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Libro: Cómo dar clase a los que no quieren (PDF)

España / 10 de febrero de 2019 / Autor: Joan Vaello Orts / Fuente: Google Books

El secreto de enseñar no es tanto transmitir conocimientos como contagiar ganas, especialmente a los que no las tienen. Qué hacer con estos alumnos para integrarlos en la clase, o al menos conseguir que permitan trabajar a los que sí quieren, es el principal reto de las enseñanzas obligatorias, lo que pasa por la consecución de un clima favorable en el aula y en el centro mediante la creación de condiciones propicias que no se van a dar espontáneamente, sino que deben ser creadas por el profesor. Las propuestas que se sugieren en el libro parten de la consideración de la convivencia y el aprendizaje como dos facetas que forman parte de un único tronco común: la formación integral del alumno, que incluye el desarrollo de capacidades cognitivas (usualmente identificadas con el rendimiento académico), pero también de capacidades socioemocionales, tan frecuentemente ensalzadas en teoría como relegadas a un papel secundario en la práctica.

Link para la descarga:

https://drive.google.com/file/d/1wK2bcnLghQcvWXdoL6PfJqssA1C3vyUq/view?fbclid=IwAR0YhpXzgM-7YJQG6KZeJWNImMWQrn7yTnIUQrS2IzCX8cILmPmH33aFSDM

Fuente de la Reseña:

https://www.grao.com/es/producto/como-dar-clase-a-los-que-no-quieren

ove/mahv

 

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¿Que hacer cuando me enfado en clase? Carteles didácticos

Los niños también se enojan, se estresan, se irritan o se sienten dolidos. Decirles “no te enojes” “no llores” “no grites” no los ayuda a resolver lo que les pasa.  De hecho enojarse, sentir tristeza, reaccionar frente a las circunstancias está bien hasta cierto punto.
Nuestra responsabilidad como adultos es ayudarlos a gestionar sus emociones.
Y para esto es fundamental que ellos sean conscientes de lo que están sintiendo,que puedan identificar lo que les pasa.
Y entonces sí, después de esto, podemos darles herramientas para resolver.
En este caso, algunas sugerencias para tratar con el enojo. Estoy enojado..¿qué puedo hacer?
Geniales los materiales que ha preparado una de nuestras nuevas colaboradoras, se trata de Analia Capurro creadora de un fantástico blog  http://dehistoriasyaventuras.blogspot.com/

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Libro Pedagogía de la Indignación de Paulo Freire (descargar)

Pedagogía de la indignación; cartas pedagógicas en un mundo revuelto /Paulo Freire

Pedagogía de la indignación

¿Cuál es la indignación de la que habla el título de este libro, el último que escribió Paulo Freire? Tratándose de una obra suya, esa indignación está muy lejos de la rabia que se agota en sí misma. Es, más bien, una indignación política que apuesta a la construcción colectiva y a la esperanza.

¿Cómo enfrentar el reto de educar a los jóvenes para que no se conviertan en pequeños tiranos ni en seres inhibidos? Los padres y los profesores tienen que explorar una delicada tensión: dar libertad y autonomía y a la vez marcar límites, que equivalen a cuidar el entorno común y a respetar las diferencias. Se enseñan contenidos, pero también modos de habitar el mundo, de interpretarlo y de articular proyectos de cambio que se traducen en acción política: el objetivo no es “entrenar” a los jóvenes sino “formarlos” para una vida cada vez más compleja.

Con extrema lucidez, Freire habla asimismo de la violencia entre los adolescentes, que debe ser abordada con seriedad, sin estigmatizar a nadie, y de las revoluciones tecnológicas, que dificultan la transmisión generacional de valores y experiencias.

El quehacer del maestro comprometido no es entonces la única preocupación de Freire, que analiza además las luchas sociales pacíficas que buscan la transformación sin caer en el voluntarismo, la conciencia ecológica, la alfabetización en la era de la televisión, y la educación de adultos. El tono y el discurrir de los textos son testimonio de la búsqueda más persistente del autor: un diálogo de igual a igual con los lectores, cifra del verdadero aprendizaje.

176 págs. | 21 x 14
ISBN 978-987-629-228-3
4ta edición
Febrero de 2015

Descargar: Pedagogia de la Indignación

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Libro: Aprendizaje Invisible Hacia una nueva ecología de la educación (descargar)

«El aprendizaje invisible es una propuesta conceptual que surge como resultado de varios años de investigación y que procura integrar diversas perspectivas en relación con un nuevo paradigma de aprendizaje y desarrollo del capital humano, especialmente relevante en el marco del siglo XXI. Esta mirada toma en cuenta el impacto de los avances tecnológicos y las transformaciones de la educación formal, no formal e informal, además de aquellos metaespacios intermedios. Bajo este enfoque se busca explorar un panorama de opciones para la creación de futuros relevantes para la educación actual. Aprendizaje invisible no pretende proponer una teoría como tal, sino una metateoría capaz de integrar diferentes ideas y perspectivas. Por ello ha sido descrito como un protoparadigma, que se encuentra en fase beta y en plena etapa de construcción.» —Cristóbal Cobo & John Moravec

ACERCA DEL LIBRO

Aprendizaje Invisible es un libro que surge como resultado de varios años de investigación, en el cual los autores proponen un remix de innovadores paradigmas de aprendizaje y de desarrollo de capital humano.

