitarios.

Fuente: https://www.ipscuba.net/sociedad/intercambian-en-cuba-sobre-pedagogias-criticas-latinoamericanas/

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/intercambian-en-cuba-sobre-pedagogias-criticas-latinoamericanas/

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Informe sobre la infancia palestina

Informe sobre la infancia palestina

Por Ramón Pedregal Casanova

Me basta con morir encima de ella, / con enterrarme en ella; / bajo su tierra fértil disolverme, acabar, / y brotar hecha yerba de su suelo; / hecha flor, con la que juegue / la mano de algún niño crecido en mi país. / Me basta con seguir en el regazo de la tierra: / polvo, azahar y yerba.

Poema titulado Me basta con seguir en tu regazo. La autora es la poetisa Palestina Fadwa Tuqán.

«Save The Children» ha presentado su informe el 10 de julio, lo titula: Injusticia: La experiencia de los niños palestinos en el sistema de detención militar israelí, donde se declara que cada año hay una media de entre 500 y 700 niños palestinos que son capturados por las tropas de ocupación sionista y los encierran en las prisiones hasta 11 meses, y más de la cuarta parte los tienen prisioneros más de 1 año, a lo que hay que añadir que 1 de cada 3 niños ha sido detenido más de 1 vez. En los últimos 20 años el total de niños capturados por el sionazismo supera la cifra de 10.000, que han ido a engrosar las filas de los prisioneros.

En el informe se apunta que el 42% de los niños detenidos fueron tiroteados y golpeados, resultando heridos con roturas de huesos.

El 65% han sido capturados tras asaltar sus domicilios en medio de la noche, y las tropas de ocupación neocolonial torturaron e insultaron al 86%.

El 73% fueron obligados a firmar documentos en hebreo, idioma que en su gran mayoría no entiende.

El 69% sufrió violencia sexual.

Se les obligó a estar desnudos mientras sufrían el interrogatorio.

Al 58% no le dejaron comunicarse con su familia.

El 70% fueron llevados a prisiones dentro del territorio del establecimiento sionista, lo que impedía que se les pudiese visitar y así los mantenían más aislados.

El informe denuncia que son trasladados en autobuses abarrotados y son encerrados en jaulas y cajas.

Una vez puestos en libertad se comprueba que las torturas les han causado un daño mental y físico, sufren mareos, insomnio, dolores de cabeza continuos y dolores en órganos y músculos.

Una tercera parte no puede volver a estudiar con normalidad y tiene dificultades de convivencia con familia y entorno.

El sionismo es señalado como enemigo de la justicia en general y concretamente enemigo de la infancia palestina, declara UNICEF, que le exige permitir el seguimiento de la Cruz Roja y de Naciones Unidas.

El ente sionista es denunciado año tras año por la ONU, UNICEF, Save The Children y demás organizaciones relacionadas con la infancia porque la entidad neocolonial viola sistemáticamente la Convención de los Derechos del Niño, la Convención Contra la Tortura y la Convención de Ginebra.

Además de los datos ofrecidos por UNICEF hay en la página de Al Mayadeen un apartado con datos precisos de última hora: el establecimiento sionista desde enero a junio de este 2023 ha metido en prisión a 570 menores palestinos, de los que 29 tienen menos de 12 años. En total un 15% más que en el mismo periodo de 2022. La mayoría de los menores fueron capturados en Al-Quds, en total 435. En este momento hay 160 niños en prisiones sionazis.

Los regímenes burgueses imperialistas que ocultan la persecución a la infancia de Palestina, son los mismos que ocultan su participación en el sostenimiento del neocolonialismo sionazi, principalmente EEUU y la UE, y lo ocultan por que su carácter de clase explotadora como tal, tienen como escudo sus intereses en la obtención de beneficios que sacan de la reconquista de Palestina después de la entrega inglesa a los sionistas, vía ONU, de más de la mitad de Palestina en 1948: los regímenes imperialistas son colaboradores necesarios en el crimen sionazi.

Acompaña la denuncia de UNICEF, Save The Children, ONU y demás organismos internacionales del ataque permanente del sionazismo, y sus encubridores, a la infancia palestina en todas las redes y medios, es solidarizarse con la defensa de la generación más vulnerable, la que en su corazón y en su mente tiene creciendo el futuro en libertad de Palestina.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/informe-sobre-la-infancia-palestina/

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Conocimiento Libre: Transformaciones en el capitalismo de la información

Transformaciones en el capitalismo de la información

 Pablo Dávalos

Resumen

La teoría económica moderna parte de la categoría de “equilibrio general” como una condición necesaria para la comprensión del funcionamiento de la economía. Sin embargo, existen ahora fenómenos económicos que son irreductibles al equilibrio general. Las corporaciones de la sociedad de la información definen su estructura de precios por fuera de toda consideración del equilibrio general. Esto ha generado dos fenómenos que son incompatibles con la teoría económica moderna: de un lado hay corporaciones que han endogenizado la demanda, es decir, han convertido a los consumidores en vectores de su propio modelo de negocios; y, de otro, han exogenizado la oferta, es decir, se han desprendido de todo proceso productivo. Para hacerlo se necesitan de condiciones de posibilidad previas, esas condiciones son políticas y tienen que ver con la desarticulación política a los trabajadores, con las medidas de austeridad y con el debilitamiento del Estado, entre otras. Esto conduce a que la estructura social sobre la cual se definen los precios en la sociedad de la información y por fuera del equilibrio general, sea política, lo que conlleva al retorno de la economía política.

Palabras clave: endogenización de la demanda, homo economicus, exogenización de la oferta, neoliberalismo, desarticulación de la clase obrera

El marco teórico del mainstream de la economía moderna

El neoliberalismo transformó de manera radical el concepto de “mercado”. De ser un espacio social destinado al intercambio entre vendedores y compradores a partir de un sistema de precios, el neoliberalismo lo transformó en una esfera de regulación social y validación de decisiones políticas. Para el neoliberalismo el mercado no solo permite el encuentro entre oferta y demanda, sino que, además, ratifica a la sociedad en sus decisiones políticas y su capacidad de regularse a sí misma.

La construcción de instituciones sociales que siempre se habían relacionado con la ley, la justicia y la costumbre, ahora ceden el paso a la racionalidad económica del mercado porque se asume que los criterios de eficiencia y la racionalidad solamente pueden ser expresados y validados desde el mercado, de ahí que se afirme que todas las instituciones sociales sean económicas y que todo cambio histórico de la humanidad, en realidad, se debería a los cambios en los precios relativos.

Sin embargo, la teoría económica clásica, es decir, el pensamiento que proviene de Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, entre los más importantes, siempre había integrado el mercado a la producción y, a su vez, la producción al trabajo y a la división del trabajo. Marx, de su parte, nunca asimiló la producción al mercado sino que había integrado al mercado como la esfera que realizaba el valor que, de su parte, se había generado en la producción. El mercado, en tanto circulación del valor, nunca crea valor: lo realiza. La única excepción que Marx previó fue aquella del transporte de mercancías.

Para que el mercado se transforme en algo más que un espacio de compra y venta y se convierta en un regulador de toda la sociedad, que incluye a sus decisiones políticas, era necesario una amputación teórica radical: separarlo de la producción. Este proceso se realizó a fines del siglo XIX y se construyó a lo largo del siglo XX con la denominada teoría económica moderna.

De esta manera, el eje de toda la discusión económica asume al mercado como algo más que un concepto económico, en realidad lo considera como regulador social. La producción de mercancías se convierte en un asunto técnico y se desplaza hacia la administración de empresas y la microeconomía. Así, se efectúa un proceso inverso a aquel de la economía clásica: se transforma a la producción en una determinación de la circulación (el mercado).

El valor de las mercancías tendría que ver, en efecto, con el mercado como el locus desde el cual los consumidores asignan el valor a partir de sus decisiones supuestamente racionales, autónomas y libres en un contexto de libre concurrencia. Los consumidores se acercan a la mercancía y deciden adquirirla en función de un concepto que tiene un fuerte componente metafísico: las preferencias reveladas. Esos seres humanos convertidos en una determinación de la mercancía (un fenómeno que ya había sido advertido por Marx en el análisis de la alienación y en el fetichismo de la mercancía), se transforman, para la teoría económica moderna, en homo economicus.

De todos los conceptos económicos elaborados en el siglo XIX, quizá aquel de equilibrio económico sea uno de los más importantes no solo por sus implicaciones económicas sino incluso por sus consecuencias políticas y metafísicas. El equilibrio de mercado, para la economía moderna, implica una utilización racional de recursos escasos y la máxima satisfacción tanto para los consumidores como para los productores, lo que conduce a la sociedad a una realización de sí misma. El equilibrio económico es ese punto metafísico en donde coinciden la supuesta utilidad del homo economicus y la rentabilidad de los empresarios y en donde la sociedad también alcanza el máximo nivel de racionalidad posible con un sistema de precios dado y a partir de recursos escasos. El equilibrio económico petrifica a la historia y hace imposible pensar en cualquier transformación social.

El concepto de equilibrio general fue formulado por Leon Walras a fines del siglo XIX. Se construye metodológicamente el encuentro entre dos fuerzas casi naturales (oferta y demanda) que, al coincidir, se anulan mutuamente y dejan en su punto máximo la función de utilidad para compradores y vendedores. Ese punto máximo, la teoría económica moderna, lo denomina margen.

En la oferta constan todos los bienes y servicios realizados por los productores con una dotación inicial de factores (tierra (o naturaleza), trabajo y capital (incluye tecnología y gestión)), que buscan el máximo posible de rentabilidad para su inversión. En la demanda, en cambio, están los consumidores que, en tanto homo economicus, son plenamente racionales en cuanto a sus gustos y preferencias, y que pueden discriminar de forma racional aquellos bienes y servicios que maximizan su utilidad con la restricción del ingreso disponible.

