Desde hace dos semanas, la voz que ya existía en contra del racismo se potencializó. La muerte de George Floyd luego de un arresto policial en Estados Unidos provocó que miles de personas en todo el mundo pelearan por igualdad racial, porque las personas de color puedan caminar tranquilas sin ser observadas, juzgadas o arrestadas. Pero para lograr ese cambio, haciendo que desaparezcan poco a poco actos racistas y discriminatorios en la humanidad, personajes como Antonio Guterres ven en la educación de niños y niñas la solución.
Para el secretario general de las Naciones Unidas, “la educación es la mejor herramienta que está a nuestra disposición para prevenir todas las formas de intolerancia y discriminación, y para asegurar el respeto igualitario de cada mujer y cada hombre”.
De acuerdo con la Academia Americana de Pediatría, todo niño y niña del mundo puede convertirse en un adulto igualitario y justo sólo si sus padres lo son o deciden ser, pues ellos son los pilares que construyen su educación.
Al respecto, Gabriela González Ortuño, maestra de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, comparte que el papel de los padres de familia es vital para que haya un cambio radical en los menores.
En entrevista con Reporte Índigo, la catedrática enfatiza que los adultos deben hablar sobre racismo con los niños y niñas desde temprana edad, explicándoles, primero que nada, las diferentes partes de la historia, como las raíces indígenas y afromexicanas que hay y enriquecen al país y al mundo.
González Ortuño señala que es a través de ejercicios muy pequeños que los padres y madres pueden enseñar a sus hijos e hijas a no ser parte del problema cuando crezcan. Con la ayuda de sus crayones, por ejemplo, pueden explicarles que además de esos colores de tono “piel”, hay muchos más, y eso no significa que sean diferentes a los demás, sino igual de bellos.
“Otra manera de educarlos es con la ayuda de programas de televisión infantiles. Podemos preguntarles: ‘¿nosotros somos iguales a los personajes que ves en pantalla? ¿Y tus amigos?’ Con eso demostramos que hay distintas personas que, aunque parezcan diferentes, son iguales”, destaca la académica.
Asimismo, la maestra menciona que los adultos pueden interactuar con los más chicos al elegir sus juguetes, suguiriéndoles muñecos con un tono de piel y cabello más oscuro.
Si en dado caso vemos que nuestros hijos hacen un comentario o una actitud racista, lo primero que debemos incitar es a la reflexión, preguntándoles por qué creen eso y de dónde lo escucharon. Después, los hacemos recapacitar, diciéndoles que deben tratar a todos con respeto
– Gabriela González Ortuño
Maestra de la FES Acatlán
EL CAMBIO TAMBIÉN ESTÁ EN LA EDUCACIÓN
Una de las características que más definen a los niños y niñas, independientemente del lugar del que provengan, es que son curiosos, continuamente hacen múltiples preguntas, y cuando no se las pueden hacer a sus padres, acuden a sus profesores de escuela, personas con las que conviven gran parte del día.
María de la Paz Jiménez Castañeda, maestra de Pedagogía y exacadémica de la UNAM, explica que los profesores y profesoras deben ser aliadas de los padres y madres respecto a la educación de los pequeños, pues sólo trabajando en conjunto pueden tener grandes resultados.
De acuerdo con ella, las escuelas y las familias deben estar siempre tomadas de la mano, ya que si se le deja el trabajo de educar a los niños sólo a una, la balanza se rompe y los pequeños son los que terminan siendo los más perjudicados.
“Juntas, las escuelas y las familias deben inculcar el verdadero valor del ser humano, la importancia de ser solidarios y amorosos con nuestros semejantes, sólo así podremos convivir como sociedad”, añade.
Para la maestra, una de las mejores actividades que pueden hacer sus colegas es intentar que los menores jueguen todos juntos, evitando que se formen equipos que dividan a quienes integran al grupo.
“Además de trabajar en que todos los niños estén unidos, los profesores deben aprovechar cualquier momento para hablar con ellos sobre igualdad e inclusión, de cómo nos hemos conformado como sociedad”, destaca Jiménez Castañeda.
La maestra declara que hoy más que nunca se debe hablar de racismo y valores en las escuelas, principalmente de educación básica, pues sólo así se puede generar un cambio en el futuro de las nuevas generaciones.