Este trabajo, escrito a cuatro manos y en dos idiomas, analiza el impacto de los avances tecnológicos y las transformaciones de la educación formal, no formal e informal, además de aquellos meta-espacios intermedios. Este es un viaje en el cual el lector explora un panorama de opciones para la creación de futuros relevantes para la educación de este siglo.

Aprendizaje Invisible analiza corrientes, teorías y tendencias, además de experiencias internacionales y desarrollos tecnológicos que promueven una innovación sostenible en la educación.

El libro ofrece una vasta bibliografía, un estupendo glosario y otros recursos digitales, además de una recopilación de diversas investigaciones y estudio de casos que destilan temáticas como: Las nuevas teorías e ideas en la educación, Los desafíos de las Instituciones educativas del siglo 21; Recomendaciones de políticas públicas; Nuevos flujos de innovación; Aprendizaje basado entre pares, Educación informal; Uso de tecnologías abiertas y colaborativas, entre otros.

El trabajo, que se publicará durante 2011 es editado por Laboratori de Mitjans Interactius (Universitat de Barcelona) y cuenta con la colaboración de la Universidad Internacional de Andalucía.

ISBN de la edición electrónica: 978-84-475-3517-0
ISBN de la edición en papel: 978-84-475-3518-7

Descargar en; http://www.razonypalabra.org.mx/varia/AprendizajeInvisible.pdf

Fuente: https://www2.educationfutures.com/books/aprendizajeinvisible/es/

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Educación y salud: ¿Los sectores del futuro?

07 Febrero 2019

Autorxs: Cruz-Aguayo, Yyannu; Fuertes, Nicolás; Kang, Minji; Robles, Marcos; Schady, Norbert; Zuluaga, Daniela.

Año: 2019

Editorial: Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

En este segundo número de la serie «El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe», analizamos la evolución del mercado laboral en los sectores de educación y salud. No solo observamos que el empleo ha crecido considerablemente en las últimas cuatro décadas, sino que los empleos en educación y salud son empleos de buena calidad, especialmente para las mujeres. Además, el estudio proyecta el número de docentes, médicos y enfermeras que los países de la región necesitarán en los próximos años. Para acceder a los vídeos, audios y otros contenidos interactivos que subrayan los mensajes más importantes de este documento, le invitamos a descargar la versión interactiva de esta nota en http://www.iadb.org/futureofwork

Imagen: https://www.caribbeannewsnow.com/wp-content/uploads/2019/02/future_of_work.jpg

Descargar aquí: https://publications.iadb.org/publications/spanish/document/Spanish-Educacio%CC%81n-y-salud-los-sectores-del-futuro-(versio%CC%81n-para-imprimir).pdf

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Veinte películas sobre el profesorado que huyen de los tópicos [y 2ª parte]

07 Febrero 2019/Autor: Jaume Carbonell/Fuente: El diario la educación

Segunda entrega de la selección de veinte películas que muestran diversos modelos, situaciones y comportamientos docentes. Y, naturalmente, el público lector podrá añadir algunas más, porque la lista es larga.

11. Diarios de la calle, Richard La Gravenese, Estados Unidos, 2007

Un film basado en la novela The freedom writers diary a partir de hechos reales protagonizados por una joven profesora, activista de los Derechos Humanos y con un sólido compromiso social. Imparte clases de literatura en un instituto donde existe un programa de integración social que acoge a un grupo multiétnico de alumnado con diversas problemáticas familiares y de marginación durante los primeros años noventa. Tras diversas tentativas se las ingenia para hacerlos participar en un proyecto relacionado con el Holocausto, cambiando la lectura prevista de La Odisea por El Diario de Ana Frank. La lectura les anima a escribir sus propios pensamientos y experiencias cotidianas. Al final, se percibe cómo han ido cambiando sus vidas y cómo este proyecto ha afectado también a la propia profesora.

12. El club de los poetas muertos, Meter Weir, Estados Unidos, 1989.

Una película tan ensalzada como denostada por su enfoque ideológico aparentemente innovador en sus métodos pero con un poso de conservadurismo en su discurso. Un profesor idealizado de secundaria educa a un grupo de adolescentes en la poesía y el Carpe Diem -vive intensamente el presente-, con secuencias provocativas en las que busca la cercanía y la complicidad a través de secuencias como la que invita a sus discípulos a que arranquen las páginas del método científico para analizar poesía, a que suban a sus pupitres para que cambien de mirada u otras de fuerte carga emotiva. Al final, será despedido por inducir, según la dirección, con sus métodos poco ortodoxos y sus ideas románticas, el suicidio de uno de los estudiantes.