Para la oferta y la demanda, el precio constituye una información que les permite tomar decisiones que se consideran racionales. Todas esas decisiones que se toman de manera libre, autónoma y soberana en el mercado conducen, finalmente, al equilibrio general de toda la sociedad.

El concepto de equilibrio de mercado, que Marx consideraba un concepto vulgar porque no permitía ninguna comprensión del capitalismo en tanto sistema económico, por supuesto que ha cuestionado desde diferentes visiones y marcos teóricos; sin embargo, la construcción del mainstream implica y supone la invisibilización de sus críticos.

La noción de equilibrio general de la economía es el punto nodal de todo el discurso económico del siglo XX y también del siglo XXI. Se asume como una posición de principio epistemológico sobre la cual descansa toda la analítica de la economía moderna. Si este principio epistemológico se cae, se derrumba todo el edificio conceptual construido sobre él. Por ello no hay cabida para ninguna forma de reinterpretar, criticar, cuestionar o siquiera poner en debate la noción de equilibrio general.

Aunque sumario, pero este es el marco general que subyace a la teoría económica moderna y su enfoque de equilibrio general. Se llama equilibrio general porque en él coinciden, a saber, los tres mercados más importantes: el mercado de trabajo, el mercado de capitales y el mercado de bienes y servicios. Toda posición que mueva a los precios de sus posiciones de equilibrio implica distorsiones que no tienen nada que ver con el mercado sino con fuerzas exógenas a él, porque el mercado, se supone, llega de forma natural y espontánea al equilibrio en función de su capacidad de autorregulación. En este enfoque de la teoría económica moderna, quien puede desplazar a la economía de sus posiciones de equilibrio general es, habitualmente, el Estado.

Ahora bien, no quiero sumarme a las críticas del concepto de equilibrio general de mercado y, menos aún a la crítica al marco epistemológico del neoliberalismo, que son múltiples, vastas e importantes sino, más bien, ponerlo en otra perspectiva y que tiene que ver con la posibilidad de que la demanda de mercado pueda ser endogenizada por las empresas mientras que, al mismo tiempo, estas empresas puedan exogenizar la oferta, lo que daría lugar a la anulación práctica del equilibrio económico o, en todo caso, a una posición bastante alejada de las prescripciones teóricas del discurso actual de la economía.

En otros términos, hay un contexto en el cual existen determinadas empresas con tal capacidad de dominar al mercado que pueden conocer casi con exactitud a la demanda, mientras que, al mismo tiempo, deciden dejar de producir los bienes y servicios que tradicionalmente comercializaban y, no obstante, mantienen una posición de dominancia de mercado sobre esos bienes que ya no producen directamente. Para estas empresas, la oferta y la demanda ya no son fuerzas ciegas que llevan al equilibrio general sino más bien determinaciones de su propio modelo de negocios. Ellas definen e imponen sus precios por fuera de toda consideración de equilibrio de mercado, competencia, racionalidad de los consumidores, preferencias reveladas, en fin.

Si esto es así entonces el equilibrio general, definitivamente, adquiere otra significación. ¿Cuál es esa nueva significación? Y ¿cómo la oferta y la demanda pasan a convertirse en determinaciones de cierto tipo de empresas? ¿Qué significa que estas empresas (o, si se quiere, corporaciones) puedan endogenizar la demanda y, al mismo tiempo, exogenizar la oferta? Si anulan al equilibrio ¿qué pasa con la economía de mercado?

La endogenización de la demanda y exogenización de la oferta

Son cuestiones que tienen que ver con el desarrollo del capitalismo y las consecuencias sobre los sistemas de regulación del capitalismo de los avances tecnológicos y de la emergencia de la economía de la información. Son avances cuyos contornos se han perfilado a partir de la segunda década del siglo XXI y que dan cuenta de niveles de concentración y centralización del capital a niveles inéditos.

En un grado determinado de concentración y centralización y, al mismo tiempo, de desarrollo tecnológico y de especulación financiera, ciertas corporaciones tienen la capacidad de anular los efectos aleatorios y la incertidumbre de la oferta y la demanda, es decir, del mercado. Para esas empresas, el mercado es otra cosa que aquella de la descripción original del siglo XIX y XX. Es, ahora, un espacio que ellas controlan por entero y que forma parte de sus propias determinaciones. De límite externo ha devenido en determinación interna.

No se trata solamente de una posición de monopolio o de acuerdo colusorio del mercado sino de algo más profundo, más vasto y más complejo. Se trata de la forma por la cual un determinado grupo de corporaciones dejan de producir bienes y servicios y, al mismo tiempo, se dedican a producir patrones de comportamiento que implican administrar la demanda a voluntad.

Este proceso que empieza con la sociedad de la información, se consolida, amplía y profundiza con la masificación del uso de redes sociales, el incremento de las capacidades de conexión a internet, la irrupción de la inteligencia artificial, el abaratamiento y el fácil acceso de los dispositivos tecnológicos, entre ellos los teléfonos inteligentes, entre otros, son los que ahora permiten la conversión de la subjetividad humana como una determinación de la corporación para administrar la demanda a su antojo.

Creo que las nuevas tecnologías están logrando lo que a primera vista puede ser imposible: que las empresas puedan conocer de tal forma al consumidor que puedan registrarlo, inscribirlo y adecuarlo a sus propios modelos de negocios como un vector de su modelo de gestión. De esta manera, la demanda, al menos como la conocíamos y como se la había teorizado desde el siglo XIX, para estas corporaciones, desaparece en su formato original. La demanda de mercado es ahora, para ellas, una determinación que nace, se dispone, define y condiciona como un vector que ha sido previamente precisado y estructurado dentro de sus propios modelos de negocios.

A este proceso de endogenización de la demanda de mercado se suma otro: estas corporaciones se desprenden de la producción para concentrarse en la administración de las preferencias del consumidor. Es decir, la oferta se exogeniza de la empresa. La producción, en tanto espacio para la creación de bienes y servicios, sale de la esfera de la empresa. Así, estas corporaciones dejan de preocuparse de la producción y, más bien, se concentran en la administración de la demanda.

El desarrollo de las tecnologías de la información, con la expansión de las redes sociales, con el perfeccionamiento y rápida propagación de  la inteligencia artificial, con las capacidades de conectividad cada vez más exponenciales (las próximas redes 6G por ejemplo), y con el desarrollo de nuevas tecnologías, como es el caso de la computación cuántica y los enlaces cuánticos, las biotecnologías y las nanotecnologías, entre otros, otorgan a cierto grupo de corporaciones capacidades tecnológicas que son inéditas y que les conducen a alterar de forma importante la estructura misma de la economía.

Ahora pueden hacer algo que era imposible en el siglo XX: individualizar su producción sin perder sus economías de escala y llegar a tal conocimiento de la demanda que pueden generar patrones de comportamiento en los consumidores para inscribirlos dentro de sus propios modelos de gestión y de negocios.

Pero ¿cómo lo hacen? ¿De qué forma han logrado, de una parte, dejar de producir y, de otra, incidir sobre la subjetividad de los consumidores para administrarla a su conveniencia? Y, ¿qué consecuencias tiene esto para la teoría económica? O más bien, ¿qué tipo de teoría económica debería ocuparse de estos fenómenos? Esto nos lleva a una cuestión importante: ¿Hacia dónde va el capitalismo?

El mercado como espacio de incertidumbre: la regulación en el capitalismo

Una empresa se enfrenta siempre a un entorno de indeterminación e incertidumbre con respecto al mercado. Mientras que para la empresa la producción no guarda ningún misterio y puede planificar al detalle todos los procesos productivos, en cambio el mercado se le presenta con un enorme signo de interrogación.

Es por ello que las empresas han invertido tanto en el conocimiento, predicción y comprensión de las tendencias del mercado. Es por ello también que se han desarrollado campos analíticos como la neuro-economía y la economía del comportamiento, porque las empresas buscan intuir de la manera más cierta la forma por la cual se comportarán los mercados para poder reducir la incertidumbre, los gastos asociados a ella y, por ende, incrementar su rentabilidad.

Una de las formas arcaicas que tienen las empresas para domeñar los mercados es a partir de su  control directo, sea por la vía de los monopolios o los monopsonios, o por la vía de los acuerdos colusorios de mercado. Pero son controles exógenos al mercado. Son, en realidad, distorsiones al mercado y, por tanto, al equilibrio general. Es por eso que los textos de economía analizan de forma particular la formación de precios de los monopolios porque suponen alteraciones al equilibrio de mercado.

¿Qué pasaría si una empresa puede reducir casi a cero la incertidumbre del mercado sin distorsionarlo? En ese caso la empresa se confronta a un horizonte de certezas hacia el cual puede converger su producción. Sabe exactamente qué es lo que tiene que producir y para quién es esa producción. Fue esa transformación la que provocó el denominado “toyotismo” de la producción justo a tiempo en los años setenta del siglo pasado.

Pero el toyotismo no alteró la incertidumbre del mercado, simplemente la adecuó a las necesidades de las empresas. En vez de la producción en masa del fordismo, el toyotismo se ajustó a las exigencias de la demanda. Desde la demanda nacían las señales que se replicaban hacia toda la empresa. La demanda de mercado, en todo caso, siempre era un factor exógeno a la empresa.

Ahora bien, este modelo del toyotismo empieza a transformarse en la sociedad de la información. Las nuevas empresas endogenizan la demanda y, casi al mismo tiempo, exogenizan la producción. ¿Qué quiere decir esto? Que las empresas van un paso más allá del toyotismo. Ahora pueden conocer exactamente al consumidor. Y no se trata de un conocimiento ni marginal ni casual, sino amplio, riguroso y exhaustivo y a tal extremo que, incluso, llegan a conocerlo más allá de lo que el propio consumidor puede conocerse a sí mismo.