Fuente de la reseña: https://www.reporteindigo.com/piensa/educacion-para-ninos-antirracistas-padres-escuelas-igualdad/
El colegio, como lo conocíamos, ha muerto. Nos enfrentamos ahora a una dinámica donde, bíblicamente, el colegio está donde esté el estudiante.
Esto ha traído más de una discusión al respecto y un enfrentamiento nunca antes visto entre padres y profesores. Ante la perspectiva de lo que podría ser una verdadera catástrofe, no todo está perdido, pero es necesario comprender el complejo panorama que acompaña esta “nueva normalidad”.
En este sentido, seamos críticos. Somos un país de papel. No solamente en la expresión metafórica, sino también en la práctica diaria: tenemos bibliotecas enteras imposibles de encontrar en versión digital, presentamos documentos impresos, escaneados y con múltiples copias hasta para pagar la luz en el banco, vanagloriamos los títulos impresos en paredes y consultorios y no confiamos nuestro dinero a “máquinas y tarjetas” sino que preferimos guardarlo debajo del colchón. Puede parecer gracioso y seguramente muchos de ustedes ya son usuarios bancarios online y tienen títulos de cursos, talleres y seminarios guardados en PDF, pero pregunten a sus padres, a sus tíos e incluso a muchos amigos de su edad y dense cuenta de que nuestra dependencia del papel, de lo impreso, de lo físico, es aún bastante grande.
Entonces, un país criado para llegar a casa y mostrar los cuadernos a la familia, acostumbrado a pedir firmas en los exámenes escritos, a guardar hasta la última carpeta de hace cinco años “por si acaso” y a archivar libretas hasta la universidad, se ve hoy obligado a prescindir del lugar del papel. ¿Qué significa esto, cómo se lo trata y quiénes son parte del cambio?
Entonces, un país criado para llegar a casa y mostrar los cuadernos a la familia, acostumbrado a pedir firmas en los exámenes escritos, a guardar hasta la última carpeta de hace cinco años “por si acaso” y a archivar libretas hasta la universidad, se ve hoy obligado a prescindir del lugar del papel. ¿Qué significa esto, cómo se lo trata y quiénes son parte del cambio?
¿Vocación?
Admito, como seguramente todos, que he tenido muchos profesores en el colegio que eran verdaderos maestros. Dedicados, motivadores, preocupados más allá de su labor en el crecimiento personal de sus estudiantes; pero también, lamentablemente, he tenido profesores “de cheque”, los que se preocupaban más por llegar a fin de mes y hacían el mínimo esfuerzo por enseñar su materia.
De esos hay cientos, los que nos han hecho odiar las matemáticas, lenguaje e, incluso, clases artísticas como la música. La falta de vocación es un mal en el ámbito educativo. Nunca voy a olvidar, años atrás, cuando en la televisión un periodista preguntó a uno de los miles de postulantes que hacían fila en la Normal Superior de Formación de Maestros “Simón Bolívar” por qué quería ser profesor y sin dudarlo ni un segundo éste dijo “porque al salir hay trabajo seguro”. No fue la excepción: a su alrededor, al menos 30 asintieron y estuvieron de acuerdo con esa razón. El periodista continuó recorriendo la fila y, para sorpresa mía, la respuesta se repitió numerosas veces con exactamente dos excepciones que dijeron querer ser maestros desde siempre.
Nunca voy a olvidar, años atrás, cuando en la televisión un periodista preguntó a uno de los miles de postulantes que hacían fila en la Normal Superior de Formación de Maestros “Simón Bolívar” por qué quería ser profesor y sin dudarlo ni un segundo éste dijo “porque al salir hay trabajo seguro”
Evidentemente, conseguir trabajo es una razón válida para escoger una carrera y nadie estudia para morirse de hambre, pero no puede ser la única razón y menos aún cuando se trata de la carrera que forma a todas las demás carreras, la carrera que se encarga de los futuros presidentes, médicos, artistas, periodistas y un largo etcétera.