13. El profesor, Tony Kaye, Estados Unidos, 2011.

El estatus de profesor sustituto, debido a su escasa permanencia en un centro, dificulta establecer relaciones con alumnos y colegas en diversos centros. Pero esta situación logra romperla cuando aterriza en un instituto, donde reinan la rutina y la apatía, al convertirse en un modelo para los adolescentes sin rumbo y carentes de afecto. Dentro del registro de cine independiente de denuncia social, se hace un retrato corrosivo del sistema educativo estadounidense donde conviven profesores, alumnos y madres y padres de familia desconcertados y sumidos en un desierto de valores. Interesante destacar la figura del profesor que lucha, al propio tiempo, por establecer una buena relación para rescatar a sus estudiantes dentro del aula mientras fuera de ella no le encuentra sentido a la vida.

14. El milagro de Ana Sullivan, Arthur Penn, Estados Unidos, 1962.

Ana Sullivan, una joven institutriz especializada en problemas psicofísicos, se hace cargo de Helen, una niña de 10 años sorda, ciega y con otras afectaciones psíquicas que vive a su aire con sus padres, aunque estos no saben qué hacer con ella. A partir de ahí se estable una relación complicada, tensa y con algunas escenas con métodos educativos algo violentos, aunque cabría contextualizarlas y decir que su tratamiento difiere sustancialmente del cine convencional. Tras una sostenida aproximación a través del tacto y del aprendizaje de ciertas rutinas, Helen descubrirá un lenguaje que le permite la comunicación. La película muestra los posibles logros de una intervención educativa cuando se juntan ciencia, compromiso y paciencia infinita; y, al propio tiempo, rompe con los estereotipos femeninos -y más en la docencia- que se asocian siempre a atributos como la dulzura o la ternura.

15. La profesora de historia, Marie-Castille Mention-Schaar, Francia, 2014.

El currículum oficial, por diversas razones que tienen que ver con unos hábitos y convencionalismos tan rígidos como absurdos, no suele promover experiencias vitales que enganchen al alumnado y que consigan despertar su curiosidad hacia la adquisición del conocimiento. En este relato una profesora de instituto sensible a los problemas de un alumnado que vive situaciones difíciles y complejas en su entorno social (el título original es Les héritiers) y que se reflejan en el centro, trata de buscar la manera de engancharlos y motivarlos con algo diferente: su participación en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi. Ese desafío les abre la mirada y consigue remover sus cabezas y sus corazones. Una experiencia potente de aprendizaje que cambiará la vida de todas las alumnas y alumnos, y también de la profesora.

16. Lugares comunes, Adolfo Aristarain, Argentina, 2002.

El amor, el envejecimiento, la familia y los ideales políticos cruzan este film protagonizado por la pareja formada por una asistenta social en los barrios marginales de Buenos Aires y un profesor de literatura que acaba de ser despedido de la Escuela de Magisterio. Impagable su discurso de despedida a sus alumnos en que reivindica el pensamiento crítico: “Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información, pero dando también, enseñando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información… Pónganse como meta enseñar a pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas. Las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa…”.

17. Ni uno menos, Zhang Yimou, China, 1999.

En una aldea china se le encarga a una adolescente de 13 años, Wei Minzhi, asumir la gestión de una clase ante la ausencia del maestro titular durante un mes. Se le promete darle diez yuanes si consigue que nadie abandone la escuela. No obstante, uno de sus alumnos huye a la ciudad en busca de trabajo para ayudar a su familia. A partir de aquí Wei tiene que encontrar el modo para que se reincorpore a la escuela. Este film muestra de qué modo, ante circunstancias difíciles las personas se crecen. Así, esta adolescente logra establecer fuertes vínculos con su alumnado y hacerles participar de sus iniciativas para lograr el dinero para ir a la ciudad en busca del alumno. Un relato sencillo e intimista sobre el tesón de una maestra para combatir el absentismo escolar, al tiempo que desvela el contraste campo-ciudad, así como algunas de las imperfecciones y contradicciones del sistema educativo del país más poblado del mundo.

18. Profesor Holland, Sthephen Herek, Estados Unidos, 1995.

Una reflexión sobre el lugar y el no lugar de la música, denostada y marginada en muchos planes de estudio, y considerada por un reciente ministro de Educación español de triste recuerdo, como una asignatura casi de adorno y prescindible. Lo mismo opina el director de esta cinta para quien lo más importante es leer y contar, como si la música no formara parte también del lenguaje. El profesor Holland, por el contrario, en sus clases, con oficio y pasión, anima a su alumnado a que toquen lo que les guste para que la disfruten y acaben estimando la música, defendiendo sus diversos registros: desde la clásica al rock. Un profesor que deja huella y que, como sucede en otros films, la música actúa como revulsivo para encontrarle sentido a la educación y lograr la cohesión del grupo.