Para estas corporaciones de la sociedad de la información, los consumidores ya no representan ningún misterio. Estas corporaciones saben qué sienten, qué necesitan, qué les gusta, qué no les gusta, cómo distribuyen su tiempo, cuáles son sus filias, cuáles son sus paranoias, cuáles son sus excesos, cuáles son sus debilidades, etc.

Estas corporaciones tienen la posibilidad de desarrollar una especie de mapa cognitivo, afectivo, fisiológico e intelectual de todos y cada uno de sus consumidores reales y potenciales. Con ese mapa no solo que pueden ubicar su modelo de negocios sino también pueden generar señales imperceptibles sobre los patrones de conducta e interferir sobre ellos. Esto pone a estas corporaciones en otro nivel: de la incertidumbre del mercado ahora deben resolver el desafío de cómo interferir en los patrones de comportamiento del consumidor y transformarlos en vectores de su modelo de negocios.

De esta forma, la empresa endogeniza al consumidor. Lo transforma en una determinación de la propia empresa. Si la empresa tiene éxito puede crear una especie de reflejo condicionado o patrones de conducta condicionados que han sido diseñados desde la empresa.

Entonces, el desafío ya no consiste tanto en producir algo sino en endogenizar al consumidor dentro de la empresa y para ello se necesita de información. En efecto, la endogenización del consumidor no puede hacerse sin que el consumidor transfiera a las empresas todos sus datos personales, sus gustos, sus preferencias, sus dinámicas más vitales, los datos de su salud y fisiología, sus dudas más existenciales y sus proyectos de vida, de manera libre, voluntaria, sistemática, cotidiana y, además, gratuita. Es exactamente eso lo que hacen las redes sociales y las aplicaciones de internet. Son, literalmente, redes lanzadas hacia la subjetividad de las personas que, al caer en ellas, ponen en ellas toda su vida y, encima, lo hacen todo el tiempo y gratis.

Las corporaciones tienen información del número de pasos que ha dado una persona en un día determinado. De los circuitos urbanos o rurales que ha recorrido. De las compras que ha hecho. De su presión arterial y pulso cardíaco. De sus indicadores más importantes de su salud. De sus preferencias cotidianas. De su círculo social. De sus opiniones políticas. De su forma de conducir un coche. En fin.

En ese contexto, para estas corporaciones la producción, de forma paradójica, se convierte casi en un obstáculo porque le sustrae recursos de su objetivo más importante que es la endogenización del consumidor. Se trata de un proceso que lleva el fetichismo de la mercancía a un nivel más alto y que coloniza la subjetividad del consumidor de tal manera que el consumidor se convierte en una determinación de la empresa sin que tenga la más mínima idea de ello.

La empresa ya no solo produce un bien o un servicio, sino que también produce al consumidor de ese bien y de ese servicio.  Estas corporaciones lo pueden hacer porque conocen los patrones de comportamiento y preferencias de los consumidores, no como un dato general y que ha sido extrapolado de otras variables, sino como un dato real y que tiene que ver con la propia información que el consumidor ha colocado en sus redes sociales.

Pero el volumen de información es tan grande y las posibilidades de integrarlas de manera consistente es tan vasta que se necesitan recursos tecnológicos gigantescos para hacerlo. Es en esa dinámica que se genera la inteligencia artificial, como un algoritmo que tenga capacidades heurísticas y probabilísticas para poder manejar la información que los consumidores diariamente exponen en las redes sociales.

Me voy a valer de un ejemplo, como un marco heurístico, de lo que quiero decir. En el siglo XXI existe, sobre todo en las sociedades capitalistas más avanzadas, una especie de culto al cuerpo y a la imagen. El filósofo francés Michel Foucault las denominaba las tecnologías del yo y tienen que ver con las derivas biopolíticas del neoliberalismo. Ahora bien, esto conduce a que prácticas relativamente extrañas ahora formen parte de la cotidianidad de millones de personas en todo el mundo y sin las cuales no se sienten conformes consigo mismas y que han generado importantes modelos de negocios e industrias. Una de esas prácticas extrañas tiene que ver con los gimnasios y el trabajo sobre el cuerpo. Existen, en efecto, muchas industrias detrás de ese culto al cuerpo (farmacéuticas, ropa deportiva, aplicaciones, etc.). Pero de todas ellas, quisiera detenerme en las corporaciones de ropa deportiva como Nike, Puma o Adidas, entre otras.

Cada una de ellas, ha logrado influir sobre la subjetividad de millones de personas que se han convertido en usuarios permanentes de eventos deportivos y que adquieren una serie de gadgets, ropa deportiva y uso de aplicaciones que les obligan a cambiar sus rutinas diarias de vida. Este comportamiento de las personas, aparentemente autónomo, en realidad se integra a las necesidades de las corporaciones cuando ellas saben exactamente lo que piensan y sienten estas personas y los motivan a que adopten ciertos comportamientos, entre ellos, el uso del gimnasio (fitness) y sus rutinas (o el jogging).

Estas corporaciones, que han exogenizado la producción (actualmente ninguna de ellas fabrica ropa deportiva, ni zapatos deportivos ni nada en concreto en realidad), ahora se concentran en las conductas de las personas. Así, han experimentado un proceso de alteración que tiene que ver con las mutaciones del capitalismo: primero se transformaron en corporaciones dominantes gracias a su economía de escala; luego trasladaron su producción hacia subcontratistas gracias a la delocalización en zonas especiales de desarrollo económico, lo que les obligó a concentrarse en la gestión de la marca; y, finalmente, han vinculado la marca con patrones de comportamiento del consumidor para administrar la demanda.

De esta forma, la marca de la corporación es solo una interfaz para la intervención directa sobre la conducta. Se trata de influir sobre la conducta para provocarla a que asuma hábitos y costumbres que, en otras circunstancias, habrían sido imposibles. Así, logran movilizar millones de personas todo el tiempo a través de eventos deportivos, maratones, o jornadas extenuantes con los pretextos más variados pero que generan fenómenos sociales que han sido creados expresamente desde estas corporaciones.

Muchas personas quizá en algún momento de epifanía retornen a ver el ambiente del gimnasio, del fitness o del jogging y se pregunten “¿qué hago aquí?”, o “¿por qué estoy haciendo esto?”. Es solamente un relámpago de lucidez que alumbra el absurdo de su situación. No están ahí por motu propio. Están ahí porque han sido condicionados. Porque su propia subjetividad ha dejado de pertenecerles. Pero no lo saben. Se esfuerzan en el gimnasio hasta más allá de lo posible y transitan todo el día con ese cansancio que los obliga a tomar suplementos y drogas para mantenerse siempre en esa forma; así, establecen sus propios horarios de vida para robarle tiempo al descanso o a la recreación, y pasar en el gimnasio o en el jogging o en algo parecido, solamente por el culto al cuerpo: biopolítica pura. Todo ello revela una colonización de la subjetividad que va más allá de la alienación que describía Marx.

¿Cómo una corporación, como Nike por ejemplo, pasó de la producción de artículos deportivos a la gestión de la marca, y de ahí a la formación y administración de conductas? Quizá porque tienen a su disposición algo que no existía en el siglo XIX cuando se conformó la teoría de los mercados y del equilibrio general. Ahora tienen información real y permanente de todos y cada uno de los consumidores. Y se trata de un insumo abundante, gigantesco y que cada día crece más y que para estas corporaciones tiene un costo marginal nulo, es decir, es casi gratuito. Se trata de una mina de proporciones colosales que necesita de empresas de minería de esa información. El principal extractivismo del siglo XXI no es del petróleo, ni del oro, ni de ningún commodity. El principal extractivismo es la minería de datos. Es el extractivismo sobre la subjetividad de todos y cada uno de nosotros.

De esta forma, para estas corporaciones el mercado quiere decir otra cosa que aquello que define la teoría económica tradicional. Esta vez, el mercado no tiene nada que ver entre el encuentro del consumidor con su oferta. Ahora, son el espacio en el cual se produce la disputa sobre la conciencia de lo humano y la colonización de la subjetividad personal. Los consumidores dejan de ser impredecibles. Se convierten en vectores. Pero su dirección, en tanto vectores, no depende de ellos, sino de aquella que ha sido impregnada desde estas corporaciones.

Volvamos al caso de una de ellas. Nike por ejemplo. Hace ya varias décadas que Nike dejó de producir y empezó a descargar sobre sus subcontratistas las responsabilidades de la producción de ropa, zapatos y accesorios deportivos. El proceso previo fue la liberalización comercial que empezó en el año 1979 en China con las Zonas Especiales de Desarrollo Económico. Las empresas, cuando comprendieron que en esas Zonas de Desarrollo Económico que empezaron a proliferar en todo el sudeste asiático, les permitían reducir sus costos laborales, decidieron relocalizar y delocalizar sus líneas de producción. Nike es una de ellas. Pero Nike entendió rápidamente que no solo podía relocalizar su producción sino también exogenizarla, es decir, trasladar hacia terceros todas sus líneas de negocios relacionadas con la producción. Ahora Nike, strictu sensu, no produce ningún bien. Todos ellos han sido transferidos hacia empresas subcontratistas. Muchas de ellas están en esas zonas especiales de desarrollo económico del sudeste asiático aunque se han replicado por todo el mundo.

De esta forma, muchas empresas pasaron de la relocalización y delocalización al outsourcing. Así por ejemplo, Apple ha transferido a Foxconn, una empresa de Taiwan, la fabricación de todos sus productos.

Pero las empresas pueden exogenizar la producción y asegurarse de la propiedad intelectual de su marca gracias a los derechos de propiedad intelectual y sus instrumentos jurídicos internacionales que han sido avalados y reconocidos por los Estados a través de los acuerdos internacionales de inversión; el reconocimiento a los tribunales internacionales de justicia para controversias relacionadas con las inversiones, y gracias también a que los Estados consideran a la inversión extranjera directa la capacidad de determinación de la tecnología, la innovación y el empleo en sus propias economías.