Jugando a la escuelita
El primer paso de nuestra educación es el grado inicial. Esa segunda casa donde descubrimos a los primeros amigos y donde confundimos “mamá” y “profesora” todo el tiempo. Todas las familias tienen guardado un álbum fotográfico de esta etapa; disfrazados para actos cívicos, con la primera amiguita, el primer día de clases. Mamás llorando en la puerta, papás defendiendo a sus niños cuando otro los empuja, abuelitas orgullosas viendo a sus retoños. El mundo de la educación inicial no es para cualquiera, en definitiva, no solamente porque son un montón de niños pequeños cada uno con necesidades emocionales y afectivas únicas, sino porque se trata del primer punto de partida para una educación de 12 años. Un mal profesor en inicial puede hacer la diferencia.
Esa segunda casa donde descubrimos a los primeros amigos y donde confundimos “mamá” y “profesora” todo el tiempo.
Y me doy cuenta de que muchas veces no le prestamos la atención necesaria a este grado, pero luego, piénsenlo bien: la mayoría de las falencias de aprendizaje (mala letra, poca atención, cero consciencia del espacio, falta de pensamiento lógico – matemático, etc.) vienen de una deficiente educación inicial y quizás sea ésta la razón por la que los jardines de infantes son los establecimientos más costosos de la educación escolar. No sean injustos, esos profesores lo merecen. Si hay que tener vocación para enseñar cualquier cosa, aún más para enseñar a niños tan pequeños.
Laura Rivera, la “profe Laurita”, como le dicen sus niños, es una de esas maestras de vocación. Con doce años de experiencia en el grado inicial, para ella estar ahí tiene sentido, “cuando jugaba de niña, yo siempre era la maestra. Sentaba a mis muñecas y a mis hermanos menores frente a mi y les enseñaba todo. Al salir de colegio fue la decisión lógica”. Por sus aulas han pasado bachilleres que al terminar su formación la recuerdan con cariño, también ha tenido la fortuna de ser maestra de sus dos hijos y varios sobrinos. “Me encanta escuchar las anécdotas, las explicaciones y la lógica de los niños. Es mágico”. Laurita ha escuchado decir “mamá” más veces que muchas madres y hoy su trabajo rinde frutos cuando ve a sus estudiantes en grados superiores y recuerda que ha sido parte importante de su formación.
Una materia difícil
Los profesores que quedan en el recuerdo siempre son dos: los peores y los mejores. Los peores nos causan gracia, viéndolo en retrospectiva, porque nos recuerdan el martirio que fue nuestro paso por el colegio y cómo, finalmente, lo vencimos; y los mejores son los que nos causan una profunda nostalgia de esa época a la que ya no podremos regresar. En este caso, recuerdo al mejor profesor de matemáticas que tuve. Fue entre octavo y primero de secundaria o lo que hoy son segundo y tercero de secundaria. El profe nos repartía el primer día de clases de cada trimestre unas tarjetitas verdes con casillas para las firmas y espacios para las notas de examen. Decidió implementar tres modalidades: individuales, por parejas y en grupos. Para nosotros era una maravillosa novedad tener la chance de tomar un examen de matemáticas en grupo y entender que una materia exacta también podía dar lugar al debate, al trabajo colaborativo y a la participación de todos. Fueron los mejores exámenes. Para mí, que siempre le tuve un profundo rechazo a los números, tener la posibilidad de compartir el examen con quienes sabían un poco más y ayudar a quienes sabían algo menos que yo, era la oportunidad de apreciar la materia de una forma que nunca había creído posible.
Los profesores que quedan en el recuerdo siempre son dos: los peores y los mejores. Los peores nos causan gracia, viéndolo en retrospectiva, porque nos recuerdan el martirio que fue nuestro paso por el colegio y cómo, finalmente, lo vencimos; y los mejores son los que nos causan una profunda nostalgia de esa época a la que ya no podremos regresar.
Y si de materias difíciles se trata, otro profesor muy especial, Víctor Hugo, sabe de lo que está hablando, aunque su plan nunca fue la educación. “Mi plan era poner una empresa privada y de pronto, mientras tenía un trabajo de oficina, comencé a enseñar a mis sobrinos en casa y me di cuenta de que me podía conectar con ellos, entender su mentalidad, comprender cómo se sentían y lo que pensaban al aprender.” La clave de Víctor Hugo es ponerse del otro lado, su objetivo principal no es la educación escolarizada, ni ser parte de un plantel docente escolar, aunque en este momento lo es, su motivación es “ayudar a chicos y chicas que no han encontrado lo que buscan, que no han sido comprendidos en las matemáticas”. Es así que Vico, como lo llaman con cariño, no se limita a los programas escolares, sino a transmitir que las matemáticas son parte de la vida y es importante integrarlas en nuestra cotidianidad.