19. Profesor Lazhar, Philippe Falardeau, Canadá, 2011.

Tras la muerte de un profesor de educación básica en trágicas circunstancias, Bachir Lazhar, un inmigrante de mediana edad, acude a la escuela para ofrecerse como sustituto. Este tendrá que enfrentarse a distintos retos: gestionar el duelo del grupo que tardará tiempo en asimilar; el bajo nivel del alumnado al que tiene que preparar para una sociedad del bienestar que hace aguas por todas partes; y la adaptación de su cultura pedagógica y de sus métodos de enseñanza que contrastan con los del Canadá. Mientras tanto, nadie en el centro conoce el pasado traumático de Lazhar ni sospecha que vive atemorizado ante la perspectiva de ser deportado a su país de origen en cualquier momento. El film, una adaptación de una obra teatral homónima de Evelyine de la Chenelie, está llena de matices y muestra la complejidad de los diversos miedos individuales y colectivos.

20. Sólo es el principio, Pierre Barougier y Jean-Pierre Pozzi.

Un documental muy cálido sobre una clase de educación infantil -con niños y niñas de 3 y 4 años- filmada a lo largo del curso escolar. Pero a diferencia de otras películas como La clase o Ser o tener, donde se suceden escenas educativas de carácter muy variopinto, en este caso se centra en el taller que la maestra imparte siguiendo el programa de Filosofía para niños, creado por M. Lipman y que se aplica en diversos países. Un ejemplo de que se puede empezar a pensar desde la primera infancia, exponiendo sus emociones, vivencias e ideas sobre la libertad, el amor, la inteligencia o la muerte. Sentados siempre en círculo, alrededor de una vela encendida, la maestra va moderando un debate donde se aprende a desarrollar la escucha activa, el respeto, la expresión oral y el razonamiento. Un homenaje a la educación democrática y al pensamiento crítico en un entorno intercultural de la periferia urbana.

Fuente e imagen: http://eldiariodelaeducacion.com/pedagogiasxxi/2019/02/06/veinte-peliculas-sobre-el-profesorado-que-huyen-de-los-topicos-y-2a-parte/

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Las mujeres que pararon dos meses a Franco

Por: pikaramagazine.com/06-02-2019

En 1962, una huelga minera que se inició por un conflicto laboral en Asturias terminó convirtiéndose en el mayor desafío político al que tuvo que enfrentarse el franquismo desde la finalización de la Guerra Civil: 300.000 trabajadores de todo el Estado español terminaron sumándose a un paro que se extendió durante dos meses. Fueron las mujeres de las Cuencas Mineras las que garantizaron las condiciones que lo hicieron posible.

A lo largo de la historia, ha habido –y hay– quienes saben que sí o sí aparecerán en los libros; quienes intuyen que sus aportaciones, para bien o para mal, podrán merecer la atención de los que la escriben; y quienes ni por asomo lo han contemplado. A este último sector pertenece la mayoría de la población y, en especial, de las mujeres, pero es ahí donde se ha hecho historia con mayúsculas, aquella que ha perpetuado la vida frente a la destrucción, que ha sembrado justicia frente a los privilegios y que se ha constituido en resistencia frente a quienes sostenían que conformarse era el mandato divino o legal.

En 1962, cuando el régimen franquista presumía de un supuesto milagro económico como estrategia para legitimarse y lavar su imagen internacionalmente, un grupo de mujeres y hombres pobres de un aislado valle asturiano conseguían lo impensable hasta el momento: abrir la brecha de la oposición política a partir de lo que empezó siendo, ni más ni menos, que una protesta laboral.

La esquiva primavera asturiana seguía haciéndose de rogar en la Cuencas Mineras en aquellos días de abril de 1962 en los que miles de hombres tenían aún que recorrer hasta dos horas a pie para llegar, aún de noche, a los pozos en los que iban dejándose los pulmones y la vida, para salir por un mísero sueldo, también de noche, a unas condiciones de vida que no diferían mucho de las que habían vivido sus antepasados un siglo atrás.

Con una diferencia abismal: las Cuencas habían sufrido la Guerra Civil y la posguerra con una virulencia especial, aquella que los golpistas consideraban que merecía una zona destacadamente roja y a la que tanto les había costado aplacar –que ya se había convertido en un símbolo de los movimientos obreros con su Revolución de 1934– y que durante años albergó en sus montañas a guerrilleros que se negaban a dar por vencida a la democracia.

Guerrilleros que no habrían podido subsistir sin el apoyo de la población civil que les protegía, nutría y esperaba, mayoritariamente conformada por mujeres. Una de ellas era Anita Sirgo, hija del guerrillero Avelino Sirgo, y enlace de la guerrilla desde los nueve años. Ser miembro de una familia republicana no sólo le costó no conocer a su padre –sólo lo vio una vez sin saber quién era–  y no saber aún ni en qué cuneta está enterrado, sino que sus abuelos y su madre fueran encarcelados y su tío ejecutado. Por todo ello, es una de las firmantes de la causa contra los crímenes del franquismo que se investiga en Argentina.

