Por: Silvia Gabriela Vásquez
El bullying ha existido siempre, incluso cuando no se le daba un nombre. No obstante, en la actualidad, el problema se ha incrementado a partir del mal uso de las redes sociales, fenómeno que dio lugar al ciberbullying. Lamentablemente, la utilización de Facebook, Twitter o cualquier otra red para difamar a un compañero y convocar a otros a hacerlo -escudándose en el anonimato- es un hecho que ocurre con frecuencia en las escuelas.
Quien acosa a otro está desempeñando un rol y tiene la posibilidad de cambiar si recibe el acompañamiento adecuado. Por eso es tan importante evitar la estigmatización, tanto del hostigador como del hostigado. No es solo el agredido quien necesita atención, sino que el agresor y los testigos deben encontrar también un espacio de confianza para expresarse. Uno de los recursos para ello es la conformación de un equipo anti-bullying en la institución, tal como ha sido propuesto hace unos días en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires[1]
Pasos… secundarios
-Detectar los casos de acoso
-Actuar de inmediato
-Trabajar en conjunto con las familias
-Informar a las autoridades
-Conversar tanto con el agresor como con el hostigado
-Escuchar a los espectadores
-Dar lugar a la participación de todos los actores de la comunidad educativa
-Buscar medidas de reparación
-Llevar a cabo un adecuado seguimiento
Los anteriores puntos son los pasos indispensables de cualquier protocolo contra el bullying, pero hay algo previo, un primer paso fundamental: la prevención.
Prevenir el bullying desde los institutos de formación docente y las universidades
Si bien todavía no ha recibido demasiada atención por parte de los medios, el bullying también llegó a las instituciones de educación superior. Según un informe publicado en Argentina por la organización Bullying sin Fronteras (2014), luego de un relevamiento en 67 universidades, cuatro de cada diez estudiantes fueron víctimas de algún tipo de hostigamiento. Frente a esta realidad, es importante hablar del tema con los futuros educadores y con los estudiantes de todas las carreras.
No hay recetas contra el bullying. Sin embargo, uno de los modos de prevenirlo es fomentar actitudes resilientes en los estudiantes. La resiliencia es la capacidad para afrontar adversidades, superarlas y construir sobre ellas.
Dado que las consecuencias del bullying pueden incluir desde trastornos de ansiedad y de aprendizaje hasta depresión e intentos de suicidio, es imprescindible construir herramientas con los profesores o futuros educadores, para que, llegado el momento, cumplan la función de tutores de resiliencia.
Un tutor de resiliencia acepta con incondicionalidad. Protege. Comprende. Ayuda a desarrollarse. Valora. Promueve la introspección, la autoestima consistente, el buen vínculo con los demás y la empatía…
En los últimos 10 años, la creación de espacios de diálogo interdisciplinario, intercultural e intergeneracional fue la manera que encontramos, con algunos colegas, para favorecer la convivencia, integrando, al objetivo de la comprensión intelectual, la empatía o comprensión humana.
En estos encuentros de reflexión, caracterizados por una escucha auténtica, se quitan las etiquetas y se desarman varios prejuicios. Y se desprenden, con ellos, algunos miedos implícitos en el bullying, como el de no ser aceptado o el temor a todo lo que aparece como «distinto». Además, una vez que comienzan a hacerse visibles las afinidades -aún en la diversidad- suelen germinar allí múltiples proyectos colaborativos solidarios.
Las universidades y los institutos de formación docente tienen un rol muy valioso en la prevención del bullying. Dedicar nuestros esfuerzos a formar profesionales socialmente comprometidos y resilientes es sin duda, uno de los aportes que podemos hacer, desde dichas aulas, para lograrlo.[2]