Víctor recuerda una de sus mejores experiencias al respecto, para él no es algo extraño convertir su casa en un aula y lo ha hecho con estudiantes particulares, pero hay una satisfacción que supera a todas, “recuerdo a una niña que tenía dificultades de aprendizaje, pero sus padres no lo aceptaban, aunque yo estaba seguro. Decidí tomar las riendas y enseñarle de otra manera, lejos de lo tradicional. Dos años de trabajo sin descanso ni vacaciones y estuvo segura para ir al colegio sin miedo a que se rían de ella, sin miedo a no poder hacer frente a lo que venga”. Ese tipo de profesores son los que la educación online requiere, aquellos dispuesto a salir de los márgenes convencionales e ir más allá.
Sin aulas ni límites
Lo que la educación online requiere es que los profesores comprendan que no sólo nos estamos enfrentando a una nueva realidad a nivel de soporte, sino que nos estamos enfrentando a un nuevo mundo que requiere nuevas formas de enseñar y, sobre todo, nuevos conocimientos.
Nuestro retraso en la educación online no se debe únicamente a la falta de acceso a las herramientas tecnológicas, sino más bien a la falta de propuestas y políticas que nos permitan una educación integral, realista y futurista. El colegio es hoy, sí, pero los niños que se forman en las aulas van a ser profesionales mañana, con conocimientos y necesidades que los maestros deben ser capaces de prever y con políticas institucionales que nos permitan comprender la particularidad del país en que vivimos y el lugar que ocupamos en el mundo.
Lo que la educación online requiere es que los profesores comprendan que no sólo nos estamos enfrentando a una nueva realidad a nivel de soporte, sino que nos estamos enfrentando a un nuevo mundo que requiere nuevas formas de enseñar y, sobre todo, nuevos conocimientos.
Que en pleno 2020 nuestro país no reconozca la educación en casa, (homeschool), que no existan reglamentos asentados para la educación virtual y no se tengan competencias claras y al alcance de todos para que cada quien pueda ver la mejor manera de enseñar, es un insulto a la educación como tal.
Evidentemente hay muchas personas que han tenido la suerte de recibir una formación mucho más acorde a nuestros tiempos, pero se trata de excepciones que no son la realidad de nuestro país. Aprender a cuidar a los animales, a cultivar, leer obras literarias de calidad, recibir formación artística seria y profesional son los grandes ganchos de algunos colegios, y más allá de comprender que sí hay un grupo de profesores, familias y estudiantes tratando de pensar en una nueva educación, esto nos habla de lo mal que está nuestro sistema, pues estos no deberían ser conocimientos privilegiados, sino parte de un currículo básico para todos.
Para ejemplos basta ver pequeños videos que hasta se comparten en redes sociales y están al alcance sin mucho esfuerzo. Hay países que han comprendido que enseñarle a un niño de 5 años a limpiar su lugar de trabajo, a servirse su propia comida, a decidir cuándo y dónde aprender sin necesidad de aulas cerradas y uniformes es igual de importante, o incluso más, que enseñarle el Himno de su país, los colores de su bandera y los héroes de guerra. En resumen, hay países que han comprendido que la educación no sólo implica una acumulación de conceptos teóricos o prácticos, sino que supone antes que todo la enseñanza de un modelo de vida comunitaria que nos permita crecer empáticos y sensibles a las realidades del mundo.
La educación boliviana necesita comprender que una carpeta llena no es sinónimo de aprendizaje, que desfilar un 6 de Agosto no es muestra de patriotismo y que conocer las fechas de cada batalla de la Independencia no significa apreciar nuestra historia. Pero también necesita comprender que es igual de importante conocer nuestra cultura como la de otros países, porque solo viendo las similitudes y diferencias podemos crear identidad y reconocernos en nuestras propias prácticas culturales.