En la exogenización de la producción en primera instancia la corporación se queda con la marca, de ahí la importancia del derecho a la propiedad intelectual y los tribunales de conciliación y arbitraje para diferencias relativas a inversiones. Son, de hecho, sus subcontratistas los que finalmente producen todo lo que estas corporaciones negocian. Pero esos subcontratistas, a su vez, tienen a su disposición una fuerza de trabajo abundante, barata y que, gracias a las zonas especiales de desarrollo económico, no tiene capacidad política de interferir en la producción porque tienen prohibida toda forma de sindicalización. Se produce así una situación paradójica: los trabajadores crecen a escala global pero, como clase obrera, prácticamente están anulados. Políticamente los obreros son irrelevantes.

Es una fuerza de trabajo precarizada a nivel global. La precarización laboral es el otro lado de la exogenización de la producción. La precarización es, en realidad, creada desde la anulación política de la clase obrera y, por ello, corresponde a una dinámica política. Sin embargo, para que la precarización se convierta en un vector clave de la producción globalizada es necesario evitar que el Estado intervenga sobre la sociedad, sobre todo a través de la regulación, control y política social. Al mismo tiempo es necesario que los derechos de los trabajadores se anulen políticamente. El Estado debe achicarse. Así, la exogenización de la producción es también un resultado de las políticas de austeridad que recortan al Estado y las políticas de des-sindicalización que destruyen la capacidad política de los trabajadores.

En ese contexto, las referencias teóricas de la economía se quedaron en el siglo XX. El equilibrio general no es ni funcional ni metodológicamente pertinente para comprender a las corporaciones del siglo XXI, sobre todo a aquellas que manejan, controlan y administran la demanda y la oferta.

El precio: un espacio de disputas políticas

Estos procesos de endogenización de la demanda y exogenización de la oferta suscitan una cuestión: ¿qué significación tienen para el equilibrio económico? Si el equilibrio económico, supuestamente, es el locus desde el cual se estructuran y definen los sistemas de precios globales, pero si ya no existen como fuerzas cuasi-naturales ni la oferta ni la demanda, entonces, ¿cómo se forman los precios en contextos de endogenización de la demanda y exogenización de la oferta? Por ejemplo, ¿por qué la suscripción al Chat GPT de OpenAI o Midjourney tiene ese precio y no otro? ¿De dónde y cómo se estructuró ese precio? ¿qué tienen que ver esos precios con la demanda, con las preferencias reveladas del consumidor, con el equilibrio general, con los costos marginales de producción? Lo mismo puede decirse con un vasto conjunto de aplicaciones de internet y sus precios.

Si en esos precios no existe la lógica del equilibrio entre oferta y demanda, porque parten de un precio que es inelástico y que ha sido impuesto por fuera de cualquier punto de encuentro entre oferta y demanda y, por tanto, sin relación alguna con la competencia de mercado, entonces ¿cómo se definen? ¿qué significación tienen para el capitalismo? ¿qué rutas abren para los procesos globales de acumulación de capital? ¿cómo se estructuran esos precios?

Esto nos lleva a una constatación: los precios de las corporaciones de la sociedad de la información se estructuran, establecen, definen e imponen por fuera de la racionalidad económica y sin relación alguna con el cálculo económico; porque se han formulado desde otras determinaciones que no tienen relación con la economía, al menos con aquella economía que describen y analizan los libros de texto y el discurso oficial de la economía moderna.

Los precios que se originan desde estas corporaciones de la sociedad de la información nada tienen que ver con la racionalidad económica del siglo XX. Esos precios expresan procesos relativamente novedosos como son la endogenización de la demanda y la exogenización de la oferta.

Si esos precios no nacen desde la economía, porque no tienen relación alguna con el equilibrio económico, ni las preferencias reveladas del consumidor, entre otras, entonces ¿cómo se definen? ¿cuál es su estructura más fundamental? Y una intuición clave es que los procesos más fundamentales que definen esos precios en realidad obedecen a fenómenos políticos y globales. Esos precios, a la larga y esencialmente son políticos. Dependen de circunstancias y procesos políticos concretos e históricamente determinados.

Para que los ciudadanos pongan su información personal en las redes se necesita de la desregulación a las corporaciones que administran esta información y esas redes. Para que estas empresas puedan realizar minería de datos (machine learning, big data, data science, etc.), también se necesita de desregulación y de asimetrías entre el poder de los ciudadanos y aquel de las corporaciones. ¿Qué poder regulador controla el uso de datos, por ejemplo, de Google? ¿Qué estructura legal regula el hecho que OpenAI haya usado a toda la humanidad literalmente como conejillo de Indias para sus programas de inteligencia artificial? ¿Qué instancias de control ético y moral pueden regular y controlar el uso de la información que utiliza Alexa?

Para que las corporaciones puedan colectar datos globales y administrarlos necesitan de la complicidad de los Estados, los sistemas jurídicos y los sistemas políticos a escala global. Para que se pueda exogenizar la oferta se necesita precarizar al trabajo y, para que esto ocurra, se necesita deconstruir y derrotar políticamente a la clase obrera y eso, por definición, es una tarea política. Para proteger los derechos de propiedad intelectual de las marcas se necesita que los Estados realicen convergencias normativas hacia las prescripciones hechas por estas corporaciones en los tratados de libre comercio o acuerdos internacionales de inversión que son instancias, de hecho, políticas y en las cuales no participa la sociedad.

En definitiva, la endogenización de la demanda y la exogenización de la oferta tienen sustratos políticos y, evidentemente, globales. Es desde esa trama de circunstancias políticas que se crean las condiciones de posibilidad para que estas corporaciones puedan definir sus precios prescindiendo del mercado y de los equilibrios de mercado y de toda la racionalidad económica del siglo XX. De esta manera, entramos en una etapa en la que los precios dejan de ser económicos para convertirse en determinaciones políticas. Los usuarios o consumidores nada pueden hacer contra este sistema de precios que ahora se convierte en una gigantesca aspiradora de rentas.

La principal significación del equilibrio económico en circunstancias en las que la demanda se ha endogenizado y la oferta se ha exogenizado es que, esta vez, los precios adquieren una consistencia fundamentalmente política y el equilibrio general de la economía se transforma en una categoría política de desequilibrio general entre ciudadanos y corporaciones. A mayor desequilibrio mayores rentas para estas corporaciones. Un desequilibrio que se mantiene, consolida y expande gracias al poder político de estas corporaciones y a la debilidad de los Estados, de la democracia y de la clase obrera.

Si esto es así, entonces la trama que sostiene a estos precios se confunde, imbrica y yuxtapone a los procesos productivos que aún conservan aquella trama que los define desde el siglo XIX. En esa mezcla, el capitalismo contamina todos los procesos productivos y los lleva, de grado o por fuerza, a esa lógica en la que los precios se definen desde la política. Son precios que deben dar cuenta de las circunstancias políticas que contribuyen a conformarlos, sostenerlos y consolidarlos, es decir, la política como relaciones de poder, como espacios de luchas, resistencias, violencia e imposiciones. Es el retorno de la economía política.

Endogenizar la demanda y exogenizar la oferta implica administrar políticamente los precios y eso supone administrar políticamente a la sociedad. La lucha política que se supone se inscribía en las coordenadas del sistema político, en realidad se define antes: en la economía política. Se trata, por tanto, de un vasto proceso político que le permite a las corporaciones asegurar y controlar las condiciones políticas desde las cuales se estructuran estos precios como vectores políticos.

Quizá sea por ello que un espacio ad hoc y contingente como el Foro de Davos, finalmente, sea más importante y trascendente que cualquier Asamblea de Naciones Unidas. Porque en el Foro de Davos se trazan las coordenadas políticas (y, sobre todo, geopolíticas) sobre las cuales van a actuar las corporaciones de la sociedad de la información y se definen las coordenadas de esas luchas políticas.

Esto pone en otro nivel la lucha por las reivindicaciones sociales. Si los precios ahora constan en la esfera de la política, entonces será la política quien imponga sus límites y trace sus posibilidades. Pero para ello es necesario que los trabajadores puedan abrir la política para la discusión de la economía de la información. Para hacerlo, los trabajadores necesitan capacidad política que, lamentablemente, por ahora no tienen. Quizá ese sea uno de los retos del futuro y de la nueva izquierda.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/transformaciones-en-el-capitalismo-de-la-informacion/

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Ecología Social: En la era del hervor global, quiénes son los responsables?

En la era del hervor global, quiénes son los responsables?

 

José Seoane

Fuentes: Rebelión [Imagen: Una de las olas de calor más extremas de 2023 se está produciendo en pleno invierno austral. MetDesk]

La onda de calor en pleno invierno registrada en los días pasados en la región central sur de Sudamérica es un aviso para nuestros pueblos de lo que viene sucediendo en el hemisferio norte, a nivel global y sobre lo que vendrá.

Casi un mes atrás, en el primer artículo de esta serie, señalamos estas anomalías climáticas que ya despertaban las preocupaciones de científicos y activistas: récord en la temperatura de superficie en el Atlántico Norte, en la de los océanos a nivel global, en la retracción del crecimiento del hielo antártico en plena temporada fría, en la de la superficie terrestre. Y referíamos también a las trazas de sequías e incendios que se desplegaban por diferentes partes del mundo.