Pero Anita Sirgo es también una de las cientos de mujeres que hicieron posible la emblemática huelga minera de 1962, que tuvo su origen en unas sanciones de suspensión de empleo y sueldo a siete mineros que se atrevieron a pedir una subida del jornal que cobraban en el Pozo Nicolasa, en Mieres. Esto, que había ocurrido infinidad de veces anteriormente, desató un extraordinario movimiento de solidaridad que empezó entre sus propios compañeros , que se negaron a trabajar al día siguiente iniciando así una huelga de dos meses que se fue extendiendo, primero por las minas asturianas y siderúrgicas -60.000 obreros sólo en esta región-, y posteriormente por 23 provincias españolas. Según distintas fuentes historiográficas, llegaron a participar hasta 300.000 personas de todo el Estado español. Y todo ello, sin convocantes ni consignas, sin apenas hablar-se conoce también como ‘la huelga del silencio’– para evitar filtraciones y represión, y echando mano de una cultura muy interiorizada de la solidaridad de clase que “cuenta con unos mecanismos de identificación de quiénes son los nuestros y quiénes el enemigo que suelen funcionar de una manera muy espontánea ya que no requieren una militancia explícita”, explica Rubén Vega, historiador y autor del libro Las huelgas de 1962.

Concentración en Bruselas en solidaridad con las huelgas de 1962. (Archivo Fundación 1º de Mayo)

Tal fue la repercusión nacional e internacional –se celebraron actos de solidaridad en otros países europeos, y medios como The New York Times o Le Monde se hicieron eco de la rebelión–, que la huelga consiguió algo extraordinario, como lo define Vega: “Algo que no había ocurrido antes y que no volvió a ocurrir: que un ministro de Franco viniese no sólo a negociar con los huelguistas, sino que además cediese. Es peculiar, además, porque las minas eran privadas aún y el que negocia es un ministro, no la patronal ni los empresarios. Y porque las cesiones se decidieron en un Consejo de Ministros presidido por el dictador y se publicaron en el Boletín Oficial del Estado. Se conceden 75 pesetas por cada tonelada producida de carbón destinadas a la subida de los salarios”.

Como subraya Vega, en aquel momento los mineros llevaban ya más de un mes en huelga, un delito equiparable a la rebelión militar según la legislación vigente, lo que convirtió inmediatamente a la huelga en un desafío político y, sin embargo, el régimen negoció con quienes, bajo sus normas, eran delincuentes.

La última vez que los mineros habían visto incrementarse sus sueldos había sido en 1956, pero en 1962 el precio de alimentos básicos como el pan o las patatas se había encarecido entre un 50 y un 200 por ciento. “La huelga fue posible por una combinación de factores. Había descontento porque el régimen presumía de que la economía empezaba a tirar, pero la gente no veía mejorar su situación. La minería es un sector muy especial porque había una tradición muy fuerte de solidaridad que hizo que el conflicto estallase. Pero también por un relevo generacional. La mayoría de los detenidos y deportados por la huelga tenían una media de edad muy joven, gente que no había vivido la guerra y que, por tanto, tenían menos miedo”, resume Vega. De hecho, pese a que había actividades clandestinas de organizaciones como el Partido Comunista y de cristianos de base, no pudieron ver venir la huelga “y ni en sus mejores sueños hubiesen podido imaginar lo que iba a ocurrir”, añade. Aunque sí la apoyarían una vez desatada.

Hasta aquí el resumen del relato habitual de uno de los capítulos más heroicos del antifranquismo, con el que Asturias se labró parte de su merecida reputación obrera y rebelde. Pero, ¿quiénes aseguraron en gran medida las condiciones necesarias para mantener una huelga de dos meses?

“Yo he conocido a mujeres que han trabajado en todos los ámbitos de la mina”, explica Montserrat Garnacho Escayo, antropóloga de género natural de Mieres, y autora de numerosos libros y artículos sobre las mujeres en las minas asturianas.“Conocí a una mujer que fue picadora durante ocho años porque su marido no podía seguir por la silicosis. Como la paga que le correspondía no le daba para vivir a ellos y a sus hijos, le pidió al jefe que le dejara desempeñar su puesto. Rompió aguas picando, porque tuvo dos hijos más siendo minera. Pero, claro, la paga la cobraba a nombre del marido, porque en aquel momento era ilegal que las mujeres fueran mineras. Las mujeres están ocultas de la foto, pero estaban ahí”.

Niño trabajando en una mina asturiana (Fundación Montepío)

Las mujeres han trabajado en las minas -dentro y fuera- desde sus inicios, como los niños y las niñas, por ser un trabajo precario y denostado. También en Asturias, donde encontramos cómo fueron empleadas desde el siglo XIX también como picadoras cuando había aumentos de la demanda, como en la paralización de la siderurgia vasca por la Tercera Guerra Carlista o durante la I Guerra Mundial.Siempre cobrando la mitad que los hombres, 1,05 pesetas a finales del siglo XIX según un estudio de Fernando García Arenal, citado por Garnacho, y menos que los menores, que recibían entre 1,25 y 1,5 pesetas. Según esta estudiosa, en esta época se estima que unas 600 mujeres trabajaban en las minas asturianas de hulla.

