Por: Sofía García-Bullé
Los protocolos de vigilancia en línea parten de la idea de que los estudiantes no son dignos de confianza, pero la plataformas de evaluación que retienen los derechos a su información confidencial, ¿sí lo son?
El necesario aislamiento y el boom de la educación en línea han marcado un cambio estructural en aspectos educativos entre los que se cuentan el diseño curricular, la comunicación maestro-estudiante, la adaptación a un horario completo en línea, la seguridad de las aulas virtuales y, especialmente, los recursos para evaluar.
Ante el planteamiento de evaluaciones que tienen que ser remotas en esta situación de emergencia, maestros y personal educativo han tenido que hacer uso de sistemas de monitoreo y pruebas estandarizadas en línea.
La implementación de este recurso, sin duda, ha facilitado continuar evaluando a los alumnos y produciendo las calificaciones que validan su trabajo de aprendizaje y les permite pasar de grado. Sin embargo, esta nueva modalidad trae consigo problemas muy específicos que afectan desde el día a día hasta el futuro académico de los estudiantes.
El problema la privacidad de datos
Las autoridades educativas describen los exámenes en línea como un mal necesario. Ante la ausencia de salones de clases o centros de pruebas, servicios como Respondus o ProctorU se han vuelto la única forma de mantener una metodología de evaluación.
Pero estos recursos no son inocuos. Tanto padres, como estudiantes y personal educativo han expresado serias preocupaciones con respecto a las medidas que toman los servicios para asegurarse de que los estudiantes tomen sus exámenes en forma honesta. Estas medidas pueden ser interpretadas como una invasión de privacidad excesiva y ponen en riesgo la información y datos personales de los estudiantes.
La mayoría de estas plataformas no permiten a los alumnos acceder a los exámenes hasta que tengan activada su webcam, hayan tomado una foto de su cara, ofrecido una identificación vigente del gobierno o de la universidad a la que pertenecen y, que registren con la cámara toda su habitación para cerciorarse que no haya nada que habilite la deshonestidad académica.
El nivel de escrutinio de estos servicios de evaluación sería visto como perturbador si sucediera dentro del aula. Si un maestro levantara a cada alumno de su silla, hurgara debajo de ésta, y de su escritorio mientras les pide que muestren sus pertenencias para asegurarse que no tengan consigo ninguna herramienta para hacer trampa en la prueba, sin duda estaríamos cuestionando la habilidad del maestro para enseñar y evaluar alumnos.
Sin embargo, los softwares de evaluación siguen siendo la primera opción en escuelas en Estados Unidos. “En los últimos 30 días hemos hecho 2.5 millones de pruebas supervisadas. En el mismo periodo del año pasado hicimos 235,000”, declaró Mike Olsen, CEO de Proctorio, una de las firmas de exámenes en línea con mayor auge actualmente.
Otra consecuencia no prevista de las medidas de validación para las pruebas supervisadas, es el robo de datos. El sistema de estas plataformas puede ser explotado por hackers para obtener información confidencial de los estudiantes como los datos personales de sus identificaciones o los detalles de sus habitaciones.
Las compañías de supervisión de exámenes retienen los derechos de varios de estos datos y pueden compartirlos. Esto genera una válida y enorme preocupación tanto en maestros como en las familias.
Datos de evaluación vs. Datos de vigilancia
La necesidad de este tipo de servicios, como la metodología con la que se aplican, parte de un principio básico: no se puede confiar en los estudiantes, necesitan ser vigilados para asegurarse de que no hagan trampa en las pruebas.
No se discute que las medidas para evitar la deshonestidad académica son fundamentales para mantener un nivel de ética y la continuidad de un control de calidad para que las evaluaciones funcionen como herramientas de validación del aprendizaje. Pero es crucial llamar a una seria reflexión acerca de qué aspectos en la conducta y datos de los estudiantes necesitamos revisar para asegurarnos que hacen un examen correctamente o que realmente están aprendiendo el contenido de la clase.
Sistemas como ProctorU, piden acceso a la webcam de los estudiantes, a sus micrófonos y a su sesión de navegador. Monitorean sus rasgos faciales con controles biométricos, registran y contabilizan cuántas veces parpadean. Registran cuánto tiempo no están viendo directamente al monitor, si pasan de un tiempo límite, usualmente segundos, sin mirar la pantalla, se les advierte y en algunos casos se les penaliza.
Calibraciones tan profundas e insidiosas generan errores del sistema que pueden llevar a estudiantes a perder su futuro académico por descansar sus ojos más de cuatro segundos o por repetir en voz alta una pregunta solo para entenderla. Esto le sucedió a una estudiante que fue reprobada en un examen porque fue grabada tratando de releer una pregunta que no había entendido.
La alumna estaba becada y la profesora de la clase envió una infracción académica directamente al comité de becas antes de que se completara la investigación que la estudiante había solicitado. De no ser por la rápida acción tanto de la alumna como del decano, a quién pidió ayuda, sin duda habría perdido la beca por una interpretación errónea del sistema que leyó un acto completamente inocuo como una instancia de deshonestidad académica.
Es en casos como estos en los que es importante cuestionar cuál es la información que nos asegura que el alumnado está aprendiendo con los exámenes, que los datos nos sirven para asegurarnos de que lo está tomando en forma ética.
Zoe Fisher, diseñadora instruccional para el Colegio Pierce en Lakewood ya marcaba una línea entre datos de evaluación y datos de espionaje, mucho antes que la pandemia nos obligara a depender completamente de servicios para evaluación en línea. De acuerdo con Fisher, los datos de evaluación son los resultados de los exámenes y el contenido que los estudiantes vacían en las pruebas, esta información es la que nos permite saber de mejor manera si el estudiante presentó el examen en forma efectiva.
Un registro completo de su habitación, sus movimientos retinales o cuántas veces dio clic al ratón durante el examen no son datos de evaluación, es información de vigilancia. Este monitoreo no es necesariamente una forma efectiva de asegurar ni honestidad académica ni aprendizaje. Es más bien un recurso para sistematizar y hacer más fácil las evaluaciones en línea en volúmenes grandes, ¿pero a qué costo?
Las mismas autoridades educativas están conscientes que este nivel de escrutinio cruza líneas que quizás no debería. Chris Dayley, director académico de servicios evaluativos para la Universidad de Utah comenta para el Washington Post: “Es como un spyware que solo legitimamos”.
¿Has usado sistemas de evaluación en línea? Piensas que los beneficios son mayores que las desventajas? ¿Cuál ha sido tu experiencia ya sea administrando o presentando exámenes de esta forma? Cuéntanos en los comentarios.
Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/evaluacion-monitoreo