En este breve tiempo, el problema no ha hecho más que agravarse. Con una ola de calor histórica recorriendo parte del hemisferio norte, el 27 de julio pasado la Organización Meteorológica Mundial y el Servicio de Cambio Climático Copernicus de la Comisión Europea confirmaron que el mes de julio fue el más caluroso jamás registrado en la historia de la humanidad y se estima que, en términos anuales, el 2023 alcanzará similar récord. El propio Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en conferencia de prensa afirmó: “la era del calentamiento global ha terminado; ha llegado la era del hervor global […] El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es sólo el principio […] La única sorpresa es la velocidad del cambio […] Las consecuencias son claras y trágicas” (Guterres, 2023, la traducción es nuestra). Y dirigiéndose a los líderes mundiales exclamó “No más vacilaciones. No más excusas. Basta de esperar a que otros actúen primero. Ya no hay tiempo para eso. Todavía es posible […] evitar lo peor del cambio climático […] Pero sólo con una acción climática drástica e inmediata […] No más green washing (maquillaje verde).  No más engaños” (ídem). Una interpelación que recuerda el tono de las advertencias formuladas por Greta Thumberg y tantos activistas y movimientos a lo largo de años pasados.

Estas aseveraciones del Secretario General de Naciones Unidas tienen lugar cuando, al mismo tiempo, avanza la persecución de estos movimientos en el Sur y también en el Norte. Recordemos que sólo un mes y medio atrás, el pasado 21 de junio, el gobierno de Macron en Francia ilegalizó y decretó la disolución de la organización socioambiental Les Soulèvements de la Terre bajo la acusación de terrorismo; y sólo, tras las intensas críticas que esa decisión despertó a nivel local e internacional, el propio Consejo de Estado en agosto suspendió dicho decreto. Les Soulèvements es un colectivo fundado en 2021 que cuenta con más de 180 comités locales a lo largo del país, y que, en marzo pasado, había promovido una multitudinaria acción por el agua en la localidad de Sainte-Soline con la participación de más de 30 mil manifestantes. En la misma dirección, en España y el resto de Europa se incrementaron los procesos judiciales a activistas, en un contexto de emergencia ambiental donde estos movimientos crecen y avanzan, cada vez más, con formas de desobediencia civil y acción directa. En Nuestra América y el Sur global conocemos bien estas persecuciones y la trágica marca de asesinatos y amenazas, y de represión brutal a las protestas que golpean a nuestros pueblos; particularmente, a los que se enfrentan contra el despojo extractivista, como hoy sucede en la provincia de Jujuy en el norte de la Argentina.

Mientras tanto, “el clima extremo se está convirtiendo en la nueva normalidad”, como lo definió Guterres en la conferencia mencionada, afirmando que “todos los países deben responder y proteger a su población del calor abrasador, las inundaciones mortales, las tormentas, las sequías y los incendios furiosos que se derivan de ello [es necesario] salvar millones de vidas de la carnicería climática [climate carnaje en el original]” (ídem). Y sólo es una cita textual de lo dicho por el propio Secretario General de las Naciones Unidas días atrás.

Ahora bien, conociendo las causas, la probable evolución y las consecuencias de esta catástrofe; sabiendo perfectamente lo que hay que hacer para impedirla o morigerarla; ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación? ¿Quiénes nos han conducido hasta esta pretendida “nueva normalidad”? ¿Quiénes son los responsables de que ahora debamos pensar en sobrevivir en la “era del hervor global”?

El calentamiento global es resultado del incremento sustantivo en la atmosfera de los llamados “gases de efecto invernadero” (GEI), particularmente del dióxido de carbono (CO2), y la solución obvia es reducir o eliminar su emisión. Repasemos brevemente los datos científicos disponibles sobre ello. Si analizamos la distribución de estas emisiones de GEI por país, sabemos que los 20 países más industrializados y ricos son responsables del 80% (Guterres, 2023). Solamente, EE.UU., la Unión Europea, China, India, Rusia y Japón emiten más del 65% del CO2 (Marchini, 2022). Si bien, considerando el total por país, el principal emisor hoy es China; la distribución es completamente diferente si examinamos el tema en relación con la población, siendo que los países con mayores emisiones de CO2 per cápita son los Estados del Golfo Pérsico, EE. UU., Australia y Canadá (ídem). A todas luces, los responsables del cambio climático resultan principalmente los países más ricos, del norte y, en especial, los del viejo centro del capitalismo industrial. Tal es así, que la Convención y los primeros acuerdos de Naciones Unidas sobre esta cuestión reconocían explícitamente estas responsabilidades diferenciadas. Una desigualdad que se ensancha más aún si consideramos la contribución por país a las emisiones de CO2 en términos históricos, un rubro donde sólo las emisiones de EE.UU. y la Unión Europea representan el 47% (ídem). Siendo que el dióxido de carbono permanece en la atmósfera por cientos de años, la emisiones incrementadas desde la I° Revolución Industrial, por Inglaterra primero, en base a la máquina de vapor y el consumo de carbón, constituyen una deuda climática significativa que tiene el Norte con el Sur.

Examinemos el aspecto social del cambio climático. El 50% de la población mundial con menores ingresos solo es responsable del 7% de las emisiones mientras que el 10% más rico es el culpable de casi el 50% de las emisiones de CO2 anuales (Chancel y Piketty, 2022). De modo incuestionable, el cambio climático está vinculado a un modo de vida imperial del que goza solo una pequeña porción de la sociedad (Brand y Wissen, 2021) y su resolución conlleva cuestionar este patrón de distribución y consumo donde inevitablemente la justicia climática y la social marchan íntimamente unidas. La injusticia es de tal magnitud que los países y poblaciones que menos han contribuido y contribuyen al cambio climático, los más pobres y menos industrializados, son los que más sufren y sufrirán los efectos de esta catástrofe en progreso.

Finalmente, podemos considerar las emisiones de CO2 por sector de actividad económica y matriz energética. Considerando todos los gases de efecto invernadero, según mediciones de 2019, el 34% de las emisiones proviene de la industria, el 22% de la agricultura, y el 16% del transporte y de la infraestructura edilicia (Marchini, 2022). Resulta claro que una reducción radical de las emisiones supone una transformación profunda de las formas de producción y de vida. Respecto de las fuentes de energía, los datos son aún más elocuentes; para 2019 más del 84% de las emisiones corresponden al consumo de los llamados combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) que, paradójicamente, sigue incrementándose a nivel global (ídem).

No se trata sólo de un problema de resolución tecnológica, no se soluciona simplemente con el desarrollo de energías renovables y menos si la transición queda bajo control corporativo. En su excelente libro, Andreas Malm (2020) demuestra, con una sustanciosa evidencia empírica, que la opción por una industrialización en base a la máquina de vapor y el uso del carbón en la Inglaterra del siglo XIX no se basó en un cálculo de rentabilidad ni de eficiencia tecnológica sino en el hecho de que resultaba la mejor opción para los industriales ingleses en el objetivo de debilitar las demandas y fuerza de los trabajadores. Una opción del capital contra el trabajo. También, a principios del siglo XX se fabricaban autos eléctricos -el famoso Detriot Model D, entre otros-, pero socialmente se impuso el del motor de gasolina. Las opciones tecnológicas se sustentan en intereses sociales.

Cuando las olas de calor nos agobien, o las lluvias inunden la vida de las poblaciones urbanas, o las sequías provoquen desertificación e incrementen los precios de los alimentos y los incendios vuelvan irrespirable el aire, cuando se intensifique lo que ya está sucediendo, sabemos bien quienes son los responsables, quienes defienden sus escandalosas ganancias y su super-bienestar a expensas de la mayoría de la población mundial. Enfrentar esos sectores e intereses, ese es el desafío que el cambio climático le impone a nuestros pueblos  y a la humanidad.

Bibliografía:

Brand, Ulrich y Wissen, Markus 2021 Modo de vida imperial (Buenos Aires: Tinta Limón).

Chancel, Lucas y Piketty, Thomas 2022 “La descarbonización exige redistribución” en Thumberg, G. (comp.) El libro del clima (Madrid: Lumen)

Guterres, Antonio 2023 “Secretary-General’s opening remarks at press conference on climate”, 27 de Julio. Disponible en http://www.un.org/sg/en/content/sg/speeches/2023-07-27/secretary-generals-opening-remarks-press-conference-climate (la traducción al español es nuestra)

Malm, Andreas 2020 El capital fósil (Madrid: Capitan Swing)

Marchini, Timoteo 2022 “El efecto invernadero”, en AA. VV. Clima (Buenos Aires: El gato y la caja)

Seoane, José 2023 “El futuro (colapso ecológico) ya llegó. El super Niño en la super crisis climática”

José Seoane. Sociólogo, investigador del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), Fac. de Ciencias Sociales, UBA.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/en-la-era-del-hervor-global-quienes-son-los-responsables/

 

 

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España: Un dardo dirigido contra la pedagogía

Un dardo dirigido contra la pedagogía

Carlos Javier Blanco Martín

Llevo muchos años denunciando el carácter pseudocientífico de la Pedagogía. Son tantas y tan dispares las “ciencias de la educación” que ninguna de ellas, ni tampoco una suma integral de todas ellas parece alzarse, de manera legítima e inapelable, como la disciplina capaz de prescribir cómo tenemos que enseñar: ni el qué ni el cómo, ni el cuándo ni el dónde enseñar.

Si uno elige una de esas “ciencias de la educación” como saber principal o rector de los demás (psicología, sociología, neurociencia, didáctica…), tendrá que rendirse de manera honesta y objetiva ante un hecho: no hay “una sola” teoría psicológica sobre la educación, no hay una sola teoría social o un solo consejo didáctico sobre qué enseñar. Tampoco hay consenso científico sobre cómo es mejor hacerlo, qué herramientas es preferible emplear, etc. El panorama, como ocurre con todos los demás saberes sociales y humanísticos, es complejo. Múltiples “paradigmas”, variados y contradictorios enfoques y modelos. El docente tiene demasiado dónde elegir…Y esto de elegir un modelo o una teoría de forma arbitraria no es, desde el punto de vista gnoseológico, demasiado alentador.