Eso sí, cuando escaseaba la demanda, las mujeres volvían a ser relegadas a las labores que tradicionalmente desempeñaban como carboneras: cargar los vagones con el carbón extraído de los pozos, lavarlo –a menudo, con sus bebés al lado tragando el mismo polvo que también a ellas les provocaba silicosis, aunque no se le reconociese como enfermedad laboral–; e, incluso, recuperando el carbón que terminaba en las riberas de los ríos, cargándolo en cestos chorreantes de agua sobre sus cabezas durante kilómetros, para venderlo o tener así algo con lo que alimentar sus propias cocina de carbón. Eso sí, estos trabajos sólo eran aceptados socialmente si los desarrollaban antes de casarse. Si no, era cosa de las viudas de los ‘rojos’, de las madres solteras o que tenían a sus esposos en los campos de concentración, o “mujeres de mineros muertos en accidente a quienes se les ofrecía el medio jornal a cambio de la paga de viudedad, más miserable aún”, escribe Garnacho.

Carboneras en La Hueria ( Colección Asociación Amigos del Valle de La Hueria, San Martín del Rey Aurelio)

Pese a que sus condiciones eran mucho peores incluso que las de los mineros, no aparecen en el relato heroico de las condiciones que provocaron las huelgas de 1962, como tampoco lo hicieron sus vecinas y esposas, hijas y madres de los mineros que pagaron con cárcel, torturas y hambre la osadía de organizarse para que éstos cobraran algo más que una miseria.

Hombres que, por aquel tiempo, no tenían derecho siquiera a “una muda de ropa –porque llegaban por la noche con el uniforme empapado por el agua que caía en los túneles y no nos daba tiempo a secarlos, así lo pusiéramos en cuanto llegaban encima de la cocina de carbón–; o ducharse en un sitio cerrado y con agua caliente”, nos dice Anita Sirgo, que ya trabajaba en la clandestinidad para el Partido Comunista cuando se desató la huelga del 62. Su marido, Alfonso Braña, también implicado en la lucha antifranquista comunista, había sido despedido de la mina anteriormente, donde había trabajado como picador y vigilante, pero tanto ellos como sus hijas seguían viviendo en el edificio que se había construido en Lada (Langreo) para alquilárselo a los trabajadores de la mina. Desde allí, junto a otras mujeres como Constantina Pérez (Tina) y Celestina Marrón,gestaron y coordinaron la resistencia que haría posible una huelga de dos meses para unas familias que ya malvivían cuando tenían un salario y que “se convirtió en el primer gran desafío para el franquismo en términos de movilización obrera que, además, consiguió conectar este movimiento de trabajadores con el estudiantil, el intelectual –un centenar de ellos firmaron una carta de protesta dirigida al régimen- y el de mujeres -más de 200 se manifestaron en solidaridad con la huelga en la madrileña Puerta del Sol–”, analiza Vega.

Como no podíamos juntarnos más de siete mujeres porque no había derecho a la reunión, y ya estábamos fichadas, pues nos encontrábamos de a poquitas. Poníamos una cafetera y unas tazas en la mesa por si venía la Guardia Civil a ver qué estábamos haciendo, y nos poníamos de acuerdo sin poder tomar notas ni nada, todo era de memoria”, rememora Anita en la misma cocina en la que organizó gran parte del reparto de la propaganda, así como muchos de los piquetes que garantizaron el mantenimiento de la huelga. “Antes no había móvil, tenía que ser todo caminando y con la lengüina. Había veces que salíamos a hablar con las otras mujeres por la mañana y no volvíamos hasta por la noche”, explica esta mujer que a sus ochenta y ocho años no aparenta más de setenta, y que transmite tanta energía como calidez.

Anita Sirgo durante la entrevista en su cocina (Celia Cervero)

Anita Sirgo durante la entrevista en su cocina (Celia Cervero)

“La participación de las mujeres en la huelga fue decisiva desde el inicio, por ejemplo, con el reparto de propaganda que permitió que se extendiera por las Cuencas”, explica Vega. Fue así como las mujeres consiguieron romper con el cerco informativo de la censura franquista y con el aislamiento que sufrían las Cuencas, desde donde las noticias llegaban con días de retraso a ciudades como Gijón u Oviedo.

Para ello, las mujeres escondían bajo sus ropas las cuartillas, a sabiendas de que un delito así se pagaba con prisión. Y para asegurarse de que las mujeres que habían dado su palabra de que participarían en los piquetes no se echaban atrás, Sirgo y sus compañeras se levantaban a las cinco de la mañana para ir a buscar una a una a sus compañeras. Sabían, porque arrastraban el mismo dolor, que no debían temer sólo a los palos con los que la Guardia Civil las intentaba dispersar, ni a las represalias contra sus maridos, sino que eran perfectamente conscientes de que el franquismo no perdonaba la disidencia porque ellas mismas habían crecido rodeadas de familiares asesinados en las cunetas, encarcelados en campos de concentración o asediadas por el hostigamiento con el que en las Cuencas se perseguía a las ‘rojas’. “De aquella sabías que salías de casa, pero no si volvías. Recuerdo que el primer día de huelga que fuimos a buscarlas, estaban todas levantadas y no falló ninguna”.