Mi hermana y yo hicimos el colegio en casa
Personalmente, me cuento en el grupo con suerte, pero no por el privilegio de haber estado en un colegio con opciones más diversas, sino por el privilegio de tener la mamá que tengo. Ma, para mí, Yani, para el resto de quienes la conocen, se dio cuenta de que la educación formal en los colegios de Bolivia no era lo que quería para sus hijas y vio que la educación que sí la convencía no estaba al alcance de sus bolsillos. Entonces decidió tomar las riendas del asunto. Aunque yo hice la mayor parte del colegio de manera “regular”, fue mi hermana la más privilegiada pues recibió doce años de educación en casa (con asistencias intermitentes al colegio para “obtener las libretas”) y es quizás uno de los primeros ejemplos de este caso en nuestro país.
La idea de educación de mi mamá es precisamente la idea que se necesita ahora: educar para la vida, para la realidad, para el nuevo orden. Después de muchos años, ha decidido llevar su experiencia a las aulas y hoy son afortunados los pequeños de primer curso de primaria que la tienen junto a ellos.
La idea de educación de mi mamá es precisamente la idea que se necesita ahora: educar para la vida, para la realidad, para el nuevo orden.
Dejar de pensar la educación como una serie de materias separadas es una base de la Ley Avelino Siñani – Elizardo Pérez, pero no es una base de la formación de maestros, por lo que ¿cómo la aplican? Jugar, jugar y jugar ha sido siempre la consigna de la educación en mi casa. Entender que al cocinar no solamente estamos preparando comida, sino también estudiando física, biología, matemáticas y lenguaje; entender que el deporte es base fundamental de la educación y que de nada sirve saber las tablas de multiplicar si un niño no es capaz de decir “por favor” y “gracias”; entender que es tan importante conocer las partes del cuerpo humano como los pasos para cultivar papa, porque de eso nos alimentamos cada día.
Jugar, jugar y jugar ha sido siempre la consigna de la educación en mi casa. Entender que al cocinar no solamente estamos preparando comida, sino también estudiando física, biología, matemáticas y lenguaje…
Una educación que no empieza a las 08:00 y acaba con el timbre de salida, sino que supone cada aspecto de nuestro diario vivir. Esa es la educación que Bolivia se merece.
Siguiendo pasos
No sé si puedo contarme entre las buenas profesoras o la que los niños van a recordar, pero sí sé que cada día hago mi mejor esfuerzo para que los niños y niñas a mi cargo se emocionen tanto por aprender como por cada aspecto de la vida. Precisamente de eso debería tratar esta época: de desear saber más para no tener miedo, comprender más para poder estar preparados y discernir la información para no caer en los errores de otros.
Los niños son inteligentes, son fuertes y, sobre todo, son los maestros de la vida por naturaleza. En ningún lado se aprende más que estando cerca de los niños. Por eso enseñarles no debería suponer una vista vertical, sino una constante retroalimentación. Yo enseño a multiplicar, ellos enseñan a perdonar, yo enseño las partes de la oración, ellos enseñan la honestidad. Juntos aprendemos.
Los niños son inteligentes, son fuertes y, sobre todo, son los maestros de la vida por naturaleza. En ningún lado se aprende más que estando cerca de los niños.
Para los padres
Comprendo a los padres que hoy gritan y vociferan que los profesores no hacen nada, lo comprendo porque sé a qué estamos acostumbrados como país, entiendo que la única educación que conocen los padres es la que ellos mismos recibieron y el nuevo modelo vino como balde de agua fría en pleno invierno. Sé y he visto malos profesores, los hay a montones en cada colegio sin importar qué tan bueno sea en general. Como en todas las profesiones, hay malos profesionales. Pero también hay los buenos maestros, aquellos como Laurita que han convertido su sala en un aula donde canta, baila, se disfraza y sonríe cada día a sus estudiantes, aunque también tenga que batallar aprendiendo a manejar las herramientas digitales. Piensen en ella cuya formación se basa “en el arte manual”. La educación inicial “es sobre todo manual, aprender a cortar, pegar, agarrar el lápiz, etc.”, dice Laurita, que ahora no puede estar al lado de sus estudiantes con la paciencia, experiencia y conocimientos que tiene para ayudar a cada uno de sus pequeños.