Sin embargo, con cada nueva fase de reajuste del capitalismo occidental, y muy tangiblemente, con cada nuevo ciclo político en España, se tensiona más la cuerda y se somete a la Escuela (y por extensión, a la Secundaria y a la Universidad) a nuevos desmantelamientos. El hecho puro y simple de que la educación española se está degradando (menos conocimientos y más “competencias” o “saberes básicos”, menos esfuerzo intelectual y más “gamificación” y “cultura de la reclamación de notas”) sólo se puede iluminar a la luz de una causa explicativa: neoliberalismo. El neoliberalismo desmantela la Escuela. Un ejemplo: el DUA (“Diseño Universal de Aprendizaje”).

Los poderes mundialistas han dado con una formulita mágica. Se han acabado los centros de Educación Especial. Se han cargado a los especialistas en niños con dificultades especiales. Se elimina la pedagogía terapéutica. Se acabó el dinero para crear aulas específicas, dotadas de personal y material especializado, espacios tendentes a dar respuesta a necesidades educativas especiales. Es cuestión de tiempo. Bajo una capa de barniz ultraprogresista, esto es, tras declararle supuestamente la guerra a la discriminación, la real y la inventada, se sacan de la manga una nueva jerga, y lo de inventarse jergas es la única especialidad en la que los pedagogos son expertos: el “Diseño Universal de Aprendizaje” [D.U.A]

Y ¿qué es eso del DUA?, se preguntarán. Pues hablando en román paladino, el D.U.A. es la justificación verbal y pseudocientífica para eliminar una atención educativa específica a quien realmente precisa de una atención educativa específica.

La jugada neoliberal sólo puede pasar inadvertida a un espectador intoxicado él mismo por las jergas del ultraprogresismo: todos somos distintos, nos dicen, cada uno de los miembros de nuestra especie posee su “perfil de salida” (concepto que recuerda a las necias ideas sobre la “trazabilidad” de los productos comerciales) y, partiendo de esos supuestos pseudocientíficos, el profesor en el aula debe lograr cosas distintas de chicos distintos. Nada de “pedir a todos lo mismo”. Esto de elevarse por encima de lo que tus genes o tu clase social han predeterminado, es un empeño anticuado.

El neoliberalismo inherente al D.U.A. consiste en generalizar un engaño: que no traumaticen los docentes a quienes “parten de su propio perfil” (léase, parten de situaciones socioeconómicas y cognitivas muy malas). No elevemos a nadie. La Educación ya no será más un ascensor social (al menos para algunos). Busquemos en los chicos, sobre todo, felicidad, adaptación al sistema (un sistema que es, cada vez más, un cibersistema), da igual su descarada ignorancia. Mientras tanto, cerremos los colegios de Educación Especial y evitemos “sacar” a alumnos de su grupo de referencia (que suele ser un mero grupo de edad) para no discriminarlo.

¿Quién “se come el marrón”? El docente, eso es evidente. El docente “diseñará” una clase y un programa diferente para cada hijo de su padre y/o de su madre o de su progenitor o progenitora. Esta es la nueva Pedagogía, la que se impone en España con fuerza de ley (la LOMLOE, 2020).

¿Fundamentos de esta normativa estatal de obligado cumplimiento? Los propios de la Pedagogía: cero. ¿Adornos para adobar, endulzar y meter de tapadillo esta nueva jugarreta neoliberal? Muy sencillo: el gran adorno de nuestros días es el prefijo “neo”. En los años 70 y 80 ponían el prefijo “psico” a todas las cosas. Fue el auge de las ciencias “psi”. Hoy, como todas las modas americanas, el prefijo ornamental y otorgador inmediato de prestigio y relumbrón es el de “neuro”. Es la moda de lo “neuro”. Se habla de “neuroética”, de “neuroeconomía”, etc.

El DUA dice basarse en “tres redes neuronales” (¡sólo tres!¡como si en nuestro cerebro no existieran millones de ellas!) a saber: reconocimiento, emoción y estrategia. Que sean tres y no cuatro o diez, o cien, es absolutamente arbitrario. Pretenden a un tiempo, legisladores y pedagogos, hacer pasar por ciencia lo que no es sino una propuesta salida de las neuronas de dos profesores de Harvard, un par de pedagogos y psicólogos (por cierto muy ligados a “lo digital”).

Teniendo en cuenta que en el ámbito universitario de la Psicología y de las “ciencias de la educación”, los modelos (que no teorías definitivamente asentadas) se cuentan por cientos o por miles, no deja de ser significativo que la LOMLOE, la ley de corta y pega traducida de manera automáticamente -en todos los sentidos de la palabra “automático”- a partir de la UNESCO y de los organismos “supranacionales” , imponga un solo modelo, muy concreto y muy discutible, el de estos dos personajes de Harvard, para que los docentes, de manera ovejuna y acrítica, lo pongan en práctica.

Hay autores, como Alberto Royo o Santiago Moreno Castillo, que llevan un tiempo señalando estos desaguisados y estas arbitrariedades de los pedagogos. Son estropicios que, a mi entender, que llevarían a risa si la cultura en general y la cultura en Epistemología, en particular, fuera superior entre el público y muy concretamente entre los docentes.

Alberto Royo acaba de publicar un breve dardo (“Contra el pedagogismo”, Letras Inquietas, 2023) que se clava en la diana del problema: el problema que no es otro que el deterioro que el neoliberalismo está causando en la educación española. Esperamos nuevos dardos y misiles contra este fraude que es la pedagogía.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/un-dardo-dirigido-contra-la-pedagogia

 

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El regreso del trabajo infantil es la última señal del declive de Estados Unidos

Por: Steve Fraser

En 1906 un anciano jefe amerindio visitó Nueva York por primera vez. Tenía curiosidad por la ciudad y la ciudad estaba interesada en él. Un reportero de una revista le preguntó al jefe amerindio qué fue lo que más le sorprendió de sus viajes a la ciudad. ”Los pequeños niños que trabajan”, respondió el visitante.

El trabajo infantil podría haber sorprendido a este extranjero, pero era demasiado común en ese momento en los Estados Unidos urbanos e industriales (y en las granjas donde había sido común durante mucho tiempo). Más recientemente, sin embargo, se ha vuelto mucho más raro. La ley y la práctica casi lo han hecho desaparecer, suponemos la mayoría de nosotros. Y nuestra reacción a su reaparición podría ser como la de ese jefe: conmoción, incredulidad.

Pero será mejor que nos acostumbremos, porque el trabajo infantil está volviendo. Un número asombroso de cargos electos están realizando esfuerzos concertados (The New Yorker, “Child Labor is on the Rise”, 4 de junio de 2023 en la web) para debilitar o derogar leyes que han impedido durante mucho tiempo (o al menos han reducido seriamente) la posibilidad de explotar a los niños y niñas.

Recuperad el aliento y considerad esto: la cantidad de niños/as que trabajan en los Estados Unidos aumentó en un 37 % entre 2015 y 2022. En los últimos dos años, 14 estados introdujeron o promulgaron leyes que revocan las regulaciones que rigen la cantidad de horas que los niños pueden trabajar, reducen las restricciones al trabajo peligroso y legalizan los salarios mínimos para los jóvenes.

El estado de Iowa ahora permite que los jóvenes de 14 años trabajen en lavanderías industriales. A la edad de 16 años, pueden aceptar trabajos en los sectores de techado, construcción, excavación y demolición y pueden utilizar maquinaria motorizada. Los jóvenes de 14 años pueden incluso trabajar de noche, y a partir de los 15 años pueden trabajar en cadenas de montaje. Todo esto, por supuesto, estaba prohibido no hace mucho tiempo.

***

Los electos dan justificaciones absurdas para estas desviaciones de las prácticas establecidas desde hace mucho tiempo. El trabajo, nos dicen, alejará a los niños de los ordenadores, videojuegos o televisión. O privará al gobierno del poder de dictar lo que los niños pueden o no hacer, dejando a los padres el control, una afirmación que ya se ha convertido en una fantasía por los esfuerzos para eliminar la legislación social protectora y permitir que los niños/as de hasta 14 años trabajen sin la autorización formal de los padres.

En 2014, el Instituto Cato, un grupo de expertos de derecha, publicó “Un caso contra las prohibiciones del trabajo infantil”, argumentando que tales leyes sofocan las perspectivas de futuro de los niños pobres, especialmente los niños negros. La Foundation por Government Accountability [Fundación para la obligación del gobierno de rendir cuentas], un grupo de expertos financiado por una serie de donantes conservadores adinerados, incluida la familia DeVos [Betsy DeVos, Secretaria de Educación bajo la administración Trump], ha encabezado los esfuerzos para debilitar las leyes de trabajo infantil, y Americans for Prosperity, la fundación multimillonaria de los hermanos Koch

 

[muy involucrada en inversiones petroleras]

, se ha unido a ellos.

Estos ataques no se limitan a los estados rojos (republicanos) como Iowa o los del Sur. California, Maine, Michigan, Minnesota y New Hampshire, así como Georgia y Ohio, también han sido objeto de este tipo de intervenciones. Durante los años de la pandemia, incluso Nueva Jersey aprobó una ley que aumenta temporalmente las horas de trabajo permitidas a los jóvenes de 16 a 18 años.

***

La cruda verdad es que el trabajo infantil da sus frutos y se está volviendo notablemente generalizado. Es un secreto a voces que las cadenas de comida rápida han empleado a trabajadores menores de edad durante años y solo consideran las multas ocasionales como parte del coste de funcionamiento. En Kentucky, niños y niñas de hasta 10 años han trabajado en dichos centros de restauración y los niños mayores han excedido los límites horarios prescritos por la ley. En Florida y Tennessee, los techadores ahora pueden tener 12 años.