Armadas con palos y maíz, cortaban los accesos a los pozos y regaban los caminos con los granos. El mensaje era claro, estaban llamando ‘gallinas’ a los que intentaban volver al tajo, sabiendo que pocas cosas peores se les podía llamar a un paisano asturiano. Una sencilla medida que realmente contrariaba a los llamados ‘esquiroles’. Y cuando los guardias civiles intentaban detener a alguna, se entrelazaban con sus brazos al grito de “o todes o nenguna” (“o todas o ninguna”). Los porrazos llovían y los brazos se fundían.

Fotograma del corto “A golpe de Tacón”  (Amanda Castro)

“Había esquiroles que querían entrar al pozu porque ya no se aguantaba más, porque claro, se pasó mucha hambre y eso que teníamos una muy buena solidaridad con las tiendas, que nos daban fiado”, apostilla Sirgo mientras mira a su alrededor y recuerda cómo las mujeres de edificios tan austeros como éste –cuyas dos plantas parecen achatarse aún más bajo el peso de un niebla materializada en orbayu– se organizaban para recaudar dinero y comida de los comercios y de los chigres (sidrerías) –”todos daban”– que ponían en común para todo el vecindario. Pero también, para enviarlo a los más de 120 huelguistas que fueron deportados a regiones españolas aún más míseras y en las que no tenían a nadie, a las familias de los 198 que fueron despedidos y a las prisiones en las que se amontonaron hasta 356 huelguistas encarcelados.

Mineros prisioneros a la salida del trabajo en el campo de concentración de la mina de El Fondón.

Hay que recordar que hasta los años 50, en Asturias había más de medio millar de presos republicanos trabajando forzosamente en las minas, donde se instalaron algunas de las Colonias Penitenciarias Militarizadas que el régimen repartió por todo el país para explotar a unos 400.000 presos políticos, según José Luis Gutiérrez Molina, director científico del banco de datos Todos los nombres. Por cada dos días trabajados les restaban, supuestamente, uno de condena. Y como todo pago recibían un jornal de 50 céntimos, cuando la media por el mismo trabajo estaba entre 7 y 9 pesetas, según el exminero y líder sindical Antón Saavedra. Muchos mineros asturianos apresados durante la guerra y la posguerra, terminaron siendo explotados en yacimientos de otras regiones. Por tanto, la prisión no era un escenario ajeno a la minería.

Reunión de mujeres de los despedidos. [Foto cedida por Francisco González a la Fundación Juan Muñiz Zapico]

“Era una solidaridad que no veo por ninguna parte hoy, cuando hay tantas o más razones que entonces. Una de las mujeres que venía a los piquetes, con un palo que quitó a una banqueta, tenía más de 70 años. Tenía a sus dos fíos (hijos) en la mina. No logro entender lo que pasa hoy”, dice Sirgo, ahora volcada en las manifestaciones por las pensiones, sin perder la sonrisa,“porque si no mantenemos el ánimo, vidina del alma mía, esto no hay quien lo soporte, porque sufrimos mucho, mucho, mucho”.

Tanto como que un año después, en 1963, llega destinado un nuevo capitán de la Guardia Civil a las Cuencas Mineras, Antonio Cairo Leiva, para poner orden ante la sucesión de nuevas huelgas. “Supongo que en su cabeza esta zona es un foco de rojos, de enemigos a conquistar. Decide hacer méritos y encontrar al más buscado, Horacio Fernández Iguanzo”. Iguanzo, conocido comoEl Paisano, fue un destacado dirigente comunista que pasó más de una vez por casa de Sirgo y su marido, Braña.

Retrato de Anita Sirgo tras ser rapada.

Retrato de Anita Sirgo tras ser rapada.