Piensen en Víctor que a pesar de la distancia encuentra la manera de animar a sus estudiantes, de levantarlos cada mañana y de estar siempre dispuesto a contestar dudas.
Maestros como ustedes mismos, que sin saber bien lo que hacen, están dispuestos a ayudar más de lo que ya hacen normalmente; todo por sus hijos. Permítanles a los profesores equivocarse, permítanles a sus hijos fallar, no aprender todo lo que deberían, pero aprender sobre la vida que nos está dando una lección dura. Permítanle a la educación boliviana entrar a una época que no es un gusto, sino un derecho.
Permítanles a los profesores equivocarse, permítanles a sus hijos fallar, no aprender todo lo que deberían, pero aprender sobre la vida que nos está dando una lección dura. Permítanle a la educación boliviana entrar a una época que no es un gusto, sino un derecho.
Para los profesores
Extiendan media hora más su trabajo y busquen, averigüen, pregunten. Comprendan que la realidad al otro lado de la pantalla no es la mismo para todos, comprendan que si no logran enseñar todo lo que decía su plan, pero logran contener a esos niños, niñas y jóvenes, ya están haciendo su trabajo. Si llegaron aquí por un trabajo seguro, entiendan que el niño al que no le den la atención necesaria hoy, puede ser el doctor mediocre que no los atienda bien mañana. Si llegaron aquí por vocación, continúen reinventándose para sacar a este país del papel y ponerlo en el mundo, a través de lo digital.
El día que murió el colegio fue el día que entendimos que la educación no está entre cuatro paredes, sino en el intercambio entre nosotros.
Mar Buendía no nació aquí, pero es nomás collita. Fan de la salteña sin aceituna, las películas de terror, Cerati y Friends, la serie noventera. García Márquez es su Dios.
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Fuente de la reseña: https://www.paginasiete.bo/rascacielos/2020/6/7/el-dia-que-murio-el-colegio-educacion-online-en-un-pais-de-papel-257684.html#
Conferencia: “Derechos Humanos, Paz y Democracia en América Latina”
Agradecemos su disposición a participar en esta conferencia que forma parte del Ciclo de Actividades de Formación permanente que impulsamos el CII-OVE, la CEIP-H y el CINPECER. El registro nos permitirá mejorar nuestros procesos de selección de temas y actividades. Todas nuestras actividades son gratuitas, de libre acceso. Estas grabaciones quedarán disponible en el YouTube de Otras Voces en Educación.
Link para inscribirse: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSd6Yld_n3WuOLV3wFki_dO_UX0PKm9OS9qshqPonpWRpKljEg/viewform
El aporte de la investigación social para el logro de metas sociales a través de políticas y programas públicos y privados ha sido un fin permanente de la sociología argentina. El problema es como se hace. Aquellos utopistas que en el pasado creían que el conocimiento en sí mismo cambiaría el mundo han sido reemplazados por una generación más pragmática a la cual pertenece Pablo Dalle. Ellos creen que el conocimiento científico puede contribuir a la mayor equidad si es entroncado en un proyecto de desarrollo económicotecnológico que potencie las probabilidades de apertura de oportunidades educacionales y ocupacionales a miembros de la clase trabajadora. Vale la pena leer y meditar este libro. (Rut Sautu / Prólogo)
Descarga el libro completo aquí: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160414114802/dalle.pdf
CLACSO, con el apoyo del Transnational Institute, pone a disposición de las lectoras y los lectores una nueva colección de textos breves que busca entablar diálogos tanto en torno a nuevos y viejos interrogantes, como a la búsqueda de respuestas originales a los problemas de nuestro tiempo.
La Biblioteca masa crítica reúne a intelectuales que, desde una diversidad de perspectivas y tradiciones teóricas, han contribuido a la forja del pensamiento crítico enlazando reflexiones sobre tópicos y dilemas de nuestro presente histórico.
Lejos de documentar el pesimismo, aspiramos a construir herramientas teóricas para transformar las situaciones de injusticia en un ejercicio incesante que liga la teoría con la práctica.