Recientemente, el Departamento de Trabajo descubrió a más de 100 niños de entre 13 y 17 años que trabajaban en plantas empacadoras de carne y mataderos en Minnesota y Nebraska. Y estas no eran operaciones raras. Empresas como Tyson Foods y Packer Sanitation Services, propiedad del fondo de inversión BlackRock, la empresa de gestión de activos más grande del mundo [consulte el artículo sobre estos fondos publicado en la web de À l’Encontre], también están incluidas en la lista.

En este punto, casi toda la economía está notablemente abierta al trabajo infantil. Las fábricas de ropa y los fabricantes de piezas de automóviles (que abastecen a Ford y General Motors) emplean a niños inmigrantes, a veces en jornadas laborales de 12 horas. Muchos de ellos se ven obligados a abandonar la escuela para evitar ser sancionados. De manera similar, las cadenas de suministro de Hyundai y Kia dependen de los trabajadores infantiles en Alabama.

Según lo informado por el New York Times el pasado mes de febrero (“Alone and Exploited, Migrant Children Work Brutal Jobs Across the US” de Hannah Dreier, 25 de febrero de 2023) –ayudando a crear conciencia sobre el nuevo mercado de trabajo infantil– los niños menores de edad, especialmente los migrantes, trabajan en plantas empacadoras de granos y plantas de procesamiento de alimentos. En Vermont, los “ilegales” (porque son demasiado jóvenes para trabajar) operan máquinas de ordeño. Algunos niños ayudan a hacer camisetas de J. Crew [una importante empresa de ropa lista para usar] en Los Ángeles, hornean bollos para Walmart [el minorista más grande de los Estados Unidos] o trabajan en la producción de Fruit of the Loom [muy conocida firma]. El peligro acecha.

La periodista Hannah Dreier ha hablado de una “nueva economía explotadora”, especialmente cuando se trata de niños inmigrantes. Un maestro de escuela en Grand Rapids, Michigan, al observar la misma situación, comentó: “Estás tomando niños de otro país y casi poniéndolos en la servidumbre industrial”.

Hace mucho tiempo, hoy

Hoy en día podemos estar tan asombrados por este espectáculo deplorable como lo estaba este jefe nativo americano a principios del siglo XX. Nuestros antepasados ​​no lo habrían estado. Para ellos, el trabajo infantil se daba por descontado.

Además, los miembros de las clases altas de Gran Bretaña que no estaban obligados a trabajar duro consideraron durante mucho tiempo el trabajo como un tónico espiritual capaz de frenar los impulsos rebeldes de las clases bajas. Una ley isabelina de 1575 preveía la asignación de fondos públicos para el empleo de niños como “profilaxis contra los vagabundos y los pobres”.

En el siglo XVII, el filósofo John Locke [1632-1704, autor de Essay on Human Understanding, uno de los principales actores de la Royal African Company, pilar de la trata de esclavos], entonces célebre “defensor de la libertad”, argumentó que los niños de tres años de edad debían ser incluidos en la fuerza laboral. Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, se regocijó de que “los niños de cuatro o cinco años pudieran ganarse el pan”. Más tarde, Jeremy Bentham [1748-1832, precursor del liberalismo], padre del utilitarismo, optaría por los cuatro años, porque de lo contrario la sociedad sufriría la pérdida de ¡“años preciosos en los que no se hace nada”! Nada para la industria! ¡Nada para la mejora, moral o intelectual”.

El informe sobre la industria manufacturera publicado en 1791 por el “padre fundador” estadounidense Alexander Hamilton [1757-1804, Secretario del Tesoro de 1789 a 1795] señaló que los niños “que de otro modo estarían ociosos” podrían convertirse en una fuente de mano de obra barata. La afirmación de que el trabajo a una edad temprana evita los peligros sociales de la “holgura y la degeneración” siguió siendo una constante de la ideología de las élites hasta bien entrada la era moderna. Obviamente, esto sigue siendo así hoy en día.

***

Cuando la industrialización realmente comenzó durante la primera mitad del siglo XIX, los observadores notaron que el trabajo en las nuevas fábricas (especialmente las fábricas textiles) “lo hacían mejor las niñas de 6 a 12 años”. En 1820, los y las niños constituían el 40% de los trabajadores de las fábricas en tres estados de Nueva Inglaterra. En el mismo año, los y las niños menores de 15 años representaban el 23% de la mano de obra manufacturera y hasta el 50% de la producción textil de algodón (“Child Labor in the United States”, Robert Whaples, Wake Forest University).

Y estos números no harán más que aumentar después de la Guerra Civil [1861-1865]. De hecho, las y los hijos de antiguos esclavos fueron re-esclavizados a través de acuerdos de aprendizaje muy vinculantes. Mientras tanto, en Nueva York y otros centros urbanos, los padroni italianos aceleraron la explotación de niños inmigrantes tratándolos con brutalidad. Incluso el New York Times se ofendió: “El mundo ha dejado de robar hombres de las costas africanas para secuestrar niños en Italia”.

Entre 1890 y 1910, el 18% de los niños y niñas de 10 a 15 años, o sea unos dos millones de jóvenes, trabajaban, a menudo, 12 horas al día, seis días a la semana.

Sus empleos cubrían el frente de mar, demasiado literalmente ya que, bajo la supervisión de padroni, miles de niños desvainaban ostras y recogían gambas. Los niños también eran pregoneros y vendedores de periódicos. Trabajaban en oficinas y fábricas, bancos y burdeles. Eran “rompedores” y “abridores de puertas de madera que permiten el acceso de aire” en minas de carbón mal ventiladas, trabajos particularmente peligrosos e insalubres. En 1900, de los 100.000 trabajadores de las fábricas textiles del sur, 20.000 tenían menos de 12 años.

Los huérfanos de las ciudades eran enviados a trabajar en las fábricas de vidrio del Medio Oeste. Miles de niños y niñas se quedaron en casa y ayudaron a sus familias a confeccionar ropa para los talleres clandestinos. Otros empacaban flores en tiendas mal ventiladas. Un niño de siete años explicaba: “Prefiero la escuela a la casa. No me gusta la casa. Hay demasiadas flores”. En la granja, la situación no era menos sombría: niños de tres años trabajan pelando bayas.

En la familia

Está claro que, hasta el siglo XX, el capitalismo industrial dependía de la explotación de los niños, más baratos de emplear, menos capaces de resistir y, hasta el advenimiento de tecnologías más sofisticadas, se adaptaban bien a las máquinas relativamente sencillas existentes en ese momento.

Además, la autoridad ejercida por el jefe estaba en consonancia con los principios patriarcales de la época, ya fuera dentro de la familia o incluso en las más grandes de las nuevas empresas industriales de la época, que eran propiedad mayoritariamente de familias, como las acerías de Andrew Carnegie. Este capitalismo familiar dio origen a una alianza perversa entre patrón y subcontratistas que transformó a las y los niños en trabajadores asalariados en miniatura.

Mientras tanto, las familias de la clase obrera estaban tan gravemente explotadas que necesitaban desesperadamente los ingresos de sus hijos e hijas. Como resultado, en la Filadelfia de principios de siglo, el trabajo infantil representaba entre el 28 % y el 33 % de los ingresos de las familias biparentales nacidas en el país (Monthly Labor Review, “History of child labor in the United States -part 1: Little children working”, enero de 2017). Entre los inmigrantes irlandeses y alemanes las cifras fueron de 46% y 35% respectivamente. Por lo tanto, no sorprende que los padres de clase trabajadora se hayan opuesto a menudo a las propuestas de ley sobre el trabajo infantil. Como señaló Karl Marx, cuando el trabajador ya no puede mantenerse a sí mismo, “ahora vende a su esposa e hijo/a, se convierte en un traficante de esclavos”.

Sin embargo, la resistencia comenzó a organizarse. El sociólogo y fotógrafo Lewis Hine escandalizó al país con desgarradoras fotos de niños trabajando en fábricas y minas (pudo acceder a estos lugares de trabajo fingiendo ser un vendedor de Biblias). Mother Jones [1837-1930], la militante sindical, encabezó una “cruzada de niños” en 1903 en nombre de los 46.000 trabajadores en huelga en Filadelfia. Doscientos delegados de trabajo infantil marcharon a la residencia del presidente Teddy Roosevelt [1901-1909] en Oyster Bay, Long Island, para protestar, pero el presidente simplemente pasó la pelota, diciendo que el trabajo infantil correspondía a la competencia de los estados y no al gobierno federal.

Aquí y allá, los niños intentan escapar. En respuesta, los propietarios comenzaron a rodear sus fábricas con alambre de púas o hacer que los niños trabajaran de noche, cuando el miedo a la oscuridad les impedía escapar. Algunas de las 146 mujeres que perecieron en el infame incendio de la Triangle Shirtwaist Factory de 1911 en el Greenwich Village de Manhattan (los dueños de esta fábrica de ropa cerraron las puertas con llave, lo que obligó a las trabajadoras atrapadas a saltar desde las ventanas de los pisos superiores hacia la muerte desde las ventanas de los pisos superiores) no eran mayores de 15 años. Esta tragedia no hizo más que alimentar la creciente ira contra el trabajo infantil.

***

En 1904 se creó un comité nacional sobre trabajo infantil. Durante años, presionó a los estados para prohibir, o al menos limitar, el trabajo infantil. Las victorias, sin embargo, fueron a menudo pírricas, ya que las leyes promulgadas eran invariablemente débiles, tenían docenas de exenciones y se aplicaban de manera deficiente. Finalmente, en 1916, se aprobó una ley federal que prohibió el trabajo infantil en cualquier lugar. En 1918, sin embargo, el Tribunal Supremo la declaró inconstitucional.