El capitán Leiva manda buscar al matrimonio, como a tantos otros destacados participantes en las huelgas, para que vayan a comisaría. Primero va Braña, después Sirgo con su amiga Tina Pérez. Cuando las encierran en el calabozo, Sirgo sospecha que su marido está en la celda de al lado y golpea la pared con sus tacones, que no se quitaba desde que consiguió tener un primer par el día de su boda. Al otro lado, Braña responde con los mismos golpes. A partir de ahí los gritos, llantos y puñetazos se suceden. Los mismos que poco después recibirían Anita y Tina para que den nombres, localizaciones, implicaciones políticas. No abren la boca. Leiva sigue golpeando. Otros torturadores bien conocidos en las Cuencas, como el cabo Pérez, también. Ante su silencio, Leiva ordena que las rapen. Ocho días después de su detención, les exige que para ser puestas en libertad, cubran su cabeza con un pañuelo. Ellas se niegan. Salen con la cabeza bien alta, para que todo el mundo las vea. Anita ha perdido la audición de uno de sus oídos. Tina saldrá tan debilitada, que muere dos años después como resultado de las enfermedades que se le sucederán a partir de ahora. Es 1965 y Anita Sirgo no podrá ir a su entierro porque está en París, exiliada después de que le tirará uno de sus tacones a un Guardia Civil que la perseguía tras una protesta. El Partido Comunista la ha sacado de España esa misma noche para evitarle la prisión. Allí, en casa de unos camaradas franceses, aprende a leer y escribir “lo poco que sé, pero, por lo menos, a mí ya no me engaña nadie”. Tras dos años de exilio, pide volver bajo su responsabilidad. “Allí estaba presa, lejos de mis fías y el mi home. En la cárcel, por lo menos, van menguando los días de pena”.

Tina Pérez.

Tina Pérez.

A su vuelta, en 1966, la condenaron a tres meses de prisión y 100.000 pesetas de multa. Se negó a pagarlas “porque no las tenía, porque no iba a consentir que nadie las pagara y porque no quería que se riesen de nosotros”. Tuvo que cumplir un mes más, antes de volver a su casa yseguir protagonizando algunos de las protestas más significativas del antifranquismo en Asturias. Pero esas son ya otras historias, también invisibilizadas hasta recientemente por los libros de historia y por los discursos de la izquierda porque “hubo dos partes en esta lucha, la de arriba, la de los hombres, y la otra pequeñina, la de las mujeres, la diaria. El de los mineros es un relato épico y una foto de una mujer con una cestina en la cabeza estropea esa épica porque eso es la lírica“, sintetiza Montserrat Garnacho. Una lírica que, en muchos casos, se convertía en sus hogares en vidas atormentadas por la violencia machista.

En este sentido, el historiador Rubén Vega, que lleva años investigando desde el paradigma de la historia social, –“el de la de la inmensa mayoría, la gente común que no tiene estatuas ni recibe homenajes”–, entiende que “la agenda de los historiadores no la cambió una reflexión intelectual que nos llevase a tomar conciencia de nuestras carencias, sino el movimiento feminista que empieza a hacer historia con perspectiva de género y que nos plantea el desafío de ver cómo nosotros la estábamos haciendo tapándonos un ojo, viendo sólo la mitad”.

Un acercamiento al estudio de la historia – “que no es pasado, pasado es el tema que trata, pero la historia es siempre presente porque es la mirada desde la que nos dirigimos al pasado”, sostiene– que cambiaría no sólo los relatos oficiales, sino la esencia misma de los valores predominantes de nuestras sociedades.

“HUBO DOS PARTES EN ESTA LUCHA, LA DE ARRIBA, LA DE LOS HOMBRES, Y LA OTRA PEQUEÑINA, LA DE LAS MUJERES, LA DIARIA”

Hay una cosa que hacen las mujeres en el 62 que no se había hecho en las huelgas anteriores, que son los piquetes. Las mujeres se atreven a hacer algo que los hombres no son capaces de hacer, y con ello juegan con algo que me parece fascinante:se hacen fuertes precisamente en su rol de género tradicional como esposas, madres y amas de casa para transgredirlo. Y esto a los represores, a la policía, a la Guardia Civil, les crea una contradicción: no pueden entrar a saco a reprimir a las mujeres como lo harían con los hombres. De hecho, las torturas a Anita Sirgo y a Tina Pérez y su rapado es más escandaloso porque son mujeres, porque a los hombres los torturaban diariamente, y porque el rapado era cosa de otra época. Ellas son capaces de aprovechar ese rol de género para subvertirlo porque no se espera que las mujeres hagan piquetes, que desafíen a los mineros, que extiendan la huelga o que se enfrenten a la policía. Y lo hacen en la esfera pública, desafiando al poder y las leyes, y desde la militancia política”, analiza Vega. “Y no es que previamente fuesen feministas y entonces hagan estas cosas, sino que, quizás, el hacer estas cosas les haga adquirir cierta conciencia feminista”, añade.

“No podíamos consentir que los hombres volvieran a trabajar con las orejinas bajas y sin conseguir nada”, resume Sirgo. Y no lo consintieron. Así tuvieran que pagarlo con torturas, cárcel y hambre. Así se lo pagaran, durante décadas, con silencio en los homenajes y con el blanco de los márgenes de los libros de Historia.

*Informacion de la imagen de portadas: Carboneras de la mina La Encarná, rodeadas de carbón y cargando un vagón con sus palas (Colección Asociación Amigos del Valle de La Hueria / Asturias.es)

*Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2018/03/las-mujeres-que-pararon-dos-meses-a-franco/?fbclid=IwAR3HCu4aw7T9mNC3v3f69ZIrKfvmsiz-cD_db0dPXQWHMavIQKff_vzvtuA

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