La primera entrega consta de dos libros:
-La cruel pedagogía del virus, de Boaventura de Sousa Santos
El arte urbano ayuda a prevenir la covid-19 en diversas comunidades empobrecidas de todo el mundo, allí donde interpretar un dibujo es más sencillo para las personas analfabetas
A menudo considerado como acto vandálico en las grandes ciudades, el arte urbano se ha convertido durante la actual pandemia en un aliado inesperado a la hora de transmitir las diferentes medidas de prevención. En países como Perú, Senegal o la India, no toda las comunidades y barrios cuentan con acceso a la información sobre las imprescindibles normas de higiene y distanciamiento social, y corren el riesgo de quedar totalmente expuestas al virus. En este caldo de cultivo han nacido alternativas para llegar a todos, como el arte urbano: la creación de murales se ha revelado como una herramienta muy eficaz para fomentar la sensibilización entre las poblaciones más vulnerables del planeta. Estos son algunos ejemplos en tres continentes
Asia: el artista indio que alerta a sus vecinos
Con más de 1.300 millones de habitantes, la India es uno de los países más complicados a la hora de gestionar un estado de alarma nacional. Según datos de la Unesco, el 37% de la población analfabeta del mundo pertenece a este país, mientras que un 50% de la población india no cuenta con acceso a Internet y hasta 1.652 lenguas y dialectos diferentes se distribuyen por toda su geografía. Se trata de un escenario donde numerosos factores dificultan la transmisión de un mensaje, especialmente durante una pandemia en la que tomar distancia, lavarse las manos o concienciar acerca de la importancia de quedarse en casa son normas esenciales para controlar la situación desde cada uno de sus frentes.
En el distrito de Anantapur, en el Estado indio de Andhra Pradesh, vive Somashekar, un joven de 25 años que cada día se dedica a pintar murales en las paredes de su área. En sus diseños se aprecian mujeres con indumentaria hindú luciendo una mascarilla, multitudes tachadas con cruces o mensajes en telugu, lengua oriunda de las zonas rurales de este Estado del sur del país. Su misión es advertir a la población acerca de la llegada de la covid-19 y de las diferentes medidas a tomar para prevenir el contagio.
“El coronavirus me hizo reflexionar sobre los efectos que podría tener en mi entorno, en mi pueblo, donde son muchas las personas que viven en situación de pobreza”, cuenta Somashekar. “Mucha gente sobrevive con lo que gana cada día y en este contexto es muy difícil que la gente se quede en casa. Con estos murales puedo contribuir a la concienciación de todos los vecinos para que se protejan a sí mismos y a los demás por encima de todas las cosas”.
Hijo de jornaleros sin tierras y el séptimo de nueve hermanos, Somashekar fue apadrinado a la edad de siete años por la Fundación Vicente Ferrer, una de las organizaciones internacionales más influyentes de la India y epicentro del que brotan diferentes iniciativas artísticas.
“Los murales de arte urbano son instrumentos de expresión que normalmente asociamos a las ciudades porque allí tienen una connotación negativa. Sin embargo, su relevancia en las zonas rurales es absoluta”, relata Raquel Artiles, técnica de comunicación de la organización. “Desarrollamos los proyectos en aldeas muy empobrecidas donde una parte importante de la población es analfabeta. Ahí es donde la expresión artística es sumamente útil porque informa, sensibiliza y sirve para comunicar y educar acerca de diferentes problemas como la violencia machista, el matrimonio infantil, los abortos selectivos o, en este caso, la pandemia”.
Gracias a estos murales, se puede informar a los vecinos acerca de las medidas que tienen que tomar para evitar contagiar y ser contagiada, al mismo tiempo que se potencia el estilo y liderazgo de unos jóvenes que entablan un diálogo único con su entorno. “La enseñanza artística es muy importante en la India y sus beneficios van mucho más allá de lo que se pueda pensar a priori”, añade Raquel. “El arte es un idioma universal y tiene la capacidad de llegar a todo el mundo, sepan o no leer, hablen o no el mismo idioma”.
Latinoamérica: la reinvención de espacios públicos gracias al grafiti
América Latina es, actualmente, una de las áreas más afectadas del mundo a causa de la covid-19. En concreto, Perú ya cuenta con más de 164.000 infectados y un plan de prevención lastrado por diferentes obstáculos. Pero sus artistas han encontrado en el arte del aerosol la mejor forma de concienciar a la población, especialmente a través de lugares estratégicos.