De hecho, no fue hasta la década de 1930, después de la Gran Depresión, que las condiciones comenzaron a mejorar. Dada la devastación económica, se podría suponer que el trabajo infantil barato habría sido muy apreciado. Sin embargo, ante la escasez de puestos de trabajo, los adultos, y especialmente los hombres, tomaron el relevo y comenzaron a realizar tareas que antes estaban reservadas a los niños. Durante estos mismos años, el trabajo industrial comenzó a incorporar maquinaria cada vez más compleja que resultaba demasiado difícil para los niños/as pequeños/as. Al mismo tiempo, la edad de escolarización obligatoria siguió aumentando, lo que limitó aún más el número de niños/as trabajadores disponibles.

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Más importante aún, el espíritu de la época cambió. El movimiento obrero insurgente de la década de 1930 odiaba la idea misma del trabajo infantil. Las fábricas sindicalizadas y las industrias enteras eran zonas prohibidas para los capitalistas que buscaban explotar a los y las niños/as. En 1938, con el apoyo de los sindicatos, la administración New Deal del presidente Franklin Roosevelt finalmente aprobó la Fair Labor Standards Act que, al menos en teoría, puso fin al trabajo infantil (aunque eximió a la industria agrícola, en la que este tipo de trabajo seguía siendo corriente).

Además, el New Deal de Roosevelt transformó las mentalidades en todo el país. Un sentido de igualitarismo económico, un nuevo respeto por la clase trabajadora y una desconfianza sin límites hacia la casta corporativa, hicieron que el trabajo infantil fuera particularmente repugnante. Además, el New Deal marcó el comienzo de una larga era de prosperidad, que incluyó mejores niveles de vida para millones de hombres y mujeres trabajadoras que ya no necesitaban el trabajo infantil para llegar a fin de mes.

Vuelta hacia el pasado

Es tanto más asombroso descubrir que una plaga, que creíamos desterrada, vuelve a vivir. El capitalismo estadounidense es un sistema internacionalizado, sus redes se extienden prácticamente por todas partes. Hoy en día, se estima que hay 152 millones de niños y niñas trabajadores en todo el mundo. Por supuesto, no todos ellos/as están empleados directa o indirectamente por empresas estadounidenses. Pero estos millones ciertamente deberían recordarnos cuán profundamente retrógrado se ha vuelto el capitalismo una vez más, tanto en nuestra casa como en otras partes del planeta.

Los alardes sobre el poder y la riqueza de la economía estadounidense son parte del sistema de creencias y la retórica de las élites. Sin embargo, la esperanza de vida en los Estados Unidos, una medida fundamental de la regresión social, ha estado disminuyendo durante años. La atención médica no solo es inasequible para millones de personas, sino que su calidad se ha vuelto mediocre en el mejor de los casos si no se pertenece al 1% superior. Asimismo, las infraestructuras del país están en declive desde hace mucho tiempo, debido a su antigüedad y a las décadas de abandono.

Estados Unidos, por lo tanto, debe ser considerado como un país “desarrollado” azotado por el subdesarrollo y, en este contexto, el retorno del trabajo infantil es profundamente sintomático. Incluso antes de la gran recesión que siguió a la crisis financiera de 2008, el nivel de vida había caído, especialmente para millones de trabajadores/as golpeados por un tsunami de desindustrialización que duró décadas. Esta recesión, que oficialmente duró hasta 2011, solo empeoró la situación. Ejerció más presión sobre los costos laborales, ya que el trabajo se volvió cada vez más precario, cada vez más desprovisto de beneficios y desorganizado. En estas condiciones, ¿por qué no recurrir a otra fuente de mano de obra barata: los niños y niñas?

Los más vulnerables entre ellos provienen del extranjero, inmigrantes del Sur, que huyen de economías en crisis, a menudo vinculadas a la explotación y dominación económica estadounidenses. Si este país está experimentando hoy una crisis fronteriza – y lo está-, sus orígenes se encuentran de este lado de la frontera [y no principalmente en Centroamérica o México].

La pandemia de la Covid-19 de 2020-2022 creó una breve escasez de mano de obra, que se convirtió en una excusa para que los niños y niñas volvieran a trabajar (a pesar de que el regreso del trabajo infantil en realidad es anterior a la pandemia). Estos niños trabajadores del siglo XXI deben ser considerados como un signo distintivo de la patología social actual. Estados Unidos todavía puede tiranizar partes del mundo, mientras hace alarde constantemente de su poderío militar. Pero en su casa, están enfermos.

Steve Fraser es autor, entre otras obras, de Mongrel Firebugs and Men of Property: Capitalism and Class Conflict in American History, Ed. Verso, 2019.  Sus libros anteriores incluyen Class Matters: The Stange Career of an American Delusion, Yale University Press, 2018, The Age of Aquiescence: The life and Death of American Resistence to Organised Wealth and Power, Little, Brown and Company, 2015.

Artículo original publicado en la web de Tom Dispatch el 6 de julio de 2023.

Texto original: https://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/le-retour-du-travail-des-enfants-est-le-dernier-signe-du-declin-des-etats-unis.html

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/el-regreso-del-trabajo-infantil-es-la-ultima-senal-del-declive-de-estados-unidos/

 

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Ecuador: Organizar la ignorancia

Organizar la ignorancia

Pedro Pierre

 

He aquí otra característica del sistema neoliberal que nos organiza, o más bien, que nos desorganiza. Una de sus mayores perversidades es justamente ‘organizar la ignorancia’. Lo hemos visto con el gobierno de Lenin Moreno. Lo primero que hizo en ese sentido fue pedir la asesoría del FMI (Fondo Monetario Internacional): reducir drásticamente el presupuesto de la educación, dejar de pagar a los maestros y profesores sin contrato permanente, reducir el presupuesto del desayuno escolar, quitar las ayudas para los arreglos de los edificios escolares, suspender la formación de maestros y profesores, detener el nombramiento de nuevos educadores, permitir el cobro de matrículas y otros gastos más…

Así hemos llegado al desastre educativo actual: la deserción escolar porque los padres no pueden pagar los gastos escolares, cierre de escuelas o la suspensión de materias o por la no renovación del material necesario, atraso en la entrega de diploma por falta de personal o cobros indebidos, aumento del número de estudiantes de los sectores populares que pueden entrar a la universidad o tienen que suspender sus estudios por supresión de becas, por otra parte desempleo de maestros y profesores que hacen de taxistas en carros alquilados…

El sistema neoliberal multiplica la ganancia a costa de la marginación y explotación de los pobres debidas al bajo nivel escolar. No quiere personas preparadas intelectual y profesionalmente que reclamen por sus derechos, que emprendan actividades profesionales, que investiguen caminos alternativos de economía solidaria. No le importa a un gobierno neoliberal que los pobres no puedan salir de la pobreza por falta de educación. Prefiere que se hundan en la violencia que el mismo sistema permite y fomenta.

Por este motivo Helder Cámara, gran obispo de Brasil y mentor de la Iglesia de los Pobres en América Latina, habló sobre las protestas violentas y los levantamientos de los pobres que no encuentran caminos para educarse ni alimentarse: “Hay tres tipos de violencia. La primera, madre de todas las demás, es la violencia institucional, esa que aplasta y humilla a millones de personas, violencia con ruedas silenciosas y bien engrasadas. La segunda es la violencia revolucionaria que surge del deseo de abolir la primera. La tercera es la violencia represiva, que se convierte en auxiliar y cómplice de la primera violencia, la que engendra todas las demás. No hay peor hipocresía que llamar violencia sólo a la segunda, pretendiendo olvidar la primera que la engendró y la tercera que la niega.” Martín Luther King, el líder de los afrodescendientes norteamericanos, decía en el mismo sentido: “La protesta es el lenguaje de los que no se quiere escuchar”. Por eso el papa Francisco clamó recientemente: “No dejemos robar a las nuevas generaciones la esperanza en un futuro mejor». La educación es para humanizarnos y hermanarnos.

Todo esto nos ayuda a evaluar los candidatos del proceso electoral que está en marcha: ¿Qué dicen sobre la educación? ¿Qué proyecto tienen para aumentar el presupuesto del ministerio de educación? Nos marean con soluciones ilusorias para eliminar la violencia, pero no señalan las causas. Una de las causas de la actual violencia es la falta de oportunidades para crecer en educación intelectual y profesional.

En días recientes, se nos comunicaba unos 10 caminos para crecer en educación y sabiduría. Estos son los siguientes: 1. Aprender a crecer con la sabiduría y los procesos de los pueblos. 2. Dejarnos mover por la utopía: generar alternativas y ser personas alternativas. 3. “Sin visiones nos perdemos”: mover y renovar nuestra mirada. 4. Creer en lo pequeño y crear con lo pequeño. 5. La sabiduría ancestral nos guía hacia el convivir armonioso. 6. Los conocimientos nos guían hacia el desarrollo humano integral. 7. La educación escolar nos abre al grito de los pobres, al susurro de las mujeres y a la voz de la Madre Tierra. 8. Las capacitaciones hace fluir la verdad y la bondad en un contexto de mentira y maledicencia. 9. La profesionalidad nos da la auténtica autoridad que es cercanía, servicio y coherencia de vida. 10. Los estudios nos abren a los nuevos lenguajes de la comunicación virtual y la inteligencia artificial.

Conozcamos las cosmovisiones indígenas que nos abren a los nuevos horizontes del Bien vivir personalmente, el Bien actuar colectivamente, la Vida buena de las utopías de nuestro continente de “la Tierra sin Mal”, porque las utopías son la motivación de una vida con sentido y felicidad. Exijamos educación gratuita ya que la Constitución señala el mínimo del presupuesto para la educación y que no se respeta, porque para eso pagamos impuestos. Denunciemos la perversidad de un sistema que nos quita el derecho a la educación gratuita desde la escuela primaria hasta los institutos de investigación. Es hora de luchar y luchar juntos por nuestra verdadera dignidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/organizar-la-ignorancia/
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