En uno de los mercados de Magdalena del Mar, uno de los distritos de la ciudad de Lima, un antiguo mural que comenzaba a quebrarse se convirtió en motivo de restauración para el artista Daniel Cortez, conocido bajo el nombre artístico de Decertor. Para cuando la cuarentena fue impuesta en el país, Cortez pensó que en lugar de empezar de cero podría recomponer el ya existente introduciendo una mascarilla en el diseño.
“Salvar un mural a través de una mascarilla pone en cuestión la importancia de las expresiones urbanas como herramienta de sensibilización”, cuenta Daniel. “Ahora, todos los vecinos que se dirigen a este mercado cada semana se cruzan con la imagen, apreciando cómo los murales afectan a nuestra forma de percibirnos y relacionarnos en el espacio público; cómo nos impulsa como sociedad”, relata en su cuenta de Instagram.
El trabajo de Daniel es uno de los muchos que estos días se despliegan a lo largo de toda América Latina, entre ellos las obras del mexicano Salvador EVOC Muñoz, quien pintó un mural en Puebla bajo el lema “Unidos somos México” en agradecimiento a los vecinos que repartieron alimentos durante la cuarentena impuesta en este país; o los murales del famoso artista Eduardo Kobra en São Paulo, epicentro del arte urbano en un país como Brasil, donde la cultura nunca fue una de las prioridades del actual presidente, Jair Bolsonaro.
África: el arte de expandir un mensaje
Infravalorar la importancia del arte urbano es también la tónica en ciertos lugares de África, un continente donde el arte siempre ha tenido un papel crucial para la población cuando el Gobierno no estaba ahí: desde los pueblos Ndebele de Sudáfrica que utilizaban su singular estilo pictórico para comunicarse unos a otros en tiempos del Apartheid, hasta la obra contemporánea de artistas como Salimata Diop. Una tradición que encuentra en la situación actual el mejor lienzo para ir un paso más allá y acogerse al arte como mejor forma de alertar.
A iniciativas como la plataforma de datos de Ushahidi, en Kenia, o el auge de lasstartups en el panorama de la covid-19 en África, se suma la labor de diferentes grupos artísticos. Uno de ellos, Undu Graff, es un colectivo de artistas urbanos nacido en 2018 y que estos días colma de murales las paredes de Yeumbeul, Keur Mbaye Fall, Diamaguène y Malika, cuatro de los barrios más pobres de Dakar (Senegal) a los que el Gobierno nunca llegó.
“El arte urbano cumple el papel que el Gobierno no alcanza en estas zonas”, cuenta Ati Diallo, fundador de Undu Graff. “Muchas de las personas de estos barrios no saben leer y no tienen acceso a radio o televisión”, subraya.
Niños utilizando mascarillas bajo rótulos de «covid-19”, doctores locales y manos frotándose con gel antiséptico. Un microcosmos de símbolos e ilustraciones se expande entre las paredes erosionadas de aquellos suburbios donde, aunque el Gobierno no facilite el espacio para estos trabajos, el reconocimiento del arte urbano es cada vez más evidente. “Recientemente, el ministro de Sanidad vino a visitarnos y se tomó unas fotografías con los murales”, continúa Ati, quien estos días se encuentra inmerso en el mayor objetivo de esta iniciativa: alertar a otros pueblos africanos de la necesidad de tomar medidas.
“Durante estos días estamos conectados con otras organizaciones de arte urbano en Guinea, Benin o Togo para fomentar iniciativas de concienciación”, relata. “Hay mensajes que deberían ser transmitidos a todos los lugares del mundo. Incluso a los más inaccesibles”, concluye.
Quito : FLACSO sede Ecuador. Programa de Estudios de la Ciudad2010
Reseña: América Latina es un continente que vive diversos tipos de conflictos como disputas limítrofes no resueltas, comercio ilegal, transnacional, desacuerdos diplomáticos, persecución a la movilidad humana, inseguridad, entre otras. Dichas problemáticas suelen incidir generalmente en sus zonas fronterizas, convirtiéndolas en puntos neurálgicos de exclusión socioeconómica e inseguridad.
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